«Di,tan sólo,una palabra»
- 12 Septiembre 2016
- 12 Septiembre 2016
- 12 Septiembre 2016
Evangelio según San Lucas 7,1-10.
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace". Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe". Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Basilio de Seleucia (¿-c. 468), obispo Homilía sobre el centurión; PG 85, 235s
«Di,tan sólo,una palabra»
Señor, mi criado está en cama, paralítico, y sufre mucho. Si bien es un esclavo, no por ello, es menos hombre este que sufre. No mires la bajeza del esclavo, sino la gran gravedad de su mal». Así hablaba el centurión; y ¿qué que dice la Bondad suprema? : «Yo vengo y le curaré. Yo que, preocupado por los hombres, me he hecho hombre, he venido por todos, y no voy a despreciar a ninguno. Yo le curaré » Por la rapidez de su repuesta, Cristo aguijonea la fe : «Señor, no soy digno de que entres en mi casa.» ¿Te fijas en cómo el Señor, igual que un cazador, ha hecho salir la fe que estaba escondida en lo secreto de su interior ? «Di, tan sólo, una palabra y mi servidor será curado de su mal, liberado de la servidumbre de su enfermedad. Porque yo, que estoy sometido a unos superiores, tengo soldados bajo mis órdenes, i digo a uno : ‘Ves’, y va, a otro : ‘Ven’, y viene. Es así que he conocido la fuerza de tu poder. Es a partir de lo que tengo, que he reconocido a aquel que me sobrepasa. Veo los ejércitos de curaciones, veo las tropas de milagros esperando tus órdenes. Envíalas contra la enfermedad, envíalas como yo envío a un soldado.»
Y Jesús, admirado, dijo: No he encontrado una fe tan grande en Israel. El que era un extranjero, un no-llamado, que no formaba parte del pueblo de la alianza, que no participó de los milagros que hizo Moisés, que no había sido iniciado en sus leyes, que no había conocido las palabras de los profetas, por su fe ha adelantado a los otros.»
Guido, Santo
Campesino modelo de Anderlecht, 12 de septiembre
Sacristán
Martirologio Romano: En Anderlecht, en Brabante, cerca de Bruselas (Bélgica), san Guido o Guy, primer sacristán en la iglesia de Nuestra Señora de Laken, en Bélgica, que fue dadivoso con los pobres y peregrinó a los santos lugares por siete años y, vuelto a su tierra, murió piadosamente († c. 1012)
Breve Biografía
Entre sus paisanos era conocido por su piedad sencilla y constante y requerido para trabajos concienzudos y esforzados. Vamos que la piedad le llevaba a no ser perezoso y que el trabajo de la tierra le ayudaba a mirar al Cielo. Un buen día le sugirieron una posibilidad de cambio de oficio. Podría pasar nada menos que a ser sacristán cerca de Bruselas, en la iglesia de Lacken. Ello supuso también un cambio de ciudad y de costumbres. Parece que le tentó el comercio y en ese campo de la actividad humana quiso hacer pinitos saliendo mal el asunto y perdiendo sus ahorros.
Se dedicó entonces a peregrinar por el mundo. Casi se puede decir que comenzó una bohemia en la que sólo él gobernaba su existencia sin que hubiera de dar cuentas a nadie. Pero lo hizo bien. Se sabe que estuvo dos veces en Tierra Santa y dos veces en Roma. De hecho, debió aprovechar muy bien su tiempo libre por lo que se relata a continuación.
Regresó del deambulaje y murió poco después en Anderlecht, su ciudad, donde se le enterró casi como a un desconocido.
Pero, en su sepultura comenzaron a suceder hechos maravillosos que empezaron a atraer a la gente del pueblo primero y a los lejanos después... De hecho sus reliquias comenzaron a recibir culto y la devoción a San Guido se extendió rápidamente, cobrando auge continuo y popularidad.
Bien hicieron los agricultores de su tierra y de su tiempo en tomarlo por patrono, como en España harían poco después con San Isidro; también los sacristanes de entonces y de hoy se protegen con este santo intercesor que entendía de cirios, de cajoneras y campanas; no menos podrían acudir a este trotamundos los que se ocupan de desperezar el tiempo libre propio o de los demás.
Una vez más, con este santo agricultor, sacristán, comerciante fracasado y caminante del mundo, se nos enseña que la santidad no es patrimonio exclusivo de conventuales, sabios o mártires.
Señor, no soy digno de que entres en mi casa
Lucas 7, 1-10. Tiempo Ordinario. La tribulación nos hace sufrir pero el confiarse al Señor da la esperanza y de ahí surge la paz.
Oración Introductoria
Dios mío, te pido me concedas la gracia de iniciar esta oración con la fe del oficial romano. Deseo profundamente mejorar mi estilo de vida porque he tomado la decisión y tengo la confianza de que, con tu ayuda, puede llegar a ser un auténtico testigo de tu amor.
Petición
Señor, no soy digno, pero humildemente te pido que aumentes mi fe para poder unirme a Ti.
Meditación del Papa Francisco
Un cristiano puede llevar adelante las tribulaciones y también las persecuciones confiándose al Señor. Solamente él es capaz de darnos la fuerza, de darnos la perseverancia en la fe, de darnos esperanza.
Confiar al Señor algo, confiar al Señor este momento difícil, confiar a mí mismo al Señor, confiar al Señor a nuestros fieles, nosotros sacerdotes, obispos, confiar al Señor nuestras familias, nuestros amigos y decirle al Señor: ‘Cuida a estos que son tuyos’.
Esta es una oración que no hacemos siempre, la oración en la que confiamos algo o alguien: ‘Señor te confío esto, llévalo Tú adelante’, es una bella oración cristiana. Es la actitud de la confianza en el poder del Señor, también en la ternura del Señor que es Padre.
Asimismo, cuando una persona hace esta oración desde el corazón siente que es confiada al Señor, es segura: Él no decepciona nunca. La tribulación nos hace sufrir pero el confiarse al Señor da la esperanza y de ahí surge la tercera palabra: paz.
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas. Esta es la lección de este Evangelio. Jesús, por compasión y buena voluntad, se levanta y va a curar al siervo del centurión, pero cuando llega a casa de éste, salen los amigos con su recado: "No soy digno..." y "...con una palabra tuya..."
Fe y humildad. La combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Porque de otra manera no hubiera podido arrancar de su Divina misericordia esta gracia.
Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.
Propósito
Al acercarme a recibir la Eucaristía, rezar con atención el «Yo no soy digno…». Imitemos la actitud del centurión cada vez que acudamos a Dios. Si rezamos con fe y humildad, seguro que nos concederá lo que pidamos.
Diálogo con Cristo
Jesús, enséñame a orar. A saber pedir lo que realmente conviene a mi salvación y a la de mis hermanos. Que sea dócil a tus tiempos y disposiciones y que no me agite queriéndote imponer lo que YO considero el mejor bien. Que sepa suplicar con aquella confianza de tu madre santísima en las bodas de Caná, no dudar nunca de tu cercanía, de tu interés, de tu gran amor por mí, aunque yo no sea digno ni pueda corresponder, sin tu ayuda, a este gran amor.
¿La fe es amor o normas?
Ser cristiano es un modo de pensar y de vivir que comprende al hombre en su totalidad.
Muchos católicos piensan su fe cristiana en clave dicotómica. Por un lado, encuentran en ella una espiritualidad bellísima, un mensaje maravilloso, una esperanza y un proyecto para vivir sólo en el amor. Por otro, ven una serie de mandamientos y de "normas" que sienten como una camisa de fuerza o como tijeras que cortan las alas de sus sueños y que impiden vivir según el progreso de la sociedad.
En realidad, los mandamientos que Dios nos ha dado y las normas que la Iglesia nos ofrece no son obstáculos, sino parte misma de la respuesta de amor que nace de la fe en el Evangelio.
Porque ser cristiano no es sólo creer que Dios nos ama, que Cristo nos ofrece la salvación con su entrega en la cruz. Ni es sólo rezar en los momentos de dificultad para pedir ayuda, o en los momentos de alegría para reconocer que los dones vienen de Dios. Ni es sólo entrar en una iglesia para las “grandes ocasiones”: un bautizo, un matrimonio, un funeral...
Ser cristiano es un modo de pensar y de vivir que comprende al hombre en su totalidad. Desde que suena el despertador o alguien nos grita que nos levantemos, hasta el momento de acostarnos, cuando apenas tenemos fuerzas para colocar la camisa en el armario.
Es, por lo tanto, falsa la dicotomía que lleva a muchos a aceptar algunos aspectos espirituales de su fe cristiana y a dejar de lado las exigencias concretas de esa misma fe. Porque la fe en Dios llega a todos los ámbitos de la vida: lo que uno piensa ante el espejo, lo que uno dice en el teléfono, lo que uno hace con el poco o mucho dinero de su cuenta bancaria, lo que uno comenta ante un amigo, lo que uno hace o no hace en el trabajo, lo que uno ve y piensa ante la televisión, lo que uno come o deja de comer.
Sería triste caminar en la vida con la falsa idea de que podemos declararnos católicos sólo porque así lo creemos y lo decimos ante una encuesta pública.
Porque un católico lo es de verdad cuando, desde su fe, esperanza y caridad, lucha día a día para poner en práctica el Evangelio y para acoger las enseñanzas que nos vienen del Papa y de los obispos, es decir, de los sucesores de los Apóstoles y defensores del gran tesoro de nuestra fe.
Por eso mismo también es incoherencia y falsificación de la fe cristiana el cumplir escrupulosamente normas y reglas, mandamientos y Derecho canónico, con un corazón frío, con un espíritu fariseo, con faltas enormes al mandamiento del amor.
Las obras valen sólo cuando están sumergidas en una fe profunda y en una caridad auténtica. De lo contrario, caemos en formalismos que poco a poco marchitan el alma y nos llevan a caminar sin la alegría profunda de quien vive en un continuo trato de intimidad con un Dios que nos mira, de verdad, como hijos muy amados.
Hay que superar la esquizofrenia del espíritu que separa la fe y las obras, la piedad y el trabajo, la espiritualidad y el compromiso serio por el Evangelio. No basta decir “Señor, Señor” para ser sarmientos fecundos. Ni sirve para nada hacer mil acrobacias formalistas sin un corazón lleno de amor hacia nuestro Padre de los cielos y hacia cada compañero de camino.
Hoy podemos, con sencillez, con humildad, con la valentía del cristiano, decirle a Cristo: acojo tu Amor, Jesús. Quiero vivir según el Evangelio, quiero escuchar la voz de tus pastores, quiero que la caridad sea la luz que guíe cada uno de mis pasos, en lo grande y en lo pequeño...
El Dulce Nombre de María
Según se cuenta, el origen del Dulce Nombre de María hace referencia a los ocho días después del nacimiento de la Virgen, en que sus padres le impusieron el Nombre
Dulce Nombre de la Virgen María hace referencia a la festividad litúrgica cristiana, con motivo de la conmemoración del nombre de María, madre de Jesucristo. María (en arameo Mariam) es el nombre que se usa en los evangelios para referirse a la madre de Jesús de Nazaret. Para los cristianos católicos, ortodoxos, coptos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios». En el Islam se usa el nombre árabe Maryam.
Según se cuenta, el origen del Dulce Nombre de María hace referencia a los ocho días después del nacimiento de la Virgen, en el cual sus padres le impusieron el Nombre. Se celebra el 12 de septiembre.
El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el motivo de esta festividad, instituida con el objeto de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de la Virgen María, las necesidades de la iglesia, le den gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la mediación de la Virgen María.
Por primera vez, se autorizó la celebración de esta fiesta en el año 1513, en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España y en 1683, el Papa Inocencio XI la admitió en la iglesia de occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan III Sobieski, rey de Polonia.
Esta conmemoración es probablemente algo más antigua que el año 1513, aunque no se tienen pruebas concretas sobre ello. Todo lo que podemos decir es que la gran devoción al Santo Nombre de Jesús, que se debe en parte a las predicaciones de San Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para una conmemoración similar del Santo Nombre de María.
El papa en Sta. Marta: el diablo quiere destruir la unidad de la Iglesia
Francisco comentando la carta de san Pablo a los Corintios señala el ataque a la raíz que es la santa misa, y dos factores: las divisiones y el dinero
12 SEPTIEMBRE 2016
REDACCIONEL PAPA FRANCISCO
El Papa Francisco Celebrando En La Casa Santa Marta (Foto Archivo © Osservatore Romano)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Las divisiones destruyen la Iglesia y el diablo ataca la raíz de la unidad, o sea la celebración eucarística. Lo indicó este lunes el papa Francisco en la misa matutina en la Casa Santa Marta, en el día en que la Iglesia recuerda el nombre de María. El Santo Padre comentando la carta de san Pablo a los Corintios señala que el apóstol reiteró: “el diablo tiene dos armas potentísimas para destruir la Iglesia: las divisiones y el dinero”. Y esto, aseguró Francisco, sucedió desde el principio: “divisiones ideológicas, teológicas laceraban a la Iglesia”. Porque el diablo siembra celos, ambiciones, ideas, para dividir, y “es una guerra sucia la de las divisiones”. Y reitera que hacer chismorreos en las comunidades es “tirar una bomba, destruir y quedarse”. Así falta el , el bálsamo de la unidad.
San Pablo en la ciudad de Corito advierte, porque las divisiones llegan a la raíz de al unidad que es la celebración eucarística, porque se producen divisiones entre ricos y pobres justamente durante la misa.
San Pablo habla de las divisiones entre los Coritios, hace 2000 años… “Esto nos lo puede decir Pablo también a nosotros y a la Iglesia de hoy”, señala Francisco,
Y Pablo añade que ante eso que sucedía ‘no puedo alabarlos, porque se reúnen no para lo mejor, pero para lo peor’. Para ensuciar el Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística. Pablo además indica en otro párrafo: ‘Quien come y bebe indignamente el cuerpo y la sangre de Cristo, come y bebe la propia condena.
El Pontífice concluyó invitando a pedir “la unidad de la Iglesia, para que no existan divisiones. Y la unidad en la raíz de la Iglesia, que es el propio sacrificio de Cristo, que cada día celebramos”.
En la misa estaba Mons. Arturo Antonio Szymanski Ramírez, arzobispo emérito de San Luis de Potosí, en México, quien tiene 94 años. Al inicio de la homilía Francisco lo citó, recordando su participación al Concilio Vatoicano II.