Uno de vosotros me va a entregar

Evangelio según San Mateo 26,14-25. 

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. 

Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. 

El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". 

El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". 

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. 

Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". 

Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". 

El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. 

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". 

Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús. 

San Sixto Papa

Papa (fin s. IV-440)  Fue elegido Papa a la muerte de san Celestino I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de exigencias.   Durante su vida se vio envuelto casi de modo permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al Papa Zósimo.

De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación..   Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares, etc. Además, la doctrina llevaba anexa la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria.

Todo un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir.   Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido Papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones conciliares.    Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla.

Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia.    El Papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras afirmando que el Papa no les era contrario.  Llovieron al Papa las calumnias de sus detractores.

El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho.   Baso -uno de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.  Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el Papa Liberio, la de San Pedro y la de San Lorenzo.

Oremos

Señor, tú que diste a San Sixto III la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario    de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Castelbruedo, Cataluña,  España.

Benedicto XVI, papa 2005-2013 
Audiencia general del 18•10•06

“Uno de vosotros me va a entregar”

¿Por qué Judas traicionó a Jesús? La pregunta sugiere diversas hipótesis. Algunos recurren al hecho de su avaricia; otros sostienen una explicación de orden mesiánico: Judas se habría decepcionado al ver que Jesús, no insertaba en su programa, la liberación político-militar de su país. En realidad, los textos evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice expresamente que “el diablo había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, la intención de entregarlo” (Jn 13,2). Lucas escribe de manera análoga: “Satán entró dentro de Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce” (Lc 22,3). De esta manera, se sobrepasan las motivaciones históricas y se explica el asunto desde la responsabilidad personal de Judas, quien, miserablemente, cedió a una tentación del Maligno. En todo caso la traición de Judas permanece en el misterio. Jesús le llamó amigo (Mt 26,50), pero en sus invitaciones a seguirle sobre el camino de las bienaventuranzas, no forzó las voluntades ni les dejó inmunes contra las tentaciones de Satán, respetando su libertad humana…

Acordémonos de que también Pedro quiso oponerse a Jesús y a lo que le esperaba en Jerusalén, pero recibió un fuertísimo reproche: “¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” (Mc 8, 32-33). Después de su caída Pedro se arrepintió y encontró perdón y misericordia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento degeneró hasta la desesperación y llegó así a la autodestrucción… Tengamos presentes dos cosas. La primera: Jesús respeta nuestra libertad. La segunda: Jesús espera nuestra disponibilidad al arrepentimiento y a la conversión; él es rico en misericordia y en perdón.

Además, cuando pensamos en el papel negativo desempeñado por Judas, debemos insertarlo en cómo Dios conduce los acontecimientos. Su traición llevó a Jesús a la muerte, pero éste transformó el horrible suplicio en un espacio de amor salvífico y en la entrega de sí mismo a su Padre (Gal 2,20; Ef 5, 2.25). El verbo “traicionar” es la traducción de una palabra griega que significa “devolver, entregar”. A veces el sujeto es el mismo Dios en persona: es él quien por amor “entregó” a Jesús por todos nosotros (Rm 8,32). En su misterioso proyecto salvífico, Dios coge el gesto inexcusable de Judas como una ocasión de don total del Hijo para la redención del mundo.

¿Acaso soy yo maestro?

Santo Evangelio según San Mateo 26, 14-25. Martes Santo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

En este especial periodo de conversión, ayúdame, Señor, a transformar mi actitud para saber pedir perdón por mis caídas y, al mismo tiempo, para tomar una renovado aliento en todo lo que me pidas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Estamos por entrar al núcleo de la Semana Santa; el Evangelio nos pone sobre un importante personaje que nos ayuda a meditar en los momentos que le hemos fallado a Dios. Pero más aún, para pensar en aquellas caídas de las cuales no hemos querido levantarnos como Dios lo hubiese deseado.

Judas dejó de creer. Cayó en la indiferencia después de haber visto lo que tantos profetas y reyes añoraban contemplar. Comenzó a pensar con una mentalidad puramente terrenal. Podemos decir que fue el discípulo que no quiso confiar, no quiso ver, no quiso… y Dios respetó ese deseo, no se impuso, pues nos ha regalado, misteriosamente, la libertad para elegir.

Aquel discípulo es el hombre con el que nos podemos comparar cuando no queremos responder a la llamada de Dios. Es difícil hacer esta comparación, pues se trata de recordar el "no" que le pudimos haber dado a Dios. Judas, tal vez un poco tarde, se dio cuenta de sus actos. Y, sin querer ser guiado por el Espíritu Santo, hizo lo que sus impulsos le indujeron hacer. Los malos sentimientos se apoderaron de él para actuar como lo hizo y no supo levantarse.

En esta Semana Santa contemplemos y meditemos las llagas que fueron causa de cada uno de nuestros pecados y busquemos la oportunidad de sanarlas.

Para mí, la figura que más me hace pensar en la actitud del Señor con la oveja perdida es la actitud del Señor con Judas. La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas. Él es un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado: un hombre que no conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y dado que esta oveja no estaba satisfecha, escapaba. Judas escapaba porque era un ladrón, otros son lujuriosos e igualmente escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey. Estamos ante esa doble vida que existe en tantos cristianos.

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Meditar en la pasión de Nuestro Señor y pedirle perdón por las veces que le hemos traicionado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hoy es un día para preparar el corazón para el triduo sacro
Miércoles santo. Los discípulos preparan la cena de Pascua, ¿cómo está tu corazón en este momento?

Por: SS Papa Francisco | Fuente: la oracion 

La Pasión de Jesús se acerca. Hoy es un día para preparar el corazón para el triduo sacro. Los discípulos preparan la Pascua, Judas le ha entregado y con el Sanedrín buscan la ocasión para tomarlo preso. ¿Cómo está tu corazón en este momento?

Viviendo la Semana Santa

“¿Qué quiere decir para nosotros vivir la Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino al Calvario hacia la Cruz y la Resurrección? En su misión terrena, Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa; llamó a doce personas sencillas para que permanecieran con Él, compartieran su camino y continuaran su misión. Las eligió entre el pueblo lleno de fe en las promesas de Dios. Habló a todos, sin distinción; a los grandes y a los humildes, al joven rico y a la viuda pobre, a los poderosos y a los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza; trajo para todos la presencia de Dios que se interesa por cada hombre y por cada mujer, como hace un buen padre y una buena madre hacia cada uno de sus hijos.

Dios no esperó que fuéramos a Él, sino que Él se puso en movimiento hacia nosotros, sin cálculos, sin medida. Dios es así: él da siempre el primer paso, Él se mueve hacia nosotros. Jesús vivió las realidades cotidianas de la gente más sencilla: se conmovió ante la multitud que parecía un rebaño sin pastorlloró ante el sufrimiento de Marta y María por la muerte del hermano Lázaro; llamó a un publicano como discípulo suyo; sufrió también la traición de un amigo. En Él Dios nos dio la certeza de que está con nosotros, en medio de nosotros. «Las zorras —dijo Él, Jesús—, las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Jesús no tiene casa porque su casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia de amor de Dios.

En la Semana Santa vivimos el vértice de este camino, de este designio de amor que recorre toda la historia de las relaciones entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para dar el último paso, en el que resume toda su existencia: se dona totalmente, no se queda nada, ni siquiera la vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, entrega en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar en medio de nosotros. En el Huerto de los Olivos, como en el proceso ante Pilato, no opone resistencia, se dona; es el Siervo sufriente anunciado por Isaías que se despoja a sí mismo hasta la muerte (cf. Is 53, 12).

Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingo pasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!

FRAGMENTO DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO, Miércoles Santo, 27 de marzo de 201. Texto completo

¿Sabía que puede obtener indulgencia plenaria en Semana Santa?

Durante la Semana Santa se puede obtener indulgencia plenaria si se realiza una de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede

Durante la Semana Santa se puede obtener para uno mismo o para los difuntos el don de la indulgencia plenaria si se realiza una de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

Una indulgencia plenaria es una gracia que concede la Iglesia, por los méritos de Jesucristo, de María y todos los santos, para borrar la pena temporal que queda como consecuencia del pecado. La indulgencia aplica a pecados ya perdonados.

Jueves Santo

  1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, se recita o canta el himno eucarístico del “Tantum Ergo” (“Adorad Postrados”).
  2. Si se visita por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

Si el Viernes Santo se asiste piadosamente a la adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

 Sábado Santo

El rezo de dos o más personas del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

Si se asiste a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella se renuevan las promesas del Santo Bautismo.

Condiciones:

Para ganar la indulgencia plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

1. Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

2. Confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra para ganar la indulgencia; pero conviene que la comunión y la oración se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias.

Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre solo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

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