“Yo soy el pan de vida.”

Evangelio según San Juan 6,35-40. 

Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. 

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día". 

San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia 
Catequesis bautismal, 22

“Yo soy el pan de vida.”

Cuando Cristo dice de sí mismo, refiriéndose al pan: “Este es mi cuerpo” ¿quién dudará? Y cuando afirma “esta es mi sangre” ¿quién vacilará? En su tiempo, en Caná, Jesús transformó el agua en vino –el vino, hermano de la sangre. ¿Quién se negará ahora a creer que transforma el vino en sangre? Invitado a unas bodas según la carne realizó este milagro asombroso. Con más razón ¿cómo no reconocer que concede a los amigos del Esposo la alegría de su cuerpo y de su sangre?

Te es dado su cuerpo bajo la forma de pan y su sangre bajo la forma de vino para que, participando en el cuerpo y en la sangre de Cristo formes con él un solo cuerpo y una sola sangre. Así nos convertimos en “portadores de Cristo”, cristóforos. Su cuerpo y su sangre se diluyen en nuestros miembros. Así nos hacemos partícipes de su naturaleza divina. En otro tiempo, conversando con los judíos, Cristo les decía: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.” (Jn 6,54) Si el pan y el vino son puramente naturales a tus ojos, no te quedes en esto...Si tus sentidos te extravían, deja que la fe te asegure.

Cuando te acercas, pues, para recibir el cuerpo de Cristo, no te acerques distraído, extendiendo las palmas de las manso con los dedos separados, sino, como se va a posar el Rey sobre tu mano derecha ¡hazle un trono con tu mano izquierda y en el hueco de tu mano recibe el cuerpo de Cristo y responde: Amén!

San Sotero

Sucesor en el pontificado del Papa Aniceto muerto el año 165. Había nacido en la Campiña italiana, en Fondi y su padre se llamaba Concordio. En su tiempo se extendió la herejía de Montano que propugnaba un exagerado rigorismo de costumbres. La penitencia más rigurosa y la vida más perfecta debían practicarla todos los cristianos para no caer en pecado, sobre todo si se trataba de pecados muy graves, ya que no se les podían perdonar porque la Iglesia carecía de poder para ello.

Él defendió la doctrina que  se había predicado y defendido en la Iglesia desde Jesucristo: para el pecador arrepentido no hay pecado que no se le pueda conceder el perdón.    Él era todo para todos y quería que se viviera de acuerdo con lo que los Hechos de los Apóstoles expresan de los primeros cristianos, que «todo era común entre ellos» y que «todos eran un solo corazón y una sola alma»... 

Emperador Marco Aurelio (161-180), persiguió a la Iglesia y durante este tiempo hubo abundantes mártires, entre ellos el mismo Papa que parece murió mártir el 22 de Abril del 175. San Cayo vivió un siglo más tarde y a pesar de ello en la tradición cristiana han caminado siempre unidos ambos Santos aunque nada tengan en común a no ser el haber muerto por Cristo y el haber sido Obispos de Roma. La última persecución más violenta fue la de Valeriano. Después casi todo el siglo II fue tiempo de paz y durante él la Iglesia quedó robustecida fuertemente. San Cayo se aprovechó de esta paz y patrocinó, sobre todo las dos escuelas célebres de Oriente: Alejandrina y Antioquena que tantos y tan ilustres hijos produjeron.

El año 283 empezó una nueva persecución contra los cristianos decretada por Caro que, aunque no tan sangrienta como otras anteriores, causó graves daños a la Iglesia, siendo muchos los hombres y mujeres que derramaron generosamente su sangre por confesar a Jesucristo. La Iglesia venera a San Sotero como mártir, pero no existe ningún relato de su martirio.

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que  San Sotero, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia y a sus rebaños y hazlos progresar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Betharram, Francia (1503).

El que venga a mí, no tendrá hambre
Juan 6, 35-40. Pascua. No somos puro cuerpo, también estamos hechos de espíritu, y éste necesita del alimento, que es Jesús. 

Oración introductoria
Jesús, la promesa que haces de acoger siempre a quien se acerca a Ti me llena de confianza y entusiasmo.

Quiero cumplir siempre tu voluntad.

Haz que esta oración abra mi entendimiento, disponga mi voluntad y avive mi amor, para que nunca me estanque en el conformismo o en la mediocridad.

Petición
Te pedimos Señor que nos dé el alimento, la Eucaristía, , para poder alimentar también nuestro espíritu, y llegar a tener vida en Cristo.

Meditación del Papa Francisco
Lo contrario a cumplir la voluntad de Dios comenzó en el Paraíso, con la no obediencia de Adán. Y esa desobediencia ha llevado el mal a toda la humanidad. También los pecados son actos de no obedecer a Dios, de no hacer su voluntad. Sin embargo, el Señor nos enseña que este es el camino, no hay otro. Y comienza con Jesús, sí, en el Cielo, en la voluntad de obedecer al Padre.

Pero cumplir la voluntad de Dios «no es fácil». No fue fácil para Jesús que fue tentado en el desierto y en el huerto de los olivos. Tampoco lo fue para algunos discípulos, que lo dejaron porque no entendieron qué quería decir hacer la voluntad del Padre.

Tampoco es fácil para nosotros desde el momento que cada día nos presentan en una bandeja muchas opciones. Y así, ¿cómo hago para hacer la voluntad de Dios? Pidiendo la gracia de querer hacerlo. […]

Que el Señor nos dé la gracia, a todos, que un día pueda decir de nosotros lo que ha dicho de aquel grupo, de aquella multitud que lo seguía, los que estaban sentado en torno a Él, como hemos escuchado en el Evangelio. Y así hacer la voluntad de Dios nos hace ser parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 27 de enero de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
Imagínate que vas de paseo. Has caminado mucho, a lo mejor unas seis horas bajo el sol, no hay arboles suficientes para hacer sombra. La caminata va haciéndose cada vez más pesada y lenta. La lengua empieza a pedir agua para no pegarse al paladar, y el estomago reclama un bocado para parar el hambre. De repente llega un hombre que te dice: ¿quieres comer? Lo miras y ves que no tiene nada con qué quitarte el hambre, pero confías en él. Te da algo de comer y luego se va. Días después lo encuentras y ¿no le pedirías otra vez algo de comer?

Esto es lo que ha pasado, y los judíos le buscaban porque aún estaban asombrados por el milagro de los panes, pero Jesús conoce sus intenciones y les reprende como un día lo hiciera con el mismo Satanás, aunque con otras palabras: "No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."

No somos puro cuerpo, también estamos hechos de espíritu, y éste necesita del alimento. Un solo alimento existe para el alma, y es Jesús, "Yo soy el Pan de la Vida." Pidamos a Dios que nos dé este alimento como lo hicieran los judios, para poder alimentar también nuestro espíritu, y llegar a tener vida en Cristo.

Diálogo con Cristo 
Jesús, me doy cuenta que el ideal de cumplir siempre tu voluntad es costoso. El orgullo, la pereza espiritual o el miedo son obstáculos que necesito vencer, pero frecuentemente olvido que sólo tu gracia podrá lograr esa transformación de mi egoísmo y soberbia en amor a Ti y a los demás. Nunca permitas que me aparte de la fuente de esa gracia: tu Eucaristía.

Propósito
Para que recibir la Eucaristía nunca se convierta en un acto rutinario, hoy (y siempre) me prepararé lo mejor posible para recibirla y agradeceré a Dios su infinito amor.

Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría
Descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo.

Cada día Dios, hasta hoy nos ha permitido despertar cada día, es decir abrimos los ojos, volvemos a la conciencia de estar en este mundo, al despertar se nos abren nuevamente los sentidos y podemos contemplar todas las maravillas que Dios nos da para que podamos ser felices.

Pero quizá no siempre ni todos los días despertamos al amor, porque nos quedamos enfrascados en los remordimientos, en los sufrimientos tanto del pasado como del futuro, o el miedo a lo que vendrá, pero la vida se nos da como el maná, solo para cada día.

Despertar cada día es tomar conciencia de ese presente, de ese instante en que somos amados por Dios, que nos ama con amor eterno, y descubrimos que todo es don de Dios, que todo es una caricia de su amor.

Despertar cada día es conectar nuestra alma a lo trascendente, conectarse con Él Absoluto que es Dios, y percibir lo relativo de la criatura, lo pasajero que es este mundo.

Despertar cada día es saber que estamos en el mundo pero que nos somos de este mundo, que estamos de viaje, que somos peregrinos, que somos forasteros en patria extraña.

Despertar cada día es conocer desde la fe mi pequeñez y la grandeza del amor de Dios.

Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría, porque realmente es un nuevo día con toda su grandeza con todo su esplendor, y en este nuevo día también despierta al amor, y descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo.

Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 22 de abril

En la audiencia realizada este miércoles 22 de abril en la plaza de San Pedro, papa Francisco realizó la siguiente catequesis, cuyo texto completo ofrecemos a continuación 

"Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En la catequesis precedente sobre la familia, me detuve en el primer pasaje de la creación del ser humano, en el primer capítulo de la Génesis, donde está escrito: Dios creó al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó. Hoy quisiera completar la reflexión con el segundo pasaje, que encontramos en el segundo capítulo. Aquí leemos que el Señor, después de haber creado el cielo y la tierra, “el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente”. Es el pináculo de la creación. Después Dios puso al hombre en un jardín bellísimo para que lo cultivara y lo cuidara.

El Espíritu Santo, que ha inspirado toda la Biblia, sugiere por un momento la imagen del hombre solo, y le falta algo sin la mujer. Y sugiere el pensamiento de Dios, casi el sentimiento de Dios que lo mira, que observa a Adán solo en el jardín: es libre, es señor… pero está solo. Y Dios ve que esto “no va bien”: es como una falta de comunión, falta una comunión, una falta de plenitud. “No está bien” --dice Dios-- y añade: “quiero darle una ayuda que le corresponde”.

Entonces Dios presenta al hombre a todos los animales; el hombre da a cada uno de ellos su nombre-- y esta es otra imagen de la señoría del hombre sobre sobre la creación--, pero no encuentra en ningún animal, otro que sea parecido a él. Pero el hombre continúa solo. Cuando finalmente Dios le presenta a la mujer, el hombre reconoce exultante que esa criatura, y solo esa, es parte de él: “hueso de mis huesos, carne de mi carne”. Finalmente, hay un reflejo de sí, una reciprocidad.

Y cuando una persona --es un ejemplo para entender bien esto--  quiere dar la mano a otra, debe tener otro adelante: si uno da la mano y no tiene nada, la mano está allí, le falta la reciprocidad. Así era el hombre, le faltaba algo para llegar a su plenitud, le faltaba reciprocidad.

La mujer no es una “réplica” del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios. La imagen de la “costilla” no expresa inferioridad o subordinación, sino, al contrario, que hombre y mujer son de la misma sustancia y son complementarios. Y el hecho de que --siempre en la parábola-- Dios plasme la mujer mientras el hombre duerme, subraya precisamente que ella no es de ninguna manera criatura del hombre, sino de Dios.  Y también sugiere otra cosa: para encontrar a la mujer y podemos decir, para encontrar el amor en la mujer, para encontrar la mujer, el hombre primero debe soñarla, y luego la encuentra.

La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a los cuáles confía la Tierra, es generosa, directa, plena. Pero es aquí donde el maligno introduce en su mente la sospecha, la incredulidad, la desconfianza. Y finalmente, llega la desobediencia al mandamiento que les protegía. Caen en ese delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía. También nosotros lo sentimos dentro de nosotros, tantas veces, todos.

El pecado genera desconfianza y división entre el hombre y la mujer. Su relación se verá amenazada por miles de formas de prevaricación y de sometimiento, de seducción engañosa y de prepotencia humillante, hasta las más dramáticas y violentas. La historia lleva las huellas. Pensemos, por ejemplo, a los excesos negativos de las culturas patriarcales. Pensemos en las múltiples formas de machismo. Donde la mujer es considerada de segunda clase. Pensemos en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. Pero pensemos también en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo, e incluso de hostilidad que se difunde en nuestra cultura --en particular a partir de una desconfianza comprensible de las mujeres-- en relación a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y de custodiar la dignidad de la diferencia.

Si no encontramos una oleada de simpatía por esta alianza, capaz de establecer las nuevas generaciones a la reparación de la desconfianza y de la indiferencia, los hijos vendrán al mundo cada vez más desarraigados desde el vientre materno. La desvalorización social por la alianza estable y generativa del hombre y de la mujer es ciertamente una pérdida para todos. ¡Debemos revalorizar el matrimonio y la familia! Y la Biblia dice una cosa bella: el hombre encuentra la mujer, ellos se encuentran, y el hombre debe dejar algo para encontrarla plenamente. Y por esto, el hombre dejará a su padre y a su madre para ir con ella. ¡Es bello! Esto significa comenzar un camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre.

El cuidado de esta alianza del hombre y de la mujer, también si son pecadores y están heridos, confundido o humillados, desconfiados e inciertos, es por tanto para nosotros creyentes una vocación exigente y apasionante, en la condición actual. El mismo pasaje de la creación y del pecado, en su final, no entrega un icono bellísimo: “El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió”. Es una imagen de ternura hacia esa pareja pecadora que nos deja con la boca abierta: la ternura de Dios por el hombre y por la mujer. Es una imagen de custodia paterna de la pareja humana. Dios mismo cuida y protege a su obra maestra.

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