«El Esposo está con ellos»

Evangelio según San Lucas 5,33-39.

En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben". Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar". Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor". 

San Esteban de Hungría

San Esteban de Hungria   Hijo del rey Geza, San Esteban gobernó una de las etapas más difíciles para el cristianismo en Hungría, pues ésta estaba constituida por pueblos de raíces bárbaras y guerreros, y por lo tanto muy reacias a la religión católica.   Al llegar al trono, el santo designó como primer Arzobispo a San Astrik a quien envió a Roma para obtener del Papa Silvestre II la aprobación de una auténtica organización eclesiástica en su país.

El santo monarca mandó construir en Szkesfehervar una Iglesia dedicada a "Nuestra Señora" así como también, terminó la construcción del monasterio de "San Martín", iniciada por su padre. No sin vencer grandes dificultades, consiguió eliminar muchas de las costumbres supersticiones bárbaras, derivadas de la antigua religión y, por medio de rigurosos castigos, logró reprimir las blasfemias, el asesinato, el robo, el adulterio y otros crímenes públicos.

Tuvo especial benevolencia a los pobres y a los oprimidos, por considerar que, al recibirlos con solicitud, se honra a Cristo, quien nos dejó a los pobres en su lugar, al abandonar la tierra.   San Esteban fue el fundador y el arquitecto del reino independiente de Hungría; murió a los 73 años en la fiesta de la Asunción del 1038. Fue sepultado en una tumba contigua a la de su hijo, el beato Emeric, en Szekesferhervar y en su sepulcro se realizaron algunos milagros

Oremos
Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de San Esteban, seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia  Sermón sobre el Cantar de los Cantares, nº 83

«El Esposo está con ellos»

Entre todos los movimientos del alma, sus sentimientos y afectos, el amor es el único que permite a la criatura responder a su Creador, si no de igual a igual, por lo menos de semejante a semejante... El amor del Esposo, o mejor dicho, el Esposo que es Amor no pide otra cosa sino amor recíproco y fidelidad. Que le sea posible a la esposa devolver amor por amor. ¿Cómo no amará siendo esposa y esposa del Amor? ¿Cómo no será amado el Amor? Ella pues, tiene razón al renunciar a cualquier otro afecto para poder consagrarse totalmente al amor, puesto que se le da la posibilidad de corresponder al Amor con un amor recíproco.

Pero, aunque ella se fundiera toda entera en amor ¿qué sería esto comparado con el torrente de amor eterno que brota de la misma fuente? La oleada que fluye de la que ama no es tan abundante como la que fluye del Amor, la del alma como la del Verbo, la de la esposa como la del Esposo, la de la criatura como la del Creador; la abundancia no es la misma la de la fuente que la del que viene a beber... Así pues, ¿los suspiros de la esposa, su amoroso fervor, su espera llena de confianza, todo ello será en vano porque en la carrera no puede rivalizar con el campeón (Sl 18,6), ni ser tan dulce como la misma miel, ni tan tierna como el cordero, ni tan blanca como el lirio, luminosa como el sol, e igual en amor a aquel que es el Amor? No. Porque si bien es verdad que la criatura, en la medida en que es inferior al Creador, ama menos que él, puede amarle con todo su ser, y nada falta allí donde hay totalidad...

Este es el amor puro y desinteresado, el amor más delicado, tan apacible como sincero, mutuo, íntimo, fuerte, que une a los dos amantes no en una sola carne sino en un solo espíritu, de manera que ya no son dos sino uno solo, según dice san Pablo: «El que se une al Señor es un espíritu con él» (1C 6,17)..

Los discípulos de Jesús y el ayuno
Lucas 5, 33-39. Tiempo Ordinario. De qué nos sirve ayunar, rezar mucho, si no está presente Cristo en nuestra vida diaria.

Oración introductoria
Señor Dios, aparta de mi oración esa actitud farisaica que me impide ver las maravillas de las inspiraciones de tu Espíritu Santo. Soy culpable de ese juicio severo que tiende a ver solo lo negativo. La oración es un don tuyo, concédemelo. Dame la gracia de orar con un corazón contrito que auténticamente busque renovarse espiritualmente.

Petición
Te pido el don de la humildad, para disponerme a recibir gratuitamente el don de la oración.

Meditación del Papa Francisco
La libertad cristiana está en la docilidad a la Palabra de Dios. Debemos estar siempre preparados a acoger la «novedad» del Evangelio y las «sorpresas de Dios». La Palabra de Dios, que es viva y eficaz, discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. Y para acoger verdaderamente la Palabra de Dios, hay que tener una actitud de «docilidad». La Palabra de Dios es viva y por eso viene y dice lo que quiere decir: no lo que yo espero que diga o lo que me gustaría que dijera. Es una Palabra libre y también un sorpresa porque nuestro Dios es un Dios de las sorpresas.La libertad cristiana y la obediencia cristiana son docilidad a la Palabra de Dios, y hay que tener esa valentía de convertirse en odres nuevos, para este vino nuevo que viene continuamente. Esta valentía de discernir siempre: discernir, digo, no relativizar. Discernir siempre qué hace el Espíritu en mi corazón, qué quiere el Espíritu en mi corazón, dónde me lleva el Espíritu en mi corazón. Y obedecer. Discernir y obedecer. Pidamos hoy la gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra de Dios, y esta Palabra que es viva y eficaz, que discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. 

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2014, en Santa Marta).

Reflexión
Todos deseamos momentos para estar con las personas o la persona que nos cae bien, que estimamos, que amamos. Entre amigos, el novio con la novia o entre esposos. Y cuando alguien viene a arrebatarnos esos momentos más los anhelamos y más deseamos que vengan.

A los apóstoles les sucede algo semejante en este evangelio porque los fariseos, no sabiendo ya por donde fastidiar, pretenden hacer ver a Jesús que los suyos no se comportan como los discípulos de Juan que ayunan y rezan mucho. Pero perfectamente podríamos haberles dicho a los fariseos aquella frase de san Agustín que dice: "teme a la gracia de Dios que pasa y no vuelve". Y los apóstoles preferían disfrutar de la compañía del Mesías que ayunar y estar lejos de Él. O también les podríamos haber respondido con la misma frase que Jesús le dijo a la mujer de Betania: "Marta, Marta muchas cosas te preocupan pero una sola es importante y María ha elegido la mejor", que fue la de sentarse a sus pies.

He aquí por tanto la clave de este evangelio, la presencia de Cristo en nuestra vida. De qué nos sirve ayunar, rezar mucho, hacer penitencia si a la hora de la hora no acompañamos a Cristo donde realmente está que es en la Eucaristía.
Estaríamos ayunando y rezando por deporte. Por ello, si hasta ahora nuestros rezos o ayunos son sin una presencia de Cristo dominical o más frecuente pensemos que estamos desaprovechando la verdadera gracia de Dios para nuestra alma, que es la de estar cerca de Él.

Petición
Señor, que aprenda a olvidarme de mí, para escucharte y entender Tu Voluntad. El ayuno no es sólo algo externo como lo veían los fariseos. El ayuno va al interior del hombre. Consiste en cumplir lo que Tú me pides y amarte con todo el corazón.

Desde el pecado hacia el amor
Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios.


El pecado deja huellas profundas y heridas duraderas. Uno de sus mayores daños consiste en hundir al pecador en la tristeza, la amargura, la desesperanza. Otro daño es el de la dejadez: si caigo una y otra vez en lo mismo, ¿para qué luchar por el cambio? Un daño más profundo y sutil consiste en llegar a la idea de que, en el fondo, el pecado no es tan malo, incluso podría ser bueno para uno en su situación actual...

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios, al optar por su egoísmo, y contra el prójimo, al preferir el propio bienestar en perjuicio de otros.
Pero si la ofensa es grave, si implica un desorden en el universo, la mano tendida de Dios puede provocar un cambio radical, incluso una situación paradójicamente favorable para el bien.

El pecador que pide misericordia, que se siente perdonado, permite el ingreso en el mundo de una inmensa infusión de bien y de esperanza. La acción de Dios, al ofrecer su perdón, suscita en los corazones una "nueva creación".

"Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvéh. Convertíos y vivid" (Ez 18,30-32).

El corazón que se deja tocar por el perdón de Dios entra en una nueva vida, empieza a existir en el Reino de la misericordia. Si antes sufría bajo las cadenas del pecado, ahora goza en el mundo del amor.

Los que antes éramos "no-pueblo" podemos llegar a ser Pueblo de Dios. Los que vivíamos sin compasión, podemos ahora ser compadecidos (cf. 1P 2,10).

La Encarnación, la Muerte, la Resurrección de Cristo, han abierto las puertas de los cielos, han abierto las puertas de la misericordia. Si el pecado introdujo el misterio del mal en el mundo, la obediencia del Hijo al Padre ha provocado la revolución más profunda en la historia humana: el perdón.

Quien acoge ese perdón, quien se deja tocar por el Amor redentor de Cristo, ya no puede volver a pensar ni a vivir como pecador. Paradójicamente, el pecado “provocó” la llegada de la gracia. Quien ha sido tocado por la misericordia, quien ha abierto su alma a la conversión, empieza a vivir en el mundo del amor.

"¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado" (Rm 6,1-6).

Desde el pecado, borrado por la Cruz del Señor, podemos avanzar hacia el amor. Quien ha recibido tanto amor, sólo puede responder con amor. Quien ha sido perdonado, empieza a comprender que también él necesita perdonar a sus hermanos (cf. Lc 6,37).

Sólo entonces seremos semejantes al Padre de los cielos, que es bueno con todos, también con los ingratos y los perversos (cf. Lc 6,35).
Porque tristemente un día fui pecador. Pero Jesús, en su bondad, me dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8,11).
 
El deseo que solo se satisfará en la eternidad En este mundo vivimos apenas en la esperanza de ver lo que por la fe creemos

Los últimos rayos tenues de sol en un sábado de febrero indicaban que el astro rey luego cedería lugar a las tinieblas de la noche. Una muda y desapercibida melancolía ya se hacía sentir, cuando el cielo se cubrió de un magnífico degradé: el dorado se mezcló con tonos róseos y rojizos, que, a su vez, dieron lugar a un azul-marino. Las plantas, antes iluminadas por una luz dorada, ahora reflejaban un discreto lila. Casi una delicadeza del sol, queriendo compensar, con la belleza de su salida, las horas en que se ausentaría.

Una religiosa andaba por el patio contemplando extasiada ese espectáculo, cuando se deparó con un joven cabizbajo. ¿Qué hacía él por allí? ¿Por qué no había entrado a la iglesia con sus familiares?

- Soy ateo.

- ¿Ateo? - replicó la religiosa. - Tan joven... ¿No fue educado en la fe? ¿O entonces, cómo la perdió? Mire para la naturaleza, no precisa ir muy lejos: ¡mire la puesta de sol! ¿Cómo esa maravilla sería posible sin un Ser Todopoderoso por detrás?

- No... Ese es un fenómeno común y fácilmente explicado por la ciencia.
En ese momento, los familiares del joven salieron de la iglesia y lo llamaron para irse. Este no es un caso aislado en la sociedad actual. La teología, entretanto, no se intimida delante de la comprobación racional de la existencia de Dios. Al contrario, reúne en sí siglos de tradición y pensamiento que pueden dar al hombre la única e ideal solución para sus inquietudes. Con efecto, afirma el gran San Agustín que nuestro corazón fue hecho para Dios e inquieto él está hasta que no repose en el Señor.

1. A la luz de la razón se conoce la existencia, pero no la esencia divina
Dios no sería Dios, sin embargo, si pusiese en el alma humana la sed del infinito y la inquietud, cuando no lo encuentra, y no pusiese al alcance los medios para que todos llegasen a conocerlo.

Ahora, aquí el propio Santo Tomás de Aquino presenta una objeción: el hombre es un compuesto de espíritu y materia, y, por causa de esta su conocimiento, parte de lo sensible: es la clásica afirmación de Aristóteles, adoptada por el Aquinate y por San Buenaventura, que en su obra ‘Itinerarium Mentis a Deo' así se expresa: "El hombre, llamado de microcosmos, tiene cinco sentidos como cinco puertas, por las cuales entra en nuestra alma el conocimiento de todas las cosas que existen en el mundo sensible. En efecto, por la vista, entran los cuerpos sublimes: los luminosos y los demás coloreados, por el tacto, los cuerpos sólidos y terrestres; por los sentidos intermediarios, los cuerpos intermediarios, como los acuosos por el paladar, los aéreos por la audición, y el olfato los evaporables que tienen algo de la naturaleza húmeda, algo de la aérea, algo de la ígnea o caliente, como se puede ver en el humo que de los aromas se desprende' ".

Con todo, Dios es puro espíritu y, siendo incorpóreo, no puede ser captado por nuestros sentidos, de donde se podría concluir que por nuestra razón no podemos llegar al conocimiento de Dios. Con su claridad específica, el Doctor Angélico continúa su exposición, respondiendo él mismo su oposición.

"El conocimiento que se obtiene a través de lo sensible no puede llegar a conocer todo el poder de Dios. Consecuentemente, tampoco puede ver su esencia. Pero, como son efectos dependientes de Él como causa, en ese sentido podemos partir de los efectos para saber que Dios existe" 2.

Por tanto, aquí está el punto de equilibrio: en esta tierra podemos conocer la existencia y hasta algo de la esencia divina, pero somos incapaces de conocer positivamente lo que constituye la propia deidad (esencia). Por ahora somos cuales murciélagos que, incapaces de ver el sol, permanecen constantemente inmersos en la oscuridad, y el sol, indiferentemente, brilla sobre él. El sol existe y es real, pero el murciélago no tiene en su naturaleza capacidad para verlo.

Entretanto, tiene noticia de su existencia al sentir el calor.

2. De los efectos a la Causa: las criaturas, un reflejo del Creador
Conforme arriba mencionado, partiendo de los efectos, por tanto, de las criaturas, podemos remontar a la Causa, el Creador. En primer lugar, la primera prueba que engloba todas las otras es el principio del mundo. Hoy en día hay muchos adeptos a teorías que defienden la independencia del origen del mundo de un Ser Creador. Ahora, en todas las soluciones presentadas, hay ya al inicio un error que va contra el procedimiento normal de la naturaleza: nunca un ser inferior da origen al superior, pero sí lo contrario. Por eso, era imposible que el mundo pasase espontáneamente a existir sin una Mente por detrás.

Además, el gran San Buenaventura afirma que las cosas creadas forman una escalera que nos conduce a Dios, un magnífico camino que comienza a la tarde, en la penumbra de la irracionalidad de los primeros grados de la creación - son los vestigios de Dios -, continúa por la mañana, en la alborada de las criaturas inteligentes, en las cuales el alma del propio caminante se integra, y, por último, termina al mediodía, en el Principio Primero, esto es, en la alegría del conocimiento de Dios y en la reverencia de su majestad 3.

¿Qué, sin embargo, deja Dios entrever a través de lo creado que nos hace vislumbrar como es Él? Vemos en las criaturas sucesivos grados de perfección, participación de la Perfección infinita, o sea, divisamos sus atributos: la Belleza, la Bondad, la Verdad, la Omnipotencia además de un largo cortejo de perfecciones.

El itinerario de la mente a Dios, no hay hombre, consciente de las verdades reveladas o no que sea incapaz de hacerlo. San Pablo, en su carta a los romanos, los reprehende duramente, afirmando como causa de su inmoralidad su recusa de subir la "escalera" natural rumbo a Dios:

"Mientras lo que se puede conocer de Dios ellos lo leen en sí mismos, pues Dios lo reveló con evidencia. Desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, su sempiterno poder y divinidad, se tornan visibles a la inteligencia, por sus obras; de modo que no se pueden excusar".

"Porque, conociendo a Dios, no lo glorificaron como Dios, ni le dieron gracias. Al contrario, se extraviaron en sus vanos pensamientos, y se les oscureció el corazón insensato. Pretendiéndose sabios, se tornaron estúpidos. Cambiaron la majestad de Dios incorruptible en representaciones y figuras de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos y réptiles. Por eso, Dios los entregó a los deseos de sus corazones, a la inmundicia, de modo que deshonraron entre sí los propios cuerpos. Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. ¡Amén!" (Rm 19-25)

3. ¿Quién es Dios?
Llegamos casi al fin del presente texto sin poder responder con éxito la cuestión al inicio planteada. Reflexionamos sobre como la creación refleja al Creador, vimos que llegamos a una pálida noción de cómo es Él, pero no dijimos quien es Él.

Para comprender a Dios, según la razón propia e íntima de Deidad, es preciso una revelación sobrenatural; sólo la fe divina nos permite aquí abajo conocer obscuramente el misterio de la vida íntima de Dios, pero, para saber con evidencia lo que es la Deidad, no hay otro medio sino verla inmendiatamente, como los bienaventurados 4.

Invito al lector a compartir en el Cielo la visión que tendremos de Dios, pues en este mundo vivimos apenas en la esperanza de ver lo que por la fe creemos. "Hoy vemos como por un espejo, confusamente; pero entonces veremos cara a cara. Hoy conozco en parte; pero entonces conocerétotalmente, como yo soy conocido" ( 1 Cor 12,13).

¿Por qué leer la Biblia y cómo hacerlo?
La Biblia o Sagrada Escritura ilumina nuestra inteligencia porque enseña la verdad.

Pregunta: 
Yo quiero saber por qué tengo que leer la Biblia (tengo una amiga que está todo el tiempo insistiéndome en esto). Y además, no sé cómo leerla, porque hay muchas cosas que no entiendo. Esta amiga estuvo participando en una iglesia evangélica y tiene miles de dudas, que después me las pasa a mí; quiero ayudarla pero sólo acepta que hablemos de la Biblia y de lo que está en ella.

Respuesta:
Esta pregunta resulta muy útil para plantear una cuestión de mucha importancia: hay que leer la Biblia, ciertamente, pero no de cualquier manera.

La Biblia es la Palabra de Dios; en esto están de acuerdo todos los cristianos. Y las palabras del Señor son palabras de vida eterna (Jn 6,68).

La Biblia o Sagrada Escritura ilumina nuestra inteligencia porque enseña la verdad. El mismo Cristo dijo: Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas (Jn 12,46). Por este motivo, no debemos silenciar la Palabra de Dios, lo cual sucede cuando vivimos con la cabeza y el corazón en las cosas del mundo; como dice el Señor: El que recibe la Palabra entre espinas, es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan y no pueden dar fruto. (Mt 13,22). Del mismo modo, la Palabra de Dios no debe traficarse, dice San Pablo: Pero nosotros no somos como muchos que trafican con la Palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en nombre de Cristo, como enviados de Dios y en presencia del mismo Dios (2Co 2,17), ni falsificarse: …y nunca hemos callado nada por vergüenza, no hemos procedido con astucia o falsificación de la Palabra de Dios… (2Co 4,2).

La Palabra revelada por Dios, engendra la vida de Dios en el alma como semilla incorruptible: Las palabras que os he dicho son Espíritu y Vida (Jn 6,83). Nos alimenta, como dice Jesucristo: No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4).

Nos hace espiritualmente fecundos (Isaías dice: Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos, y no vuelven allá sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí vacía, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a lo que la envié: Is 55,10- 11). Y nos deleita: La Palabra de Dios es más dulce que la miel (Sal 19,11). Lo cual se puede ver en la experiencia que tuvieron los discípulos de Emaús, a quienes les ardía el corazón, luego que Cristo les abrió las Escrituras (Lc 24,32).

También se dice que la Palabra de Dios es capaz de conmover las piedras: ¿No es así mi palabra, como el Juego, como un martillo golpea la peña? (Jr 23,29); de defendernos, pues es como escudo de acero, como espada filosa (Ef 6,16-19).
De ahí que rechazar la Palabra de Dios sea señal de muerte espiritual (como se deduce de lo que dice Jesús en Jn 5,24).

Las Sagradas Escrituras son el tesoro donde se hallan todos los bienes. De esta Palabra se han alimentado todos los santos, ya sean misioneros, doctores de la Iglesia, etc. La hierba se seca, la flor se marchita, mas la Palabra de nuestro Dios permanece por siempre (Is 40,8).

Pero al mismo tiempo, para que produzca esos frutos, la Biblia o Palabra de Dios debe ser leída como corresponde.

Cuando el diácono Felipe, como nos relata el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 8,26ss), encuentra al servidor de la reina de Candaces, el cual no era ningún ignorante (sino un hombre culto que sabía leer y ocupaba un puesto administrativo en la corte), con el libro del Profeta Isaías abierto y sin comprender, le pregunta: ¿Entiendes lo que lees? Y el ministro de la reina le responde: ¿Cómo voy a entender si nadie me lo explica? Felipe inmediatamente se pone a “abrirle” el sentido oculto de los pasajes que venía recitando en voz alta aquel pagano, y termina por bautizarlo.

¿Cómo debe ser nuestra lectura de la Biblia? Como ha sido para los grandes santos de la cristiandad. Señalemos algunas características:

a) Debe ser una lectura Su autor principal es el Espíritu Santo, por tanto debe el Espíritu Santo ayudarnos a comprenderla. Él nos ayuda en la medida en que nos acercamos a la Biblia como lo que es: Palabra de Dios; y por tanto, cuando lo hacemos con espíritu de oración, de respeto.

Debemos leerla a la luz del principio de la analogía de la fe, el cual es un principio que tiene dos aspectos. Uno negativo: ningún texto de la Biblia puede contradecir realmente otro texto de la Biblia. Por eso decía san Justino: “Si alguna vez se me objeta alguna Escritura que parezca contradictoria con otra y que pudiera dar pretexto a pensarlo, convencido estoy que ninguna puede ser contraria a otra; por mi parte, antes confesaré que no las entiendo”[1]. Otro positivo: Legere Bibliam biblice, es decir, confrontar los diversos pasajes para alcanzar una mejor comprensión: lo que se dice en un lugar oscuramente, en otros pasajes puede aparecer más claro.

Asimismo, la Biblia se explica por la vida de la Iglesia. Nada más extraño al sentido dado al principio apenas expuesto, que entenderlo como una especie de “sola Scriptura”; san Agustín explicaba ya en el siglo IV, que el sentido de la Sagrada Escritura se entiende a partir de los actos de los santos, es decir, en el modo de encarnar la Palabra de Dios en sus vidas; porque el mismo Espíritu por el cual han sido escritas las Sagradas Escrituras, induce a los santos a obrar[2].

Debe ser una lectura atenta a las enseñanzas del Magisterio. Es el mismo Jesucristo, como hemos visto en su lugar, el que ha confiado a los apóstoles y sus sucesores la custodia del depósito de la fe, es decir, la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. La función del Magisterio no limita o restringe nuestra iniciativa; la guía para que no se extravíe. El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo mismo.

b) La lectura de la Biblia debe ser también Esto significa captar todos los sentidos que tiene un texto revelado, que pueden ser muchos. Además del sentido histórico y literal, hay sentidos espirituales, pues muchas de las verdades allí contenidas tienen aplicaciones (proféticas, morales y espirituales) para la vida de la Iglesia y de cada cristiano, que no se agotan en el sentido material de las palabras. Esto lo ha entendido muy bien la Tradición -con algunos casos de abuso de los sentidos espirituales o místicos, como ocurrió con los alegoristas-.

c) Debe ser una lectura Es decir, debe tender a hacerse vida, a encarnarse en cada cristiano. Si no se transforma en la vida del cristiano queda como letra muerta. La verdadera lectura y meditación de la Biblia debe encender la caridad y santidad en cada corazón. Si no nos lleva a la práctica de las virtudes, la misma lectura de la Biblia nos condena, porque obramos contra la voluntad divina conociéndola claramente.


Madre Teresa, en Calcuta

AGencias

"Dios alienta nuestra esperanza en estos tiempos"
Cañizares: "Teresa de Calcuta demuestra que Dios no pasa de largo de los pobres"
"Ha sido y es un don de Dios a la humanidad entera en su Iglesia"

Redacción, 02 de septiembre de 2016 a las 09:48

Fue un aire fresco en una tierra calcinada frecuentemente por el hambre, el desprecio de la vida, la muerte violenta, y la cerrazón de las entrañas ante la miseria de esa inmensa muchedumbre de hermanos nuestros que son considerados deshecho

(AVAN).- El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha asegurado que la Madre Teresa de Calcuta, a la que canonizará el papa Francisco el próximo domingo, "ha de ser el gran signo, el hito que oriente nuestras tareas pastorales en nuestra diócesis" en los próximos años.

El Cardenal, que concelebrará con el papa Francisco el próximo domingo en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, en la misa de canonización de la madre Teresa, ha destacado que "Dios alienta nuestra esperanza en estos tiempos precisamente por Teresa de Calcuta, que será puesta como enseña luminosa para la humanidad entera".

Con el modelo de la madre Teresa de Calcuta, "habrá una Iglesia renovada y renovadora, verdaderamente revolucionaria con la única revolución que cambia el mundo la del amor, la de la caridad, la de Dios que no pasa de largo de los pobres más pobres, sino que se acerca tanto a ellos, que con ellos se identifica: ahí está la santidad", ha precisado.

El titular de la archidiócesis de Valencia ha expresado, además, que la madre Teresa de Calcuta "ha sido y es un don de Dios a la humanidad entera en su Iglesia" y ha resaltado también su dimensión como religiosa, "no lo olvidemos, consagrada al Señor, enteramente de Él y para Él, ante todo".

De igual modo, ha evocado las visitas que realizó a España en las que "siempre pudimos ver en ella la llamada de Dios apremiante a ser santos, muy santos".

La vida de Teresa de Calcuta "fue un aire fresco en una tierra calcinada frecuentemente por el hambre, el desprecio de la vida, la muerte violenta, y la cerrazón de las entrañas ante la miseria de esa inmensa muchedumbre de hermanos nuestros que son considerados deshecho de nuestras ciudades", ha manifestado el cardenal Antonio Cañizares.

Además, "todo el mundo la admira porque hay en ella un rayo de luz y de esperanza, una frescura de vida, una ternura que levanta y libera de la postración o de la exclusión: la ternura de Dios, la luz de su presencia, la esperanza de su amor, la entrega infinita de su vida por nosotros, por los últimos y desheredados de la tierra", ha indicado el Arzobispo.

Finalmente, el cardenal Cañizares ha señalado que "esta mujer, menuda y muy grande, ha sido y es un indicativo claro y esplendoroso de que Dios es Dios, Dios-con­nosotros" y que, también, "es afirmación de que la caridad es lo primero y principal que permanece para siempre; es cercanía de Dios que es amor, al que se le conoce cuando se ama a los demás, con amor preferencial por los más pobres y despreciados: como Él". 

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