Edificar una torre

Realismo responsable

Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.

Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar.

¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la «torre inacabada» no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser «fermento» en medio del pueblo o puñado de «sal» que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.

José Antonio Pagola
23 Tiempo ordinario - C
(Lucas 14,25-33)
04 de septiembre 2016

El amor de Dios no cesará nunca, ni en nuestra vida ni en la historia del mundo. Es un amor que permanece siempre joven, activo y dinámico, y que atrae hacia sí de un modo incomparable. Así lo ha recordado el papa Francisco esta mañana, ante una repleta plaza de San Pedro, en la catequesis del Jubileo de los voluntarios y los operadores de la misericordia. También ha reconocido que “la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta” y que “la misericordia humana no será auténtica hasta que no se concrete en el actuar diario”. De este modo, el Pontífice ha asegurado que el amor de Dios es fiel y no traiciona “a pesar de nuestras contradicciones”. Es un amor fecundo que genera y va más allá de nuestra pereza, ha añadido. Y de este amor “todos somos testigos”. Advirtiendo además que “cuanto más nos dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida”.

Este amor, del que habla el apóstol Pablo en el himno de la caridad, “es un amor que se ve, se toca y se experimenta en primera persona”. Y la forma más grande y expresiva de este amor es Jesús.

Por otro lado, el Santo Padre ha querido subrayar durante la catequesis que no se puede mirar para otro lado y “dar la espalda para no ver muchas formas de pobreza que piden misericordia”. No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano — ha aseverado– pasar de largo y pretender tener la conciencia tranquila soolo porque se ha rezado.

A los presentes, pertenecientes al mundo del voluntariado, les ha recordado que en su realidad, “casi siempre de forma silenciosa y oculta”, dan “forma y visibilidad a la misericordia”. En esta línea ha precisado que en las distintas condiciones de indigencia y necesidad de muchas personas, “vuestra presencia es la mano tendida de Cristo que llega a todos”. La credibilidad de la Iglesia –ha observado– pasa también de manera convincente a través de vuestro servicio a los niños abandonados, los enfermos, los pobres sin comida ni trabajo, los ancianos, los sintecho, los prisioneros, los refugiados y los emigrantes, así como a todos aquellos que han sido golpeados por las catástrofes naturales…

Por eso, el Papa ha pedido a los fieles reunidos en la plaza que sean siempre “diligentes en la solidaridad, fuertes en la cercanía, solícitos en generar alegría y convincentes en el consuelo”. Estad siempre contentos y llenos de alegría por vuestro servicio –ha pedido Francisco– pero no dejéis que nunca sea motivo de presunción que lleva a sentirse mejores que los demás.

Finalmente, el Santo Padre ha querido recordar que mañana Madre Teresa será proclamada santa. Al respecto ha asegurado que este testimonio de misericordia de nuestro tiempo “se añade a la innumerable lista de hombres y mujeres que han hecho visible con su santidad el amor de Cristo”. De este modo ha pedido imitar su ejemplo, y pedir “ser instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de la resurrección”.

Teresa de Calcuta, Santa Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu
Religiosa y Fundadora, 5 de septiembre

Fundadora

Martirologio Romano: En la ciudad de Calcuta, en la India, beata Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu, virgen, que, nacida en Albania, trató de apagar la sed de Cristo clavado en la cruz atendiendo con eximia caridad a los hermanos más pobres, y fundó las congregaciones de Misioneros y Misioneras de la Caridad, para servir a los enfermos y abandonados († 1997).

Fecha de beatificación: 19 de octubre de 2003, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 4 de septiembre de 2016 por S.S. Francisco

Breve Biografía

“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”, decía la Beata Madre Teresa. La Madre Teresa nació un 26 de agosto de 1910 en Skopje. Fue la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. La bautizaron con el nombre de Gonxha Agnes. Recibió la primera Comunión a los cinco años y medio; y la Confirmación la recibió en 1916.

A los ocho años muere su padre y su familia pasa por una gran estrechez económica. Cuando llegó a los 18 años deja la casa para ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como las Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí tomó el nombre de Hermana María Teresa por Santa Teresa de Lisieux. Llega a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de hacer sus primeros votos en mayo de 1931, es destinada a la comunidad de Loreto Entally en esa ciudad de la India donde fue docente de las alumnas del colegio St. Mary.

El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua y llegó a convertirse en directora del mencionado colegio en 1944. Sin embargo, un 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió lo que ella llamó la “inspiración”, su “llamada dentro de la llamada”. Aquel día la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón. En las siguientes semanas, mediante locuciones interiores y visiones, el mismo Jesús le reveló su deseo de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, le dijo el Señor.

Del mismo modo, le pidió que fundara una congregación religiosa al servicio de los más pobres entre los pobres. Es así que después de muchas dificultades, el 17 de agosto de 1948 se visitó por primera vez con el sari blanco orlado de azul y salió del convento de Loreto para introducirse en el mundo de los pobres.

Recorrió los barrios pobres, visitó familias, lavó las heridas de los niños y ayudó a los olvidados. Todos los días recibía la Eucaristía y salía de casa con el rosario en la mano. Luego de algunos meses, se le unieron algunas de sus antiguas alumnas.

En 1950 se establece oficialmente la Congregación de las Misioneras de la Caridad. Tiempo después envió a sus hermanas a otras partes de la India y abre otras casas en Venezuela, Roma, Tanzania y en los cinco continentes.

Con el tiempo funda también a los Hermanos Misioneros de la Caridad, la rama contemplativa de las Hermanas, los Hermanos Contemplativos y los Padres Misioneros de la Caridad. Así como a los Colaboradores de Madre Teresa y a los Colaboradores Enfermos y Sufrientes. Lo que inspiró a los Misioneros de la caridad laicos y al movimiento Sacerdotal Corpus Christi.

En 1979 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz y los medios de comunicación empezaron a seguir con más atención sus obras que daban testimonio de la alegría de amar y de la grandeza y dignidad de cada persona humana.

Al final de su vida y a pesar de sus problemas de salud, Madre Teresa continuó sirviendo a los pobres. Después de encontrarse por última vez con San Juan Pablo II, retorna a Calcuta y el 5 de septiembre de 1997 volvió a la Casa del Padre.

El Papa invita a llevar en el corazón la sonrisa de Madre Teresa

En la homilía de la misa de canonización de la santa albanesa, Francisco recuerda que quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios

El papa Francisco ha recordado que Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, fue “generosa dispensadora de la misericordia divina”, poniéndose a disposición de todos “por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”. Así lo ha indicado en la homilía de la misa de canonización de la monja albanesa, ante una gran multitud que ha acudido a Roma para el gran evento. Durante la homilía, cuando ya se había realizado en rito de canonización, Francisco ha recordado que Madre Teresa se comprometió en la defensa de la vida proclamando incesantemente que “el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre”. El Papa cree, ha indicado, que “tendremos un poco de dificultad en llamarla santa Teresa. Su santidad es tan cercana a nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente continuaremos a decirle Madre Teresa”.

Por otro lado ha subrayado que la ya santa, se inclinó “sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado”. Y de este modo, hizo “sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos”. En esta misma línea ha precisado que la misericordia fue para ella la sal que daba sabor a cada obra suya, y la luz que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.

El Pontífice ha aseverado que la misión que Madre Teresa desarrolló en las periferias “permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”. Por eso, el Papa ha pedido que esta incansable trabajadora de la misericordia “nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”. Del mismo modo ha exhortado a llevar en el corazón “su sonrisa” y entregarla “a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren”.

Haciendo referencia a las lecturas del día, el Santo Padre ha recordado que nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad. Pero haciéndose esta pregunta. ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida? Y para reconocer la llamada de Dios –ha indiado– debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. A Dios, ha proseguido, le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver.

Por eso ha subrayado que “quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios”. Es más, “el compromiso que el Señor pide es el de unavocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor”.

El Santo Padre también ha dedicado unos palabras a las voluntarios presentes en la plaza, que este fin de semana celebran su Jubileo. “Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona”, ha indicado. “Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derramo en el servicio escondido, humilde y desinteresado”, ha exclamado Francisco. Este loable servicio –ha añadido– da voz a la fe y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.

Finalmente, el Papa ha recordado que el seguimiento de Jesús es ·un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso” que “requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio”.

Por esto, los voluntarios “no esperan ningún agradecimiento ni gratificación”, sino que “renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor”.
Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie –ha concluido Francisco– allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza.

Madre Teresa ya es santa

"No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, son quienes aman a Dios"
Francisco canoniza a Madre Teresa, "incansable trabajadora de la misericordia"
Más de cien mil personas a la canonización de la religiosa albanesa, "modelo de santidad" para el voluntariado

Jesús Bastante, 04 de septiembre de 2016 a las 10:44

Nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión

(Jesús Bastante).- "Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión". El Papa Francisco canonizó esta mañana, ante más de cien mil personas, a la madre Teresa de Calcuta. "Seguiremos llamandola madre Teresa", proclamó Bergoglio, sabedor de que se trata de una santa "muy cercana a todos".

Desde las 10,40 horas, santa Teresa. El Papa Francisco, respondiendo a la petición formulada por el cardenal Angelo Amato, respondía: "declaramos y definimos Santa a la Beata Teresa de Calcuta y la inscribimos en el Libro de los Santos, decretando que en toda la Iglesia ella sea venerada entre los Santos".

El relicario donde reposan sus reliquias es unacruz de maderas provenientes de distintos rincones del mundo, donde el sufrimiento es más cruel en neustros días: desde las pateras a los slums de la India.

Un ejemplo más de la riqueza de la fundadora de las Misioneras de la Caridad. Su festividad ha sido establecida el 5 de septiembre, fecha en la que, mañana hará 19 años, la religiosa albanesa dejó este mundo, tras 87 años de trabajo por los más pobres de entre los pobres.

Junto a Francisco, concelebran 70 cardenales, 400 obispos y 1.700 sacerdotes. La delegación española, encabezada por la reina Sofía, está compuesta por la presidenta del Congreso, Ana Pastor, el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García Margallo, y el secretario de Estado para la Unión Europea en funciones, Fernando Eguidazu.

La plaza está, sencillamente, abarrotada. En un lugar destacado, cerca de 1.500 pobres, que asisten, invitados por las Misioneras de la Caridad, a la canonización de Madre Teresa, y que después almorzarán, por deseo del Papa, en el Aula Pablo VI. En su homilía, el Papa recordó cómo "a Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver ". Y es que, como hizo la santa de Calcuta, "cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de los hermanos, hemos dado de comer y de beber a Jesús; hemos vestido, ayudado y visitado al Hijo de Dios".

"No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios" proclamó Bergoglio, quien como hiciera ayer agradeció a los voluntarios cristianos por su "vocación a la caridad". "Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona".

"Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derramo en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este loable servicio da voz a la fe y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad", apuntó el Papa, quien recordó que el seguimiento de Jesús"requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio".

"Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza", añadió. 

Mediada la homilía, Bergoglio recordó cómo "Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada".

Una mujer comprometida "en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre»", que "se ha inclinado sobre laspersonas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos".

"Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad".

"Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión", culminó el Papa, quien añadió que, viviendo como Teresa, "abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura".

Fórmula de la canonización de Teresa de Calcuta que pronunció el Papa Francisco:
«En honor de la Santísima e Indivisible Trinidad, para exaltación de la Fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y la Nuestra, después de la debida reflexión y la oración frecuente implorando la asistencia divina, y después de haber oído el parecer de muchos de nuestros hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santa a la Beata Teresa de Calcuta y la inscribimos en el Libro de los Santos, decretando que en toda la Iglesia ella sea venerada entre los Santos. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Homilía del Papa Francisco: «¿Quién comprende lo que Dios quiere?» (Sb 9,13). Este interrogante del libro de la Sabiduría, que hemos escuchado en la primera lectura, nos presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. Los protagonistas de la historia son siempre dos: por un lado, Dios, y por otro, los hombres. Nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad. Pero para cumplirla sin vacilación debemos ponernos esta pregunta. ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?

La respuesta la encontramos en el mismo texto sapiencial: «Los hombres aprendieron lo que te agrada» (v. 18). Para reconocer la llamada de Dios, debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. En muchas ocasiones, los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje encuentra una síntesis admirable en la expresión: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6; Mt 9,13). A Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver (cf. Jn 1,18). Cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de los hermanos, hemos dado de comer y de beber a Jesús; hemos vestido, ayudado y visitado al Hijo de Dios (cf. Mt 25,40).

Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y profesamos en la fe. No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (cf. 1 Jn 3,16-18; St 2,14-18). Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.

Hemos escuchado en el Evangelio que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Hoy aquella «gente» está representada por el amplio mundo del voluntariado, presente aquí con ocasión del Jubileo de la Misericordia. Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona. Os repito las palabras del apóstol Pablo: «He experimentado gran gozo y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti, los corazones de los creyentes han encontrado alivio» (Flm 1,7). Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derramo en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este loable servicio da voz a la fe y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.

El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor. Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza.

Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre». Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento. Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad. Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión. Madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.

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