¡Es el Señor!

Evangelio según San Juan 21,1-14. 

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: 

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 

Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. 
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. 

Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". 

El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. 

El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. 

Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. 

Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. 

Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". 

Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. 

Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. 

Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. 

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. 

San Pedro de Verona

San Pedro de Verona, presbítero y mártir

Nació en 1205 en Verona cuando los cátaros propagaban el maniqueísmo. En su propia familia tenía a los enemigos de la fe ya que había quedado atrapada por las consignas de la herejía. Pero sus padres fueron respetuosos, abiertos y generosos permitiéndole cursar estudios en un centro católico. De allí salió pertrechado con una gran preparación que le permitiría hacer frente a los opositores con el rigor debido. Un tío suyo, cátaro convencido, tuvo ocasión de constatar de primera mano lo consolidados que estaban los principios en el ánimo del adolescente que recitó con fervor el símbolo de la fe nicena. Al escucharle, este pariente quedó impresionado por la contundencia de los argumentos esgrimidos, y no ocultó su inquietud. Más tarde, siendo Pedro estudiante universitario en Bolonia, compañías poco aconsejables le jugaron malas pasadas y se vio asaltado por distintas tentaciones. Pero ese tiempo no se dilató. Dios tenía para él grandes misiones. La Orden de Predicadores estaba en su apogeo en el momento en que el joven, que tenía 16 años, conoció a Domingo de Guzmán. Seducido por sus palabras se hizo dominico y recibió el hábito que le impuso personalmente el santo. Si de niño se había destacado por su inteligencia, sinceridad y firmeza en sus decisiones, como religioso cumplió con estricta fidelidad su compromiso. Tomó el evangelio, se aplicó en el estudio y mantuvo vivo un estado de oración. Además, buscando una penitencia radical, se abrazó a las austeridades como había hecho su fundador.

De manera concienzuda preparaba ante Cristo su predicación, para lo cual se recogía durante la noche meditando y orando ante Él. Mientras evangelizaba en Lombardía, en estas cotidianas vigilias que tenían lugar en su celda, hallándose en estado de contemplación se le presentaron tres santas que fueron martirizadas: Inés, Cecilia y Catalina de Alejandría, con las cuales mantuvo un diálogo. Informado el prior por otros frailes, que habían escuchado voces tras los muros, fue severamente reprendido en el capítulo.

Le recriminaron por haber violado la clausura amén de introducir a mujeres en su humilde aposento. Se juzgó con severidad esta supuesta imprudencia que revestía innegable gravedad para un consagrado. Él guardó escrupuloso silencio y acogió obedientemente su traslado al convento de la Marca Ancona. Le habían prohibido predicar, de modo que se dedicó a estudiar con más ahínco. Suplicaba a Dios con insistencia. El peso del apego a la fama era importante. Él conocía su inocencia, pero, ¿qué pensarían los demás? Un día se dirigió al crucifijo y mostró su desconsuelo: «Señor, Tú sabes que no soy culpable. ¿Por qué permites que me calumnien?». Jesús respondió: «¿Y qué hice yo, Pedro, para merecer la pasión y la muerte?». Impactado por estas palabras, se sintió avergonzado y afligido. También salió fortalecido para afrontar la pena. Poco tiempo después quedó al descubierto su inocencia.Volvió a la predicación y cosechó mayores frutos apostólicos. Ordenado sacerdote, y siendo hombre de diálogo, comenzó a difundir el evangelio por la Toscana, Milanesado y la Romaña. Su objetivo primordial eran los cátaros. Fueron incontables los herejes que volvieron a la Iglesia tras escuchar sus palabras. Uno de ellos Rainiero de Piacenza. Las multitudes buscaban su curación espiritual y física tratando de acceder a él aunque para ello tenían que abrirse paso a empujones. Él mismo tenía que ser izado porque de otro modo habrían podido arrollarle. Las iglesias y espacios al aire libre servían a los fieles para acoger jubilosos a este gran confesor. Tenía para cada uno de los penitentes el juicio justo, sabio, encarnado en el amor misericordioso de Dios. En la intensa labor evangelizadora que llevaba a cabo su virtud le precedía. Creó las «Asociaciones de la fe» y la «Cofradía para la alabanza de la Virgen María».

A lo largo de su vida experimentó muy diversas pruebas, menosprecios y ataques. Pero amaba a Cristo y nada trocó su voluntad. Llegó a ser superior de los conventos de Piacenza, Como y Génova. Predicó por Roma, Florencia, Milán… Por todos los lugares iba dejando una estela de milagros, don con el que fue agraciado. Alguna vez personas maliciosas intentaron tentarle fingiendo una enfermedad. Es lo que hizo un hereje en Milán que gozaba de buena salud. Si lograba confundir al santo, lo dejaría en evidencia. Pedro le dijo: «Ruego al Señor de todo lo creado, que si tu enfermedad no es verdadera, te trate como lo mereces». Inmediatamente sufrió el mentiroso los síntomas de la lesión que simuló, y rogó la curación que en ese momento precisaba para huir de tan punzantes dolores. Compadecido el santo de su arrepentimiento, trazó la señal de la cruz y le liberó del mal. Además, logró su conversión. A Pedro siempre le acompañó su sed de martirio que no dudaba en suplicar le fuera concedida. En 1232 Gregorio IX, que lo conocía, le nombró inquisidor general (como luego hizo Inocencio IV), lo que suscitó muchas enemistades. Incluso hubo una conjura para asesinarle.

Veinte años más tarde, mientras predicaba en Como, fue informado de que se conspiraba contra su vida tasada en 40 libras milanesas. Respondió sin inmutarse: «Dejadles tranquilos; después de muerto seré todavía más poderoso».Transcurridos quince días, concretamente el 6 de abril de 1252, cuando regresaba a Milán desde Como, convento del que era prior, cerca de la localidad de Barlassina recibió dos hachazos en la cabeza que le asestaron los enemigos de la fe. Sangrando, pero aún con vida, recitaba el Credo y, según narran las crónicas, a punto de expirar con su propia sangre escribió con un dedo en el suelo: «Credo in Deum». Tenía 46 años. El 25 de marzo del 1253, al año siguiente de su muerte, fue canonizado por Inocencio IV. Es protomártir de la orden dominicana. Carino, ejecutor del santo, se arrepintió después, y se hizo dominico. Sus signos visibles de virtud hicieron que fuese venerado por parte del pueblo.

Oremos  

«En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque, ¿ quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el  Hijo de Dios? «  1Juan 5, 3–5   Señor, tú que ha hecho hermosa a la Iglesia al glorificar con el triunfo del martirio a San Pedro de Verona concédenos, te rogamos, que así como a él le diste la gracia de imitar con su muerte la pasión de Cristo, alcancemos nosotros, siguiendo las huellas de tu mártir, los premios eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra 
PPS vol.8, n°2 (Trad. ©Evangelizo.org)

«¡Es el Señor!»

Nosotros somos lentos en darnos cuenta de esta gran y sublime verdad que Cristo camina aún, de cierta manera, en medio de nosotros, y con su mano, su mirada o su voz nos hace señas para que le sigamos. Nosotros no comprendemos que este llamado de Cristo es una cosa que se realiza todos los días, tanto ahora como en el pasado. Creemos fácilmente que era común en los tiempos de los apóstoles, pero no lo creemos posible cuando nos concierne, no estamos atentos a buscarle cuando se trata de nosotros. Ya no tenemos los ojos para ver al Maestro- todo lo contrario del apóstol amado que pudo reconocer a Cristo, aun cuando los demás discípulos no lo reconocían. Y sin embargo estaba allí, de pie en la orilla; era después de su resurrección, cuando estaba ordenando de echar la red en el mar; fue entonces que el discípulo que Jesús amaba dijo a Pedro: « ¡Es el Señor!» 

Lo que quiero decir, es que los hombres que llevan una vida de creyentes perciben de vez en cuando las verdades que todavía no habían visto, o sobre las cuales su atención jamás había sido atraída. Y de repente, se elevan hacia ellos como un llamado irresistible. Sin embargo, se trata de verdades que comprometen nuestro deber, que toman el valor de preceptos y que exigen la obediencia. Es de esta manera, o por medio de otras formas, que Cristo nos llama ahora. No hay nada milagroso o extraordinario en esta manera de hacer. Cristo actúa por medio de nuestras facultades naturales y de las circunstancias mismas de la vida. 

Un horizonte que tiene un nombre específico: Cristo

Santo Evangelio según San Juan 21, 1-14. Viernes de la Octava de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido que la experiencia de tu resurrección sea luz que dirija mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

"Voy a pescar" - dijo Pedro. Casi se puede escuchar el tono de alguien que regresa a la rutina, en donde se hace lo que se tiene que hacer porque se tiene que hacer y nada más.

Parece que Pedro experimentó el aburrimiento del hombre que ha estado en la cima de una montaña y ha contemplado el paisaje; y ahora se tiene que contentar con ver ese mismo paisaje en una fotografía.

Voy a pescar, es decir, vuelvo a mi trabajo, vuelvo a hacer lo que en sí me gusta hacer pero... ya no es lo mismo... no encuentra el sentido.

Pedro había conocido a Cristo. Vivió con Él, comió junto a Él; lo escuchó..., lo traicionó, lo amó; era su amigo. De repente se ve sin Él, se ve sin el amigo que a su vida le dio sentido; el amigo que alguna vez le dijo: "desde ahora ya no solo serás pescador sino que serás pescador de hombres..., uno de los apóstoles, mi discípulo, mi amigo."

"Es el Señor". Pedro no piensa nada, simplemente actúa y lo primero que hace es dirigirse hacia lo único que le hace falta, hacia lo único importante..., se dirigió hacia el Amigo.

De la nada, la rutina de la vida desaparece. El aburrimiento se olvida. No es una fotografía..., es el verdadero paisaje.

Esto es lo que significa la resurrección. La vida verdaderamente cobra un sentido; aparece un horizonte hacia dónde dirigir la vida. Un horizonte que tiene un nombre específico: Cristo.

El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a su tierra y a su trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va nuevamente a "buscar" a sus discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago, donde ellos habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo por seguirlo, llenos de esperanza... ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero luego pensaban: "Se marchó y nos ha dejado... Ha sido como un sueño...

(Homilía de S.S. Francisco, 10 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer un pequeño examen de conciencia donde profundice en la pregunta: ¿hacia dónde estoy dirigiendo mi vida?

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre 

El resucitado cocinando

La prueba que podemos dar todos, de que Cristo ha resucitado es ésta: demostrar que su amor vive en nosotros y nos inspira.

Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: “Voy a pescar.” Le contestan ellos: “También nosotros vamos contigo.” Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: “Muchachos, ¿no tenéis pescado?” Le contestaron: “No” Él les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.” La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: “Es el Señor”, se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: “Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.” Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: “Venid y comed.” Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres tú?”, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?” Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Le dice Jesús: “Apacienta mis corderos.” Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón de Juan, ¿me amas?” Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas.” Le dice por tercera vez: “Simón de Juan, ¿me quieres?” Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: “¿Me quieres?” y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.” Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas. “En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.” Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme.”

Reflexión
“Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan”. Una nueva sorpresa del Resucitado: les ha preparado el desayu-no. Los apóstoles habían trabajado toda la noche sin pescar nada. Por la mañana los pobres tenían que sentirse cansados y hambrientos. Y entonces vemos a Cristo tan humano, tan humilde y servicial: “estoy en medio de ustedes como el que sirve”. Y con ese espíritu se puso a cocinar para ellos. A los discípulos de Emaús, Jesús se dio a conocer en la fracción del pan. Pero esta vez, no sólo lo ha partido, sino que hasta lo ha cocido.

La prueba que podemos dar todos, de que Cristo ha resucitado es ésta: demostrar que su amor vive en nosotros y nos inspira. Una buena comida preparada con mucho amor puede ser para el marido, para los hijos o para los hermanos, una aparición de Cristo resucitado.

Muchas veces me he encontrado con matrimonios que sentían tener que realizar tareas profanas y materiales y no poder dedicase más a Dios. Pero yo pienso que las suyas no son tareas materiales, si son santificadas por el amor. Los esposos cristianos están viviendo una vida de amor y de entrega. Están al servicio uno del otro, y ambos al servicio de sus hijos. Están en medio de su hogar como Cristo, como uno que sirve. Es un excelente parecido con Cristo. Es un seguro contra la comodidad, la tibieza y el egoísmo.

Para amar como Cristo a los que están mas cerca de nosotros, necesitamos un milagro, una gracia, un sacramento. Tenemos que hacernos alimentar por el Señor resucitado, para que los demás puedan venir a comer nuestro pan, el pan de nuestro corazón. Dios se revela a los hermanos por medio del amor que ellos reciben de nosotros y por medio de nosotros.

“Y entonces Jesús les dice: Venid, desayunad… Se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado”.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Gaudete et Exsultate

¿Te gustaría ser Santo hoy?

Por: Redacción | Fuente: vatican.va/ 5 de Abril 2018 

Aviso de conferencia de prensa con motivo de la publicación de la Exhortación Apostólica "Gaudete et Exsultate", sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo,

El lunes 9 de abril de 2018, a las 12.15 horas, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, tendrá lugar  la presentación de la Exhortación Apostólica del Santo Padre Francisco "Gaudete et Exsultate", sobre la  llamada a la santidad en el mundo contemporáneo.

Intervienen:

- S. E. Mons. Angelo De Donatis, Vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma;
- Gianni Valente, periodista;
- Paola Bignardi, Acción Católica.

¿Qué es una exhortación apostólica?

Uno de los documentos que un Papa puede escribir es una exhortación apostólica ¿Qué fin tiene?

Por: n/a | Fuente: Rome Reports 

La exhortación apostólica es uno de los documentos magisteriales escritos por un Papa. Se podría decir que es el tercero en importancia tras las constituciones apostólicas y las encíclicas, aunque la importancia de un documento depende de su contenido y no de la forma. 

Se trata de un mensaje que el Papa dirige a una comunidad católica para dar indicaciones concretas sobre una cuestión en particular. Por tanto el documento es de tipo pastoral. 

Los papas suelen escribirlas tras haber consultado a los obispos en los sínodos pero no es necesario que sea así. 

La exhortación apostólica establece directrices claras para que los católicos afronten con criterio las nuevas situaciones que plantea el mundo moderno.

INAUGURACIÓN DE LA 47ª SEMANA NACIONAL PARA INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
El orgullo de vivir la vida que el mismo Cristo eligió para sí

Cardenal Osoro: "La Iglesia de España tiene que salir, mirando a la gente como hermanos"

José Manuel Vidal, 05 de abril de 2018 a las 20:26

47 semana de la vida consagrada

Mirian Cortés: "Tenemos la oportunidad de llenar el vacío que hay en la sociedad con valores cristianos y que los jóvenes descubran a Jesús"

(José M. Vidal).- "Orgullosos de la belleza de la vida consagrada, la forma de vida que eligió para sí el mismo Jesús". Lo escribió el indio Mathew Vattamattan, superior general de los Claretianos, en su saludo a la sesión inaugural de la 47ª Semana nacional para los Institutos de vida consagrada, que se celebró esta tarde n Madrid. Un sentimiento compartido, tanto en la mesa presidencial como entre los asistentes, conscientes de que, como dice el lema de la Semana, "llamó a los que Él quiso". El enorme salón de actos de la Fundación Pablo VI estaba lleno de religiosas y religiosos de ese arco iris que es la vida consagrada en España. Unas 700 personas de una realidad eclesial que, aunque se ha dejado pelos en la gatera de la secularización, sigue siendo levadura en la masa y continúa mirando hacia el futuro, sin "lamentelas" estériles, como les dijo el Papa en su video-saludo. El mensaje del Papa fue la primera sorpresa de la tarde. Con su lenguaje sencillo y a la vez profundo, Francisco llegó al corazón de sus hermanos de vida consagrada y les pidió confianza y esperanza, "sin lamentelas", "sin proselitismos" y "sin marketing", para conseguir un mayor número de vocaciones. "En cuanto al número, que el Señor decida", les advirtió Bergoglio, mientras les pedía que ayudasen a los jóvenes a encontrar "sus raíces" y a "ser soñadores". Y concluía así, con su habitual gracejo: "¡Que se diviertan! No pierden el sentido del humor". En la mesa presidencial de la sesión inaugural, además del cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, estaba la rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca, Mirian Cortés, la presidenta de la Confer, María Rosario Ríos, la presidenta de los Institutos seculares, Vicenta Estellés, y el provincial de los claretianos, Pedro Belderraín. Oficiando, como presentador, el director del Instituto teológico de la Vida Religiosa, el claretiano Carlos Martínez Oliveras. El cardenal Osoro abrió la semana con una meditación pascual. Y lo primero que hizo, al hilo de lo sugerido por el Papa, fue asegurar que "la vida religiosa tiene que estar marcada por la alegría, no por el lloriqueo ni por el proselitismo".

Un alegrarse que, a su juicio, tiene que desgajarse en tres variables: "Desinstalarse, volver Cristo y salir". Desinstalarse, porque "no somos propietarios de nada, nuestra opción de vida es regalarla y nuestra congregación es del Señor, no nuestra". Desinstalados, "mantenemos la disponibilidad y lo que somos y tenemos lo podemos al servicio de los demás".

La segunda variable es "volver Cristo, que es la fuente", porque "el sepulcro está vacío" y "no cabe el desaliento, para el que a diario comulga con Cristo Jesús". Desde esta fuente cristológica, resulta más fácil la tercera variable: "Salir, desde nuestra fragilidad, que es grande, pero conscientes de que el propio Cristo actúa a través de ella". Salir "con audacia y sin temor", con "la mirada del Señor y con su compasión entrañable, sin descartar a nadie y para encontrarnos con todos".

Porque, según el cardenal Osoro, el alegraos va de la mano con el encontrarnos con los hombres en una triple vertiente también: renovar el encuentro, llevar la alegría de Dios y mantener vivo el anuncio de Cristo resucitado.

El arzobispo invitó, en este sentido, a la vida consagrada a salir al encuentro del mundo y, especialmente, de las nuevas generaciones (lema de la semana), porque, como decía el Papa, "nos tiene que preocupar la juventud sin raíces, porque sin ellas está expuesta al viento que más sopla".

Y es que, a su juicio, "la Iglesia de España tiene que salir, mirando a la gente como hermanos", porque "aunque algunos nos hagan faenas, son nuestros hermanos". De ahí que "no podamos cansarnos de perdonar", conscientes de que "el encuentro con Jesús y con los hombres va unido"

En segundo lugar, salir para "llevar la dulce y confortadora alegría del Evangelio", porque "el bien, la buena noticia siempre tiende a comunicarse y a expandirse, mientras la vida se acrecienta dándola". Porque "no hemos entregado la vida para llorar", sino para salir y "romper esquemas aburridos, donde nunca cabe la creatividad". Es decir, "recuperar la frescura del Evangelio".

Y, por último, "mantener vivo el anuncio de Cristo resucitado", con "metodologías distintas y espiritualidades diferentes, pero todos tenemos que ir, salir y anunciar". Y eso significa "ser atrevidos, no caer en el vicio del 'siempre se hizo así' y no instalarnos en la comodidad, para salir con atrevimiento y osadía". Porque, como concluyó el cardenal Osoro: "No hay Pascua al margen de la misión y la alegría pascual es misionera".

La rectora de la Pontificia de Salamanca, la orensana Mirian Cortés, se congratuló de que el Instituto Teológico de Vida Religiosa funcione bajo el paraguas de su universidad, para "rezar, ayudar y cultivar el estudio de la vida consagrada, que es el pulmón de la vida de la Iglesia".

Siempre en contacto con la juventud estudiantil, la rectora invitó a los presentes a "unir fuerzas", para "darles a los jóvenes esperanza y ejemplo". En este sentido recordó a lo miembros de la vida consagrada que, aunque muchas veces no lo crean, "sois ejemplo para ellos, que os miran con mucho afecto". Y Mirian lo dice desde la experiencia de su puesto académico y desde su rol de madre de cuatro hijos adolescentes.

A su juicio, "ante el vacío de valores que hay en la sociedad y que conduce al fundamentalismo, al consumismo y a la búsqueda de sucedáneos, como la droga y la delincuencia, tenemos una oportunidad de llenar ese vacío con valores cristianos y que los jóvenes descubran a Jesús". Y, para eso, "es imprescindible que demos testimonio de vida con nuestro ejemplo", concluyó Mirian Cortés.

La presidenta de Confer, María Rosario Rios, invitó a los presentes en la semana a "acompañar el discernimiento vocacional de los jóvenes. En una triple vertiente. En primer lugar, discernir formas más certeras de acompañamiento. En segundo lugar, "acompañar a los jóvenes en lo que son", saliendo de "los tópicos y los estereotipos y los prejuicios sobre la juventud". Y, en tercer lugar, "dejarse interpelar y confrontar por los jóvenes", conscientes de que "necesitan referentes con autoridad".

Una autoridad que puede y debe venir de una vida consagrada, que, según la presidenta de la Confer, tiene mucho de "coherencia, de sabiduría, de gratuidad y de pasión por Jesús". Y concluía preguntándose: "¿Transparentamos y comunicamos todos esto? ¿Somos testigos del Evangelio?".

La presidenta de los institutos seculares, Vicenta Estellés, invitó a los presentes a acercarse a "los planteamientos y a las reivindicaciones de los jóvenes" e "introducir a Dios en la vida cotidiana", superando las propias divisiones y "siendo profecía creíbles para la juventud".

El provincial de los claretianos Pedro Belderraín, tras dar las gracias a todas las instituciones que colaboraron con esta 47ª semana, recordó que ya Tarancón decía a los jóvenes en la Semana del año 1982: "No tengáis miedo de pedirnos cosas; nunca nos pediréis más que lo que nos pide Cristo".

Por último, el padre Carlos Martínez Oliveras, resumió la presentación de la semana dos puntos: "El legado conciliar y el lema del 'llamó a los que Él quiso'". Y añadía: "En este congreso queremos, con humildad y en clave de proceso, comprender un poco más a los jóvenes en la sociedad actual; aprender de la Biblia y de la Teología cómo Dios sigue llamando; mostrar el don de la vida consagrada a los jóvenes y atender a las llamadas del papa Francisco a los jóvenes".

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