El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz

Evangelio según San Mateo 4,12-17.23-25. 


Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

San Raimundo de Peñafort

San Raimundo de Peñafort, religioso presbítero

San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la Penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones, y tras llegar a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España.

Vivió entre sabios y santos. Tuvo la dicha de estar rodeado de hombres tan santos y sabios como San Alberto Magno, que fue su profesor, y San Pedro Nolasco el que dirigió su conciencia... En su tiempo vivían hombres que marcarán época como San Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Antonio de Padua...
Nació por el 1180, muy cerquita de Villafranca del Panadés -Cataluña-, y hechos los estudios en su pueblo, marchó a Barcelona para graduarse en leyes. A la vez que aprendía, enseñaba la moral y las virtudes a los demás y así, casi sin darse cuenta, formó escuela que después sería famosa en toda la ciudad Condal.



Marchó a Bolonia para ampliar estudios y se  Se dedicó de lleno al estudio de las leyes en las que será un gran maestro. Ya había echado raíces en esta hermosa ciudad italiana cuando apareció su Obispo de Barcelona, D. Berenguer de Palou, para decirle: "Os necesito en Barcelona. Por favor, venid a ayudarme en la dirección de la diócesis y en la corrección de sus defectos. Quiero y necesito vuestra ayuda". Viendo que era la voluntad del Señor volvió a su tierra y pronto su fama se extendió como en Bolonia. 
Todos acudían a él con sus dificultades y a todas partes llegaba su acción iluminadora y caritativa. Pero él se veía un tanto vacío y buscaba más tiempo para entregarse a la oración y a su trato íntimo con el Señor. Por ello cierto día apareció ante el P. Prior de los Dominicanos y le dijo "Padre, he visto en Bolonia el maravilloso ejemplo que me ha dado vuestro fundador el P. Domingo. Quiero seguir su vida. Admitidme y vestidme el hábito de vuestra Orden"... Era el Viernes Santo de 1222 cuando vestía el hábito dominicano.

Un día le llegó un joven con acento provenzal y le abrió su alma. Le vino a decir: "Padre mío, ya hace días que vengo siguiendo sus clases y tratando de imitar su vida pero necesito algo más.

Vendí cuanto tenía y abandoné mi patria para entregarme a Dios, y desde Francia llegué hasta aquí buscando a los pobres y necesitados... pero aún quiero algo más. Quiero descubrir la voluntad del Señor respecto a mí. Necesito que Vd. me ayude a descubrirla...". Era el joven Pedro Nolasco quien venía de tan lejos. De aquel maravilloso encuentro saldría una gran amistad y una obra común: La fundación de la Orden de la Merced...


A sus 47 años dice un día al P. Provincial que se llamaba Sugerio: "Padre, écheme, por favor una buena penitencia por mis muchos pecados, sobre todo por los que cometí en Bolonia por mi soberbia". Y el P. Provincial le impuso el escribir una SUMA sobre Teología moral que aún hoy es una maravilla de precisión y seguridad y que tantos juristas durante siglos se aprovecharon de ella.


El Señor quería favorecer en aquellos momentos el gran apostolado de la redención de cautivos que tanto abundaban, inspiró a tres grandes hombres lo misma idea: Fundar la Orden de la Merced. Para ello se manifestó al rey Jaime I, a Pedro Nolasco y a nuestro Raimundo de Peñafort.

A cada uno le manifestó lo que de ellos esperaba. Cada uno tuvo una gran misión en el nacimiento y desarrollo de esta Orden...


Raimundo, a pesar de huir de puestos honoríficos, fue encargado por los reyes y Papas de grandes misiones y embajadas y en todas salió airoso y con gran fruto. Huyó desde Palma hacia Barcelona, porque el rey no quería oír sus consejos, sobre su propio manto haciendo de barquichuela... Fue elegido Superior General de su Orden en la que tanto y tan bien trabajó...

Recorrió varias naciones y países para predicar, con ardiente caridad, la fe en Jesucristo a judíos y moros... Fue el consejero de miles de personas y gran director de conciencias... Ya centenario murió el 6 de enero de 1275 y se le hicieron funerales como de persona regia. Otros Santos de hoy: Luciano, FéIix, Clero, Julián, Jenaro, Teodoro, Crispín.

Oremos

Señor Dios nuestro, tú que hiciste admirable a San Raimundo de Peñafort prebístero, por su gran misericordia para con los pecadores y los cautivos, concédenos, por su intercesión, que, libres de la esclavitud del pecado podamos servirte, con libertad filial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino Sobre la Trinidad y sobre sus obras, I. 42: sobre Isaías, 2


«Una luz se levanta sobre los que habitan en el país de las tinieblas y en sombras de muerte»

Jesús se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por boca de Isaías: «... El pueblo que habitaba en las tinieblas ha visto levantarse una gran luz»... Seguramente que al hablar de la visión o mejor de levantarse una gran luz, Mateo quiere hacernos comprender la luminosa predicación del Salvador, el esplendor de la Buena Noticia del Reino de Dios; antes que otras han sido las tierras de Zabulón y de Neftalí las que la oyeron de la misma boca del Señor... 

      

En verdad es en esta tierra que el Señor empezó a predicar, es en ellas que inauguró su predicación... Y los apóstoles, que fueron los primeros en ver esta luz verdadera en los territorios de Zabulón y de Neptalí, llegaron a ser ellos mismos «luz del mundo»... «Acrecentaste la alegría, continua el texto de Isaías, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín». Esta alegría será, efectivamente, la alegría de los apóstoles, «una alegría multiplicada», cuando «vendrán como segadores trayendo sus gavillas» «como se alegran al repartirse el botín», es decir, el diablo vencido... 

      

En efecto, eres tú Señor y Salvador, que has quitado de sus hombros «el yugo que pesaba sobre ellos», ese yugo del diablo que, en otro tiempo, cuando en el mundo reinaba sobre todas las naciones haciendo doblegar las nucas bajo el yugo de una muy pesada esclavitud... Eres tú quien, sin ejército, sin efusión de sangre, en lo secreto de tu poder, has liberado a los hombres para ponerlos a tu servicio... Sí, el diablo será «quemado, devorado por el fuego eterno» porque «nos ha nacido un niño» el humilde Hijo de Dios «que lleva sobre sus hombros la insignia de su poder» puesto que, siendo Dios, puede, por sus propias fuerzas, poseer la primacía... Y «su poder se extenderá» porque reinará no sólo sobre los judíos como David, sino que su imperio se extenderá sobre todas las naciones «desde ahora y por siempre». 



(Referencias bíblicas: Is 9,1-6; Mt 5,14; Sl 125,6)

Jesús proclama la Buena Nueva del Reino

Mateo 4,12-17.23-25. Sábado de Feria de Tiempo de Navidad, Ciclo A


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Escucha pueblo mío mi enseñanza; inclina el oído a las palabras de mi boca» (Salmo 78). Hoy, Jesús, quiero escuchar tus palabras, quiero reconocer tu voz y estar atento a tu voluntad en mi vida ¿Qué quieres de mí? Quiero conocer el camino que debo de seguir. Tú, Jesús, eres el camino, eres la luz que ilumina mis pasos. Condúceme por el camino de la Voluntad del Padre.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.

Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: "este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle". No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.

Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.
Con sus invitaciones a la conversión, este tiempo viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos de la apatía, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: “Convertíos a mí de todo corazón”. ¿Por qué debemos volver a Dios? Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más este tiempo nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.»
(Cf. S.S. Francisco, 5 de marzo de 2014).

Diálogo con Cristo

Jesús, quiero tener esa disponibilidad que tuviste siempre para con los demás. Abre mis ojos y mi corazón a las necesidades de quienes están más cerca. Quiero saber salir de mí mismo, de mi comodidad, para ser un auténtico misionero de tu amor en tu Iglesia. Que mi única ilusión sea la de poder gastar, minuto a minuto, la vida que me has ha dado, siguiendo fielmente las indicaciones de tus Pastores.

Propósito

Conocer, para vivir, la Palabra de Dios. Leer y meditar el evangelio de cada día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!     

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Las reliquias de los Reyes Magos 


Fue largo el camino que recorrieron las reliquias antes de llegar a su actual hogar. Todo inició en el año 300 de nuestra era cuando...


En 1164, el emperador alemán Federico Barbarroja regaló a la ciudad de Colonia las reliquias de los Reyes Magos, mismas que fueron trasladadas desde la Tierra Santa a Milán, y desde ahí a Colonia. Miles de peregrinos empezaron a llegar a Colonia para ver el rico tesoro de los legendarios Reyes Magos. Así, en 1248 inició la construcción de una catedral que estaría a la altura de tal tesoro, la de Colonia. Hoy, dicha catedral es uno de los monumentos góticos más impresionantes de Europa cuya construcción duró más de 600 años.


Fue largo el camino que recorrieron las reliquias antes de llegar a su actual hogar. Todo inició en el año 300 de nuestra era cuando la emperatriz Elena —madre del emperador romano Constantino— se dedicó a rescatar reliquias religiosas. Aunque no se sabe cómo, en Saba localizó los cadáveres de los Reyes Magos y ordenó su traslado a Constantinopla —la actual Estambul— donde permanecieron durante tres siglos en una capilla ortodoxa. Después, las reliquias fueron trasladadas a Milán para dar prestigio a dicha ciudad. Pero fue Federico Barbarroja quien, en sus guerras de conquista, saqueó el norte de Italia y la ciudad de Milán, y se llevó consigo las reliquias a Colonia en un accidentado viaje.


Los peregrinos, como los turistas en la actualidad, se asombraban al ver las dimensiones y los fastuosos decorados de la iglesia. Y es que sus torres se elevan 157 metros por encima de la ciudad, sus puertas de bronce son colosales, y su longitud es de 144 metros por 45 de ancho y 43 de altura, lo que la coloca entre las 10 iglesias más grandes del planeta. Además de todos los datos arquitectónicos colosales de la catedral, el Tesoro de los Reyes Magos es igualmente importante. Está situado detrás del altar mayor y es una pieza de orfebrería medieval en oro macizo finamente decorada con personajes bíblicos. Contiene los restos y reliquias de Melchor, Gaspar y Baltasar, los Reyes Magos.


El relicario en forma de basílica tiene proporciones gigantescas para esta clase de urnas: dos metros 20 centímetros de longitud de oro y plata macizos, esmaltes y joyas de incalculable valor. El relicario fue realizado por el mejor artista francés de la época, Nicolás Verdún, y los maestros orfebres de Colonia la terminaron hace 800 años. Dentro del relicario reposan los cráneos de Melchor, Gaspar y Baltasar, en tres cajas forradas de terciopelo y brocado. Cada hueso está envuelto en la seda más fina y se considera que es el sarcófago más grande del mundo, domina toda la catedral. Su peso es de 350 kilos de oro, plata y vermeil —una mezcla de metales perciosos—, incrustaciones con piedras preciosas, esmaltes y figuras de marfil ricamente adornadas que representan a la Virgen María, a los Reyes Magos y a los profetas. Por estas reliquias, Colonia se ha convertido, junto con Roma y Compostela, en uno de los grandes centros cristianos de peregrinación. En la Capilla de los Tres Reyes, frente al Tesoro, hay un maravilloso vitral, el célebre retablo de “La adoración de los Reyes”, de Dombild, y una serie de alegorías relativas al momento en que los Reyes Magos arriban a Belén a ofrecer sus presentes al recién nacido Niño Jesús.

 

Los Reyes Magos son ejemplo de búsqueda sincera de la verdad

Así lo señala Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba.


Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba (España) asegura que la Epifanía es una fiesta misionera porque quienes se han encontrado con Jesús no se guardan la noticia, sino que la difunden, como es el caso de los catequistas, quienes sostienen la evangelización, y de los Reyes Magos, que fueron a adorar al Niño superando las dificultades, como “ejemplo de la búsqueda sincera de la verdad”.

“La Navidad concluye con la manifestación universal de Jesús, pues Él he venido para salvar a todos los hombres. La epifanía del Señor es una fiesta misionera, una fiesta de expansión de una luz que alumbra a todo el que se acerca. Dejémonos iluminar por él”, alienta el Prelado.

En la Epifanía, según explica, “son tres los misterios de la vida de Jesús que se actualizan: la adoración de los Magos venidos de Oriente, el bautismo en el Jordán y las bodas de Caná. Como si los tres tuvieran una conexión interna en la manifestación de Jesús al mundo”.  

La adoración de los Magos, además de reyes que traen los regalos al Niño Jesús y los reparten a todos los demás, son “un ejemplo de búsqueda sincera de la verdad, esa búsqueda que todo hombre lleva en su corazón”.

Mons. Fernández afirma que los Magos “superan una dificultad tras otra hasta encontrarse con Jesús en los brazos de María su madre. Y lo superan atraídos por la estrella que tiene sus momentos de esplendor y sus momentos de ocultamiento, como pasa en la vida de cada persona”.

Ya que, apunta, “no todo es luz y claridad en la vida, también hay momentos de oscuridad, donde se nubla todo, hasta lo que un día vimos con plena claridad. Es momento entonces de perseverar en la búsqueda, y aparecerá de nuevo la estrella atrayente que ilumina los pasos que hemos de seguir dando en el camino hasta que veamos a Dios cara a cara en el cielo”.

El bautismo de Jesús en el Jordán supone el comienzo del ministerio público de Jesús, “sumergido en lo más hondo de la tierra y emergiendo con ánimo renovado por la unción del Espíritu Santo, que le conducirá durante toda su vida hasta la entrega suprema en la cruz y el fuego renovador de la resurrección”.

“La unción del Espíritu Santo en el bautismo del Jordán ha capacitado la carne de Cristo para ser plataforma de la gloria de Dios. En él se muestra Dios y su amor a los hombres, cubierto por el velo de una carne humillada, todavía no glorificada”, precisa y explica que al entrar Jesús en el Jordán y ser llenado del Espíritu Santo, “ha incendiado las aguas y las ha dotado de capacidad para engendrar la nueva vida de nuestro bautismo”.

Por último, con las Bodas de Caná, Jesús elige ese escenario “para expresarnos que ha venido para que la alegría del amor que viven los esposos no se agote nunca. Él es el verdadero esposo de nuestras almas, y si Él está presente el vino de la alegría no se acabará”.

La Virgen María tiene un papel fundamental en este misterio, “pues es la madre atenta a las necesidades de sus hijos”.

Mons. Fernández explica que estos tres acontecimientos constituyen “una epifanía, manifestación del Señor”, ya que Jesús “ha venido para todos, judíos y paganos, creyentes y agnósticos. Cuando una persona se encuentra con Jesús, su vida cambia”.

“Por eso, la epifanía es una fiesta misionera, porque si has conocido a Jesús, vas a comunicarlo a los demás, no te lo guardas”, asegura el Prelado y ha agradecido la labor que realizan miles de catequistas en todo el mundo que sostienen la evangelización y especialmente los catequistas nativos, “aquellos en los que la fe ha prendido y los convierte a su vez en testigos del Evangelio para sus coetáneos”, un trabajo “imprescindible en la transmisión de Evangelio a todas las naciones, a todas las culturas, a todas las lenguas”.

Compañeros de viaje

Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: el cielo.



En tren, en autobús, en coche, en avión o en barco, viajamos juntos.

Desde que cruzamos la puerta, comenzamos a ser compañeros de viaje. Quizá solo por unas horas, en ocasiones durante varios días. Luego, cada uno seguirá su camino, hasta alcanzar la meta que esperaba.

Mientras dura el viaje, estamos juntos. Tal vez en silencio, por respeto a los pensamientos del otro. Tal vez en una conversación intrascendente, hablando del tiempo, del fútbol o del mal estado de las carreteras. Tal vez, en un diálogo profundo, porque logramos conectar en un interés común.

El tiempo no perdona. Llega la hora de separarnos. Si el viaje ha permitido un encuentro feliz y fecundo, queda en el corazón algo de tristeza. Quizá nos volveremos a ver más adelante, en una de esas misteriosas casualidades de la vida. O tal vez hemos intercambiado teléfonos y mails, deseosos de seguir nuestro diálogo.

¿Qué significó ese encuentro casual? ¿Fuimos simplemente dos extraños que estaban juntos durante el viaje? ¿Había algo dentro de cada uno que nos permitía compartir intereses, ideales, sueños, temores y esperanzas?



Si alargamos la mirada, seremos capaces de reconocer que somos compañeros de camino de cada ser humano. Algunos están lejos, a miles de kilómetros de distancia. Otros están muy cerca, en el piso de arriba o de abajo, aunque en ocasiones no sabemos sus nombres...

Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: la que inicia tras la muerte.

El camino hacia esa meta definitiva parece largo. Para algunos, el final llega de modo inesperado. Para otros, se retrasa más de lo que desearían. Para todos, esa meta nos une misteriosamente: al otro lado de esa frontera descubriremos que en cada uno había un alma llamada a lo eterno, hermanada, profundamente, con los demás seres humanos.

El viaje continúa, en este tren tranquilo o en ese camión que nos marea con sus curvas. Tú y yo estamos de camino. Somos compañeros, y es hermoso cuando logramos sintonizar en temas que deciden el presente y el futuro: Dios, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia, la belleza de lo eterno...

Un regalo para ti

Un obispo canadiense, Mons Hamelin, cuenta que un sobrino suyo de cuatro años dijo un día a su padre: “Tengo ganas de que llegue la Navidad”. Su padre, queriendo ver la reacción de su hijo, le dijo: “Sí, ciertamente, la Navidad es muy hermosa... pero no sé si este año tendrás algún regalo. Ya sabes que hemos tenido que hacer reparaciones en la granja y hemos gastado mucho dinero.” A estas palabras siguió un largo silencio. Por fin el niño rompió el silencio y dijo: “Papá, si quieres puedes coger el camión que me regalaste el año pasado, lo envuelves con papel de regalo y... con eso me conformo”.

Qué preciosa reacción la de ese muchachito. Le parecía muy hermoso poder abrir el paquete de regalo. Quería volver a experimentar la sensación de gozo que tuvo la última Navidad al abrir su regalo.

¿No podríamos aprender algo de este hecho? ¿No podríamos aprender algo de este muchachito de cuatro años? A veces, dice San Benito en su Regla, Dios nos habla por medio de los más jóvenes.

En medio de nuestra vida ordinaria y rutinaria, ¿no sería bueno volver a recordar y revivir el gozo de lo que ya poseemos: de una amistad, de una ayuda, del amor generoso dado con ilusión y para siempre? Todo en nuestra vida ha sido y es un regalo, pero quizás no lo saboreamos como tal, nos hemos acostumbrado y hemos perdido la ilusión y el asombro ante la vida, ya no nos maravillamos ante las cosas, ante las personas, ante casi nada. La rutina nos ha arrebatado nuestros ojos de niño y los ha cubierto de unas tremendas dioptrías que ningunas gafas pueden corregir. La Navidad que se aproxima, con el misterio admirable del Dios Niño y la Luz de su estrella, puede devolvernos unos ojos nuevos, la mirada de la fe, que lo ve todo, hasta lo más sencillo y corriente, con asombro agradecido, como un regalo maravilloso. Regalo es el encuentro de unos novios, el amor de los esposos. Regalo es la sonrisa del nieto a los abuelos cuando empezó a caminar. Regalo es la amistad cálida y fiel. Regalo es el vecino que está siempre dispuesto a echar una mano sin pedir nada a cambio. Regalo es el sol, el aire que respiramos, las montañas y llanuras junto a las que habitamos. Regalo es la salud y comer en paz el pan de cada día. Hasta la enfermedad, mirada con los ojos de la fe, puede ser un regalo espiritual que nos ayude a volver a Dios, a poner en Él nuestra confianza, a quitar importancia a otras cosas que antes nos hacían sufrir. ¿Por qué no volver a embalar los viejos regalos y abrirlos contemplándolos con nuevos ojos? Una buena ocasión para recordar, celebrar y mirarse a los ojos es el aniversario del nacimiento o de la boda, la fiesta de Navidad o de Reyes. Magnífica ocasión para volver al manantial, al origen de la alegría, de la felicidad, del amor y, quizás, para olvidar que ya no tenemos regalos nuevos que ofrecernos; y también para volver a aprender que Dios es el regalo más hermoso de la vida.


+ Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona

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