“Dios le da el Espíritu sin medida”
- 07 Abril 2016
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Evangelio según San Juan 3,31-36.
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
San Juan Bautista de la Salle
San Juan Bautista de la Salle, presbítero y fundador
Es el fundador de los Hermanos Cristianos y nació en Francia en 1651, en Reims y murió en Rouen, las dos ciudades que hizo famosas Santa Juana de Arco. Su vida coincide casi exactamente con los años del famoso rey Luis XIV. Para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Juan Bautista había estudiado en el famoso seminario de San Suplicio en París. Fue ordenado sacerdote y queda encargado de una obra para niños pobres que el santo sacerdote había fundado y un orfelinato para niñas pobres, dirigido por unas hermanitas llamadas de El Niño Jesús. Allí en esa obra lo esperaba la Divina Providencia para encaminarlo hacia la gran obra que le tenía destinada: ser el reformador de la educación.
La Salle le dio un viraje de 180 grados a los antiguos métodos de educación. Antes se enseñaba a cada niño por aparte. Ahora La Salle los reúne por grupos para darles clases (en la actualidad eso parece tan natural, pero en aquel tiempo era una novedad). La Salle empezó a reunir a sus profesores para instruirlos en el arte de educar y para formarlos fervorosamente en la vida religiosa. Y con los más entusiastas fundó la Comunidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas que hoy son unos 15.000 en más de mil colegios en todo el mundo.
Y siguen siendo una autoridad mundial en pedagogía, en el arte de educar a la juventud. Siendo de familia muy rica, repartió todos sus bienes entre los pobres y se dedicó a vivir como un verdadero pobre. Los últimos años cuando renunció a ser Superior General de su Congregación, pedía permiso al superior hasta para hacer los más pequeños gastos. Su humildad era tan grande que se creía indigno de ser el superior de la comunidad. No se cansaba de recomendar con sus palabras y sus buenos ejemplos, a sus religiosos y amigos que la preocupación número uno del educador debe ser siempre el tratar de que los educandos crezcan en el amor a Dios y en la caridad hacia el prójimo. Que cada maestro debe esforzarse con toda su alma por tratar de que los jovencitos conserven su inocencia si no la han perdido o que recuperen su amistad con Dios por medio de la conversión y de un inmenso horror al pecado y a todo lo que pueda hacer daño a la santidad y a todo lo que se oponga a la eterna salvación. Pasaba muchas horas en oración y les insistía a sus religiosos que lo que más éxito consigue en la labor de un educador es orar, dar buen ejemplo y tratar a todos como Cristo lo recomendó en el evangelio: "haciendo a los demás todo el bien que deseamos que los demás nos hagan a nosotros".
San Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1619 a los 68 años. Fue declarado santo por el Sumo Pontífice León XIII en el año 1900. El Papa Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores del mundo entero.
Oremos. Señor Dios nuestro, que elegiste a San Juan Bautista de la Salle para educar cristianamente a la juventud, suscita en tu Iglesia educadores que se consagren por entero a la formación humana y cristiana de los jóvenes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Egipto
Afraates (¿-c. 345), monje, obispo cerca de Mossul Las Disertaciones, nº 6
“Dios le da el Espíritu sin medida”
Si tú, a partir de un fuego primero enciendes muchos otros en muchos y diversos lugares, el primero no queda empequeñecido… Lo mismo es Dios son su Mesías; son uno a pesar de permanecer en multitud de hombres. El sol no empequeñece por el mero hecho de que su fuerza llege a toda la tierra. Y cuanto más grande es la fuerza de Dios puesto que es por su fuerza que existe el sol…
Para Moisés representaba una carga conducir él solo el campamento de Israel. El Señor le dijo: “Derramaré de tu mismo Espíritu sobre setenta hombres de entre los ancianos de Israel” (Nm 11,17) Cuando cogió del Espíritu de Moisés y los setenta hombres quedaron llenos de él ¿acaso disminuyó el Espíritu que habitaba en Moisés? ¿Acaso percibieron que Moisés tenía menos espíritu? El bienaventurado Pablo dice también: Dios repartió el Espíritu de Cristo, el Mesías, y lo envió a los profetas (1C 12,11.28). Pero el Mesías no estuvo perjudicado en nada, porque su Padre le dio el Espíritu sin medida.
Es en este sentido… que Cristo habita en los creyentes. No queda perjudicado en nada si es compartido con la multitud, porque es el Espíritu de Cristo que han recibido los profetas [del Nuevo Testamento], cada uno según lo que necesitaba. Y todavía hoy, es este mismo Espíritu de Cristo el que es derramado sobre toda carne a fin de que profeticen hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas (Jl 3,1; Hch 2,17). El Mesías está en nosotros, y el Mesías está en el cielo a la derecha de su Padre. No ha recibido el Espíritu comedidamente, sino que su Padre lo ha amado y lo ha puesto todo en sus manos, dándole poder sobre todo su tesoro… Nuestro Señor dice también: “Todo me lo ha entregado mi Padre” (Mt 11,27)… En fin, el apóstol Pablo dice: “Todo será sometido a Cristo, salvo su Padre que todo se lo ha sometido. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos” (1C 15, 27-28).
El que cree en el Hijo tiene vida eterna
Juan 3, 31-36, Pascua. El hombre no se contenta con las cosas de este mundo porque es el único ser que está abierto a lo infinito.
Oración introductoria
Padre mío, creo en tu Hijo Jesucristo, creo en su testimonio y sé que me amas, por eso confío en que me darás tu gracia para que esta oración me lleve a crecer en la fe y en la esperanza para así poder, también, corresponder a tu amor amando a los demás.
Petición
Señor y Dios mío, que la gracia de Cristo resucitado me haga creer con una fe viva y operante.
Meditación del Papa Francisco
Ya en esta vida nosotros participamos de la resurrección de Cristo. Si es verdad que Jesús nos resucitará al final de los tiempos, es también verdad que, en un aspecto, ya estamos resucitados con Él. ¡La Vida Eterna comienza ya en este momento!
Comienza durante toda la vida hacia aquel momento de la resurrección final ¡Ya estamos resucitados! De hecho, mediante el Bautismo, estamos insertos en la muerte y resurrección de Cristo y participamos de una vida nueva, es decir la vida del Resucitado.
Por tanto, en la espera de este último día, tenemos en nosotros una semilla de resurrección, como anticipo de la resurrección plena que recibiremos en herencia. Por eso también el cuerpo de cada uno es resonancia de eternidad, por tanto ha de ser respetado siempre; y sobre todo debe ser respetada y amada la vida de todos los que sufren, para que sientan la cercanía del Reino de Dios, de esa condición de vida eterna hacia la que caminamos. Este pensamiento nos da esperanza. Estamos en camino hacia la resurrección. Esta es nuestra alegría: un día encontrar a Jesús, encontrar a Jesús todos juntos. Todos juntos, no aquí en la Plaza, en otra parte, pero alegres con Jesús. Y este es nuestro destino.» (S.S. Francisco, catequesis 4 de diciembre de 2013).
La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor. (Homilía de S.S. Francisco, 30 de noviembre de 2015).
Reflexión
El hombre no se contenta con las cosas de este mundo. Si ha ganado un millón, quiere más. Si consigue un puesto, busca otro mejor. ¿Por qué nunca quedamos saciados de nada? Porque el hombre es el único ser sobre la tierra que está abierto a lo infinito: puede conocerlo todo y siempre le quedará algo, puede tenerlo todo y siempre habrá algo que le falte.
Este deseo tan profundo sólo se colma definitivamente en la vida eterna. Y, ¿en qué consiste la vida eterna? Dice el evangelista San Juan: Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo. El cielo es el conocimiento total de Dios. Dios es infinito, por eso, al conocerle a Él nuestra inteligencia alcanza su plenitud y posesión. Y al consistir también en la posesión de Dios, como es el "Ser" por excelencia, rebasa a todos los pequeños "seres" o cosas que tanto nos llaman la atención.
Si es así, queremos esa vida eterna. ¿Cómo podemos alcanzarla? El que haya perseverado en la fe hasta el fin (cf. Mt 10,22; 24,13), obtendrá la vida eterna. Y esa fe, que ahora es oscura, después de la muerte, será luz eterna.
Propósito
Rezar tres padrenuestros para que toda mi familia crezca en la fe y amor a Cristo.
Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por el don de la fe. Ayúdame a ejercitarme en esta virtud a través de todos los acontecimientos ordinarios de la vida y a manifestar en mis palabras y obras mi fe en Ti. Porque quien ha encontrado algo verdadero, hermoso y bueno para su vida, corre a compartirlo por doquier, lo hace sin temor alguno, porque sabe que, así como ha recibido un gran regalo, recibirá también los medios para compartir este don con los demás.
Jesús resucitó, está partiendo el pan para ti
Junto a nosotros, es El, que camina en nuestro mismo camino y siempre junto a nosotros.
Por el camino de Emaús dos de los seguidores de Cristo regresan a su pueblo. Emaús es una pequeña aldea de Judea, dista unos once o doce kilómetros de Jerusalén. Está atardeciendo. Van llenos de amargura y decepción. Saben que Cristo, el Maestro ha muerto. Han oído algo que han dicho unas mujeres de su Comunidad pero no quieren prestar oídos; piensan: si hubiera resucitado lo hubiéramos visto.
María Magdalena con su amor vivo y esperanzado lo ha visto ya, ellos tendrán que "calentar el corazón" como nos dice San Lucas.
Mientras ellos van conversando de todo lo sucedido, un caminante se les ha unido y les va hablando con voz cálida y persuasiva: -" Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas ¿no era preciso que Cristo padeciera eso y entrara así en la gloria?. Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre él en todas las escrituras" ( Lucas 24, 25-27).
Lo oían y estaban embelesados pero no lo reconocían. Como nos dice Evely: -" Jesús no se impone, aunque se proponga siempre así mismo. El nos deja libres. ¡Nada resulta tan fácil como obrar cual si no lo hubiésemos encontrado, como si no lo hubiésemos oído, como si no lo hubiésemos reconocido!". No queremos saber que camina en nuestro mismo camino y siempre junto a nosotros. No vaya a ser que sus palabras y su mirada nos haga sus prisioneros.
Pero hay veces que es una enfermedad, un accidente, una pena, un momento especial en nuestras vidas que hacen que lo veamos, que la venda caiga de nuestros ojos, y ahí está, frente a nosotros, junto a nosotros, es El, "sus manos están partiendo el pan" y la gracia se hace viva en nuestros corazones.
Y los apóstoles que están cenando con el caminante, al reconocerlo se levantan, corren y regresan a Jerusalén. No guardan para sí su alegría, tienen que comunicarla y repartirla. Así nosotros, si el compañero de nuestro diario vivir es Jesús, no podemos esconder ni guardar para nosotros solos esa gran verdad, hemos de proclamarla para que todos los hombres estemos conscientes de esa maravillosa compañía.
El sabe lo testarudos que somos lo difícil que le es al hombre creer en lo que no ve. Más aún, en lo que no palpa. Y cuando se vuelve a aparecer al resto de los apóstoles adivina sus pensamientos y les dice:- " ¿ Por qué os turbáis y por qué sube a vuestro corazón esos pensamientos?.
Ved mis manos y mis pies. Si soy yo. Palpadme y ved, los espíritus no tienen carne y huesos como veis que tengo yo" ( Lc, 24, 38-43).Y les va mostrando sus manos donde están sus heridas aún abiertas. Abre su túnica y ven su carne rota por larga y profunda herida, allí donde late el corazón. No hay misterios ni fantasías. Es El, y con una sonrisa tierna les dice:-" ¿Tenéis algo de comer?.
Tomás no estaba con ellos en ese grandioso momento. Sobre esto Evely nos comenta:-" Tomás es un auténtico hombre moderno, un existencialista que no cree mas que en lo que toca, un hombre que vive sin ilusiones, un pesimista audaz que quiere enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en el bien. Para él lo peor es siempre lo más seguro". Y cuando Jesús le dice:-" Tomás trae tu dedo y mételo en las llagas de mis manos, trae tu mano y métela en mi costado"(Jn 2O,27). Tomás toca, palpa y deslumbrado y aplastado, cae de rodillas y dice :-" Señor mío y Dios mío". Y Jesús responde ante esta bellísima oración:-" Tomás porque has visto has creído, dichosos los que han creído sin ver".
No nos empeñemos en "tocar y ver". Amémosle, que es mucho más sólido nuestro amor que nuestras manos. La humildad y profundidad de nuestra fe hará que haya una llama ardiente en nuestro corazón porque sabemos, porque creemos que Cristo es el compañero fiel en todo los instante de nuestra vida.
Llevar la Misericordia del Padre a todos
El Papa invita a leer el Evangelio de Lucas para que la Misericordia del Padre habite en nuestros corazones.
(RV).- Después de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice saludó con afecto a los diversos grupos de fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, entre los cuales a los numerosos procedentes de su diócesis, Roma e Italia, Alemania y Canadá, entre otros, afirmando que no era posible nombrarlos a todos. Y ahora – dijo – quisiera renovar el gesto de regalarles un Evangelio de bolsillo: “Se trata del Evangelio de Lucas, que leemos los domingos de este año litúrgico. El librito ha sido titulado así: ‘El Evangelio de la Misericordia de San Lucas’. En efecto, el Evangelista relata las palabras de Jesús: ‘Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso’ (6,36), del que ha surgido el tema de este Año Jubilar. Los voluntarios del Dispensario pediátrico ‘Santa Marta’ del Vaticano lo distribuirán gratuitamente, junto a algunos ancianos y abuelos de Roma. ¡Cuán dignos son los abuelos y las abuelas que transmiten la fe a los nietitos! Los invito a recibir este Evangelio y a leerlo, un pasaje cada día; así la Misericordia del Padre habitará en su corazón y podrán llevarla a cuantos encuentren. Y al final, en la página 123, están las siete obras de misericordia corporales y las siete obras de misericordia espirituales: pero, sería hermoso que las aprendan de memoria, ¡así es más fácil hacerlas! Gracias. Los invito a tomar este Evangelio, para que la misericordia del Padre se haga obras en ustedes. Y a ustedes, los voluntarios, los abuelos y las abuelas que distribuyen el Evangelio, piensen en la gente que está en la Plaza Pío XII – se ve que no ha podido entrar – para que también ellos reciban este Evangelio. Los invito a recibir este Evangelio y a leerlo cada día. De este modo la misericordia del Padre habitará en su corazón y podrán llevarla a cuantos encuentren”. “Deseo a todos un feliz domingo” – concluyó diciendo el Papa Bergoglio –. Y “por favor – añadió – no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”.
Pesca milagrosa
Pescadores de hombres
Sin Jesús no es posible
José Antonio Pagola, 07 de abril de 2016 a las 08:52
Su mensaje no puede ser más actual para los cristianos: solo la presencia de Jesús resucitado puede dar eficacia al trabajo evangelizador de sus discípulos
(José Antonio Pagola).- El encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos junto al lago de Galilea está descrito con clara intención catequética. En el relato subyace el simbolismo central de la pesca en medio de mar. Su mensaje no puede ser más actual para los cristianos: solo la presencia de Jesús resucitado puede dar eficacia al trabajo evangelizador de sus discípulos.
El relato nos describe, en primer lugar, el trabajo que los discípulos llevan a cabo en la oscuridad de la noche. Todo comienza con una decisión de Simón Pedro: «Me voy a pescar». Los demás discípulos se adhieren a él: «También nosotros nos vamos contigo».Están de nuevo juntos, pero falta Jesús. Salen a pescar, pero no se embarcanescuchando su llamada, sino siguiendo la iniciativa de Simón Pedro.
El narrador deja claro que este trabajo se realiza de noche y resulta infructuoso:«aquella noche no cogieron nada». La «noche» significa en el lenguaje del evangelista la ausencia de Jesús que es la Luz. Sin la presencia de Jesús resucitado, sin su aliento y su palabra orientadora, no hay evangelización fecunda.
Con la llegada del amanecer, se hace presente Jesús. Desde la orilla, se comunica con los suyos por medio de su Palabra. Los discípulos no saben que es Jesús, solo lo reconocerán cuando, siguiendo dócilmente sus indicaciones, logren una captura sorprendente. Aquello solo se puede deber a Jesús, el Profeta que un día los llamó a ser «pescadores de hombres».
La situación de no pocas parroquias y comunidades cristianas es crítica. Las fuerzas disminuyen. Los cristianos más comprometidos se multiplican para abarcar toda clase de tareas: siempre los mismos y los mismos para todo. ¿Hemos de seguir intensificando nuestros esfuerzos y buscando el rendimiento a cualquier precio, o hemos de detenernos a cuidar mejor la presencia viva del Resucitado en nuestro trabajo?
Para difundir la Buena Noticia de Jesús y colaborar eficazmente en su proyecto, lo más importante no es «hacer muchas cosas», sino cuidar mejor la calidad humana y evangélica de lo que hacemos. Lo decisivo no es el activismo sino el testimonio de vida que podamos irradiar los cristianos.
No podemos quedarnos en la «epidermis de la fe». Son momentos de cuidar, antes que nada, lo esencial. Llenamos nuestras comunidades de palabras, textos y escritos, pero lo decisivo es que, entre nosotros, se escuche a Jesús. Hacemos muchas reuniones, pero la más importante es la que nos congrega cada domingo para celebrar la Cena del Señor. Solo en él se alimenta nuestra fuerza evangelizadora.