También como Herodes, queremos ver a Jesús
- 25 Septiembre 2014
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Si Jesús dio la Comunión a Judas, el Iscariote, con mayor razón la daría a los separados y divorciados vueltos a casar
24 00:12:49 de septiembre de 2014
No negarás mi Cuerpo y mi Sangre; porque es impensado imaginar a Jesucristo que niegue la Comunión Sacramental a una mujer o un hombre...(M A Velásquez).
Entre los días 5 y 19 de octubre próximos se realizará en Roma la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos para la Familia convocado por el papa Francisco.
Las expectativas del Pueblo de Dios se encumbraron con el llamado Cuestionario del Papa que, conocido en noviembre de 2013, sorprendió por la audacia evangélica de entrar en las profundidades de la vida familiar. Revelaba así la intención veraz de la Iglesia por compartir “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” GS 1. Luego, las respuestas, analizadas en el Instrumentum Laboris (publicado el 26 de junio de 2014), dejaron al descubierto lo que todos intuían: la enorme brecha entre las enseñanzas morales de la Iglesia y la vida de los fieles; en síntesis, la consabida diferencia entre la ortodoxia y la ortopraxis. En el lapso transcurrido entre la convocatoria del sínodo y el comienzo del mismo han sucedido una serie de hechos significativos, que han puesto en relieve la existencia de un grave conflicto al interior de la Iglesia, referido al llamado problema de “la comunión de los separados y divorciados vueltos a casar”. El conflicto actualiza las diferencias entre quienes defienden las cuestiones dogmáticas y los pastoralistas. Se trata de despejar teológicamente el ámbito de la Ley y el de la misericordia. Se replica así la misma pugna con la que el Hijo de Dios era confrontado reiteradamente por los maestros de la Ley. Anticipándose en algunos días a la convocatoria del sínodo, el cardenal Gerhard Müller publicó en L´Osservatore Romano el 23 de octubre de 2013 el documento “La fuerza de la gracia”, donde enfatizaba la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio. A los pocos días, el 7 de noviembre de 2013, el cardenal Reinhard Marx declaró públicamente que «el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no puede acabar con la discusión» sobre el tema de los divorciados vueltos a casar, por ser materia del esperado sínodo. Posteriormente, en el consistorio realizado en febrero de 2014 en Roma, el cardenal Walter Kasper expuso un extenso documento encargado por el mismo papa Francisco para iluminar los caminos de apertura a la comunión de los separados y divorciados vueltos a casar. El papa, junto con ovacionar efusivamente al cardenal Kasper, al día siguiente comentó el trabajo diciendo que “esto se llama hacer teología de rodillas”; en una escueta alusión a la teología de la misericordia. Faltando escasos días para el Sínodo, un grupo de cinco cardenales (Gerhard Müller, Raymond Burke, Walter Brandmüller, Carlo Caffarra y Velasio de Paolis) y cuatro teólogos (Robert Dodaro, John Rist, Paul Mankowski y Cyril Vasil) han publicado el libro “Permaneciendo en la verdad de Cristo: matrimonio y comunión en la Iglesia”, destinado a dar una respuesta contundente al documento del cardenal Kasper que sustenta el espíritu de misericordia del papa. Recientemente, el 17 de septiembre, el mismo cardenal Kasper ha manifestado con gravedad la sorpresiva irrupción de este libro, diciendo “nunca me había sucedido nada parecido en toda mi vida académica”, y agrega “durante el Concilio Vaticano II y en el post-concilio existían las resistencias de algunos cardenales frente a Pablo VI, incluso por parte del entonces Prefecto del Santo Oficio. Pero, si no yerro, no con esta modalidad organizada y pública.” Se articula así una oposición organizada contra la praxis de la misericordia. Y siendo la misericordia el sello distintivo del pontificado de Francisco, queda definida así también la oposición organizada hacia su pontificado. El argumento aperturista (basado en la misericordia) recurre a consideraciones escatológicas frente a la realidad del fracaso conyugal. En tal caso plantea la obligación de la Iglesia de ofrecer una “tabla de salvación” que permita, a las personas involucradas, enfrentar las exigencias de la vida familiar. Justifica así la acogida de algunos casos de segundas nupcias que permitirían sortear los impedimentos que impone la incuestionable indisolubilidad conyugal (Mt 19, 6b). Paralelamente se busca expeditar los procesos de anulación matrimonial, removiendo así un obstáculo para el acceso a la Comunión Sacramental. Es evidente que el núcleo del conflicto teológico radica en el principio de la indisolubilidad del matrimonio; un consejo que emana del derecho natural como la mejor garantía para fundar al núcleo esencial de la familia y de la sociedad, refrendado por el mismo Jesucristo, quien recuerda la Ley mosaica diciendo: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” Mt 19, 6b. Si la indisolubilidad del matrimonio es incuestionable, los argumentos aperturistas parecieran necesitar resquicios para habilitar el imperio de la misericordia que permita el acceso a la comunión de los separados y divorciados vueltos a casar. Pero, ¿es la indisolubilidad el núcleo del problema del acceso a la Comunión Sacramental? El núcleo de la dificultad para acceder a la Comunión Sacramental parece estar en la condición dogmática de la facultad para comulgar, cual es encontrarse el comulgante en estado de gracia, vale decir, libre de pecado mortal.
En el Nuevo Testamento, donde nace la Comunión Sacramental, no existe ninguna evidencia que indique que para recibir el Cuerpo y la
Sangre del Hijo de Dios sea necesario estar en estado de gracia. Es más, en la Primera Comunión de la historia, ocurrida con ocasión de la Ultima Cena (en la institución de la Eucaristía), comulgaron con Jesucristo sus doce apóstoles, incluido Judas, el Iscariote. Algunos Evangelios dan cuenta que Judas ya no estaba en estado de gracia al momento de comulgar.
En efecto, el Evangelio de Lucas relata: “Satanás entró en Judas, por sobrenombre Iscariote, uno de los Doce; quien acudió a discutir con los sumos sacerdotes y los guardias un modo de entregarlo.” Lc 22, 3-4. Judas, llevando en su corazón el gravísimo pecado de la traición, accede a la Comunión Sacramental con pleno consentimiento del mismo Hijo de Dios, quien luego de compartir “la copa de la nueva alianza”, advierte a sus apóstoles: “Pero, ¡cuidado!, que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. El Hijo del Hombre sigue el camino que se le ha fijado; pero, ¡ay de aquél que lo entrega!” Lc 22, 21-22. (Incluso en el Evangelio de Juan, el apóstol explicita un gesto significativo de Jesús: “Remojó el pan, lo tomó y se lo dio a Judas el de Simón Iscariote. Detrás del bocado Satanás entró en él. Jesús le dice: "Lo que tienes que hacer hazlo pronto.” Jn13, 26b-27.) Entonces, es evidente que el mismo Jesucristo, “el quita el pecado del mundo”, estaba en total conciencia del grave pecado de Judas; condición que no impidió que el Hijo de Dios le concediera el sacramento de la comunión. En consecuencia, Jesucristo dio la Comunión Sacramental a Judas, el Iscariote, pese a tener plena conciencia que no estaba en estado de gracia. Con el gesto elocuente de Jesucristo en la Última Cena, queda el desconcertante testimonio que Jesús no impide la Comunión Sacramental en un caso de pecado de gravedad extrema, como es la traición de Judas. Luego, todo indica que el Hijo de Dios no negaría el sacramento de la comunión a las personas que con muchísimo menos culpa, han caído en la vida, como es el caso de las personas separadas y divorciadas vueltas a casar. Así, queda claro que Jesucristo al instituir el sacramento de la Eucaristía, elevó también la misericordia a la altura del signo más sublime de la acogida cristiana manifestado en la Comunión. En ese momento solemne, Jesucristo -Sumo y Eterno Sacerdote- testimonia en los hechos lo enseñado previamente: “Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan el significado de estas palabras: “Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios.” Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” (Mt 9, 12-13). Actualizaba así aquella advertencia profética de Oseas: “misericordia quiero y no sacrificios” (Os 6,6). Visto así, pareciera que Jesucristo, antes de padecer, estaba dejando a sus apóstoles un nuevo mandamiento pastoral: No negarás mi Cuerpo y mi Sangre; porque es impensado imaginar a Jesucristo que niegue la Comunión Sacramental a una mujer o un hombre, dejándolos hambrientos y sedientos del amor sacramental de Dios, especialmente cuando más necesitan del alimento fecundo de su Cuerpo y de su Sangre para animarlos a reemprender los duros desafíos de la vida y las obligaciones familiares. Marco Antonio Velásquez Uribe
Evangelio según San Lucas 9,7-9.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.
San Pedro Crisólogo (c.406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia. Sermón 147; PL 52, 594-596.
También como Herodes, queremos ver a Jesús
El amor no consiente no ver al que ama. ¿No es cierto que todos los santos han tenido por cosa insignificante, sea lo que fuere que consiguieran, si no podían ver a Dios? [...] Por eso Moisés se atreve a decir: “Si he hallado gracia ante ti, muéstrame tu rostro” (Ex 33,13). Y el salmista: “Muéstrame tu rostro” (Sal 79,4). ¿No es por esta misma razón que los paganos se hacen ídolos? En el seno mismo del error, con sus propios ojos ven al que adoran.
Dios conocía el tormento que sufren los mortales por el deseo de verle. Lo que él ha escogido para mostrarse era grande en la tierra y no es menor en el cielo. Porque eso que, sobre la tierra, Dios ha hecho semejante a él, no podía quedar sin ser honorado en el cielo: “Hagamos, dice, al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1,26) […] Que nadie, pues, piense que Dios se ha equivocado al venir a los hombres por medio un hombre: Se ha hecho carne entre nosotros para ser visto por nosotros.
San Cleofás
San Cleofás, discípulo del Señor (s. I) Dos veces aparece este nombre en los Evangelios. Una en San Lucas cuando habla de los dos discípulos que marchaban a Emaús (cfr San Lucas 24; 13, ss) y la otra en San Juan cuando habla de una "María, la mujer de Cleofás" que estaba presente en el Calvario, acompañando a la Virgen, la tarde en que fue crucificado y moría Jesús (cfr San Juan 19; 25,ss). Sin que pueda establecerse con certeza que estos dos personajes fueran marido y mujer, ya que varones llamados Cleofás debía haber bastantes en Jerusalén, sí parece que el esposo de esa María del Calvario debía ser un cristiano bastante conocido entre los discípulos, cuando San Juan escribe su evangelio y también que ambos estuvieron muy cerca de los acontecimientos que hoy narramos. Es la alborada del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el sepulcro. El sepulcro está vacío, no tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús . Las mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los discípulos.
Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento. La distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados. Las pisadas son pesadas porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas, tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas... hasta los proyectos del Reino se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se anda. Se les unió un caminante como compañero de camino. Ellos temían "ofuscada la mirada". Al preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los profetas. Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron: "Quédate con nosotros, que el día ya declina". El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En este instante le reconocieron. Ahora, desandar lo andado para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto a los otros que Jesús sí es el Mesías.Con Jesús Vivo bien se camina. Oremos Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Jesús pidió a sus discípulos que amaran unos a otros como él los había amado. Podría ser de gran utilidad ver cómo fue ese amor de Jesús los que le rodeaban, aquellos que formaban parte de su día a día.
Al principio de la vida pública de Jesús, en el Jordán, dos discípulos de Juan fueron a encontrar y le preguntaron donde vivía. Jesús les invitó a "venir y ver". La invitación se interpreta generalmente en clave de llamada y vocación. Pero antes de la vocación, fue una invitación a la amistad por parte de Aquel que se convertiría a la larga en su mejor amigo ".
Exposición sobre la misión en los cinco continentes
“El Domund, al descubierto”: las misiones a pie de calle
Juan José Aguirre dialogará con el filósofo Javier Gomá
Obras Misionales, 25 de septiembre de 2014 a las 11:34
Cartel del Domund 2014
Se trata de un día para poner en primer plano la acción misionera de la Iglesia. Este año se celebrará con una novedad: el Domund sale a la calle para mostrar a la gente de a pie la realidad de la misión
Obras Misionales Pontificias (OMP) abre sus puertas para dar a conocer el trabajo que desarrollan los misioneros en el mundo. Los visitantes podrán disfrutar de una exposición sobre la misión en los cinco continentes y sobre la Jornada del Domund en España.
Además, se ha organizado una amplia agenda de actividades: misioneros recién aterrizados contarán su trabajo en República Centroafricana, Camboya y Venezuela; el filósofo Javier Gomá dialogará con el obispo misionero Juan José Aguirre; habrá cinefórum y encuentros para jóvenes.
"El Domund al descubierto", pone a pie de calle la Jornada del Domund, que se celebrará el próximo 19 de octubre. Se trata de un día para poner en primer plano la acción misionera de la Iglesia. Este año se celebrará con una novedad: el Domund sale a la calle para mostrar a la gente de a pie la realidad de la misión.
De lunes a sábado (de 10:00 a 21:00), elCentro Dotacional Integrado de Arganzuela (c/Canarias 17) acogerá "El Domund al descubierto", un espacio creado para albergar una exposición sorprendente y visual, y un elenco de actividades.
La exposición presenta un recorrido por los carteles del Domund desde 1941, y muestra en qué consiste la actividad misionera de la Iglesia, con testimonios, datos estadísticos y grandes fotografías. El espacio contará con unpanel interactivo, donde los más pequeños podrán comprobar cuánto han aprendido en la exposición.
Por las tardes, el espacio "El Domund al descubierto" ofrecerá una amplia agenda de actividades para todos los públicos. Destaca el coloquio entre el filósofo español Javier Gomá y monseñor Juan José Aguirre, obispo misionero de Bangassou (República Centroafricana), sobre el papel del misionero en el bien común. Este último intervendrá también en una mesa redonda de misioneros españoles que han sido consagrados obispos en la misión.
Estará junto con monseñor Enrique Figaredo, prefecto apostólico de Battambang (Camboya) y monseñor José Ángel Divasson, obispo vicario apostólico de Puerto Ayacucho (Venezuela). Las grandes organizaciones católicas que trabajan al servicio de la Humanidad -Cáritas Españolas, Manos Unidas, CONFER, REDES y OMP-, explicarán en un acto conjunto cómo trabajan para paliar el hambre.
Representantes de los diversos eslabones de administración de OMP explicarán el camino que siguen los donativos hasta que llegan al misionero. Dos cinefórums y la presentación del DVD del Domund 2014 "La mejor jugada", rodado en Brasil, completan la programación.
Como colofón, desde el final del espacio "El Domund al descubierto" hasta el día del Domund (19 de octubre), se convocará el martes una quedada en Twitter, organizada por el grupo de evangelización en la red IMisión, y se celebrará el ya tradicional pregón del Domund, en la catedral Santa María la Real de la Almudena el próximo miércoles. El pregonero de esta edición será el empresario, economista y político español Ilmo. Manuel Pizarro.
Programa de actividades de "El Domund al descubierto":
Herodes oye hablar de Jesús
Lucas 9, 7-9. Tiempo Ordinario. La pureza de corazón y la rectitud de intención nos darán la paz.
Oración introductoria
Señor Jesús, con la señal de la cruz inicio mi oración pidiendo la asistencia de tu Santo Espíritu. No me mueve la curiosidad, busco encender en mi corazón la fe y el amor al Padre y la alegría de ser cristiano. Ilumina mi mente y despierta en mí el deseo de contemplarte.
Petición
Jesús, ayúdame a orar con atención, para que día con día vaya creciendo en el amor a Dios y los demás.
Meditación del Papa Francisco
El estado de ánimo del hombre y de la mujer espiritual vive en la sabiduría del Espíritu Santo. Y esta sabiduría le lleva adelante con este espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil.
Esto es caminar en la vida con este espíritu: el Espíritu de Dios, que nos ayuda a juzgar, a tomar decisiones según el corazón de Dios. Y este espíritu nos da paz, ¡siempre! Es el espíritu de paz, el espíritu de amor, es espíritu de fraternidad. Y la santidad es precisamente esto.
En el Evangelio nos encontramos delante de otro espíritu, contrario a este de la sabiduría de Dios: el espíritu de curiosidad. Es cuando queremos apropiarnos de los proyectos de Dios, del futuro, de las cosas; conocer todo, tener todo en la mano... El espíritu de curiosidad nos aleja de la sabiduría, porque solamente interesan los detalles, las noticias, las pequeñas noticias de cada día. ¿Y cómo se hará esto? Y el cómo: ¡es el espíritu del cómo! Y el espíritu de la curiosidad no es un buen espíritu: es el espíritu de la dispersión, de alejarse de Dios, el espíritu de hablar demasiado. Y Jesús también va a decirnos una cosa interesante: este espíritu de curiosidad, que es mundano, nos lleva a la confusión.(Cf. S.S. Francisco, 14 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta
Reflexión
¡Quería ver a Jesús!
La curiosidad es buena, ella nos despierta a la vida. Un niño está siempre manoseando, curioseando los juguetes y cuanto encuentra en su derredor. Necesita saber.
No es este el caso de Herodes. Se había enterado de que en torno a Jesús había un movimiento de gente que le seguía; que ese tal Jesús hacia milagros y prodigios, que en el asombro, incluso se pensaba si habría vuelto Elías... Todo ello despertó recelos y una inquietud curiosa que no dejaba tranquilo el corazón de Herodes.
¿Por qué quería ver a Jesús? No ciertamente para seguirlo, más bien temeroso de que alguien le quitara en poder. ¿No había mandado matar a los niños cuando se enteró de que había nacido “el rey de los judíos”?
El miedo es mal consejero y peor compañero aunque aparente los modales más finos y corteses.
Propósito
La pureza de corazón y la rectitud de intención deben ser valores a potenciar por cada uno de nosotros para que así la paz sea nuestra dicha.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, libra nuestro corazón de todo mal deseo, purifica nuestra inteligencia de todo pensamiento malo, fortalece nuestra voluntad para amarte a ti sobre todas las cosas y servir a los hombres en sus necesidades para que así el mundo sea un hogar de paz para todos.
Eucaristía y generosidad
Es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo.
La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se olvida que ha dado.
El dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente.
¿Con quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo con los más necesitados.
Manifestaciones de una persona generosa.· Sabe olvidar con prontitud los pequeños agravios.
· Tiene comprensión y no juzga a los demás.
· Se adelanta a los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia.
· Perdona con prontitud todo y siempre.
· Acepta a los demás como son.
· Da, sin mirar a quién.
· Da hasta que duela.
· Da sin esperar.
Hagamos ahora la relación eucaristía y generosidad. Generosidad, primero, por parte de Dios.
Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo. Generoso es Dios porque no se reserva nada para Él.
Generoso es Dios en su misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada. Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico.
Generoso es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo. Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo.
Generoso es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones. Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa. Generoso es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla.
Generoso es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia.
Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo. Generoso es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor.
Generoso es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero. Generoso es Dios que no se reserva nada en la eucaristía.
Y en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en las sierras deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más generoso que Dios?
Segundo, generosidad por parte de nosotros.
Aquí, a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que tiene de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y tenemos. Hemos venido con espíritu generoso para dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento del ofertorio hemos puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. En el momento de la colecta se nos ofrece una oportunidad para ser generosos. En el momento de la paz se nos ofrece una oportunidad para saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos dones de la eucaristía.
En fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.