“El Poderoso hacho maravillas por mí.”

Evangelio según San Lucas 1,46-56. 

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz". 

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Santa Francisca Javiera Cabrini

Santa Francisca Javiera Cabrini, virgen y fundadora

En Chicago, del estado de Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Francisca Javiera Cabrini, virgen, que fundó el Instituto de Misioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús, y con eximia caridad se dedicó al cuidado de los emigrantes.

Agustin Cabrini era un cultivador muy acomodado, cuyas tierras estaban situadas cerca de Sant' Angelo Lodigiano, entre Pavía y Lodi. Su esposa, Estela Oldini, era milanesa. Tuvieron trece hijos, de los que la menor, nacida el 15 de julio de 1850, recibió en el bautismo los nombres de María Francisca, a los que más tarde habría de añadir el de Javier. La familia Cabrini era sólidamente piadosa, pues todo en la familia era sólido. Rosa, una de las hermanas de Francisca, que había sido maestra de escuela y no había escapado a todos los defectos de su profesión, se encargó especialmente de la educación de su hermanita, en forma muy estricta. Hay que reconocer que Francisca aprendió mucho de Rosa y que el rigor con que la trataba su hermana no le hizo ningún daño. Ln piedad de Francisca fue un tanto precoz, pero no por ello menos real. Oyendo en su casa la lectura de los «Anales de la Propagación de la Fe», Francisca determinó desde niña ir a trabajar en las misiones extranjeras. Los padres de Francisca, que deseaban que fuese maestra de escuela, la enviaron a estudiar en la escuela de las religiosas de Arluno.

La joven pasó con éxito los exámenes a los dieciocho años. En 1870, tuvo la pena enorme de perder a sus padres.

Durante los dos años siguientes, Francisca vivió apaciblemente con su hermana Rosa. Su bondad sin pretensiones impresionaba a cuantos la conocían. Francisca quiso ingresar en la congregación en la que había hecho sus estudios; pero no fue admitida a causa de su mala salud. También otra congregación le negó la admisión por la misma razón. Pero Don Serrati, el sacerdote en cuya escuela enseñaba Francisca, no olvidó las cualidades de la joven maestra. En 1874, Don Serrati fue nombrado preboste de la colegiata de Codogno. En su nueva parroquia había un pequeño orfanato, llamado la Casa de la Providencia, cuyo estado dejaba mucho que desear. La fundadora, que se llamaba Antonia Tondini, y otras dos mujeres, se encargaban de la administración, pero lo hacían muy mal. El obispo de Lodi y Mons. Serrati invitaron a Francisca a ir a ayudar en esa institución y a fundar allí una congregación religiosa. La joven aceptó, no sin gran repugnancia.

Así comenzó Francisca lo que una religiosa benedictina califica de «noviciado muy especial, en comparación del cual un noviciado de convento habría sido un juego de niños». Aunque Antonia Tondini había aceptado que Francisca trabajase en el orfanato, se dedicó a obstaculizar su trabajo, en vez de ayudarla.

Pero Francisca no se desalentó, consiguió algunas compañeras y, en 1877, hizo los primeros votos con siete de ellas. Al mismo tiempo, el obispo la nombró superiora. Ello no hizo sino empeorar las cosas. La conducta de la hermana Tondini, quien probablemente estaba un tanto enferma de la cabeza, se convirtió en un escándalo público. Francisca Cabrini y sus fieles colaboradoras lucharon tres años más por sostener la obra de la Casa de la Providencia, en espera de tiempos mejores; pero finalmente, el obispo renunció al proyecto y cerró el orfanato, después de decir a Francisca: «Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma». Francisca salió decidida a seguir sencillamente ese consejo.

En Codogno había un antiguo convento franciscano, vacío y olvidado. A él se trasladó la madre Cabrini con sus siete fieles compañeras. En cuanto la comunidad quedó establecida, la santa se dedicó a redactar las reglas. El fin principal de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón era la educación de las jóvenes. Ese mismo año el obispo de Lodi aprobó las constituciones. Dos años más tarde, se inauguró la primera filial en Gruello, a la que siguió pronto la casa de Milán. Todo esto se escribe pronto. Pero la realidad fue muy distinta, ya que los obstáculos no escasearon: en efecto, algunos alegaron que el título de misioneras no convenía a las mujeres, y una madre se quejó de que su hija había sido engañada para que entrase en la congregación. A pesar de ello, la congregación empezó a crecer, y la madre Cabrini demostró ampliamente su capacidad. En 1887, fue a Roma a pedir a la Santa Sede que aprobase su pequeña congregación y le diese permiso de abrir una casa en la Ciudad Eterna. Algunas personas influyentes trataron de disuadir a la santa del proyecto, pues juzgaban que siete años de prueba no bastaban para la aprobación de la congregación. El cardenal Parocchi, vicario de Roma, repitió el mismo argumento en su primera entrevista con la madre Francisca; pero sólo en la primera entrevista, porque la santa se lo ganó muy pronto. Al poco tiempo, se pidió a la madre Cabrini que abriese no una sino dos casas en Roma: una escuela gratuita y un orfanato. Algunos meses más tarde se publicó el decreto de la primera aprobación de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón.

La madre Cabrini había soñado en China desde la niñez. Pero no faltaban quienes querían convencerla de que volviese los ojos hacia otro continente. Mons. Scalabrini, obispo de Piacenza, había fundado la Sociedad de San Carlos para trabajar entre los italianos que partían a los Estados Unidos, y rogó a la madre Cabrini que enviase a algunas de sus religiosas a colaborar con los sacerdotes de la sociedad. La santa no se dejó convencer. Entonces, el arzobispo de Nueva York, Mons. Corrigan, insistió personalmente. La santa estaba indecisa, porque todos, excepto Mons. Serrati, apuntaban en la misma dirección. La madre Francisca tuvo por entonces un sueño que la impresionó mucho y determinó consultar al Sumo Pontífice. León XIII le dijo: «No al oriente sino al occidente». Siendo niña, Francisca Cabrini se había caído al río, y desde entonces tenía horror al agua. A pesar de ello, cruzó el Atlántico por primera vez, con seis de sus religiosas, y desembarcó en Nueva York el 31 de marzo de 1889.

Todo el mundo sabe que una multitud de italianos, polacos, ucranios, checos, croatas, eslovacos, etc., han emigrado a los Estados Unidos en los siglos XIX y XX. La historia religiosa de los inmigrantes está todavía por escribirse. Baste con decir que, cuando llegó la madre Cabrini, había unos 50.000 italianos en Nueva York y sus alrededores. La mayoría de ellos no sabían siquiera los rudimentos de la doctrina cristiana; apenas unos 1.200 habían asistido alguna vez en su vida a la misa; de cada doce sacerdotes italianos, diez habían tenido que salir de su patria por mala conducta. La situación era semejante en el noroeste de Pennsylvania. Y las condiciones económicas y sociales de la mayoría de los inmigrantes estaban a la altura de las condiciones religiosas. Nada tiene, pues, de extraño que en el tercer concilio plenario de Baltimore, Mons. Corrigan y León XIII hayan estado muy inquietos.

La acogida que se dio a las religiosas en Nueva York no fue precisamente entusiasta. Se les había pedido que organizaran un orfanato para niños italianos y que tomaran a su cargo una escuela primaria; pero, al llegar a Nueva York, donde se les dio cordialmente la bienvenida, se encontraron con que no tenían casa, de suerte que por lo menos la primera noche tuvieron que pasarla en una posada sucia y repugnante. Cuando la madre Cabrini fue a ver a Mons. Corrigan, se enteró de que, debido a ciertas dificultades entre el arzobispo y las bienhechoras, se había renunciado al proyecto del orfanato. Por otra parte, aunque abundaban los alumnos, no había edificio para la escuela. El arzobispo terminó diciendo que, en vista de las circunstancias, lo mejor era que la madre Cabrini y sus religiosas regresasen a Italia. Santa Francisca replicó con su firmeza y decisión habituales: «No, monseñor. El Papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar». El arzobispo quedó impresionado al ver la firmeza de aquella pequeña lombarda y el apoyo que le prestaban en Roma. Por lo demás, hay que confesar que Corrigan era un hombre que cambiaba fácilmente de idea. Así pues, no se opuso a que las religiosas se quedasen en Nueva York y consiguió que por el momento se alojasen con las hermanas de la Caridad. A las pocas semanas, santa Francisca había ya hecho buenas migas con la condesa Cesnola, bienhechora del orfanato proyectado, la había reconciliado con Mons. Corrigan, había conseguido una casa para sus religiosas y había inaugurado un pequeño orfanato. En julio de 1889, fue a hacer una visita a Italia, y llevó consigo a las dos primeras religiosas italo-americanas de su congregación. Nueve meses después, regresó a los Estados Unidos con más religiosas para tomar posesión de la casa de West Park, sobre el río Hudson, que hasta entonces había pertenecido a los jesuitas. La santa trasladó allí el orfanato, que ya había crecido mucho, y estableció allí mismo la casa madre y el noviciado de los Estados Unidos. La congregación prosperaba, tanto entre los inmigrantes de los Estados Unidos como en Italia. Al poco tiempo, la madre Cabrini hizo un penoso viaje a Managua, de Nicaragua; a pesar de que las circunstancias eran muy difíciles y aun peligrosas, aceptó la dirección de un orfanato y abrió un internado. En el viaje de vuelta, pasó por Nueva Orleáns, como se lo había pedido el santo arzobispo de la ciudad, Francisco Janssens. Los italianos de Nueva Orleáns, que procedían en gran parte del sur de Italia y de Sicilia, vivían en condiciones especialmente amargas. Había entre ellos algunos criminales indeseables, y poco antes una chusma enfurecida de americanos, no menos criminal, había linchado a once de ellos. El resultado de la visita de santa Francisca fue que fundó una casa en Nueva Orleáns.

No hace falta demostrar que Francisca Cabrini fué una mujer extraordinaria, pues sus obras hablan por ella. Como había sucedido a la beata Filipina Duchesne, santa Francisca aprendió el inglés con dificultad y conservó siempre el acento extranjero muy marcado. Pero ello no le impidió tener gran éxito en el trato con gentes de todas clases. En particular, aquellos con quienes tuvo que tratar asuntos financieros, que fueron muchos y de mucha importancia, la admiraban enormemente. El único punto en el que falló el tacto de la madre Cabrini fue en las relaciones con los cristianos no católicos. Ello se debió a que entró por primera vez en contacto con ellos en los Estados Unidos, de suerte que pasó largo tiempo antes de que reconociese su buena fe y apreciase su vida ejemplar. Los comentarios desagradables que hizo la santa sobre este punto, se explican por su ignorancia, que era la raíz de su incomprensión. En efecto, como lo demuestran sus ideas sobre la educación de los niños, era una mujer de visión amplia y capaz de aprender, que no se cerraba a una idea simplemente porque era nueva. La madre Cabrini había nacido para gobernar. Era muy estricta, pero poseía al mismo tiempo un gran sentido de justicia. En ciertas ocasiones era tal vez demasiado estricta y no caía en la cuenta de las consecuencias de su inflexibilidad. Por ejemplo, no parece que haya favorecido a la causa de la moral cristiana negándose a recibir a los hijos ilegítimos en su escuela gratuita; tal actitud no hacía más que castigar a los inocentes. Pero el amor gobernaba todos los actos de la santa, de suerte que su inflexibilidad no le impedía amar y ser muy amada. A este propósito, solía decir a sus religiosas: «Amaos unas a otras. Sacrificáos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas».

En 1892, año del cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, la santa fundó en Nueva York una de sus obras más conocidas: el «Columbus Hospital». En realidad, dicha obra había sido emprendida poco antes por la Sociedad de San Carlos. Desgraciadamente, la cesión del hospital a las Misioneras del Sagrado Corazón, que no fue fácil, creó ciertos resentimientos contra la madre Francisca. La santa hizo poco después un viaje a Italia, donde asistió a la inauguración de una casa de vacaciones cerca de Roma y de una casa de estudiantes en Génova. En seguida, fue a Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil y Buenos Aires. Naturalmente, en 1895, ese viaje era mucho más difícil que en la actualidad; pero la madre Cabrini gozaba enormemente con los paisajes, y ello le aligeró un tanto las molestias del viaje. En Buenos Aires inauguró una escuela secundaria para jovencitas. Como algunas personas le advirtiesen que la empresa era muy difícil y pesada, la santa respondió: «¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?» Después de otro viaje a Italia, donde tuvo que encargarse de un largo proceso en los tribunales eclesiásticos y hacer frente a la turba en Milán, fue a Francia, e hizo allí su primera fundación europea fuera de Italia. En el verano de 1898, estuvo en Inglaterra. El obispo de Southwark, Mons. Bourne, que fue más tarde cardenal y había conocido en Codogno a la madre Francisca, le pidió que fundase en su diócesis una casa de su congregación; pero el proyecto no se llevó a cabo por entonces. La santa desplegó la misma actividad en los doce años siguientes. Si hubiese que nombrar a un santo patrono de los viajeros, más reciente y menos nebuloso que san Cristóbal, la madre Cabrini encabezaría ciertamente la lista de candidatos. Su amor por todos los hijos de Dios la llevó de un sitio a otro del hemisferio occidental: de Río de Janeiro a Roma, de Sydenham a Seattle. Las constituciones de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón fueron finalmente aprobadas en 1907. Para entonces, la congregación, que había comenzado en 1880 con ocho religiosas, tenía ya más de 1000 y se hallaba establecida en ocho países. Santa Francisca había hecho más de cincuenta fundaciones, entre las que se contaban escuelas gratuitas, escuelas secundarias, hospitales y otras instituciones. Las religiosas no se limitaban en los Estados Unidos a trabajar entre los inmigrantes italianos. En efecto, el día del jubileo de la congregación, los presos de Sing-Sing enviaron a la santa una conmovedora carta de gratitud. Entre las grandes fundaciones, nos limitaremos a mencionar dos: el «Columbus Hospital» de Chicago, y la escuela de Brockley (1902), que actualmente se halla en Honor Oak. Es imposible hablar aquí de todas las pruebas y dificultades, tales como la oposición del obispo de Vitoria (la reina María Cristina había llamado a España a santa Francisca), y la oposición de ciertos partidos en Chicago, Seattle y Nueva Orleáns. En esta última ciudad las hijas de santa Francisca pagaron el mal con bien, ya que se condujeron en forma heroica en la epidemia de fiebre amarilla de 1905. En 1911, la salud de la fundadora comenzó a decaer. Tenía entonces sesenta y un años, y estaba físicamente agotada. Pero todavía pudo trabajar seis años más. El fin llegó súbitamente. La madre Francisca Javier Cabrini murió absolutamente sola en el convento de Chicago, el 22 de diciembre de 1917. Fue canonizada en 1946. Su cuerpo se halla en la capilla de la «Cabrini Memorial School» de Fort Washington, en el estado de Nueva York. Sin duda que antes de santa Francisca hubo otros santos en los Estados Unidos y los seguirá habiéndo en el futuro; pero ella fue la primera ciudadana americana cuya santidad fue públicamente reconocida por la Iglesia mediante la canonización. Francisca Javier Cabrini es una gloria de los Estados Unidos, de Italia, de la Iglesia y de toda la humanidad. Nadie que no fuese un santo como ella hubiese podido hacer lo que ella hizo y en la forma en que lo hizo.

San Luís María de Griñón de Monfort (1673-1716) predicador, fundador de comunidades religiosas 
Tratado sobre la verdadera devoción a la Virgen María

“El Poderoso hacho maravillas por mí.”

María vivió una vida muy escondida...Su humildad fue tan grande que no experimentó en la tierra ninguna atracción mayor y más continua que la de esconderse ante si misma y ante toda criatura, para ser conocida de sólo Dios...Dios Padre consintió que ella no hiciera ningún milagro en su vida, o por lo menos ningún milagro espectacular... Dios Hijo consintió que ella no hablara apenas, aunque el le había comunicado su sabiduría. Dios Espíritu Santo consintió en que sus apóstoles y evangelistas hablaran muy poco de ella, siendo necesario para dar a conocer a Jesucristo, aunque ella fuera su Esposa fiel.

María es la obra maestra acabada del Altísimo quien se reservó para sí el conocerla y poseerla... María es el manantial sellado y la Esposa fiel del Espíritu Santo donde él sólo tiene entrada. María es el santuario y el reposo de la Santísima Trinidad donde Dios mora con una magnificencia y divinidad mayor que en cualquier otro lugar del universo, sin exceptuar su morada sobre los querubines y serafines. A ninguna criatura le es permitida, por muy pura que sea, entrar en este santuario sino es por un gran privilegio. 

Digo con los santos: María es el paraíso terrestre del nuevo Adán...Es el mundo grande y divino de Dios donde hay bellezas escondidas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, donde escondió, como en su seno, al Hijo único y con él todo lo que hay de excelente y precioso en el mundo. Oh, qué cosas tan grandes y escondido ha hecho Dios en esta criatura admirable, como ella misma se ve obligada a confesar, a pesar de su humildad profunda: “El Poderoso hacho maravillas por mí.” El mundo no los conoce porque es incapaz e indigno de ello.

¡Dios viene a mi alma!
Lucas 1, 46-56. IV Jueves de Adviento, Ciclo A. El Magnificat.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, madre mía, te pido que me ayudes a elevar un canto de acción de gracias a Dios. Ensancha mi corazón para que pueda descubrir el gran amor que Dios me ha tenido y para que pueda expresarle el gran amor que siento al contemplar su mano en mi vida. Yo también quiero decir «Mi alma glorifica al Señor».
unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A unos días de la Navidad, podemos contemplar este Evangelio con gran estupor.

Jesús está a punto de venir a nuestras almas. Como hace dos mil años, el 24 en la noche, entrará a la pobre cueva de nuestro corazón, a la pobre cueva del corazón humano. ¡Qué es el hombre para que el mismo Dios venga a habitar a su casa! O como María dice «porque puso los ojos en la humildad de su esclava».

Y esta llegada del Señor nos ha de llenar de alegría. ¡Dios viene a mi alma! «mi espíritu se llena de júbilo». Pensemos en los pastores que llegaron a la cueva de Belén, a ellos también los escogió el Señor, no eran los más ilustres de Israel, ni los más poderosos. Pero el Señor los llamó, los miró y ellos se llenaron de alegría. No tenían mucho, pero pusieron a los pies de Jesús todo lo que tenían. Unos, leche, otros, queso, otros, pan, otros, miel… Cada uno dio lo que tenía, con alegría y con amor.

Y al llegar al final del adviento y a las puertas de la Navidad, podemos comenzar a preocuparnos y a pensar que no estamos preparados. Seguramente pensamos que no hemos trabajado lo suficiente en las semanas del adviento y quisiéramos darle un poco más al Niño Jesús. Pero el Señor nos mira y quiere entrar a nuestro corazón. Él sabe que no estamos preparados y conoce nuestra pobreza. Y lo único que nos pide es que le demos todo, nuestra misma pobreza.

Por eso las Navidades son un periodo de alegría y de gratitud. Jesús viene a nuestros pobres corazones para estar con nosotros. Abrámosle las puertas del corazón y llenémonos de gozo.

«En la vida de María admiramos esa pequeñez amada por Dios, que “ha mirado la sencillez de su esclava” y “enaltece a los humildes”. Él se complació tanto de María, que se dejó tejer la carne por ella, de modo que la Virgen se convirtió en Madre de Dios, como proclama un himno muy antiguo, que cantáis desde hace siglos. Que ella os siga indicando la vía a vosotros, que de modo ininterrumpido os dirigís a ella, viniendo a esta capital espiritual del país, y os ayude a tejer en la vida la trama humilde y sencilla del Evangelio.»
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Jesús, voy a rezar un rosario para agradecer, con María, el don de la Navidad. Voy a pedir la gracia de estar preparado para recibirte y para vivir estos próximos días navideños con gran alegría.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Ya casi está todo listo para Navidad ... ¿y nuestros caminos?
Estamos corriendo, para que no se nos olviden las hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer.


¡YA TE FALTA POCO PARA NACER.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

Al final del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo
lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo ý únicamente por amor.
Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......

La muerte, ¿un bien o un mal?
La muerte, así como acrecienta la alegría del hombre bueno, incrementa el miedo del hombre ligero.

Muchos tienen miedo a la muerte. Es horrible separarse de los seres más queridos o dejar a un lado todas las felicidades de esta vida. Separarse de los familiares. Los mejores momentos de la vida, se esfuman. Todo lo que tienen en su vida, ha desaparecido. Sus conocimientos no se los llevarán. Sus títulos, quedarán colgados en las paredes. Todas sus posesiones pasarán a manos de otra persona.

Ya lo decía Petrarca: “La muerte siempre es temprana y no perdona a ninguno”.
Esta es la realidad de la muerte. Es un parteaguas en la vida. Muchos la ven como el peor de los males, otros como el gran bien deseado.

Para algunos, es lo que mantiene a las personas sometidas para que no se quejen de los males que sufren, pensando que después de esta vida van a encontrar alguna recompensa.

Para otros todo se acaba aquí. Todo ha llegado a su fin con la muerte. Todo lo que hayan disfrutado en esta vida es lo que vale. Son fieles seguidores del “Carpe Diem” con una fuerte influencia de Schelling que había dicho: “Muerte, no te debo temer, porque cuando tú estás yo no estoy, y cuando yo estoy, tú no estás; la muerte es, así, siempre la muerte de los demás”.

También está el escollo de acostumbrarse a escuchar que han muerto tantas personas de un atentado, otro par en un accidente, cinco fueron asesinados en tal lugar, otros tantos han fallecido en un terremoto…

La realidad más certera del hombre, la muerte, se va menguando de escuchar tanto acerca de ella.

Pero al final, los que creen de una forma u otra, tienen miedo a la muerte. Cuando todos están en los últimos minutos de esta vida fugaz, el miedo llega.

Sin embargo carecen de miedo los que han vivido de una manera positiva y entregada: de modo responsable, moralmente recto, pensando en los demás, fieles a unos principios de vida basados en la ley natural. Para los cristianos el camino está bien marcado en el amor concreto y diario hacía el prójimo. Estos suelen aceptar la muerte con tranquilidad e incluso con un cierto deseo.

Pero están los del otro lado, los que se han dedicado a vivir con su lema de vida, “carpe diem” sin ningún principio en su vida. Su norma es hacer lo que quieren, caiga quien caiga, aunque esté de por medio la familia, los padres, los hijos. Todo lo hacen por el hecho de querer vivir como les plazca.

Estos al final de su vida tienen un miedo a la muerte que los abruma. La muerte les hace estremecerse y sentir que algo faltaba en esta vida.

Por ello decía Antoine de Saint-Exupéry: “Únicamente seremos felices cuando cobremos conciencia de nuestro papel, incluso aunque nos corresponda el más oscuro. Únicamente entonces podremos vivir en paz, porque el que da un sentido a la vida da un sentido a la muerte”.

La muerte, así como acrecienta la alegría del hombre bueno, incrementa el miedo del hombre ligero.
Siempre se está a tiempo para elegir el camino propio. Un Peregrino dijo hace más de dos mil años: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

La teología del selfie
Dios es todavía más original y quiso sacarse el «selfie más perfecto» de todos: Jesucristo.

A mediados de 2014 la NASA creó el mosaico temático sobre el planeta tierra más grande del mundo: 36,422 selfies completaron el collage. La manera de conseguir las fotografías no fue menos megalómana: se hizo por medio del hashtag #GlobalSelfie el cual fue secundado por personas de más de cien países en redes sociales. La masiva participación conseguida por la NASA supuso, en realidad, la continuidad de un fenómeno cada vez más extendido y que incluso ha merecido ser reconocido por el prestigioso Oxford Diccionary como la palabra del año en 2013: «selfie». El fenómeno de los selfies ha sobrepasado el ámbito de lo anecdótico (recuérdese, por ejemplo, los «camelfies» o selfies con camellos) y parece estar destinado a no quedar encorsetado en la denominación «moda pasajera». ¿A qué se debe esta masificación del compartir imágenes sobre uno mismo que tan solo en 2013 supuso 1 millón de publicaciones diarias de este tipo? Evidentemente esto es posible gracias a la dinámica de la inmediatez y la masificación que la técnica hace posible y a la que la sociedad digitalizada estimula.

Se trata, por tanto, de algo de carácter técnico pero también psicológico: son las propias personas las que se sienten involucradas y, aunque parezca una redundancia, protagonistas también de sus propias fotos, incluso al sacarlas. Esta dimensión protagónica está aderezada por el hecho de que las fotos también son un testimonio capturado en pixeles por el que las personas dicen con imágenes: «yo estuve ahí», «yo soy así», «alguien estuvo conmigo». Y tal vez con un poco de suerte se convierten en contenidos virales, es decir, masivos, consiguiendo así también un poco de fama efímera. El fenómeno selfie no ha quedado exento de tintes patológicos como cuando en mayo de 2014 un joven ve caer, tras el sprint final del «Giro de Italia», al ciclista alemán Marcel Kittel: se le acerca y en lugar de ayudarlo se toma una foto con él para luego compartirla en las redes sociales. Actitudes análogas se repiten en muchas partes y con muchas personas. Y eso es también lo que está al fondo del breve corto «Aspirational», de la actriz Kirsten Dunst.

Dunst se burla finamente de la cultura del selfie y pone el dedo en la llaga: la deshumanización de las personas al tiempo de Instagram. En «Aspirational» vemos a Kirsten esperando fuera de su casa. Pasan dos chicas que la reconocen, se le acercan con smartphones en la mano y, sin más, comienzan a hacerse fotos con ella. Terminada la «sesión» fotográfica las jóvenes se van sin apenas cruzar palabras. «No quieren preguntarme nada», les dice Dunst, mientras una de las chicas pregunta a la otra: «¿cuántos seguidores crees que voy a sumar con esta foto?».

Desde luego «Aspirational» es una caricaturización pero que tiene su fundamento real: cómo no recordar a aquel niño español que por las mismas fechas se emocionó hasta las lágrimas ante el hecho de poder tomarse una foto con el futbolista argentino Leonel Messi. «¿Qué te ha dicho Messi?», le preguntó al zagal un periodista tras haber obtenido la foto. «Nada», fue la respuesta. Él quería la foto con Messi no las palabras del futbolista.

A decir verdad, los selfies no son algo absolutamente nuevo. ¿Quién no recuerda el mito de Narciso quien por vicisitudes de la vida termina enamorándose de su propia imagen lo que supone también su muerte ahogado mientras contempla su belleza en la rivera del río? No parece exagerado encontrar alguna lección moralizante de aquel «selfie mitológico» que, aplicado a las circunstancias actuales, invita a abrir los ojos no sólo a esa sobre exposición vanidosa sino también a esa falta de autenticidad que va de la mano de la manipulación de imágenes para aparentar ser quienes no somos.

Históricamente hablando el primer selfie fotográfico data de 1914 y la protagonista fue una adolescente de 13 años: la gran duquesa Anastacia, de Rusia. Si nos remontamos mucho más atrás y colocamos nuestra atención en ámbito religioso qué es la Sábana Santa o el ayate de la Virgen de Guadalupe sino dos selfies de peculiaridad sobrenatural. Pero en realidad el primer selfie es aún más antiguo, se remonta a Dios mismo y tiene un fundamento teológico: la Biblia.

La gran duquesa Anastacia en el primer selfie de la historia de la fotografía.

En el capítulo 1 versículos 26 y 27 del libro del Génesis se dice claramente que Dios creó al hombre a imagen y semejanza suya. En este sentido, cada auto-fotografía humana sería una imagen que refleja algo de divino -la acción de Dios- y que remite a Él. Pero Dios es todavía más original y quiso sacarse el «selfie más perfecto» de todos: Jesucristo.

Ciertamente Jesucristo no es una imagen de Dios sino Dios en persona. Y es aquí en definitiva donde encontramos una explicación teológica de los selfies: en el fondo los autoretratos son expresiones de cercanía, de esa capacidad creadora sembrada por Dios en los corazones humanos y que queda materializada en imágenes. No es, por tanto, una simple amauterización de la fotografía posibilitada por las tecnologías sino expresiones muchas veces instintivas que por medio de la reflexión nos revelan ese anhelo de eternidad para el que hemos sido hechos. Cada foto es una forma de decir «existo», «yo también soy parte de la raza humana» y, todavía a un nivel más profundo, «soy imagen y semejanza de Dios». En este sentido podemos decir que hay un anhelo de eternidad en cada autoretrato.

¿Por qué el demonio odia tanto a María? (y por qué tú deberías amarla)
Satanás ha estado haciendo todo lo que está en su poder para desmotivar la devoción hacia ella

Satanás odia a la Santísima Virgen María. De hecho, ha estado haciendo todo lo que está en su poder para desmotivar la devoción hacia ella e inculcar odio hacia ella durante dos milenios. ¿Te has dado cuenta que son los dogmas Marianos y las devociones a la Virgen las que despiertan las más fuertes reacciones en aquellos que rechazan a la Iglesia? Incluso algunos buenos católicos se avergüenzan de la devoción a Nuestra Señora, y sienten que no deberíamos ser tan extremos en nuestra veneración a ella.

Tal vez, te has preguntado porque la Iglesia tiene en tal alta estima a la Inmaculada Virgen María. Tal vez, te has preguntado porque Dios ha escogido servirse de ella en la obra redentora. Hoy, me gustaría echar una mirada al porque el diablo odia tanto a nuestra Santísima Madre, y porque nosotros deberíamos ser sus fieles siervos.

Ella aplastará su cabeza
El escenario es el jardín del Edén. Los personajes son Dios, la serpiente, Adán y Eva. El diablo se regodea en su triunfo. Acaba de engañar a Eva, y a través de ella, a Adán. Que orgulloso está de sí mismo. Casi puedes sentir su orgullo demoniaco en la destrucción, ya que ha podido malograr la obra de la mano creadora de Dios, y arrastrar a los seres humanos - por quien Dios tiene un amor especial - a la muerte y la miseria.

Dios aparece en la escena a limpiar el desorden, declarando la trágica maldición que arrastra el pecado, pero también para proclamar el proto evangelio, un primer vistazo al Evangelio y la condena del diablo.
Dios comienza por dirigirse a Satanás, diciendo que se arrastrará en el suelo por el resto de sus días. Luego revela algo que hace que Satanás tiemble de horror: su derrota final vendrá de las manos de una mujer.

"Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón".(Génesis 3,16)

Ahora los académicos argumentan acerca de si el pronombre en la frase es o no masculino, "Su descendencia te aplastara la cabeza" - eso es si se refiere a la Virgen María o a Jesucristo. Pero voy a contarles un pequeño secreto: eso no importa. Verán, Jesús aplastará la cabeza de Satanás a través de María. Ella es el instrumento que Jesús utilizará cuando destruya a su antiguo enemigo.

Con eso en mente, es totalmente legítimo decir “Él aplastará tu cabeza” tanto como es decir “Ella aplastará tu cabeza”. Es casi como decirle a un asaltante armado, “Un paso más y te disparo” y “Un paso más y mi magnum .44 te volará la cabeza”. Ambas afirmaciones son verdaderas.

Entonces, ¿Por qué le duele tanto al diablo que María sea quien lo derrote? ¿Porque Dios quiso utilizar a María para derrotar a Satanás? Ahora lo explico.

Derriba del trono a los poderosos

El diablo odia, y me refiero a que él aborrece el hecho de que su derrota final vendrá de la mano de una sierva humilde. De alguna forma, su corazón orgulloso puede manejar el ser derrotado por Dios porque sabe que es Todopoderoso y Omnipotente. ¿Pero ser destrozado por una pequeña Dama de Nazaret? La idea es sencillamente humillante. Eso lo vuelve loco. Porque si hay algo que la creatura más orgullosa de toda la creación odia, es ser humillada.

Satanás encuentra que su derrota a manos de la Virgen María es tan humillante porque ella es mujer, y las mujeres son el sexo débil (1 Pedro 3,7), y él desprecia a los débiles. Él de verdad disfruta ver a las mujeres siendo abusadas, degradadas y siendo vista como objetos. Eso sin mencionar que nuestra Bendita Señora es humana, y Satanás odia a los humanos porque tenemos cuerpos y él es puro espíritu, que desprecia los cuerpos. Pero hay otra muy profunda razón por la que Satanás odia ser derrotado por la Virgen María: Ella es su reemplazo en el cielo.
V

erás, Lucifer fue originalmente la mejor creación de Dios. Él era más hermoso, más poderoso que todas las otras creaturas que Dios había hecho. Y como todos sabemos, se le subió a la cabeza. Él era tan hermoso, tan poderoso que realmente creía que podía ser mejor que Dios. Las marcas indelebles de Satanás son el orgullo y la envidia del Todopoderoso.

¿Y cuáles son las características que definen a nuestra Señora? Primero y principalmente, ella es supremamente humilde. De hecho, ella es la más humilde creatura que ha existido. Por cada onza de orgullo que el diablo tiene, María tiene el doble de humildad. Por cada gota llena de odio y amargura en el corazón negro de Satanás, el Corazón de María está llena del doble de alabanza, adoración y amor. Por cada parte de la depravada, pervertida y deformada alma del diablo, el Corazón de María está lleno de pureza y fecundidad. Y por gracia, Dios ha hecho de ella la más exquisita y más gloriosa creatura en el universo, el título que el diablo solía reclamar para sí.

En todas las formas, la Inmaculada es totalmente opuesta a Satanás. En cada forma, ella es su reemplazo en el Cielo, y él lo sabe. Este Divino intercambio de Satanás por María se revela en el himno de nuestra Señora, el Magníficat:

"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre".
En el Magníficat, vemos el rol de María en la salvación resumida bellamente:

  • La humildad de María “Porque ha mirado la humillación de su esclava.
  • El maravilloso trabajo de la gracia de Dios en ella: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”
  • Dios reprendiendo a Satanás “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos”
  • Su colocación de María en el lugar de Satanás:” y enaltece a los humildes”

Lo peor de todo para Satanás, su reemplazo en el cielo no es otra que la Madre de la Palabra viva, Jesucristo, cuya pasión y muerte redimió a toda la humanidad a la que él ha tratado tanto de destruir. Su «SÍ» a Dios deshizo la desobediencia de Eva, labrando del camino para la obra salvadora del nuevo Adán. La misma debilidad de Eva que Satanás instigó, fue reemplazada por la debilidad de la obediencia de María, una obediencia a la voluntad de Dios que la ha hecho poderosa más allá de cualquier límite. Este es el plan Divino para la derrota del enemigo. Esta es la humillación y condena de Satanás.
Hasta la vista Satanás

Tal vez no lo sepas, pero Satanás te odia. Su amarga envidia lo lleva a querer destruir la obra de Dios y arrastrarla al abismo del infierno. A él no le gustaría nada más que tú - hecho a imagen de Dios - lo acompañaras en las llamas eternas de un lago de fuego, porque a la miseria le gusta la compañía.

Pero no temas. La antigua serpiente no tiene poder contra la Inmaculada Virgen, porque en el plan de Dios, ella es el instrumento que Jesús utilizó para humillar y destruirlo. ¿Quieres aplastar la cabeza del diablo en tu vida? ¿Quieres pasar con seguridad a través de las pruebas, tentaciones y tormentas hacia tu hogar eterno? La respuesta es simple, recurre a María. Ámala, sé su devota servidora. Se su siervo, su defensor, su apóstol. Consagra tu ser total y completamente porque nada de lo que le pertenezca se verá perdido. Como San Juan Damasceno dijo de forma tan hermosa:

"Ser devoto a la, Santísima Virgen María, es un brazo de salvación que Dios nos entrega a aquellos a los que Él quiere salvar".

Satanás esta todo alborotado, haciendo todo lo que puede porque sabe que su tiempo se acaba. Está asustado y enojado, porque sabe que un día muy pronto, él será aplastado por la Mujer que hace que su corazón tiemble, la mujer que "¿Quién es ésta que se asoma como el alba, Hermosa como la luna llena, Refulgente como el sol, Imponente como escuadrones abanderados?" (Cantares 6:10).

Oración
Majestuosa Reina del Cielo y Reina de los Ángeles, recibiste de Dios el poder y la comisión de aplastar la cabeza de Satanás; por lo cual humildemente te suplicamos, enviar a las legiones de los cielos, que, bajo tu mandato, puedan expulsar a los espíritus malignos, e involucrarlos en todas partes en la batalla, frenar su insolencia, y lanzar de nuevo en el abismo del infierno. "¿Quién como Dios?" Oh buena y tierna Madre, has de ser siempre nuestra esperanza y el objeto de nuestro amor.

Oh Madre de Dios, envía los santos ángeles para defenderme y conducir lejos de mí al cruel enemigo. Santos Ángeles y Arcángeles, defiéndenos y guárdanos. Amén

Artículo originalmente publicado en CatholicGentleman.net 

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