El que quiera servirme que me siga

Evangelio según San Juan 12,24-26. 

Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. 

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. 

San Lorenzo Diácono
San Lorenzo, diácono y mártir

Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que fervientemente deseoso, como cuenta san León Magno, de compartir la suerte del papa Sixto II en su martirio, al recibir del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, él, festivamente, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundante dinero. Tres días más tarde, por la fe de Cristo venció el suplicio del fuego, y el instrumento de su martirio se convirtió en distintivo de su triunfo. Su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Campo Verano, conocido desde entonces por su nombre.

patronazgo: patrono (secundario) de España, de Huesca, de Roma, de Nüremberg y muchas otras ciuddes europeas; de los bibliotecarios, archivistas, estudiantes, cocineros, panaderos, cerveceros, taberneros, lavanderas, planchadoras, bomberos, viñadores; protector de los pobres, y para pedir contra incendios, quemaduras, enfermedades oculares, lumbago, ciática, enfermedades de la piel, la peste, la fiebre.

tradiciones, refranes, devociones: San Lorenzo calura, San Vicente friura, uno y otro poco dura. (10 Agosto y 22 Enero)

San Lorenzo en la parrilla y el labrador en la trilla.

Por San Lorenzo, lluvia en buen tiempo.

Per San Lorenzo piove dal cielo carbone ardente (en estas noches se ven en el hemisferio norte las Perseidas, lluvia de estrellas fugaces bautizadas popularmente "lágrimas de san Lorenzo")

refieren a este santo: Santos Sixto II, papa, y compañeros

Mártir. Año 258. "coronado de laurel". Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio. Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte.

El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo. (ver San Sixto II [ día 07 agosto] ). La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que la Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.   Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas. El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar".   Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas.

Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador". Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!". El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".

Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.   Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.   Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer".

Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.-   El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad.   San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo. El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

Las pretendidas «Actas de san Lorenzo» están llenas de confusiones y contradicciones. Además de dichas actas, existen muchos otros documentos del mismo tipo. Ver Biblioteca Hagiográfica Latina, n. 6884 y nn. 7801 y 4753. Este artículo se basa principalmente en el relato de Prudencio, que es bastante claro; cf. Ruinart, Acta Sincera. ¿Se trata simplemente de una invención poética, o representa una tradición genuina, ya sea oral o escrita? San Ambrosio (De Officiis, I, 41) y otros Padres antiguos sostenían que san Lorenzo había muerto quemado a fuego lento. P. Franchi de Cavalieri, Romische Quartalschrift, vol. XIV (1900), pp. 159-176, y Note agiografiche, vol. XV (1915), pp. 65-82; Delehaye, Analecta Bollandiana, vol. XIX (1900), pp. 452-453, y vol. LI (1933), pp. 49-58, y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 431-432. Ambos autores rechazan la tradición de la parrilla; pero todavía hay otros que la defienden. Ver, por ejemplo, Leclercq en DAC, artículo Grille (vol. VI, cc. 1827-1831), y artículo Laurent (vol. VIII, cc. 1917-1947). Un ejemplo de la gran devoción que tenían los romanos a san Lorenzo son las numerosas iglesias y santuarios dedicados al santo. Véase J. P. Kirsch, Die römischen Titelkirchen in Altertum, pp. 80-84; y Huelsen, Le Chiese di Roma del Medio Evo, pp. 280-297. Cf. también Duchesne, Le sanctuaire de S. Laurent, en Mélanges d´archéologie, vol. XXXIX (1921), pp. 3-24. Ni que decir que la iconografía no es menos inmensa que los otros aspectos del culto al santo; de todo ese rico material extraemos dos ejemplos:

Oremos
Dios nuestro, que inflamaste con el fuego de tu amor a San Lorenzo, para que brillara por la fidelidad a su servicio diaconal y por la gloria de un heroico martirio, haz que nosotros te amemos siempre como él te amó y practiquemos lo que él enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Máximo de Turín (¿-c. 420), obispo Sermón 40

San Lorenzo, como un grano echado en tierra

A primera vista, un grano de mostaza se ve pequeño, corriente y despreciable; no tiene sabor, no exhala ningún olor, ni se presenta dulce. Pero cuando ha sido triturado, expande su olor, muestra su fuerza, tiene sabor fuerte y quema de tal manera que nos quedamos extrañados de encontrar un tal fuego metido en un grano tan pequeño… Igualmente la fe cristiana parece pequeña a primera vista, corriente y débil; no muestra su poder, no hace alarde de su influencia. Pero cuando ha sido triturada por diversas pruebas, muestra su fuerza, hace estallar su energía, exhala la llama de su fe en el Señor. El fuego divino le hace vibrar con un ardor tal que, ardiendo ella misma, calienta a los que la comparten, como se dice de Cleofás y su compañero en el santo Evangelio, cuando el Señor conversaba con ellos después de su Pasión: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32)…

Podemos bien comparar al  santo mártir Lorenzo al grano de mostaza; triturado por múltiples torturas, mereció ante toda la tierra la gracia de un martirio esplendoroso. Mientras vivía, era humilde, ignorado, corriente; después de haber sido torturado, destrozado y quemado, derramó sobre todos los fieles del mundo el buen olor de su noble alma… Visto desde el exterior, este mártir quemaba gracias a las llamas de un tirano cruel; pero una llama mayor, la del amor de Cristo, le consumía interiormente. A un rey impío le pareció bien añadir leña y hacer arder un fuego más grande aún; san Lorenzo, en el ardor de su fe, no sintió en absoluto estas llamas… Ya ningún sufrimiento de la tierra tiene poder sobre él: su alma está ya en el cielo.

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto

Fiesta San Lorenzo. Es necesario dejar de ser grano, renunciar, para dar el mejor fruto. El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.

Del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. 

Oración introductoria
Señor, ayúdame a servirte siempre y en todo. A saber vivir sostenido por tu amor, dispuesto a dejarme cribar con una confianza ilimitada en tu Providencia, por un amor apasionado y abrazado a tu cruz.

Petición
Señor, dame la generosidad para pasar mi vida sirviendo a los demás.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo.

El evangelista Juan desea resaltar que ha llegado «la hora» de Jesús, la hora de su pasión-glorificación. Sólo ahora la obra de Cristo se abre a todos, cayendo todo límite que la frenaba. De ahí la metáfora del grano de trigo. Sabemos que no perece todo, pero tiene que ser sepultado, enterrado para producir vida nueva.

Jesús ha de morir si quiere «llevar fruto», si ha de tener éxito; pero también esa muerte será fecunda. La muerte de Jesús es la muerte de la que procede todo «fruto». De ahí que se designe como una muerte salvadora, como una muerte de la que brota la vida eterna, «la vida otra». En todo caso, la imagen del «producir fruto» ha de mantener la mayor apertura posible.

Jesús nos presenta, una sencilla parábola pero con un gran significado, la rutina de una semilla, una forma simple para comunicarse con la gente. Y como con las palabras no podía convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo, porque el trigo da mucho más fruto después que muere. «Y si esto sucede en las semillas, con mayor razón en Mí.» (Crisóstomo).

La gente conoce el recorrido de la semilla, desde los recovecos del suelo que la asfixia, la pudre y allí muere, pero con gran asombro, aparece viva sobre los surcos y se convierte en una dorada espiga con muchos granos nuevos. En otras palabras, la semilla muere sola y resucita multiplicando sus frutos. Nuestro Señor Jesucristo, «murió solo y resucito acompañado de muchos». (San Beda)

Jesús nos invita a seguirle en esa entrega total. Nos invita a tener una actitud de confianza completa y sin reservas a la salvación del reinado de Dios.

Esta actitud y conducta nos la enseña Jesús no sólo con palabras sino con su misma vida, muerte y resurrección. Recordemos las palabras de Jesús: «Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por los que ama». El que entrega su vida por los demás, ama de veras, se olvida de su propio interés y de su propia seguridad y lucha por una vida digna y libre para todos.

El martirio de san Lorenzo sucedió en los orígenes de la Iglesia, pero siempre los mejores cristianos han dado su vida por los demás siguiendo el ejemplo de Jesús. Ahora nos toca a nosotros y nos podemos preguntar cada uno de nosotros: ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar?

«Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del “grano de trigo” que, al caer en la tierra, muere para dar fruto. En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en “granos de trigo” y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, “pierden la propia vida” por amor a Dios y a los hermanos.»

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de marzo de 2015).

Reflexión
Jesucristo dice: "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.

Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.

Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna".

Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura "nada", por toda la vida eterna.

Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.

Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. "El que se aborrece a sí mismo". Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!

Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: "¡Miren cómo se aman!". Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.

El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.

Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;

El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.

Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna", y "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.

Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?

¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.

Propósito
Darme el tiempo para escuchar a las personas con las que convivo diariamente: oír, comprender, acompañar, sin buscar alguna ventaja personal.

Diálogo con Cristo 
Generosidad, valentía, fe, perseverancia, paciencia, tenacidad, celo apostólico y humildad son las virtudes que deben abonar la semilla de mi vida, para que dé el fruto para lo cual fue creada. Señor, dame tu gracia para dejar a un lado todo lo que me aparte de cumplir tu voluntad.

¿Qué pedimos en la oración?
Pedimos la gracia más importante: la conversión de los corazones, la victoria sobre el pecado, el crecimiento en el amo

Las oraciones surgen desde la fe: creemos en Dios y confiamos en su Amor providente. Entre esas oraciones, muchas tienen como meta una petición.

¿Qué pedimos en la oración? Pedimos la gracia más importante: la conversión de los corazones, la victoria sobre el pecado, el crecimiento en el amor. Pedimos también por necesidades concretas: que haya comida en la mesa, que haya trabajo para todos, que haya serenidad en la familia. Pedimos por la paz: la paz interior, que permite convivir como hermanos. La paz exterior, que nace de la justicia, de buenas leyes y de gobernantes honestos. Pedimos por la lluvia y por el tiempo favorable a las cosechas, por el aire limpio y por un poco menos de calor (o de frío).

Pedimos por los que están encadenados por la tibieza y la apatía, por la desgana y por la cobardía, por el miedo y por el respeto humano.

Pedimos por quienes sufren a causa de las tentaciones de la carne, de la avaricia, de la envidia, de la soberbia, del rencor.

Pedimos por los pobres y los enfermos, por los abandonados y los excluidos, por los perseguidos y los discriminados, por los huérfanos y las viudas.

Pedimos por los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos. También por los hijos antes de nacer y por las madres en dificultad.

Pedimos tantas cosas. La lista parece interminable. Llevamos nuestras súplicas al Padre, en el nombre de su Hijo Jesucristo, por el Espíritu Santo.

Las acompañamos con la intercesión de la Virgen María y de los santos. Las unimos a tantos monasterios donde, sin cesar, mujeres y hombres contemplativos elevan a Dios una oración de súplica llena de esperanza.

Francisco denuncia colonización ideológica

Se trata de una declaración valiente, que desafía a gobiernos e instituciones internacionales, para defender a las familias

Se filtra un comentario del Pontífice hecho a puerta cerra. Francisco mostró su desacuerdo en que se enseñe a los niños a escoger su sexo. ¿Por qué hace esta declaración un Papa que se ha mostrado abierto hacia las personas homosexuales?

1. La noticia. El periódico italiano “La Stampa” publicó que durante su encuentro en Cracovia con los obispos polacos el 27 de julio pasado, el Papa afirmó que “en Europa, en América, en América Latina, en África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas; y una de éstas, lo digo claramente con ‘nombre y apellido’, es la teoría de género”. Francisco señaló que “hoy a los niños se les enseña esto en la escuela: que cada quien puede elegir el sexo. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que te dan el dinero; son las colonizaciones ideológicas, apoyadas también por países muy influyentes y esto es terrible”. (Télam, 26 jul. 2016)

2. Qué es la “colonización ideológica”. No es la primera vez que el Pontífice emplea esta expresión. Durante su viaje apostólico a Flilipinas, el 19 de enero del  año pasado, Francisco en un acto con familias explicó a qué se refería.

“¿Por qué digo colonización ideológica? Porque toman, toman la necesidad de un pueblo o la oportunidad de entrar y hacerse fuertes, (con libros de texto) para niños. Pero esto no es una novedad. Lo mismo hicieron las dictaduras del siglo pasado. Entraron con su doctrina. Pensad en los Balilla, pensad en la Juventud Hitleriana”.

[L’Opera Nazionale Balilla fue una organización juvenil fascista italiana. N.d.T.]

Allí recordó que, durante el Sínodo de 2014, los obispos africanos denunciaron una “colonización ideológica” de su continente. Dijeron que algunos organismos internacionales condicionaban ayudas a cambio de cambios en legislaciones sobre el control de la población o matrimonio entre personas homosexuales. (Rome Reports, 26 mayo 2015)

En la práctica, en los países de América Latina y de África se ha dado una tendencia a aprobar leyes e iniciativas para el pueblo pero sin el pueblo, impulsadas por una minoría que regula y pretende cambiar la concepción  de matrimonio. (Family&Media)

3. Peligro de pérdida de la propia idéntidad. De regreso a Roma de aquel viaje a Filipinas, el Papa explicó que ese nuevo colonialismo es destructivo. “Una persona entra con una idea que no tiene nada que ver con la nación. Y ellos colonizan al pueblo con una idea que cambia, o quiere cambiar, una mentalidad o una estructura”, explicó.

Y añadió: “Lo mismo fue hecho por las dictaduras del último siglo. Ellos entraron con su propia doctrina”. “Pero cuánto sufrimiento. Los pueblos no deben perder su libertad”, constató.

Ahí mismo subrayó que “cuando las condiciones son impuestas por colonizadores imperiales, buscan hacer que las personas pierdan su propia identidad y hagan una uniformidad”. ¿Por qué hizo Francisco esta declaración? Evidentemente no es un gesto contra las personas homosexuales. Es más bien una denuncia contra una ideología -la teoría del género-, que se quiere imponer a fuerza en los países pobres. Se trata de una declaración valiente, que desafía a gobiernos e instituciones internacionales, para defender a las familias y a la libertad de los pueblos de una nueva forma de colonización: la invasión ideológica.

La gente se aremolina en torno al Papa

"La misericordia es un camino que sale del corazón y debe llegar a las manos"
Papa: "La puerta santa es la del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios"
"Jesús no se queda indiferente frente a las lágrimas de la viuda de Naín"

Redacción, 10 de agosto de 2016 a las 12:11

Pasar por la Puerta Santa es dirigimos a la puerta del corazón misericordioso de Jesús que, como al joven difunto, nos invita a levantarnos 

(RV).- "Pasar por la Puerta Santa es dirigimos a la puerta del corazón misericordioso de Jesús que, como al joven difunto, nos invita a levantarnos y nos hace pasar de la muerte a la vida. Él, con su ternura y su gracia, quiere también encontrarse con nosotros y darnos vida abundante", explicó Francisco en la Catequesis de la Audiencia genral del 10 de agosto de 2016.

Que Cristo nos enseñe a ser "misericordiosos y atentos a las necesidades de nuestros hermanos, recordando que la misericordia es un camino que sale del corazón y que debe llegar a las manos, a las obras de misericordia", rogó Francisco en la Catequesis del 10 de agosto.
Fundado en el pasaje del Evangelio donde Jesús, movido por la ternura ante el dolor de una madre viuda que lleva a enterrar a su único hijo, hace el milagro de resucitar al joven, restituyéndolo vivo a la madre, el Obispo de roma dijo que "Jesús, en la puerta del pequeño poblado de Naín, no se queda indiferente frente a las lágrimas de la mujer sino que, lleno de misericordia por su sufrimiento, la consuela y actúa".

En pleno Jubileo de la misericordia Francisco explicó que "pasar por la Puerta Santa es dirigimos a la puerta del corazón misericordioso de Jesús que, como al joven difunto, nos invita a levantarnos y nos hace pasar de la muerte a la vida. Él, con su ternura y su gracia, quiere también encontrarse con nosotros y darnos vida abundante. Llegamos a la Puerta Santa para presentar a la misericordia del Señor la propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, con sus proyectos y sus caídas, con sus dudas y sus miedos, porque sabemos que es la puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios".

Texto completo del resumen de la Catequesis en español

El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar nos muestra a Jesús que, movido por la ternura ante el dolor de una madre viuda que lleva a enterrar a su único hijo, hace el milagro de resucitar al joven, restituyéndolo vivo a la madre. Jesús, en la puerta del pequeño poblado de Naín, no se queda indiferente frente a las lágrimas de la mujer sino que, lleno de misericordia por su sufrimiento, la consuela y actúa.

Durante este Jubileo, sería bueno recordar lo ocurrido en la puerta de Naín, porque sabemos que pasar por la Puerta Santa es dirigimos a la puerta del corazón misericordioso de Jesús que, como al joven difunto, nos invita a levantarnos y nos hace pasar de la muerte a la vida. Él, con su ternura y su gracia, quiere también encontrarse con nosotros y darnos vida abundante. Llegamos a la Puerta Santa para presentar a la misericordia del Señor la propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, con sus proyectos y sus caídas, con sus dudas y sus miedos, porque sabemos que es la puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España, Latinoamérica y Guinea Ecuatorial. Que Cristo nos conceda el don de su gracia para que aprendamos a ser misericordiosos y atentos a las necesidades de nuestros hermanos, recordando que la misericordia es un camino que sale del corazón y que debe llegar a las manos, a las obras de misericordia. Muchas gracias.

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado (7,11-17) nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un joven. Sin embargo, el corazón de esta narración no es el milagro, no: sino la ternura de Jesús hacia la madre de este joven. La misericordia toma aquí el nombre de una gran compasión hacia una mujer que había perdido al marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo induce al milagro de la resurrección.

En el presentar este episodio, el evangelista se entretiene en muchos particulares. En la puerta de la ciudad de Naím - un pueblo - se encuentran dos grupos numerosos que provienen de direcciones opuestas y que no tienen nada en común. Jesús, seguido por sus discípulos y por una gran multitud está por entrar en la zona habitada, mientras de ella está saliendo la procesión fúnebre que acompaña a un difunto, con la madre viuda y mucha gente. Ante la puerta los dos grupos se acercan solamente recorriendo cada uno por su propio camino, pero es ahí que san Lucas precisa el sentimiento de Jesús: «Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: ¡No llores! Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron» (vv. 13-14). Una gran compasión guía las acciones de Jesús: es Él quien detiene la procesión tocando el féretro y, conmovido por una profunda misericordia por esta madre, decide afrontar la muerte, por así decir, de tú a tú. Y la afrontará definitivamente, de tú a tú, en la Cruz.

Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, sucedido en la puerta de Naím. Cuando Jesús vio a esta madre en lágrimas, ¡ella entró en su corazón! A la Puerta Santa cada uno llega llevando la propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, los proyectos y los fracasos, las dudas y los temores, para presentarlas a la misericordia del Señor. Estemos seguros que, ante la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su poderosa palabra consoladora: "¡No llores!" (v. 13). Ésta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Y pensemos en esto: un encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Cruzando el umbral nosotros realizamos nuestra peregrinación hacia la misericordia de Dios que, como al joven muerto, repite a todos: «Yo te lo ordeno, levántate» (v.14).

A cada uno de nosotros: "levántate". Dios nos quiere de pie. Nos ha creado para estar de pie: por esto, la compasión de Jesús lleva a aquel gesto de la curación, a curarnos... Y la palabra clave es: "Levántate". Ponte de pie, como te ha creado Dios". De pie... "Pero padre, nosotros caemos muchas veces". "Adelante, levántate". Esta es la palabra de Jesús, siempre. Al cruzar la Puerta Santa, tratemos de sentir en nuestro corazón esta palabra: "Levántate". La palabra poderosa de Jesús puede levantarnos y obrar también en nosotros el paso de la muerte a la vida. Su Palabra nos hace revivir, dona esperanza, consuela los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. ¡En la Puerta Santa esta esculpido para cada uno el inagotable tesoro de la misericordia de Dios!

Alcanzado por la Palabra de Jesús, «el muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre» (v. 15). Esta frase es tan bella, indica la ternura de Jesús: "Lo restituyó a su madre". La madre encuentra al hijo. Recibiéndolo de las manos de Jesús ella se hace madre por segunda vez, pero el hijo que ahora le es restituido no es de ella de quien ha recibido la vida. Madre e hijo reciben así la respectiva identidad gracias a la palabra poderosa de Jesús y a su gesto amoroso. Así, especialmente en el Jubileo, la madre Iglesia recibe a sus hijos reconociendo en ellos la vida donada por la gracia de Dios. Es en virtud de tal gracia, la gracia del Bautismo, que la Iglesia se hace madre y que cada uno de nosotros se hace su hijo.

Ante el joven resucitado a la vida y restituido a la madre, «todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: ¡Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo!». Cuanto Jesús ha hecho no es por lo tanto solo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitada a aquella ciudad. En la ayuda misericordiosa de Jesús, Dios va al encuentro de su pueblo, en Él surge y continuará a surgir para la humanidad toda la gracia de Dios. Celebrando este Jubileo, que he querido que fuera vivido en todas las Iglesias particulares, es decir, en todas las iglesias del mundo, y no solo en Roma, es como si toda la Iglesia difusa en el mundo se uniera en un único canto de alabanza al Señor. También hoy la Iglesia reconoce ser visitada por Dios.

Por esto, acercándonos a la Puerta Santa de la Misericordia, cada uno sabe de acercarse a la puerta del corazón misericordioso de Jesús: es Él de hecho la verdadera Puerta que conduce a la salvación y nos restituye a una vida nueva. La misericordia, sea en Jesús sea en nosotros, es un camino que parte del corazón para llegar a las manos... ¿Qué cosa significa esto? Jesús te mira, te cura con su misericordia, te dice: "Levántate", y ti corazón es renovado. Pero esto del camino del corazón a las manos... "Eh, si, ¿Y ahora qué hago yo? Con el corazón nuevo, con el corazón sanado por Jesús realizo las obras de misericordia con las manos, y trato de ayudar, de sanar a muchos que tienen necesidad". La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir, a las obras de misericordia. Gracias.

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