«Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo»
- 11 Septiembre 2016
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Una parábola para nuestro días
En ninguna otra parábola ha querido Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como esta del «Padre bueno».
El hijo menor dice a su padre: «dame la parte que me toca de la herencia». Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. No será feliz hasta que su padre desaparezca. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.
¿No es esta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.
El hijo se marcha a «un país lejano». Necesita vivir en otro país, lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo... ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?
Pronto se instala el hijo en una «vida desordenada». El término original no sugiere solo un desorden moral sino una existencia insana, desquiciada, caótica. Al poco tiempo, su aventura empieza a convertirse en drama. Sobreviene un «hambre terrible» y solo sobrevive cuidando cerdos como esclavo de un extraño. Sus palabras revelan su tragedia: «Yo aquí me muero de hambre».
El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?
El joven «entró dentro de sí mismo» y, ahondando en su propio vacío, recordó el rostro de su padre asociado a la abundancia de pan: en casa de mi padre «tienen pan» y aquí «yo me muero de hambre». En su interior se despierta el deseo de una libertad nueva junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión: «Me pondré en camino y volveré a mi padre».
¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, «sale corriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente». Esos abrazos y besos hablan de su amor mejor que todos los libros de teología. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.
XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO LA MISERICORDIA DIVINA
(Ex 32, 7-11.13-14; Sal 50; 1Tim1, 12-17; Lc 15, 1-32)
Este domingo tenemos los impresionantes ejemplos de las tres parábolas lucanas en las que Jesús se presenta como revelación de la misericordia divina. Las imágenes del “Buen Pastor”, de “la mujer que busca la dracma perdida” y “del padre de los dos hijos” constituyen el tríptico del autorretrato de Jesús, rostro de la misericordia del Padre.
La primera lectura de la liturgia de la Palabra refiere la súplica de Moisés a Dios, por la que obtiene el perdón para su pueblo, porque la ira de Dios “dura un instante, su bondad de por vida. “Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.
El salmista pone en nuestro labios la oración más adecuada, para cuando tenemos necesidad del perdón divino: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado”.
San Pablo da testimonio de cómo él, siendo pecador, recibió de Jesús el abrazo del perdón: “Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacia. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.”
El Evangelio sitúa las parábolas de la misericordia en el ámbito de las críticas de los fariseos: “En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos».” Y como si quisiera superar toda duda, el evangelista triplica el argumento del perdón.
Sorprenden las referencias de Jesús en las parábolas, en las que aparece una oveja, una dracma y un hijo. Interpreto que no hay circunstancia a la que no pueda alcanzar la misericordia divina.
Si, además vemos este domingo, 11 de septiembre, a la luz del calendario litúrgico, las lecturas nos ayudan aún más teniendo en cuenta que la Exaltación de la Cruz se celebra el día 14.
Nadie queda excluido del perdón divino, de los frutos de la ofrenda generosa de Jesucristo en la Cruz. Si te dejas perdonar por el Señor y abrazar por la misericordia, contribuirás al gozo del Señor: “Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”.
Dom 11.9.16. Justicia del hijo, misericordia del padre. Un tema abierto
Dom24 tiempo ordinario. Ciclo C. Lucas 1-32. La parábola llamada "del hijo pródigo" deja el tema sin resolver. El hermano menor ha vuelto a casa, tras gastar la herencia, y su llegada enfrenta al padre con su hijo mayor:
-- El hijo mayor representa la justicia de la ley. A su juicio, hijo menor (pródigo) que ha gastado el dinero de la herencia en fiestas y pecados debe pagar por lo que ha hecho.
Hay que castigarle, ponerle a trabajar duro, que reconozca no sólo su pecado, sino que devuelva lo gastado, para que la herencia común pueda repartirse bien entre los dos hermanos.
-- El padre representa la misericordia.Más que la justicia, le importa el hijo menor, que ha estado en trance de perderse. Ciertamente, más tarde, celebrada la fiesta, se podrá hablar quizá de justicia (de cómo replantear nuevamente las cosas, entre los dos hermanos,de cómo repartir trabajos y gastos), pero por ahora, ante el hijo que vuelve, ha de expresarse la misericordia: la fiesta del vino y ternero cebado, con la música y el baile.
El hijos menor, el pródigo, queda así en medio de las dos actitudes, ejemplarmente representadas por el padre y el hermano mayor.
-- El Padre es la misericordia antes de la ley. Es el amor y la fe que valora a las personas, por encima de todo lo que han hecho, no porque todo dé lo mismo, sino porque el perdón y la fiesta puede cambiar al mismo pródigo (que tiene necesidad de cambiar, no sólo por justicia, sino por dignidad personal).
-- El hijo mayor es la ley antes de la misericordia. Que su hermano empiece pagando, y que lo haga en serio... Sólo después, si se convierte de verdad y paga la deuda, se podrá hablar de fiestas.
La solución del problema no es fácil. Porque el problema no habla sólo de hermanos en privado y de padres buenos... Habla de la vida social, de la responsabilidad ante la justicia... y de la misericordia. Hay que intentar reconocer también las razones del hermano mayor... (así lo he querido mostrar en mi libro sobre la misericordia).
En este contexto de la parábola se sitúa el Congreso sobre Mística y Misericordia que se ha celebrado en Ávila a lo largo de este semana.
-- Una mística sin misericordia acaba siendo estéril y en el fondo injusta, pues se evade del mundo de Jesús, del sufrimiento de los pobres.
-- Una misericordia sin mística pierde su "mordiente", es decir, su base, su orientación, su "gasolina", si es que puede emplearse esta palabra popular.
Buen domingo a todos, buena reflexión y mejor opción, a favor de la misericordia justa y de la justicia misericordiosa.
Texto (parte final)
a. El principio misericordia: El Padre
El hijo pródigo vuelve y le dice al Padre:"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete.
b. Principio justicia. El hermano mayor
Su hijo mayor estaba en el campo.Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
c. Un intento de solución
Y él mayor replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""
Una reflexión abierta
El centro no es el hijo que vuelve, quizá arrepentido, sino el Padre que le espera y acoge, con misericordia, ofreciéndole una terapia de amor y de fiesta.
El centro es también el hermano mayor, que quiere que se cumpla la justicia, que el menor pague por lo que ha hecho, de devuelva lo gastado, que ha de ser para los dos (no quiere darle otra vez la mitad de la herencia del padre a quien ya la ha gastado).
La respuesta del Padre refleja la conducta específica de Jesús, que ofrece amor y anuncia salvación a quienes parecían haberse separado de la alianza israelita, es decir, a los expulsados e impuros, teniendo que enfrentarse por ello con los “puros” y los cumplidores según ley. Pero los puros como el hermano mayor... y los limpios tienen también su razón..
Una lectura “crítica”
Esta parábola nos lleva más allá de la ley, es decir, de una justicia entendida en forma equivalencia judicial.
Conforme a una justicia de ley (talión), el padre no puede recibir con fiesta al hijo que ha malgastado su fortuna, sino que debe exigirle cuentas de lo que ha hecho.
Pero la misericordia del padre, que ama al hijo y se conmueva (esplagkhnisthê, 15, 20), viéndole venir, está por encima de esa ley.
(a) Este padre de misericordia, que es símbolo del Dios de Jesús, recibe en su casa al hijo pródigo, sin reprocharle nada, al contrario, haciendo fiesta.
(b) El hermano mayor, que reproduce los principios religiosos y sociales de los fariseos y escribas, se opone según ley a la misericordia del padre.
Esta parábola rompe los estereotipos y principios de la justicia social, proponiendo un principio superior u subversivo de misericordia, que no ha de entenderse sólo en un plano intimista de relación con Dios (o entre familiares íntimos), sino de organización eclesial y social.
Pero esa misericordia del padre ha de ser capaz de engendrar justicia social, pues el hermano mayor también tiene su razón. El problema está en cómo aplicar esta parábola a la vida concreta de la iglesia y del conjunto social, el problema es cómo hacer que la misericordia se vuelve principio de justicia.
‒ El principio de la justicia social es claro, está de parte del hermano mayor, que quiere aplicar la ley al hermano menor que ha vuelto tras gastarlo todo. Esta parábola no habla de justicia legal, pero es claro que el tema está en su fondo. Un padre particular, como el de la parábola, puede actuar como en la parábola, pero en un contexto social (o eclesial) su actitud puede causar problemas.
‒ Sin duda, la respuesta de ese padre responde al principio de una justificación gratuita, propia del Dios que acoge y justifica al pecador, según Pablo. Pero ¿cómo construir sobre esa base un orden social, una iglesia? La conducta de este padre responde al “rehem” divino de Ex 34, es decir, a la conmoción interna, que precede a toda ley concreta, y que está por encima de. Pero ¿cómo organizar desde ese rehem una sociedad concreta?
Evidentemente, Lucas nos diría que se trata de superar un tipo de justicia, a partir de la misericordia, para fundamentar así la justicia de otra forma, desde el don más alto de la gracia (es decir, de la misericordia), partiendo de la muerte y resurrección de Jesús. Pero ello exige una serie de adaptaciones y aplicaciones que sólo Mateo ha comenzado a formular en el Nuevo Testamento.
Nueva reflexión
Ésta es una parábola del amor escandaloso y provocador, parábola de la fiesta del padre… Pero ella ve en contra de una justicia que exige que a cada uno se le sancione según sus obras.
(1) El hermano “fiel” ha hecho lo que debe y por eso critica con todo derecho a su padre: ha cumplido la ley y así quiere que nadie (ni su hermano menor) derroche la herencia.
(2) El menor no ha sido fiel, pero, al final, quiere ponerse bajo la ley del padre: ¡quiere que le trate como a un jornalero! No exige la entada en la familia e intimidad de la casa, no viene por más herencia. Le basta con que quieran recibirle y mantenerle a sueldo.
(3) Pero el Padre le recibe como hijo de casa, no como jornalero, en amor y no por ley, queriendo que el otro hermano haga lo mismo. El Padre hace fiesta. Es un buen "viejo" como dicen en muchas tierras de lengua castellana
Una anotación crítica. El pródigo podría ser un aprovechado, un puro vago y gorrón
La parábola no dice si el hijo/hermano pródigo viene arrepentido, sino simplemente por hambre. La necesidad le hace volver en la casa de su padre, no el cariño (que vendrá después). Posiblemente no sabe de amor: ha malgastado la fortuna con mujeres sin amor (Lc 15, 30) y que no ha encontrado casa en ellas. Ha derrochado su herencia y al fin se encuentra sólo, entre los puercos de una herencia ajena, tratado como mercancía, a pan tasado. Por eso vuelve sin amor, por necesidad. Vemos así que ésta no es una parábola del arrepentimiento, sino de la miseria del hijo y de la misericordia del padre, de manera que son equivocadas las interpretaciones moralizantes que acentúan la bondad del pródigo, para resaltar después la dureza legalista del otro hermano.
El pródigo no vuelve por bondad; ni siquiera se dice en el texto que vuelve como arrepentido, pues sus palabras (¡he pecado contra el cielo y contra ti...!) pueden ser ejercicio normal de retórica. No tiene por qué ser bueno; es simplemente necesitado. Pero vuelve y el padre le ama y ese amor del padre puede trasformarse, llevándole del plano de la ley al plano del amor gratuito. Por su parte, el mayor no es malo, pero quiere mantener el orden de la casa, según la ley, conforme a los principios de administración del mundo. Para que exista justicia, tiene que oponerse al gesto del padre que convierte nuevamente al pródigo en dueño de la casa.
Más allá del engaño del pródigo y del legalismo del mayor
Ni el pródigo es justo (es sólo un perdido en busca de comida), ni el mayor injusto (es simplemente un hombre de la ley).
Bueno y amoroso es sólo el padre porque cree que los hijos pueden vivir en gratuidad, juntos en la misma casa, en gesto de alegría compartida. Así termina el texto, de manera abierta: no sabemos si el hermano mayor entrará en la casa que el padre ha abierto de par en par para el pequeño que vuelve. No sabemos si el pequeño se dejará amar hasta el final… El final de la parábola depende de los mismos oyentes o lectores, que son los que tienen que responder y completar el lo que ha dicho Jesús: ¿Acogerá el hermano mayor al menor? ¿Cómo podrán relacionarse después? Esas preguntas nos sitúan en el interior del evangelio y de la vida de la Iglesia.
Nuevamente ¿vuelve arrepentido, va a cambiar este pródigo?
La catequesis y el magisterio de la Iglesia han utilizado esta parábola con fines pedagógicos: para que los pródigos se conviertan, para que los hermanos mayores sean capaces de aceptarles en casa. El segunddo caso es claro, el primero no tanto.
Desde un punto de vista literario y religioso, la parábola no exige que el hijo menor se convierta... Si vuelve es, de hecho, expresamente, por hambre. Sólo por hambre, pero vuelve... Y vuelve dispuesto a tratar con su padre...
Pero el padre no le exige tratos, ni disculplas. Simplemente le acepta en la casa, le ofrece su fiesta... No le ha ido a buscar (porque respeta la libertad del hijo); pero está esperando su vuelta, sin condiciones.
El texto no lo dice. Algún lector puede suponer que el pródigo vuelve arrepentido, pero ni el texto lo exige, ni el padre habla para nada de arrepentimiento.
La fiesta del padre--- ¿Para que el menor se convierta, para que al fin pueda haber justicia?
El Padre hace fiesta por su hijo que ha vuelto. Una fiesta sin condiciones. Una fiesta en la que quiero destacar estos rasgos:
Vestido. El padre pide a los criados que traigan para el hijo su vestido antiguo (stolên tên proôtên)..., la estola primera de autoridad y de fiesta. La estola es una túnica talar de fiesta y de gloria, como la que lleva en ángel de pascua (Mc 16,5) y los glorificados de Ap 6, 11; 7, 9... Las estolas largas son signo de autoridad y así las llevan los escribas vanidosos de Lc 20, 46 par. El padre no pone a su hijo un traje de faena (de obrero), sino el vestido de autoridad y gloria.
Poned el aniño en su dedo... El anillo no es aquí signo de novio en matrimonio, ni objeto de adorno... sino expresión de autoridad. Los reyes son los que llevan el anillo con el que firman sus documentos. El padre le da al hijo su cuenta, la firma de banco, la autoridad sobre la casa..., sin haberle preguntado nada, sin cerciorarse de que viene arrepentido... Simplemente por gozo, simplemente por fiesta.
Lo mismo las sandalias... No son las sandalias ordinarias del camino, sino las de la casa... Sandalias para vestir, para bailar, para comer en el banquete que llega...
Comamos, celebremos... El traje es de fiesta, de fiesta la comida, que es comida de alegría del padre. Quizá pudiéramos decir que lo que puede curar al hijo es la alegría del padre...
La música y el baile... Esto es lo que oye, esto es lo que siente el hijo que vuelve del trabajo. Oye la música, siente los bailes... No se dice cómo son, pero todo permite suponr que son bailes de de chicos y chicas.. El mayor dirá que su hermano ha gastado la fortuna con "malas mujeres" (15, 30).
Lógicamente el padre invita a las mujeres buenas y a las buenas mujeres (hombres y mujeres buenos, en la fiesta del Padre). Ahí me quedo. No sigo por hoy con la parábola. Espero comentarios sobre los trajes y sobre todo sobre el posible arrepentimiento del hijo... ¿No estará loco el viejo haciendo esta fiesta?
Francisco, en la cátedra de la ventana
Recuerda al beatificado Bukowinski, ejemplo de las obras de misericordia
El Papa pide oraciones por Gabón para que cese la violencia y se respete la legalidad
"La debilidad de Dios que, cuando nos abraza y nos perdona, pierde la memoria y olvida el pasado"
José Manuel Vidal, 11 de septiembre de 2016 a las 12:26
Dios espera siempre nuestra vuelta, nos espera con paciencia, nos ve cuando estamos lejos, nos corre al encuentro, se nos echa al cuello, nos abraza, nos besa y nos perdona. Así es Dios. Así es nuestro padre
(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco, rezó el ángelus y, en su catequesis, habló de la "debilidad de Dios que, cuando nos perdona, pierde la memoria". También tuvo presente la situación de Gabón y pidió que cese la vilencia y se respete la legalidad. Asimismo recordó al beatificado Ladislao Bukowinski, de Kazajistán, "ejemplo de las obras de misericordia espirituales y corporales".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"La liturgia de hoy nos propone el capítulo XV del Evangelio de Lucas, considerado el capítulo de la misericordia"
"Recoge tres parábolas, con las que Jesús responde a las murmuraciones de escribas y fariseos"
"Dios tiene una actitud de acogida y de misericordia con el pecador"
"UN elemento común a las tres parábolas es el expresado por los verbos que significan hacer fiesta y alegrarse juntos"
"No se habla de hacer luto, sino de alegrarse"
"El acento se pone sobre la alegría tan incontenible como para compartir con amigos y vecinos"
"La fiesta de Dios por los que regresan a Él arrepentidos está relacionada con el año jubilar que estamos viviendo"
"Jesús nos presenta el rostro verdadero de Dios: un Padre con los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y amor"
"La vía del retorno a casa es la de la esperanza y de la vida nueva"
"Dios espera siempre nuestra vuelta, nos espera con paciencia, nos ve cuando estamos lejos, nos corre al encuentro, se nos echa al cuello, nos abraza, nos besa y nos perdona. Así es Dios. Así es nuestro padre"
"Su perdón borra el pasado y nos regenera en el amor"
"Ésta es la debilidad de Dios que, cuando nos abraza y nos perdona, pierde la memoria y olvida el pasado"
"Les hago una pregunta: ¿Han pensado que siempre que nos acercamos al confesionario hay alegría y fiesta en el cielo?"
"No hay pecado del que no podamos salir. Nadie es irrecuperable"
Saludos después del ángelus
"Quisiera invitar a una especial oración por el Gabón, que está atravesando momentos de grave crisis política. Confío al Señor a las víctimas del conflicto y a sus familiares. Me asocio a los obispos, para invitar a las partes a rechazar toda violencia y a tener como objetivo el bien común. Pido a todos, especialmente a los católicos, a ser constructores de paz, en el respeto de la legalidad, en el diálogo y en la fraternidad"
"Hoy en Kazajistán es proclamado beato Ladislao, perseguido por su fe. ¡Cúanto sufrió este hombre! Demostró gran amor a los más débiles y necesitados. Su vida es una condensación de las obras de misericordia espirituales y corporales".
El papa Francisco, como cada domingo, ha rezado el ángelus desde la ventana del estudio de l Palacio Apostólico, con los miles de personas congregadas en la plaza de San Pedro para el habitual encuentro dominical.
Estas son las palabras para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de hoy nos propone el capítulo 15 de Evangelio de Lucas, considerado el capítulo de la misericordia, que recoge tres parábolas con las que Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y de los fariseos. Estos critican su comportamiento y dicen: “Ése acoge a los pecadores y come con ellos” (v. 2). Con estas tres historias, Jesús quiere hacer entender que Dios Padre es el primero a tener hacia los pecadores una actitud acogedora y misericordiosa. Dios tiene esta actitud.
En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la que se ha perdido. En la segunda es comparado con una mujer que ha perdido una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado; la figura del padre desvela el corazón de Dios misericordioso, manifestado en Jesús. Un elemento común de estas parábolas es el expresado por los verbos que significan alegrarse juntos, hacer fiesta. No se habla de hacer luto, se alegra, se hace fiesta. El pastor llama a los amigos y vecinos y les dice: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido” (v. 6); la mujer llama a las amigas y las vecinas diciendo: “Felicitadme, he encontrado la moneda que se me había perdido” (v. 9); el padre dice al otro hijo: “Celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado” (v. 32). En las primeras dos parábolas el acento está en la alegría tan incontenible que se debe compartir con “amigos y vecinos”. En la tercera parábola está puesto en la fiesta que parte del corazón del padre misericordioso y se expande a toda la casa. Esta fiesta de Dios por aquellos que vuelven a Él arrepentidos es entonada como nunca en al Año jubilar que estamos viviendo, ¡como dice el mismo término ‘jubileo’! Es decir, júbilo. Con estas tres parábolas, Jesús nos presenta el verdadero rostro de Dios, un Dios de los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión.
La parábola que más conmueve a todos, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la del padre que aferra a sí y abraza al hijo encontrado. Es decir, lo que conmueve no es tanto la triste historia de un joven que se precipita a la degradación, sino sus palabras decisivas: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre” (v. 18). El camino de regreso hacia la casa es el camino de la esperanza y de la vida nueva. Dios espera nuestro volver a ponernos en viaje, nos espera con paciencia, nos ve cuando todavía estamos lejos, corre a nuestro encuentro, nos abraza, nos besa, nos perdona. Así es Dios, así es nuestro Padre. Y su perdón cancela el pasado y nos regenera en el amor. Olvida el pasado, esta es la debilidad de Dios. Cuando nos abraza, nos perdona, pierde la memoria, no tiene memoria. Olvida el pasado. Cuando nosotros pecadores nos convertimos y nos hacemos reencontrar por Dios, no nos esperan reproches y durezas, porque Dios salva, acoge de nuevo en casa con alegría y hace fiesta. Jesús mismo en el Evangelio de hoy dice: “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Os hago una pregunta, ¿habéis pensado alguna vez que cada vez que vamos al confesionario, hay alegría y fiesta en el cielo? ¿Habéis pensando en esto? Es bonito.
Esto nos infunde gran esperanza porque no hay pecado en el que hayamos caído del cual, con la gracia de Dios, no podamos resurgir. No hay una persona irrecuperable, nadie es irrecuperable, porque Dios no para nunca de querer nuestro bien, ¡también cuando pecamos! La Virgen María, Refugio de los pecadores, haga surgir en nuestros corazones la confianza que se enciende en el corazón del hijo pródigo: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti” (v. 18). Por este camino, podemos dar gloria a Dios, y su gloria se pueden convertir en su fiesta y la nuestra.