Jesús, pan consagrado
- 29 Marzo 2018
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EL PAPA INVITA A LOS SACERDOTES A SER "CURAS CERCANOS, QUE HABLEN CON TODOS, CURAS EN LA CALLE"
Francisco: "Jesús quiso ser un predicador callejero, un portador de buenas noticias para su pueblo"
"Si te sientes lejos de Dios, por favor, acércate a su Pueblo, que te sanará de las ideologías"
Jesús Bastante, 29 de marzo de 2018 a las 10:23
Francisco, duranta la Misa CrismalOsservatore Romano
En la cercanía con el pueblo de Dios, su carne dolorosa se volverá palabra en tu corazón y tendrás de qué hablar con Dios, te volverás un cura intercesor
(Jesús Bastante).- Misa Crismal en San Pedro. Centenares de sacerdotes acompañan al Papa en esta misa, que abre los ritos del Triduo Pascual en el Vaticano. Francisco, como antes hiciera el cardenal Osoro, ha regalado a todos los curas el libro de Diego Fares sj., publicado por Publicaciones Claretianas, sobre las 'Diez cosas que el Papa Francisco propone a los sacerdotes', y les ha recordado la clave para el sacerdocio, que no es otra que la cercanía.
"Jesús podría haber sido un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un evangelizador, un predicador callejero,un portador de buenas noticias para su pueblo. Un predicador cuyos pies son hermosos, el predicador cercano", subrayó el Papa en su homilía. "Esta es la gran opción de Dios: ha elegido estar cerca de su pueblo".
Así, lanzó una advertencia a los sacerdotes, cuando tengan dudas sobre su vocación. "Si te sientes lejos de Dios, acércate a su pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el fervor", señaló el Pontífice. "Los pequeños te enseñarán a mirar de otra manera a Jesús". Y, por le contraio, "si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor, a su Palabra: en el Evangelio, Jesús te enseñará su modo de mirar a la gente, qué valioso es a sus ojos cada uno de aquellos por los que derramó su sangre en la Cruz. En la cercanía con Dios, la Palabra se hará carne en ti y te volverás un cura cercano a toda carne".
La cercanía es la clave de vida de Jesús, y "la llave del evangelizador". "Jesús estuvo cerca d ellos prisioneros, de los enfermos... el Espíritu que está sobre él lo acompaña en el camino". Una cercanía que es el otro nombre de la "fidelidad".
"El Señor siempre viene, en persona, con las llagas. El Señor siempre viene a nuestro encuentro, si estamos próximos a la carne de los que sufren, especialmente a los más pequeños", recordó Bergoglio, quien animó a los sacerdotes a contemplar a Dios "a través de los ojos de sus paisanos", como hacía Jesús.
"Es la pedagogía de la encarnación, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes", pidió el Papa, quien pidió que la cercanía sea "una actitud que involucra a toda la persona; estar a la vez atento a sí mismo y a los otros". Porque, añadió, cuando la gente habla de un sacerdote cercano, se refiere a dos cosas: "La primera, que siempre está (...). La otra, que sabe encontrar una palabra para cada uno, habla con todos, los grandes, los chicos, los pobres, los que no creen". Esta es la opción: "Curas cercanos, que están, que hablen con todos. Curas en la calle".
"La cercanía es la llave del evangelizador", repitió Francisco. "Es una forma de ser, una actitud clave en el evangelio. La proximidad es la clave de la misericordia (...). Nos hace falta incorporar el hecho de que la cercanía es la clave de la verdad, no solo de la misericordia".
Porque la verdad "no sólo es la definición de cosas como conceptos, la verdad también es fidelidad, te hace llamar a las personas por su nombre, como las llama el Señor", señaló, contraponiendo "el hábito feo de la cultura de la etiqueta o el adjetivo. No: éste es hijo de Dios, y después tendrá virtudes o defectos".
Así, advirtió de la tentación de la "verdad-ídolo" que "se mimetiza, usa las palabras del Evangelio, pero no deja que toquen su corazón, y lo que es peor, alejan a la gente sencilla de la palabra y los sacramentos de Jesús".
Finalmente, Francisco sugirió a los sacerdotes "meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal": el acompañamiento espiritual, la confesión y la predicación. En primer lugar, el diálogo espiritual, poniendo como ejemplo el encuentro con la Samaritana, donde Jesús "le ayuda a poner nombre a su pecado, sin ofenderla. El Señor se deja acompañar por su espíritu misionero, y va con ella a evangelizar a su pueblo. El Señor sabe hacer salir a la luz el pecado de la samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración, ni ponga obstáculos a su vocación".
En segundo lugar, la confesión, con el pasaje de la mujer adúltera. "La cercanía lo es todo. La verdad de Jesús se puede decir siempre cara a cara, mirando al otro a los ojos", recordó Francisco. Y con un tono específico para decir 'En adelante, no peques más', "con el tono justo del confesor, dispuesto a repetirlo 70 veces 7".
Finalmente, la cercanía de la predicación, especialmente para los que están lejos. "La homilía es la piedra de toque para evaluar la capacidad de encuentro de un pastor con su pueblo", recordó el Papa, quien incidió en que en la predicación "se ve qué cerca estamos de Dios en la oración y qué cerca estamos del pueblo en su vida cotidiana".
"Si te sienes lejos de Dios, por favor, acércate a su Pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el perdón. Los pequeños te enseñarán a mirar a Jesús de otra manera. Si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor. En el Evangelio Jesús te enseñará cómo mirar a la gente, qué valiosos son cada uno de aquellos por los que dio su vida en la cruz", incidió, pidiendo "curas intercesores".
"El sacerdote cercano que camina en medio de su gente con cercanía y ternura de buen pastor, no es que le aprecien mucho, va más allá, es algo especial..... No es una cosa más esto de la cercanía: nos jugamos hacer presente a Jesús en la vida de la Humanidad, o dejar que se quede en la ida de las ideas", culminó Francisco, antes de proceder a la bendición de los óleos.
Homilía del Papa: Queridos hermanos, sacerdotes de la diócesis de Roma y de las demás diócesis del mundo:
Leyendo los textos de la liturgia de hoy me venía a la mente, de manera insistente, el pasaje del Deuteronomio que dice: «Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?» (4,7). La cercanía de Dios... nuestra cercanía apostólica.
En el texto del profeta Isaías contemplamos al enviado de Dios ya «ungido y enviado», en medio de su pueblo, cercano a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros... y al Espíritu que «está sobre él», que lo impulsa y lo acompaña por el camino.
En el Salmo 88 vemos cómo la compañía de Dios, que ha conducido al rey David de la mano desde que era joven y que le prestó su brazo, ahora que es anciano, toma el nombre de fidelidad: la cercanía mantenida a lo largo del tiempo se llama fidelidad.
El Apocalipsis nos acerca, hasta que podemos verlo, al «Erjómenos», al Señor que siempre «está viniendo» en Persona. La alusión a que «lo verán los que lo traspasaron» nos hace sentir que siempre están a la vista las llagas del Señor resucitado, siempre está viniendo a nosotros el Señor si nos queremos «hacer próximos» en la carne de todos los que sufren, especialmente de los niños.
En la imagen central del Evangelio de hoy, contemplamos al Señor a través de los ojos de sus paisanos que estaban «fijos en él» (Lc 4,20). Jesús se alzó para leer en su sinagoga de Nazaret.
Le fue dado el rollo del profeta Isaías. Lo desenrolló hasta que encontró el pasaje del enviado de Dios. Leyó en voz alta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y enviado...» (61,1). Y terminó estableciendo la cercanía tan provocadora de esas palabras: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21).
Jesús encuentra el pasaje y lee con la competencia de los escribas. Él habría podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un «evangelizador», un predicador callejero, el «portador de alegres noticias» para su pueblo, el predicador cuyos pies son hermosos, como dice Isaías (cf. 52,7).
Esta es la gran opción de Dios: el Señor eligió ser alguien cercano a su pueblo. ¡Treinta años de vida oculta! Después comenzará a predicar. Es la pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes...
La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro. Cuando la gente dice de un sacerdote que «es cercano» suele resaltar dos cosas: la primera es que «siempre está» (contra el que «nunca está»: «Ya sé, padre, que usted está muy ocupado», suelen decir). Y otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno. «Habla con todos», dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen... Curas cercanos, que están, que hablan con todos... Curas callejeros.
Uno que aprendió bien de Jesús a ser predicador callejero fue Felipe. Dicen los Hechos que recorría anunciando la Buena Nueva de la Palabra predicando en todas las ciudades y que estas se llenaban de alegría (cf. 8,4.5-8). Felipe era uno de esos a quienes el Espíritu podía «arrebatar» en cualquier momento y hacerlo salir a evangelizar, yendo de un lado para otro, uno capaz hasta de bautizar gente de buena fe, como el ministro de la reina de Etiopía, y hacerlo ahí mismo, en la calle (cf. Hch 8,5; 36-40).
La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio (el Señor la usa para describir el Reino). Nosotros tenemos incorporado que la proximidad es la clave de la misericordia, porque la misericordia no sería tal si no se las ingeniara siempre, como «buena samaritana», para acortar distancias. Pero creo que nos falta incorporar más el hecho de que la cercanía es también la clave de la verdad. ¿Se pueden acortar distancias en la verdad? Sí se puede. Porque la verdad no es solo la definición que hace nombrar las situaciones y las cosas a distancia de concepto y de razonamiento lógico. No es solo eso. La verdad es también fidelidad (emeth), esa que te hace nombrar a las personas con su nombre propio, como las nombra el Señor, antes de ponerles una categoría o definir «su situación».
Hay que estar atentos a no caer en la tentación de hacer ídolos con algunas verdades abstractas. Son ídolos cómodos que están a mano, que dan cierto prestigio y poder y son difíciles de discernir. Porque la «verdad-ídolo» se mimetiza, usa las palabras evangélicas como un vestido, pero no deja que le toquen el corazón. Y, lo que es mucho peor, aleja a la gente simple de la cercanía sanadora de la Palabra y de los sacramentos de Jesús.
En este punto, acudimos a María, Madre de los sacerdotes. La podemos invocar como «Nuestra Señora de la Cercanía»: «Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286), de modo tal que nadie se sienta excluido. Nuestra Madre no solo es cercana por ir a servir con esa «prontitud» (ibíd., 288) que es un modo de cercanía, sino también por su manera de decir las cosas. En Caná, el momento oportuno y el tono suyo con el cual dice a los servidores «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5), hará que esas palabras sean el molde materno de todo lenguaje eclesial. Pero para decirlas como ella, además de pedirle la gracia, hay que saber estar allí donde «se cocinan» las cosas importantes, las de cada corazón, las de cada familia, las de cada cultura. Solo en esta cercanía uno puede discernir cuál es el vino que falta y cuál es el de mejor calidad que quiere dar el Señor.
Les sugiero meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal en los que estas palabras: «Hagan todo lo que Jesús les diga» deben resonar -de mil modos distintos pero con un mismo tono materno- en el corazón de las personas con las que hablamos: el ámbito del acompañamiento espiritual, el de la confesión y el de la predicación.
La cercanía en la conversación espiritual, la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana. El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado y, por fin, se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo. Modelo de conversación espiritual es el del Señor, que sabe hacer salir a la luz el pecado de la Samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración de adoradora ni ponga obstáculos a su vocación misionera.
La cercanía en la confesión la podemos meditar contemplando el pasaje de la mujer adúltera. Allí se ve claro cómo la cercanía lo es todo porque las verdades de Jesús siempre acercan y se dicen (se pueden decir siempre) cara a cara. Mirando al otro a los ojos -como el Señor cuando se puso de pie después de haber estado de rodillas junto a la adúltera que querían apedrear, y puede decir: «Yo tampoco te condeno» (Jn 8,11), no es ir contra la ley. Y se puede agregar «En adelante no peques más» (ibíd.), no con un tono que pertenece al ámbito jurídico de la verdad-definición -el tono de quien siente que tiene que determinar cuáles son los condicionamientos de la Misericordia divina- sino que es una frase que se dice en el ámbito de la verdad-fiel, que le permite al pecador mirar hacia adelante y no hacia atrás. El tono justo de este «no peques más» es el del confesor que lo dice dispuesto a repetirlo setenta veces siete.
Por último, el ámbito de la predicación. Meditamos en él pensando en los que están lejos, y lo hacemos escuchando la primera prédica de Pedro, que debe incluirse dentro del acontecimiento de Pentecostés. Pedro anuncia que la palabra es «para los que están lejos» (Hch 2,39), y predica de modo tal que el kerigma les «traspasó el corazón» y les hizo preguntar: «¿Qué tenemos que hacer?» (Hch 2,37). Pregunta que, como decíamos, debemos hacer y responder siempre en tono mariano, eclesial. La homilía es la piedra de toque «para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 135). En la homilía se ve qué cerca hemos estado de Dios en la oración y qué cerca estamos de nuestro pueblo en su vida cotidiana.
La buena noticia se da cuando estas dos cercanías se alimentan y se curan mutuamente. Si te sientes lejos de Dios, acércate a su pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el fervor. Los pequeños te enseñarán a mirar de otra manera a Jesús. Para sus ojos, la Persona de Jesús es fascinante, su buen ejemplo da autoridad moral, sus enseñanzas sirven para la vida. Si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor, a su Palabra: en el Evangelio, Jesús te enseñará su modo de mirar a la gente, qué valioso es a sus ojos cada uno de aquellos por los que derramó su sangre en la Cruz. En la cercanía con Dios, la Palabra se hará carne en ti y te volverás un cura cercano a toda carne. En la cercanía con el pueblo de Dios, su carne dolorosa se volverá palabra en tu corazón y tendrás de qué hablar con Dios, te volverás un cura intercesor.
Al sacerdote cercano, ese que camina en medio de su pueblo con cercanía y ternura de buen pastor (y unas veces va adelante, otras en medio y otras veces va atrás, pastoreando), no es que la gente solamente lo aprecie mucho; va más allá: siente por él una cosa especial, algo que solo siente en presencia de Jesús. Por eso, no es una cosa más esto de «discernir nuestra cercanía». En ella nos jugamos «hacer presente a Jesús en la vida de la humanidad» o dejar que se quede en el plano de las ideas, encerrado en letras de molde, encarnado a lo sumo en alguna buena costumbre que se va convirtiendo en rutina.
Le pedimos a María, «Nuestra Señora de la Cercanía», que «nos acerque» entre nosotros y, a la hora de decirle a nuestro pueblo que «haga todo lo que Jesús le diga», nos unifique el tono, para que en la diversidad de nuestras opiniones, se haga presente su cercanía materna, esa que con su «sí» nos acercó a Jesús para siempre.
EL PAPA CELEBRÓ EL JUEVES SANTO EN LA CÁRCEL ROMANA 'REGINA COELI'
Bergoglio lava los pies a los presos: "Quien manda debe servir, vuestro jefe debe ser vuestro servidor"
Entre los '12 apóstoles' había ocho católicos, dos musulmanes, un ortodoxo y otro budista
Jesús Bastante, 29 de marzo de 2018 a las 19:33
El Papa celebró el Jueves Santo en la cárcel romana 'Regina Coeli'Osservatore Romano
Jesús se arriesga por cada uno de nosotros. Jesús es Jesús, no se llama Poncio Pilatos. No sabe lavarse las manos, solo sabe arriesgarse
(J. Bastante/Vatican News).- "Quien manda debe servir. Vuestro jefe debe ser vuestro servidor". Por cuarta vez en cinco años de Pontificado, Francisco quiso celebrar la liturgia del Jueves Santo en una cárcel romana. En esta ocasión, Bergoglio acudió a la cárcel romana 'Regina Coeli', donde lavó los pies de doce presos.
Los reos seleccionados provenían de siete países diferentes: Italia, Filipinas, Marruecos, Colombia, Nigeria y Sierra Leona. Dentro del grupo hay ocho católicos, dos musulmanes, un ortodoxo y otro budista. Por expreso deseo del Papa y de los internos, la celebración tuvo carácter privado y no se retransmitió en directo.
Antes de lavar sus pies, Francisco explicó brevemente la razón de este signo. "En el ingreso de las casas estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo de esclavos pero era un servicio, hecho por los esclavos. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros", señaló.
La visita, de carácter privado, vio en primer lugar al Santo Padre encontrar a los detenidos enfermos. Posteriormente se dirigió para celebrar la Santa Misa en la "Rotonda", mismo lugar que visitara Juan XXIII en 1958, la primera vez que un pontífice acudió a una cárcel.
"El que manda, para ser un buen jefe, sea donde sea, debe servir. Pienso muchas veces... no en este tiempo porque cada uno está vivo y tiene oportunidad de cambiar de vida y no podemos juzgar", recalcó el Papa. "Pensemos en la historia, si tantos reyes, emperadores, jefes de estado hubiesen entendido esta enseñanza de Jesús en lugar de mandar, ser crueles, asesinar a la gente, si hubiesen hecho esto... ¡cuantas guerras no hubiesen tenido lugar!", reflexionó.
A su vez, Bergoglio admitió que a veces "hay gente que no facilita esta actitud de servicio, gente soberbia, gente odiosa, gente que quizás nos desea el mal, pero a estos servidles más".
"También hay gente que sufre, es descartada por la sociedad y Jesús va allí y les dice: ‘tú eres importante para mí, y Jesús viene a servirnos. La señal de que viene a servirnos aquí a la cárcel es que ha querido elegiros a 12 de vosotros como a los 12 apóstoles para lavaros los pies", añadió.
El Papa afirmó que "Jesús se arriesga por cada uno de nosotros. Jesús es Jesús, no se llama Poncio Pilatos. No sabe lavarse las manos, solo sabe arriesgarse".
"Hoy cuando me incline ante cada uno de vosotros, pensad: ‘Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a mí y decirme que me ama'. Este es el servicio, este es Jesús. No nos abandona nunca, no se cansa nunca de perdonarnos. Nos ama tanto".
"Antes de darnos su cuerpo y su sangre, Jesús se arriesga por cada uno de nosotros. Y lo hace en el servicio porque nos ama tanto", dijo antes de continuar con el rito del lavatorio.
Como recuerdo de su visita, el Papa deja como don el altar sobre el que celebró la Misa in Coena Domini, una obra en bronce del escultor Fiorenzo Bacci de Porcia, que fuera donada al Santo Padre durante la Audiencia general del 12 de noviembre de 2016.
La Misa in Coena Domini en el Centro Penitenciario Regina Coeli, sucede a las presididas por el Santo Padre en la cárcel de Paliano en 2017, en C.A.R.A. de Castel Novo de Porto en 2016, en la cárcel de Rebibbia en 2015, en la Fundación Don Gnocchi en 2014 y en la Cárcel de menores de Casal del Marmo.
"LOS TRES MANDATOS DE JESÚS: ¿SOMOS ANTICRISTIANOS?"
José María Castillo: "El Evangelio no es igualitario, es preferencial, porque Jesús prefirió a los últimos"
"Pprefirió a todos aquellos que se ven pisoteados, despreciados, maltratados"
José María Castillo, 29 de marzo de 2018 a las 09:23
Jesús y el Amor FraternoRD
El día que comulgar - o simplemente ir a misa - represente un peligro real, ese día hacemos el "recuerdo" o la "memoria" de Jesús tan auténtica como peligrosa. Porque será una "memoria subversiva"
(José María Castillo).- El "jueves santo" de cada año, los cristianos recordamos (o tendríamos que recordar) los tres mandatos que Jesús nos dejó a quienes decimos - o pensamos - que creemos en Cristo y, por tanto, somos cristianos.
Primer mandato es el del lavatorio de los pies. Después de lavar, él mismo, los pies a los discípulos, les dijo: "Si yo..., os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros" (Jn 13, 14). En la cultura del Imperio, la tarea de lavar los pies era una de las obligaciones a las que estaban sometidos los esclavos. El Evangelio expresa este deber mediante el verbo griego "opheilo", que significa "estar obligado", como bien explican quienes mejor han estudiado este término griego. Ya Jesús había dicho esto mismo, con otras palabras y en otro momento: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo" (Mt 10, 24).
Por tanto, el primer mandato de Jesús a los cristianos consiste en que vayamos por la vida comportándonos como esclavos de lo que necesitan los demás. Aunque se trate de quienes están por debajo de nosotros.
Segundo mandato es el de la eucaristía: "Haced lo mismo en memoria mía". Palabras que Jesús pronunció dos veces, después de dar a los discípulos el pan, del que Jesús dijo que es su cuerpo; y después de darles el cáliz, "la nueva alianza en su sangre" (1 Cor 11, 24-25). Se explique como se explique este "recuerdo peligroso" (J. B. Metz), lo que podemos decir hoy con seguridad es que, para entender lo que Jesús quiso decir, no podemos depender ni del pensamiento de Platón (que predominó hasta el s. X), ni de lo que decía Aristóteles (a partir del s. XI). Nuestra fe no depende de cómo explicaban la realidad los sabios de la Antigüedad. Lo que sabemos por la fe en la eucaristía, es que, al comer el pan consagrado y al beber el cáliz, Jesús se hace presente en nuestra vida. Y, por tanto, nuestra vida tiene que reproducir lo que fue la "peligrosa existencia" de Jesús en este mundo. Tan peligrosa que, como sabemos, acabó como acabó.
Por tanto, el segundo mandato de Jesús, en jueves santo, nos viene a decir que "no nos refugiemos en la práctica sacramental", para quedarnos ahí y sólo en eso, satisfechos y tranquilos en nuestra conciencia, porque somos cristianos "de comunión diaria" (o quizá semanal), que podemos entrar en la iglesia (o ir por la calle) con la cabeza alta. El día que comulgar - o simplemente ir a misa - represente un peligro real, ese día hacemos el "recuerdo" o la "memoria" de Jesús tan auténtica como peligrosa. Porque será una "memoria subversiva".
Tercer mandato es el más radical y el más complicado. Porque es el más profundamente humano. El IV evangelio no recuerda la institución de la eucaristía en la cena de despedida. En su lugar, pone el "mandamiento nuevo": "que os améis unos a otros, como yo os he amado... En esto conocerán que sois mis discípulos" (Jn 13, 14-15). ¿Por qué este mandamiento es "nuevo"? Antes que Juan, los tres evangelios sinópticos habían insistido en que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Aquí, Jesús da un paso más. Y ya, ni menciona a Dios. El mandato es: "que os améis unos a otros". Porque, dado que Dios "se humanizó" (eso es lo que entraña la "encarnación"), "lo que hicisteis por uno de estos, a Mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Esta es la sentencia del "juicio final".
¿Es España un país "cristiano"? Según la vigente Constitución no lo es(Art. 16, 3). Según el Evangelio y tal como están organizadas nuestras leyes y nuestra economía, el problema no está en que sea o no sea constitucionalmente "confesional". Desde el punto de vista estrictamente religioso, es que España es un país "anti-cristiano". Por lo que decretan nuestros gobernantes, por lo que aprueban nuestros electores y por lo que nos callamos y "tragamos" los demás. Con el silencio de nuestros obispos. Seguramente, con más cobardía que desvergüenza. Pero, a fin de cuentas, es lo que "tragamos".
El Evangelio no es "igualitario" (como los Derechos Humanos). Es "preferencial". Porque Jesús prefirió sobre todo a los últimos, los más pequeños, los más desgraciados. Justamente prefirió a todos aquellos que, en este país tan cristiano (y otros semejantes), se ven pisoteados, despreciados, maltratados. Y con una subida de pensiones, que se reduce a unos céntimos al mes. ¿Y no somos "anti-cristianos"? Lo estamos diciendo a gritos.
Sugerencias para la homilía del Jueves Santo
Primera: Ex 12, 1-8.11-14; Salmo 115; Segunda: 1Co 11, 23-26; Evangelio: Jn 13, 1-15
Sagrada Escritura
Primera: Ex 12, 1-8.11-14
Salmo 115
Segunda: 1Co 11, 23-26
Evangelio: Jn 13, 1-15
Nexo entre las lecturas
En este jueves santo nuestra atención quiere centrarse en la pregunta que Jesús dirige a sus discípulos después del lavatorio de los pies: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?. Esta pregunta se refiere, desde luego, a la acción que Jesús acababa de ejecutar al ceñirse la toalla y ponerse de rodillas ante sus apóstoles para lavarles los pies. Sin embargo, esta pregunta va más allá y atraviesa toda la economía de la salvación: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros y por vosotros? Es decir, ¿comprendéis que Dios amó a los hombres y envió a su Hijo en propiciación por sus pecados (1 Jn 4,10)?
¿Comprendéis que el Padre me ha envidado para que vosotros tengáis vida? Nos encontramos a punto de iniciar “la hora de Jesús”, el momento de su testimonio definitivo de amor por el Padre y los hombres. ¡De qué manera tan profunda cobran significado los ritos de la cena de pascua que nos narra el libro del Éxodo en la primera lectura: la familia judía se reunía para celebrar la alianza del Señor, para recordar de generación en generación que el amor de Dios es eterno. Pablo en la carta a los corintios recoge el relato más antiguo de la Eucaristía: ¡con qué veneración lo considera y lo transmite: aquello que yo he recibido, que procede del Señor, os lo transmito. Hoy, por tanto, todo nos invita a una reflexión profunda sobre el amor eterno que Dios nos ha tenido en su Hijo Jesucristo.
Mensaje doctrinal
1. El amor de Cristo. La liturgia de la cena pascual, que se describe detalladamente la primera lectura, es prefiguración del sacrificio del sacrificio de Cristo que se ofrece en rescate “por muchos”, es decir, por todos, como nos explica san Pablo en la primera carta a los corintios. Por eso, el evangelio de hoy más que narrar los hechos de la última cena, se concentra en describir el amor de Cristo, en describir los sentimientos de su corazón: El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Meditar en los acontecimientos del jueves santo es introducirse en el amor de Cristo, en el amor del Padre de las misericordias que nos envía a su Hijo para rescatar a los que nos habíamos perdido. El amor de Cristo es lo que se percibe esta tarde con tanta intensidad, que apenas hay lugar para algún otro sentimiento. Pablo que había hecho experiencia viva del amor del Señor llega a exclamar: 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, 36 como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. 37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. 38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. Rm 8,35-39.
Si, en ocasiones, somos presa del desaliento, de la tentación, de la angustia es porque nos olvidamos del amor de Cristo. Es porque nos olvidamos que hemos sido eternamente amados por Dios en su Hijo. La primera carta de san Pedro nos amonesta a vivir sabiendo que hemos sido rescatados del pecado, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, la del cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo. (Cfr. 1 Ped 1,18-19).
Santa Teresa de Jesús, que tenía un gran amor por la humanidad de Jesucristo, exclamaba de forma muy singular: “¡Oh qué buen amigo eres, Señor! Cómo sabes esperar a que alguien se adapte a tu modo de ser, mientras tanto Tú toleras el suyo. Tomas en cuenta los ratos que te demuestra amor, y por una pizca de arrepentimiento olvidas que te ha ofendido. No comprendo por qué el mundo no procura llegar a Ti por esta amistad tan especial. Los malos hemos de llegarnos a Ti para nos hagas buenos, pues por el poco tiempo que aceptamos estar en tu compañía, aunque sea con mil deficiencias y distracciones, Tú nos das fuerzas para triunfar de todos nuestros enemigos. La verdad es que Tú, Señor, que das la vida a todo, no la quitas a ninguno de los que se fían de Ti.” (Santa Teresa de Jesús, El libro de la vida Cap. 8, 9).
Así pues, vuelve a nuestra mente la pregunta de Jesús: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros (por vosotros)? ¡Quién nos diera comprender lo que Dios en Cristo ha hecho por nosotros! ¡Quién nos diera comprender el misterio de la encarnación del Verbo! ¡Quién nos diera comprender lo que está sucediendo en esta última cena cuando Jesús toma el pan y el vino y pronuncia unas palabras solemnes! Que esta Misa vespertina, que esta procesión con el santísimo, que esta adoración nocturna nos ayuden a dar un paso en la comprensión de este amor.
2. El amor a Cristo. El amor lleva al amor. Quien experimenta el amor de Cristo no queda igual, no puede quedar igual. Los apóstoles en la última cena son testigos del amor de Cristo y de la inmensa responsabilidad que queda en sus manos. De ahora en adelante son más conscientes, por una parte, de su propia miseria, como hombres y pecadores, pero, por otra parte, son más conscientes de los tesoros infinitos que Dios ha depositado en su alma. Ellos reciben el cuerpo y la sangre de Cristo, y reciben, además, el poder de consagrar y el mandato de “hacerlo en memoria del Señor”. El sacerdote ha nacido allí, en el cenáculo, en la Eucaristía. El Papa Juan Pablo II se dirigía a los sacerdotes el jueves santo de 1982 en estos términos:
«El jueves santo es el día del nacimiento de nuestro sacerdocio. Es en este día en el que todos nosotros sacerdotes hemos nacido. Como un hijo nace del seno de su madre, así hemos nacido nosotros, Oh Cristo, de tu único y eterno sacerdocio. Hemos nacido en la gracia y en la fuerza de la nueva y eterna alianza del Cuerpo y de la Sangre de tu sacrificio redentor: del “Cuerpo que es entregado por nosotros” (cf. Lc 22,19), y de la Sangre, que “por todos nosotros se ha derramado” )cfr. Mt 26,28).
Hemos nacido en la última cena y, al mismo tiempo, a los pies de la cruz sobre el calvario; allí, donde se encuentra la fuente de la nueva vida y de todos los sacramentos de la Iglesia, allí está también el inicio de nuestro sacerdocio».
Pero no sólo los sacerdotes experimentan hoy el amor de Cristo. Cualquier fiel contemplando los misteriosos acontecimientos de esta noche, escuchando las palabras de Jesús y viendo sus gestos al lavar sus pies y distribuir la comunión, puede repetir con san Pablo: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me (Gal 2,20). “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
Salgamos de este cenáculo dispuestos a amar más y mejor; a amar en lo grande y en lo pequeño; a amar en la prosperidad y en la adversidad; porque nosotros hemos sido amados e invitados a participar del amor de Dios.
Sugerencias pastorales
1. La comunión frecuente. Quizá nunca se insistirá lo suficiente sobre el valor de la vida eucarística en la vida cristiana. En realidad, el camino es superior a nuestras fuerzas; tenemos necesidad de la gracia de Dios, tenemos necesidad de su perdón en el sacramento de la penitencia y de su fuerza en el sacramento de la Eucaristía. Invitemos a nuestros fieles a acercarse, con las debidas disposiciones, a la mesa eucarística. Sabemos que uno de los problemas pastorales que debemos afrontar es el de algunas personas que se acercan a la Eucaristía sin una debida preparación en el sacramento de la Penitencia. Esto puede obedecer a que sinceramente no encuentran en su conciencia nada que les impida acercarse al sacramento. Pero también puede ser síntoma de una menor sensibilidad en la conciencia de los fieles. ¡Este es un gran desafío para la acción pastoral! (Cfr. Carta Domicae Cenae del Papa Juan Pablo II a todos los obispos sobre el misterio y culto de la Eucaristía 1980 No. 11). Ayudemos a todos a tener una gran veneración por la Eucaristía, ayudarlos a prepararse debidamente y a recibir frecuentemente el sacramento.
La liturgia de san Juan Crisóstomo reza así: “Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.”.
2. Los frutos de la comunión frecuente. Mucho nos ayudará poner a la vista de los fieles los frutos de una comunión frecuente. Convendría resaltar los siguientes:
• Se acrecienta nuestra unión con Cristo, pues lo tenemos sacramentalmente en nuestro pecho en nuestro corazón:
"La verdad es que esta presencia de Jesús no es representación de nuestra imaginación como cuando estamos orando. Él está allí, con toda verdad en nuestro interior, de suerte que no hay que ir a buscar más lejos. Ahora bien, si cuando andaba en el mundo el simple contacto con su ropa sanaba a los enfermos, ¿qué duda cabe de que hará milagros estando tan dentro de nosotros _ si tenemos fe _ y nos dará lo que le pidamos, puesto que viene a nuestra casa? Por cierto que no suele pagar mal la posada si se le da buen hospedaje". (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección Cap. 34, 4).
• La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados. La Eucaristía borra los pecados veniales y nos preserva de futuros pecados mortales. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica 1394-1395).
"LAVEMOS ESTA PASCUA LOS OJOS DEL ALMA, PARA VER Y HACER COSAS BUENAS"
El Papa condena a los cristianos mafiosos, que "no tienen nada de cristianos y llevan la muerte en el alma"
"La justificación de Jesús nos salva de la corrupción. Somos pecadores, pero no corruptos"
José Manuel Vidal, 28 de marzo de 2018 a las 10:46
Francisco, en la audiencia del miércoles santo
Santa Pascua para todos y os aconsejo que la mañana de Pascua llevéis a los niños al grifo y les hagáis lavar los ojos. Será un signo de la Resurrección
(José M. Vidal).-El Papa Francisco provecha la audiencia en plena Semana Santa, para realzar la importancia del tríduo pascual, núcleo de la vida cristiana. Invita a los padres a lavar los ojos de sus hijos en Pascua, recuerda que "sosmo pecadres, pero no corruptos" y condena a los mafiosos, "que no som cristianos y llevan la muerte en al alma".
Lectura de la primera carta de Pablo a los Corintios: "Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos la Pascua no con levadura vieja, de corrupción y maldad, sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Hoy querría detenerme un poco a meditar sobre el tríduo pascual...para profundizar un poco lo que los días más importantes del año litúrgico representan para nosotros"
"Me gustaría hacerles una pregunta. ¿Cuál es la fiesta más importante de nuestra fe? Navidad o Pascua. No oigo bien. La Pascua, porque es la celebración de la muerte y resurrección de Cristo"
"Los cristianos están llamados a vivir los tres días santos como la matriz de su vida"
"Los grandes aocntecimientos de la salvación operados por Cristo"
"En Europa se saluda, diciendo "Cristo ha resucitado"
"Este anuncio, al que conduce al tríduo, es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza. Es el núcleo, es el kerigma que continuamente evangeliza a la Iglesia"
"El único que nos hace renacer de nuevo es Cristo. Y por eso no se debe pagar nada. Porque la justificación es gratuita" "Ampliar el horizonte. Ésta es nuestra fe, nuestra justificación, el estado de gracia"
"Hemos renacido como criaturas nuevas" "La justificación de Jesús nos salva de la corrupción. Somos pecadores, pero no corruptos"
"Debo decir algo triste y doloros. Hay cristianos que dicen que Jesús ha resucitado, he sido justificado por él, pero vivo una vida corrupta. Estos cristianos terminarán mal. El cristiano repito es pecador (todos los somos, yo también), pero tenemos la seguridad de que Dios nos perdona. El corrupto hace como si fuese justo, pero al final tiene el corazón podrido"
"Pensemos en los cristianos mafiosos. Estos de cristianos no tienen nada. LLevan la muerte en el alma y la llevan a los demás. Recemos por ellos, para que el Señor toque sus almas"
"Hemos resucitado con Jesús...En pié, con la frente alta"
"En muchos países, en Italia y en mi patria hay la costumbre dde que el día de Pascua se escuchan las campanas, y las mamás y las abuelas llevan a los niños a lavarse los ojos con el agua, con el gua de la vida, para ver las cosas nuevas de Jesús"
"Lavemos esta Pascua los ojos del alma, para ver las cosas buenas y hacer cosas buenas"
"Me estoy alargando demasiado"
"María no se avergonzaba de su hijo, allí al pie de la cruz. Una madre nunca se avergüenza de sus hijos"
"Santa Pascua para todos y os aconsejo que la mañana de Pascua llevéis a los niños al grifo y les hagáis lavar los ojos. Será un signo de la Resurrección"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Los días del Triduo Pascual constituyen la memoria celebrativa del único y gran misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y marcan las etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra vocación en el mundo. Estos tres días nos recuerdan los grandes eventos de la salvación realizados por Cristo y nos proyectan a nuestro destino futuro, reforzando nuestro compromiso y testimonio en la historia. El anuncio de alegría y esperanza que culmina el triduo, nos recuerda que las cosas viejas han pasado y todo ha sido renovado en Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra glorificación. Este anuncio es también una llamada a la responsabilidad en la misión, pues renueva en todos los bautizados el sentido de nuestra nueva condición, y nos invita a despojarnos del hombre viejo para vivir como hombres resucitados, que hacen del mundo un espacio nuevo donde ser, gracias a Cristo y con Él, instrumentos de consuelo y esperanza para aquellos que sufren todavía hoy la humillación y la soledad.
***
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Dispongámonos a vivir bien este Triduo Santo para que, con la ayuda de la Virgen María, entremos de lleno en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros y así dejemos que él trasforme nuestra vida. Antes de terminar quiero desearles a todos los presentes, a sus familias y comunidades una profunda vivencia del Triduo Pascual, y a todos una feliz y Santa Pascua. Que Dios los Bendiga.
Quiero haceros un pedido a los peregrinos de lengua española, que hacéis tanto barullo lindo. Que tengan el coraje de ir a confesarse estos días. Hagan una buena confesión. Gracias.
Evangelio según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes."
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
El Árbol de la Vida (Obras espirituales, t. III, Soc. S. Francisco de Asís, París, 1932, pg. 81-82). (Trad. ©Evangelizo.org)
«Jesús, pan consagrado»
De entre todos los recuerdos de Cristo el más digno de ser recordados es evidentemente el que se sitúa en aquella cena final, la Santa Cena en la cual no solamente el cordero pascual fue dado como comida pero adonde el Cordero inmaculado que quita el pecado del mundo se ofrece él mismo bajo las especies de pan «que contiene todas las delicias y la dulzura de todos los manjares.» (Sab 16:20)
Durante ese festejo, la dulzura de la bondad de Cristo brilla admirablemente: cena en la misma mesa y come el mismo plato, con aquellos pequeños pobres, sus discípulos, y con Judas, el traidor.
Un admirable ejemplo de humildad resplandece cuando el Rey de gloria, ceñido de un lienzo, lava con mucho cuidado los pies de aquellos pecadores, incluso de aquel que lo traiciona.
Admirable es también la generosidad de su magnificencia al dar su Cuerpo santo como comida y su Sangre como verdadera bebida a sus primeros sacerdotes y por consiguiente a toda la Iglesia y al mundo entero, afín que lo que pronto iba a convertirse en un sacrificio agradable a Dios, y el precio inestimable de nuestra redención sea nuestro viático y nuestro apoyo.
En fin el admirable exceso de su amor brilla aún más que todo por aquella tierna exhortación que, «amando a los suyos hasta el extremo» (Jn 13:1), les hace para reforzarlos en el bien, advirtiendo especialmente a Pedro para fortalecer su fe y ofreciendo con su pecho a Juan un suave y santo reposo.
¡Todas estas cosas sí que son admirables y llenas de dulzura! al menos para el alma llamada a una tan excelente cena y que corre con todo el ardor de su espíritu, para poder hacer el grito del profeta: «Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma desea, Señor, estar contigo.» (Sal 41:2)
Santo Evangelio según San Juan 13, 1-15. Jueves Santo.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesucristo, concédeme aprender a despojarme de mí mismo y amar hasta el extremo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy te invita a amar a los tuyos hasta el extremo, con conciencia que tú y los tuyos vienen de Dios y al Él regresarán.
La pregunta que rápidamente viene a la mente es: ¿Cómo amar hasta el extremo? Y el Evangelio dice que Jesús se levantó, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura; ahora tú, ¿cómo harás? Primero levántate después de la caída - proyectos poco exitosos (sean laborales o personales), estudios, relaciones sentimentales o familiares - es decir, vuelve a empezar sabiendo que Dios te ama y te invita a amar. Segundo, quítate la túnica, es decir despójate de lo que te impide crecer como persona - soberbia, orgullo, vanidad - reconócete necesitado de la gracia de Dios y de la ayuda de los tuyos.
En el Evangelio, Pedro, sintiéndose necesitado de mucha gracia divina, le dice a Jesús que le lave "no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Tercero, toma una toalla y cíñetela, construye tu vida y valórala desde los pequeños detalles, ayudando a construir a los demás, en especial a la familia. Jesús ve que hay algo que se debe hacer y actúa, aun cuando es un gesto propio de la servidumbre.
Si tienes una posición de autoridad, recuerda que quienes están bajo tu mando hacen lo que, en teoría, tú debes de saber hacer. Jesús, siendo el Maestro, se puso a servir; tu servicio consiste en ser cercano con tu familia y subalternos, en dar lo mejor de ti. Como hija(o) aprende a pedir ayuda a tus padres y sirve de apoyo a tu familia. Aprende a construir y valorar a las personas que tienes a tu alrededor y las cosas que haces.
Amar hasta el extremo es fácil si aprendes a construir desde los pequeños detalles, aun cuando implique que no es fácil para ti; eso es amar hasta el extremo porque sales de ti mismo y te superas en aquello que te cuesta. En fin, el Evangelio te lleva de la mano para que ames hasta el extremo, desde y con los pequeños detalles, saliendo de ti misma (o) y ciñéndote de la humildad y el servicio. Amar es fácil, basta que lo intentes.
También hoy amar "hasta el extremo" quiere decir estar dispuestos a afrontar esfuerzos y dificultades por Cristo.
(San Juan Pablo II, Audiencia General, 11 de abril de 2001)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy procuraré ser servicial y ayudar a quien lo necesite.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Un amor de entrega y presencia en su Cuerpo y Sangre
Meditaciones para toda la Cuaresma
Jueves Santo. La Eucaristía, una presencia que se hace compañía cada vez que nosotros nos acercamos al Sagrario.
Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Siempre que uno reflexiona sobre el misterio de la Eucaristía, podría dejar de lado que la Eucaristía es un misterio de presencia de Cristo, un misterio de entrega de Cristo. Una entrega que se hace presencia cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras sacramentales sobre el pan; una presencia que se hace compañía cada vez que nosotros nos acercamos al sagrario.
Vamos a contemplar el misterio de la institución de la Eucaristía, pidiendo a Jesús entregarnos con Él, que se entrega; hacerme don con Él, que se da; dejar invadir mi corazón del corazón de Cristo entre los hombres. Un amor hecho entrega y presencia en su Cuerpo y su Sangre Eucarísticos.
"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros[...] Tomó luego pan, y, dando gracias, lo partió y se los dio diciendo: Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío’. De igual modo, después de cenar, tomó la copa diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza de mi sangre que es derramada por vosotros."
Un pan y un cáliz que yo sé, por la fe, que son su cuerpo y su sangre. Se ha realizado un milagro, el milagro más grande. La pasión de Cristo se ha realizado de una forma incruenta. Efectivamente su cuerpo y su sangre son su sacrificio. Cristo ha realizado su sacrificio, incluso antes de morir. Como si su amor fuese tan grande que fuese capaz de anticipar el misterio de la redención para mí. Y este don, este sacrificio se me da a mí como cristiano; se da a todos los hombres.
¿Qué es lo que hace Cristo? ¿Cómo se entrega Cristo? El pan, que es partido, roto, por las manos de Cristo, ese pan ya no es una mezcla de harina con levadura, sino que es su cuerpo. Se rompe Él mismo, se da Él mismo; y, al mismo tiempo, ese pan roto y dado es el gesto del Padre que da al Hijo, que entrega al Hijo como don a la humanidad.
Entre los judíos, la Pascua se celebraba en familia, y el que presidía la cena pascual representaba al padre de familia. En el misterio de la Eucaristía, Cristo -el Hijo- está al mismo tiempo siendo Padre que da al Hijo; el Padre -Dios-, que da al Hijo -Cristo— a los hombres, es el pan y el vino. El Padre que da al Hijo, que entrega al Hijo a la humanidad. La Eucaristía es así el pan roto y entregado, es el amor del Padre hasta el extremo de entregar al Hijo en sacrificio por los pecados.
El pan que Cristo me da es su cuerpo que se entrega por mí; la sangre que Cristo derrama es derramada por mí. En ese cáliz, que el sacerdote tiene entre sus manos, está la sangre de Cristo, la sangre del Cordero, para que se produzca la conclusión de una Alianza Nueva, de un nuevo pacto puesto en favor de los hombres.
Debemos contemplar todo esto y dejar que nuestro corazón discurra sobre los gestos de Cristo, sobre las palabras de Cristo; sobre todo lo que está contenido en este misterio. Misterio que nos da una Alianza ofrecida sobre una persona. Una persona que no es simplemente una persona humana, es la persona del Hijo de Dios. Dios de Dios, Luz de Luz, y al mismo tiempo cuerpo entregado y sangre derramada.
¿Qué hay en el corazón de Cristo? ¿Cuál es el corazón de Cristo ante el misterio de la Eucaristía? Intentemos contemplar el corazón y el alma de Cristo; veamos su corazón que busca darse sin barreras. Un corazón que anhela, que desea dar todo lo que Él es. Y para lograrlo no encuentra otro camino mejor que darse en el pan y en el vino, como cuerpo y sangre; alma y divinidad.
Cristo se da sin barreras de tiempo y espacio. Cada vez que comulgamos, cada vez que recibimos la Eucaristía, se rompen todas las barreras físicas de la eternidad en el tiempo, de una época con otra, y entramos en misteriosa comunicación con Cristo. Y se cumple ese don, cuando misteriosamente, sacramentalmente, Jesucristo penetra en mi persona y se me entrega sin ninguna barrera. Cristo busca, además, manifestarme su amor, como dirá San Juan: “nos amó hasta el extremo”. Él me manifiesta su amor queriendo y pudiendo entrar en mi persona. Si el amor es la comunión de aquellos que se aman, ¿qué mayor comunión que la del cuerpo y la sangre de Cristo con mi espíritu, con mi alma, con mi persona? Cristo, en su corazón, busca continuar cerca de mí.
Él sabe, Él es consciente de que vivimos muchas veces en soledad, aunque estemos acompañados por mucha gente, aunque haya muchas personas a nuestro alrededor. Una soledad que no solamente la sentimos nosotros, sino que es muchas veces patrimonio de todos los hombres. Cristo quiere quebrar esa soledad con la Eucaristía. Cristo no quiere que yo esté solo, y quiere darse Él como acompañante para transmitirme su vida. “Quien me come vivirá por mí; aquél que me come no morirá para siempre”.
El misterio de la Eucaristía es promesa de vida eterna. Cada vez que recibo a Cristo en la Eucaristía, se me está entregando la promesa de la vida que no acaba para siempre. Éste es el gesto supremo del amor que busca la identificación de voluntades y de existencia. "¡Con qué anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros!" Cristo me busca más a mí, de lo que yo lo busco a Él. Cristo quiere estar más cerca de mí, de lo que yo quisiera estar cerca de Él. En su interior está el deseo de vivir esta Pascua, que es la antesala de la realización del Reino de Dios entre los hombres. La Pascua con la que Él va a llevar a plenitud su obra, con la que va a realizar el anhelo que le trajo al mundo.
En el corazón del Cristo, en la Última Cena, brilla radiante un deseo: comer la Pascua, cumplir la Pascua en el Reino de Dios. El anhelo de realizar la voluntad del Padre, el deseo ardiente de cumplir con lo que el Padre le pide. Para Cristo, comer la Pascua, no es sólo repetir un rito que recordaba a los hebreos su liberación de Egipto. Para Cristo, comer la Pascua, es realizarla en su persona; es ofrecer su persona como precio de la liberación de su pueblo; es partir en dos el pan del pecado con la sangre de sus venas, con el último latido de su corazón.
¿Qué es lo que yo hago ante este Cristo de la Eucaristía? Cuando el Hijo de Dios se hace pan y se hace vino entregado por mí, derramado por mí, no puedo sino suscitar en mí sentimientos y determinaciones de comunión, de identificación con mi misión redentora. ¿Qué otra cosa puedo hacer? ¿Acaso puedo llegar a captar plenamente, con mi inteligencia pequeña, limitada, todo lo que sucede en la Eucaristía? ¿No tendré más bien que determinarme a decir: “Señor, quiero comulgar contigo, quiero empaparme de ese sentimiento, de ese anhelo de realizar la Pascua, de tenerte cerca de mí, de estar tú y yo en comunión, en identificación”? Al recibir a Cristo debo animarme a un compromiso total ante el suyo, sin mediocridades, sin tibiezas, sin dudas. Tengo que saberme fortalecido en todas mis soledades y acompañado en mis fracasos y triunfos.
¿Qué se celebra el Jueves Santo?
El Jueves Santo se celebra: La Última Cena; El Lavatorio de los pies; La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní
Sabías que este día, este jueves Santo se conmemora la Institución de La Eucaristía como el regalo de Amor, también se conmemora la Institución de uno de los Sacramentos de entrega y abandono total al Señor: el Sacramento de La Orden Sacerdotal y La Vida de Servicio a los demás.
Con la celebración del jueves Santo no solo se abre el Triduo Pascual. En este día nuestra Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena, pero a la vez con las Palabras mismas de Jesucristo Hagan esto en conmemoración mía, festejamos a todos los valientes que dijeron sí, un sí de corazón como el de María a vivir una vida consagrada a Jesús y con el gesto del lavatorio de pies también festejamos a todos aquellos que dedican su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo el último mandamiento de Cristo.
En este día que para algunos representa tristeza, dolor e incluso traición, se celebran tres grandes acontecimientos, por la mañana, tenemos en primer lugar la llamada Misa Crismal, que es presidida por el Obispo Diocesano y concelebrada por su presbiterio. En ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos, que se usan en la administración de los principales sacramentos. Junto con ello, todos los sacerdotes renuevan las promesas realizadas el día de su ordenación. Es una manifestación de la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el sacerdocio y ministerio de Cristo y es con este gesto que los Sacerdotes de nuestra iglesia celebran un año más de la institución de La Vida Sacerdotal.
Luego ya por la tarde tenemos la Misa Vespertina donde damos Introducción a la celebración del Triduo Pascual es así como el Jueves Santo llega a su máxima relevancia. En ésta tarde se da comienzo al Triduo Pascual que culminará en la vigilia que se conmemora, en la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua la
Resurrección de Jesucristo.
Al comienzo de la celebración, el sagrario se presenta vacío con la puerta abierta. El altar mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin flores hasta la Resurrección.
Como en todas las celebraciones litúrgicas se inicia con la entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los ministros y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la Institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor.
Los cantos de esta celebración están enfocados a la celebración de la institución de la Eucaristía. El color de ésta celebración es el blanco sustituyendo al morado.
En ésta celebración se canta de nuevo el “Gloria” a la vez que se tocan las campanas, y cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a sonar hasta la Vigilia Pascual en la Noche Santa por eso no debe de extrañarte que durante la Consagración no se oigan las campanas.
Las lecturas de éste día son muy especiales, la primera es del libro del Éxodo donde se nos presentan Prescripciones sobre la cena pascual, Jesús cenó la Pascua con sus apóstoles, siguiendo la tradición judía, ya que según ésta se debía de cenar un cordero puro y del año; y la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación ya que si no se hacía así el ángel exterminador entraría a la casa y mataría al primogénito de esa familia (décima plaga), según lo relatado en el libro del Éxodo.
La segunda lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios donde se nos enseña que: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este vino, proclamamos la muerte del Señor) y el salmo responsorial El Cáliz que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo. El Evangelio es el momento del lavatorio de pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los oficios del día, ya que posteriormente, se realiza por el sacerdote lavando los pies a doce varones a modo de representar a los doce apóstoles, en el que se recuerda el gesto que realizó Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos, efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y las ofrendas, este acto suprime el Credo. Durante el lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa, destacando frases del texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido por el Evangelio de San Juan. Y es así que celebramos la Institución del Mandamiento de Amor, Ámense los unos a los otros como Yo los he Amado en términos sencillos El servicio a los demás con y por Amor a Cristo.
La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que se recordará a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.
En el momento de la Plegaria Eucarística durante la consagración, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I, dado que el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se celebra en este día, durante la Epíclesis se invoca al Espíritu Santo para que queden consagrados el vino y el pan; esto se da cuando el Sacerdote impone sus manos sobre los dones ofrecidos para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo y para que la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad celebrante, esta es la parte Máxima de la Liturgia de este día y así se conmemora y se celebra la institución de la Eucaristía.
Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa en procesión hasta el llamado “Altar de la reserva” o “Monumento”, un altar exclusivo preparado para esta celebración, que debe estar fuera del templo y de la nave central, debido a que en la celebración del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Durante la procesión hasta la llegada al lugar del Monumento, se entona algún himno eucarístico, el sacerdote deposita el copón con el Santísimo, debidamente cubierto, dentro del sagrario de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. Por lo general, no da la bendición con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario de reserva, hace genuflexión y se retira
Automáticamente, una vez se ha reservado al Santísimo, los oficios del día jueves finalizan, pues la celebración continuará al día siguiente y se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.
En algunas iglesias se celebra a continuación un sencillo acto de denudación de los altares, en el que los sacerdotes y ministros, retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia.
Durante la noche se mantiene la adoración del Santísimo en el “Monumento”, celebrándose la llamada “Hora Santa” en torno a la medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo. Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han terminado los oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.
En algunos lugares, existe la tradición de visitar siete monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para recordar a modo de “estaciones”, los distintos momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.
Desde hace unos años, como Iglesia Católica celebramos el Jueves Santo como Día del Amor Fraterno pues Dios nos amó tanto que nos dio a su Hijo Único para que fuéramos salvados creyendo en Él, y Jesús entrega su vida a cambio de la nuestra y no hay prueba de amor más grande que el que da la Vida por los suyos. Y no sólo bastándole eso, en la locura de amor más grande por nosotros, no sólo se entrega y da la vida, si no que se queda con bajo las apariencias del Pan y el Vino; Su Sacrificio de Amor más grande: La Cruz. Su regalo de amor más grande: La Eucaristía.
Por tanto que este jueves Santo, no represente tristeza para ti, sino que al contrario represente una verdadera Felicidad y una respuesta de Amor ante el mandamiento que nos dejó Cristo de Amarnos como Él nos amó, sirviendo a los demás, que La Eucaristía sea un cumplimiento más de su palabra en ti, pues en ella se cumple su promesa de estar con nosotros siempre hasta el final de los tiempos, por tanto no permitas que el pecado te quite la gracia de poder comulgar, para que cada vez que comulgues se cumpla en ti su última promesa, y si ves a un Sacerdote, ora por él y agradece a Dios por su valentía al dar el Sí a la vida sacerdotal y si puedes felicítalo por un año más de tan grande ministerio y misterioso sacramento, pues sin ellos la Eucaristía no sería posible, como dijo Peter Parker (Spiderman) tienen en sus manos un gran poder, pero que lleva una gran Responsabilidad. Jueves Santo, día de Entrega y Servicio con y por Amor a Jesucristo.
La Pasión de Cristo explicada por un médico fisiólogo
Cómo fueron los dolores y sufrimientos que Jesús padeció durante las horas de su Pasión y Muerte.
Por: Santiago Santidrian | Fuente: Primeros Cristianos
Con motivo de la Semana Santa vamos a publicar una serie de artículos en los que el doctor Santiago Santidrian (Catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra) nos explica desde el punto de vista fisiológico cómo fueron los dolores y sufrimientos que Jesús padeció durante las horas de su Pasión y Muerte.
Las descripciones de estos padecimientos están relatadas con sobriedad y sin exageraciones, pero a la vez con la crudeza que tuvieron. Pensamos que pueden ayudar a revivir la Pasión personalmente y comprender más a fondocómo fueron esos sufrimientos.
La conclusión es que la naturaleza humana de Cristo era de una fortaleza tremenda para aguantar lo que aguantó.
(1): La oración en el huerto
Agonía en Getsemaní
Jesús se retira a orar al Huerto de los Olivos, y se prepara para la Pasión
En la mañana del Jueves Santo, Jesús realizó un largo desplazamiento a pie hasta Jerusalén. Era el mes de Nisán, que coincide con los meses de Marzo o Abril de nuestro calendario. En la noche de ese día celebró su Última Cena -la cena pascual- con los doce discípulos.
La Última Cena
La cena pascual de los judíos es una comida muy completa: consistía enverduras amargas, cordero asado y pan ácimo, seguramente acompañado de un poco de vino y, desde luego, agua. Excelente aporte de azúcares, aminoácidos, grasas, fibra, minerales y vitaminas, muy adecuada para cubrir las demandas de nutrientes que su organismo iba a necesitar en las siguientes doce horas de agonía y dolor.
Es muy posible que la absorción de glucosa, grasas, aminoácidos y otros nutrientes estuviera seriamente comprometida por la fuerte descarga nerviosa de stress que soportaría poco después, provocando vasoconstricción sobre los vasos del tracto gastrointestinal, de manera que la digestión y la absorción de nutrientes no pudiera realizarse con normalidad.
El alimento en el estómago pudo haber causado una cierta sensación grata de llenado gástrico. Pero no es menos cierto que también, como consecuencia de los múltiplesacciones extremadamente dolorosas y violentas que experimentaría después, se produjeran mareos y naúseas -causados por la pérdida abundante de sangre, sensación de desorientación por empujones, golpes en la cabeza, permanecer de pie durante mucho tiempo- y vómitos, que pudieran haber impregnado la ropa, con el olor consiguiente, aumentando más la penuria y postración del Hijo de Dios.
En la cena pascual, Jesús instituye el sacramento de la Eucaristía, momento de gran tensión emocional para Jesús. Judas consuma su traición. Y Jesús conoce, y anuncia, la cercana triple negación de Pedro y la huida, por miedo, de los demás discípulos. Las palabras de Jesús son fuertes y vehementes:“Ardientemente he deseado celebrar esta pascua” (Lc 22, 14). El estado psíquico de Jesús es de gran emoción, angustia, tristeza y, al mismo tiempo, gozo de quien sabe que está a punto de consumar la Redención.
En el Huerto de los Olivos
Acabada la cena, partió con sus discípulos al Getsemaní, el Huerto de los Olivos. Dice el Evangelio, que estando allí, “Jesús entró en agonía” (Lc 22, 44): Es la única ocasión en los evangelios en que aparece la palabra agonía, palabra griega que significa “estar dispuesto para el combate, para la lucha”. Jesús agoniza en el sentido de estar dispuesto o preparado para sufrir todo el cúmulo de tormentos –físicos, psicológicos y morales- que Él sabe perfectamente que están a punto de venir, y que culminarán con la muerte en la Cruz.
Podemos imaginar la profunda angustia y abatimiento de Jesús: soledad, tristeza, desconsuelo, gran aflicción. Su naturaleza humana rechaza la pasión: “Si es posible aparta de mí este cáliz” (Lc 22,39), pero acepta la voluntad del Padre. Un ángel le conforta.
En este momento se produjo una intensa descarga nerviosa vegetativa, llamada reacción de alarma o stress, que cursa con una fuerte constricción de los vasos sanguíneos cutáneos, provocando debilidad y ablandamiento de la piel, y vasos abdominales, reconduciendo el flujo sanguíneo a los órganos vitales:corazón y cerebro. Esta descarga nerviosa también produce una gran dilatación de los vasos sanguíneos que rodean las glándulas sudoríparas. Comienza entonces una intensa sudoración que empaparía la ropa de Jesús y al evaporarse causaría una terrible y constante sensación de frío, intensificada por la noche.
El efecto vasodilatador debió de ser incrementado por la liberación glandular a sangre del enzima formador de bradiquinina. Es una enzima que, al actuar sobre una globulina plasmática, da lugar a la formación de bradiquinina, provocando una fuerte acción vasodilatadora adicional. La liberación de bradiquinina equivale a una mayor sudoración y por tanto a un mayor enfriamiento al evaporarse el sudor. Es posible que la ropa permaneciera mojada de sudor durante toda la Pasión, lo que podría haber causado una sensación de frío constante.
El sudor de sangre
El grandísimo volumen de sangre que tendrían que soportar los capilares que rodeaban las glándulas sudoríparas debido a la gran vasodilatación, sumado al flujo proveniente de grandes áreas abdominales y superficiales, con el efecto adicional de la bradiquinina, supuso un aumento de presión sanguínea que los pequeños vasos no pudieron soportar, provocando su ruptura. La sangre de las pequeñas pero numerosas hemorragias locales podría haber salido por capilaridad a través de los propios conductos sudoríparos, especialmente en la cara, frente, palma de las manos y pies, quizá también en la cabeza y cuello, lugares en los que existe una abundante población de glándulas sudoríparas. Se habría vertido hacia el exterior una mezcla de sudor y sangre.
San Lucas, médico, escribe en su evangelio que Jesús sudó sangre (Lc 22, 44) y que la sangre empapó la tierra del suelo del Huerto. Describe una hematidrosis, situación extremadamente rara que se ha descrito en personas sometidas a una fortísima situación de stress en las horas previas a una ejecución cierta, irrevocable y extremadamente cruel.
Posiblemente la pérdida de sangre a causa de la hematidrosis no fuera muy relevante cara al comienzo de un shock hipovolémico (coma provocado por pérdidas importantes de líquido), pero desde luego, no puede de dejar de tenerse en cuenta, especialmente como indicadora de debilidad cutánea y del tremendo shock emocional y psíquico al que estaba sometida la naturaleza humana de Jesús.
Puesto que San Lucas escribe sobre sangre que empapa el suelo, parece que se confirma el diagnóstico de hematidrosis, más que el de cromohidrosis (“agua o sudor coloreado”), que consiste en una sudoración amarillo-verdosa o marrón, compuesta por sudor y restos de glóbulos rojos y hemoglobina oxidada que colorea el sudor. En el Huerto de los Olivos se produjo, pues, la primera hemorragia de la Pasión de Jesús, sin que ningún agente externo mecánico o traumático actuara sobre su cuerpo.
Los mecanismos fisiológicos que acompañan la situación de angustia provocan una dramática elevación de las concentraciones en sangre de adrenalina, noradrenalina, sustancias químicas que dan lugar a una agotadora y extrema taquicardia. También aumentan en sangre el cortisol yglucagón, con aumento de azúcar en sangre, y una bajada de insulina.
Otros efectos de la fuerte situación de stress son: midriasis (contracción pupilar), aceleración del ritmo respiratorio, e hipercortisolemia, que contribuye a la hiperglucemia. La pérdida de agua por sudoración abundante y por la hematidrosis, así como la alta concentración de azúcar en sangre, debieron provocar una sed ardiente, y la aparición de heridas en la mucosa bucal y lingual. Jesús padecería escalofríos y temblores por el frío de la noche y de la ropa empapada por un intenso volumen de sudor enfriado, sumado a la debilidad por el insomnio. No se puede descartar, por otra parte, el comienzo de alteraciones en la coagulación y sistema inmune de Jesús, como un aumento de la agregación plaquetaria y activación de mastocitos tisulares y basófilos circulantes.
La intensa descarga del sistema nervioso pudo producir encefalinas, que junto con las endorfinas y dinorfinas de diversas procedencias, pudieron contribuir a aliviar ligeramente el dolor físico posterior, pues estas sustancias bloquean parte de la vía sensorial termoalgésica y otras áreas supramedulares implicadas en el control endógeno del dolor.
Por la misma descarga nerviosa se pudo haber producido un erizado de los cabellos de la cabeza, a causa de la fuerte contracción de los músculos piloerectores, cuya función se relaciona con procesos termorreguladores conservadores de calor corporal, en la medida que favorecen que se atrapen capas de aire caliente próximas a la piel. Pudo ser también muy posible que la fuerte constricción de los vasos de los folículos pilosos originara isquemia(falta de oxígeno) y pérdida de cabello. Se han descrito casos de pérdida muy grande de pelo como consecuencia de un trance angustioso de gran terror y espanto.
La traición de Judas
Podemos imaginar el terror de los discípulos al ver el aspecto externo de Jesús que se desprende indudablemente de la hematidrosis: el rostro pálido, lívido, quizás con el cabello erizado, sudoroso, con manchas de sangre visibles en la frente y en la cara, en la negrura de una noche llena de presagios terroríficos y que comienza a iluminarse con luces irregulares procedentes de antorchas de gente que llega: no extraña el espanto de aquellos pobres hombres, medio dormidos, que salen corriendo.
Judas, su amigo, le entrega con un beso. Más dolor y aflicción por la traición de uno de sus elegidos, a quien en el momento de la entrega llama amigo.
(2): La flagelación
Al borde de la muerte
Después de la oración en el Getsemaní, Jesús estaba muy débil
Por la mañana del viernes, Jesús es presentado ante Pilatos, quien no ve en él culpa alguna. Ante la insistencia del pueblo judío, instigado por los sumos sacerdotes, manda azotarlo antes de ser crucificado. La condena de Pilatos se corresponde con un crimen judicial, pues sabiendo que Jesús es inocente, lo condena a muerte.
La flagelación
Los soldados del gobernador atan a Jesús a una columna para ejecutar la condena:la flagelación romana se aplicaba a la espalda y caras posteriores de muslos y piernas.
Los flagelum –instrumentos con los que se flagelaba- solían tener tres correas en el extremo del mango. En cada una de ellas se anudaban tres bolas metálicas o trozos de hueso, de manera que cada golpe se multiplicaba por tres y desgarraba la zona golpeada. Solían ser dos los verdugos, uno a cada lado.
Se nos hace difícil imaginar el dolor extremadamente agudo generado en una piel debilitada por insuficiente perfusión después de la vasoconstricción cutánea por la tensión emocional en la agonía del huerto.
El tronco, tanto en el pecho como en la espalda, presenta numerosas lesiones:contusiones en forma de equimosis (manchas rojas cutáneas producidas por extravasación de sangre) y hematomas, algunas de ellas de carácter longitudinal, representando la impronta de los flagelos.
Por la violencia y reiteración de los golpes, se pudieran haber producido en algunas zonas cutáneas, soluciones de continuidad, apareciendo heridas contusas longitudinales, erosiones (arañazos superficiales) y escoriaciones (arañazos profundos).
En algunas partes del cuerpo, las heridas contusas son especialmente profundas, produciéndose un gran desgarramiento cutáneo, subcutáneo y de músculos torácicos que pudieron dejar las costillas al descubierto. También son desagarrados músculos abdominales, de extremidades superiores e inferiores e incluso de la región posterior del cuello.
Teniendo en cuenta la postura del reo atado a la columna, es casi seguro que todas estas heridas predominen en la parte posterior del tronco. La gran cantidad de golpes que impactan en los mismos lugares produce la serie de lesiones mencionadas que son similares a las que se conocen como síndrome de aplastamiento.
El dolor es incalificable. El organismo intenta atenuar este dolor con estos procesos fisiológicos:
- a) Liberación deopiáceos endógenos y encefalinasque contribuyen a aliviar algo el sufrimiento, en los primeros latigazos. Después,el control endógeno del dolor se hace mucho más ineficaz.
- b) Se pone en marcha otro mecanismo automático e inconsciente de defensa frente al dolor, que consiste en el llamado reflejo masivo corporal flexor,que incluye reducir la movilidad al mínimo. La reducción de movilidad en el tórax implica disminución de la actividad respiratoria: se producen muchas respiraciones superficiales, ventilación pulmonar insuficiente; falta aporte de oxígeno en el organismo (hipoxia hipoxémica), se acumula dióxido de carbono en los tejidos (hipercapnia) con la consecuente acidosis respiratoria. A este reflejo se suma una dificultad y restricción respiratoriapor la lesión traumática de músculos respiratorios en cuello y tórax.
Al borde de la muerte
Las grandes lesiones traumáticas producidas en tórax y abdomen podrían perfectamente haber causado irritación de las dos membranas que recubren los pulmones -pleuras- y contusiones renales. Aparte de un posible comienzo de insuficiencia renal, podría haber comienzo de pleuritis con edema pleural: es decir, acumulación patológica de líquido en el espacio interpleural, que dificultaría físicamente el movimiento del corazón en el ciclo cardiaco, y la expansión y retracción de los pulmones en el ciclo respiratorio.
Las hemorragias de la flagelación no tienen porqué ser muy profusas, pues las lesiones no son todas muy profundas, y por lo tanto, no afectan a grandes arterias o venas. Sin embargo, al ser una extensión muy amplia de la piel comprometida en la flagelación, la pérdida sanguínea se va acumulando y puede llegar a ser de uno o dos litros. Esta pérdida de sangre aumenta el riesgo de un shock. Para compensar las pérdidas se ponen en marcha sistemas reguladores renales, cardíacos, y hormonales.
Sin embargo, la pérdida de dos litros (40% del volumen sanguíneo normal) es ya muy severa, pues supone una pérdida significativa de sangre: la presión arterial puede caer a niveles tan bajos que conduzcan irremisiblemente a la muerte. Los mecanismos de compensación pueden ser incapaces de mantener durante mucho tiempo su función, yel sujeto fallece por la hemorragia masiva, cosa que efectivamente no sucedió en Jesús al final de la flagelación.
La intensa hemorragia origina fiebre. Además, seguramente comenzó un proceso de infección, por lo que puede instaurarse un shock séptico.Lo que es seguro, es que Jesús estaba en estado de shock al cargar con la cruz, que se acentuó después con la crucifixión.
Conviene tener en cuenta múltiples y graves consecuencias de este shock: insuficiencia cardiaca, reflejos nerviosos compensadores de la función cardiovascular y respiratoria resentidos, alta concentración de dióxido de carbono en sangre, microcoágulos por la propia acidez y la sangre “estancada”, aumento de la presión capilar acompañada de edemas -tanto periféricos como pulmonares-, liberación de toxinas por parte de tejidos isquémicos o mal oxigenados, absorción de bacterias por el bajo aflujo sanguíneo intestinal y deterioro celular generalizado, especialmente relevante en músculo, corazón, riñones, sistema nervioso central e hígado.
Una gran entereza
Como se ha dicho, la flagelación se realizó sobre una piel muy isquémica, y por tanto, muy debilitada; los azotes produjeron, casi con certeza, la ruptura masiva de células: citólisis. El potasio celular se vierte en grandes cantidades a la sangre, alterando el equilibrio de los iones en elorganismo. El aumento de potasio en sangre, aparte de producir acidosis metabólica -que se suma a la acidosis respiratoria-, compromete gravemente la función cardíaca, dado que el aumento excesivo de potasio en sangre afecta seriamente a los procesos de estimulación eléctrica del corazón.
Es posible que se instaurara una hiperbilirrubinemia, que consiste en un aumento de bilirrubina en sangre. La bilirrubina es un pigmento orgánico de color amarillo-anaranjado que resulta de la degradación de hemoglobina. Como ya se ha mencionado, la flagelación debió de provocar la ruptura de gran multitud de células, entre ellas, los glóbulos rojos, portadores de hemoglobina. El resultado de la flagelación es un vertido masivo de hemoglobina que, posteriormente, es degradada a bilirrubina.
Por otra parte,la elevación de los niveles de cortisol en plasma como consecuencia del fortísimo stress psíquico y físico que venía sufriendo desde la última cena, impiden la eliminación biliar de bilirrubina yde múltiples sustancias. Estas dos causas incrementan la bilirrubina en sangre, que en gran cantidad es extremadamente tóxica para las neuronas, y puede producir episodios de descoordinación motora, confusión mental y cierta descoordinación intelectual.
El Evangelio no describe en ningún momento ningún dato de alteraciones neurológicas ni psíquicas en Jesús. Todo lo contrario: la capacidad de sufrir, perdonar y aceptar la Pasión revelan una integridad espiritual, psíquica y neurológica. El cuerpo humano de Cristo resistió con especial fortaleza esa condición fisiopatológica.
Por las graves lesiones traumáticas de la flagelación se empiezan a formar coágulos con posibilidad de taponar arterias coronarias, vasos pulmonares y cerebrales, pudiéndose provocar pequeños infartos en algunas regiones. Posible angina de pecho, que provoca un fuerte dolor estrangulante y opresivo.
Los latigazos podían ser varios cientos, dependía de la voluntad del lictor y de la saña de los sayones. La mayor parte de los reos fallecían en el suplicio, por shock hipovolémico, séptico y fallo cardiorespiratorio. Es difícil describir el dolor inefable, paroxístico, en la perfecta naturaleza humana de Jesús.
(3): La coronación de espinas
“Le ciñeron una corona de espinas entretejidas”
Los soldados romanos se burlan de Él. Como se burlaron los judíos en los juicios de la noche anterior. Aún por la mañana, le echan encima un manto de color púrpura, posiblemente viejo, sucio y maloliente que podría haber estado toda la noche encima de alguna caballería.
Probablemente la corona le cubría toda la cabeza, a modo de casquete
“Le ciñeron una corona de espinas entretejidas, y comenzaron a saludarle: «Salve, Rey de los Judíos». Y golpeaban su cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, le adoraban.” (Mc 15, 17-20).
La corona de espinas
Posiblemente las espinas provinieran de la planta Euphorbia esplendens, también llamada “corona de Cristo”. Las espinas son hojas modificadas que dan lugar a formaciones agudas, aleznadas, a veces ramificadas, provistas de tejido vascular, rígidas por ser ricas en tejidos de sostén. Las espinas pueden tener una longitud 2 o 3 cm.
Se producen múltiples heridas pequeñas punzantes (pinchazos), incisiones (cortes) e inciso-contusiones (cortes unidos a golpes o cortes producidos por instrumentos no cortantes), que abarcan la parte superior de la frente y se continúan hacia atrás por ambos lados de la cabeza, afectando a los huesos parietales, temporales y occipital.
Las heridas son profundas, afectando a toda la galea capitis (cuero cabelludo), una de las regiones cutáneas con más capilares del cuerpo. Los pabellones auriculares se hallan igualmente perforados por la acción de los pinchos punzantes de la corona. No podemos olvidar que, como narran los Evangelios, la corona de espinas fuehendida, presionada, apretada sobre la cabeza con golpes de palos que los soldados romanos propinaron a Jesús (Mt 27, 30).
Como consecuencia de las profusas hemorragias provocadas por las múltiples heridas, todo el cabello, en toda su longitud, se encuentra empapado de sangre húmeda o con costras originadas al secarse y coagularse la sangre.
El dolor generado en las muy abundantes terminaciones nerviosas cutáneas craneales que captan estímulos dolorosos (nocirreceptores) es muy agudo. Además, la pérdida adicional de sangre, que debió resbalar por la frente, cayendo hasta los ojos (impidiendo una correcta visión), sienes y cabello pudo ser considerable.
También es posible que parte de la abundante sangre que caía desde la cabeza y desde la frente pasara a la boca, fuera sorbida y contribuyera a aliviar en alguna medida laintensa sed que Jesús ya sin duda padecía, por la fuerte deshidratación (por sudoración y hemorragias) y por la pérdida de electrolitos (sal), además de la sensación de calor por la fiebre que sin duda padecía.
Ya es la tercera hemorragia: sudor de sangre, flagelación, la coronación de espinas. Es probable que comenzara a instaurarse un proceso de coagulación intravascular diseminada como consecuencia de la existencia de muchas lesiones y traumas del cuerpo de Jesús.
Las bacterias que aprovecharon la debilidad de Jesús durante la flagelación parainfectar las heridas, empiezan a segregar toxinas que contribuyen a agravar el proceso de coagulación. Puede que la capacidad hepática de sintetizar y liberar factores de la coagulación pudiera estar tan agotada por aporte de oxígeno insuficiente al hígado, que la capacidad de mantener el equilibrio de coagulación en la sangre de Jesús podría haber estado muy comprometida.
Ecce Homo!
Pilato lo presenta al pueblo con un aspecto espantosamente deplorable: “Ahí tenéis a vuestro rey” (Jn, 19, 14). Jesucristo flagelado, con la corona de espinas en la cabeza, cubierto con un mugriento y maloliente manto de burla, somnoliento, con gran debilidad, el pelo revuelto y desgreñado y con costras de sangre coagulada, encogido, doblado por la fuerte descarga nerviosa y el intenso dolor, con contusiones y hematomas en la cara por el trato brutal, y quizás temblando y tiritando por el dolor intenso, el frío y la fiebre que se produce cuando se pierde mucha sangre. Con una sed aún más intensa, saliva pastosa y espesa, la lengua seca y los labios agrietados de la propia sequedad.
Dolor de cabeza tensional. Le hacen llevar un trozo de palo en la mano a modo de cetro… y se le presenta como un Rey “Varón de dolores, no hay en El parecer ni hermosura, con el rostro que espanta”
La debilidad es ya muy grande: progresa el shock por falta de sangre, posiblemente complicado con inicio de shock infeccioso. Posible comienzo de insuficiencia cardíaca, por menor retorno venoso y arritmias provocadas por el alto potasio en sangre complicadas por fuertes taquicardias a causa de la reacción de stress, por descarga nerviosa. Progresa el posible derrame pulmonar y pericárdico que comenzó en la flagelación, lo que dificulta la respiración, aún más complicada por la referida postura de flexión del tronco y la pleuritis.
Jesús sufre una sed fortísima por la gran deshidratación, que activa fuertemente el sistema renal y los centros cerebrales reguladores de la ingesta de agua y de la sensación de sed. Se produce una retención renal –en la medida que los riñones funcionaran competentemente- de sal y agua y aumenta de la secreción de potasio gracias a una hormona: la aldosterona, en un intento para paliar algo la altísima concentración de potasio (porcitolisis muscular y de glóbulos rojos masiva).
Cualquiera que sea el estado final de alteración de la concentración de potasio, es razonable que contribuyera a complicar la excitabilidad nerviosa, neuromuscular y cardíaca.
Ya se ha mencionado un posible comienzo de insuficiencia renal, en el que pudieran estar actuando, al menos, tres mecanismos:
- a) Las células musculares,al ser rotas por las contusiones fortísimas de la flagelación, vierten una proteína a sangre, la mioglobina, que obstruye el sistema de filtración del riñón.
- b) Las fuertes lesionesde la flagelación en la región lumbar que pudieron contusionar directamente los riñones
- c) La intensa vasoconstricciónarteriolar aferente y eferente causada por la angiotensina-II, otra hormona hepática segregada junto a la aldosterona, deja casi sin sangre al riñón.
Y en todo momento, Jesús permanece callado, perdonando, aceptando el sufrimiento, quizá preparándose ya para el duro camino que le espera hasta el Calvario.
(4): Con la cruz a cuestas
Es posible que el madero transversal, muy pesado (hasta 30 o 40 Kg), basto y rugoso, fuera transportado por Jesús
El gobernador le condena a muerte en la cruz: patíbulo de delincuentes y malhechores que -como la flagelación- jamás se aplicaba a ciudadanos romanos salvo en casos de deserción de soldados.
Le arrancan la túnica púrpura de forma violenta y brusca: es posible que la tela, basta y sucia, se hubiera adherido a la piel por simple contacto de las costras de la sangre coagulada de gran parte de las heridas de la flagelación. Se abren de nuevo las heridas, avivándose el dolor, y provocando una nueva hemorragia, frío, temblores musculares, vergüenza y pública humillación.
“Le ciñeron una corona de espinas entretejidas"
Le cargan la cruz
Le cargan la cruz. Los historiadores del imperio romano de la época y posteriores, explican los diversos tipos de cruces. Es posible que el madero transversal, muy pesado (hasta 30 o 40 Kg), basto y rugoso, fuera transportado por Jesús entre la nuca y sus dos brazos, seguramente atados con cuerdas al madero.
Se hienden los omoplatos y se agudiza el dolor de la corona de espinas en la región occipital –posterior- de la cabeza. La cara, tronco y piernas quedan muy peligrosamente expuestas a caídas de bruces, por tropiezo y debilidad.Pudieron haberse producido erosiones y excoriaciones en cara, rodillas y manos, si no estuvieron atadas al madero.
No quedan muy lejos el Palacio de Poncio Pilato y el Gólgota, apenas unos mil o dos mil pasos. Sin embargo, el camino de Jesús fue largo, difícil y muy doloroso:descalzo, cubierto de heridas, con un madero bajo los hombros y una corona de espinas, sediento y aturdido, en estado de shock, bajo un fuerte sol de mediodía, rodeado de burlas, injurias y humillaciones que tendría que soportar en su camino.
“Y a uno que pasaba por allí, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que volvía de su granja, le forzaron a llevar la cruz de Jesús” (Mc 15, 21).
Aunque Simón de Cirene es forzado a ayudar al reo, parece que Jesús se cayó tres veces, posiblemente de cara, con todo el peso del madero en su cabeza: se producen contusiones faciales, especialmente en la nariz, que es una región particularmente dolorosa y muy capilarizada, por lo que se produciría una hemorragia nasal abundante (epistaxis). Traumas en la frente, cara, labios, quizás dolores agudos por contusiones en dientes, y posiblemente en las rodillas, al intentar parar, adelantando una de las piernas, el golpe tremendo de la cara, aplastada por el madero en la caída al suelo.
Camino al Calvario
El rostro hermoso de Jesús está ahora pálido, amoratado, sangrante, con hinchazones y la nariz deformada, sucio, lleno de polvo, maloliente, con los ojos hinchados, casi cerrados por el dolor y las contusiones, por la luz intensa del mediodía que hiere las pupilas dilatadas de Jesús. Lágrimas de Jesús. El rictus labial denota sufrimiento, angustia y desamparo. Ruido ensordecedor de voces y gritos e insultos por todas partes. Quizás en los labios se produjeron lesiones que causaron hematomas y posibles lesiones en la dentadura anterior. Fuerte jaqueca tensional por las contusiones.
La sed se hace cada vez más insoportable. La boca está seca, la lengua como un trapo áspero, quizás con heridas agrietadas. Inmenso dolor de alguna pieza dental contusionada por caídas o golpes. Jesús intenta tragar saliva, pero es poco abundante, demasiado espesa y pastosa.
Aturdido, Jesús baja la cabeza, como recogiéndose en sí mismo, defendiéndose de tantas agresiones. Para aliviar el dolor, aprieta los dientes, cierra los ojos fuertemente, y luego los abre y mira alrededor lúcidamente, buscando algún consuelo, alguna cara conocida, un esbozo de sonrisa suplicante, que revista de dignidad y compasión su propio expolio. Y sus ojos se encuentran con los de su madre. En medio del sufrimiento inmenso, halla el dulce consuelo de su madre, María. Cada corazón vierte en el otro su propio dolor y, reconfortado, prosigue su Via Crucis.
Aprieta con fuerza las manos y la nuca al madero para estimular la secreción deopioides endógenos, como reflejo inconsciente de quien persigue algún alivio del dolor. Y mientras, lágrimas saladas, salivación espesa, toses y carraspeo, vómitos, respiración acelerada, aparte de una molesta taquicardia.
Es poco más de mediodía. Comienza a hacer mucho calor y Jesús suda y se fatiga aún más. Posiblemente le hayan atado una cuerda al cuello o a la cintura para tirar de él, gritándole soezmente, insultándole.
Tal vez, y desde que se terminó la flagelación, multitud de moscas y otros insectos se lanzarían sobre las heridas sangrantes del reo. Mal olor por la ropa sucia, la sangre coagulada, el vómito y el sudor. Y el ambiente fétido de unas calles sórdidas, apestadas por la multitud de animales y de personas sudorosas y sucias. Es difícil imaginar tanto sufrimiento físico y moral.
(5): La crucifixión
"Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34)
Llegan al Calvario. El camino ha sido cuesta arriba y Jesús está exhausto. Le quitan con brusquedad su túnica inconsútil. Jesús sufre al sentir sobre sí mismo la vergüenza de su desnudez a la vista de cientos de miradas.
El cuerpo Santísimo del Creador del mundo expuesto a la mofa y escarnio de unos personajes zafios, crueles y groseros. No es difícil imaginar a la Virgen acercándose para cubrir con un manto parte el cuerpo de su Hijo. Ningún soldado romano o sayón judío osó impedir este acto de protección maternal del pudor de su Hijo.
Crucifican a Jesús
Las cientos de heridas medio cerradas se reabren por segunda vez. Nueva hemorragia. “Le crucificaron allí, a él y a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»”(Lc 23, 34)
San Mateo dice que “desde la hora sexta (doce del mediodía) toda la tierra se oscureció hasta la hora nona (tres de la tarde)” (Mt 27, 45), y que incluso se produjo un pequeño terremoto que quizás zarandeara la cruz. La creación, estremecida y avergonzada, parece que quiere envolver en la sombra del pudor el cuerpo descubierto de su Creador clavado en la cruz. Y posiblemente comenzó a hacer más frío.
Por documentos históricos, tanto de escritores cristianos como paganos, y por los hallazgos arqueológicos de crucificados en la Palestina de la época del Señor, es razonable pensar que primero clavaran los dos brazos al tablero horizontal que cargó durante el camino al Calvario.
Además, conocemos bien el tamaño y la forma de los clavos de hierro que solían emplear los romanos para la crucifixión: largas pirámides cuadrangulares, con amplia base de retención, también cuadrada. Los clavos eran, seguramente, guiados entre el radio y los huesos del carpo (muñeca), o entre las dos filas de huesos del carpo, ya sea próximos o a través del flexor retinaculum y los ligamentos del carpo. El clavo podía pasar perfectamente entre los elementos óseos y no producir ninguna fractura. Pero posiblemente, la herida perióstica era extremadamente dolorosa(el periostio es la membrana fibrosa adherida a los huesos, que sirve para su nutrición y renovación).
Con los brazos estirados pero no en forma tirante, las muñecas -no las palmas de las manos- eran clavadas al patíbulo. Se ha demostrado que los ligamentos y los huesos de la muñeca pueden soportar el peso del cuerpo suspendido. De otra forma, si se hubieran clavado las palmas, el peso del cuerpo en posición vertical las hubiera desgarrado.
Los clavos pudieron rozar o atravesar el nervio mediano, que produciría descargas de dolor proyectado y referido en ambos brazos. La lesión del nervio mediano provocaría parálisis de una porción de la mano. Además, la parálisis y las contracciones musculares podrían haber causado isquemia (falta de circulación sanguínea adecuada) en muñecas y manos, debilidad de varios ligamentos y posibles desgarros.
Se produce, además, un intensísimo dolor agudo proyectado a toda la mano -que se suma al del clavo desgarrando piel, músculos y tendones- y que se refiere a todo el brazo y hombro en los lados del cuerpo. Se produce flexión inmediata y permanente del dedo pulgar.
Los pies podían ser clavados con dos clavos o con uno. En este último caso, el dolor es posible que aún fuera mayor, por la menor facilidad de movimiento derivado de la necesidad de superponer una pierna sobre otra. Podemos imaginar además que los verdugos, necesariamente brutales y despiadados, no tuvieran demasiadas contemplaciones para hincar los clavos en el cuerpo y en la madera, y que alguno de los martillazos fallaran en su puntería y cayeran directamente en las manos, muñecas o empeine del pie de Jesús.
Los pies se sujetaban al madero vertical a través de unos clavos de hierro colocados entre el primero y segundo espacio intermetatarsiano, justamente cerca de la articulación tarsometatarsiana. Es lógico afirmar entonces que el nervio peroneo y los nervios de la planta del pie podrían lesionarse con los clavos, produciendo un agudo dolor referido en ambas extremidades, de modo análogo a las extremidades superiores.
Se provocaron, pues, en las regiones carpiana y tarsales de ambas extremidades, heridas punzantes, transfisiantes (que atraviesan), de bordes contusos y signos de pequeños desgarramientos al tener que soportar el peso del cuerpo de Jesús.
Levantan la Cruz de Jesús
A continuación se elevaba el leño horizontal, de manera que éste se clavaba sobre el vertical, previamente erguido. Se podía colocar un pequeño pedestal (sedile) para apoyar los pies del condenado y evitar que quedara colgado.
Si esto ocurriera, la muerte sobrevendría por asfixia inmediatamente y de lo que se trataba era prolongar el sufrimiento y la agonía del condenado lo más posible. En cuanto el crucificado quedaba en posición vertical, seguramente de forma brusca, se pudo haber producido un estado de hipotensión ortostática, que, en todo caso, no privó de la conciencia a Jesús. Pero no es descartable que se produjeran sensaciones de naúsea, mareo y quizás -de nuevo- vómito.
La crucifixión no tiene porqué afectar a grandes arterias o venas. La sangre que manó de las extremidades no debió ser excesivamente abundante. La mayoría de las arterias comprometidas en pies y manos eran relativamente profundas, no de gran flujo y además la transfixión se realizaba con objetos punzantes. De todas formas, por la hematidrosis de la noche anterior, y sobre todo por la flagelación, Jesús ya estaría en estado de preshock hipovolémico por falta de sangre.
La sangre que brotó de las manos y pies del Salvador pudo muy bien resbalar por las muñecas y antebrazo, siguiendo los dos recorridos determinados por la posición del antebrazo en cada movimiento respiratorio. La sangre también correría por los pies y la madera del pedestal de apoyo, y quizás llegara hasta el suelo.
La respiración en la Cruz
La muerte por crucifixión es una de las torturas más crueles maquinadas por el ser humano. El crucificado muere poco a poco –a veces podía estar más de cinco horas- por asfixia.
Parece lógico que el problema en la crucifixión es la inspiración, porque hay que elevarse apoyándose en los pies y manos atravesados, pero lo que ocurre es todo lo contrario: es la espiración la que se ve seriamente comprometida.
Conviene recordar que en la respiración normal, la inspiración es un proceso activo que requiere el descenso del diafragma, estimulado por el nervio frénico.
El resto del proceso de inspiración se debe a los músculos inspiratorios accesorios, tales como los intercostales externos, esternocleidomastoideo, pectorales y paraesternales intercartilaginosos. Por otro lado, la espiración es pasiva: se produce relajación del diafragma, que asciende, y se relajan también el resto de músculos respiratorios.
Sin embargo, el esquema se invierte en la situación de una persona crucificada. Lainspiración pasa a ser pasiva, debido que el cuerpo está colgado de las muñecas, los codos extendidos y los hombros separados: los músculos inspiratorios accesorios están “tirando hacia arriba” en el sentido de expandir la caja torácica. Es decir, la propia postura de la crucifixión es favorecedora de la inspiración: casi basta con abrir la boca para que el aire entre, succionado hacia el árbol respiratorio: se está en una posición torácica en situación de inspiración.
Pero la espiración está intensamente dificultada. Para una exhalación adecuada se precisa elevar el cuerpo utilizando como apoyo los pies, la flexión de los codos y hacer movimientos de aproximación de los hombros. Sin embargo, esta maniobra coloca todo el peso del cuerpo sobre los huesos del tarso y producirían un dolor severo. Más aún, la flexión del codo causa la rotación de las muñecas alrededor de los clavos de hierro, provocando un dolor pronunciado a lo largo del nervio mediano.
Levantar el cuerpo también sería una acción muy lacerante, ya que apoyaría la espalda sangrante en el poste de madera. Los dolores musculares y una parestesia (sensación de adormecimiento u hormigueo) de los brazos se suman a la posición extremadamente incómoda.
Jesús sufre una asfixia lenta y dolorosa que tiene como resultado un aumento de la frecuencia respiratoria (taquipnea). Estas respiraciones, sin embargo, son superficiales, y no se capta mucho oxígeno. Progresa la insuficiencia respiratoria, en presencia de desagradables calambres musculares.
"Tengo sed"
Jesús habló desde la cruz: “Tengo sed” (Jn 19, 28) Aparte de las consideraciones humanas y espirituales de enorme valor, puede perfectamente implicar también unased fisiológica paroxística debida a la intensa deshidratación y pérdida de sangre.
Posiblemente la sed ardiente que padeció Jesucristo, producida por un aumento de la osmolaridad del medio interno y por la severa hipovolemia, es una de las sensaciones más fuertes que puede experimentar el ser humano.
Jesús aceptó y gustó la mezcla de vinagre y hiel que le ofrecieron en una esponja colocada en una caña, “pero en cuanto lo probó, no lo quiso beber” (Mt 27, 35).Tuvo la delicadeza humana de aceptar ese consuelo, como aceptó que le ayudaran a llevar la cruz o que le secaran la cara durante el camino al Calvario. El vinagre y la hiel fueron los últimos alimentos que el Señor gustó antes de morir.
(6): Muerte de Jesús
Tras la lanzada, de su costado manó sangre y agua
En la hora nona (tres de la tarde) Jesús dice: "todo está consumado" (Jn 19, 30), y se abandona en las manos de Dios: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46). Cuenta el Evangelio, que "Jesús, dando una fuerte voz, expiró" (Mc 16, 37). Esta es, sin duda, la última expresión de fuerza espiratoria, y de posible dolor cardíaco extremadamente agudo, que pudo implicar la rotura del corazón de Jesús.
Jesús muere en la cruz
Evidentemente, no gritó para llamar la atención, sino como consecuencia refleja de la percepción instantánea de un dolor de fortísima e inefable intensidad, causado por un infarto masivo incluso, como se ha dicho, con rotura de la pared del miocardio. Esta rotura se puede producir por una valvulopatía coagulopática (cierre anormal de una válvula cardíaca por un coágulo), aunque este fenómeno requiere de una pared cardíaca extremadamente debilitada.
La Creación entera se estremece ante el grito de la Redención: "En ese momento, el velo del
Templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo; la tierra tembló y las rocas se quebraron" (Mt 27, 51). Tras tres horas de penumbra, debió impresionar la fuerte voz de Jesús. "El centurión y lo que con el custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, tuvieron mucho miedo y decían: «Verdaderamente éste era el Hijo de Dios»" (Mt 27, 51).
Causas de la muerte
La causa de muerte responde a muchos factores, pero el sistema más afectado es el sistema cardiorrespiratorio por:
- La enorme tensión emocional y descarga nerviosa intensaque provoca taquicardia, y reconducción del flujo sanguíneo.
- Shock hipovolémicoprovocado por las hemorragias y, quizás en parte, séptico(infeccioso).
- Arritmias cardiacas, por taquicardia elevada, sobrecarga del corazón y alteración del potasio en sangre.
- Insuficiencia cardiaca que produce edema (derrame de líquidos) pericárdicoy pulmonarsecundarios que podrían reducir progresivamente el intercambio gaseoso en el pulmón y la contractilidad del corazón.
- Asfixia provocada por el edema pulmonary por la postura del crucificado que limita la eficacia del ciclo respiratorio
- No puede olvidarse la presencia de trombos circulantesque pueden obstruir arterias de órganos vitales. Es posible la instauración de infarto de miocardio y de una alteración de las válvulas del corazón por presencia de coágulos, que elevan el riesgo de rotura de tabique cardiaco. En este sentido, la presencia de un estado dehipercoagulabilidad pudo contribuir a la formación de trombos que detuvieran la circulación coronaria y produjeran un infarto agudo de miocardio.
Otras causas que no afectan directamente al sistema cardiorrespiratorio son la insuficencia renal, la hiperbilirrubinemia e hiperuremia con efectos graves en el sistema nervioso central.
El evangelista dice que Jesús clamó con fuerte voz dos veces en la cruz. "Hacia la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?»" (Mt. 27, 45-46), palabras que corresponden a las del inicio del Salmo 22, y son, contra lo que puede parecer, una expresión de confianza en el Todopoderoso. Este primer grito pudiera ser debido a un primer episodio anginoso,posiblemente trombótico, que pudiera bloquear una arteria coronaria grande. Debido a las muchas conexiones que se establecen entre los vasos sanguíneos, además de la dilatación de arterias por óxido nítrico, es posible que el efecto del primer infarto fuera transitorio. Se pudo haber producido un primer dolor agudo referido al lado izquierdo del brazo, cuello y tórax, que pudo haberse resuelto por autorregulación.
El hecho de que Jesús gritara por segunda vez en voz alta y luego dejara caer su cabeza y muriera (Jn 19, 30), sugiere la posibilidad de una muerte súbita por infarto masivo, rotura cardíaca o arritmia letal.
Parece muy posible que el dolor extremadamente intenso acompañara al Señor hasta el último instante de su vida. No tuvo un tiempo de agonía exento de dolor, antes bien al contrario, el agudísimo dolor de infarto de corazón, como decíamos antes, pudiera haber sido la causa que le obligara a lanzar ese último grito estremecedor.
Escribe San Juan,"E inclinando la cabeza, entregó su espíritu" (Jn 19, 30). Es posible que la cabeza la inclinara hacia el lado derecho, y que ocluyera los dientes y cerrara los ojos con fuerza en un intento de reflejo de retracción o de alejamiento de la zona dolorosa, que se refiere al cuello, hombro, brazo y mano izquierdos, dolor bien característico de la angina de pecho e infarto.
También es probable que se produjera una arritmia cardíaca fatal, a la que pudo contribuir la elevada concentración de potasio en sangre. Permanece la incertidumbre de si la muerte de Jesús fue debido a una rotura cardíaca, a un fallocardiorrespiratorio o a un edema pulmonar agudo, o las tres cosas al mismo tiempo.
De modo resumido, podemos decir que, posiblemente, Jesús murió por asfixia directa de agotamiento muscular, y por asfixia indirecta, secundaria a una insuficiencia cardiaca. Esta insuficiencia pudo provocar un edema pulmonar agudo. El edema pleural y pericárdico (acumulación de líquido acuoso en la cavidad torácica), explica la salida de agua tras la lanzada del centurión.
Con todo esto presente, no se puede dejar de considerar la inmensa fortaleza de la naturaleza humana de Cristo. Solamente el hecho de sobrevivir a la flagelación, e inmediatamente después hablar a Pilato con la lucidez, y claridad meridianas que nos narran los Evangelios, indican, sin duda alguna, que Jesús era un hombre de una excepcional constitución somática, física, intelectual y espiritual.
La lanzada
Nada más expirar, el cuerpo de Jesús debió quedarse lívido, blanco con los síntomas de rigidez muscular propios del rigor mortis: la cara se estira y la nariz se alarga, al tiempo que los pómulos se hunden. Los ojos pudieron quedar entreabiertos y la boca a medio cerrar, los labios lívidos, posiblemente mostrando parte de la lengua posiblemente llagada.
Las muñecas y los pies se desplomaron por el peso muerto del cuerpo de Jesús, y posiblemente, las rodillas pudieron encogerse y las piernas girar, ambas hacia el mismo lado, alrededor del clavo, al recibir en el empeine el peso total del Cadáver.
"[...] uno de los soldados le traspasó el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 33). Los soldados romanos estaban especialmente entrenados en atacar con la lanza el tórax derecho del adversario. Sabían que si lograban atravesar esa zona del cuerpo se producía una rápida y gran hemorragia.
La punta atraviesa primero los espacios pleurales y pericárdicos, y luego el corazón derecho, de pared relativamente delgada y al que aboca la sangre venosa, procedente de las dos venas cavas. Solamente de esta parte del tórax se puede obtener flujo de sangre abundante por perforación. La lanza pudo muy bien pasar por el cuarto o quinto espacio intercostal, de abajo hacia arriba, sin romper ninguna costilla.
San Juan narra en su evangelio que primero salió sangre y luego agua, estableciendo una secuencia que tenía una muy especial significación para aquel joven, valiente y enamorado discípulo de Jesús, único apóstol que después de la Última Cena estuvo presente en la Crucifixión. San Juan viene a señalar de manera bien patente y gráfica la entrega de Jesús: hasta la "última gota" de Su sangre.
Desde un punto de vista fisiológico, si la presión de la aurícula derecha del corazón y de las venas cavas hubiera sido mayor que la presión de los líquidos edematosos de los amplios espacios intersticiales pulmonares y cardiacos, es perfectamente razonable que, al retirar la lanza, primero saliera sangre y luego agua.
Además, la propia rigidez cadavérica pudiera haber ocasionado que un gran volumen de sangre procedente de las extremidades inferiores y del abdomen -intensamente contraidos por el rigor mortis- se desplazara hacia los amplios espacios venosos, sobre todo, a grandes cavas y desde luego, a la aurícula derecha.
Descendimiento de la cruz
Antes de descender el cuerpo de la cruz, era costumbre de los judíos envolver con un sudario o paño la cabeza del difunto, sobre todo si ésta estaba especialmente desfigurada.
Al colocar el cadáver de Jesús en posición horizontal, y favorecido por la propia rigidez cadavérica, es posible que parte del líquido del edema pulmonar y pleural saliera al exterior por la boca y las fosas nasales, mojando el sudario colocado alrededor de la cabeza. Este líquido podría tener partículas de sangre, lo cual es común en personas muertas por edema pulmonar agudo (encharcamiento pulmonar).
Cuando José de Arimatea desclava a Jesús de la Cruz y desciende hasta el suelo el cuerpo inerte de Jesús, lo sostiene en sus brazos, le quita la corona de espinas, y quizá en el cuello y en los hombros de Jesús pudiera percibir el agradable aroma de nardo legítimo, de gran valor, que una mujer generosamente derramó sobre su cabello pocos días antes de la Pasión (Mt 26, 7).
José de Arimatea, con la ayuda de Nicodemo y Juan, deposita el cadáver en el sepulcro, retira el sudario según la costumbre judía, y se envuelve en dos planos (anterior y posterior), el cuerpo de Jesús con una sábana nueva, dice el Evangelio (Mt 27, 59), impregnada de mirra y áloe (Jn 19, 39).
La observación forense del cadáver de Jesús revelaría, por lo tanto: signos propios de hipoxia; hemorragia masiva y shock hipovolémico; palidez de mucosas y de órganos internos tales como pulmones, hígado, riñones y grandes vasos arteriovenosos; signos de asfixia en cerebro y pulmones compatibles con agonía prolongada.
Si tenemos en cuenta que la lanzada que atravesó el pulmón y el corazón derecho de Jesús se produjo después de que el Señor hubiera muerto, se constataría en el cadáver la ausencia de lesiones mortales, es decir, lesiones que por afectar a un órgano vital producirían la muerte de inmediato.
La muerte de Jesús es el resultado de un largo proceso agónico que ha durado unas doce o trece horas: aproximadamente desde la dos de la madrugada de la noche del jueves (el canto del gallo y la negación de Pedro es hacia las tres de la madrugada y la Agonía del Huerto sucedió poco tiempo antes), hasta las tres del mediodía - la hora nona - del viernes siguiente.
¿Por qué recorrer siete iglesias en Semana Santa?
El recorrido de las siete iglesias en la noche del Jueves Santo –que en algunos lugares se extiende a la mañana del Viernes Santo– es sin duda una de las tradiciones más comunes de la Semana Santa en toda América Latina.
Estas visitas, y la oración en cada una de ellas, simbolizan el acompañamiento de los fieles a Jesús en cada uno de sus recorridos desde la noche en que fue apresado hasta su crucifixión.
A continuación el sentido de cada uno de los 7 recorridos:
- Primera iglesia
En la primera iglesia se recuerda el trayecto de Jesús desde el Cenáculo, en donde celebra la Última Cena con sus discípulos, hasta el huerto de Getsemaní en donde ora y suda sangre.
- Segunda iglesia
En la segunda se medita sobre el paso desde el huerto de Getsemaní hasta la casa de Anás, donde fue interrogado por este y recibe una bofetada.
- Tercera iglesia
En la tercera iglesia, la oración se centra en el recorrido de Jesús hasta la casa de Caifás, lugar donde recibió escupitajos, insultos y sufrió dolores durante toda la noche.
- Cuarta iglesia
El centro de la reflexión para la cuarta iglesia es la primera comparecencia de Jesús ante Pilatos, el gobernador romano de la región. Allí Jesús fue acusado por los judíos que levantaron falsos testimonios contra él.
- Quinta iglesia
En la quinta iglesia se acompaña al Señor en su comparecencia ante el rey Herodes, quien junto con sus guardias también lo injurian.
- Sexta iglesia
En la sexta iglesia se medita sobre la segunda comparecencia ante Pilatos y cuando Jesús fue coronado con espinas y condenado a muerte.
- Séptima iglesia
En el último templo recordamos el recorrido de Cristo desde la casa de Pilato hasta el Monte Calvario llevando la cruz a cuestas, su muerte y su paso al sepulcro, de donde resucita al tercer día.
Esta meditación se hace de manera especial y más intensa durante la oración del Vía Crucis, el Viernes Santo.