Es mucho más hermoso llorar y ser consolado que jamás haber llorado

Juana Francisca de Chantal, Santa

Memoria Litúrgica, 12 de agosto

Viuda y Fundadora

Martirologio Romano: Santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, religiosa, que siendo primero madre de familia, tuvo como fruto de su cristiano matrimonio seis hijos, a los que educó piadosamente, y muerto su esposo, bajo la dirección de san Francisco de Sales abrazó con decisión el camino de la perfección y realizó obras de caridad, en especial para con los pobres y enfermos. Dio comienzo a la Orden de la Visitación de santa María, que dirigió también prudentemente, y su muerte tuvo lugar en Moulins, junto al Aller, cerca de Nevers, en Francia, el día trece de diciembre (1641).

Breve Biografía

Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales ySan Vicente de Paúl. En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.



Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente.



En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones.En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.



Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. V. de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.



Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa.



A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden.



Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden.



Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.



Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.



El  13 de diciembre  recordamos su ingreso al reino de los cielos, pero su fiesta fue asignada para el 12 de agosto.

¿Por qué el sufrimiento?

Santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27. Lunes XIX del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Que en este día pueda yo, Señor, continuar amándote con mi pequeña entrega de amor. Especialmente ahora, que me dispongo para hablar contigo, concédeme la gracia de no desear nada más que encontrarte a ti… Tan solo éso me basta.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27



En aquel tiempo, se hallaba Jesús con sus discípulos en Galilea y les dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar”. Al oír esto, los discípulos se llenaron de tristeza.

Cuando llegaron a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los recaudadores del impuesto para el templo y le dijeron: “¿Acaso tu maestro no paga el impuesto?” Él les respondió: “Si lo paga”.

Al entrar Pedro en la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: “¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes les cobran impuestos los reyes de la tierra, a los hijos o a los extraños?” Pedro le respondió: “A los extraños”. Entonces Jesús le dijo: “Por lo tanto, los hijos están exentos. Pero para no darles motivo de escándalo, ve al lago y echa el anzuelo, saca el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti”.



Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Muy querida alma:



Has leído que mis discípulos se llenaron de tristeza al escuchar de mi pasión y muerte. Es difícil sufrir, pero quizá lo sea más el ver sufrir a alguien que amas entrañablemente, ¡y qué decir si se sufre sin ninguna culpa! El corazón llora sangre delante de una enfermedad incomprensible, delante de la muerte del inocente. Escucho ese grito que sube desde lo más profundo de tu corazón: «¿Por qué, Dios?, ¡¿por qué?!»



¿Sabes?, no soy de piedra. Tengo un corazón que también sufre… y sufre contigo…¡y sufre por ti! No soy indiferente a tu dolor. Sufro contigo, a tu lado. Muchas veces me sientas en el banquillo de los acusados y me preguntas iracundo el porqué del dolor y de la muerte… ¡como si Yo jamás hubiera sufrido! Mira la cruz. Dime, ¿todavía crees que no te entiendo?



Yo, en carne propia, he experimentado la traición de los amigos, la injusticia e ingratitud de los hombres, el dolor de los inocentes y hasta la muerte atroz. ¿Qué más necesito hacer para que veas que no soy indiferente a tu dolor?



Tú me preguntas porqué, y Yo te digo: Porque te amo. Es cierto que es más difícil amar que ser indiferente; es peor sufrir que no sufrir; nos da más miedo morir que vivir; es más desagradable llorar que no llorar… pero también es cierto que es mucho más hermoso llorar y ser consolado que jamás haber llorado; es mejor morir y resucitar que nunca haber muerto; es más bello sufrir y ser consolado que jamás haber sufrido… es mil veces mejor amar y ser correspondido que nunca haber amado por miedo a ser rechazado. Aquí me tienes. Quiero secar tus lágrimas, quiero resucitarte a una vida nueva, quiero sufrir a tu lado y consolarte… quiero amarte como nadie te puede amar. ¿Me lo permites?



Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia. Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, de sabiduría y de luz.



«Y recuerdo también las palabras de la doctora que estaba a mi lado: “En su mayoría morirán, porque tienen malaria, fuerte, y están desnutridos”. Yo lo escuché. ¡No, ¡esto ya no debe suceder! El sufrimiento de los niños es, sin duda, el más difícil de aceptar. El gran Dostoievski se preguntaba: “¿Por qué sufren los niños?”. Tantas veces me pregunto lo mismo: ¿Por qué sufren los niños? Y no puedo encontrar una explicación. Solo miro al Crucificado e invoco el amor misericordioso del Padre por tanto sufrimiento».
(Mensaje de S.S. Francisco, 2 de marzo de 2019).




Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una oración especial por los enfermos, especialmente si son niños, para que encuentren en Cristo su fortaleza.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.



¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!


Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Buscar el Rostro de Dios

Buscar el Rostro de Dios es un camino necesario, que se debe recorrer con sinceridad de corazón y esfuerzo constante


Buscar el Rostro de Dios es un camino necesario, que se debe recorrer con sinceridad de corazón y esfuerzo constante. Son estas, unas palabras de Juan Pablo II, en una homilía pronunciada el 13 de enero de 1999, en el aula Pablo VI en el Vaticano. La expresión Rostro de Dios, nos plantea varios interrogantes, así por ejemplo, uno puede preguntarse: ¿Qué diferencia hay entre buscar a Dios y buscar el Rostro de Dios? Desde luego que la búsqueda de Dios, es un cometido propio de nuestra alma, pues Dios es un espíritu puro, al igual que lo es nuestra alma, creada por Él a su imagen y semejanza y es por medio de ella y no por medio de nuestro cuerpo, que es pura materia, como podemos encontrar al Señor, hablarle escucharles y amarle, funciones estas, para las cuales nuestro cuerpo no nos sirve de nada.



La expresión Rostro de Dios, no es nueva para cualquiera que haya profundizado un poco en la Biblia y por supuesto en los Evangelios, que forman parte de ella. Pero son dos distintas conclusiones a las que esta expresión, nos puede llevar acerca de la pregunta: de que es, o cual es el rostro de Dios. Hay aquí, una conclusión material y otra de orden espiritual. En el orden material los cristianos llevan 2000 años tratando de conocer como era la apariencia física del Rostro del Señor. Se han creado multitud de iconos representando el Rostro del Señor, pero sobre ninguno de ellos se podría asegurar que así era o no era, el rostro humano del Señor. Los artistas, tomando como modelos a personas, de caracteres físicos, lo más perfectas posible lograban encontrar, las escogían de modelo para representar al Señor o en su caso a Nuestra Señora, por lo que los iconos varían mucho en sus aspectos físicos, de acuerdo con los cánones de belleza que regían en la época en que se facturaban las pinturas. En la actualidad partiendo de las huellas impresas en la Sábana Santa depositada en Turín, se han digitalizado varios rostros, proyectando en tres dimensiones estas huellas. Entrando en internet, se pueden ver este rostro, si a algún lector le mueve la curiosidad.



La verdad, es que el hecho del que el Rostro del Señor, sea una imagen más o menos estéticamente agraciada, puede ayudar a determinadas personas, a fomentar en ellas el amor debido a Nuestro Señor. Pero lo importante, es que sean los ojos de nuestra alma, los que miren y contemplen la belleza de Nuestro Señor, que en ningún caso, radica en la materialidad de su aspecto físico como hombre, sino en la belleza infinita de su espíritu, que solo los ojos de nuestra alma pueden llegar a captar y valorar debidamente.



Como es de suponer, cuando Juan Pablo II nos incita a buscar el Rostro de Dios, no se esta refiriendo al rostro material o aspecto de su cara, sino a algo mucho mas importante y transcendente como es el Rostro del Espíritu de Dios. En el A.T. aparece el vocablo rostro 296 veces, muchas de ellas haciendo alusión al brillo o luz del Rostro de Dios, Así en el Pentateuco se nos dice: “El Señor ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. (Nm 6,25-26). Aquí indirectamente, se nos marca una de las cualidades del Rostro de Dios, cual es la de la luz que emana de Él. Esta luz divina, ahora a nosotros nos es directamente inaccesible y por ello San Juan, el discípulo amado, escribe: “A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito que está en el seno del Padre, ese le ha dado a conocer”. (Jn 1,18).



Pero nosotros estamos llamados a buscarle y así en los salmos, en el número 27 de ellos, se puede leer: “Mi corazón sabe que dijiste: Busquen mi rostro. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano”, (Sal 27,8-11). Y no solo estamos llamados a buscar y contemplar, sino a lo que es más importante a ser reflejo de ella, de esa Luz divina que emana del Rostro de Dios. Así San Juan nos dice: “Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”. (1Jn 3,2). Todo esto, nos ha de llevar a considerar que en el momento de nuestra muerte, el velo de la fe que todos tenemos con mas o menos transparencia, no se rasga totalmente, la fe no desaparece de inmediato convirtiéndose en evidencia, excepto para las almas que directamente son introducidas al instante, en la gloria de la visión del Rostro de Dios. Para las que sientan la necesidad de ir previamente al purgatorio la fe subsiste todavía aunque parcialmente.



El alma humana, que no llegue a superar la prueba de amor a la que aquí nos encontramos convocados, jamás podrá contemplar el Rostro de Dios y por supuesto la luz que de Él emana y su participación en los bienes que de ella también emanan. Esta luz divina, es una luz espiritual de amor, que nada tiene que ver con la luz material que el astro sol nos proporciona diariamente, o la luz emitida por el fuego material, que a su vez nada tiene que ver con el fuego de carácter espiritual. Los que al final de su vida no hayan escogido esta Luz de amor, lo suyo serán eternas tinieblas.



En los Evangelios, hay un pasaje muy revelador, en el que el Señor, pone de relieva la importancia que tiene la visión del Rostro de Dios, que solo puede ser contemplado y reflejado, por un alma humana o ser angélico ya glorificado. En este sentido dice el Señor: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”. (Mt 18,10). Si pensamos como seres humanos que somos, enseguida nos preguntamos: ¿Cómo es posible estar viendo constantemente el Rostro de Dios y al mismo tiempo, estar cuidando cada uno de ellos de su protegido? Si tenemos presente las cualidades de un cuerpo ya glorificado, vemos enseguida que esto es lo lógico y no nos puede extrañar.



La continua contemplación del Rostro de Dios, no le priva al alma glorificada de realizar, cualquier otra actividad celestial que le pueda apetecer, aunque esto no debemos de encuadrarlo mentalmente dentro del parámetro tiempo, que para una alma que ya ha salido de este mundo es inexistente, cualesquiera que haya sido su destino final. En la contemplación del Rostro de Dios, sus infinitas cualidades se reflejarán siempre, en el alma glorificada.



Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Estén preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor

El Santo Padre reflexionó sobre el momento en el que Jesús llama a sus discípulos a la continua vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida.

El 11 de agosto, XIX domingo del tiempo ordinario y memoria litúrgica de Santa Clara de Asís, virgen y fundadora de las Clarisas; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus acompañado de miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San

Pedro bajo el caluroso sol del verano romano.

Captar el paso de Dios en sus vidas

En su habitual comentario al Evangelio dominical, (cfr. Lc 12, 32-48), el Santo Padre reflexionó sobre el momento en el que Jesús llama a sus discípulos a la continua vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida, indicándoles las modalidades para vivir bien esta vigilancia: "Estén preparados, con los vestidos apretados a los costados y las lámparas encendidas" (v. 35).  

No echar raíces en moradas confortables

En primer lugar, la expresión de llevar "ceñida la cintura” (la ropa cerca de las caderas), "es una imagen que recuerda la actitud del peregrino, listo para emprender el camino", dijo Francisco, explicando que se trata de "no echar raíces en moradas confortables y tranquilizadoras, sino de abandonarse con sencillez y confianza a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta siguiente".

Mantener encendida la lámpara de la fe

En segundo lugar, se nos pide que "mantengamos las lámparas encendidas para poder iluminar la oscuridad de la noche", añadió el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que estamos invitados a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas "noches" de la vida: "la lámpara de la fe necesita ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra".

En este sentido, el Papa subrayó que se nos confía esta lámpara para el bien de todos: por lo tanto, nadie puede retirarse íntimamente en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás: "la fe verdadera abre el corazón al prójimo e impulsa hacia la comunión concreta con los hermanos, sobre todo con los más necesitados.

Estar preparados para el encuentro final con Dios

Asimismo, profundizando sobre la parábola que relata Jesús sobre los siervos que esperan el regreso del señor cuando vuelve de la boda (vv. 36-40), el Pontífice destacó otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor: "Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encontrará a su regreso aún despiertos... Y si llegando en medio de la noche o antes del amanecer, los encontrará así, ¡dichosos ellos!" (vv. 37-38).

Con estas palabras- aseveró el Papa- el Maestro nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por lo tanto, estamos llamados a hacer fructificar todos nuestros talentos, "sin olvidar jamás que no tenemos aquí la ciudad estable, sino que vamos en busca de la ciudad futura" (Heb 13,14). En esta perspectiva, cada instante se vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo en el corazón la nostalgia del cielo.

Él nos hará partícipes de su felicidad eterna

"Si habremos vivido en sintonía con el Evangelio y los mandamientos de Dios, Él nos hará partícipes de su felicidad eterna en la patria celestia", indicó Francisco, asegurando que el pensamiento del encuentro final con el Padre, "rico en misericordia", nos llena de esperanza y nos estimula a comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la construcción de un mundo más justo y fraterno: "Que la Virgen María, con su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro", concluyó.

¿Por qué cambiamos de Evangelio?

¿Por qué no seguimos leyendo el evangelio de San Marcos que es el evangelio del ciclo B?

En este artículo comentaremos la importancia del capítulo sexto del evangelio de San Juan y reflexionaremos sobre varios signos que aparecen en el pasaje.

A partir del domingo XVII de Tiempo Ordinario (20 de julio de 2018) y durante todo el mes de agosto leeremos el capítulo sexto del evangelio de San Juan. Para quienes ponen atención debe haber surgido la pregunta de por qué no seguimos leyendo el evangelio de San Marcos que es el evangelio del ciclo B, y este año es ciclo B.

El evangelio se San Marcos es el más corto de todos, tiene solamente dieciséis capítulos, por este motivo aquí, a la mitad del tiempo ordinario, habiendo llegado en las narraciones del evangelio de San Marcos a la narración de la primera multiplicación de los panes (cfr. Mc 6,30-43), que emplearía un solo domingo, se nos lleva a todo el capítulo sexto de San Juan, que abarca cinco domingos y que narra precisamente la multiplicación de los panes, pero después se alarga con un discurso sobre la Eucaristía y una discusión final con los seguidores, muchos de los cuales abandonan a Jesús a partir de este momento.

Pues bien, dentro del Evangelio de San Juan el capítulo sexto corresponde a la Segunda Pascua dentro del ministerio del Señor. Según San Juan, el ministerio del Señor abarcó tres fiestas pascuales, como esta era una vez al año, podemos pensar que duró tres años. Por lo tanto, estamos en el inicio del segundo año de ministerio. Jesús ya había realizado muchos signos y mucha predicación en el entorno de Galilea y en particular en torno al Lago de Galilea. Para iniciar este pasaje, el evangelista habla que Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, esto nos recuerda el paso al otro lado del mar en el Éxodo. Jesús es el nuevo Moisés a quien sigue el pueblo. Más allá del mar el pueblo necesita ser alimentado. La pregunta de Jesús a Felipe es capciosa: “¿Dónde conseguiremos…?” Por este motivo recibe una respuesta incorrecta: “ni doscientos denarios de pan alcanzarían para alimentar a todos estos…”. Es claro, la riqueza de este mundo nunca ha saciado al pueblo. La necesidad siempre nos rebasa. Entonces viene la reacción correcta, al presentarle a Jesús lo poco que se tiene. “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces…” El autor de la comida es Dios providente, al poner los pocos recursos en las manos de Jesús resultará que serán suficientes y hasta sobrarán doce canastos. Jesús alimenta a los miembros del pueblo del Antiguo Testamento, el alimento alcanzará para otro pueblo, esto significan los doce canastos sobrantes, se trata de la comunidad cristiana. Con todos estos signos, sin embargo, Jesús no logró que las personas comprendieran de lo que se trataba y por ello tuvo que retirarse a los montes ante el intento de nombrarlo rey por la fuerza. Esta incomprensión será el estrato de fondo que marcará las dos posturas a lo largo del discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, pues mientras las personas esperaban del Señor bienes materiales, Él solamente había querido darles una señal de que es el Pan de la Vida.

¿Qué es el agua bendita y para qué sirve?

El empleo del agua bendita es antiquísimo, y hay testimonios de la costumbre de usarla ya entre los primeros cristianos

Pregunta:

¿Me puede usted informar algo sobre el agua bendita y su empleo?

Respuesta:

Estimada:

El empleo del agua bendita es antiquísimo, y hay testimonios de la costumbre de usarla ya entre los primeros cristianos. “La Iglesia recomienda su uso aun fuera de la liturgia como medio para alejar las insidias del diablo, para conjurar los peligros, para atraer las bendiciones celestiales sobre las casas, el campo, el trabajo, las personas. El deseo de los fieles de usar frecuentemente este sacramental hizo nacer la costumbre generalizada más tarde de poner a la entrada de la iglesia la llamada ‘pila del agua bendita’. En los siglos VIII a IX el agua bendita adquiere el largo empleo que todavía conserva en toda clase de bendiciones” [1].

Santa Teresa de Jesús era particularmente devota y la usaba cuando tenía tentaciones y desconsuelos; dice ella: “Debe ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy conocida consolación que siente mi alma cuando la tomo” [2].

Una de las compañeras de la Santa, Ana de Jesús, cuenta en el proceso de beatificación: “Nunca quería que caminásemos sin ella (sin agua bendita). Y por la pena que le daba si alguna vez se nos olvidaba, llevábamos calabacillas de ella colgadas a la cinta, y siempre quería la pusiéramos una en la suya, diciéndonos: ‘no saben ellas el refrigerio que se siente teniendo agua bendita; que es un gran bien gozar tan fácilmente de la sangre de Cristo’. Y cuantas veces comenzábamos por el camino a rezar el Oficio Divino, nos la hacía tomar” [3].

Y en una de sus cartas escribe a una persona que sentía mucho temor: “Este temor que dice, entiendo cierto debe ser que el espíritu entiende siente el mal espíritu, y aunque con los ojos corporales no lo vea, débele de ver el alma, o sentir. Tenga agua bendita junto a sí, que no hay cosa con que más huya. Esto me ha aprovechado muchas veces a mí. Algunas no paraba en solo miedo, que me atormentaba mucho; esto para sí solo. Mas, si no le acierta a dar el agua bendita, no huye, y así es menester echarla alrededor” [4].



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