Darlo todo porque Cristo lo ha dado todo
- 08 Noviembre 2015
- 08 Noviembre 2015
- 08 Noviembre 2015
Contraste
El contraste entre las dos escenas es total. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los escribas del templo. Su religión es falsa: la utilizan para buscar su propia gloria y explotar a los más débiles. No hay que admirarlos ni seguir su ejemplo.
En la segunda, Jesús observa el gesto de una pobre viuda y llama a sus discípulos.
De esta mujer pueden aprender algo que nunca les enseñarán los escribas: una fe total en Dios y una generosidad sin límites.
La crítica de Jesús a los escribas es dura.
En vez de orientar al pueblo hacia Dios buscando su gloria, atraen la atención de la gente hacia sí mismos buscando su propio honor.
Les gusta «pasearse con amplios ropajes» buscando saludos y reverencias de la gente. En la liturgia de las sinagogas y en los banquetes buscan «los asientos de honor» y «los primeros puestos».
Pero hay algo que, sin duda, le duele a Jesús más que este comportamiento fatuo y pueril de ser contemplados, saludados y reverenciados. Mientras aparentan una piedad profunda en sus «largos rezos» en público, se aprovechan de su prestigio religioso para vivir a costa de las viudas, los seres más débiles e indefensos de Israel según la tradición bíblica.
Precisamente, una de estas viudas va a poner en evidencia la religión corrupta de estos dirigentes religiosos. Su gesto ha pasado desapercibido a todos, pero no a Jesús. La pobre mujer solo ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas monedas, pero Jesús llama enseguida a sus discípulos pues difícilmente encontrarán en el ambiente del templo un corazón más religioso y más solidario con los necesitados.
Esta viuda no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino «todo lo que tiene para vivir».
No nos equivoquemos. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las que hacen el mundo más humano, las que creen de verdad en Dios, las que mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas falsas e interesadas.
De estas personas hemos de aprender a seguir a Jesús. Son las que más se le parecen.
José Antonio Pagola
32 Tiempo Ordinario - B
(Marcos 12,38-44)
8 de noviembre 2015
XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “B”
(1Re 17, 10-16; Sal 145; Hbr 9, 24-28; Mc 12, 38-44)
LA FECUNDIDAD DE LO PEQUEÑO
La cultura actual es partidaria del éxito; siempre se desea apostar por el ganador, y se mira con insistencia a las empresas con buenos resultados. Se siente halago en el triunfo, y cierta nostalgia, por no decir envidia, cuando llegan noticias de comunidades religiosas florecientes. Ciframos el éxito de nuestro trabajo en los resultados, y tenemos por negativa la evaluación que no suponga crecimiento. Hoy se sufre en la Iglesia el éxodo. No se llenan los templos, ni los noviciados; escasean las vocaciones, aunque la estadística señale últimamente cierto crecimiento. En el mundo rural se vive la experiencia de la soledad y de la debilidad, pues en él queda solo una generación mayor porque las familias jóvenes buscan los centros educativos para sus hijos.
En estas coordenadas, sorprenden los relatos bíblicos. Tanto la primera lectura como el Evangelio proponen el protagonismo de dos mujeres viudas y pobres, a las que les queda solamente un poco de aceite y de harina en el caso de la de Sarepta, y solamente dos reales, en el caso de la viuda del templo.
De natural, es difícil abrazar la minoridad, la descalcez, y sin embargo, en los ejemplos propuestos, se nos describe la relación entre pobreza y bendición. “El profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo: -«Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: -«Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: -«Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. (1Re 17, 10- 13)
El salmista canta: “El Señor sustenta al huérfano y a la viuda” (Sal 145). Y Jesús ensalza a quien a los ojos humanos ha echado dos reales de limosna en el Templo. “Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: -«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie” (Mc 12, 42-44).
Las categorías del Evangelio son muy distintas a las nuestras; como dirá Jesús en otro pasaje, nosotros pensamos como humanos, no como Dios. Dios valora lo humilde, lo sencillo, lo pequeño: da la primogenitura a los segundones, escoge a las estériles, bendice a las viudas. El Maestro nos ofrece la enseñanza de la paradoja: los últimos son los primeros, los soberbios son desplazados por los humildes, los ricos, por los pobres; los señores, por los siervos.
¿Cómo valoras tu situación, con los ojos humanos, o con la mirada de Dios?
B - Domingo 32
1Re 17, 10-16; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44
Nexo entre las lecturas
Una actitud de generosidad disponible y confiada acomuna los textos del actual domingo del tiempo ordinario. La generosidad es la actitud de la viuda de Sarepta, que no duda en dar una hogaza a Elías a costa de su propio último sustento (primera lectura). Es también la actitud de la viuda, observada únicamente por Jesús, que deposita todo su haber en el cepillo del templo, por más que fuera una nimiedad (Evangelio). Es sobre todo la actitud de Jesús que se entrega hasta la muerte, de una vez para siempre, como víctima de rescate y salvación (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
1. Generosidad se declina en femenino. En la liturgia de hoy las mujeres juegan un papel predominante y positivo.
Además se trata de mujeres viudas, con toda la precariedad que ese término traía consigo en los tiempos remotos del profeta Elías (siglo IX a. C.) y de Jesús. No pocas veces la viudez iba unida a la pobreza, e incluso a la mendicidad. Sin embargo, los textos sagrados no presentan estas dos buenas viudas como ejemplo de pobreza (eso se sobreentiende), sino como ejemplo de generosidad. En los tres años de sequedad que cayó sobre toda la región, a la viuda de Sarepta le quedaban unos granos de harina y unas gotas de aceite, para hacer una hogaza con que alimentarse ella y su hijo, y luego morir. En esa situación, ya humanamente dramática, Elías le pide algo inexplicable, heroico: que le dé esa hogaza que estaba a punto de meter en el horno. La mujer accede. Hay una especie de instinto divino que la mueve a obrar así. Es el don de la generosidad que Dios concede a los que poco o nada tienen. No piensa en su suerte; piensa sólo en obedecer la voz de Dios que le llega por medio del profeta Elías.
2. La viuda del templo es una mujer excepcional. Siendo como era pobre y necesitada, no tenía ninguna obligación de dar limosna para el culto del templo o para la acción social y benéfica que los sacerdotes realizaban en nombre de Dios con las ayudas recibidas. Si tuviese obligación, su acción sería generosa porque dio todo lo poco que tenía, todo su vivir. Su gesto brilla con luz nueva y esplendorosa, precisamente porque se sitúa más allá de la obligación, en el plano de la generosidad amorosa para con Dios. El contraste entre la actitud de la viuda y la de los ricos que echaban mucho, pero de las sobras de sus riquezas, ennoblece y hace resaltar más la generosidad de la mujer.
3. La fuente de toda generosidad. La generosidad de las dos viudas mana de la generosidad misma de Dios, que se nos manifiesta en Cristo Jesús. Generosidad de Jesús que se ofrece de una vez para siempre en sacrificio de redención por todos los hombres: nada ni nadie queda excluido de esa generosidad. Generosidad de Jesús que, como sumo sacerdote, entra glorioso en los cielos para continuar desde allí su obra sacerdotal en favor nuestro: continúa en el cielo su intercesión generosa y eterna por los hombres. Generosidad de Jesús que vendrá, al final de los tiempos, sin relación con el pecado, es decir, como Salvador que ha destruido el pecado y ha instaurado la nueva vida. En su existencia terrena Jesús era muy consciente de que no había venido al mundo para condenar sino para salvar. En su parusía o segunda venida, mantiene la misma conciencia de Salvador, por encima de cualquier otro atributo.
Sugerencias pastorales
1. La generosidad del corazón. No pocas veces los hombres nos llenamos de admiración cuando escuchamos o sabemos que alguien ha hecho un gesto de gran generosidad. No sé, ha dado, por decir el caso, de su propio bolsillo 200 millones de dólares para un hospital, o ha creado una fundación con fines de investigación o educativos dotándola de 450 millones de dólares... Esto es muy bueno, y ojalá haya muchos de esos hombres generosos, que están dispuestos a vaciar su bolsillo para que otros seres humanos reciban educación o puedan ser atendidos dignamente en un hospital. Sin disminuir la importancia de la cantidad, quiero subrayar que según el Evangelio más que la cantidad vale la actitud. Es decir, si esos millones los ha dado con verdadero amor y en acto de servicio; más aún, si el haber dado esos millones le ha supuesto renuncia. Por ejemplo, prescindir de un viaje en crucero por el océano Atlántico y el Mediterráneo, o dejar de comprar a su esposa un diamante precioso evaluado en varios millones de dólares, o tal vez vivir con mayor austeridad su vida de cada día. Cuando la generosidad no sólo afecta al bolsillo, sino también al corazón, es más auténtica. Por eso, quien da poco, pero es todo lo que puede dar, y lo da con toda el alma, ése es generoso, y su generosidad a los ojos de Dios vale igual de la del rico que se ha desprendido de millones de dólares. Cristiano, si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da de ese poco, pero tanto en un caso como en otro, hazlo con toda la sinceridad y generosidad de tu corazón. A los ojos de Dios eso es lo que más cuenta. Es de esperar que también a tus propios ojos.
2. Generoso, ¿hasta dónde? En este asunto, no hay leyes matemáticas. El principio fundamental está claro: da, sé generoso. Qué dar, hasta dónde llegar en la generosidad, no admite una sola y única respuesta.
Serán las circunstancias las que irán marcando ciertas pautas a nuestra generosidad: por ejemplo, un terremoto o un huracán, una inundación ingente y destructora, una guerra tribal, una epidemia, etcétera. Sobre todo, será el Espíritu de Dios el que irá indicando a cada uno, en el interior de su conciencia, las formas y el grado de llevar a cabo acciones generosas, nacidas del amor, nacidas del corazón. Lo importante es que ninguno de nosotros diga jamás: "hasta aquí". No es posible poner límites al Espíritu de Dios. No está mal que nos examinemos y preguntemos: ¿Estoy dando todo lo que puedo? ¿Estoy dando todo lo que el Espíritu Santo me pide que dé? ¿Estoy dando como debo dar: desprendidamente, generosamente, sin buscar compensaciones? Los cristianos de hoy debemos ser como los cristianos de Macedonia, de los que habla Pablo en su segunda carta a los corintios, "su extrema pobreza ha desbordado en tesoros de generosidad. Porque atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente nos pedían con muchas insistencia la gracia de participar en este servicio en bien de los santos" (8, 2-4). Consideremos la generosidad una gracia de Dios, y pidámosla con sencillez de corazón, pero también con insistencia. Que Dios no la negará a quien se la pida de verdad. Son muchos los que tienen necesidad y se beneficiarán de nuestra generosidad.
Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
Tomás de Celano (c. 1190-c. 1260), biógrafo de San Francisco y de Santa Clara «Vita prima» de San Francisco, § 76
Darlo todo porque Cristo lo ha dado todo
Francisco, pobre y padre de los pobres, quería vivir totalmente como un pobre; sufría si encontraba a alguien más pobre que él, y no por vanidad, sino a causa de la tierna compasión que le producían. No quería para él otro vestido que una túnica áspera y corriente, y a menudo ocurría que la compartía con algún menesteroso. Pero él era un pobre muy rico, porque movido por su gran caridad, a socorrer a los pobres como podía, en los tiempos de mayores fríos se iba a las casas de los ricos de este mundo y les pedía le prestaran una capa o un abrigo. Y esos se los llevaban más rápidamente aun que el tiempo que Francisco había usado para pedirlos. «Los acepto, decía entonces Francisco, con la condición de que no esperéis volverlos a ver». Al primer pobre que encontraba, Francisco, con el corazón festivo, le ofrecía lo que acababa de recibir.
Nada le causaba más pena que ver insultar a un pobre o maldecir a cualquier criatura. Un día, un hermano dejó escapar palabras hirientes contra un pobre que pedía limosna: «¿Acaso no será, le había dicho, que tú, pareciendo pobre eres rico?» Estas palabras le sentaron muy mal a Francisco, el padre de los pobres, y dio una terrible reprimenda al delincuente, después, en presencia del pobre, le ordenó despojarse de sus vestidos, besarle a éste los pies y pedirle perdón. «El que habla mal a un pobre, decía, injuria a Cristo, de quien el pobre es un noble símbolo, puesto que Cristo, por nosotros, en este mundo se hizo pobre» (2Co 8,9).
Godofredo de Amiens, Santo Obispo, 8 de noviembre
Monje
Etimológicamente significa “paz de Dios”. Viene de la lengua alemana.
En junio de 2002 se habla mucho de la Convención Europea como una forma de llegar a su propia identidad, teniendo en cuenta las raíces de su pasado...Hay que tener confianza en los valores de la solidaridad, la subsidiaridad y la transparencia...La libertad religiosa debe ser reconocida a nivel de la Comunidad Europea.
Vino al mundo en el año 1066 en Soissons y murió aquí mismo en 1115.
De joven vio que su vocación se inclinaba por ser monje. A los 30 vivía muy feliz como un sencillo religioso en la abadía de Mont-Martin.
En pocos años supo darle prosperidad a la abadía y a todos los alrededores.
Cuando el arzobispo se enteró de quién era este monje, le ofreció que se hiciera cargo de la abadía de san Remigio, la más importante de su diócesis.
Godofredo le contestó diciéndole que no quería. De hacerlo, sería como un hombre que deja a su mujer para irse con otra más guapa.
No obstante, se pensó el tema de la obediencia y, al final, aceptó no ser abad sino obispo de Amiens.
Proveniente de una vida monacal, forjada en la austeridad, empezó por reformar al clero que estaba sumido en la simonía y no administraba los sacramentos. Una gran degradación moral y religiosa.
Y no solamente quiso reformar al clero, sino que también se puso duro con los señores que acampaban por sus fueros.
Estos últimos se unieron para hacerle la vida imposible. Se encontró de pronto sin amigos.
Por eso, una noche salió huyendo a la Cartuja para esconderse y vivir en paz.
Lo encontraron y le obligaron a volver a la diócesis. Pero estaba ya extenuado de fuerzas y murió poco después en la abadía de San Crispín de Soissons.
El Papa saluda a los fieles en el Angelus
El Papa denuncia el "acto deplorable que no ayuda" y recuerda "ya conocíamos esos papeles"
Francisco, sobre el "Vatileaks II": "Este triste hecho no me distrae de la labor de reforma que estamos realizando"
"Jesús nos dice a nosotros hoy que el criterio de juicio no es la cantidad, sino la plenitud"
Jesús Bastante, 08 de noviembre de 2015 a las 12:16
Yo mismo había pedido que se hiciera ese estudio, y mis colaboradores y yo conocíamos muy bien esos papeles. De hecho, han sido tomadas medidas que han comenzado a dar sus frutos, algunos visible.
(Jesús Bastante).- Las cosas han cambiado, y para siempre, en la Iglesia católica. En lugar de ocultar los problemas, o lamentarse, el Papa Francisco compartió, al término del Angelus de hoy, sus impresiones tras el escándalo del "Vatileaks II". Y lo hizo asegurando que "este triste hecho no me distrae de la labor de reforma que estamos llevando a cabo", con "el apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva con la oración y la santidad cotidiana de todo bautizado".
"Sé que muchos estáis turbados por las noticias que han circulado sobre los documentos confidenciales de la Santa Sede robados y publicados", comenzó el Papa. "Quisiera deciros ante todo que robar estos documentos es un acto deplorable que no ayuda. Yo mismo había pedido que se hiciera ese estudio, y mis colaboradores y yo conocíamos muy bien esos papeles. De hecho, han sido tomadas medidas que han comenzado a dar sus frutos, algunos visibles", subrayó Francisco, arrancando la ovación de la plaza.
"Por eso, quiero asesguraros que este triste hecho no me distrae de la labor de reforma que estamos llevando a cabo con mis colaboradores, y con el apoyo de todos vosotros. Sí, con el apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva con la oración y la santidad cotidiana de todo bautizado. Por eso os doy las gracias y os pido que sigais rezando por el Papa y por la Iglesia, sin dejaros preocupar, sino yendo adelante con voluntad y esperanza" .
Los miles de fieles que abarrotaban san Pedro en "un buen día con este hermoso sol", como lo definió el Papa, aplaudieron a rabiar: con este hombre al frente de la Iglesia todo es posible, incluso afrontar escándalos que, en otro tiempo, costaron cabezas e, incluso, la dimisión de un Pontífice.
Antes, Bergoglio se refirió a dos pasajes del Evangelio, con los escribas -"lo que no se debe hacer"-, y la anciana viuda, "un ideal ejemplar de cristianos". Así, señaló, "Jesús critica a los escribas, maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, avidez e hipocresía. A ellos les gusta que les hagan reverencias en las plazas, les gustan los espacios de honor en las sinagogas y en los banquetes, Pero bajo esta apariencia solemne se esconde falsedad e injusticia". "Mientras se pavoneaban en público -prosiguió-, usan su autoridad para devorar los bienes de las viudas, que eran consideradas, junto con los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y menos protegidas. Finalmente, los escribas, dice Jesús, rezan mucho para hacerse ver". "Hoy también existe el riesgo de asumir estas actitudes", denunció Francisco, cuando "se separa la oración de la justicia, porque no se puede dar culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios y en cambio se antepone a él la propia vanagloria, el propio beneficio".
Por el otro lado, la "pobre mujer viuda que arroja dos monedas al templo". Los ricos "han dado lo que les sobra con ostentación, mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha dado todo lo que tenía para vivir. Por esto, dice Jesús, ella ha dado más que todos". Y es que "ella no quiere ir a mitad con Dios. En su pobreza ha comprendido que teniendo a Dios tiene todo. Se siente amada totalmente por Él, y a la vez le ama totalmente. ¡Qué bello ejemplo!" "Jesús nos dice a nosotros hoy que el criterio de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia: tú puedes tener mucho dinero, pero estar vacío, no hay plenitud en tu corazón. Pensad esta semana en la diferencia que hay entre cantidad y plenitud. No es cuestión de cartera, sino de corazón. Hay diferencia entre cartera y corazón. Desde hace años, hay enfermedades cardáicas que hacen bajar el corazón a la cartera". Y es que "amar a Dios con todo el corazón significa fiarse de su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres, sin esperar nada a cambio", añadió el Papa, quien recordó una anécdota con una familia en Buenos Aires, que le ayudó a comprender que "al mirar de frente a las necesidades del prójimo estamos llamados a privarnos de algo indispensable, no sólo de lo que nos sobre".
Ha dado todo lo que tenía para comer
Marcos 12, 38 -44. Semana 32o. Tiempo Ordinario B. Cada ofrenda debe ser signo de la entrega del corazón y del Espíritu, signo de la entrega total del hombre.
Oración introductoria
Espíritu Santo, ilumina esta oración para que no la convierta en un momento de vanidad, autocomplacencia o en un ritual sin sentido, como acostumbraban los fariseos. Dame la fortaleza para saber desprenderme de lo que me impida crecer en el amor.
Petición
Señor, dame la gracia de ser generoso, sin cálculos egoístas.
Meditación del Papa Francisco
La fe no necesita aparentar, sino ser. No necesita ser alimentada por cortesías, especialmente si son hipócritas, sino por un corazón capaz de amar de forma genuina. Jesús condena este tipo de seguridad centrada en el cumplimiento de la ley.
Jesús condena esta espiritualidad de cosmética, aparentar lo bueno, lo bello, ¡pero la verdad por dentro es otra cosa! Jesús condena a las personas de buenas maneras pero de malas costumbres, esas costumbres que no se ven pero se hacen a escondidas. Pero la apariencia es justa: esta gente a la que le gustaba pasearse en las plazas, hacerse ver rezando, 'maquillarse' con un poco de debilidad cuando ayunaban... ¿Por qué el Señor es así? Vean que son dos los adjetivos que usa aquí, pero unidos: avaricia y maldad. […]
Jesús nos aconseja esto: no tocar la trompeta. El segundo consejo que nos da: no dar solamente lo que nos sobra. Y nos habla de esa viejecita que ha dado todo lo que tenía para vivir. Y alaba a esa mujer por haber hecho esto. Y lo hace de una forma un poco escondida, quizá porque se avergonzaba de no poder dar más. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
El Evangelio que acabamos de escuchar, destaca la novedad del Reino de Dios que Jesús va anunciando. Clasifica a los hombres por lo que son y no por lo que tienen, por la pureza de sus intenciones más que por las apariencias de sus obras.
La pobre viuda, con su ofrenda, da cumplimiento al primero y más grande de los mandamientos del que se habló inmediatamente antes. Ella abandona en Dios la preocupación por su vida. Le da de lo que vive, de lo que necesita para su subsistencia - mientras que los demás dan algo de lo que les sobra.
Al final de la vida pública de Jesús, aparece la figura de la pobre viuda para mostrar por qué anunció el Evangelio a los pobres y cuáles son los hombres preferidos por Él. El desprendimiento de la viuda es señal de conversión, señal de la llegada del Reino de Dios.
Porque aquí no se trata de la limosna, ni de las colectas dominicales, ni siquiera de dinero. Aquí se destaca la exigencia de totalidad con que Dios reclama a cada hombre. Esa es la intención de la enseñanza. Lo que quiere decir Cristo mediante el Evangelio de hoy, es lo siguiente:
Hay quienes tienen mucho, y dan mucho - pero no dan todo. La pobre viuda tiene poco, pero da todo lo que tiene. Dios no pide poco o mucho del hombre, sino pide a todo el hombre. Cada ofrenda debe ser signo de la entrega del corazón y del Espíritu, signo de la entrega total del hombre.
Y no es solamente una entrega total a Dios, sino también una entrega total al hombre. Tenemos el ejemplo de Elías y la viuda de Sarepta, que nos cuenta la primera lectura de hoy (1Reyes 17,10-16). Le queda a la viuda no más que un poco de harina y de aceite, y se los pide el profeta. Ella no es creyente judía y existe sin duda gente rica en el lugar. Pero ella no se escabulle del encuentro con el otro que le exige lo último y único que le queda para no morir de hambre. Es, sin duda, una enseñanza maravillosa para todos nosotros.
Toda ofrenda tiende a la consagración, y ésta a la comunión con Dios y con los demás. Por eso, el dinero se convierte en maldición y excomunión cuando con él se adquiere la posibilidad de sustituir la propia persona. Es por ejemplo el caso de quien “despacha” al que pide, echándole unos guaraníes para no tener que entrar en comunión con él, mediante unas palabras, un saludo, una atención, una expresión de afecto - que era, tal vez, lo que más buscaba quien pedía.
En ese caso, el dinero es instrumento para producir la excomunión. Se usa del don de Dios para no encontrarse con Él en el hermano. Terrible poder del dinero: ¡lograr mantener alejados a los pobres! El verdadero cristianismo exige que nos pongamos nosotros mismos en juego - ¡y no nuestro dinero!
Un ejemplo extraordinario de ese Espíritu de sacrificio y entrega total encontramos en Jesús mismo. Porque Él vive primero lo que reclama de los suyos. No sólo entrega lo indispensable para la vida, sino que se entrega Él mismo por nosotros. Nuestra redención se realizó por el sacrificio de Cristo, nos recuerda la segunda lectura de hoy (Hebreos 9,24-28).
No es de extrañar, entonces, que el Señor pida ese mismo espíritu de entrega y sacrificio también de todos nosotros, de todos los que quieran seguirle.
Queridos hermanos, creo que todo esto nos invita a un serio examen de conciencia sobre nuestra actitud personal en ese sentido:
- ¿Estoy dispuesto a renunciar no sólo a lo superfluo, si no también si hace falta - a algo necesario, tal como la pobre viuda del Evangelio?
- ¿Estoy dispuesto a entregarme totalmente, es decir, sin reservas, a Dios, a su voluntad y a sus planes?
- ¿Estoy dispuesto a entregarme también plenamente a los hermanos, que más que mi dinero o mis bienes, me necesitan a mí como persona: mi cercanía, mi amor, mi comprensión?
Meditemos un momento sobre todo esto.
¡Qué así sea! En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.