Dar fruto
- 05 Octubre 2014
- 05 Octubre 2014
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Crisis religiosa
La parábola de los “viñadores homicidas” es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Serían una “gran luz” para todos los pueblos.
Sin embargo aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?
Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: “Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.
Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como “el nuevo Israel” después del pueblo judío que, después de la destrucción de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.
Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón...?
Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.
Nosotros hablamos de “crisis religiosa”, “descristianización”, “abandono de la práctica religiosa”... ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios?
José Antonio Pagola. 27 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 33-43
XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Is 5, 1-7; Sal 79; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43)
LA VIÑA DEL SEÑOR
Es tiempo de vendimia en el hemisferio norte, en las tierras anchas de Castilla y de La Rioja, tiempo de cosechar el fruto del esfuerzo, y de cantar, al tiempo de brindar con el primer mosto.
El otoño es un tiempo cálido, colmado de colores y de frutos, cuando se oye y se baila la jota. En este contexto, parece acertada la elección del texto litúrgico: “Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña” (Is 5, 1).
Sin embargo, si no extrapolamos las palabras de las lecturas que hoy se proclaman, al leer o escuchar la parábola de Jesús sobre la viña y los vendimiadores -“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje…”-, se siente escozor pensando que también nosotros podríamos tener la actitud de quienes se apoderan de lo que no es suyo y llegan a la mayor violencia, aunque sea interiormente. ¡Qué fácil es creer que es propio lo que nos es dado! ¡Qué fácil es pensar que la cosecha nos pertenece, por haberla trabajado, cuando no tendríamos fuerzas, ni tierra que cultivar, si no se hubiera recibido el don de la salud y de los bienes! Lo peor, en un proceso espiritual, y hasta de maduración humana, es ser pretenciosos, inconscientes, por perecer dominados por la avaricia y el orgullo, actitudes por las que se llega a robar y a matar.
El salmista nos sugiere la mejor respuesta: “Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa” (Sal 79).
No podemos caer en el derrotismo de lo insalvable, en el contexto total de la revelación. Jesús, ante el pecado del hombre, la infidelidad de la viña y de los labradores, se convierte Él mismo en el mejor fruto de la vid, y se brinda como el mejor vino: su sangre derramada para perdón de los pecados.
Impresiona al tejer los textos, contemplar que la viña y el fruto de la vid representan a Cristo, para que Dios reciba el obsequio de una cosecha abundante y agradecida.
Surjan el amor y la fidelidad como respuesta a tanta paciencia del Dueño de la viña. Y con las palabras de San Pablo, que “el Dios de la paz estará con vosotros” (Flp 4, 9).
Vigésimo séptimo domingo - is 5,1-7; Fl 4,6-9; Mt 21,33-43 -La "mimada" vid
Jesús en otro contexto, en el que se recogen una serie de parábolas, nos había dicho que un buen maestro es como aquel padre de familia, que sabe sacar de su tesoro cosas nuevas y viejas. Es lo que ha hecho también en el contexto evangélico de hoy. Jesús retoma, una vez más, el simbolismo de la vid, ya utilizado por los profetas. Hoy lo hemos escuchado también en la primera lectura del profeta Isaías. Jesús asume la parábola del profeta en el que se describe el afectuoso interés y la delicada cuidado que se ha tenido con la viña para que, en su momento, diera buen fruto. De él debería salir buen vino. Pero dio uvas agrias. De ahí el disgusto, el lamento y la reacción airada del dueño, él que tanto había procurado por la viña.
Los "fraudulentos" administradores. Jesús en su parábola nos habla también del gran interés y cuidado del dueño por la viña, que había encomendado a sus administradores. Pero la novedad que aporta Jesús es introducir la actitud de los administradores, cuando el dueño quiere recoger el fruto; primero, a través de unos emisarios y, finalmente, a través de su propio hijo. Tanto el profeta como Jesús describen, casi con las mismas palabras, la estimación del dueño por la viña. De ahí su positivo y cuidadoso interés para asegurar el buen fruto de la vid: una buena valla, una torre de guardia, un lagar ... Y, en la parábola de Jesús, se añade la plena confianza de que el dueño pone con los administradores. Isaías nos dice que la viña es el pueblo elegido que ha dado frutos agrios. En lugar de producir frutos de bondad, ha producido injusticia que provoca el clamor consecuente de los oprimidos.
Nuestro mundo "fraudulento". Jesús, más allá de reproducir la historia de la viña del pueblo escogido, los profetas de los que fueron eliminados, anuncia también su muerte violenta, como hijo del dueño de la viña. Y, siempre, toda parábola tiene su proyección en los momentos actuales. En el momento actual, la viña es el mundo de progreso y de bienestar gracias a los dones recibidos de Dios, a los recursos naturales ya las oportunidades que le han sido facilitadas. De este progreso y bienestar sólo se aprovecha una parte privilegiada de nuestro mundo, provocando, al mismo tiempo, la injusticia y el doloroso clamor de millones y millones de personas humanas abocadas a la miseria ya la muerte. Es el crimen de los administradores acaparadores. Es una gran tentación para los que tienen cargos de responsabilidad hacerse propietarios de sus ámbitos, menos teniendo aquellos a los que deben escuchar y servir. En todos los ámbitos de la vida social, económica, política e, incluso, eclesial tenemos ejemplos.
Yo, administrador y vid. Pero la vid también soy yo. Soy viña por la que Dios ha tenido cariñoso interés y delicada cuidado. Mis cualidades, las buenas oportunidades, las ayudas recibidas ... Soy consciente? Y soy administrador! Como las administro? Quiero para mí solo, egoístamente, para mi beneficio, el fruto de los dones que Dios me ha dado? Doy frutos de justicia y de solidaridad o provoco gemidos de soledad, de desprecio, de olvido, de marginación, de frialdad? Hoy recibimos el gran don de Dios de la eucaristía. Este don nos lo guardamos para nosotros, o procuramos que dé fruto de justicia, amor y solidaridad ?. En nuestro entorno hay quien nos viene a pedir estos frutos. Se los entregamos?
Francisco, entrando en la vigilia por el Sínodo
El Papa preside una vibrante vigilia previa al comienzo del Sínodo de la Familia
Francisco pide al Sínodo “escuchar el clamor del pueblo, las tristezas y esperanzas de los hombres de nuestro tiempo”
“Tenemos una ocasión providencial para renovar, a ejemplo de San Francisco, la Iglesia y la sociedad”
Invoquemos -añadió- la disponibilidad de un diálogo sincero, abierto y fraterno, que lleve con responsabilidad pastoral a dar respuestas a los interrogantes de este cambio de época
(Jesús Bastante).- "Oremos por el Sínodo que iniciamos mañana, que nos dé la luz para escuchar a Dios y el clamor del pueblo, disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, mantener nuestra mirada fija en Jesucristo, haciendo lo que Él nos diga". El Papa Francisco se hizo presente a última hora de la tarde en la vigiliaorganizada por la Iglesia italiana en la plaza de San Pedro para orar por el Sínodo de la Familia.
Ya había anochecido cuando el Papa hizo acto de presencia en la plaza, donde le esperaban miles de familias. El espectáculo era de los que esponjan el corazón: unsilencio esperanzado, acompasado por música de varios coros y la luz de las velas que, poco a poco, fueron poblando cada uno de los rincones de la mayor plaza de la Cristiandad, hasta que la oscuridad se llenó de pequeñas llamas, portadas por matrimonios, jóvenes, ancianos, niños, obispos... La Iglesia toda. Otros muchos, que no pudieron acudir, prendieron velas en las ventanas de sus casas, tal y como había pedido la Conferencia Episcopal italiana.
Su presidente, Angelo Bagnasco, precedió al Papa. Antes, varias parejas dieron su testimonio: los novios Antonio y Roberta, de la ciudad de Benevento; Margarita y Marco, unos esposos de la ciudad de Novara, con cuatro hijos y una adoptada; Antonella y Nicola de la ciudad de Tívoli, que después de estar separados durante años volvieron a la vida conyugal. Ellos introducirán la oración con el papa Francisco, delante de miles de familias.
"Cae la tarde sobre nuestra asamblea -comenzó el Papa-. Ahora, antes de volver a casa, nos recogemos en el afecto del bien dado y recibido, el encuentro que enciende el corazón. Sois vino bueno, que anticipa la fiesta del Padre".
Bergoglio se preguntó por "cuántas personas viven en la resignación o en el abandono. En cuántas casas no viene el vino de la alegría, ni el sabor de la vida. Los unos y los otros, en esta tarde, lo hacemos con nuestra oración. Una oración por todos".
El papa planteó el Sínodo como un sueño, "un sueño esencial de estabilidad, y una puerta abierta". Una historia, la de la salvación, y la de la familia, "a la que pertenecer: laa comunión de vida entre los esposos, su apertura al don de la vida, la custodia recíproca, el acompañamiento educativo o la transmisión de la fe, contribuyen a una sociedad más justa y solidaria"
Por ello, resaltó la importancia del Sínodo, donde "la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral, para intentar saber lo que el Señor quiere de nuestra Iglesia. Debemos escuchar lo que gritan los hombres de nuestro tiempo, y hacer nuestras las tristezas y las esperanzas".
"Juntos sabremos llevar, con credibilidad, la buena noticia sobre la familia", incidió el pontífice, que recalcó que en el Evangelio "está la salvación que colma la sed del hombre", donde el pueblo alcanza "la frescura y el perfume" de la fe.
Por ello, clamó por que "los padres sinodales tengan la actitud de escucha. De escuchar a Dios, de escuchar juntos el grito del pueblo. Al pueblo, que pueda decir la voluntad a la que les llama Dios".
"Invoquemos -añadió- la disponibilidad de un diálogo sincero, abierto y fraterno, que lleve con responsabilidad pastoral a dar respuestas a los interrogantes de este cambio de época".
"Tenemos una ocasión providencial para renovar, a ejemplo de San Francisco, la Iglesia y la sociedad. Con la alegría del Evangelio llevaremos el paso de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres, con capacidad de vencer, con paciencia y amor, las aflicciones y las dificultades que vengan tanto de dentro como de fuera".
Este fue el resumen de Radio Vaticano:
Pidamos al Espíritu Santo escuchar a Dios y el clamor del pueblo, disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, mantener nuestra mirada fija en Jesucristo, haciendo lo que Él nos diga. Palabras que contienen el testamento espiritual de María, «amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas» (Evangelii gaudium, 286). ¡Hagámoslas nuestras! - alentó el Papa Francisco - en la víspera de la solemne apertura de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la Evangelización. En una Vigilia de oración organizada por la Conferencia Episcopal Italiana, en la Plaza de San Pedro.
«¡Sí, en el Evangelio está la salvación que colma las necesidades más profundas del hombre!», reiteró el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que «de esta salvación - obra de la misericordia de Dios y de Su gracia - como Iglesia, somos signo e instrumento, sacramento vivo y eficaz (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 112.). Si no fuera así, nuestro edificio sería sólo un castillo de naipes y los pastores se reducirían a clérigos de estado, en cuyos labios el pueblo buscaría en vano la frescura y el "olor a Evangelio" (Ibid., 39)».
«Nuestra escucha y nuestro confrontarnos sobre la familia, amada con la mirada de Cristo, se volverán una oportunidad providencial para renovar - siguiendo el ejemplo de San Francisco - a la Iglesia y a la sociedad», señaló el Papa, añadiendo luego que «con la alegría del Evangelio, volveremos a encontrar el camino de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres; una Iglesia capaz de «triunfar con paciencia y caridad en sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas» (Concilio Ecuménico Vaticano II Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 8).
«Pueda soplar el viento de Pentecostés sobre los trabajos sinodales, sobre la Iglesia, sobre la humanidad entera. Desate los nudos que impiden a las personas encontrarse, sane las heridas que sangran, reavive la esperanza. Nos conceda aquella caridad creativa que permite amar como Jesús amó. Y nuestro anuncio volverá a encontrar la vitalidad y el dinamismo de los primeros misioneros del Evangelio, pidió el Santo Padre al concluir su homilía.
Evangelio según San Mateo 21,33-46.
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?».
Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos".
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía 5 sobre el Hexaemerón, 6
Dar fruto
El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: «Mi amigo tenía una viña en un fértil collado» (Is 5,1); «Planté una viña y la rodeé de una cerca» (Mt 21,33). Evidentemente que Jesús llama su viña a las almas humanas, que las ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y la guarda que les proporcionan sus ángeles, porque «el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege» (Sl 33,8). Seguidamente plantó alrededor nuestro como una empalizada poniendo en la Iglesia «en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros» (1C 12,28). Además, por los ejemplos de los santos hombres de otros tiempos, hace elevar nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde serían pisados. Quiere que los ardores de la caridad, como los zarcillos de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. Así, manteniendo constantemente nuestra deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas.
Nos pide también que consintamos en ser escardados. Ahora bien, un alma está escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo que no son más que una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor carnal y esta atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y respira de nuevo, desembarazado ya de la carga inútil de las preocupaciones de este mundo.
Pero, para mantenernos en la misma línea de la parábola, es preciso que no produzcamos únicamente madera, es decir, que vivamos con ostentación, ni que busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan sólo al verdadero propietario de la viña.
El Papa muestra la Biblia de los paulinos en el Angelus
"Los pastores -señala el Papa en el Angelus- estamos llamados a cuidar a la familia"
"El pueblo exige cuidado, atención, un amor paciente y fiel"
Los paulinos entregan en San Pedro 15.000 Biblias con motivo de su centenario
Jesús Bastante, 05 de octubre de 2014 a las 12:09
¡Una Biblia en cada familia! No para colocarla en una repisa, sino para tenerla a la mano, para leerla a menudo, cada día, ya sea individualmente que juntos, marido y mujer, padres e hijos
(J. Bastante).- Mañana soleada en Roma. Decenas de miles de fieles aguardaban la salida al balcón del Papa Francisco para unAngelus que se antojaba especial. Muchas familias deseando formar parte de este movimiento que culmina hoy en la apertura del Sínodo de Obispos, pero que trae consigo el deseo de muchos de volver a sentirse incluidos dentro de la institución, pues nunca han estado fuera del abrazo de Jesús en el Evangelio.
No defraudó Francisco. "El pueblo exige cuidado, atención, un amor paciente y fiel", recalcó ante los fieles, refiriéndose a la misión encomendada a los padres sinodales. "Vamos a vivir dos intensas semanas de escucha y diálogo, alimentados por la oración, y bajo el tema de los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización", añadió el Papa.
"Hoy -prosiguió- la palabra de Dios presenta la imagen de la viña como símbolo del pueblo que Dios ha elegido. Como una viña, el pueblo exige cuidado, atención, un amor paciente y fiel. Así Dios está con nosotros, y así, nosotros pastores, estamos llamados a llevar a cabo esta tarea, teniendo mucho cuidado de la familia, para que pueda caminar con confianza y esperanza. Y para ello es necesario que se alimente con la palabra de Dios".
"Por esto es una feliz coincidencia que justo hoy nuestros hermanos los paulinos han querido distribuir, aquí, en la plaza y en otros lugares, de Biblias". Hasta 15.000 se repartieron, con ocasión del centenario de su fundador, el beato Alberiane. "Mientras se abre el sínodo de la familia, gracias a los paulinos, podemos decir 'Una Biblia en cada familia'".
"Tenemos dos, tres biblias.... ¿pero dónde la hemos escondido? La biblia no es para tenerla escondida sino para tenerla a mano, leerla cada día, individualmente, juntos... para que la familia crezca y camine", subrayó el Papa, quien bromeó con los asistentes. "Hay una para cada uno... no seáis demasiado listos y querráis coger más".
Éstas fueron las palabras del Angelus:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Esta mañana, con la concelebración eucarística en la Basílica de San Pedro, hemos inaugurado la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Los Padres sinodales, provenientes de todas partes del mundo, junto a mí, vivirán dos intensas semanas de escucha y de diálogo, fecundadas por la oración, sobre el tema "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización".
Hoy la Palabra de Dios presenta la imagen de la viña como símbolo del pueblo que el Señor ha elegido. Así como una viña, el pueblo requiere mucho cuidado, requiere un amor paciente y fiel. Así hace Dios con nosotros y así, nosotros Pastores, estamos llamados a hacer. Ocuparse de la familia es también una forma de trabajar en la viña del Señor, para que produzca los frutos del Reino de Dios (cfr Mt 21,33-43).
Pero para que la familia pueda caminar bien, con confianza y esperanza, es necesario que sea nutrida por la Palabra de Dios. Por esto es una feliz coincidencia que precisamente hoy nuestros hermanos Paulinos hayan querido realizar una gran distribución de la Biblia, aquí en la Plaza y en tantos otros lugares. Lo hacen con ocasión del Centenario de su fundación, por parte del beato Giacomo Alberione, gran apóstol de la comunicación. Entonces hoy, mientras se abre el Sínodo para la Familia, con la ayuda de los Paulinos podemos decir: ¡una Biblia en cada familia! No para colocarla en una repisa, sino para tenerla a la mano, para leerla a menudo, cada día, ya sea individualmente que juntos, marido y mujer, padres e hijos, tal vez por la noche, especialmente el domingo. Así la familia crece, camina, ¡con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios!
Invito a todos a apoyar los trabajos del Sínodo con la oración, invocando la materna intercesión de la Virgen María. En este momento, nos asociamos espiritualmente a aquellos que, en el Santuario de Pompeya, elevan la tradicional «Súplica» a la Virgen del Rosario ¡Que obtenga la paz, para las familias y para el mundo entero!
Francisco, frente a la multitud
Arranca un Sínodo de la Familia con fuertes críticas de los sectores ultraconservadores
El Papa Francisco se la juega
Se debatirá sobre divorciados, matrimonios gay, anticonceptivos, aborto, violencia machista o pobreza
Jesús Bastante, 05 de octubre de 2014 a las 08:21
Los críticos son los mismos que atacan al Papa por ser inflexible contra los curas pederastas (...) Los mismos 'lobos' que denunció el Papa Benedicto antes de renunciar
(Jesús Bastante).- ¿Cambio o ruptura? ¿Revolución o cisma? Francisco se la juega a partir de este domingo, con la celebración de un inédito Sínodo sobre la Familia, en la que obispos, laicos y matrimonios debatirán, sin límites, sobre temas que hasta ahora eran considerados tabú en la Iglesia católica. No ha quedado ningún tema sin tocar:divorciados vueltos a casar, anticonceptivos, matrimonios gay, parejas interreligiosas, aborto, relaciones fuera del matrimonio, violencia doméstica, abusos a menores en el seno de la familia, la inmigración, la globalización, los distintos tipos de pobreza...
"Hay una puerta que hasta ahora estuvo cerrada y el Papa quiere que se abra. El Papa quiere que el pueblo de Dios se exprese y diga lo que piensa", afirma Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, que por primera vez en la historia reciente de la Iglesia católica ha contado con la opinión de laicos, mujeres y matrimonios, y que también se ha encontrado con una dura contestación por parte de los sectores más radicalmente conservadores, que han llegado a acusar a Francisco de ser un Papa ilegítimo.
Las puertas abiertas del Papa pretenden que entre el aire en la Iglesia, que se cree una nueva conciencia, basada en la misericordia y la apertura, y no en la condena y la persecución de aquellos que no comulgan al cien por cien con la Tradición, y que ha provocado la huida de millones de creyentes que no han visto reflejada su fe en Jesús en la institución vaticana. "No es el Evangelio el que hay que interpretar según el Código de Derecho Canónico sino el Código según el Evangelio de la paz y del perdón", señala a este diario el prestigioso canonista jesuita José María Díaz Moreno.
Y, sin embargo, el órdago lanzado por Francisco no ha sido bien recibido por buena parte de la Curia romana. Los mismos cardenales que, desde el comienzo de su pontificado, han organizado una "silenciosa oposición" a las reformas del Papa, ahora dan la cara y arremeten directamente contra algunos de los puntos más polémicos -y que se van a abordar en el Sínodo-, como la atención a los menores de familias rotas, los matrimonios entre creyentes y no creyentes y, especialmente, el caso de los divorciados vueltos a casar.
Después de que, por encargo de Francisco, el cardenal Kasper hablara de la necesidad de buscar soluciones para permitir que aquellos que han fracasado en su primer matrimonio puedan tener la oportunidad de rehacer su vida y seguir formando parte de la Iglesia a todos los niveles, algunos cardenales han abierto la caja de los truenos. Cinco de ellos, entre los que se cuenta el mismísimo prefecto de Doctrina de la Fe, cardenal Müller, contraatacaron atacando las tesis de Kasper, quien abundó -en un discurso que Francisco alabó públicamente- en que "todo pecado puede ser absuelto, todo pecado puede ser perdonado. También el divorcio". Algunos han ido más allá. Sectores ultraconservadores en Italia o España han llegado a dudar de la legitimidad de Bergoglio como Papa, aduciendo a una supuesta duplicidad de votos en una de las elecciones del cónclave y, sobre todo, a una "pérdida de legitimidad" por sus actuaciones, desde su decisión de abandonar el Palacio y vivir en Casa Santa Marta hasta su cercanía a los inmigrantes, el hecho de que lavara los pies en Jueves Santo a mujeres, una de ellas musulmanas -el rito exigía que sólo fueran hombres, como los doce Apóstoles-, o se mostrara a favor de una mayor presencia de mujeres en puestos de responsabilidad en la Iglesia.
Los críticos son los mismos que atacan al Papa por ser inflexible contra los curas pederastas, por haber procesado, por primera vez en la historia de la Iglesia, a un arzobispo que abusó de niños, y quienes cuestionan su capacidad porque se arrodilla ante los musulmanes y pide construir juntos una sociedad mejor. No ven con buenos ojos sus palabras al diálogo y por la paz en Siria, Israel, Palestina, Irak, que le han hecho ser uno de los favoritos a recibir este año el Premio Nobel de la Paz, algo que jamás consiguió el Papa de Roma. Son los mismos "lobos" que denunció el Papa Benedicto antes de tener que renunciar. Francisco también ha declarado que el celibato sacerdotal "no es un dogma de fe", y que, por tanto, se puede discutir. Como la acogida a divorciados, o la participación de todos en el gobierno de la Iglesia. De hecho, la importancia de este Sínodo -más allá de que se tomen unas u otras decisiones en cuanto a la doctrina- es la recuperación de la "sinodalidad" como modo de gobierno.
Francisco no es un papa que gobierne a golpe de preceptos -podría hacerlo, y declararse "infalible"-, sino que se ha dotado de un grupo de nueve cardenales que le asesora y ha convocado este Sínodo, en el que participan cardenales, obispos, laicos -y hasta 14 matrimonios-. No podemos soñar con que la Iglesia se convierta en una institución democrática pero sí que al menos escuche y tenga en cuenta la opinión de todos.
Ahora, del 5 al 19 de octubre, el Vaticano abre un período de reflexión y debate, con el objetivo de actualizar su doctrina sobre temas que afectan, y mucho, a millones de fieles en todo el mundo. Y que podrían servir para hacer de la Iglesia católica una institución más accesible, menos oscura y en consonancia con un mundo en cambio. O también para provocar un cisma, si los ultraconservadores continúan poniendo palos en la rueda del carro que, con dificultades, quiere seguir conduciendo Francisco.
Francisco, durante su homilía en San Pedro
Francisco denuncia a los "malos pastores" que cargan sobre el pueblo "fardos insoportables"
El Papa pide a los padres sinodales "no frustrar el sueño de Dios"
"También nosotros podemos tener la tentación de apoderarnos de la viña, a causa de la codicia"
El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos «frustrar» el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo
(Jesús Bastante).- "Para satisfacer su codicia,los malos pastores cargan sobre las personas fardos insoportables que ellos ni siquiera tocan con los dedos". Palabras breves, y duras, las que el Papa Francisco ofreció a los obispos que participarán en elSínodo de la Familia. Aldabonazos a la conciencia de quienes, en los próximos días, habrán de debatir el futuro de la pastoral, y a los que Bergoglio pidió "no frustrar el sueño de Dios".
Con toda la solemnidad propia de las grandes ocasiones, pero también con la esperanza de los que están viviendo un momento indispensable para el futuro. Así se presentaron los casi doscientos obispos y los miles de fieles que, dentro y fuera de la basílica de San Pedro, participaron esta mañana en la Eucaristía de apertura del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, que a buen seguro marcará un antes y un después en la pastoral católica sobre las relaciones padres-hijos, el matrimonio, la defensa de la vida y la lucha contra las pobrezas del mundo.
El Evangelio de hoy, el de los viñadores, fue uno de los ejes de la homilía del Papa Francisco. Una homilía programática para un debate que Bergoglio quiere sea abierto, sincero y constructivo. Y en el que se ofrezcan respuestas y no puertas cerradas. Pese a todo, la oposición será -ya lo está siendo- poderosa. Como en todo gran cambio. Y más en una institución como la Iglesia católica.
Comenzó Francisco señalando que la viña del Señor "es un sueño". "El sueño de Dios es su pueblo. Él lo ha plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta en un pueblo santo, que dé frutos de justicia". Un sueño que, en las lecturas, "queda frustrado". "En el Evangelio son los labradores los que impiden el sueño del Señor, no hacen su trabajo, piensan en sus propios intereses", señaló el Papa, quien recordó que Jesús se dirigía a los sacerdotes de su tiempo, "a la clase dirigente". También lo hizo él, hoy, a los padres sinodales.
"El cometido de los pastores es cultivar la vida con creatividad y laboriosidad", pero aquellos labradores se aprovecharon de la viña, "y quieren disponer de ella como quieran, quitando a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo". "La tentación de la codicia es siempre presente", dijo el Papa mirando a los obispos. "Para satisfacer su codicia, los malos pastores cargan sobre las personas fardos insoportables que ellos ni siquiera tocan con los dedos".
También nosotros, en el Sínodo de los Obispos, "estamos llamados a trabajar por la viña del Señor". La asamblea "no sirven para discutir ideas brillantes o ver quién es más inteligente, sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo".
"El Señor nos pide que cuidemos de la familia", añadió Francisco. "Somos todos pecadores. Tenemos la tentación de apoderarnos de la viña, a causa de la codicia, que nunca falta en nosotros. El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos frustrar el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo", proclamó el papa, en una dura andanada contra los malos pastores, más preocupados por el poder que por el servicio.
"Hermanos, para guardar bien la viña es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo, por la paz de Dios, que supera todo juicio", añadió. De este modo, dijo, "nuestros pensamientos y proyectos estarán conformes con el sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y produzca los frutos del Reino de Dios".
Ésta fue la homilía del Papa:
El profeta Isaías y el Evangelio de hoy usan la imagen de la viña del Señor. La viña del Señor es su «sueño», el proyecto que él cultiva con todo su amor, como un campesino cuida su viña. La vid es una planta que requiere muchos cuidados.
El «sueño» de Dios es su pueblo: Él lo ha plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta en un pueblo santo, un pueblo que dé muchos frutos buenos de justicia.
Sin embargo, tanto en la antigua profecía como en la parábola de Jesús, este sueño de Dios queda frustrado. Isaías dice que la viña, tan amada y cuidada, en vez de uva «dio agrazones» (5,2.4); Dios «esperaba derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperaba justicia, y ahí tenéis: lamentos» (v. 7). En el Evangelio, en cambio, son los labradores quienes desbaratan el plan del Señor: no hacen su trabajo, sino que piensan en sus propios intereses.
Con su parábola, Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los «sabios», a la clase dirigente. A ellos ha encomendado Dios de manera especial su «sueño», es decir, a su pueblo, para que lo cultiven, se cuiden de él, lo protejan de los animales salvajes. El cometido de los jefes del pueblo es éste: cultivar la viña con libertad, creatividad y laboriosidad.
Pero Jesús dice que aquellos labradores se apoderaron de la viña; por su codicia y soberbia, quieren disponer de ella como quieran, quitando así a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo que se ha elegido.
La tentación de la codicia siempre está presente. También la encontramos en la gran profecía de Ezequiel sobre los pastores (cf. cap. 34), comentada por san Agustín en su célebre discurso que acabamos de leer en la Liturgia de las Horas. La codicia del dinero y del poder. Y para satisfacer esta codicia, los malos pastores cargan sobre los hombros de las personas fardos insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo (cf. Mt 23,4).
También nosotros estamos llamados en el Sínodo de los Obispos a trabajar por la viña del Señor. Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente... Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad.
También nosotros podemos tener la tentación de «apoderarnos» de la viña, a causa de la codicia que nunca falta en nosotros, seres humanos. El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos «frustrar» el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad.
Hermanos, para cultivar y guardar bien la viña, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la «paz de Dios, que supera todo juicio», como dice san Pablo (Flp 4,7). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios (cf. Mt 21,43).