“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”
- 04 Diciembre 2016
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Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús. Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: «Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?».
Algunos sectores de la Iglesia piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: «Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes».
Me parece admirable la clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia. El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia. Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta». No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad». Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada». Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos».
José Antonio Pagola. 2 Adviento – A (Mateo 3,1-12) 04 de diciembre 2016
EL TOCÓN
Quizá la razón del adorno de un abeto o de un pino con luces y espumillón, que poco a poco se impone en el tiempo de Adviento y Navidad, sea el deseo de producir un clima festivo y hogareño, cálido, sin un sentido explícito religioso. Algunos enfrentan esta costumbre con la del belén, representación del portal o del pesebre, que también se llama “nacimiento.”
Si la tradición más moderna del árbol de Navidad puede parecernos que obedece a un motivo social y cultural un tanto ajeno al acontecimiento cristiano de la Navidad, sin embargo, el árbol en la Biblia está estrechamente relacionado con la venida del Hijo de Dios al mundo.
Desde el árbol del Paraíso, y las distintas alusiones a cuanto se hace con la madera – el arca de Noé, el arca de la Alianza, la vara de Moisés - hasta la cita explícita de los árboles – la encina de Mambré, el tronco de Jesé -, todo apunta al árbol genealógico del que nació Jesús, y al árbol de la Cruz en el que murió.
Desde la resonancias bíblicas, el árbol florecido e iluminado trae a la memoria el vástago de Jesé, el tocón del que nace la estirpe del Mesías, el fruto bendito de la Mujer bendita, que al comerlo, a diferencia del que ofreció Eva, nos da vida. Acércate al árbol del que nos viene la salvación.
La más bella
A veces, en mis visitas a la Catedral de Tarragona, me detengo ante el altar de la Inmaculada Concepción, advocación que celebraremos en los próximos días. Es una capilla barroca de finales del siglo XVII en la que participaron los mejores artistas del momento: los escultores, los que trabajaron la madera policromada, los que cortaron el mármol, los pintores murales, quienes hicieron las vidrieras, la reja…
Si para honrar a la Virgen cada uno aportó lo mejor que sabía, algo así pienso que sucedió para que Dios concediera a aquella joven de Nazaret todas las gracias posibles. En su omnipotencia, ¿cómo no querer adornar a la Madre con las mayores perfecciones? El mensaje del arcángel lo confirma: «Llena eres de gracia…».
En efecto, los teólogos que han profundizado en la Inmaculada Concepción coinciden en que el principal motivo de que María fuera concebida sin siquiera la mancha del pecado original fue en razón de su maternidad divina.
El pueblo se adelantó a los teólogos. El sentir popular fue desde los primeros siglos que la Virgen fue inmaculada, si bien la definición dogmática no llegó hasta el día 8 de diciembre de 1854, cuando el Papa Pío IX, rodeado de 54 arzobispos, 92 obispos, 43 cardenales y de una multitud de pueblo, definía el gran privilegio de la Virgen con estas palabras:
«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».
A María se le ha llamado la nueva Eva. En las actas del martirio de San Andrés, apóstol, se leen estas palabras que el santo dirigió al procónsul: «Y puesto que de tierra fue formado el primer hombre, quien por la prevaricación del árbol viejo trajo al mundo la muerte, fue necesario que, de una virgen Inmaculada, naciera hombre perfecto el Hijo de Dios, para que restituyera la vida eterna que por Adán perdieron los hombres».
Resulta lógico que el arte haya exaltado a la Virgen como la criatura más bella que pueda ser llamada a la existencia. Murillo pintó una veintena de cuadros de María Inmaculada, y quienes no somos artistas la representamos en nuestra imaginación como la mujer perfecta, la Madre de Dios y madre nuestra. A ella nos encomendamos. † Jaume Pujol Balcells Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
La noche de la Purísima
El próximo jueves celebra la Iglesia la solemnidad de la Inmaculada Concepción, cuando estamos a medio camino de la preparación para la fiesta de Navidad. La Iglesia tiene el corazón puesto en esta fiesta y por eso se ha esforzado en mantenerla como fiesta laboral, a pesar de que la proximidad con la fiesta civil de la Constitución provoque que tengamos dos fiestas en una misma semana, cosa que no facilita la continuidad laboral que se reclama como factor que favorece la productividad y el bien común.
Querría recordar las razones que tiene la Iglesia para querer mantener esta fiesta también como fiesta en el calendario laboral, cuando ha cedido en otras fiestas que han sido trasladadas al domingo, como la celebración de Corpus Christi.
Hay unas razones históricas, como la posición tradicional de nuestro país –en especial de la Corona de Aragón–, siempre defensor del dogma de la Inmaculada Concepción en el curso de la larga controversia que enfrentó a dominicos y franciscanos; nuestro Ramon Llull fue uno de los grandes defensores de este dogma. La controversia terminó con la declaración de la concepción inmaculada de santa María, proclamada como verdad de fe por el papa Pío IX en el año 1854.
El obispo Pere Tena, eminente estudioso de la liturgia cristiana, decía en un artículo publicado el año 2002, que “es bueno acentuar de entrada que cuando hablamos de la Concepción Inmaculada de María no hablamos de lo que se denomina concepción activa, es decir, del hecho que María concibió virginalmente al Hijo de Dios hecho hombre, sino de la concepción pasiva, es decir, que María fue concebida llena de gracia desde el primer instante de su existencia, por voluntad amorosa de Dios.
Es por lo tanto un hecho de salvación, no simplemente una idea. Alguna vez hablamos de la Concepción Inmaculada de María como si celebrásemos un dogma, y lo es, ciertamente, un dogma; pero un dogma como tal no es motivo de celebración, sino de adhesión en la fe a aquello que expresa. Lo que es motivo de celebración en la liturgia son los acontecimientos”.
El acontecimiento que celebramos en esta fiesta es que María fue concebida libre del peso del pecado que marca desde el inicio la vida de todos los hombres y mujeres. Por eso, en catalán a María se la denomina simplemente como la Purísima y su fiesta tiene lugar en Adviento. Es una feliz coincidencia porque, como decía el papa Pablo VI en su exhortación sobre el culto mariano, el tiempo de Adviento es el tiempo mariano por excelencia. Y también lo reafirma el reciente Directorio sobre la piedad popular y la liturgia.
Es prácticamente inevitable, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de santa María, evocar la poesía que Joan Maragall dedicó a la nit de la Puríssima. El Adviento es un tiempo que invita a la contemplación de las promesas de Dios que alimentan la esperanza. El gran poeta catalán nos invita a esta contemplación: “A la nit de desembre ella davalla, i l’aire es tempera i el món calla. Davalla silenciosa... Oh quina nit tan clara i tan formosa!”.
Y añadía nuestro poeta:
“Neix l’hivern cantant les glòries
d’una verge amb mantell blau
que al sentí’s plena de gràcia
baixa els ulls, junta les mans,
i es posa a adorar a Déu
en son ventre virginal...
Caieu fulles, caieu fulles,
Que ja s’acosta Nadal.”
Hermanos, feliz domingo de Adviento a todos.
+ Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona
Un sendero, un corazón, un regalo.
Mateo 3, 1-12. II Domingo de Adviento. Ciclo A. Él los bautizará en el Espíritu Santo
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, enséñame a recibir a Jesús como tú lo recibiste. Ruega por mí y por toda la Iglesia. En esta oración, ayúdame a escuchar la voz del Señor que ya viene, y buscar agradarle a lo largo de este día.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Qué encontrarás, Jesús, al nacer? Seguro te va a encantar ver luces por todas partes, árboles decorados, cantos y regalos… Pero te gustará mucho más aún encontrar un obsequio especialmente para Ti en esta Navidad: un corazón preparado para recibirte…
Has querido hacerte en todo semejante al hombre, menos en el pecado. Y dentro de unas semanas veremos el comienzo de esta vida humana: te haces un bebé, alguien vulnerable, pequeño, necesitado de aprendizaje. Junto con María, tu Madre, quiero recibirte de la mejor manera posible. Mi vida y mi alma no son perfectos, pero puedes encontrar en ellos el amor y el deseo de acogerte.
Aun siendo verdadero hombre, eres mi Dios. Yo creo en Ti, Señor, y por eso mi amor a Ti también se expresa en el deseo de cumplir tu voluntad. Te quiero recibir con el regalo de una vida nueva, apartada de todo pecado y orientada al bien. Quiero preparar el camino para que entres en mi corazón, enderezar el sendero para acercarme a Ti.
Tú, Señor, conoces mi debilidad para convertirme sinceramente.
Ayúdame con tu gracia, para que estos deseos de acogerte se conviertan en frutos concretos. ¡Venga tu Reino en mi corazón! ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!
«Juan Bautista, el más grande de los profetas nos enseña una regla fundamental de la vida cristiana: hacernos pequeños con humildad para que sea el Señor quien crezca. Es este el estilo de Dios, diverso del estilo de los hombres.»
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de febrero de 2016, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Procuraré vivir este domingo abierto a los demás, buscando servir a Cristo en mi prójimo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Francisco, hoy, durante el Angelus
Francisco: "El Reino de Dios ya está presente y podemos experimentarlo cada día"
"Con su nacimiento en Belén, Dios viene a liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción"
Critica "el éxito a toda costa, el poder a expensas de los débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio"
Jesús Bastante, 04 de diciembre de 2016 a las 12:11
La salvación de Dios es obra de un amor más grande que nuestro pecado; sólo el amor de Dios puede cancelar el pecado y librarnos del mal, y sólo el amor de Dios nos puede orientar en el camino del bien
(Jesús Bastante).- "Con el nacimiento de Jesús en Belén, es el mismo Dios quien ha venido a habitar entre nosotros, para liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción". El Papa reflexionó en el frío domingo romano sobre el llamamiento del Bautista, "preparad el camino al Señor", y lo hizo señalando la necesidad d ehacer "un cambio de vida, convertirnos".
"¿Cuál es el Reino de Dios?", se preguntó el Papa. No sólo es algo "del más allá", porque "la buena noticia que Jesús nos trae es que no debemos esperar el Reino de Dios en el futuro". "De alguna manera ya está presentey podemos experimentar desde ahora la potencia espiritual. Dios viene a establecer su señorío en nuestra historia, en nuestra vida cotidiana; y allí donde sea aceptado con fe y humildad, germinan el amor, la alegría y la paz".
Un amor sin condiciones, que sólo exige "dejar los caminos cómodos pero engañosos, los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a expensas de los débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio", y abrir el camino al Señor.
"Dios no quita nuestra libertad, sino que nos dona la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es el mismo Dios quien ha venido a habitar entre nosotros, para liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción", subrayó el Pontífice, quien pidió una "preparación espiritual" en estas semanas previas a la Natividad de Jesús.
"Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus senderos, cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados", declaró Francisco.
"La salvación de Dios es obra de un amor más grande que nuestro pecado; sólo el amor de Dios puede cancelar el pecado y librarnos del mal, y sólo el amor de Dios nos puede orientar en el camino del bien", concluyó Francisco, quien llamó a los fieles a participar en la vigilia de la Inmaculada, el próximo jueves, donde se pedirá por la paz en el mundo.
Texto completo de la reflexión del Papa Francisco, previa a la oración del ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este segundo domingo de Adviento resuena la invitación de Juan el Bautista: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 3,2). Con estas mismas palabras Jesús dará inicio a su misión en Galilea (cf. Mt 4,17); y este también será el anuncio que llevarán los discípulos en su primera experiencia misionera (cf. Mt 10,7). De este modo el evangelista Mateo quiere presentar a Juan como aquel que prepara el camino al Cristo que viene, y los discípulos como los continuadores de la predicación de Jesús. Se trata del mismo anuncio gozoso: viene el reino de Dios, es más, está cercano, está en medio de nosotros. Este es el mensaje central de toda misión cristiana.
Pero, ¿qué es este reino de los cielos? Nosotros pensamos inmediatamente en algo que tiene que ver con el más allá: la vida eterna. Cierto, el reino de Dios se extenderá indefinidamente más allá de la vida terrena, pero la buena noticia que Jesús nos trae - y que Juan anticipa - es no debemos esperar el reino de Dios en el futuro: se ha acercado, de alguna manera ya está presente y podemos experimentar desde ahora la potencia espiritual. Dios viene a establecer su señorío en nuestra historia, en nuestra vida cotidiana; y allí donde sea aceptado con fe y humildad, germinan el amor, la alegría y la paz.
La condición para entrar y ser parte de este reino es hacer un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos. Es dejar los caminos cómodos pero engañosos, los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a expensas de los débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio. Y abrir en cambio el camino al Señor que viene, Él no quita nuestra libertad, sino que nos dona la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es el mismo Dios quien ha venido a habitar entre nosotros, para liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción.
La Navidad es un día de gran alegría, también exterior, pero es sobre todo un evento religioso para el cual se necesita una preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por la exhortación de Juan el Bautista: «Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (v. 3). Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus senderos, cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. En este sacramento experimentamos en nuestros corazones la cercanía del reino de Dios y su salvación. La salvación de Dios es obra de un amor más grande que nuestro pecado; sólo el amor de Dios puede cancelar el pecado y librarnos del mal, y sólo el amor de Dios nos puede orientar en el camino del bien.
Que la Virgen María nos ayude a preparar el encuentro con este Amor-siempre-más-grande que en la víspera de Navidad se hizo pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del Reino de Dios.