Cristo, el buen Samaritano
- 06 Octubre 2014
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- 06 Octubre 2014
Francisco, sonriendo a los fieles
"Muchísimos jóvenes prefieren convivir sin casarse. ¿Qué debe hacer la Iglesia? ¿Expulsarlos de su seno?"
Francisco: "No hay que encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma, el mundo ha cambiado"
Entrevista del Papa a La Nación antes del comienzo del Sínodo sobre la Familia
Yo fui relator del sínodo de 2001 y había un cardenal que nos decía qué debía tratarse y qué no. Eso no pasará ahora. Hasta les entregué a los obispos la facultad que tengo de elegir a los presidentes de las comisiones
En una entrevista con el diario La Nación, y en la previa del comienzo del Sínodo sobre la Familia, el papa Francisco se refirió a diversos temas, destacó que "el mundo me recibió bien, pero es un mundo difícil y complejo", y se mostró algo nostálgico: "extraño caminar, pero no tengo tiempo para eso".
Respecto del Sínodo que comenzará este domingo, el Sumo Pontífice adelantó que "será largo, durará un año probablemente.Yo sólo le doy el empujón inicial".
Francisco, quien fue criticado por algunas facciones más tradicionales de la Iglesia, además afirmó que "todos tienen algo que aportar. A mí me da hasta placer discutir con los obispos muy conservadores, pero bien formados intelectualmente".
"Yo fui relator del sínodo de 2001 y había un cardenal que nos decía qué debía tratarse y qué no. Eso no pasará ahora. Hasta les entregué a los obispos la facultad que tengo de elegir a los presidentes de las comisiones. Los elegirán ellos, como elegirán los secretarios y los relatores", destacó el Papa.
En la misma línea, Francisco admitió que "esa es la práctica sinodal que a mí me gusta, que todos puedan decir sus cosas con total libertad", aunque aclaró que "otra cosa es el gobierno de la Iglesia. Eso está en mis manos, después de las correspondientes consultas".
Respecto de los temas a tratar en el Sínodo, el Sumo Pontífice reiteró que "la familia es un tema valioso para la sociedad y para la Iglesia", y explicó que si bien "se ha puesto mucho énfasis sobre el tema de los divorciados, para mí un problema muy importante son las nuevas costumbres de la juventud".
"La juventud no se casa. Es una cultura de la época. Muchísimos jóvenes prefieren convivir sin casarse. ¿Qué debe hacer la Iglesia? ¿Expulsarlos de su seno? ¿O, en cambio, acercarse a ellos, contenerlos y tratar de llevarles la palabra de Dios? Yo estoy con esta última posición", destacó Francisco.
El Papa también llamó a la Iglesia a "no encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma", ya que "el mundo ha cambiado". "Tenemos que acercarnos a los conflictos sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de dar una mano de consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación", dijo.
Por último, el Sumo Pontífice reiteró su idea de que "hay una tercera guerra (Mundial) en partes. Europa está en guerra. (En) África hay más conflictos que los que se conocen, además de las graves tragedias sociales. Y Medio Oriente. ¿Hay algo que agregar sobre las varias guerras que suceden en esa región del mundo? Yo trato de llevar a cada lugar un mensaje de diálogo, de contención, de espíritu de negociación. Conozco los límites de todos, incluidos los míos. Pero jamás me perdonaría no haber hecho nada sólo porque no tengo el éxito asegurado. En cada uno de esos lugares se juega la vida y la muerte".
Evangelio según San Lucas 10,25-37.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". El le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Homilías sobre el evangelio de Lucas 34, 3.7-9; GCS 9, 201-202.204-205
Cristo, el buen Samaritano
Según un texto antiguo que interpreta la parábola del buen Samaritano, el hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó representa a Adán, Jerusalén el paraíso, Jericó el mundo, los bandidos las fuerzas hostiles, el sacerdote la Ley, el levita los profetas, el Samaritano a Cristo. Por otro lado, las heridas simbolizan la desobediencia, la cabalgadura el cuerpo del Señor... y la promesa del regreso hecha por el Samaritano, según éste intérprete, prefigura la segunda venida de Cristo...
Este Samaritano carga con nuestros pecados (cf Mt 8,17) y sufre por nosotros. Carga con un moribundo y lo lleva a una posada, es decir, a la Iglesia. Ésta está abierta a todos, no rechaza dar su ayuda a nadie y Jesús invita a todos: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). El Samaritano, después de haber llevado a la posada al herido, no se marcha inmediatamente, sino que permanece todo el día en la posad, cerca del moribundo. Cura sus heridas no tan sólo de día, sino durante la noche, rodeándolo de toda clase de atentos cuidados... Verdaderamente, este guardián de las almas se mostró mucho más cercano y cuidadoso de los hombres que la Ley y los profetas «dando pruebas de bondad» hacia aquel que «cayó en manos de unos bandidos» y «se portó como prójimo» mucho más en actos que en palabras.
San Bruno de Colonia
San Bruno, abad y fundador
San Bruno, presbítero, el cual, oriundo de Colonia, ciudad de Lotaringia, enseñó ciencias eclesiásticas en la Galia, aunque después, deseando llevar vida solitaria, con algunos discípulos se instaló en el apartado valle de Cartuja, en los Alpes, donde dio origen a una Orden que conjuga la soledad de los eremitas con la vida común de los cenobitas. Llamado por el papa Urbano II a Roma, para que le ayudase en las necesidades de la Iglesia, pasó los últimos años de su vida como eremita en el cenobio de La Torre, en Calabria, en la actual Italia.
El sabio y devoto cardenal Bona, hablando de los monjes cartujos, cuya orden fue fundada por san Bruno, los llama «el gran milagro del mundo: viven en el mundo como si estuviesen fuera de él; son ángeles en la tierra, como Juan Bautista en el desierto, y constituyen el mayor ornamento de la Iglesia; se elevan al cielo como águilas, y su instituto religioso está por encima de todos los otros». El fundador de esa orden extraordinaria había nacido en el seno de una familia distinguida, hacia el año 1030, en Colonia. Partió de su ciudad natal cuando era todavía joven, para proseguir sus estudios en la escuela catedralicia de Reims. Cuando volvió a Colonia, recibió la ordenación sacerdotal y se le confirió una canonjía en la colegiata de San Cuniberto (aunque es posible que haya gozado de la canonjía desde antes de partir a Reims). El año 1056, fue invitado a enseñar gramática y teología en su antigua escuela. El hecho de que haya sido escogido para puestos tan importantes cuando no tenía sino veintisiete años, demuestra que era un hombre extraordinario, pero no revela los caminos que Dios le tenía reservados para convertirse en lumbrera de la Iglesia. Bruno se ocupó de enseñar «a los clérigos más avanzados y versados en las ciencias, no a los principiantes». Su principal empeño consistía en llevar a sus discípulos a Dios y en enseñarles a respetar y amar la ley divina. Muchos de ellos llegaron a ser eminentes filósofos y teólogos, honraron a su maestro con sus talentos y habilidades y extendieron su fama hasta los más apartados rincones. Uno de ellos, Eudes de Chátillon, que ciñó la tiara pontificia con el nombre de Urbano II y fue beatificado.
San Bruno fue profesor en la escuela de Reims donde mantuvo, durante dieciocho años, un alto nivel en los estudios. Después, fue nombrado canciller de la diócesis por el arzobispo Manasés, quien era un personaje absolutamente indigno de su alto cargo. Bruno tuvo pronto ocasión de conocer la mala vida de su protector. El legado papal, Hugo de Saint Dié, citó a juicio a Manasés ante el concilio de Autun, en 1076; pero el arzobispo se negó a presentarse y fue suspendido en el ejercicio de sus funciones. San Bruno, el preboste de la diócesis (llamado también Manasés) y un canónigo de Reims, llamado Poncio, acusaron al arzobispo ante el concilio. La actitud de san Bruno fue tan prudente y reservada, que impresionó al legado, el cual, escribiendo al Papa, alabó la virtud y prudencia de nuestro santo. El arzobispo de Reims, furioso contra los tres canónigos que le habían acusado, mandó saquear y destruir sus casas y vendió sus beneficios eclesiásticos. Los tres canónigos se refugiaron en el castillo de Ebles de Roucy; allí permanecieron hasta que el arzobispo simoníaco, engañando a san Gregorio VII (cosa que no era fácil), consiguió ser restituido al gobierno de su diócesis. San Bruno se trasladó entonces a Colonia. Por aquel tiempo, había decidido ya abandonar todo cargo eclesiástico, según lo había comunicado en una carta a Rodolfo, preboste de Reims.
Durante una conversación que habían tenido san Bruno, Rodolfo y otro canónigo en el jardín del castillo de Ebles de Roucy, discutieron acerca de la vanidad y falsedad de las ambiciones mundanas y de los goces de la vida eterna. Los tres habían quedado muy impresionados por aquella conversación y habían prometido abandonar el mundo.
Sin embargo, difirieron la ejecución de sus planes hasta que el canónigo volviese a Roma, a donde tenía que viajar. Pero éste no regresó, Rodolfo flaqueó en su resolución y volvió a establecerse en Reims. Bruno fue el único que perseveró en su propósito de abrazar la vida religiosa, a pesar de que todo le sonreía, ya que poseía abundantes riquezas y gozaba de gran favor entre los personajes de importancia. Si se hubiese quedado en el mundo, habría sido pronto elegido arzobispo de Reims. En vez de ello, renunció a su beneficio eclesiástico y a todas sus riquezas y convenció a algunos amigos para que se retirasen con él a la soledad. Al principio se pusieron bajo la dirección de san Roberto, abad de Molesmes (quien colaboró más tarde en la fundación del Císter), y se establecieron en Séche-Fontaine, cerca de Molesmes. Durante su estancia allí, Bruno, deseoso de mayor virtud y perfección, se puso a reflexionar y a consultar con sus compañeros acerca de lo que debían hacer para ello. Después de hacer mucha penitencia y oración para conocer la voluntad de Dios, Bruno comprendió que el sitio no se prestaba para sus propósitos y acudió a san Hugo, obispo de Grenoble, que era un hombre de Dios y podía ayudarle a conocer su voluntad. Por otra parte, Bruno estaba al tanto de que en los alrededores de Grenoble había muchos bosques solitarios en los que podría encontrar la paz que deseaba. Seis de sus primeros compañeros partieron a Grenoble con él; entre ellos se contaba Landuino, quien había de sucederle en el gobierno de la Gran Cartuja.
Llegaron a Grenoble a mediados de 1084. Inmediatamente se entrevistaron con san Hugo para pedirle que les designase un sitio en el que pudiesen entregarse al servicio de Dios, lejos del mundo y sosteniéndose del trabajo de sus manos. Hugo los recibió con los brazos abiertos, ya que, según se cuenta, había visto antes en sueños a los siete forasteros, en tanto que el mismo Dios construía una iglesia en el bosque de Chartreuse, y siete estrellas brillaban en el cielo como para indicarle el camino. El obispo de Grenoble abrazó fraternalmente a los peregrinos y les designó el desierto de Chartreuse para que viviesen y les prometió toda la ayuda que necesitasen para establecerse. Pero, a fin de mantenerlos alerta en las dificultades y para que supiesen perfectamente a qué atenerse, les previno que el sitio era de difícil acceso a causa de las abruptas montañas y de la nieve que lo cubrían la mayor parte del año. San Bruno aceptó el ofrecimiento con gran gozo, y san Hugo les concedió todos los derechos que poseía sobre ese bosque y los puso en relación con el abad de Chaise-Dieu, en la Auvernia. Bruno y sus compañeros empezaron por construir un oratorio y una serie de celdas a cierta distancia unas de otras, exactamente como en las antiguas «lauras» de Palestina. Tal fue el origen de la orden de los cartujos, que tomó su nombre del desierto de Chartreuse.
San Hugo prohibió a las mujeres el acceso al paraje en que se habían establecido Bruno y sus compañeros, así como la caza, la pesca y la cría de ganado en la región. Al principio, los monjes vivían por pares en las celdas, pero poco después cada uno tuvo la suya propia, y sólo se reunían en la iglesia para el canto de los maitines y las vísperas; el resto del oficio lo rezaban en privado. Unicamente en las grandes fiestas comían dos veces al día; en esas ocasiones, se reunían en el refectorio, pero de ordinario cada uno comía en su celda, como los ermitaños. En todo reinaba la mayor pobreza; por ejemplo, el único objeto de plata que había en la iglesia era el cáliz. El tiempo se repartía entre el trabajo y la oración. Una de las principales ocupaciones de los monjes consistía en copiar libros, con lo que se ganaban el sustento. La única dependencia verdaderamente rica del monasterio era la biblioteca. La tierra era poco fértil y el clima muy inclemente, de suerte que se prestaba poco para la siembra; en cambio, la cría de ganado prosperaba. El beato Pedro el Venerable, abad de Cluny, escribía unos veinticinco años después de la muerte de san Bruno: «Su vestido era más pobre que el del resto de los monjes y tan corto y delgado que se estremecía uno al verlo. Llevaban camisas de pelo sobre el cuerpo y ayunaban casi constantemente. Sólo comían pan negro; jamás probaban la carne, ni siquiera cuando estaban enfermos; nunca pescaban pero comían pescado cuando alguien se lo daba de limosna ... Pasaban el tiempo en la oración, la lectura y el trabajo; su principal labor consistía en copiar libros. Sólo celebraban la misa los domingos y días de fiesta». Tal era la vida que llevaban, por más que no tenían reglas escritas, pero se inspiraban en la regla de san Benito, en los puntos en que ésta era compatible con la vida eremítica. San Bruno acostumbró a sus discípulos a observar fielmente el modo de vida que les había prescrito. En 1127, el quinto prior de la Cartuja, llamado Guigues, puso por escrito los usos y costumbres. Guigues hizo muchas modificaciones, y sus «Consuetudines» son hoy todavía el libro esencial.
Los cartujos constituyen la única de las órdenes antiguas que nunca ha sido reformada y que no ha tenido necesidad de reforma, gracias a su absoluto aislamiento del mundo y al celo que han puesto siempre los superiores y visitadores en no abrir la puerta a las mitigaciones y dispensas: «Cartusa nunquam reformata quia nunquam deformata». La Iglesia considera la vida de los cartujos como el modelo perfecto del estado de contemplación y penitencia. Sin embargo, cuando san Bruno se estableció en Chartreuse, no tenía la menor intención de fundar una orden religiosa. Si sus monjes se extendieron, seis años más tarde, por el Delfinado, ello se debió, además de la voluntad de Dios, a una invitación que se les formuló, y lo menos que puede decirse es que san Bruno no tenía el menor deseo de aceptar esa invitación inesperada. San Hugo concibió una admiración tan grande por san Bruno, que le tomó por director espiritual. A pesar de las dificultades del viaje desde Grenoble a la Cartuja, acostumbraba ir allá de cuando en cuando para conversar con san Bruno y aprovechar en la vida espiritual con su consejo y ejemplo.
Pero la fama del fundador se extendió más allá de Grenoble y llegó a oídos de su antiguo discípulo, Eudes de Chátillon, quien, al ceñir la tiara pontificia, había tomado el nombre de Urbano II. Cuando oyó hablar de la santa vida que llevaba su maestro y, convencido de que era un hombre de ciencia y prudencia excepcionales, el Pontífice le mandó llamar a Roma para que le ayudase con sus consejos en el gobierno de la Iglesia. Difícilmente podía haberse presentado al santo una ocasión más amarga de mostrar su obediencia y hacer un sacrificio muy costoso. A pesar de ello, partió de la Cartuja a principios del año 1090, después de nombrar a Landuino prior del monasterio. La partida de Bruno produjo una pena enorme a sus discípulos, y varios de ellos abandonaron el monasterio. Los demás le siguieron a Roma; pero Bruno los convenció de que volviesen a la Cartuja, de la que se habían encargado durante su ausencia los monjes de Chaise-Dieu. San Bruno obtuvo permiso para establecerse en las ruinas de las termas de Diocleciano, de donde el Papa podía llamarle fácilmente cuando lo necesitaba. Es imposible determinar con certeza la importancia del papel de san Bruno en el gobierno de la Iglesia. Algunas de las disposiciones que se le atribuían antiguamente, fueron en realidad obra de su homónimo, san Bruno de Segni; pero está fuera de duda que nuestro santo colaboró en la preparación de varios sínodos organizados por Urbano II para reformar al clero. Por otra parte, el espíritu contemplativo del fundador de la Cartuja le llevaba naturalmente a trabajar sin ruido. El Papa intentó hacerle arzobispo de Reggio, pero el santo supo defenderse con tanta habilidad y supo dar al Pontífice tales argumentos para que le dejase retornar a la soledad, que Urbano II acabó por concederle permiso de retirarse a la Calabria; sin embargo, no le dejó volver a la Cartuja para tenerle siempre a mano. El conde Rogelio, hermano de Roberto Guiscardo, regaló al santo el hermoso y fértil valle de La Torre, en la diócesis de Squillace.
Allí se estableció san Bruno con algunos discípulos que se había ganado en Roma. Imposible describir el fervor y el gozo que el fundador de la Cartuja experimentó al volver a la soledad. Escribió por entonces una carta muy cariñosa a su amigo Rodolfo de Reims para invitarle a reunirse con él, recordando amigablemente la promesa que le había hecho y describiéndole en términos amables y entusiastas los gozos y deleites que él y sus compañeros hallaban en ese género de vida. La carta demuestra ampliamente que san Bruno no era un hombre melancólico y severo. La alegría, que corre siempre pareja con la verdadera virtud, es particularmente necesaria a las almas que viven en la soledad, ya que nada hay para ella tan pernicioso como la tristeza y la tendencia exagerada a la introspección. En 1099, Landuino, el prior de la Cartuja, fue a Calabria a consultar con san Bruno ciertos puntos del instituto que había fundado, pues los monjes no querían apartarse un ápice del espíritu del fundador. Bruno les escribió entonces una carta llena de ternura y de espiritualidad, donde les daba instrucciones acerca de la vida eremítica, resolvía todas sus dificultades, les consolaba de lo que habían tenido que sufrir y les alentaba a la perseverancia. En sus dos ermitas de Calabria, llamadas Santa María y San Esteban, Bruno supo inspirar el espíritu de la Cartuja. En la cuestión material, recibió generosa ayuda del conde Rogelio, con quien llegó a unirle una estrecha amistad. El santo solía visitar al conde y su familia en Mileto, con ocasión de algún bautismo u otra celebración familiar; por su parte Rogelio acostumbraba ir a pasar algunas temporadas en La Torre. Bruno y el conde murieron con tres meses de diferencia. En cierta ocasión en que Rogelio había puesto sitio a Capua, se salvó de la traición de uno de sus oficiales gracias a que san Bruno le previno en sueños. Cuando el conde comprobó la traición, condenó a muerte al oficial, pero san Bruno obtuvo el perdón para él.
A fines de septiembre de 1101, San Bruno contrajo su última enfermedad. Al sentir que se aproximaba la muerte, mandó llamar a todos los monjes e hizo una confesión pública y una profesión de fe. Sus discípulos se encargaron de transmitir a la posteridad dicha profesión. El santo expiró el domingo 6 de octubre de 1101. Los monjes de La Torre enviaron un relato de su muerte a las principales iglesias y monasterios de Italia, Francia, Alemania, Inglaterra e Irlanda, pues era entonces costumbre pedir oraciones por las almas de los que habían fallecido. Ese documento, junto con los «elogia» escritos por los ciento setenta y ocho que recibieron el relato de su muerte, es uno de los más completos y valiosos que existen. San Bruno no ha sido nunca canonizado formalmente, pues los cartujos rehuyen todas las manifestaciones públicas. Sin embargo, en 1514 obtuvieron del papa León X el permiso de celebrar la fiesta de su fundador, y Clemente X la extendió a toda la Iglesia de Occidente en 1674. El santo es particularmente popular en Calabria, y el culto que se le tributa refleja en cierto modo el doble aspecto activo y contemplativo de su vida.
La Vita antiquior (Acta Sanctorum, oct., vol. III) no fue ciertamente escrita antes del siglo XIII. Pero basta leer la autobiografía de Guiberto de Nogent, la vida de san Hugo de Grenoble escrita por Guigues y las crónicas y cartas de la época (entre las que se cuentan dos del propio san Bruno), para obtener un vívido retrato del fundador de la Cartuja. Dichos materiales han sido aprovechados para el artículo de Acta Sanctorum y para el que le dedica Dom Le Couteulx en sus Annales Ordinis Cartusiensis, vol. I. En el web cartujo (en el apartado «textos» del menú de la izquierda) se encontrarán algunos textos de y sobre san Bruno, incluyendo la profesión de fe y la carta a Rodolfo de Reims a las que hace referencia el texto del Butler.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos: Señor, Dios nuestro, que llamaste a San Bruno a la soledad y quisiste que allí te sirviera en la oración y en el silencio, haz que nosotros, por su intercesión, en medio de la agitación de este mundo, sepamos encontrar siempre en ti nuestro descanso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
6 de octubre 2014 Lunes XXVII Ga 1, 6-12
Pablo se sorprende que los gálatas se aparten tan pronto de Dios: «... y siga otro evangelio». Pero, propiamente, él matiza: «No es que sea realmente otro evangelio; son algunos que os perturban y quieren trastornar el Evangelio de Cristo ». ¿Qué es esencial en el evangelio y nadie puede cambiar? Señor, aunque me cueste, quiero serte fiel.
Hay un viejo dicho que se atribuye a San Ignacio (aunque no hay pruebas de que fuera suya), y que dicen capta el espíritu ignaciano "ruega como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti" , pone todo en manos de Dios a la oración pero luego trabaja sin descanso para que lo que pides sea posible. Yo prefiero invertir los términos. "Ora como si todo dependiera de ti, pero trabaja como si todo dependiera de Dios". Esto hace que la oración sea más urgente, y pone nuestro trabajo en la perspectiva correcta: si depende de Dios, lo encomendamos a Él. Podemos trabajar duro, pero al final el resultado depende de Él.
San Ignacio escribió a un amigo, "No hay necesidad de hacer más de lo que puedes hacer, pon esfuerzo y competencia, pero deja el resto para él."
Prefieres orar como si todo dependiera de Dios o como si todo dependiera de ti? ¿Por qué?
El Papa, en la apertura del Sínodo
Francisco pide "hablar con parresía y escuchar con humildad"
El Papa a los sinodales: "Hablad claro. Que nadie diga 'esto no se puede decir'"
Saludos del cardenal Sistach: "Como el buen pastor, vayamos en busca de la oveja perdida"
Reflexionad con tranquilidad y con paz, porque la presencia del Papa es garantía para todos de custodia de la fe
(José Manuel Vidal).- 253 personas, de las que 191 son obispos, reunidos en torno al Papa, dan comienzo al Sínodo de la Familia. Se respira el ambiente de las grandes ocasiones. Francisco sonríe y saluda sin parar. Y, en su intervención, corta y clara, invita sin rodeos a que los sinodales "hablen claro" y con total libertad. Sólo le spide dos condiciones: "Hablar con parresía y escuchar con humildad". El Sínodo comienza a caminar sin tabúes ni cuestiones cerradas. Con la total libertad de los hijos de Dios.
Antes de comenzar, un sinodal africano coloca en la mesa presidencial, delante del Papa,una escultura de madera, típica africana, de una familia negra. La asamblea sinodal comienza con el canto del Veni Creator, con los sinodales puestos en pié. Después, cantan laudes, que el Papa sigue concentrado, pero sin cantar.
El primer saludo a la asamblea es el del cardenal de Barcelona, Lluis Martínez Sistach.
"Nuestro trabajo sinodal es un servicio evangelizador"
"La dulce y confortante alegría de evangelizar", como dice el Papa.
"Recuperemos el fervor de la evangelización"
"Que el mundo de hoy, que busca con angustias, pueda recibir la buena noticia no a través de ministros tristes"
"El Papa nos convocó para reflexionar juntos"
"Como el buen pastor, vayamos en busca de la oveja perdida"
"O el sentimiento del buen samaritano"
"Hablaremos de la belleza que Cristo ha creado y tendremos persentes a las familias que no han conseguido vivir en esta belleza"
"El papa nos ha convocado para reflexionar y debatir sobre los desafíos de la familia en el contexto de la evangelización y para realizar este deber el apóstol Pablo nos pide que nos dejemos iluminar por el Espíritu Santo por el bien de la parejas y las familias".
Y tras la oración, el saludo del cardenal Ving-Trois, arzobispo de Paris, que le agradece el hecho de que potencie la sinodalidad.
"No nos vemos obligados a decidir sobre graves p`roblemas en dos semanas"
"Acogida favorable al cuestionario y la multitud de respuestas"
"La misión de la Iglesia no es hacer más difícil todavía la vida de sus hijos"
"Hay que testimoniar la misericordia de Dios"
"Que estos trabajos sean conducidos por el Espíritu Santo y que nuestra participación corresponda a sus expectativas y a las de la gente"
Interviene, a continuación, el Papa
"Cordial bienvenida a este encuentro y os agradezco de corazón vuestra asistencia"
"Gracias a todas las personas que trabajaron los textos y los trabajos de esta asamblea"
"Saludo especial a monseñor Baldisseri"
"Doy las gracias igualmente cl Consejo, al relator y a los presidentes delegados y a las conferencias episcopales"
"Gracias a todos por vuestra presencia y participación, que enriquece la colegialidad y la sinodalidad por el bien de la Iglesia y de la familia"
"Un espíritu de colegialidad que quise plasmar en la elección del relator y de los presidentes delegados"
"Nombré a los que el Consejo postsinodal me propuso"
"Traéis la voz de las iglesias particulares"
"Condición general de base es ésta: hablar claro. Que nadie diga esto no se puede decir..."
"Hay que decir todo lo que se siente con parresía" "Algunos cardenales no se atrevieron a decir cosas por respeto al Papa...Esto no está bien. Esto no es sinodalidad". "Sin respeto humano"
"Y escuchar con humildad y acoger con corazón abierto lo que dicen lo hermanos". "Con estas dos actitudes se ejercita la sinodalidad". "Hablar con parresía y escuchar con humildad". "Con tranquilidad y con paz, porque la presencia del Papa es garantía para todos de custodia de la fe". "Que se afirme con claridad la dinámica de la sinodalidad". Y surgen los primeros aplausos en la sala sinodal.
Toma la palabra el presidente Baldisseri. "Gracias al Santo Padre por sus palabras claras, directas y afectuosas". Y da algunos avisos.
-Petición para poder hablar. -Intervenciones que se atengan al tema
-Las intervenciones son de cuatro minutos. -Los textos no pueden ser publicados. -Los padres y demás participantes son libres para conceder entrevistas fuera del aula, dejando a la prudencia de cada cual lo que deben decir.-Cada día habrá un briefing con padre Lombardi. -Durante las asambleas no utilizar twitter ni mensajes, para mantener la reserva. Un ayudante del Sínodo explica el funcionamiento de los diversos aparatos que cada interviniente dispone: traducción, la forma de votar, etc... Padre sinodales presentes en la apertura: 181
Relación del cardenal Baldisseri. "Alta expresión de la colegialidad episcopal". "Caminar, edificar y confesar. En primer lugar, caminar y eso es Sinodus, caminar juntos". "Gratitud por la beatificación de Pablo VI, a la conclusión de la asamblea general". (La segunda vez que se aplaude)
"253 participantes en esta asamblea sinodal, presidida por el Papa"
"Bienvenida a todos"
(Baldisseri se equivoca y, en vez de nombrar a Benedicto XVI, habla de Benedicto XIV, y el propio Papa, entre sonrisas, se lo advierte).Tras enmarcar el proceso del Sínodo, desde la época de Benedicto XVI, Baldisseri explicó todo el recorrido realizado hasta ahora. "Debemos caminar juntos: gente, obispos y Papa". "Unidos en las diferencias". "Espíritu sinodal de comunión fraterna". "Hemos escuchado al pueblo de Dios, a través del cuestionario previo"."Emergió una realidad extendida por todas partes". "Somos conscientes de que en la libertad crece con la comunión fraterna"
El buen samaritano
Lucas 10, 25-37. Tiempo Ordinario. Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere darse a los demás, sin ninguna distinción.
Oración introductoria
Señor, dame la sabiduría y el amor para descubrir y actuar, buscando el bien de los demás, en las diversas situaciones de mi vida cotidiana. No permitas que el ajetreo de mis pendientes me haga pasar de largo y no ver a esa persona que necesita que me detenga a platicar con ella para darle consuelo o simplemente una sonrisa.
Petición
Señor, quiero amarte en los demás, con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas. Por eso pido a la santísima Virgen del Rosario, que celebramos hoy, que interceda por mí para que esta oración me ilumine y me ayude a nunca ser indiferente a las necesidades de los demás.
Meditación del Papa Francisco
En cambio el samaritano, cuando vio a ese hombre, “sintió compasión” dice el Evangelio. Se acercó, le vendó las heridas, poniendo sobre ellas un poco de aceite y de vino; luego lo cargó sobre su cabalgadura, lo llevó a un albergue y pagó el hospedaje por él... En definitiva, se hizo cargo de él: es el ejemplo del amor al prójimo. Pero, ¿por qué Jesús elige a un samaritano como protagonista de la parábola? Porque los samaritanos eran despreciados por los judíos, por las diversas tradiciones religiosas. Sin embargo, Jesús muestra que el corazón de ese samaritano es bueno y generoso y que —a diferencia del sacerdote y del levita— él pone en práctica la voluntad de Dios, que quiere la misericordia más que los sacrificios. Dios siempre quiere la misericordia y no la condena hacia todos. Quiere la misericordia del corazón, porque Él es misericordioso y sabe comprender bien nuestras miserias, nuestras dificultades y también nuestros pecados. A todos nos da este corazón misericordioso. El Samaritano hace precisamente esto: imita la misericordia de Dios, la misericordia hacia quien está necesitado. (S.S. Francisco, 14 de julio de 2013) .
Reflexión
Muchas lecciones les ha dado Nuestro Señor a los fariseos, pero ninguna tan bella como ésta. Es de esas ocasiones en las que Cristo da a conocer su doctrina y su mandamiento a todos los hombres, y lo hace de manera muy velada. Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera.
Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.
Dios nos ha dado el ejemplo al vivir su propia doctrina: "no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos", pero Él no la dio solo por sus amigos, sino también por sus enemigos, y muchos santos han hecho lo mismo.
Propósito
Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: "vete y haz tú lo mismo".
Diálogo con Cristo
Señor, Tú lo sabes todo: mi debilidad al amar a los demás, especialmente aquellos que están más cerca de mí, porque si hay impaciencia, si hay juicios temerarios, si hay indiferencia, no hay verdadero amor. Ayúdame a crecer en la convicción de que Tú me has creado para amar y servirte en esta vida y que sólo superando mi egoísmo mediante la vivencia del amor, podré gozar de Ti y alabarte eternamente en el cielo.
Enséñanos, María a aceptar sin preguntar
Meditaciones del Rosario. Quinto Misterio de Gozo. Jesús perdido y hallado en el templo. María sabía que su hijo sería cada vez menos de Ella y más del Padre y de todos.
¡Qué prueba tan dolorosa! Prepárate, Madre, para la hora del Calvario. Ahí lo perdiste por tres días terribles; pero lo recuperaste entero. Allí te lo matarán a mordiscos todos los pecados de los hombres, como rabiosos lobos. Al final, cuando pudiste recoger lo que quedaba de tu Hijo; era un muerto y un cadáver destruido desde la cabeza a los pies; la cabeza rota por las hondas espinas; la cara desfigurada por las bofetadas; el pecho y la espalada aradas por los latigazos; las manos y pies horadados por los clavos: el corazón partido por una lanza.
Perdido y hallado. Perdido y no encontrado en el callejón lóbrego de la muerte. Perdido y hallado vivo. Perdido y hallado muerto, destinado solo para el sepulcro. Y ahí terminó la muerte; en un sepulcro pétreo que impedirá acercarse a los restos del amado hijo,
Prepararnos a las separaciones. Vivir un cierto tiempo es separarse de algunas personas. Vivir un trecho más es separarse de más seres. Durar más tiempo es separarse uno de los que me sobreviven. Cada separación es un desgarrón. Uno muere al final desgarrado y desgarrando a alguien más.
¿Por qué me buscabais? La pregunta que toca la herida abierta, haciéndola sangrar. María sangraba por aquella herida de su corazón. El doloroso por qué de María quedó acallado con el misterioso por qué del Hijo. María sabía que aquel hijo sería cada vez menos de Ella y más del Padre y de todos. María aceptó del desgarrón del hijo que se va de la casa, por ley de la vida, en este caso por ley divina. Pero aceptó sangrando. María conservaba todas estas cosas en su corazón. Su corazón sangraba. Con oración y obediencia la curaba pero al mismo tiempo la abría,, porque esa herida nunca se cerró. Y de pronto un día, en el Calvario se abrió completamente y sangró a torrentes. Sólo en el cielo se ha cerrado del todo aquella herida, María ya no pregunta más; ha recibido todas las respuestas y una corona eterna por no haber preguntado indiscretamente sobre los misterios que le rodeaban.
Enséñanos, María a aceptar sin preguntar, hasta que Dios quiera ofrecernos su respuesta. Al final, todos diremos que Dios tuvo la razón, para que nuestra fe fuera meritoria.