“Aquí hay uno que es más que Jonás.”
- 20 Julio 2015
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La clave del amor verdadero, según el Papa Francisco, creas o no en Dios
El Papa propone a los jóvenes, creyentes o no, una nueva forma de ver el amor
CITTÀ NUOVA
Evangelio según San Mateo 12,38-42.
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo".
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón."
San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 3; PL 52, 303-306
"Aquí hay uno que es más que Jonás."
El mismo Jonás decide que le echen de la nave al mar: "Echadme a la mar" dice. (Jon1,12) Esto es signo de la pasión voluntariamente asumida por el Señor Jesús. ¿Por qué los marineros esperaban la orden...? Porque, cuando la salvación de todos requiere la muerte de uno solo, la decisión recae sobre el que ha de morir... Así, en esta historia en la que está prefigurada la del Señor, se espera la voluntad de aquel que tiene que morir para que su muerte no fuera una necesidad ineludible sino un acto de libertad...
"Tengo el poder de dar la vida y de recuperarla. Nadie me quita la vida, soy yo quien la entrego libremente." (Jn 10,18) Porque si Cristo entrega el espíritu (Jn 19,30) no es porque se le va la vida. Aquel que sostiene la vida de todo hombre no podía perder la suya. "Mi vida está siempre en peligro, más no olvido tu Ley." (Sal 118,109) Y en otro lugar: "A tus manos encomiendo mi espíritu." (Sal 30,6; Lc 23,46).
Del Evangelio según san Mateo 12, 38-42
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo».
El les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día de Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón».
Oración preparatoria
Señor, por un momento dejo de lado mis ocupaciones. Quiero pasar estos minutos a solas contigo.
Durante los tres años de tu vida pública, muchas veces te ibas de noche a rezar a tu Padre en algún lugar retirado y allí te pasabas la noche. Hoy quiero hacer lo mismo. Te confío todas mis intenciones, te entrego todos mis deseos, te doy todo mi ser. María, ¡ayúdame a rezar bien, a hacer una oración que le dé gusto a tu Hijo!
Petición
Señor, ¡ayúdame a aceptar siempre tu voluntad en mi vida!
Meditación del Papa Francisco
La vida es un camino hacia la plenitud de Jesucristo, cuando vendrá por segunda vez. Esta generación busca un signo, pero, dice el Señor, no se le dará ningún signo, como no sea el signo de Jonás, es decir, el signo de la Resurrección, de la Gloria, de esa escatología hacia la que nos dirigimos. Y estos doctores estaban encerrados en sí mismos, no abiertos al Dios de las sorpresas, no conocían el camino y menos esta escatología.
Así, cuando en el Sanedrín Jesús afirma ser el Hijo de Dios, se rasgaron las vestiduras, se escandalizaron diciendo que había blasfemado. El signo que Jesús les da era una blasfemia. Y por este motivo, Jesús dice: generación malvada.
Estos no han entendido que la ley que ellos custodian y aman era una pedagogía hacia Jesucristo. Si la ley no lleva a Jesucristo, si no nos acerca a Jesucristo, está muerta. Y por esto Jesús les reprende por estar cerrados, por no ser capaces de reconocer los signos de los tiempos, por no estar abiertos al Dios de las sorpresas. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Los fariseos reclaman un signo a Jesús. Pero Jesús no quiere satisfacer su curiosidad, se niega a darles un signo, excepto el de Jonás. ¡Cuántas veces nosotros también pedimos signos a Dios! Le decimos que no queremos ir a misa el domingo, que no nos interesa confesarnos, a no ser que nos lo pida de manera clara. Reclamamos una señal del cielo.
Cristo quiere purificar nuestra intención, nos pide hacer el salto de la fe, confiar en su palabra y entregarnos a su voluntad. Él, cuando estaba sufriendo en la Cruz, no vio ningún signo del Padre, no escuchó ninguna voz celeste que le decía "¡Ánimo! ¡Sólo te faltan unos minutos!". Y, sin embargo, perseveró hasta el final.
Por otro lado, los signos no nos van a servir si no queremos seguir a Cristo. Los fariseos habían visto muchos milagros y no se dejaron convencer. Es también el caso de los hermanos del rico epulón en la parábola del pobre Lázaro (Lc 16, 27-31).
Cristo no quiere darnos signos, pero nos llama a ser signos de su amor en el mundo. El profeta Jonás fue un signo de conversión para los habitantes de Nínive. Se arrepintieron y cambiaron de vida al escuchar su predicación. Nuestra sociedad se parece a la de Nínive del Antiguo Testamento, poblada por pecadores y gente que no conoce a Dios. Cristo nos manda como sus embajadores en el mundo.
Propósito
Entrar en una iglesia y visitar a Cristo para renovarle nuestra adhesión a su voluntad.
Diálogo final
Señor, ¡soy todo tuyo! Tú me has dado todo lo que tengo y todo lo que soy, el don de la vida, de la gracia bautismal y de mi vocación particular. ¡Hazme entender tu misericordia, que tu amor sea el único signo que necesite para creer en ti!
«Desde mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió; desde el seno del Abismo, pedí auxilio, y tú escuchaste mi voz. […] Cuando mi alma desfallecía, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo. […] yo, en acción de gracias, te ofreceré sacrificios y cumpliré mis votos: ¡La salvación viene del Señor!» (Jonás 2, 3-10).
Apolinar de Rávena, Santo
Obispo y Mártir, 20 de julio
Fuente: Catholic.net
SAN APOLINAR DE RÁVENA nació probablemente en Antioquía, en la actual Turquía, en la época de mayor auge del Imperio Romano, apenas después de la muerte de Jesús.
Según la tradición, San Apolinar fue uno de los principales discípulos del Apóstol San Pedro. Cuando San Pedro se trasladó a Roma para fundar ahí la Iglesia, San Apolinar lo habría acompañado hasta la capital del Imperio.
Durante el reinado del emperador Claudio, San Apolinar recibió la comisión de viajar al norte de Italia como embajador de la fe para empezar a evangelizar y a ganar adeptos para el cristianismo.
San Apolinar se convirtió así en el primer obispo de Rávena, cargo que ejerció durante veinte años. Se le ha atribuido el poder de curar a los enfermos en el nombre de Cristo, y de haber realizado otros milagros.
La relativa tranquilidad de su labor apostólica cambió con el ascenso al trono imperial de Vespasiano, en 69, quien cuenta con el dudoso honor de haber organizado las primeras persecuciones con lujo de crueldad contra los cristianos.
Por su cargo y sus actividades en Rávena, San Apolinar fue perseguido inmediatamente. Algunas fuentes cuentan que fue capaz de escapar hacia Dalmacia, donde habría predicado el Evangelio y habría puesto fin milagrosamente a una hambruna.
Sin embargo, al final San Apolinar fue apresado, torturado y martirizado.
Sobre su tumba, en Rávena, se edificó siglos más tarde la célebre Basílica de San Apollinare in Classe, de tres naves, consagrada en 549. Más tarde, en el siglo nueve, fue construida también ahí la iglesia de San Apollinare Nuovo.
SAN APOLINAR DE RÁVENA nos ofrece un ejemplo de la cruenta vida que tuvieron que padecer los santos fundadores del cristianismo.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Los verbos del Pastor según el Papa Francisco: Ver, compadecer, enseñar
Recuerdo del reciente viaje a Latinoamérica este domingo en el rezo del Ángelus
© Antoine Mekary / Aleteia
Numerosos fieles romanos y peregrinos de tantas partes del mundo, en la Plaza de San Pedro, para la primera cita dominical con el rezo a la Madre de Dios, del Papa Francisco, después del IX Viaje Apostólico internacional de su Pontificado.
Ver, tener compasión, enseñar, los podemos llamar los verbos del Pastor, dijo el Santo Padre, haciendo hincapié en que "en Jesús, el Mesías, se hizo carne la ternura de Dios". "Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús enseña ¡Qué bello es esto!".
Con el Evangelio del día, recordó que Jesús mira siempre con "los ojos del corazón" y aseguró que le pidió al Señor que "el Espíritu de Jesús, Buen Pastor", lo guiara a lo largo del viaje que realizó del 5 al 13 de julio.
Alabando al Señor por "las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino en esas tierras, por la fe que ha animado y anima su vida y su cultura", el Papa habló también de las bellezas naturales de esos países, sus grandes potencialidades humanas, espirituales y sus valores cristianos.
Y sin olvidar los "graves problemas sociales y económicos", que viven los pueblos latinoamericanos, reiteró el compromiso de la Iglesia y su colaboración por el bien común.
"Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio debe afrontar", el Sucesor de Pedro recordó su invitación a acudir "a Cristo Señor para recibir su gracia, que salva y da la fuerza para el compromiso del testimonio cristiano".
Agradeciendo a Dios de todo corazón por el don de este viaje, expresó su gratitud a las autoridades civiles y eclesiales, así como la cálida participación de las poblaciones ecuatoriana, boliviana y paraguaya.
Texto completo de la meditación del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Veo que son valientes con este calor en la plaza, ¡felicidades!
El Evangelio de hoy nos dice que los Apóstoles, después de la experiencia de la misión, regresaron contentos pero también cansados. Y Jesús, lleno de comprensión, quiere darles un poco de consolación; y entonces los conduce a otro lado, en un lugar apartado para que puedan descansar un poco (Cfr. Mc 6,31).
"Muchos entre la gente, los vieron partir y entendieron… y se adelantaron" (v. 32). A este punto el evangelista nos presenta una imagen de Jesús de singular intensidad, “fotografiando”, por así decir, sus ojos y captando los sentimientos de su corazón, y dice así el evangelista: "Bajando de la barca, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (v. 34).
Retomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los verbos del Pastor. Ver, tener compasión, enseñar.
El primero y el segundo, ver y tener compasión, están siempre asociados a la actitud de Jesús: de hecho su mirada no es la mirada de un sociólogo o de un reportero gráfico, porque Él mira siempre con “los ojos del corazón”. Estos dos verbos, ver y tener compasión, configuran a Jesús como Buen Pastor.
También su compasión, no es solamente un sentimiento humano, sino es la conmoción del Mesías en la cual se ha hecho carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la gente con el pan de su Palabra, es decir, de enseñar la palabra de Dios a la gente. Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús enseña. ¡Esto es hermoso!
Y yo he pedido al Señor que el Espíritu de Jesús, Buen Pastor, este Espíritu, me guiara durante el Viaje apostólico que he realizado en los días pasados a América Latina y que me ha permitido visitar Ecuador, Bolivia y Paraguay.
Agradezco a Dios con todo el corazón por este don. Agradezco a los pueblos de los tres países, por su afectuosa y calurosa acogida y entusiasmo. Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades de estos Países por su acogida y colaboración.
Con gran afecto agradezco a mis hermanos Obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas y a toda la población por el calor con el cual han participado. Con estos hermanos y hermanas he alabado al Señor por las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino, en camino en estas tierras, por la fe que ha animado y anima sus vidas y su cultura.
Y también lo hemos alabado por las bellezas naturales con las cuales ha enriquecido estos Países. El Continente Latinoamericano tiene grandes potencialidades humanas y espirituales, conserva valores cristianos profundamente enraizados, pero también vive graves problemas sociales y económicos.
Para contribuir a la solución, la Iglesia está comprometida a movilizar las fuerzas espirituales y morales de sus comunidades, colaborando con todos los componentes de la sociedad.
Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio debe afrontar, he invitado a recibir de Cristo Señor la gracia que salva y que da fuerza al empeño del testimonio cristiano, a desarrollar la difusión de la Palabra de Dios, para que la sólida religiosidad de aquellas poblaciones pueda siempre ser testimonio fiel del Evangelio.
A la materna intercesión de la Virgen María, que toda América Latina venera como patrona con la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, confío los frutos de este inolvidable Viaje apostólico.
Saludos del Santo Padre después de la oración mariana
Queridos hermanos y hermanas,
¡Los saludo cordialmente, romanos y peregrinos!
Saludo en especial a los jóvenes de la Diócesis de pamplona y Tudela, España.
Saludo a las religiosas de la Sagrada Familia de Nazaret reunidas en Roma para el Capítulo General; a la Orquesta de Offanengo-Casalbuttano; el Coro de Vigo Cavedine (Trento); los jóvenes voluntarios del Convento de Arco de Trento, los jóvenes de Meana sardo y a los participantes en las vacaciones organizado por el INPS de Pomezia; a los jóvenes de la Acción Católica de Melleredo y Rivale (Padua).
Les deseo a todos un buen domingo. Les pido por favor de rezar por mí, no lo olviden. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
RADIO VATICANO
De verdad, ¿no tengo tiempo?
Reflexiones para el cristiano de hoy
Si abrimos el corazón, sí hay tiempo, mucho tiempo, para ayudar, para acompañar, para servir, para amar.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Un niño invita a su padre o a su madre a jugar un rato. ¿Respuesta? “No tengo tiempo”. Luego el padre o la madre dedican más de dos horas al chat.
Un joven llama por teléfono a su amigo. Quiere desahogarse, ser escuchado. Después de 5 minutos, del otro lado escucha: “Mira, ahora estoy muy ocupado y no tengo tiempo para seguir. Si quieres, otro día hablamos”. Luego, el amigo “muy ocupado”, se sienta en un sofá para matar la tarde con un videojuego.
La esposa le pide al esposo salir de compras. Él le dice que no tiene tiempo. Luego, le llaman sus amigos para ir a jugar golf. Y va.
Las situaciones son muchas. Los motivos para decir “no tengo tiempo” cambian de persona a persona. Unos, realmente válidos, indican que tenemos urgencias inderogables: si hay un familiar enfermo tenemos que ir al hospital y por eso decimos “no tengo tiempo” a quien nos pida algo en este momento. Otros, menos válidos (a veces fútiles) simplemente nacen de nuestras preferencias, gustos, planes personales.
Si preferimos un rato de televisión en vez de escuchar a un anciano que quiere ser atendido, no digamos “no tengo tiempo”. Seamos sinceros, y digamos, al otro y a nosotros mismos, que preferimos descansar en vez de ese gesto hermoso pero a veces difícil de ofrecer oídos, corazón y tiempo a quien nos lo pide.
Sólo cuando seamos sinceros y determinemos con claridad dónde se nos escapa el tiempo, qué gustos nos atan a banalidades o a cosas serias pero no imprescindibles, cómo perdemos momentos preciosos de la propia vida en asuntos que satisfacen provisionalmente pero luego nos dejan descontentos y vacíos, podremos tener el valor de reorientar nuestras preferencias.
Si, además, abrimos el corazón a las luces de Dios, si dejamos purificar el alma de avaricias y perezas que nos atan al mundo y a la carne, descubriremos que sí hay tiempo, mucho tiempo, para ayudar, para acompañar, para servir, para amar, sobre todo a quienes viven a nuestro lado.