“Caminaba con ellos”

Evangelio según San Lucas 24,13-35. 

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!". "¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron". Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?" 

Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?". En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!". Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

Santa Irene Macedonia

Santa Irene de origen eslavo, vivió en la segunda mitad del primer siglo, era hija de Licinio gobernante de la ciudad de Magedon en Macedonia. Ya en su juventud Irene creyó en Jesucristo, al comprender la futilidad de la vida pagana.

De acuerdo a la tradición fue bautizada por el Apóstol Timoteo, discípulo del Apóstol San Pablo. Deseando dedicar su vida al Señor, Santa Irene, renunció al casamiento. Al conocer mas profundamente la fe cristiana, Santa Irene empezó a convencer a sus padres para que se conviertan al cristianismo. El padre de Irene en principio comenzó a escuchar sus palabras con benevolencia. Luego se enojó con ella, y cuando ella renunció venerar a los ídolos, la arrojó bajo las patas de los caballos salvajes. Sin tocar a la mártir, los caballos se tiraron sobre el padre y lo aplastaron hasta matarlo. Cuando por sus oraciones él fue devuelto a la vida, él, toda su familia, y 3000 personas mas se hicieron creyentes.

Después de ello, Santa Irene comenzó con decisión a profetizar sobre Jesucristo entre los habitantes de Macedonia, por lo cual muchas veces fue sometida a sufrimientos y humillaciones. Por orden del gobernante de Sedeka, a Santa Irene la tiraron en un pozo con víboras, luego trataron de serrucharla, finalmente la ataron a la rueda del molino. Los sufrimientos de Irene eran acompañados por señales milagrosas, atrayendo a muchos creer en Cristo. Así las víboras no tocaban a la mártir, los serruchos no lastimaban su piel, la rueda del molino no giraba.

El mismo atormentador Vavodón creyó en Jesucristo y se bautizó. En total, gracias a Irene se convirtieron alrededor de 10.000 paganos.Cuando el Señor comunicó a Irene el día de su deceso, ella se fue a una gruta dentro de una montaña en las cercanías de la ciudad de Efeso, y a pedido de ella la entrada fue cerrada con piedras. Al 4° día, sus conocidos volvieron a la gruta, y, al abrirla, no encontraron en ella el cuerpo de Santa Irene. Todos comprendieron que ella fue llevada por el Señor al Cielo.

En el antiguo Bizancio era muy venerada la conmemoración de Santa Irene. En Constantinopla se construyeron varios templos magníficos en su memoria.

Oremos
Señor, ya que por don tuyo la fuerza se realiza en la debilidad, concede a cuantos estamos celebrando la victoria de la santa Mártir Irene que obtengamos la fortaleza de vencer nuestras dificultades como ella venció los tormentos del martrio. Por nuestro

Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario  de Fiestas Marianas: Restablecimiento de la Capilla de  Nuestra Señora en Boulogne-sur-mer por el Obispo Claude Dormy.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa 
Para el día 6 de enero 1941

“Caminaba con ellos”

El mismo Salvador, a quien la Palabra de la Escritura nos pone ante nuestros ojos en su humanidad mostrándonos como recorrió todos los caminos sobre la tierra, habita entre nosotros escondido bajo la apariencia del pan eucarístico, viene a nosotros todos los días como Pan de Vida.

Es en estos dos aspectos que se hace próximo a nosotros, y es bajo estos dos aspectos que desea ser buscado y encontrado por nosotros.

El uno llama al otro. Cuando con los ojos de la fe vemos al Salvador delante de nosotros, tal como nos lo describe la Escritura, entonces crece nuestro deseo de acogerle en el Pan de Vida. El pan eucarístico, a su vez, aviva nuestro deseo de conocer cada vez más profundamente al Señor a partir de la Palabra de la Escritura, y da fuerzas a nuestro espíritu para que le comprendamos mejor.

Los dos de Emaús recuperan la esperanza
Resurrección y Ascensión. Los de Emaús son una muestra del estado de ánimo de la mayoría el día de la resurrección.


Aquella tarde dos discípulos van de Jerusalén a Emaús, a pocas horas de camino de la Ciudad Santa, van tristes, bajo el peso de la mayor de las decepciones: el Maestro acaba de ser crucificado como un malhechor, y ahora todos los suyos se dispersaban sin saber donde ir. Si el único que tenía palabras de vida eterna había muerto, ¿qué iba a ser de ellos?

Desesperanza
Andaban -eran dos, un tal Cleofás y otro- contándose entre sí una y otra vez todo aquel desastre, el fin de la gran esperanza. Sin duda se han equivocado, Jesús debió ser profeta, pero no el Mesías.
Los de Emaús son una muestra muy clara del estado de ánimo de la mayoría el día de la resurrección. Han perdido la esperanza y se vuelven a sus casas, porque su fe era insuficiente. Están tristes, como desencantados. Cuando en aquel terrible Viernes, Jesús en vez de subir al trono de David, fue levantado sobre la cruz, sintieron sus discípulos el derrumbamiento de gran parte de sus esperanzas. Carecían entonces de la fe para pensar en las promesas de Jesús acerca de su resurrección.

Unidos a Cristo
Sin embargo, su fe no se desmoronó por completo. Habían visto con claridad meridiana el dedo de Dios en la vida y en las obras de Jesús. En el fondo de su alma permanecían unidos a Jesús; su fe, aunque conmocionada, no había sido enteramente destruida.

Y esto es lo que, verdaderamente, quedó destruido y aniquilado: la forma terrena y humana impuesta de su testarudez y miras egoístas. La idea de un Mesías poderoso y dominador, que debía subir cuanto antes al trono de David, se desvaneció a la vista de la cruz y del sepulcro sellado. Al mismo tiempo, se esfumaron también las esperanzas, los ensueños egoístas que habían iluminado su presente y, más todavía, el futuro inmediato que aquel reinado humano les parecía venir.

Lo que no consiguió Jesús en vida, lo obtuvo agonizante y muerto, curándoles definitivamente de su fe ingenua y pueril en un camino de gloria según la fantasía humana, alejado del camino de la cruz. En su alma se formó un vacío, quedando así espacio libre para la sabiduría divina que es locura para el mundo.

Un desconocido
Jesús se manifiesta como un desconocido caminante que entabla conversación con aquellos hombres desanimados. No adopta un aspecto deslumbrante con su cuerpo glorioso, sino que quiere conseguir su recuperación poco a poco. Para ello comienza por hacerles hablar. Quiere que manifiesten su versión de los hechos sucedidos. "Y les dijo:¿Qué conversación lleváis entre los dos mientras vais caminado? Y se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, de nombre Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días? El les dijo: ¿Qué ha pasado?"(Lc). El tono de la conversación es amable. Están tristes, desalentados, pero no son hoscos, ni se encierran en el mutismo.

"Y le contestaron: lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo"(Lc). No llaman Mesías a Jesús, sino simplemente profeta, ciertamente poderoso, pero desde luego no le llaman Hijo de David, y menos aún Dios y Hombre verdadero. Están decepcionados de Jesús. Luego cuentan "cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron"(Lc).

La raíz de su decepción
Hasta que llegan a la raíz de su decepción: "Sin embargo nosotros esperábamos que Él sería quien redimiera a Israel"(Lc). Por eso dicen: "Pero, con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada y, al no encontrar el cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, los cuales les dijeron que está vivo. Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron"(Lc).

La reacción del forastero a estas explicaciones es rotunda: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas"(Lc). Cleofás y su compañero se debieron detener al oír estas palabras. Aquel desconocido les llamaba ignorantes y testarudos. Pero no pueden enfadarse con aquel hombre que les increpa sin querer humillarles: lo perciben en su voz; lo ven en su gesto y en aquella mirada llena de cariño.

Entonces escuchan las palabras de aquel peregrino "¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? Y comenzando por todos los Profetas les interpretaba en todas las Escrituras lo que se refería a Él"(Lc).

La exposición debió ser más larga, pero hay algo que no es fácil captar por la letra escrita: es el tono de la conversación. De hecho los de Emaús se dicen entre ellos cuando Jesús desaparece: "¿No es verdad que ardía muestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"(Lc). Jesús los entusiasma, poco a poco ha ido elevando la temperatura espiritual, y la luz se va haciendo en sus mentes mientras vuelve el fuego a sus corazones. Jesús empieza por los libros atribuidos a Moisés, después continúa con los salmos que hablaban del Mesías, se detendría en Ezequiel y los demás; pero, sobre todo, el calor de sus palabras se haría más intenso al recordar a Isaías cuyas descripciones del Siervo de Yavé daban la impresión de ser las de un espectador de la Pasión.

La invitación
Al hilo de la conversación llegaron a Emaús por la bien preparada calzada romana; es entonces cuando Jesús tiene un detalle revelador de cómo Nuestro Dios respeta la libertad del hombre. "Llegaron cerca de la aldea a donde iban, y él hizo ademán de continuar adelante"(Lc). Jesús no impone ni su compañía ni su doctrina. Si hubiesen estado disconformes o irritados con aquel forastero nada más fácil que una despedida, y nunca más sus vidas volverían a encontrarse; pero las palabras de Jesús han sembrado de luz el alma de aquellos hombres, y la esperanza comenzaba a aflorar de nuevo. Están a gusto con el desconocido, y se lamentan de que hubiesen llegado tan pronto a la meta de su caminar. Saben estar a la altura de las circunstancias, pues le dicen a Jesús: "Quédate con nosotros, porque ya está anocheciendo y va a caer el día"(Lc); es una de las súplicas más conmovedoras del Evangelio, oscurece (¿quién ha de tener miedo a la oscuridad, los de Emaús o su compañero misterioso?), y después de aquel coloquio ambulante, ahora que todo son sombras, lo necesitan.

El pan
Jesús se queda. Cuando Cristo parte el pan; "Y estando juntos en la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. (...) Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban lo que les había pasado por el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan"(Lc).

Luz
Ya no hay oscuridad, ya no hay tristeza, todo es luz. Por fin ven claro. Jesús ha resucitado y les quiere, les perdona, les explica lo que ha pasado y ellos no podían ver. Y exultan de gozo en la nueva vida de Jesús que ya es vida para ellos en sus almas.

Resucitar: Despertar hacia la Vida

Espiritualidad es despertar, salir del espejismo y abrir los ojos a la Vida. Por eso Pablo puede decir que “ya hemos resucitado”, que la resurrección no es algo que ocurra después de la muerte sino que empieza cuando, como dice Juan, tenemos "vida eterna ya aquí y ahora” y por eso “quien cree no morirá para siempre”.

Espiritualidad es despertar a la Vida. Resucitar es despertar, levantarse, ponerse en pie, renacer a nueva y auténtica vida en el Espíritu.

Resucitar es despertar hacia la Vida, transformarse y vivir para siempre...

“Cuando traducimos del griego, “anástasis” nos impresiona con el triple impacto de sus significados: levantarse, despertar, resucitar.

En cambio, nos disgusta que la iglesia japonesa haya traducido resucitar como “re-vivir” (en japonés  復活fukkatsu 復fuku: de nuevo, y  活katsu: vivir). No, resucitar no es volver a esta vida, ni revivir en esta vida, ni sobrevivir indefinidamente en esta vida, sino trans-vivir,.

Resucitar es transformarse, como la crisálida en mariposa, para volar hacia la vida nueva, verdadera y auténtica, la vida en el seno de la Vida.

Por eso la teología que hace esfuerzos por arraigar en la cultura, les propone a los creyentes japoneses traducir resurrección, no como revivir (復活fukkatsu) sino como vida nueva (新活shin-katsu) y vida verdadera (también 真活shin-katsu).

Vida más allá de esta vida y no meramente “vida después", ni siquiera "vida perdurable”, sino vida transformada en el seno de la Vida de la vida.

Pablo acuñó para ello un término paradójico, pletórico de sentido: cuerpo espiritual, soma pneumatiikón, “Se siembra un cuerpo animal, surge despertando (resucitando hacia la vida) un cuerpo espiritusl” (1 Co 15, 45).

¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!
Pascua


Lucas 24, 13-35. Pascua. Jesús nos acompaña durante todo el camino de nuestra vida.

Oración introductoria
Gracias, Señor, por buscarme, por no dejarme solo en el camino. Me conoces y sabes que soy presa fácil del desánimo y del abatimiento y me cuesta mucho reconocerte en mi oración. Ilumina mi mente y mi corazón para que sepa descubrirte y experimente esa cercanía que me llena de paz y amor.

Petición
Cristo resucitado, enciende el calor de mi fe y esperanza de tal manera, que en esta Pascua de resurrección, la vivencia de la caridad sea el distintivo de mi vida.

Meditación del Papa Francisco
El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. Como les sucedió a los discípulos de Emaús, la voz de Jesús hará arder su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas.

Algunos de ustedes sienten o sentirán la llamada del Señor al matrimonio, a formar una familia. Hoy muchos piensan que esta vocación está "pasada de moda", pero no es verdad. Precisamente por eso, toda la Comunidad eclesial está viviendo un período especial de reflexión sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Además, les invito a considerar la llamada a la vida consagrada y al sacerdocio. Qué maravilla ver jóvenes que abrazan la vocación de entregarse plenamente a Cristo y al servicio de su Iglesia. Háganse la pregunta con corazón limpio y no tengan miedo a lo que Dios les pida. A partir de su "sí" a la llamada del Señor se convertirán en nuevas semillas de esperanza en la Iglesia y en la sociedad. No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra felicidad. (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).

Reflexión
En el evangelio de ayer María Magdalena va a buscar al Señor y Cristo le sale al encuentro. En cambio en este evangelio nos encontramos con los típicos seguidores de los días de gloria que huyen el día del castigo.

Cierto que los discípulos de Emaús tienen el mérito de no haber traicionado a Jesús. Habían esperado que él sería el Salvador. Lo que no han tenido en cuenta es que Cristo persevera hasta el final, es capaz de esperar hasta el último momento y salir al encuentro como un buen amigo que tiende la mano.

Sin embargo, Jesús no quiere limitar nuestra libertad y nos deja libres de aceptar la mano que nos ofrece. Nos acompaña durante todo el camino; pero, si no le pedimos que se quede con nosotros, no lo reconoceremos cuando parta el pan.

Propósito
Hacer una visita a Cristo Eucaristía para reflexionar sobre la Divina Providencia, a fin de que nunca me decepcione o dude de su Palabra.

Diálogo con Cristo
Señor, concédeme que mi corazón arda y esté encendido, como lo estaba el de los discípulos de Emaús tras encontrarse contigo. No permitas que nada, ni nadie, me robe la gracia de tu presencia, que es el gran tesoro de mi vida.

El Viernes Santo, empezó la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.

María y la Resurrección de Cristo
María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso de la Resurrección.

Por: SS Juan Pablo II

Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, Maríaes la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección

La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.

Los evangelios refieren varias apariciones del Resucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario, nos invita a tratar de descubrir los motivos por los cuales los evangelistas no lo refieren.

Suponiendo que se trata de una "omisión", se podría atribuir al hecho de que todo lo que es necesario para nuestro conocimiento salvífico se encomendó a la palabra detestigos escogidos por Dios (Hch 10, 41), es decir, a los Apóstoles, los cuales con gran poder (Hch 4, 33) dieron testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Antes que a ellos el Resucitado se apareció a algunas mujeres fieles, por su función eclesial: Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán (Mt 28, 10).

Si los autores del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre, tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la resurrección del Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por consiguiente, no digno de fe.

Los evangelios, además, refieren sólo unas cuantas apariciones de Jesús resucitado, y ciertamente no pretenden hacer una crónica completa de todo lo que sucedió durante los cuarenta días después de la Pascua. San Pablo recuerda una aparición "a más de quinientos hermanos a la vez" (1 Co 15, 6). ¿Cómo justificar que un hecho conocido por muchos no sea referido por los evangelistas, a pesar de su carácter excepcional? Es signo evidente de que otras apariciones del Resucitado, aun siendo consideradas hechos reales y notorios, no quedaron recogidas.

¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos?

Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe.

En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe.

Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección.

Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el "resplandor" de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s).

Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también ella de la plenitud de la alegría pascual.

La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.

En el tiempo pascual la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: "Regina caeli, laetare. Alleluia". "¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!". Así recuerda el gozo de María por la resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el"¡Alégrate!" que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en "causa de alegría" para la humanidad entera.

Catequesis durante la audiencia general del 3 de abril de 1996

 

El Papa en la audiencia: ‘Dios al perdonar enseña que su amor es mayor que mi pecado’

En la Plaza de San Pedro, el Santo Padre concluyó la catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En un día en el que se notaba el inicio de la primavera en Italia, el papa Francisco realizó la audiencia general de los miércoles en una Plaza de San Pedro adornada con flores debido a la Pascua, dedicando la catequesis en este Año Jubilar, a la misericordia en el Antiguo Testamento.

El Santo Padre ingresó a la plaza como de costumbre en el papamóvil, saludando a los varios miles de fieles allí presentes y bendiciendo a los pequeños que le acercaban mientras pasaba o se detenía el vehículo, así como a los enfermos que le esperaban.

“Con la meditación del salmo 51, llamado Miserere, terminamos nuestras catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento” dijo el Santo Padre. Y recordó que se trata de un salmo penitencial que, según una antigua tradición judía, expresa el arrepentimiento del rey David después de su pecado con Betsabé.

“Se invita a quien reza con este salmo -prosiguió el Papa- a tener esos mismos sentimientos de arrepentimiento y confianza en Dios. El salmo comienza con una invocación a Dios misericordioso, porque es el único que puede liberar del pecado. Se manifiesta así que el anhelo más profundo del hombre, lo que más necesita en su vida es ser perdonado, verse libre del mal y de sus consecuencias”.

Francisco aseveró que “con su perdón, Dios nos enseña que su amor es más grande que nuestro pecado”, y precisó que también “nos asegura que Él nunca nos abandona”. Además el salmista “sabe que el perdón de Dios es realmente eficaz, porque no esconde el pecado sino que lo destruye, lo cancela, y de esta manera, el pecador pasa a ser una criatura nueva, con un corazón nuevo y una vida nueva”.

Por último, recordó el Pontífice, “el salmo nos habla que quien ha sido perdonado y se ha abierto a la gracia divina puede enseñar a los demás a no pecar más”.

Hacia el final de la audiencia el Santo Padre saludó en diversos idiomas a los peregrinos, y dirigiéndose a los de lengua española, hizo una mención particular a los fieles de la diócesis de Barbastro-Monzón, acompañados de su obispo, Mons. Ángel Javier Pérez Pueyo, a los fieles de la Diócesis de León, acompañados de su obispo, Mons. Julián

López Martín, así como a los demás grupos provenientes de España y Latinoamérica, lo que despertó una ovación por parte de los presentes.

Y el Papa concluyó: “Que la Virgen María, Madre de Misericordia, interceda por nosotros, para que sepamos ser testigos del amor del Señor, que perdona nuestros pecados, nos purifica y nos transforma. Feliz Pascua de Resurrección”.

Texto completo de la catequesis en la audiencia del 30 de marzo de 2013

La misericordia de Dios supera cualquier pecado y nos invita a sumergirnos en este océano

30 MARZO 2016 SERGIO MORA EL PAPA FRANCISCO


Este Miércoles La Plaza De San Pedro Estaba Adornada Con Flores Por La Pascua

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco concluyó este miércoles las catequesis sobre la misericordia en el Antiguo testamento, y recordando el ‘Miserere’, señaló como el salmista reconoce la confianza en Dios, ya que al perdonarnos demuestra que su amor vale más que nuestro pecado y nos invita a sumergirnos en ese océano de  misericordia. Y quien ha sido perdonado por la gracia divina, puede enseñar a no pecar más.

A continuación el texto completo:
«Terminamos hoy las catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento, y lo hacemos meditando sobre el Salmo 51, llamado Miserere. Se trata de una oración penitencial, en la cual el pedido de perdón está precedido por la confesión de la culpa y en el cual el orante, dejándose purificar pro el amor del Señor, se vuelve una nueva criatura, capaz de obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera. El título que la antigua tradición judía ha puesto a este salmo hace referencia al rey David y a su pecado con Betsabé, la esposa de Urías el ittita. Conocemos la historia. El rey David, llamado por Dios para pastorear a su pueblo y a guiarlo en los caminos de la obediencia a la Ley divina, traiciona su misión y después de haber cometido adulterio con Betsabé, hace asesinar al esposo. El profeta Natán le desvela su culpa y le ayuda a reconocerla. Es el momento de la reconciliación con Dios, en la confesión del propio pecado. Y aquí David fue humilde y grande. Quien reza este salmo está invitado a tener los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David cuando se corrigió, y bien siendo rey se humillo sin tener temor de confesar su culpa y mostrar la propia miseria al Señor, convencido entretanto de la certeza de su misericordia; y no era una pequeña mentira la que había dicho, ¡sino un adulterio y un asesinato! El salmo inicia con estas palabras de súplica:

¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! (vv. 3 – 4). La invocación está dirigida al Dios de misericordia porque, movido por un gran amor como el de un padre o de una madre, tenga piedad, o sea nos haga gracia, muestre su favor con benevolencia y comprensión. Es un llamado del corazón a Dios, el único que puede liberar del pecado. Son usadas imágenes muy plásticas: borra, lávame, vuélveme puro. Se manifiesta en esta oración la verdadera necesidad del hombre: la única cosa de la que tenemos necesidad verdadera en nuestra vida es la de ser perdonados, liberados del mal y de sus consecuencias de muerte. Lamentablemente la vida nos hace sentir tantas veces estas situaciones, y sobre todo es esas tenemos que confiar en la misericordia. ¡Dios es más grande que nuestro pecado, no nos olvidemos esto, Dios es más grande que nuestro pecado! – Pero padre no oso decirlo, las he hecho tan pesadas, tantas y grandes… Dios es más grande que todos los pecados que nosotros podamos hacer. Dios es más grande que nuestro pecado. Lo decimos juntos, todos juntos: Dios es más grande que nuestro pecado… Una vez más: Dios es más grande que nuestro pecado… Una vez más: Dios es más grande que nuestro pecado. Y su amor es un océano en el cual nos podemos sumergir sin temor de ser vencidos: el perdón para Dios significa darnos la seguridad de que él no nos abandona nunca. Por cualquier cosa que podamos reprocharnos, él es aún y siempre más grande que todo, porque Dios es más grande que nuestro pecado. En este sentido, quien reza con este salmo busca el perdón, confiesa al propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y después aún pide gracia y misericordia. El salmista se confía a la voluntad de Dios, sabe que el perdón divino es enormemente eficaz, porque crea lo que dice. No esconde el pecado, sino que lo destruye y lo borra, lo borra desde la raíz, no como sucede en la tintorería cuando llevamos un traje y borran la mancha, no, Dios borra justamente nuestro pecado desde la raíz, todo. Por lo tanto el penitente se vuelve puro, y cada mancha es eliminada y el ahora está más blanco que la nieve incontaminada. Todos nosotros somos pecadores, ¿es verdad ésto? Si alguno de los presentes no se siente pecador que levante la mando. Nadie, todos lo somos. Nosotros pecadores con el perdón nos volvemos criaturas nuevas, llenas por el Espíritu y llenas de alegría. Entonces una nueva realidad comienza para nosotros, un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida. Nosotros pecadores perdonados, que hemos recibido la gracia divina, podemos incluso enseñar a los otros a no pecar más. Pero padre soy débil, porque yo caigo, caigo, caigo. Pero si caes levántate, levántate. Cuando un niño se cae levanta la mano para que el papá o la mamá te levante. Hagamos lo mismo. Si tu caes por debilidad en el pecado levanta tu mano y el Señor la toma y te levantará, ¡esta es la dignidad del perdón de Dios! Dios ha creado al hombre y a la mujer para que estén de pie. Dice el salmista: Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.

(…) Yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti. (vv. 12 – 15)Queridos hermanos y hermanas, el perdón de Dios es aquello que necesitamos todos, y es el signo más grande de su misericordia. Un don que cada pecador perdonado está llamado a compartir con cada hermanos o hermana que encuentra. Todos los que el Señor nos ha puesto a nuestro lado, los familiares, los amigos, los colegas, los parroquianos… todos, como nosotros, tienen necesidad de la misericordia de Dios. Es bello ser perdonados pero es necesario para ser perdonados que antes perdones, perdona. Nos conceda el Señor por la intercesión de María Madre de Misericordia, ser testigos de su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida. Gracias».

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