Si es por el Espíritu de Dios que expulso demonios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a vosotros

Evangelio según San Lucas 11,15-26. 

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: 'Volveré a mi casa, de donde salí'. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio". 

San Marcos de Roma

San Marcos, papa

En Roma, san Marcos, papa, que fundó el título «in Palacinis» y edificó una basílica en el cementerio de Balbina, en la vía Ardeatina, donde fue sepultado.

San Marcos era romano de origen y sirvió a Dios en el clero de dicha Iglesia. Fue el primer Papa elegido después de que Constantino dio carta de ciudadanía a la Iglesia. El santo no se dejó llevar por la bonanza de las nuevas circunstancias, sino que redobló su celo en aquella era de paz, sabedor de que el demonio jamás concede una tregua a los cristianos. San Marcos, que había trabajado ardientemente por la Iglesia durante el pontificado de San Silvestre, fue elevado a la sede apostólica el 18 de enero de 336. Sólo ciñó la tiara pontificia durante ocho meses y veinte días, ya que murió el 7 de octubre del mismo año. Probablemente fue él quien fundó la iglesia de su nombre, pero además, construyó otra en el cementerio de Balbina. No es imposible que la costumbre de que el obispo de Ostia consagre al obispo de Roma date de su época. Algunos autores atribuyen a san Dámaso un poema sobre san Marcos, que dice:

Fue la vida de Marcos, como todos sabemos,
con la boca de Dios enseñar a rechazar el mundo,
conservando -tal como enseñaba a todos-
la honorabilidad de la vida;
penetrados de virtud los rincones del corazón,
siendo [él] tu guardián fuiste perfecto amigo de Cristo.
Dámaso rinde homenaje a tu túmulo:
aquí [descansa] Marcos, la vida de Marcos,
en la fe, compartiendo el Nombre y los méritos [de Cristo].
 

Acta Sanctorum, oct., vol. III. Véase también Liber Pontiftcalis (ed. Duchesne), vol. I, pp. 202-204. El epitafio de san Dámaso en Migne PL, 1,387 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia 

Vida de San Francisco, Legenda major, cap. 12 (trad. Jesús Larrínaga, o.f.m. -BAC 399-  Madrid, 1998, 7ª edición (reimpresión), págs. 377-500)

Si es por el Espíritu de Dios que expulso demonios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a vosotros (Mt 12,28)

En verdad, asistían al siervo Francisco -adondequiera que se dirigiese- el Espíritu del Señor, que le había ungido y enviado, y el mismo Cristo, fuerza y sabiduría de Dios (Is 61,1), para que abundase en palabras de sana doctrina y resplandeciera con milagros de gran poder. Su palabra era como fuego ardiente que penetraba hasta lo más íntimo del ser y llenaba a todos de admiración, por cuanto no hacía alarde de ornatos de ingenio humano, sino que emitía el soplo de la inspiración divina. 

Así sucedió una vez que debía predicar en presencia del Papa y de los cardenales por indicación del obispo ostiense. Francisco aprendió de memoria un discurso cuidadosamente compuesto. Pero, cuando se puso en medio de ellos para dirigirles unas palabras de edificación, de tal modo se olvidó de cuanto llevaba aprendido, que no acertaba a decir palabra alguna. Confesó el Santo con verdadera humildad lo que le había sucedido, y, recogiéndose en su interior, invocó la gracia del Espíritu Santo. De pronto comenzó a hablar con afluencia de palabras tan eficaces y a mover a compunción con fuerza tan poderosa las almas de aquellos ilustres personajes, que se hizo patente que no era él el que hablaba, sino el Espíritu del Señor. 

Y como primero se convencía a sí mismo con las obras de lo que quería persuadir a los demás de palabra, sin que temiera reproche alguno, predicaba la verdad con plena seguridad. No sabía halagar los pecados de nadie, sino que los fustigaba; ni adular la vida de los pecadores, sino que la atacaba con ásperas reprensiones. Hablaba con la misma convicción a grandes que a pequeños y predicaba con idéntica alegría de espíritu a muchos que a pocos. Hombres y mujeres de toda edad corrían a ver y oír a este hombre nuevo, enviado al mundo por el cielo. Él, recorriendo diversas regiones, anunciaba con ardor el Evangelio, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16,20)."En el nombre del Señor", en efecto, este heraldo de la verdad, "curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios"(Mc. 16,17; 6 13).

El que no está conmigo, está contra Mi, ; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Lucas 11, 15-26. Viernes XXVII del tiempo ordinario. Las señales milagrosas.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor por esta nueva oportunidad que me das para estar contigo. Bien sabes lo que necesito y por ello te pido humildemente me lo concedas. Aumenta mi fe, mi confianza y mi amor a Ti. Dame la gracia de jamás dejarte solo y no permitas que nada ni nadie me separe de Ti. Mira que mi vida sin Ti no tiene sentido, y todo en ella se opaca si no estás Tú. Señor no me dejes nunca de tu mano porque sin Ti nada puedo.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Las señales milagrosas.

No puedo dejar pasar desapercibido la forma en que te defiendes de los que te atacan con mentiras.

Incluso en esto me das ejemplo a seguir. No les respondes con malas palabras o venganzas. Ante la crítica, callas, piensas y hablas. Hablas, no para ofender, sino para defender. Defender la verdad, defender el bien de los demás, defender a los que sinceramente te siguen.

¡Qué argumento bien pensado presentas a los que fácilmente juzgan a los demás y sus acciones! Un argumento claro, sencillo y profundo. Bastaría leer de nuevo con calma el pasaje para dejarme atrapar por tus palabras llenas de verdad, de fuerza y de pasión. Dame la gracia, Señor, de nunca criticar y juzgar a mis hermanos. Ayúdame a ser siempre un defensor de la verdad, de la justicia, del amor y un practicante constante de la benedicencia.

Aquella gente que contemplaba tus milagros no había podido aceptar que el Reino de Dios había llegado hasta ellos. Y tal vez yo, de igual manera, no soy capaz de descubrir tu Reino en mi vida cotidiana.

Quizá no presencio expulsiones de demonios, curaciones portentosas y multiplicaciones de panes, pero dame la gracia de descubrir los milagros que vas realizando en mi vida poco a poco. Milagros desapercibidos pero que me he ido acostumbrando a presenciar. El milagro de mi vida y de la de los que me rodean. El milagro del amor, el milagro de la familia, de la amistad. El milagro de una caricia, de un abrazo de apoyo, de un consuelo en el dolor, de una sonrisa. El milagro de este mundo maravilloso que siempre me sorprende con un atardecer, un cielo estrellado, un viento refrescante, un cielo despejado. El milagro de la fe, de la oración, de los sacramentos y de la Eucaristía.

Que no me acostumbre Señor a estos milagros cotidianos con los cuales te haces presente en mi vida, me dices que me amas infinitamente y que tu Reino está presente en mí.

«Ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo nos es dado gratuitamente. Y el Señor no llega nunca a una nueva familia sin hacer algún milagro. ¡Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná! Sí, el Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros. Milagros de todos los días cuando está el Señor en esa familia.»

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy evitaré toda crítica hacia otro y procuraré hablar bien, comentar una cualidad de esa persona con la que no me llevo muy bien.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Nuestra Señora del Rosario
Advocación mariana, 7 de octubre

Fiesta

Martirologio Romano: Memoria de la santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquélla que estuvo especialmente unida a la encarnación, pasión y resurrección del Hijo de Dios.
Breve Semblanza

Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en 1208 a Santo Domingo de Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a la imagen.

En el siglo XV su devoción había decaído, por lo que nuevamente la imagen se apareció al beato Alano de la Rupe, le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y le recordó las promesas que siglos atrás dio a Santo Domingo.

El rezo del Santo Rosario es una de las devociones más firmemente arraigada en el pueblo cristiano. Popularizó y extendió esta devoción el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuída a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario. Más hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María. La celebración de este día es una invitación a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

La comunión espiritual
Es muy dulce comulgar de deseo: sólo entonces se depende de Jesús, de su Misericordia y de su Gracia

La Hostia Consagrada es el Cuerpo verdadero y la Sangre verdadera de Cristo, querido lector. Supongo que lo sabe bien… Yo no lo creía, hasta que un día vi como un pobre poseído se enfurecía brutalmente ante el Santísimo expuesto en una custodia. Ahí se me abrieron los ojos, los oídos y todo lo demás… Fue una espantosa experiencia, pero le aseguro que aprendí más presenciándola que si hubiera hecho mil tesis en teología. El demonio existe y reconoce a Jesús en un trozo de pan. Lo ve, lo teme… Y le espanta. Jesús está vivo: lo está en un trocito de pan consagrado y es EL MISMO que andaba por Galilea, sin diferencia alguna. Es entonces triste no poder comulgar… ¿Quién es digno de recibir a todo un Dios en su boca? Nadie. Sólo los santos lo son… Y a pesar de ello, los demás comulgamos. Yo la primera. A mí me sostiene la Confesión. ¿Qué haría sin ella? Y aún así me siento indigna de comulgar. Felices las almas que tienen la alegría de comulgar todos los días con la conciencia tranquila...Los divorciados católicos vueltos a casar sufren por no poder comulgar y son muchas las amistades que se me quejan por ello. "Nuestra religión es cruel con nosotros", me dicen. Pero eso es falso, querido lector: la Iglesia no es cruel con los divorciados. No lo es con nadie: nos ama, protege y enseña como una Madre que conoce a Dios. Y por eso nos da un regalo abismal del que se habla poco: la Comunión Espiritual.

¿Sabía que durante siglos no se comulgaba en los conventos más que una o dos veces al año? ¿Sabía que hasta principios del siglo XX en miles de comarcas, pueblos y hasta ciudades, se permitía comulgar tan sólo una vez por semana? Así era… Y la gente, profundamente creyente, comulgaba espiritualmente y se llenaba de Dios.

Son muchas las veces que lo he hecho yo así. Es muy dulce comulgar de deseo: sólo entonces se depende de Jesús, de su Misericordia y de su Gracia. A veces, en mis viajes por Asia era para mí imposible comulgar en semanas -zonas hinduistas-, lo que me entristecía profundamente. Entonces lo hacía espiritualmente. Si no hubiera conocido este regalazo que nos ofrece la Iglesia católica, (La Comunión Espiritual), no hubiera podido sobrevivir a muchos acontecimientos con paz... Un día, orando ante el Santísimo, tuve conocimiento de la inmensa dulzura que es la Comunión Espiritual… Sentí que el Corazón de Jesús se unía al mío. Desde entonces para mí toda ciencia teológica es el amor y la unión de mi alma con Dios por Jesucristo. Ahí está mi Todo, y no deseo saber más.

Por favor, corra hacia la Comunión, ya sea en la boca o espiritualmente. Vuele hacia Ella. Ahora ya le he contado que la Comunión Espiritual es muy poderosa también… Y es para gentes hermosas a los ojos de Dios, como los divorciados vueltos a casar.Nunca olvide que la Iglesia es un hospital de pecadores, no una casa de santos.

Los tres pasos de la comunión espiritual
El concepto es sencillo: comulgar espiritualmente consiste en desear comulgar sacramentalmente, alimentando ese deseo con los mismos afectos y determinaciones con que nos preparamos a hacerlo en la misa. Pero una idea tan simple envuelve un misterio infinito, sobre el que llamó la atención Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica: "Comer espiritualmente a Cristo es también recibir espiritualmente el sacramento". Es decir, que puede producir los mismos frutos, aunque no ex opere operato (por la misma fuerza del sacramento) sino ex opere operantis (según las disposiciones del fiel). De ahí que el Concilio de Trento la recomendara en tiempos en que la negación luterana de la transustanciación había enfriado o extirpado la devoción eucarística.

Asimismo lo hicieron San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio, dos grandes maestros de la vida moral, cuando los estragos de la Reforma, primero, y la fiebre de la desviación jansenista con su rigorismo extremo, después, alejaban a los cristianos de su alimento natural. No está prescrita ninguna oración específica, pero sí son precisos tres pasos. Primero, un acto de fe en la presencia real de Cristo bajo las especies eucarísticas. Segundo, el deseo de tomarlo sacramentalmente y unirse en intimidad con Él. Y tercero, la petición de alcanzar las mismas gracias que si nos la diera el sacerdote. Si se cumplen estos requisitos, pueden ganarse las indulgencias que la Iglesia otorga a quienes practican esta devoción, aunque es requisito para esto último, como es obvio, el estado de gracia. Y con la frecuencia que se desee: "Cualquier devoto puede cada día y cada hora comulgar espiritualmente con fruto" si tiene "buena voluntad y devota intención" de hacerlo sacramentalmente, dice Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo.

Tres milagros de la comunión espiritual
A veces Dios la premia con el aviso del Sermón de la Montaña ("¿Quién de vosotros, si un hijo le pide pan, le dará una piedra?") y se obra el milagro de la administración sobrenatural de la Eucaristía. San Buenaventura, ya agónico, sufría continuos vómitos y no podía soportar la Sagrada Hostia. En el lecho de muerte, pidió tenerla junto al pecho para hacer una última comunión espiritual.

Fue entonces cuando, a la vista de los hermanos presentes, un ángel extrajo una partícula del copón y la introdujo en el corazón del moribundo.

Para otros el regalo ha sido aún mayor.

El Jueves Santo de 1250, dos fervorosos franciscanos de Gaeta (Italia) se preparaban para comulgar en los oficios, cuando el superior les envió a limosnear pan. Al regresar al convento, el sacramento ya había sido administrado. Así que se arrodillaron ante el altar para hacer una comunión espiritual: "La obediencia", protestaban ante el sagrario, "nos ha privado del consuelo de recibiros; no nos privéis, al menos, de vuestra divina bendición".

Hubo algo más que eso. A los pocos instantes el mismo Jesús salió del monumento: "Yo soy el Salvador a quien invocáis, he escuchado vuestros deseos y voy a satisfacerlos". Y les dio de comulgar, además de dejar en el pavimento del altar las huellas de sus pies, todavía hoy objeto de veneración.

O está el caso que refiere el capuchino Fray Ambrosio de Valencina (1859-1914) sobre una niña, Rosalía, cuya santidad intrigaba a su amiga Conchita.

Un día la sorprendió en su habitación, de rodillas ante el Sagrado Corazón, con el rostro encendido y "como fuera de sí". "Estoy comulgando", le dijo, y le explicó que se trataba de "la comunión espiritual, para estar más estrechamente unida con Jesucristo deseando ardientemente recibirle y tenerlo en el corazón". Rosalía confesó a su amiga que todas las noches se acostaba deseando amanecer en el cielo.

Aquel verano, Rosalía se despertó con el Sol una mañana y consagró el primer instante, como hacía siempre, a su devoción favorita. Su ángel de la guarda, a quien Jesucristo había ordenado llevarla ese día al Paraíso, aprovechó tal ímpetu de amor divino para cumplir el mandato.

Fórmula de San Alfonso María de Ligorio para la Comunión Espiritual

Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado,
venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Pausa en silencio para adoración)
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos.
No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.

Sacramento de la Reconciliación: 7 cosas que no sabías
Naturaleza, virtud, sacramento, institución

A veces olvidamos lo valioso que es este sacramento para los cristianos

1. ¿Cual es la Naturaleza de este Sacramento?
Penitencia en su sentido etimológico, viene del latín “poenitere” que significa: tener pena, arrepentirse.
Cuando hablamos teológicamente, este término se utiliza tanto para hablar de una virtud, como de un sacramento.

2. Es una virtud moral:
Esta virtud moral, hace que el pecador se sienta arrepentido de los pecados cometidos, tener el propósito de no volver a caer y hacer algo en satisfacción por haberlos cometidos.

Cristo nos llama a la conversión y a la penitencia, pero no con obras exteriores, sino a la conversión del corazón, a la penitencia interior. De otro modo, sin esta disposición interior todo sería inútil. (Cfr. Is. 1, 16-17; Mt. 6, 1-6; 16-18)

Cuando hablamos teológicamente de esta virtud, no nos referimos únicamente a la penitencia exterior, sino que esta reparación tiene que ir acompañada del dolor de corazón por haber ofendido a Dios. No sería válido pedirle perdón por una ofensa a un jefe por miedo de perder el trabajo, sino que hay que hacerlo porque al faltar a la caridad, hemos ofendido a Dios. (Cfr. Catec. no. 1430 –1432)

Todos debemos de cultivar esta virtud, que nos lleva a la conversión. Los medios para cultivar esta virtud son: la oración, confesarse con frecuencia, asistir a la Eucaristía – fuente de las mayores gracias -, la práctica del sacrificio voluntario, dándole un sentido de unión con Cristo y acercándose a María.

3. Pero también es un sacramento:
La virtud nos lleva a la conversión, como sacramento es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo, que perdona los pecados cometidos contra Dios - después de haberse bautizado -, obtiene la reconciliación con la Iglesia, a quien también se ha ofendido con el pecado, al pedir perdón por los pecados ante un sacerdote. Esto fue definido por el Concilio de Trento como verdad de fe. (Cfr. L.G. 11).

A este sacramento se le llama sacramento de “conversión”, porque responde a la llamada de Cristo a convertirse, de volver al Padre y la lleva a cabo sacramentalmente. Se llama de “penitencia” por el proceso de conversión personal y de arrepentimiento y de reparación que tiene el cristiano. También es una “confesión”, porque la persona confiesa sus pecados ante el sacerdote, requisito indispensable para recibir la absolución y el perdón de los pecados graves.

El nombre de “Reconciliación” se debe a que reconcilia al pecador con el amor del Padre. Él mismo nos habla de la necesidad de la reconciliación. “Ve primero a reconciliarte con tu hermano”. (Mt. 5,24) (Cfr. Catec. nos. 1423 –1424).

El sacramento de la Reconciliación o Penitencia y la virtud de la penitencia están estrechamente ligados, para acudir al sacramento es necesaria la virtud de la penitencia que nos lleva a tener ese sincero dolor de corazón.

4. ¿Por qué es un Sacramento?
La Reconciliación es un verdadero sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de todo sacramento, es decir el signo sensible, el haber sido instituido por Cristo y porque confiere la gracia.
Este sacramento es uno de los dos sacramentos llamados de “curación” porque sana el espíritu. Cuando el alma está enferma debido al pecado grave, se necesita el sacramento que le devuelva la salud, para que la cure. Jesús perdonó los pecados del paralítico y le devolvió la salud del cuerpo. (Cfr. Mc. 2, 1-12).
Cristo instituyó los sacramentos y se los confió a la Iglesia – fundada por Él – por lo tanto la Iglesia es la depositaria de este poder, ningún hombre por sí mismo, puede perdonar los pecados. Como en todos los sacramentos, la gracia de Dios se recibe en la Reconciliación "ex opere operato" – obran por la obra realizada – siendo el ministro el intermediario. La Iglesia tiene el poder de perdonar todos los pecados.

5. Algo de historia:
En los primeros tiempos del cristianismo, se suscitaron muchas herejías respecto a los pecados. Algunos decían que ciertos pecados no podían perdonarse, otros que cualquier cristiano bueno y piadoso lo podía perdonar, etc. Los protestantes fueron unos de los que más atacaron la doctrina de la Iglesia sobre este sacramento. Por ello, El Concilio de Trento (1545-1563) declaró que Cristo comunicó a los apóstoles y sus legítimos sucesores la potestad de perdonar realmente todos los pecados. (Dz. 894 y 913)

La Iglesia, por este motivo, ha tenido la necesidad, a través de los siglos, de manifestar su doctrina sobre la institución de este sacramento por Cristo, basándose en Sus obras. Preparando a los apóstoles y discípulos durante su vida terrena, perdonando los pecados al paralítico en Cafarnaúm (Lc. 5, 18-26), a la mujer pecadora (Lc. 7, 37-50)…. Cristo perdonaba los pecados, y además los volvía a incorporar a la comunidad del pueblo de Dios.

6. El tribunal que siempre está dispuesto a perdonar:
El poder que Cristo le otorgó a los apóstoles de perdonar los pecados, implica un acto judicial (Concilio de Trento), pues el sacerdote actúa como juez, imponiendo una sentencia y un castigo. Sólo que en este caso, la sentencia es siempre el perdón, sí es que el penitente ha cumplido con todos los requisitos y tiene las debidas disposiciones. Todo lo que ahí se lleva a cabo es en nombre y con la autoridad de Cristo.

Solamente si alguien se niega – deliberadamente - a acogerse la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento estará rechazando el perdón de los pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo y no será perdonado. “El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno” (Mc. 3, 29. Esto es lo que llamamos el pecado contra el Espíritu Santo. Esta actitud tan dura nos puede llevar a la condenación eterna. (Cfr. Catec no. 1864)

7. ¿Y cuándo se Instituyó?
Después de la Resurrección estaban reunidos los apóstoles – con las puertas cerradas por miedo a los judíos – se les aparece Jesús y les dice: “La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo los envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedaran perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn. 20, 21-23) Este es el momento exacto en que Cristo instituye este sacramento. Cristo - que nos ama inmensamente - en su infinita misericordia le otorga a los apóstoles el poder de perdonar los pecados. Jesús les da el mandato - a los apóstoles - de continuar la misión para la que fue enviado; el perdonar los pecados. No pudo hacernos un mejor regalo que darnos la posibilidad de liberarnos del mal del pecado.

Dios le tiene a los hombres un amor infinito, Él siempre está dispuesto a perdonar nuestras faltas. Vemos a través de diferentes pasajes del Evangelio como se manifiesta la misericordia de Dios con los pecadores. (Cfr. Lc. 15, 4-7; Lc.15, 11-31). Cristo, conociendo la debilidad humana, sabía que muchas veces nos alejaríamos de Él por causa del pecado. Por ello, nos dejó un sacramento muy especial que nos permite la reconciliación con Dios. Este regalo maravilloso que nos deja Jesús, es otra prueba más de su infinito amor.

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