“Este es el Cordero de Dios”

Evangelio según San Juan 1,29-34. 

Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel". Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". 

Santísimo Nombre de Jesús

El santísimo Nombre de Jesús, a cuyo solo nombre toda rodilla se dobla, en el cielo, en la tierra y en el abismo, para gloria de la Divina Majestad. Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor.

Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús.

Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

> Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40). 

> Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios. 

>  Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz. 

> En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc. 

Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano.
Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad.

Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre.

Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). 

Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312)-

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x).

Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus).

Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte.

Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de septiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesús!", "¡Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904.

Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

LETANÍA DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS

-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, ten piedad de nosotros
-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, óyenos 
-Cristo, escúchanosSe repite
-Dios, Padre celestial, 
Dios Hijo, Redentor del mundo, 
-Dios Espíritu Santo, 
-Santísima Trinidad, un solo Dios, 
-Jesús, hijo de Dios vivo, 
-Jesús, esplendor del Padre, 
-Jesús, pureza de la luz eterna, 
-Jesús, rey de la gloria, 
-Jesús, sol de justicia, 
-Jesús, hijo de la Virgen María, 
-Jesús, amable, 
-Jesús, admirable, 
-Jesús, Dios fuerte, 
-Jesús, padre del siglo futuro, 
-Jesús, mensajero del plan divino, 
-Jesús, todopoderoso, 
-Jesús, pacientísimo, 
-Jesús, obedientísimo, 
-Jesús, manso y humilde de corazón, 
-Jesús, amante de la castidad, 
-Jesús, amador nuestro, 
-Jesús, Dios de paz, 
-Jesús, autor de la vida, 
-Jesús, modelo de virtudes, 
-Jesús, celoso de la salvación de las almas, 
-Jesús, nuestro Dios, 
-Jesús, nuestro refugio, 
-Jesús, padre de los pobres, 
-Jesús, tesoro de los fieles, 
-Jesús, pastor bueno, 
-Jesús, verdadera luz, 
-Jesús, sabiduría eterna, 
-Jesús, bondad infinita, 
-Jesús, camino y vida nuestra, 
-Jesús, alegría de los ángeles, 
-Jesús, rey de los patriarcas, 
-Jesús, maestro de los apóstoles, 
-Jesús, doctor de los evangelistas, 
-Jesús, fortaleza de los mártires, 
-Jesús, luz de los confesores, 
-Jesús, pureza de las vírgenes, 
-Jesús, corona de todos los santos,Ten misericordia de nosotros.
-Senos propicioPerdónanos, Jesús.
-Senos propicioEscúchanos, Jesús.
-De todo mal, 
-De todo pecado, 
-De tu ira, 
-De las asechanzas del demonio, 
-Del espíritu impuro, 
-De la muerte eterna, 
-Del menosprecio de tus inspiraciones, 
-Por el misterio de tu santa encarnación, 
-Por tu natividad, 
-Por tu infancia, 
-Por tu divinísima vida, 
-Por tus trabajos, 
-Por tu agonía y Pasión, 
-Por tu cruz y desamparo, 
-Por tus sufrimientos, 
-Por tu muerte y sepultura, 
-Por tu resurrección, 
-Por tu ascensión, 
-Por tu institución de la santísima Eucaristía, 
-Por tus gozos, 
-Por tu gloria,Líbranos, Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,Perdónanos, Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,Escúchanos Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,Ten misericordia de nosotros Jesús.
-Jesús, óyenos.
-Jesús, escúchanosSe repite

ORACIÓN
Te pedimos Señor, que quienes veneremos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia Comentario sobre el evangelio de Juan

“Este es el Cordero de Dios”

Un solo Cordero ha muerto por todos, aquel que guarda todo el rebaño de los hombres para su Dios y Padre, uno por todos para someter a todos a Dios (Cf. Rm 5,18), uno por todos para ganarlos a todos, para que finalmente todos “los que viven, no vivan ya para ellos, sino para el que ha muerto y resucitado por ellos” (2Cor 5,15) En efecto, cuando todavía estábamos bajo el pecado y sujetos a la muerte y la corrupción, el Padre ha entregado a su Hijo para nuestra redención, él sólo por todos, ya que todo está en él y él es más que todos. Uno sólo ha muerto por todos, para que todos vivan gracias a él.

Así como la muerte golpeó al Cordero, inmolado por todos, así la muerte nos ha dejado en libertad, gracias a él. Todos estábamos en Cristo muerto y resucitado por nosotros y a causa de nosotros. Verdaderamente, una vez destruido el pecado ¿cómo no iba a ser destruido también la muerte que viene del pecado? Muerta la raíz ¿cómo podía conservarse el fruto? Muerto el pecado ¿qué razón quedaba para que muriésemos todos? De modo que podemos decir con gozo, respecto a la muerte del Cordero: “Muerte ¿dónde está tu victoria, muerte dónde está tu aguijón?”(1Cor 15,55)

  

Papa Francisco

El Pontífice, "campeón de la humanidad y garante de los derechos humanos", según The Guardian
El 84 por ciento de los españoles apoya las reformas del Papa Francisco
La figura del Santo Padre goza de una popularidad histórica en Europa y América

Cameron Doody, 02 de enero de 2017 a las 17:46

Con una serie de gestos dramáticos -visitar campos de refugiados, acoger inmigrantes en el Vaticano, lavar los pies de una mujer musulmana- el Papa ha demostrado que quiere que su Iglesia se ponga del lado de los refugiados

(Cameron Doody).- "Un garante extraordinariamente elocuente de los derechos humanos, del medio ambiente, de la paz y contra los estragos del capitalismo". Así ha elogiado The Guardian al Papa Francisco  en una tribuna este domingo, en la que  destaca que la figura del pontífice goza de una popularidad histórica en la mayoría de los países de Europa y América.

"La pobreza y codicia globales y la destrucción del medio ambiente son lo que hoy nos amenaza, y el Papa Francisco es un campeón de la humanidad contra estos males". El rotativo recuerda no solo la "poderosa" encíclica Laudato Si' sino también la predicación constante del Papa a favor de la dignidad del ser humano y de la Tierra.

Pero además de estas ideas, The Guardian destaca las acciones concretas de Francisco en pro de los menos favorecidos del mundo. "Con una serie de gestos dramáticos -visitar campos de refugiados, acoger inmigrantes en el Vaticano, lavar los pies de una mujer musulmana- el Papa ha demostrado que quiere que su Iglesia se ponga del lado de los refugiados", opina. Pero por si estas acciones se entendieran de forma superficial, el diario profundiza en lo que suponen no sólo para la política interna de la Iglesia sino para un cada vez más confuso escenario geopolítico mundial.

Los del Papa "son gestos elocuentes de un propósito más profundo. Le colocan en contra de buena parte del mundo moderno y los regímenes tanto en Moscú como en Washington. Pero también han suscitado una oposición amarga y poderosa en su propia Iglesia". Una tesitura frente a la que un dirigente menos perspicaz no sabría sobrevivir, pero que Francisco, como un "conservador inteligente", "sabe cuándo los tiempos cambian y el momento en que hay que adaptarse".

Todo este saber hacer del Papa le ha merecido, como recuerda The Guardian, una aceptación abrumadora entre los países europeos y americanos. Traen a la memoria la encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center en 2014 que demostró que entre los países en los que se le conocen como una figura pública -excluyendo los de menos tradición católica, por ejemplo- la mayoría tiene al Papa en muy alta estima. En América Latina, por ejemplo, más de siete de cada diez ciudadanos ve a Francisco de forma favorable en Argentina (91%), Colombia (83%), México (74%), Brasil (74%) y Perú (72%). Polonia (92%), Italia (91%), Francia (88%), España (84%) y Alemania (82%), por otro lado, respaldan la alta cotización del Papa entre los países europeos. Y es que esta fama y respeto que Francisco se está cosechando viene a demostrar, para The Guardianque sus consejos al mundo están calando, ocupe el lugar en el espectro político que ocupe cada uno. "En un mundo de cambios desconcertantes", recuerdan, las palabras y acciones del Papa encarnan un ejemplo poderoso y esperanzador de que "los absolutos morales existen y (que) existen algunos males que siempre está mal que se consientan".

Confiar siempre en la misericordia de Dios.
Juan 1, 29-34. Martes de Feria de tiempo de Navidad. Ciclo A.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aquí estoy. Vengo a acompañarte unos instantes. Quizás no será mucho el tiempo, pero ¡mira que te lo daré con todo lo que puedo y soy! Quiero disfrutar a tu lado este trocito de cielo, en tu presencia, simplemente junto a Ti.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Parece que tienes, Dios mío, pocos principios en tu pedagogía. Yo podría cansarme de leer siempre los mismos evangelios. Y, a decir verdad, ¿por qué leerlos tan seguido, si son tan semejantes, cuando no siempre los mismos?

No podría jamás olvidar la imagen de mi infancia, en que me veo de pequeño aprendiendo cosas a partir de una maestra, de un tutor o sencillamente de mi madre. ¡Con cuánta paciencia me enseñaban!

Y Tú no estás lejos de esta escena o, a decir verdad, eran todas esas personas quienes seguían tu modelo, quizá incluso a veces sin saberlo. Sí, Tú tienes pocos principios en tu pedagogía, y nosotros permanecemos siendo los niños que los aprenden toda la vida. Toda la vida aprendiendo, ¡y a veces tan lentamente! Y Tú con cuánta paciencia… que hasta parece que crece en cada instante, antes que agotarse.

La enseñanza de hoy podría ser una muy sencilla: Tú me perdonas. Tú eres el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo y que transforma la vida en verdadero amor.

No he de desesperarme; y si me desespero por fallar, recuérdame otra vez lo que jamás te cansarás de susurrarme en medio de mi más honda miseria: «tampoco yo te condeno, queda en paz».

Quiero recibir esta enseñanza como un niño y aceptar con llaneza tu humilde mensaje para mi vida. Nada complicado, pero qué difícil a veces de acogerlo en mi corazón. Ablándalo, Señor, y haz que pueda pasar tu mensaje hasta lo más profundo de mi ser.

«En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.»

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enerode 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Señor, buscaré aquello que aún me entristece y que no logro perdonarme. Quiero acoger tu perdón y dirigir mis fuerzas hacia el bien..

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dificultades del camino
No fue nada fácil para los Magos encontrarse con Cristo. Tuvieron que sortear muchas contrariedades y peripecias.

No fue nada fácil para los Magos encontrarse con Cristo, porque "Jesucristo es profundo. No es la flor de la mañana que se corta y nos entrega a la primera todo su perfume, y pasada la ilusión nos deja con unos pétalos marchitos entre las manos y una sensación de caducidad y de esperanzas rotas . Tuvieron que sortear muchas contrariedades y peripecias.

Una primera dificultad que encontraron en su odisea fueron, sin duda alguna, las burlas de sus conocidos y vecinos, cuando dijeron que ellos se iban de sus palacios y se ponían en camino. Tuvieron que hacer frente a todas las risotadas y comentarios irónicos de la gente que les trataba de locos aventureros, de soñadores que no estaban en sus cabales." ¿A quién se le ocurre esto? ¡Irse al oeste! Definitivamente locos de remate". ¡Y todo por una dichosa estrella, detrás de la cual divisaron a Dios! ¡Y todo porque una estrella se encendió en sus almas! Pero ellos no se amilanaron ni se encogieron, al contrario, su decisión era clara, porque sentían dentro de sí el impulso de la inspiración divina y la fuerza de la verdad a la que ellos servían desde que se habían consagrado a la investigación de los cielos y de las estrellas. Esta dificultad es dura e ingrata. Vivir nuestro cristianismo con coherencia, con honradez; ser fiel a lo que Dios nos vaya pidiendo en nuestra vida, a lo que nos vaya inspirando en nuestra conciencia y en nuestro corazón; ese ir contra corriente en cuestiones de religión y de moral católica, cuando los demás piensan lo contrario y dicen lo contrario y hacen lo contrario...provocará risas y habladurías y comentarios hirientes de los que están a nuestro alrededor. ¡No hagamos caso! Venzamos todo respeto humano y sigamos la voz de nuestra recta conciencia, iluminada por Dios. Esto hicieron los Magos y encontraron lo que buscaban.

El viaje. No es fácil viajar cuando no se conoce el camino. Incertidumbre, sobresaltos, miedo, dudas, tentaciones de volverse atrás. La búsqueda de Dios no es fácil. Es una verdadera aventura en la que todo no puede, no debe ser claro, conocido, lógico, evidente a nuestra pobre mente, pues Dios está más allá de la lógica humana; es más, El tiene su lógica, su pedagogía. Lo importante es seguir adelante, guiados por esa luz interior de la fe en ese Dios que nos llama y que no puede engañarse ni engañarnos.

Después, la estrella desaparece. Ocurre en determinados momentos de nuestra vida. Momentos de crisis, de reajustes, de oscuridad interior, de cansancio, de hesitaciones; se nos oculta el brillo de la evidencia y de lo razonable, y sólo vemos lo gris de la vida. Dios puede y quiere probar la fe de sus seguidores a fin de comprobar que le siguen con fe auténtica, con corazón sincero. ¿Qué hacer en esos momentos? Seguir activos en la búsqueda de ese Rey Mesías y preguntar a quienes pueden aconsejarnos.

También el país extranjero, la lengua extranjera, las personas extranjeras fueron un obstáculo, no pequeño, para estos Magos No entendían el idioma, no comulgaban con las costumbres de esos pueblos. Otro mundo, otro abismo para ellos que les llenaba de desconcierto y de inseguridad. ¿A quién acudir? ¿Con quién comunicarse? ¡Qué inseguridad sentimos cuando estamos en tierra extraña! Inseguridad que a veces se convierte en zozobra, en miedo, en angustia. Algo de esto tuvieron que experimentar nuestros ilustres personajes de Oriente. Sin embargo, era más grande el amor y la esperanza que brillaban en sus corazones y les lanzaban a buscar al esperado de las naciones. ¿Qué nos dice esto a nosotros? Iremos, sin duda alguna, a países desconocidos por nosotros, de idioma distinto, de mentalidad diferente...y tenemos que comunicar la buena nueva del Evangelio.

Cuántas veces también nosotros, en nuestro afán misionero de llevar a Cristo a los hombres, de predicarlo, de dar testimonio de El a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que los destinatarios de ese mensaje hablan otro idioma distinto, no sintonizan con nuestra onda, están en otra galaxia; en definitiva, parece que vivimos en distinto planeta, como les pasó a los Magos. No obstante, no debemos desalentarnos ni acomplejarnos; llevemos con coraje y decisión nuestra fe en Dios Creador, Salvador y Santificador. Quienes nos crean, se salvarán.

Otra dificultad fue el cansancio del camino y de la búsqueda. Buscar cuesta. Seguir buscando, cuesta. Pero seguir buscando a pesar de todo, cuesta mucho más y provoca cansancio físico y también espiritual. ¿Quién no ha sentido el cansancio de una subida escarpada, de una caminata bajo el sol abrasador y con una sed mortal e imperdonable? ¿No hemos experimentado alguna vez que el trabajo, todo trabajo, pero especialmente el trabajo espiritual, cuesta y a veces produce cansancio, sobre todo si es monótono y siempre igual? Ahora bien, los magos vencieron este sentimiento de cansancio gracias al amor y a la ilusión que ardía en sus corazones, pues el amor, nos dirá el Kempis, todo lo vence . No permitieron que este sentimiento negativo y sensible afectara a su zona espiritual ni tocara sus convicciones y su fe profunda. Sintieron, sí, cansancio físico, pero siempre conservaron en su alma el entu¬siasmo y el primer amor de cuando comenzaron la búsqueda. Cuando el cansancio, sea físico sea espiritual, toque a nuestra puerta, no hagamos caso; más bien, redoblemos el paso entonando la canción del amor.

Dura fue, por otra parte, la inconsciencia de Herodes y de los sabios que le rodeaban cuando esos Magos preguntaron por el Rey apenas nacido: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? (Mt 2, 2). Para Herodes fue una noticia sorpresiva e inesperada: "¿Cómo un Rey? Es la primera noticia que tengo, pues hasta el momento el rey soy yo. Ni siquiera los sabios que tengo a mi disposición saben de esto, o al menos no me han informado". Para los Magos ya era un hecho que el Mesías Rey había nacido; sin verlo, habían creído. Unos cuantos años antes de que Cristo dijera al incrédulo Tomás "Bienaventurados los que creen sin haber visto" (Jn 20,29), ya estos hombres desconocidos cumplían a la perfección esta nueva bienaventuranza, bajo la inspiración divina.

¡Qué tremendo golpe nos asesta este siglo, embebido en la indiferencia religiosa, emborrachado por la ambición, alcoholizado de materialismo y postrado en una tristísima inconsciencia que clama al cielo! Este obstáculo, la inconsciencia de muchos hombres, nos visitará en nuestro peregrinar. Los hombres de hoy saben que necesitan ser redimidos de muchas esclavitudes; esperan, casi sin darse cuenta, a alguien que les reconstruya interiormente y les dé la paz y la estabilidad interiores, pero es tal la inconsciencia en la que están sumergidos que cuando se les ofrece la respuesta a sus muchas inquietudes y anhelos, Dios, se destartalan, comienzan a tambalearse porque temen perder sus propias y acariciadas seguridades, al igual que Herodes que tuvo pánico de perder el trono y la corona al ser informado por los magos sobre el nacimiento de un nuevo rey, del verdadero rey del mundo y de los corazones.

Terminemos este punto diciendo que quien no clavalos ijares a su caballo, quien no va más allá de sus horizontes mezquinos, quien no sigue la ruta de la estrella ni galopa al campás de sus sueños e ilusiones nobles...llevará una vida gris y un alma polvorienta, experimentará el cansancio de su pereza y la inutilidad de sus bienes, y, lo que es más triste, no se encontrará con Cristo.

Requisitos para recibir dignamente la comunión
El que recibe indignamente el Cuerpo de Cristo, está recibiendo su propia condenación (1 Cor 11: 29)

Cada vez se está haciendo más frecuente ver en nuestras iglesias, por un lado, largas colas para recibir la Comunión en la Santa Misa, y por otro lado, los confesionarios siempre vacíos (ni sacerdotes confesando, ni penitentes). Ante ello me asalta una grave pregunta: ¿Están recibiendo dignamente a Jesús sacramentado aquellos que se acercan a la Sagrada Eucaristía? Recordemos que quien recibe a Jesús en pecado mortal comete un grave sacrilegio. Es más, según nos dice San Pablo: "El que recibe indignamente el Cuerpo de Cristo, está recibiendo su propia condenación"(1 Cor 11: 29)

Conozco hombres y mujeres que acuden frecuentemente a recibir a Jesús Sacramentado, pero nunca los veo acercarse a la confesión. Cuando en alguna ocasión me he referido a ello en la predicación de la Misa esperando ser escuchado, no he visto respuesta alguna. Esas mismas personas han seguido comulgando, pero nunca se han acercado a confesarse. Ante esta preocupante realidad tenemos que buscar las causas y una posible solución.

PREGUNTA: ¿Por qué están los confesionarios vacíos? ¿Por qué muchos cristianos se acercan a recibir la Sagrada Comunión sin haberse confesado en mucho tiempo; es más, en estado de pecado mortal?
RESPUESTA: Primero, porque el sacerdote ya no se sienta habitualmente a confesar. Y segundo, porque se ha perdido el sentido del pecado. No digo que el hombre no peque gravemente, sino porque la conciencia se ha hecho tan laxa y permisiva que ha perdido su delicadeza. Para esa nueva conciencia ya nada es pecado grave. Se oye con frecuencia decir a aquél que se acerca en alguna ocasión a confesarse: "Hace cinco años que no me confieso, pero como no mato ni robo…" Luego, cuando uno empieza a preguntarle: ¿Va usted a Misa todos los domingos? Y otras preguntas comunes de la confesión, descubre que hay cantidad de pecados mortales, pero que para esa persona no tienen importancia alguna. No por eso esa persona deja de ser culpable, pues si ha llegado a esa condición de laxitud de conciencia ha sido en la mayoría de los casos por culpa propia.

PREGUNTA: ¿Qué condiciones se requieren para que un católico pueda recibir dignamente la Sagrada Comunión?
RESPUESTA:

  • Estar en gracia de Dios: para lo cual hay que confesarse previamente si uno tiene conciencia de pecado grave.
  • Guardar el ayuno eucarístico: una hora antes de comulgar no se puede comer ni beber nada, salvo agua o medicinas.
  • Saber a quién recibimos. Por eso los niños han de recibir la catequesis antes de realizar su Primera Comunión.

PREGUNTA: ¿Con qué frecuencia de debo confesar si deseo recibir la Comunión todas las semanas?
RESPUESTA: La pregunta está mal formulada. Lo que la Iglesia nos exige es que recibamos a Jesús Sacramentado en estado de gracia santificante; es decir sin pecado mortal. De todos modos, la Iglesia nos manda confesar los pecados mortales al menos una vez al año. Ahora bien, si deseas recibir la Sagrada Comunión todas las semanas, lo mejor es que te confieses al menos una vez al mes aunque no tengas conciencia de pecado grave. Y en el supuesto de que hubiera algún pecado mortal, habría que confesarse siempre antes de recibir la Comunión.

PREGUNTA: ¿Se puede recibir la Comunión de pie y en la mano?
RESPUESTA: La Iglesia aconseja recibir la Comunión de rodillas y en la boca. De rodillas, en señal de adoración a Cristo. Y en la boca, pues nuestras manos no están consagradas para tocar la hostia. A pesar de ello, los obispos de ciertas diócesis autorizan a recibir la Comunión de pie y en la mano. Esta costumbre se ha extendido en muchos lugares, lo que ha llevado a muchos a una pérdida de devoción y respeto a la Sagrada Eucaristía.

PREGUNTA: ¿Se puede recibir la Comunión en pantalones cortos…?
RESPUESTA: No se debe. Es más, para asistir a la Misa se debe estar debidamente vestido. Ciertas prendas de vestir no son aptar para entrar en el templo, pues el templo es un lugar sagrado y debemos vestir acorde con el lugar a donde vamos.

Los frutos de la Sagrada Comunión

Frutos de la Comunión en el alma
Según el R. P. Antonio Royo Marín, los principales efectos de la Sagrada Comunión bien recibida son los siguientes:

La Eucaristía nos une íntimamente con Cristo y, en cierto sentido, nos transforma en Él. Es el primer efecto y más inmediato puesto que en el recibimos real y verdaderamente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del mismo Cristo. "Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan que bajó del cielo… Si uno come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. En verdad, en verdad, os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi carne mía es verdadera comida y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en Mí permanece y Yo en él. El que come de este pan vivirá eternamente" (Juan, 6, 35-58).

Los alimentos corporales que comemos, los transformamos en carne propia; por el contrario, al comulgar es Cristo quien nos transforma en Él, haciéndonos cada vez más semejantes a Él. El que comulga bien, puede decir con san Pablo: "Cristo vive en mí" (Gálatas, 2, 20). Esto es una maravillosa realidad.

La Santa Comunión nos une a Cristo de una manera muy estrecha e íntima por medio de una gran caridad y vehemente amor. Después de ser recibido por nosotros, "Jesucristo nos mira como cosa suya propia y nos cuida con especialísimo amor, como cosa a Él perteneciente y nos rodea de singular providencia para que seamos y permanezcamos dignos de Él. No solo tiene cuidado de nuestra alma, sino aun de nuestro propio cuerpo y de toda nuestra persona en orden a nuestra santificación y perfección". 

La Eucaristía nos une con la Santísima Trinidad. Es una consecuencia necesaria del hecho de que en la Eucaristía esté real y verdaderamente Cristo entero, con su Cuerpo, Alma y Divinidad. Porque las tres personas divinas –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son absolutamente inseparables. Donde está una de ellas, tienen que estar forzosamente las otras dos. Y aunque es verdad que el alma en gracia es siempre templo vivo de la Trinidad, la Sagrada Comunión perfecciona ese misterio de la inhabitación trinitaria (Juan 14, 23; 2 Cor. 6, 16). "Así como el Padre, que me ha enviado, vive, y yo vivo por el Padre; así quien me come vivirá por Mí", dice Nuestro Señor (Juan 6, 58). 

La Eucaristía aumenta la gracia santificante al darnos la gracia sacramental que alimenta, conforta y vigoriza nuestra vida sobrenatural.

La Eucaristía aumenta la fe, la esperanza y, sobre todo, la caridad. Aumenta la fe por el acto de fe que hacemos al recibir a Cristo en el Sacramento. Aumenta la esperanza porque la Eucaristía es prenda y garantía de la gloria y de la vida eterna. Aumenta, sobre todo, la caridad según aquello de san Pablo: "La caridad de Cristo nos apremia" (2 Cor, 5, 14) ya que la comunión nos une a Cristo. "Es la caridad para con Dios y con el prójimo, una caridad no solo afectiva sino efectiva (nos hace amar a Dios y al prójimo realmente). De este modo la Eucaristía es vínculo de caridad que une los diversos miembros de toda la familia cristiana: a los pobres y a los ricos, a los sabios y a los ignorantes en la misma Santa Mesa; une a todos los pueblos de la cristiandad".

Aumenta, finalmente, todas las demás virtudes infusas (que son la prudencia, la justicia, la fortaleza, y la templanza) y los dones del Espíritu Santo, (que son la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el santo temor de Dios). Desde luego la Sagrada Comunión tiene una eficacia santificadora incomparable, ya que la santidad consiste propiamente en el desarrollo y crecimiento perfecto de la gracia y de las virtudes infusas en nuestra alma.

La Eucaristía borra los pecados veniales. La Comunión, siendo un alimento divino, repara las fuerzas del alma perdidas por los pecados veniales. La  Comunión excita el acto de caridad y la caridad actual destruye los pecados veniales que son un enfriamiento de la caridad, como el calor destruye al frío. Como el alimento es necesario para restaurar las fuerzas del cuerpo cada día, así la Comunión es necesaria para restaurar las fuerzas del alma perdidas por la concupiscencia mediante los pecados veniales que disminuyen el fervor de la caridad (Suma Teológica III, 79, 4 ).

La Eucaristía perdona indirectamente la pena temporal debida por los pecados. Es decir mientras somos más fervorosos, más recibimos perdón de nuestro purgatorio. La cantidad de la pena remitida estará en proporción con el grado de fervor y devoción al recibir la Eucaristía.

La Eucaristía preserva de los pecados futuros, sobre todo, de los pecados de deshonestidad, por la pureza y castidad de la Carne y Sangre de Cristo que comunica su virtud, su fuerza al que las recibe. La Comunión robustece las fuerzas del alma contra las malas inclinaciones de la naturaleza y nos preserva de los asaltos del demonio al aplicarnos los efectos de la Pasión de Cristo, por la que fue él vencido, dice santo Tomás de Aquino (III, 79,6 y 79,6 ad 1). A un muchacho que había contraído el vicio de pecar, san Felipe Neri le aconsejó la comunión diaria. Él procuraba estar dispuesto para confesarle cuando quisiese y con la comunión diaria quitó al pobre joven su mal hábito deshonesto.m La Eucaristía es prenda de la gloria futura. El mismo Cristo dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré el último día" (Juan, 6, 54). El Magisterio de la Iglesia lo afirmó en el Concilio de Trento: "Quiso Cristo que la Eucaristía fuera prenda de nuestra futura gloria y perpetua felicidad" (Dz. 875).

Efectos de la Eucaristía en el cuerpo

La Eucaristía, dignamente recibida, santifica en cierto modo el cuerpo mismo del que comulga. El catecismo romano del Concilio de Trento (2ª parte n° 53) dice: "La Eucaristía refrena también y reprime la misma concupiscencia de la carne, porque, al encender en el alma el fuego de la caridad, mitiga los ardores sensuales de nuestro cuerpo".

La Eucaristía confiere el derecho a la resurrección gloriosa de su cuerpo. "El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre, tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré el último día" (Juan 6, 54). Se trata de la resurrección gloriosa para la felicidad eterna. Comulgar es recibir a Dios. Es recibir santificación y fuerza, paz y consuelo, fe, esperanza y caridad. Comulgar es hacerse cada vez más semejante a Cristo, imitando sus virtudes y reproduciendo en sí mismo la vida y comportamiento de Cristo. Comulgar es armarse de la fuerza de Dios contra los vicios y los demonios; comulgar es ir sometiendo poco a poco el cuerpo al alma y ser libre de las esclavitudes de los vicios; comulgar es tener paz en el alma y a su alrededor. Todos los santos han deseado recibir a menudo la divina Eucaristía; de ella han sacado su santidad y perfección. ¡Dichosos los que comulgan cada día o al menos cada domingo con buena preparación y acción de gracias!

Como hacer el Plan de Vida Espiritual
También a los enemigos de nuestra alma, externos o internos, tenemos necesidad de seccionarlos, de aislarlos, para combatirlos uno a uno y vencerlos más fácilmente.

La finalidad del programa de vida se concreta en encauzar y ordenar el trabajo espiritual. Requiere: conocimiento personal para detectar la pasión dominante y sus manifestaciones más frecuentes; reconocer también las propias virtudes y fortalezas para avanzar en el camino de la transformación; discernimiento y prudencia para elegir los mejores medios y, sobre todo, una gran “determinada determinación”, como decía Santa Teresa, para alcanzar el ideal propuesto.

Obviamente de nada servirá un programa si no se hace vida. Aquí entra muy especialmente la figura del orientador espiritual, quien vigilará y colaborará con el orientado para que trabaje con constancia en su programa, motivando, exigiendo y llevándolo al realismo. La transformación, proceso largo y demorado, depende, a fin de cuentas, del tiempo de Dios para cada alma, independientemente de los deseos personales.

Al comenzar a hacer el programa se debe seguir una estrategia. Para toda alma que aspira a la santidad, dada la multiplicidad de aspectos que ésta presenta y, por otra parte, de defectos correspondientes que encontramos en nuestra vida, se impone de una manera inevitable el trazarse un programa de vida espiritual. Ni a todo podemos prestar atención, ni tenemos fuerzas suficientes para atacar a un mismo tiempo en todos los frentes. Además desde que hacemos nuestro ingreso en la vida religiosa, el sistema y el orden forman parte de nuestra formación, se trata de una consigna de estrategia. Nada más ajeno a la vida consagrada que un trabajo alocado, improvisado. En ninguno de los campos de su actuación debe proceder así la mujer llamada a ser testigo de Jesucristo y mucho menos en el de su santificación personal y transformación en Él que es el importante. Y es que aquí rige también el principio romano "divide y vencerás". También a los enemigos de nuestra alma, externos o internos, tenemos necesidad de seccionarlos, de aislarlos, para combatirlos uno a uno y vencerlos más fácilmente.” Una estrategia corroborada con otro dicho popular: “El que mucho abarca poco aprieta”.

Por ello, importa descubrir la famosa «pasión dominante» o como algunos autores modernos prefieren llamar: «el propio conflicto central».” (Amadeo Cencini, Por amor. Con amor. En el amor. Ed. Atenas. Madrid 1996, p. 111).

En la vida de cada persona hay múltiples fallos y defectos. Pero analizando tales defectos, encontramos la repetición de unos con más frecuencia que otros, y la mayor gravedad de unos respecto a los otros. Si profundizamos un poco más, descubrimos en la mayor parte de nuestros fallos y defectos una única causa, una misma raíz, una misma tendencia. Esa raíz común la llamamos defecto o pasión dominante. Se entiende por pasión dominante la tendencia desordenada más profunda y fuerte en nosotros, origen de la mayor parte de nuestros fallos. No obstante la permanencia de esa pasión en nuestra vida, podrán darse variaciones según las distintas edades y circunstancias. Habrá épocas donde se impondrá la vanidad, en otras aparecerá más bien el orgullo o la ambición. Habrá también momentos donde surja con fuerza casi irreprimible la pereza y sensualidad, la lujuria. Lo importante, al elaborar el plan de vida, consistirá en encontrar cuál sea, en ese momento, el enemigo principal a combatir, porque impide, como ningún otro, nuestro progreso espiritual.

El descubrimiento de la pasión dominante no es difícil cuando hay un verdadero conocimiento de sí mismo. Sin embargo, podrá darse el caso de personas que nunca hayan reflexionado sobre sí mismas, y por lo tanto, no se conozcan. El orientador espiritual debe ayudarles dándoles sugerencias y medios concretos para su conocimiento personal y para lograr encontrar los obstáculos de su progreso espiritual en su seguimiento amoroso de Jesucristo y de su voluntad. Al conocimiento debe ir unida la aceptación del propio yo, con sus elementos positivos y negativos.

Ofrecemos una metodología sencilla:

A. Proporcionarles el esquema de los siete pecados capitales y sus principales manifestaciones (la encuentran en el anexo) para saber poner nombre a sus faltas y pecados.

B. Elaborar una lista de los propios fallos, escribiéndolos en una columna. El dirigido hace una lista de los puntos que no van bien en su vida, como hijo(a), padre, madre, esposo(a), amigo(a) o apóstol, como religiosa. Si salen veinte o muchos más, no importa, se trata de hacer un buen examen de la propia vida.
En este momento se pueden encontrar varios tipos de dirigidos. Quien cree no tener faltas, vive tan habituado al pecado y tiene tan deformada su conciencia que ya no lo registra. Otro quizás no ha tomado conciencia de su pecado por superficialidad. Otro más puede tener miedo a descubrirlo. Se da también el extremo de quien se imagina que tiene todos los defectos y pecados posibles.

C. Descubrir las causas de las fallas y la pasión de origen.
Una vez hecha la lista, viene la parte más delicada porque un fallo puede tener distintas causas. Lo importante será discernir la principal y anotarla al lado, en una columna. A veces resultará difícil reconocer la procedencia de los fallos, pero las sucesivas direcciones espirituales deben llevar a un conocimiento mejor.
Debemos ser muy prudentes al revisar las causas propuestas por el dirigido.

El anotar los vicios o pasiones provocadoras de estos fallos exige reflexión y bastante conocimiento personal; el resultado será muy beneficioso para elaborar un plan de vida adecuado a la realidad del dirigido. Si viésemos un árbol frondoso al que estuviera atacándolo una plaga, no podríamos quedarnos sólo en curar las ramas; hay que ir al tronco, a la raíz, para sanar al árbol entero.

El siguiente ejemplo puede ayudar:
Falta – Pecado de: criticar con facilidad
Causa : Por que me siento superior.
Pasión : Soberbia
Falta – Pecado: ,Me impaciento ante los fallos ajenos
Causa : Me disgusta que tengan faltas.
Pasión : Soberbia
Falta – Pecado: Me enojo cuando me indican mis errores
Causa : Por que me ven imperfecta
Pasión : Vanidad
Falta – Pecado: Me disgusta hacer exámenes de concencia<
Causa : Por que no me gusta lo que veo
Pasión : Vanidad
Falta – Pecado: Llego siempre tarde a Cases
Causa: Por Flojera
Pasión: Sensualidad
Falta – Pecado: No me gusta que me digan lo que he de hacer
Causa: Por que me siento menos
Pasión: Soberbia

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