“Hacedlos fructificar”

Evangelio según San Lucas 19,11-28. 

Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. 

Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. 

Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. 

Mártires Salesas

Las siete hermanas mártires

Sor Gabriela; Sor Teresa María; Sor Josefa María; Sor Ángela; Sor Inés; Sor Engracia; Sor Cecilia (Monjas de la Visitación de Santa María [fundación Salesas])

La siete oyeron un día la «llamada» a la Visitación y dijeron que Sí a Cristo y día a día en el silencio del claustro fueron viviendo su entrega. Ocultas a los ojos de los hombres, pero llevando en su corazón las preocupaciones y sufrimientos de todos ellos en constante oración y sacrificio, fueron gastando su existencia en bien de la Iglesia. «Desde aquí se puede ser misionera aprovechando todos los instantes de una vida de inmolación y sacrificio.»  « Todo por su amor, su gloria, las almas» Este es el motivo de su entrega. « Junto a Dios todo se transforma, todo cambia de aspecto... ¡vivir en estrecha unión con Jesús nuestro Dios, nuestro todo!  ¡Que dicha, qué felicidad tan grande!  ¡Pobrecitos los que aún no saben que existe!  Pero todo lo que tengamos... lo daremos para ellos...»                                                 

(extracto de sus escritos) Verano de 1936. Está a punto de estallar la guerra. Alarmas, inquietudes... El riesgo es grande porque intentan incendiar el Monasterio de la Visitación de Santa María. Cómo vírgenes prudentes sale de él refugiándose en un bajo semi-sótano que se convierte en una pequeña catacumba donde suben incesantemente al Señor sus ardientes súplicas  y constante oración. El hecho de vivir varias mujeres juntas y oyéndolas rezar, infunde sospechas de su estado religioso que origina la persecución... Algunos de sus familiares les suplican que vayan con ellos. El portero de la finca se ofrece a ponerlas a salvo una a una ... pero no aceptan. « Queremos seguir reunidas, dispuestas a sufrir todo lo que el Señor permita, felices y contentas de dar nuestra vida por Él « Su fe viva les hace ver la voluntad de Dios en el simple consejo de su Superiora que le había insinuado que, mientras fuera posible no se separan: Ø fe heroica en estas circunstancias. Ø fiel ante la prueba. Ø inconmovible a la vida del martirio. «Hemos prometido ante Jesús las siete juntas, no separarnos» Fraternidad exquisita exenta de todo egoísmo, no queriendo dejar a las otras para salvarse cada una a sí misma, y tampoco comprometer a los demás.

Amor a su vocación al no aceptar estas ofertas, continuando en la observancia de su vida religiosa con mayor sacrificio... Con paz, serenidad y alegría. Disposición de ánimo tan notoria en todas que admiró a cuantos las visitaron.« El hará de nosotras lo que más convenga» Abandonadas a El permanecen tranquilas. El Padre Vargas Zúñiga S.J. que tuvo contacto con cada una de ellas se expresa así: « Fui testigo presencial de la santa vida que llevaban estas religiosas en Manuel G. Longoria, 4. La confesé las dos últimas veces y pude admirar la fineza de sus almas y la serenidad de sus ánimos.» Dado su fervor anhelan el martirio y hasta lo esperan con júbilo y deseo de la salvación de las almas: «¡Jesús mío, cuanto antes! « ¡Si por nuestra sangre se salvara España!» Acostumbradas a ver a Dios en las personas y acontecimientos exclaman ante el peligro inminente: « El Señor nos anuncia el martirio «... No miran a las criaturas; se sienten llamadas por Dios a la suprema entrega del amor: dar la vida. « Estamos esperando que de un momento a otro vengan a buscarnos en nombre de Dios.» Una noche de oración templa sus almas.

Están preparadas; sus lámparas bien encendidas con el óleo de la fe y el fuego de la caridad. Pronto darán la mayor prueba de ella. Ansían este momento y crece el deseo a medida que se acerca, dando gracias a Dios al ver llegada la hora. Al dirigirse al camión que las conduce al martirio, las siete, con gran entereza y serenidad proclaman valientemente su fe haciendo la señal de la cruz ante el alboroto de cuantos presencian su marcha.

Apenas llegadas a un descampado, acribilladas a balazos rubrican con su sangre el último y generoso Sí de su entrega. Hna. M.a  Cecilia al sentir que se desploma Hna. M.a  Gabriela a la que va tomada de la mano, instintivamente huye aterrorizada, pero bien pronto se entregará diciendo: « Soy religiosa « En la checa lo repetirá a amigos y enemigos... Anima a sus compañeras de prisión a sufrir por Dios, edificándolas por su paciencia y unión a la voluntad divina. Cinco días después, 23 noviembre seguirá las huellas de sus Hermanas dando la vida por Cristo. ¿ Cuántas almas habrán sentido el influjo de esta entrega?

Oración. A la Virgen le  pide la  H. Teresa M.a: « Dame un alma de apóstol puedes si quieres Tú, que de los Apóstoles la Reina eres. Haz tú, que mi humilde Vida escondida Me inmole por las almas Con alegría. Que con los ojos fijos En mi Jesús, Por su gloria y sus almas Viva en la cruz. Que oculta, silenciosa Y anonadada, Cual la hostia que recibo Cada mañana, Tan solo Jesús sepa Que cada día Me inmolo por las almas Con alegría». ¡ Corazón amorosísimo de Jesús! Que quisiste elegir en tu amada Visitación siete Hermanas dichosísimas que derramaran su sangre y dieran por ti su vida. Dígnate glorificar a tus siervas escuchando nuestros ruegos y concediéndonos la gracia que te pedimos por su intercesión, si es para tu mayor gloria y bien de nuestras almas. Amén Se rezará tres veces el Gloria Patri en honor de la Stma. Trinidad. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
Monasterio de la Visitación; Champagnat S/n Ciudad de Pilar; Buenos Aires; Argentina 

San Juan Pablo II (1920-2005), papa Homilía ante los trabajadores en Luxemburgo, mayo 1985

“Hacedlos fructificar”(cf Lc 19,13): trabajo humano y Reino de Dios.

Cuando Dios creó la humanidad, el hombre y la mujer, dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (cf Gn 1,28). Este es, de alguna manera, el primer mandamiento de Dios, relacionado con el orden de la creación. El trabajo humano corresponde a la voluntad de Dios. Cuando decimos: “Hágase tu voluntad...” nos referimos también al trabajo que llena todas las jornadas de nuestra vida. Nos damos cuenta que cumplimos esta voluntad del creador cuando nuestro trabajo y las relaciones humanas que genera están impregnados de los valores de la iniciativa, del coraje, de la confianza, de la solidaridad que son otros tanto reflejos de la imagen de Dios en nosotros...

El creador ha dotado al hombre del poder de dominar la tierra. Le confía el dominio de la naturaleza por el propio trabajo, por sus capacidades para llegar a un desarrollo feliz de su propia personalidad y de la comunidad entera. Por su trabajo, el hombre obedece a Dios y responde a su confianza. Esto no está ajeno a la petición del Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino.” El hombre actúa para que el plan de Dios se realice, consciente de ser imagen y semejanza de Dios y de haber recibido de él su fuerza, su inteligencia, sus aptitudes para realizar una comunidad de vida por el amor desinteresado hacia sus hermanos. Todo lo bueno y positivo en la vida del hombre se desarrolla y llega a su meta auténtica en el Reino de Dios. Habéis escogido bien el lema: “Reino de Dios, vida del hombre,” porque la causa de Dios y la causa del hombre están ligadas la una a la otra. El mundo progresa hacia el Reino de Dios gracias a los dones de Dios que permiten el dinamismo del hombre. Dicho de otro modo: orar para que venga el Reino de Dios significa orientar todo el ser hacia aquella realidad que es el fin último del trabajo del hombre.

La capacidad de perdonar

La misericordia es la gran lección que nos dejó Jesucristo para el trato con las demás personas. Nos la dejó con palabras, con parábolas y con hechos, siendo el hecho supremo la muerte en la cruz por nuestra redención. Sobre este designio divino, a veces nos convendría reflexionar más a fondo. Romano Guardini escribió: «Cuando hablamos de la Iglesia, no hemos de hacerlo como si fuera normal que Cristo hubiera sido rechazado y tuviera que morir. No es normal. La redención no tenía que suceder forzosamente así». En efecto, podríamos pensar que Dios cumplió con su promesa cuando envió a su propio Hijo que se encarnó para redimirnos. Pero hizo algo más: mantuvo su promesa también cuando su gesto divino fue rechazado. El Dios de la justicia es también, y sobre todo, el Dios de la misericordia. ¡Ay del hombre que solo funcionara con la justicia en las relaciones con sus semejantes! Necesitamos continuamente perdonar y ser perdonados. Es una de las concretas enseñanzas de la oración de Jesús, el Padrenuestro, pedimos perdón y alegamos que también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. El Evangelio está lleno de estas enseñanzas y en ellas –dice el mismo Guardini- queda claro que perdón no significa que Dios mire hacia otro lado, o que quite importancia a los pecados, o que nuestra acción mala es como si no se hubiera producido. No. Se ha producido una herida, a otro, a nosotros mismos y a Dios por el amor que nos tiene, pero el médico divino nos ofrece el remedio para curar la herida: el arrepentimiento y las obras de misericordia, y nos dio un sacramento: la penitencia. ¡Qué importante es para un cristiano ser capaz de confesarse con frecuencia! En la medida en que nos reconozcamos pecadores y pidamos perdón, seremos capaces de perdonar más fácilmente a otros. De lo contrario, la soberbia puede jugarnos la mala pasada de creernos mejores que ellos. Y para este caso también Jesús nos aleccionó con parábolas, como la del fariseo y el publicano. El Papa Francisco nos recuerda de vez en cuando que deberíamos tener un Nuevo Testamento siempre al alcance de la mano. Allí encontraremos que no debemos juzgar a otras personas sin necesidad. Allí aparece lo de la viga en propio ojo y la paja en el ajeno. Y la escena de la mujer adúltera, con aquellos que querían apedrearla y se fueron marchando.
Pidamos a Dios un corazón misericordioso, que no condene, que perdone.

Fiesta de Cristo Rey

Conmemoracion: 22 de Noviembre

Este 22 de noviembre, en toda la Iglesia celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Luego de todo un periodo de espera y anuncio de lo que será el fin del proyecto de Dios, ¡cuando todo por fin se haya cumplido! y efectivamente Cristo sea Rey; esta fiesta se sitúa oportunamente en el último domingo del Año litúrgico y viene a recapitular y orientar todo el sentido de la liturgia, impulsándonos e invitándonos a anticipar su Reino.

Acompañados de la especialista en Biblia Marie Noelle Thabut quien nos ofrece una reflexión acerca del Padre Nuestro, oración que Jesús mismo nos enseñara, y su relación con un método para aprender idiomas, profundicemos en el sentido de la fiesta de Cristo Rey… que se estableció y fundamentó en la encíclica Quas Primas, de Su Santidad Pío XI, en 1925.

Ella nos refiere que el Padre Nuestro, es como un método “Assimil” de la oración…En su caso es el hebreo, cada día, aprende tres pequeñas palabras del vocabulario y poco a poco, lenta y humildemente, está aprendiendo a pensar en ese idioma. Y es que para ella, con el Padre Nuestro, ¡aprendemos a pensar y hablar en el idioma del Padre!Decimos: ¡Que venga a nosotros tu Reino! ¡Que se haga tu voluntad! ¡Santificado sea tu nombre! Todo ello, en alguna medida ya está allí. Dios es rey y su nombre es santo. Sin embargo nos toca reconocerlo como tal. Y es el Padre Nuestro, el que nos enseña a desear que esto llegue. Y es eso lo que Jesús quiere hacer de nosotros, personas deseosas de su reino. Porque si lo deseamos, llegará más rápido. Y lo sorprendente es que “Dios nos confía esto y Él quiere que participemos…”

Está claro para nosotros que Jesucristo es Rey, por derecho. Y los salmos expresan muy bien que Dios es rey de la Creación, de su pueblo, por la alianza; y que un día será Rey del Universo. Sin embargo, el reino de Dios no está aún aquí, basta encender la radio o la televisión. Y sin embargo, ya está germinando y los evangelistas se han esforzado en decírnoslo: “el Reino de Dios ya está aquí, germinando…”

Ahora pasemos a algunas reflexiones de corte histórico que nos ayudarán a descubrir un poco más en la belleza de la Fiesta de Cristo Rey, y para ello sigamos acompañados de M. N. Thabut, a quien en una entrevista se le pregunta: ¿Y la venida del reino tiene sus raíces en la tradición judía?

A aquello  que la  idea que Dios es rey es muy antigua,  M. N. Thibaut añade que se le reencuentra en la historia de losJueces. Primero Gedeón que fue reconocido como alguien muy importante. Pero él responde:"¡No! El verdadero Rey, es Dios. Es el Señor que es mi rey. Yo no quiero ser rey". Luego, más tarde, Samuel, que es el último de los Jueces, es visitado por los ancianos de todas las tribus quienes le dicen: “Tú vas a darnos un rey, porque los pueblos que nos rodean, tienen reyes; es eso lo que los lleva a la victoria…Luchamos, sin grandes éxitos, por lo tanto, tú vas a darnos un rey.” Y Samuel responde: “Ni hablar, no voy a darles rey”. Dios es su Rey… Y más adelante dirá: "¡Verán lo que es un rey de la tierra!  ¡Yo, me contentaría con un Rey del cielo!”

Aunque fue necesario resolver el asunto y Samuel tuvo que consagrar un rey, es Dios mismo quien le dice: “Ves, no quieren saber de mí como rey. Ofréceles un rey de la tierra”. Y es así como coronará a Saúl, luego vendrá David, después Salomón, etc.  Sin embargo, en la coronación de cada rey, se les impondrá recordar que el verdadero rey es Dios. Como prescripción: “El rey deberá leer la ley entera todos los días para asegurarse de no apartarse de la ley de Dios… Los reyes no son más que los “propietarios de los lugares de Dios…”

Luego una aclaración muy acertada que tiene que ver con el Salmo 109, ¿recuerdan aquello de: “Siéntate a mi derecha, haré de tus enemigos, estrado de tus pies”? Pues bien, M. N. Thabut recuerda que fue en una visita al Museo del Cairo donde comprendió algo más el Salmo 109, al contemplar los tronos de Toutankhamon,  con aquellos respaldares suntuosos. Pues bien, sobre los estrados, aparecen los guerreros enemigos encadenados, esculpidos o grabados. El día de la coronación, el joven rey sube a su trono y camina sobre los enemigos para aplastarlos. No se trata de violencia, es la seguridad para el pueblo. Si el rey tiene el poder, es para afianzar la seguridad de su rebaño.

Cuando se escribe el salmo 109, se habla aún del rey en términos de victorias militares, sin embargo, si vamos al Salmo 130, luego del exilio de Babilonia, en el siglo VI, una prueba bastante cruel, vemos a un Israel que regresa y que ha perdido toda ambición, pero que ha descubierto lo esencial. Y nos dice el Salmo 130: ¡Espera!, es decir, “Ten confianza.” ¿No estamos allí cerca de la fiesta de Cristo Rey? No hemos soñado por mucho tiempo un rey poderoso, glorioso… Y poco a poco, vamos perdiendo toda ambición política, y vamos a soñar solamente con la paz.Cuando Jesús llegue, vemos que el pueblo que lo rodea, que sueña hacerlo rey, al mismo tiempo sueña hacerlo políticamente, y Jesús los conducirá en todo momento a otro reinado, a otro Reino. Y eso, es totalmente extraordinario.

Y ya que hablamos de tronos, debemos decir que se ha necesitado de tiempo para admitir que La Cruz es el Trono de Cristo Rey…y nos falta aún más tiempo para hacerlo vida. Cristo es Rey, Cristo es Señor, Aquél a quien se esperaba, sin embargo vino, no como se le esperaba, y su trono, es la Cruz. Es allí que hemos visto a Dios amar al mundo, hasta el extremo…

En los primeros siglos, las cruces de nuestros ancestros no eran dolorosas. Jesús no aparecía  sobre ellas, en su lugar había piedras preciosas. Parece ser que hasta el siglo VI, las cruces estaban adornadas de piedras preciosas porque se trataba del trono de Jesús. A partir del siglo VI, reponen la figura de Jesús. Pero con una corona que no era una corona de espinas, pero con corona de Rey. Es extraordinario. Y la cruz se presenta como un trono.

Y es que es sobre la cruz que hemos comprendido que es Dios y que aquella locura de Amor que lo habita es por nosotros. Comprendemos mejor la cita de Juan 14,9: “Quien me ha visto, ha visto al Padre.” ¡Sobre la Cruz hemos visto! Y porque hemos visto a Dios, finalmente vamos a convertirnos. Y en ese momento, se comprende la profecía de Zacarías que dice que nos convertiremos cuando hayamos visto al traspasado. La idea, es que sólo el camino de la cruz puede transformar mi corazón de piedra en corazón de carne.

M. N. Thabut  enriquece esta reflexión con un recuerdo de su visita a Florencia. En el maravilloso convento de Fra Angélico, en todas las celdas de los hermanos monjes, hay una crucifixión. ¿Por qué? ¿No estará allí a raíz de la profecía de Zacarías? “Elevarán los ojos hacia aquel que han traspasado, y sólo aquello convertirá sus corazones de piedra en corazones de carne”. Si comprendemos esto, ya no veremos la Cruz del mismo modo. Y es que la Cruz es el instrumento de la verdadera revelación de Dios, el Dios que ama a los hombres, hasta el punto de perdonarlos, de mostrarles misericordia infinita…

Finalmente, nuestra acompañante nos invita a recordar el Evangelio de Lucas y episodios como aquel en el que Jesús en la Cruz dice: “Perdónales porque no saben lo que hacen” y más adelante el buen ladrón, a quien le bastó un solo movimiento de honestidad, de verdad… y a quien Jesús le dice: “Hoy mismo estarás conmigo es el paraíso…” Todos soñamos con escuchar aquello algún día… Y si seguimos, veremos que Pablo, el Saulo convertido dirá en la primera carta a Timoteo: " Estoy lleno de reconocimiento hacia Aquél que me ha hecho misericordia… ¡Es extraordinario! Él también lleva adelante esa “operación verdad” y anuncia el perdón, diciendo: ”Déjense reconciliar…” Es algo que habitará a Pablo para siempre…

Pues bien, todas estas pequeñas reflexiones no hacen más que invitarnos a contemplar a Cristo Rey, en su trono, de amor, y no de dominación, ¡vale la pena! Sin embargo, entre los cristianos del Siglo XXI, podrán existir aquellos para los que el título de Cristo Rey suene como pasado de moda… ¿No será que lo que está pasado de moda son los modelos humanos? Para comenzar, Jesús, por cierto jamás reivindicó el título de rey terrenal. Ya lo dijo: “Mi reino no es de este mundo…” Él vino a servir, no a ser servido

El Reino de Cristo “no es de este mundo”, sin embargo está en el corazón de este mundo. Es el Reino de la interioridad. Es más, ese Reino no está habitado por sujetos, soldados, funcionarios y una corte, está habitado por hijos. Y los “hijos del Reino”, como Jesús nos llama, estamos llamados a buscar la verdad…

Y como todo Reino, tiene una puerta y ésta se abre para nosotros en el Bautismo y en los sacramentos. Sin embargo, la entrada efectiva no se debe buscar solamente en la parroquia o en el secreto de nuestra oración. Esta funciona también en lo concreto de nuestra vida, en lo vivo de nuestro quehacer diario con sus miserias y esperanzas.

Conmemoremos la fiesta de Cristo Rey, deseosos que Venga a nosotros Su Reino, pidamos a nuestro Señor que nos permita hacer esos pequeños gestos de amor para que su Reino venga un poco más cada día, sabedores que el Reino está presente y en construcción cuando escuchamos a alguien pacientemente, cuando ofrecemos una sonrisa que ofrece ánimo, cuando compartimos alguna carga, en cada mirada respetuosa ofrecida llena de cariño, en cada gesto de paz y de reconciliación…

Jesús te ama.

“Somos embajadores del Reino de Dios…
Y como todo reino, tenemos “nuestro tesoro” que son, los pobres y humildes;
y todos aquellos seres humanos por los que Jesucristo
ha venido a servir y dar su vida.”

La fiesta de Cristo Rey

Con el objetivo de que los fieles vivan estos inapreciables provechos, era necesario que se propague lo más posible el conocimiento de la dignidad del Salvador, para lo cual se instituyó la festividad propia y peculiar de Cristo Rey.

Desde fines del siglo XIX, la Iglesia realizaba los preparativos necesarios para la institución de la fiesta, la cual fue finalmente designada para el último domingo del Año Litúrgico, antes de empezar el Adviento.

Si Cristo Rey era honrado por todos los católicos del mundo, se prevería las necesidades de los tiempos presentes, poniendo remedio eficaz a los males que friccionan la sociedad humana, tales como la negación del Reino de Cristo; la negación del derecho de la Iglesia fundado en el derecho del mismo Cristo; la imposibilidad de enseñar al género humano, es decir, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.

En un mundo donde prima la cultura de la muerte y la emergencia de una sociedad hedonista, la festividad anual de Cristo Rey anima una dulce esperanza en los corazones humanos, ya que impulsa a la sociedad a volverse al Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad.

Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

María nos invita a rezar

Durante el mes que pasó vivimos un tiempo maravilloso en nuestra Iglesia, dedicado a los retos pastorales de la familia en el contexto de la nueva evangelización. Este acontecimiento ha iluminado a todos los que somos parte de la Iglesia que ha dejado Jesucristo como madre y maestra. Ocasión en que el Espíritu Santo regaló las luces que acompañarán la misión evangelizadora que nos corresponde sacar adelante en el actual contexto cultural. Por otra parte, noviembre, es un mes dedicado a celebrar el nombre de la Virgen María, verdadera testigo del amor de Dios a los hombres y mujeres a través de su Hijo Jesucristo. Hoy, cuando la maternidad se empobrece cada día más al punto de querer legalizar el aborto, la Virgen nos da una enseñanza magistral al decir sí a la vida a pesar del juicio de su entorno, a pesar de su precariedad, a pesar de su juventud, a pesar de su incertidumbre en lo que vendrá en un futuro. Ella se apoyó en Dios con la certeza de que su hacedor siempre se manifestaría en la vida de su Hijo y en la suya. No dejemos pasar esta oportunidad para acercarnos a María. Este mes es una gran ocasión para crecer en la fe y en el amor. El principal llamado que nos hace la Virgen es a la conversión. El hombre, creado por Dios, sólo en Él encuentra la felicidad. La Virgen María nos invita a poner a Dios en el primer lugar de nuestras vidas, para así encontrar la verdadera paz en nuestro corazón, especialmente en este mes, a través del rezo del Santo Rosario. La Virgen nos invita a rezar esta humilde oración con el corazón y con atención, ya que la misma nos permite contemplar los misterios más importantes de la vida de Jesús. En la oración podemos encontrar luz y sabiduría aún en aquello que nos parece imposible. Por otro lado estamos prontos a  terminar el año litúrgico y empezar uno nuevo con el impulso que nos da el vivir el tiempo de adviento como preámbulo de la celebración del nacimiento de Jesús. Sin duda, que aún quedan innumerables tareas por realizar para que el nacimiento del salvador sea también un renacer de cada uno de nosotros a una renovada vida en el amor y el servicio a los demás. A todos les envío mi bendición y los animo a continuar dando testimonio de fe y apoyarse en el buen Dios. No perdamos nunca la esperanza, no desfallezcamos, somos hijos de Dios y Él nos ama y por lo tanto nunca nos dejará solos.

¡Muy bien, siervo bueno! has sido fiel siempre
Lucas 19, 11-28. Tiempo Ordinario. Aquí está mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tóma tus dones y úsalos abundantemente.

Oración introductoria
Gracias, Señor, por recordarme la importancia de multiplicar los dones que me has dado en custodia. No quiero tener nunca miedo a tu exigencia, ni quiero justificar mi pereza, apatía o pasividad, por ello recurro a Ti en esta oración, dame la sabiduría y audacia para multiplicar los talentos que he recibido.

Petición
Padre mío, ayúdame a corresponderte con generosidad, responsabilidad y eficacia creciente.

Meditación del Papa Francisco
El significado de esto es claro. El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en definitiva, tantas cosas, sus más preciosos bienes. Este es el patrimonio que Él nos confía. ¡No sólo para custodiar, sino para multiplicar! Mientras en el lenguaje común el término "talento" indica una notable cualidad individual – por ejemplo, talento en la música, en el deporte, etcétera –, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos rendir.

El hoyo excavado en el terreno por el "siervo malo y perezoso" indica el miedo del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo de los riesgos en el amor nos bloquea. ¡Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte! No nos pide esto Jesús, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen. Es como si nos dijese: 'Aquí está mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente'. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos "contagiado" con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos animado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien hacernos.

Cualquier ambiente, también el más lejano e impracticable, puede convertirse en un lugar donde hacer rendir los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano. El testimonio que Jesús nos pide no está cerrado, está abierto, depende de nosotros. (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de noviembre de 2014).

Reflexión
El evangelio de hoy contiene una exigencia y a la vez una gran confianza de Dios en cada uno de nosotros. Jesús una vez más habla a través de parábolas sencillas que encierran toda la grandeza de su mensaje y que son una invitación a saber descubrir la grandeza de la vida corriente. Parece duro, o al menos exigente el pasaje de hoy, y nos muestra la gran diferencia entre el temor de Dios y el temor a Dios.

Dios es infinitamente justo, Dios es infinitamente misericordioso. Parece contradictorio que Dios sea infinitamente justo y a la vez infinitamente misericordioso, pues en el primer caso parece difícil de entender su actuación que sin su infinita misericordia parecería no responder a su ser. Sin embargo, hemos de aceptar que para nosotros Dios siempre será un misterio, que sólo Él mismo nos puede desvelar. Si nos fijamos exclusivamente en su justicia es fácil que caigamos en una especie de miedo paralizador que nos haga creer en la imposibilidad de nuestra salvación y nos haga verle como un juez justo y severo.

Esto nos convertirá en personas que temen a Dios, personas que intentan rehuirle, que se arredran y no arriesgan por temor a perder: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras..." Nuestra visión se nubla hasta el punto de convertir a Dios en un ser exigente e injusto y no ponemos en juego todo lo que tenemos sino que de hecho lo escondemos.

Sin embargo, cuando contemplamos la justicia y la misericordia de Dios, en seguida entendemos que Dios ante todo es Bueno, que quiere que nos salvemos. Pero para eso tenemos que querer y tenemos que dejarle hacer. Tomarse en serio a Dios, tomar en serio sus cosas significa tener temor de Dios, y significa poner en juego todo aquello que nos ha dado, siendo conscientes de que muchas veces fallaremos y no daremos el fruto que nos gustaría. Eso no importa, porque a Él sólo le preocupan nuestras intenciones. Muchas veces sólo podremos ofrecer eso, nuestro propósito de hacer las cosas lo mejor posible, desprendiéndonos del resultado final. En cualquier caso, nuestras actitudes delatan y ponen de manifiesto nuestras intenciones.

Propósito
Pidámos a Dios, como nos enseña el Papa, que nos ayude a ser siervos buenos y fieles, para que podamos participar un día en el gozo de nuestro Señor.

Diálogo con Cristo
Jesús, no quiero ser un espectador pasivo, sino un colaborador infatigable de tu Reino. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad y hacer multiplicar todos los dones que me has confiado. Tengo mucho que dar, pero mucho más que ganar, si uso mis talentos para extender tu Reino.

Y el Espíritu Santo...¿quién es?
Es el mejor consolador, el dulce huésped del alma, a quiero dejarle el timón de mi vida, de mi barca.


Santa Teresa llama a nuestra alma un castillo interior, un palacio. En ese castillo, palacio o templo vive "El dulce huésped del alma": El Espíritu Santo.

¿Quién es el Espíritu Santo? Jesucristo le llama el Consolador. En nuestra alma vive el AMOR, vive allí de forma permanente, llegó a nuestra alma para quedarse. “¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo vive en vosotros?” decía San Pablo a los primeros cristianos.
Su estancia en el castillo obedece a una tarea que debe realizar, se le ha encargado que haga de ti un santo ó una santa, un apóstol. Desde el primer momento de la entrada en tu alma, en el bautismo, se ha dedicado a trabajar a destajo, ha trabajado muchos años, se ha llevado muchos desengaños, porque hay que ver cómo nos hemos portado con Él.

Ha sufrido, posiblemente, el destierro, le hemos roto su obra maestra, como el niño malo que destruye de un puntapié el castillo que construye el niño bueno en la playa. Y sobre las ruinas de nosotros mismos ha vuelto a colocar otra vez piedra sobre piedra, con una paciencia y con un amor tan grandes que sólo porque es Dios los tiene. Él no desespera, más aún tiene abrigadas firmísimas esperanzas de acabar con su obra maestra contigo. Él sabe que puede aunque tú no seas mármol de Carrara, sólo necesita algo de colaboración de tu parte o por lo menos que no le estorbes.. Los medios: a gracia santificante, las gracias actuales, sus inspiraciones, dones y frutos.

¿Cuál es su estrategia? La describe muy bien un himno dedicado al Espíritu Santo. Seleccionaré algunas partes de este himno.

Primero: El mejor consolador
Consolando, secando lágrimas, arrancando los cardos y las ortigas del desaliento, tristeza y amargura. Uno de sus mejores oficios -lo sabe hacer muy bien- es consolar, por fortuna para nosotros que somos bastante llorones y necesitamos algo más que Kleenex para nuestros ratos de tristeza. El mejor Consolador, ya sabemos. Cuando lleguen los momentos más penosos en los que llorar es poco, cuando la crisis nos agarre por el cuello y nos patee, acudir a quien quiere y puede consolarnos.

Nosotros podemos decir: aquí me sorprende la realidad más radiante que vivimos los cristianos y, por tanto, adiós soledad, adiós tristeza, adiós lágrimas. Arrancarnos la tristeza peor, la de la separación de Dios, la de la infidelidad. Alegrarnos inmensamente de haber sido hechos hijos de Dios, alegrarnos de que nuestros nombres están escritos en el cielo, vivir con alegría diaria contagiosa, alegría en el dolor, en la enfermedad, alegría en las buenas y en las malas. Espíritu Santo, haznos apóstoles de la alegría, haznos vivir un cristianismo alegre, que vivamos con aire de resucitados, y que hagamos vivir a los otros así también.

Segundo: Dulce huésped del alma
Es uno de los títulos más hermosos. No huésped inoportuno. Cuantos huéspedes con los que nosotros no quisiéramos encontrarnos, a los que les damos la vuelta. En el caso del Espíritu Santo es un dulce huésped, esperado con ansia, acogido con cariño, porque siempre trae buenas noticias, buenos regalos, dones; El mismo es el Don por excelencia.

¿Me alegro de tenerlo siempre conmigo, lo entristezco con mi desamor, le pido muchos regalos espirituales? Y ¿qué le doy yo: mi amor, mi fidelidad? ¿Le escucho dócilmente? ¿El himno "Ven, Espíritu Creador" es mi saludo mañanero, son las mañanitas al dulce huésped de mi alma? ¿Alguna vez se las he cantado? Recordemos la frase de San Pablo; "¿No sabéis que sois templos del Espíritu Santo? Él ora con nosotros y por nosotros. Vivo, por tanto, en la presencia del Espíritu Santo, gozo minuto a minuto de su compañía gratísima, y su gracia está siempre a mi disposición.

Tercero: Dulce refrigerio
Cuando el bochorno arrecia y la lengua se reseca como ladrillo y el sudor empapa la ropa, una simple coca-cola fría, un ventilador oportuno, una alberca, solucionan el problema. Pero hay otros bochornos y calores interiores que requieren de otro refrigerio. Cuando se encrespan las pasiones, cuando el orgullo se revuelve como león herido, cuando la sensualidad con su baba venenosa quiere mancharel corazón y el alma, cuando la fiebre del mundo (placeres, dolce vita...) queman de ambición nuestro espíritu, llamar urgentemente al Espíritu Santo, para que nos brinde su dulce refrigerio y vuelvan las cosas a su lugar: El mundo allá y yo acá.

Cuarto: Tregua en el duro trabajo
Ofreciendo descanso en el duro bregar de la vida. Una mañana de domingo en la casa con niños, un día en la oficina en que todo salió mal, cansa, erociona, desgasta, produce no rara vez frustración. Cuando uno de plano está agotado, abrumado por el trabajo los problemas y las preocupaciones, acudir sencillamente a quien es descanso en el trabajo, ¡Oh Espíritu Santo, desperdiciado tantas veces que gemimos bajo el peso del trabajo! ¡Oh jornaleros que teniendo la fuente a unos metros se mueren de sed! Dios es abismo de amor, torrente de felicidad, éxtasis de la vida, tenerlo tan cerca y morirse de hambre, la fuente a unos pasos y morirse de sed, la hoguera alumbrando en torno y morirse de frío, el amor cerca del corazón. Sólo unos pasos tenía que dar. Vivir cerca de la luz, y morir en el túnel de las tinieblas.

Quinto: Brisa en las horas de fuego
Siendo frescura en medio del calor. Un vaso de agua fría en un día de verano, la sombra de un árbol en el campo abrasado, una brisa fresca, una fuente fría junto al camino polvoriento, cuanto se agradecen. En la vida no podemos estar luchando todo el tiempo, somos humanos y necesitamos de tanto en tanto de un respiro. El Espíritu Santo es el agua fria, es la sombra, la brisa fresca y nuestra fuente de agua viva junto al camino de la vida.

Sexto: Gozo que enjuga las lágrimas
Consolando en la aflicción. Buena falta nos hace: lloramos como niños chicos por cualquier cosa. Llorar equivale a desanimarnos, a perder el entusiasmo por nuestra vocación cristiana y humana, a querer volver atrás. Para esos momentos malos, en que podemos reaccionar como niños caprichosos, acudir a quien es el consuelo en la aflicción.

Se le atribuye al Espíritu Santo casi un oficio de madre. El sufrimiento se encuentra en la vida de todos . Cuando se le espera y cuando no. Por ello necesitamos la presencia del Espíritu Santo .

Posteriormente, el himno al que nos estamos refiriendo añade una serie de peticiones al Espíritu Santo.

Séptimo: Lava lo que está manchado
Lava lo que está manchado: mi alma llena de arrugas, mi corazón manchado de afectos desordenados, mi pequeño mundo lleno de cosas humanas, de tierra, de lodo; mi mente y mis sentidos a veces tan vacíos de Dios y tan llenos de mis pasiones desordenadas. Lava sobre todo la conciencia de todo pecado e imperfección, de las salpicaduras del mundo, de las manchas de pasiones, del barro de los malos pensamientos. Lava y purifica nuestra intención en el obrar, que a veces se tiñe de negras aficiones: el egoísmo, vanidad, respeto humano son manchas grasientas que requieren de un eficaz blanqueador. Necesitamos que des una limpiadita a nuestras virtudes.

Octavo: Riega el desierto del alma
Somos raíz de tierra árida, árbol que crece en la estepa. ¿Han visto ustedes los árboles que crecen en las orillas de los ríos? ¡Qué diferencia! Siempre están verdes. Decía el poeta Antonio Machado estas hermosas palabras: “Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido".

A base de agua los judíos han hecho florecer el desierto del Sinaí. Tú puedes, Espíritu Santo, hacer florecer mi desierto, esa estepa en que a penas los cardos y las jaras crecen. Y entonces crecerán virtudes, crecerán buenas obras en mi alma.

Noveno: Sana el corazón enfermo
Médico de todas las enfermedades, médico de las enfermedades que he tenido y que ahora sufro, médico a domicilio.

Señor, si quieres, puedes curarme la lepra, el cáncer, el sida, la cangrena, la parálisis espiritual, las fiebres reumáticas, el escorbuto. ¿Cuál es mi enfermedad? Escuchemos en seguida la frase de mando: ¡Levántate y anda! Médico de las almas, que sabes la enfermedad y conoces la medicina, ¿cuál es mi enfermedad y mi mal? ¡Dímelo!.. Y proporciona el remedio que Tú sabes y yo no quiero aceptar a veces; cúrame antes de que la enfermedad me cause la muerte, cúrame las heridas que mi orgullo, sensualidad y egoísmo me abren a diario, las heridas de mis pecados antiguos y de mis pecados de hoy.

Décimo: Doma el Espíritu indómito
Dobla mi orgullo, ablanda mi cabeza dura y mi duro corazón; si es de piedra, hazlo de carne; hazme bajar la cabeza ante la obediencia y dar el brazo a torcer. Hazme duro para conmigo mismo, que no acepte flojedades, medias tintas, fariseísmos, pero hazme blando con los demás, como un pedazo de pan que dé alimento a todos los que se crucen en mi camino; hazme, Señor, instrumento de paz, como te pedía Francisco de Asís: "Donde haya odio, ponga yo tu amor, donde haya injurias, perdón".

Once: Calienta lo que está frío
A veces somos témpanos flotantes, corazones en frigorífico, que nos se derriten con las grandes motivaciones del amor de Cristo, el celo por la salvación de las almas, la vocación a la misión. Te pido un amor apasionado, pasión por la misión.

Doce : Endereza lo que está torcido
¿Cuántos criterios en mi vida andan torcidos? Enderézalos endereza los malos hábitos, por ejemplo, el hábito de pensar mal, el hábito tan arraigado de murmurar de mis hermanos, el hábito terrible de la ociosidad, del no hacer nada, el hábito que mata la oración, la rutina, el hábito de la pereza, el hábito que empequeñece mis fuerzas con la pusilanimidad, la timidez. Quiero dejarte el timón de mi vida, de mi barca, y quiero remar con todas las fuerzas de mis brazos. 

Para concluir, demos un repaso a los deberes que tenemos con este ilustre huésped:

En primer lugar, tomarlo en cuenta, hacerle caso, no dejarlo solo, ignorado abandonado. Porque dejamos abandonado el Amor.
En segundo lugar: Gratitud: le debemos tanto. La ingratitud es cardo que crece en los corazones pero sobre todo en los corazones de los cristianos, por el simple hecho de haber recibido demasiadas cosas de Dios.
En tercer lugar: Amor. Debería ser fácil amar al AMOR, enamorarse del que nos ama infinitamente a cada uno de nosotros. Antes de pedirnos que le amemos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y todas las fuerzas, antes nos ha dicho Él: "Te amé con un amor eterno".
En cuarto lugar: Docilidad y colaboración. Para ser santos debemos dejarnos guiar y obedecer al capitán del barco.
En quinto lugar: Cuando menos no estorbarle, dejarle trabajar en nosotros. “Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.

Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo 18 de noviembre

Fiesta
Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. La primera de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano, y al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio fue reedificada en su totalidad y dedicada el diez de diciembre. Con su común conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los apóstoles y la unidad en Iglesia (1626; 1854).La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.

Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo. La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión. Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola).

Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.

Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).

La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".

Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.


El Papa besa a un niño en la audiencia del miércoles

"¡Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, puertas siempre abiertas!"
El Papa clama: "Las puertas de las fronteras deben custodiar, pero no rechazar"

"La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña de la casa del Señor"

José Manuel Vidal, 18 de noviembre de 2015 a las 10:22

Las puertas de nuestra iglesia, de nuestras parroquias, de nuestras instituciones y de nuestras diócesis deben estar siempre abiertas, para que salgamos a llevar esta misericordia de Dios

(José M. Vidal).-El Papa va con dulleta. Hace fresco en Roma. Francisco aprovecha la catequesis de la audiencia del míercoles para lanzar un mensaje vibrante sobre la puerta de la misericordia del Jubileo, de las familias y de las iglesias. "¡Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, siempre abiertas!", dijo. Porque la Iglesia "no es dueña, sino simple portera de la casa del Señor". Puertas abiertas también en las fronteras, que deben custodiar, "pero no rechazar a los que llaman a ellas".

Evangelio de Juan: "Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará...He venido para qu etengan vida y la tengan abundante".

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Está cerca el Jubileo. Ante nosotros está la puerta, pero no sólo la puerta santa, sino la gran puerta de la misericordia de Dios, que es una puerta bella"
"La puerta está generosamente abierta"

"Necesitamos un poco de valentía para cruzar el umbral"

"Todos llevamos dentro de nosotros cosas que pesan. Todos. Todos somos pecadores. Aprovechemos de este momento que viene y crucemos el umbral de la misericordia de Dios, que nunca se cansa de perdonarnos y de esperarnos. Nos espera. Está siempre a nuestro lado"

"En el Sínodo, la Iglesia ha sido invitada a brir grandes sus puertas, para salir al encuentro de sus hijos heridos"

"Abrir la puerta al Señor, que espera a entrar"
"Las puertas de nuestra iglesia, de nuestras parroquias, de nuestras instituciones y de nuestras diócesis deben estar siempre abiertas, para que salgamos a llevar esta misericordia de Dios"

"La gran puerta de la misericordia de Dios pero también las puertas de nuestras iglesias para salir a encontrar a los hermanos y para dejar salir a Jesús a veces prisionero"
"El Señor nunca fuerza la puerta. Pide permiso para entrar"
"Imaginémos al Señor llamando a la puerta de nuestro corazón"
"Hay lugares en que las puertas blindadas son normales"
"No debemos rendirnos a aplicar el sistema de seguridad a toda nuestra vida y, menos, a la vida de la Iglesia"


"Sería terrible una Iglesia inhóspita"
"Ninguna puerta blindada en la Iglesia, ninguna, siempre abiertas"
"Las puertas de las fronteras deben custodiar, pero no rechazar"
"La puerta se abre para ver si, fuera, alguno espera y no tiene la fuerza de llamar"
"¡Cuánta gente ha perdido la confianza y no tiene fuerzas para llamar a nuestra iglesia! No pueden, pero están ahí. Les hemos quitado la confianza"
"La puerta dice muchas cosas de la casa y de la Iglesia"
"Gratitud a todos los custodios de las puertas de todas las instituciones y de las iglesias"
"Los porteros son custodios de muchas puertas. Gracias. Siempre con una sonrisa, para que la gente se sienta acogida" ."Somos custodiso y siervos de la puerta de Dops"
"¿Quién es la puerta de Dios? Fuerte. Jesús"
"Yo soy la puerta", dice Jesús
"La casa de Dios es un oasis, no es una prisión"
"¿Y la puerta se llama? Jesús. Otra vez"
"Sólo los ladrones evitan las puertas"
"Si el guardián escucha la voz del pastor, abre y hace entrar a todas las ovejas que el pastor lleva"
"El guardián, tamibén él, obedece a la voz del pastor"
"La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña de la casa del Señor"
"Nuestras casas, puertas de la misericordia de Dios"
"La Iglesia es la custodia de un Dios que llama y que nunca da con la puerta en las narices"
"Que también sea abierta la puerta de nuestro corazçon, para recibir el perdón de Dios y acoger a todos los que llamen a nuestra puerta"

Sintesis de la catequesis del Papa y saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:
En el umbral del Año de la Misericordia, quiero reflexionar hoy sobre el sentido de la puerta santa. Una puerta que se abre en la Iglesia para salir al encuentro de aquellos que por tantas razones se encuentran lejos. También las familias están invitadas a abrir sus puertas para salir al encuentro de Jesús que nos espera paciente, y que quiere traernos su bendición y su amistad. Una Iglesia que no fuera hospitalaria o una familia cerrada en sí misma sería una realidad terrible, que mortifica el Evangelio y hace más árido el mundo.

La puerta abierta nos habla de confianza, de hospitalidad, de acogida. La puerta es para proteger pero no para rechazar, y además no puede ser forzada, porque la hospitalidad brilla por la libertad de la acogida. Jesús siempre llama, siempre pide permiso. Al mismo tiempo, la puerta debe abrirse frecuentemente, aunque sólo sea para ver si hay alguien que espera y que no tiene el valor ni la fuerza del llamar.

En el evangelio de san Juan, Jesús se compara con la puerta del redil, en el que encontramos seguridad. Jesùs es una puerta por la que podemos entrar y salir sin temor. La Iglesia debe colaborar con Cristo como el guardián del que habla el evangelio, escuchando la voz del Pastor y dejando entrar a todas las ovejas que Él trae consigo.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos a la Sagrada Familia, que supo lo que significa encontrar una puerta cerrada, que ayude a los hogares cristianos a ser un signo elocuente de la Puerta de la Misericordia, que se abre al Señor que llama y al hermano que viene. Que Dios los bendiga.

Saludo en polaco
En los saludos, el Papa saluda a los peregrinos del sindicato polaco Solidarnosc, recuerda sus 35 años de vida y les pide que velen para que "los intereses políticvos y económicos no prevalezcan sobre la solidaridad"

En su saludo en italiano, el Papa ha pedido a la comunidad internacional que vigile las condiciones de vida de los niños, especialmente donde están sometidos a grupos armados que les pueden reclutar, así como que ayuden a las familias a garantizar el derecho a la escuela y a la educación.
El Pontífice ha recordado, durante la audiencia general de este miércoles 18 de noviembre, que el próximo viernes 20 de noviembre se celebra el Día Internacional de los Derechos de la Infancia
"Es un deber de todos proteger los derechos de los niños y anteponer a cualquier otro criterio su bien, para que no sean jamás sometidos a formas de esclavitud o maltrato", ha señalado.


Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Con esta reflexión hemos llegado a umbral del Jubileo. Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral.

Del Sínodo de los Obispos, que hemos celebrado el pasado mes de octubre, todas las familias, y la Iglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta. La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su bendición y su amistad.

El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos" (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza de la Ciudad de Dios: «Sus puertas no se cerrarán durante el día», lo que significa para siempre, porque «no existirá la noche en ella» (21,25). Existen lugares en el mundo en los cuales no se cierran las puertas con llave. Pero existen tantos otros donde las puertas blindadas se han convertido en normales. Esto no nos sorprende; pero, pensándolo bien, ¡es un signo negativo! No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad. Y mucho menos en la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita el mundo.

La gestión simbólica de las "puertas" - de los umbrales, de los caminos, de las fronteras - se ha hecho crucial. La puerta debe proteger, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se abre frecuentemente, para ver si afuera esta alguno que espera, y tal vez no tiene la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de la Iglesia. La gestión de la puerta necesita un atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera expresar una palabra de agradecimiento para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros condominios, de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias. Muchas veces la sagacidad y la gentileza de la recepción son capaces de ofrecer una imagen de humanidad y de acogida de la entera casa, ya desde el ingreso. ¡Hay que aprender de estos hombres y mujeres, que son los guardines de los lugares de encuentro y de acogida de ciudad del hombre!

En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, que es Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte. Él mismo ha afirmado: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas. Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn 10,2). Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. Las ovejas no los elige el guardián, sino el buen Pastor. El guardián - también él - obedece a la voz del Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña.

La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa.

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