“La semilla es la palabra de Dios”
- 17 Septiembre 2016
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Evangelio según San Lucas 8,4-15.
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: "El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia. ´
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Orden de la Compañía de Jesús, que intervino de modo conspicuo, con sutiles y peculiares aportaciones, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia. Finalmente, desempeñó en la Curia romana múltiples actividades relacionadas con la defensa doctrinal
San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban.
El rector del colegio de los jesuitas en Monteluciano dejó escrito: "Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro". Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: "Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos".
Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse. Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar.
Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo. Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla.
Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo.
Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos. Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice. Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba "Las controversias", para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios.
Y pronto publicó su primer tomo titulado así: "Controversias". En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión.
San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: "Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica".
Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: "Es que fue mi discípulo".
En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.
En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado. Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres. Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad.
Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo. Murió el 17 de septiembre de 1621.
Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.
Himno
Para vosotros, el misterio del Padre;
Con vosotros, la luz del Verbo;
En vosotros, la llama del Amor
Que es fuego.
¡Hontanares de Dios!,
¡Hombres del Evangelio!,
¡Humildes inteligencias luminosas!,
¡Grandes hombres de barro tierno!
El mundo tiene hambre de infinito
Y sed del cielo;
Las criaturas nos atan a lo efímero
Y nos vamos perdiendo en el tiempo.
Para nosotros,
El misterio que aprendisteis del Padre;
Con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
En nosotros, el Amor ingénito.
¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!,
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error del miedo.
Dadnos una vida de rodillas
Ante el misterio,
Una visión de este mundo de muerte
Y una esperanza de cielo.
Padre, te pedimos para la Iglesia
La ciencia de estos maestros. Amén
Tú, Señor, que concediste a San Roberto Belarmino un conocimiento profundo de la sabiduría divina, concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles a tu palabra y llevarla a la práctica en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Vida, Provence, Francia. La imagen constantemente restituye la vida a niños que han muerto sin el Bautismo.
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia Breviloquio, Prólogo, 2-5
“La semilla es la palabra de Dios”
El origen de la Escritura no se halla en la búsqueda humana, sino en la divina revelación que proviene del “Padre de las luces”, “de quien toma su nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (St 1,17; Ef 3,15). Es de él que, por su Hijo Jesucristo, llega a nosotros el Espíritu Santo. Es por el Espíritu Santo que, compartiendo y distribuyendo sus dones a cada unos según su voluntad Hb 2,4), se nos da la fe y “por la fe, Cristo habita en nuestros corazones” (Ef 3,17). De este conocimiento de Jesucristo se desprende, como de su fuente, la firmeza y la comprensión de toda la santa Escritura. Es, pues, imposible entrar en el conocimiento de la Escritura sin poseer infusa, primeramente, la fe de Cristo, como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura…
La finalidad o el fruto de la santa Escritura no es cualquier cosa, sino la plena felicidad eterna. Porque en la Escritura están “las palabras de vida eterna” (Jn 6,68); está, pues, escrita, no sólo para que creamos, sino también para que poseamos la vida eterna en la cual veremos, amaremos y nuestros deseos se verán eternamente colmados. Es entonces que nuestros deseos se verán plenamente satisfechos, conoceremos verdaderamente “el amor que sobrepasa todo conocimiento” y así llegaremos a “la Plenitud total de Dios” (Ef 3,19). La divina Escritura se esfuerza en introducirnos a esta plenitud; y es, pues, en vistas a este fin, con esta intención que la santa Escritura debe ser estudiada, enseñada y comprendida.
Explicación de la parábola del sembrador
Lucas 8, 4-15. Tiempo Ordinario. Que la Palabra de Dios entre como una semilla y de fruto en nuestro corazón.
Oración Introductoria
Padre mío, quiero tener un corazón bueno y bien dispuesto para ser esa tierra buena que acoja tu semilla y la haga fructificar. Los afanes, dificultades y distracciones de la vida ordinaria pueden ahogar fácilmente esta semilla, por ello te pido humildemente que tu gracia la riegue y fertilice en esta meditación.
Petición
Jesús, concede que la semilla de tu gracia crezca y dé muchos frutos para estar cerca de ti y llevarte a los demás.
Meditación del Papa Francisco
Para hablar de salvación, se recuerda aquí la experiencia de cada año que se renueva en el mundo agrícola: el momento difícil y fatigoso de la siembra, y la alegría tremenda de la recogida. Una siembra que se acompaña con las lágrimas, porque se tira lo que todavía se podría convertir en pan, exponiéndose a una espera llena de inseguridades: campesino trabaja, prepara el terreno, esparce la semilla, pero, como tan bien ilustra la parábola del sembrador, no sabe donde caerá esta semilla, si los pájaros se la comerán, si se echará raíces, si se convertirá en espiga. Esparcir la semilla es un gesto de confianza y de esperanza; es necesario el trabajo del hombre, pero luego se entra en una espera impotente, sabiendo que muchos factores serán determinantes para el buen resultado de la recogida y que el riesgo de un fracaso está siempre presente. [...] En la cosecha todo se transforma, el llanto termina, deja su lugar a gritos de alegría exultante. Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.
Reflexión
Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. El pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.
Para algunos, Cristo no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.
Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.
Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.
Propósito
Preguntarme qué puedo hacer para hacer fructificar mi fe y la de mi familia.
Diálogo con Cristo
Qué fácilmente me olvido de la semilla de gracia que sembraste en mí el día de mi bautismo. Ayúdame a aprender la lección del Evangelio y dame la fuerza para saber renunciar a todo lo que me aparte del fruto que mi semilla puede y debe dar. Que sepa renunciar a mi egoísmo y a todo aquello que constituya un obstáculo para amarte mejor a Ti y a los demás.
María, una eterna juventud
Ella es -después de Dios- la que más sabe de la vida nuestra, de nuestras fatigas y de nuestras alegrías.
¿Cuántos años tiene hoy la Virgen? Dos mil...... y muchos. No le importa -al contrario- que sus hijos le recordemos que cumple tantos. Para nuestra Madre el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que se consigue en el Cielo, donde se participa de la juventud de Dios, quien, al decir de San Agustín, «es más joven que todos»1, porque es inmutable y eterno, ¡no puede envejecer! ¡No tiene barbas blancas, por más que la imaginación acuda a ellas para representar la eternidad!.
Si Dios hubiera comenzado a existir, ahora sería como el primer instante de su existencia. Pero, no. Dios no tiene comienzo ni término, «es» eternamente, pero no «eternamente viejo», sino «eternamente joven», porque es eternamente Vida en plenitud. Él es la Vida.
Como María es la criatura que goza de una unión con Dios más íntima, es claro que también es la más joven de todas las criaturas, la más llena de vida humana y divina. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando andamos hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia, nos inunda de alegría. Las limitaciones y deterioros biológicos han de verse con los ojos de la Fe, como medios para la humildad que nos dispone al gran salto a la vida plena en la eternidad de Dios.
Desde su adolescencia –y quizá antes-, la Virgen gozó de una madurez interior maravillosa. Lo observamos en cuanto aparece en los relatos evangélicos, «ponderando» todas las cosas en su corazón, a la luz de su agudo entendimiento iluminado por la Fe. Ahora posee la madurez de muchos siglos de Cielo -casi veinte-, con una sabiduría divina y una sabiduría materna que le permite contemplarnos con un mirar profundo, amoroso, recio, tierno, que alcanza los entresijos de nuestro corazón, nos conoce y comprende a las mil maravillas, mucho más que cualquier otra criatura.
Ella es -después de Dios- la que más sabe de la vida nuestra, de nuestras fatigas y de nuestras alegrías. Por eso la sabemos siempre cerca, muy cerca, muy apretada a nuestro lado, confortándonos con su sonrisa indesmayable, disculpándonos cuando nos portamos de un modo indigno de hijos suyos. Sus ojos misericordiosos nos animan -qué bien lo sabe- a ser más responsables, a estar más atentos al querer de Dios.
Comprende también ahora que no hallemos palabras adecuadas para expresarle nuestro cariño. Le bastan nuestros deseos grandes, nuestros corazones vueltos hacia el suyo, nuestra mirada en la suya y nuestros propósitos -firmes y concretos- de tratarla más asiduamente y quererla así cada día con mayor intensidad.
El Papa a los ex-alumnos jesuitas: cada refugiado tiene un nombre y un rostro, es necesario integrarlos
La auténtica hospitalidad tiene un profundo valor evangélico, que alimenta el amor y es la mayor seguridad contra actos de terrorismo
17 SEPTIEMBRE 2016 SERGIO MORAEL PAPA FRANCISCO
Refugiados (Foto Darrin Zammit Lupi - Jesuit Refugee Service)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este sábado por la mañana en el Vaticano a ex alumnos jesuitas, reunidos en Roma para profundizar sobre la crisis de los refugiados y las raíces de las migraciones forzadas. “Más de 65 millones de personas han sido obligadas a abandonar sus lugares de residencia”, señaló el Santo Padre y precisó que “son mujeres y hombres, jóvenes y muchachas que no son diversos de los miembros de nuestras familias y de nuestros amigos. Cada uno tiene un nombre, un rostro y una historia, como el derecho inalienable de vivir en paz y aspirar a un futuro mejor para los propios hijos”. El Santo Padre les exhortó así “a dar la bienvenida a los refugiados en vuestras casas y comunidades, de manera que su primera experiencia en Europa no sea aquella traumática de dormir al frío, en las calles, sino aquella de una recepción calurosa y humana. Recuerden que la auténtica hospitalidad tiene un profundo valor evangélico, que alimenta el amor y es la mayor seguridad contra los odiosos actos de terrorismo”.
Le recordó que la Confederación Europea de la Unión Mundial de ex alumnos jesuitas tomó el nombre de Padre Pedro Arrupe, fundador del Jesuit Refugee Service, quien fue movido a dar una respuesta al “boat people” sud-vietnamita expuesto a las tempestades del Mar mientras huía del comunismo. Y les invitó a ejemplo del padre Arrupe a “volverse compañeros de Jesús”, porque “enviados en el mundo para ser mujeres y hombres para y con los demás”. Ofreciendo al Señor “toda la vuestra libertad, vuestra memoria, vuestra inteligencia y vuestra entera voluntad”.
Porque la Iglesia con vuestra ayuda “será capaz de responder más plenamente a la tragedia humana de los refugiados mediante actos de misericordia que promuevan su integración en el contexto europeo”.
Francisco a los ex alumnos jesuitas les invitó también a recordar que “el amor de Dios les acompaña en este trabajo” y que son “ojos, boca, manos y el corazón de Dios en este mundo”.
El pontífice les señaló que ellos seguramente han aprendido mucho de los refugiados que han encontrado y que al regresar a las propias comunidades les ayuden “no solamente a sobrevivir sino a crecer, florecer y dar fruto”. Les invitó también a pensar en la Sagrada Familia “en su largo viaje a Egipto como refugiados” y de las palabras que dijo Jesús: “Era extranjero y me recibieron”.
Las 7 prácticas de un hombre católico comprometido
Destacado de la exhortación "En la brecha" del obispo monseñor Thomas J. Olmsted
El obispo de Phoenix, Arizona, monseñor Thomas J. Olmsted, es un prelado que ha decido afrontar los problemas de frente. Hace unos meses publicó una exhortación titulada “En la brecha” en la que animaba a los hombres, a los varones, de su diócesis a enfrentarse a la crisis de la masculinidad en la que se ven envueltos ellos, y por tanto sus familias, y por tanto la sociedad. Una crisis que afecta directamente a las esposas y a los hijos. Dejando de lado su responsabilidad y distrayendo su puesto en el seno familiar, alguien que no es el adecuado, o simplemente nadie ocupará su puesto. De ahí que los matrimonios fracasen, que los hijos nazcan fuera del matrimonio, que los hijos no tengan modelos de amor masculinos… Y por supuesto, las consecuencias que tiene para la fe de las personas. Esta situación, para el obispo de Arizona, “llama a una respuesta sin precedentes en la Iglesia".Vale la pena leer la exhortación “En la brecha”, pero de ella podemos destacar “las 7 prácticas de un hombre católico comprometido”. Las hay diarias y las hay semanales y mensuales.
1. Oren todos los días
“¡Sin oración, un hombre es como un soldado sin comida, agua, o munición!”, explica el prelado. Recomienda tres oraciones esenciales: el Padre Nuestro, el Ave María, y el Gloria. Pero también recuerda un momento especial a lo largo del día: “Antes que la comida o bebida toquen sus labios, hagan la Señal de la Cruz y digan ‘Bendícenos, Señor’, y luego terminen con la Señal de la Cruz. Hagan esto, sin importar donde estén, cuando estén comiendo o con quien estén. Nunca tengan vergüenza o timidez para rezar al comer; no nieguen a Cristo. Rezar como un hombre católico antes de cada comida es simple pero una manera muy poderosa de mantenerse firme en la brecha”.
2. Examinen su conciencia antes de ir a dormir
Es una práctica de toda la historia de la Iglesia: tomar unos minutos para repasar lo que se hizo ese día: “Denle gracias a Dios por sus bendiciones y pidan perdón por sus pecados”. Y para finalizar: “Digan el Acto de Contrición”.
3. Vayan a Misa
Es una necesidad básica para cualquier cristiano, pero aún más si cabe para un marido o un padre de familia. Olmsted señala que “la Misa es un refugio en el Combate Espiritual, en el que los hombres católicos se encuentran con su Rey, escuchan sus mandatos y son fortalecidos con el Pan de Vida”. Y de forma especial advierte que “en la Misa un hombre le da gracias a Dios por sus muchas bendiciones y escucha a Cristo enviándolo de nuevo al mundo a construir el Reino de Dios. Aquellos padres que llevan a sus hijos a Misa están de manera muy real asegurando su salvación eterna”.
4. Lean la Biblia
Es una práctica que no sólo aplica a los hombres con una necesidad personal. Es un momento que se puede hacer en familia: “Hombres casados, lean con su esposa e hijos; si los hijos de un hombre lo ven leer las Escrituras, ese es buen indicio de que permanecerán la Fe”.
5. Santifiquen las fiestas
Desde la misma creación, Dios fijó un día para el descanso y para dar gracias por todo. El obispo lo califica como el “respiro que Dios nos da de esa tormenta”, que es la vida. Y a hombres católicos les dice: “Deben empezar, o profundizar en la santificación de este día. Si están casados, deben llevar el liderazgo con sus esposas e hijos, para que hagan lo mismo. Dediquen el día al descanso y al auténtico recreo; eviten todo trabajo innecesario. Pasen tiempo en familia, vayan a Misa, y disfruten el regalo de ese día”.
6. Confiésense
El mensaje de Cristo es un mensaje al arrepentimiento y de conversión. Y para salir de una vida de pecado y de gracia hay que pasar por el sacramento de la confesión: “Sin arrepentirnos de nuestros pecados, no puede haber sanación o perdón; y no habrá Cielo”. Se trata de un encuentro con Jesucristo, “un Rey misericordioso que perdonara a quienes confiesen humildemente sus pecados; no perdonara a quienes se rehúsen. ¡Abran sus almas al regalo de su misericordia!”.
7. Construyan fraternidad con otros hombres católicos
Y una última y no menos importante advertencia: poder vivir la fe con otros hombres, con sus mismas necesidades, con sus mismos ambientes. Una constatación de monseñor Olmsted: “Los hombres que tienen lazos de hermandad con otros hombres católicos oran más, van a Misa y a la Confesión más frecuentemente, leen las Escrituras más; y están más activos en la Fe”. Ahí están las puertas abiertas a los movimientos, a las asociaciones, a los grupos que organizan las parroquias. Es una oportunidad, o mejor aún, una necesidad que tenemos todos los hombres.
Milagros del cielo, una visión católica
Es conveniente hablar de unos pocos puntos que los católicos deberíamos tener presente para no confundirnos al verla
Ya hace algunas semanas se estrenó en las salas de cine la película Milagros del Cielo, una muy buena película basada en hechos reales y con muchos puntos a favor de la fe cristiana, pero siendo una película con perspectiva cristiana no católica, he creído conveniente hablar de unos pocos puntos que los católicos deberíamos tener presente para no confundirnos.
Un punto, que aunque lo trataré en pocas líneas no carece de importancia, es el de la algarabía en las jornadas dominicales en el templo al que acuden los protagonistas, vemos como, a falta de una verdadera espiritualidad, el pastor intenta llenar el vacio con un espectáculo musical y con su propio show cómico, vemos claramente como la asamblea no va a sus reuniones para encontrar a Dios, sino para pasarlo bien, es una alternativa más al entretenimiento dominical familiar.
Un verdadero pastor debe guiar a su rebaño al redil de su único y verdadero Señor, cualquier sucedáneo dejará huellas en el alma de los asistentes, como le ocurre a la madre, cuando tiene que enfrentar el dolor que sufre su hija, vacio que la lleva incluso, a la pérdida de la fe.
Si ha esto sumamos la visión subjetiva de la fe, como algo tan sólo sentimental, sin nada espiritual que la alimente, (como por ejemplo el fortalecimiento de la esperanza, el contacto íntimo con Jesús en la comunión, el alivio espiritual que logramos cuando Dios nos perdona los pecados gracias al sacramento de la confesión), comprendemos mejor el por que una fe sin sustento real es tan débil como para romperse ante cualquier problema que se nos pueda presentar.
Por último analizaremos el sentido del sufrimiento, punto en el que el pastor en la película no tuvo respuesta y al que la Iglesia Católica si sabe como atender; para el tema copiaré a continuación lo que Mons. Robert Barron dijo (al comentar la película):
Un tema frecuente en el tema de la existencia de Dios, como lo puede corroborar cualquier apologista, es el sufrimiento de los inocentes.
La angustiosa pregunta del ejército de no creyentes es: ¿cómo un Dios todo amoroso y todopoderoso permite que sufran aquellos que simplemente no merecen tal dolor?, estos críticos sostienen que la desproporción entre el mal y el beneficio que este podría dar, simplemente descarta cualquier mérito que pueda tener una fe religiosa.
Un apologista hábil y experimentado responderá que no existe una única e inequívoca "respuesta" al tema planteado y que dejara, a quien presenta la duda, a un paso de admitir su error. El mejor enfoque es caminar lentamente alrededor del tema, a la manera de los fenomenólogos, iluminando ahora este aspecto y luego este otro.
Es precisamente este método el que utiliza esta película, pero en este análisis me gustaría simplemente explorar algunos de los aspectos del problema del sufrimiento -teodicea, para usar su título formal- que se iluminan en el curso de esta película.
En primer lugar, los milagros son raros. La misma etimología de la palabra lo indica -mirari (para ser sorprendido)-. Los milagros no ocurren todos los días, porque si lo hicieran, no "maravillarían" ni causarían sorpresa al toparnos con uno.
En segundo lugar, Dios habitualmente se complace en trabajar a través de causas secundarias. Para dar sólo un ejemplo de la película, el especialista de Boston, el Dr. Nurko, es retratado como un hombre que no sólo es médicamente calificado, sino profundamente compasiva también. El bien incomparable que hace por decenas de niños se debe interpretar como una expresión del cuidado amoroso de Dios, como el vehículo a través del cual Dios opera.
¿Por qué Dios no actúa directamente? Tomás de Aquino respondió que la causa suprema tiene el placer de involucrarnos en su causalidad, que nos da, por así decirlo, la alegría y el privilegio de compartir su trabajo.
Una tercera lección es que los creyentes en el Dios de la Biblia no deben esperar ser libres del dolor, todo lo contrario. En la actualidad son muchos los lectores de la Biblia que parecen pensar que el amor de Dios es incompatible con el sufrimiento, cuando es fácil ver que cada figura importante en las Escrituras (Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Pedro, Santiago y Juan) pasan por períodos de enorme sufrimiento. Y esta perplejidad sólo se profundiza cuando recordamos que la persona central en la Biblia se nos muestra normalmente clavado en una cruz y en la agonía de la muerte. Lo que queda claro en el curso de la película "Milagros del cielo" no es que la agonía de la familia Beam no tiene sentido, sino más bien que de esa manera tienen participación en la agonía salvífica de Cristo.
Una cuarta y última perspectiva es que el sufrimiento tiende a dar lugar al amor. Frecuentemente a lo largo de la película, la gente realiza actos de bondad para Annabelle y su familia, precisamente debido a que la terrible experiencia de la niña ha despertado la compasión en ellos.
En una palabra, el dolor de la niña tenía un efecto salvador en quienes la rodean; que es, para usar lenguaje bíblico, el sufrir por el otro (Col 1,24). Como Charles Williams señaló, la co-inherencia -estar con y para los demás- es la dinámica básica de la vida cristiana. Nuestros triunfos y alegrías nunca son completamente nuestros, son para el bien de los demás. Lo mismo es verdad en nuestras tragedias.
¿Esta película podrá "resolver" el problema del sufrimiento del inocente? Obviamente no. Pero, ¿arroja luz de una manera creativa sobre los aspectos fundamentales del tema? Al menos lo intenta.