Id también vosotros a mi viña

Pío X, Santo

CCLVII Papa, 21 de agosto

Martirologio Romano: Memoria del papa san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina (1914).

Etimología: Pío = piadoso. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía

Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.

En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano.

En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados. El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.

Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.

Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo.

Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.

Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados.

Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia).

Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.

La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.

León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.

En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.

Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.

Id también vosotros a mi viña...

Santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16. Miércoles XX del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias porque estás aquí para mí. Tú me conoces y sabes cuánto te necesito y te amo. Quiero que vivas cada vez más en mí. María, mi buena madre, intercede por mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.

Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mí lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’.

De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Imagina esto: la persona que más quieres tuvo una operación en los ojos. Todo salió bien, pero por un tiempo deberá andar con lentes oscuros, y no verá bien. Vas saliendo del hospital con esta persona tan especial. Ella camina lento, insegura. ¿Qué haces?

El cariño y la delicadeza que pondrías en ayudar a tu amigo, mamá, pareja etc., adaptarte a su paso, sostenerla de cerca y caminar a su lado, todo esto refleja tu amor a esa persona. ¡Así es el amor de Jesús por nosotros! Él nos conoce mejor que nadie. Conoce nuestra historia, miedos, flaquezas, deseos profundos, talentos, alegrías, esperanzas... Y nos quiere tanto que se adapta a nosotros.

Esto lo vemos hoy en el Evangelio. Jesús no forzó a nadie. Sale e invita. Sale e invita. Sale e invita... Con una mirada llena de aceptación, amor, invitación a ser más amigo suyo. A Jesús no le importa si llegas antes o después, sino que llegues con Él y puedas ser feliz en Él, que es la única y verdadera felicidad.

Él nos acompaña en nuestro camino hoy, aquí y ahora. No tenemos que tener un pasado perfecto ni un presente en orden para ser aceptados por Jesús. De hecho, Él no espera a que vayamos a Él, sino que sale una y otra vez a buscarnos y a decirnos: Vengan a mí los que están cansados...y sus almas encontrarán descanso. (Cf. Mt 11,28-29)

«En realidad, esta “injusticia” del jefe sirve para provocar, en quien escucha la parábola, un salto de nivel, porque aquí Jesús no quiere hablar del problema del trabajo y del salario justo, ¡sino del Reino de Dios! Y el mensaje es éste: en el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y todos tendrán al final la compensación que viene de la justicia divina —no humana, ¡por fortuna!—, es decir, la salvación que Jesucristo nos consiguió con su muerte y resurrección. Una salvación que no ha sido merecida, sino donada, para la que “los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos”. Con esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los “pensamientos” y por los “caminos” de Dios».

(Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía para estar con Él en silencio, dejaré que me hable al corazón, confiaré y aceptaré con alegría lo que me invite hacer.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Cuál es tu Viña?

Trabajar como viñateros para Jesús es obrar para Su causa en forma permanente.

El Señor nos hace referencia en las Escrituras a Su Viña. ¿Pero a que se refiere El con este mensaje, puesto en términos de nuestros tiempos?. La viña del Señor es Su obra, el lugar donde se trabaja para la misión de la Salvación. ¿Cuál es tu actitud de vida frente a la Viña de Cristo?.

Tenemos en el mundo tres clases de actitudes frente al llamado del Cielo:

1. La de aquellos que se involucran en trabajar activamente, como obreros cotidianos, integrando el plantel de trabajadores de la obra de la Redención.

2. La de aquellos que trabajan activamente también, pero en contra de la obra del Cielo. Y esto es muy peligroso, porque es un pecado contra el Espíritu Santo, el más grave que se puede cometer. Negar a Dios activamente, frenando Su obra, es la forma mas directa de condenarse.

3. Aquellos tibios que, sabiendo de un modo u otro del llamado de Dios, no se comprometen. ¡Y ya sabemos que dijo Jesús respecto de los tibios!

4. ¿En que categoría estás tú? ¿Lo tienes claro, te animas a responder?

Para aquellos que creen estar en la primer categoría, o al menos desean estar en ella: no nos equivoquemos. Nuestra vida no está dividida: no existe el trabajo, la familia y luego la Viña del Señor (como asistir a Misa el domingo, por ejemplo). Nuestra vida es una, integral e indivisible. La Viña debe ser nuestra vida, nuestra realidad cotidiana.

Trabajar como viñateros para Jesús es obrar para Su causa en forma permanente.

En términos prácticos, todos debemos tener una participación dentro de la inmensidad de Viñas que existen en el mundo, y debemos ser activos trabajadores en al menos una de ellas. La oración es una parte fundamental del trabajo del Viñatero, por eso los grupos de oración son tan importantes. También el dar testimonio, el difundir la necesidad de la conversión del alma, el volcar a las personas a la lectura diaria de las Escrituras. El ser evidencia viva de un cristiano comprometido con la obra de Dios es parte central de nuestro rol de obreros. El ayudar a los pobres y necesitados, haciéndolo en nombre de la caridad que Jesús nos enseñó.

Existen muchísimas formas de crear una Viña, de hacerla crecer, de mover al mundo en la dirección de los Corazones de Jesús y María. Nada te limita, nada te frena. , por ejemplo, es la Viña en que participamos quienes escribimos esta meditación.

¿Tienes una Viña en la que trabajas para la obra de Dios? ¿Crece tu Viña, aumenta el producido en ella, se incrementa tu gozo al ver los resultados concretos?

Comprométete en la obra del Cielo, enlístate en la gran Viña del Señor, súbete a la Obra de la Salvación, con tus errores y defectos.

¡No existe gozo mas inmenso que el de sentirse un obrero en esta empresa, con el mismo Jesús como Patrón!

Novena a Santa Rosa de Lima

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta (21 al 29 de agosto)

Ya en su vida mortal, Rosa de Santa María atrajo bendiciones espirituales y materiales a quienes se encomendaban a sus oraciones. Ahora en el cielo, no dejará de pedir por nosotros, derramando las bendiciones que Dios le dispensa, en recompensa del continuo amor que Ella tuvo al Altísimo y a nuestra Santísima Madre.

Pidamos con generosidad confianza. Rosa está atenta a nuestras peticiones.

Cada día de la novena se reza la oración inicial, luego se lee y medita un versículo del padre Nuestro junto a un pasaje de la vida de Rosa. A continuación se reza la oración final que incluye nuestra petición y se finaliza con un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Esta novena la puedes hacer tantas veces desees y de manera especial los días previos a la solemnidad de la santa (30 de Agosto en la mayor parte de América y 23 de Agosto en el resto de países). Se puede concluir yendo a misa y comulgando con las debidas disposiciones (Confesión).

No olvides que Dios concede sus bendiciones con mayor abundancia al alma limpia por la recepción continua de su gracia en los sacramentos de la eucaristía y la Confesión. El ejemplo de vida de Rosa en este aspecto es contundente. No nos limitemos con pedir sino también con imitar su ejemplo.Si deseas comunicarnos una gracia especial concedida no dudes en contactarnos.

Oración inicial

Santa Rosa de Lima, amada santa de mi alma, tú me has inspirado una confianza segurísima en que por tu poderosa intercesión me veré librado de los males que me afligen y salvado del abismo insondable de mis miserias. Conozco cuán indigno soy de presentarme ante ti, purísima criatura, yo que soy el más miserable y pecador de los hombres, pero es justamente la constante bondad y misericordia que tuviste para con los más necesitados la que me mueve a refugiarme en ti y en tu poderosa intercesión. Sé que no seré defraudado, sea yo siempre tu devoto predilecto. Amén.

Amor a la Virgen, nuestra Madre

Visitaba de ordinario la imagen de Nuestra Señora del Rosario de la Basílica de Santo Domingo, donde hoy en día veneramos sus reliquias.Ante ella tuvo lo que en teología mística se denomina el desposorio místico.

Le componía “vestidos espirituales” “tejidos” con sus oraciones y sacrificios.

DÍA PRIMERO

Padre Nuestro que estás en el cielo
En todo momento, Rosa confiaba en que Dios la sostenía a ella y su familia y que atendería sus ruegos.Repetidas ocasiones Dios le hizo ver su cuidado amoroso, en lo espiritual y lo material.- Un día el Señor le presentó un gran número de rosas esparcidas por el suelo y le dijo:”Rosa, hazme una guirnalda de flores con estas rosas…”- Ella obedeció y luego de ello Cristo cogió una de ellas y le dijo:“Esta rosa eres tú, y de esta me encargo Yo para cuidar de ella con singular cuidado”

Pidamos a Rosa crecer en la confianza en la Providencia del Padre.

DIA SEGUNDO

Santificado sea tu Nombre
Rosa prefería morir antes que ver el santo Nombre de Dios ultrajado.Cuando llegaron noticias de la invasión de un pirata holandés a la ciudad de Lima (lo cual traería consigo grandes disturbios, robos y sacrilegios en los Templos) Rosa no dudó en correr hacia la Basílica de santo Domingo, su lugar de oración y aguardar la oportunidad de defender y ofrecer su vida en martirio antes que profanasen a Jesús Sacramentado. La gente quedó admirada al ver como esta humilde doncella se transformaba en valiente guerrera y arengaba a todos a ofrecer su vida en defensa del Santísimo Sacramento. Estas fueron sus palabras en la Basílica, al esperar el ataque de los enemigos de la fe.“Aquí pondré mi cuerpo para que lo hagan pedazos y se detengan en hacer las injurias que temo ¡ay de mí! , han de hacer después a mi dulce Jesús”.Sin embargo no dejó de rogar para que Dios librase de este peligro a su amada ciudad, como ocurrió efectivamente. Por eso sus imágenes también la presentan con un ancla en la mano.

Pidamos a Rosa, que aumente en nuestra vida el deseo de la gloria de Dios.

DÍA TERCERO

Venga a nosotros tu Reino
Rosa anhelaba profundamente salir como misionera a anunciar a su Esposo en las tierras de misión. Pero en su época esto aún no se daba. Rogaba por ello, hacía constante penitencia y suplicaba al Señor por el éxito de los predicadores en el mundo entero.“Oh, quien fuese varón – decía- para poder ir a las regiones más peligrosas a anunciar el Evangelio”

Pidamos a Rosa que nos haga incesantes en la súplica por extensión del Reino de Dios en el mundo, por todos los evangelizadores y por nosotros, para que no tengamos miedo de anunciar a Cristo entre los que nos rodean-

DÍA CUARTO

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
No fue fácil para nuestra Santa hacer la voluntad de Dios. Ella sentía que Dios la llamaba toda para sí pero su familia buscaba casarla. De hecho, muchos mozos de la aristocracia limeña deseaban tenerla por esposa, pero ella se mantuvo firme en su deseo de ser toda para Dios. Esto le supuso vencer una y mil dificultades, persecuciones y malos tratos dentro de su familia, incomprensiones incluso de los sacerdotes con los que se dirigía, incluso gente extraña que la tildaba de ilusa. Sólo con el paso de los años y la gente se dio cuenta de la singular elección que el altísimo había hecho para con esta doncella y con ello la fama de su santidad se extendió rápidamente en Lima y luego en todo el mundo.

Pidamos a Rosa la humildad para reconocer que nuestra felicidad consiste en poner nuestras miras en hacer la voluntad divina.

DÍA QUINTO

Danos hoy nuestro pan de cada día
Ya hemos observado el gran amor de nuestra Santa por el Santísimo Sacramento y cómo Jesús correspondía a esta delicadeza socorriéndola en lo material y espiritual en todo momento.Le fue permitida la Comunión frecuente, la cual para ella era consuelo y sustento.En una ocasión en que se encontraba con una gran debilidad física debida a su prolongado ayuno Dios le procuró alivio a su necesidad.Su madre, al encontrarla muy cansada le dijo:- Hija ¿qué tienes?- Nada madre, contestó Rosa- Voy a prepararte una taza de chocolate pues estás muy débil.- No se preocupe madre, Dios ya dispuso el alivio y no deseo que haga ese gasto, contestó la santa- Por Dios hija mía, no has tenido tiempo de pedir ayuda a nadie ¿cómo quieres que te ayude Dios?Al instante suena la puerta de su casa, era un criado de la don Gonzalo de La Maza, cuya familia era amiga de la de Rosa …Maravillada, la madre le pregunta:- ¿Cómo supiste de esto?’Respondió Rosa: yo le pedí a mi ángel guardián que mueva a la familia de la Maza para que envíen el remedio y le alivien el gasto que deseaba hacer… Demás está decir que quedó enteramente restablecida…

Pidamos a Rosa que aumente nuestra hambre de Dios por la lectura asidua del Evangelio y la recepción continua del Santísimo Sacramento.

DÍA SEXTO

Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Rosa no guardó rencor por ninguno de los que, en su momento, no comprendieron el camino que Dios le señalaba. Llevada siempre por la humildad incluso en el momento de su muerte pidió perdón a todos por las molestias que hubiese causado…La gracia abundante que recibía en el sacramento de la penitencia y la Eucaristía era lo que le fortalecía y llevó al heroísmo en la práctica de las virtudes.

Pidamos a Rosa crecer en la vida de piedad y en ser asiduos al sacramento de la Confesión y la Santa Misa.

DÍA SÉPTIMO

No nos dejes caer en la tentación
Rosa no estuvo exceptuada de tentaciones y pruebas, de las cuales salía victoriosa por su abandono en Dios. Experimentó sequedades en la oración, fatigas en su combate espiritual, entre otras cosas. Una vez se le presentó un mozo que se mostraba muy galante con Rosa. Inmediatamente ella huyó del lugar y puesta en oración expuso al Señor sus quejas , a lo que el Señor respondió: “¿Crees que hubieses vencido de no haber estado yo contigo?…” Con esta respuesta quedó la santa consolada y fortalecida.

Pidamos a Rosa permanecer firmes en Dios particularmente en los momentos difíciles.

DÍA OCTAVO

Y líbranos del mal
Rosa mereció la corona de la santidad porque luchó legítimamente en cada instante de su vida contra el mal. Pidió siempre la gracia de Dios que se dispensa en nuestra Iglesia, fue fiel en la oración y muy mortificada, pensando siempre en los demás antes que en si misma. Si hoy acudimos a su intercesión es porque sabemos que nos ayudará a nosotros en nuestro personal combate por llegar al Cielo.

Pidamos a Rosa su especial protección en las tentaciones y que nos ilumine para que sepamos rechazar todo aquello que nos aparte de Dios.

DÍA NOVENO

Amén
Rosa llevó una vida feliz, abrasada a su esposo crucificado. En el último instante de su vida pudo decir “Todo está consumado”. Siempre dijo “Amén, así sea” a los planes de Dios.… Y diciendo “Jesús, Jesús sea conmigo”, entregó su alma a Dios y entró en la gloria de la bienaventuranza eterna desde donde intercede por nosotros.

Pidamos a Rosa que Dios nos conceda la gracia de abrazar la cruz de las dificultades de cada día con alegría.

Oración final

Gloriosísima patrona y abogada nuestra, Rosa de Santa María, Purísima flor de santidad e inocencia, esposa amantísima de Jesús. Por aquel incendio de divino amor que abrasó tu corazón para con tu soberano Esposo, y por el celo ardentísimo por la salvación de las almas, por el amor a tu pueblo y a tu patria. Te pido humildemente nos concedas abundantes bendiciones, y de manera especial la gracia que te pido… (pídase), si es a mayor gloria tuya y bien de nuestras almas. Amén

Tres reflexiones para compartir en el día del catequista

Querido hermano catequista, te acerco estas líneas como si fueran parte de una conversación con vos.

Querido hermano catequista, te acerco estas líneas como si fueran parte de una conversación con vos. Tal vez, generen alguna respuesta que quieras enviarme o, sencillamente, el silencio de estar pensando las cosas de la Nueva Evangelización, en un discernimiento que calla y que reza. Tal vez elijas compartir parte de este material con los catequistas de tu comunidad, especialmente ahora que nos aproximamos a celebración de nuestro día.

La Catequesis del Catequista
Celebrar es, sobre todo, decir “gracias”. Celebramos la vida en cada cumpleaños, celebramos la salud, una intervención médica que salió bien, la sonrisa de nuestros hijos… Cada hecho que celebramos va unido a la gratitud. En el día del catequista demos gracias por ellos, por su identidad y vocación que, con silencio y mucha humildad, van construyendo el Reino de Jesús.

El catequista está llamado a ser entrañablemente él mismo. En la verdad y en la hondura de su identidad resuena el llamado de Dios que lo convoca a ser eco de Cristo, para que muchos hombres y mujeres se encuentren con Él. ¡Cuánta sintonía y cuánta fidelidad! ¿Cómo hacerse eco auténtico? ¿Cómo no ser una caja de resonancia de otras voces y de otros ruidos capaces de distorsionar la verdadera identidad?

En esta disyuntiva existencial: ser o no ser lo que Dios lo invita a ser, queda implicada la naturaleza humana del catequista. Caída y redimida. Débil y fuerte. Imperfecta y llamada a la plenitud. Sería impensable un catequista desprovisto de la gracia de Dios. Sería impensable un catequista errante, náufrago de procesos educativos incapaces de albergarlo.

La naturaleza humana, abierta al auxilio divino de la gracia y al auxilio humano de la educación, se perfecciona y se hace más imagen y semejanza de Dios. Se hace tierra fértil en la cual Cristo crece, configurando en la personalidad del catequista todas las virtudes que lo hacen capaz de ser lo que Dios lo invita a ser.

En este proceso educativo, la catequesis ocupa un lugar propio e inconfundible. A ella le corresponde la educación de la fe. Y el catequista, como hombre de fe, necesita ser permanentemente educado en esa misma fe que profesa.

Para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario de la catequesis. Destinatario de itinerarios formativos diseñados para él, en los cuales la educación en la fe sea intencional y sistemáticamente favorecida. En el integral entramado de dimensiones diversas asumidas por la formación de los catequistas, tendrá un lugar privilegiado la educación de la fe, como virtud teologal que ha de ser sostenida, fortalecida, animada, informada y testimoniada a lo largo de toda la vida.

Pero, para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario, también, de los procesos catequísticos diseñados para sus catequizandos y catecúmenos. Allí, en la siempre nueva dinámica del encuentro y del proceso catequístico, allí Dios obra produciendo siempre lo inimaginable. Allí, en el misterio de una metodología y de unos recursos siempre imperfectos, Dios logra, una vez más, como aquel día junto al pozo de Zicar, que los discípulos sean testigos. Y el catequista se hace destinatario de lo que los catequizandos y catecúmenos dicen.

Catequistas, hagamos todo lo que Jesús nos diga
Compartimos nuestra realidad catequística, con situaciones nuevas y antiguas y amada siempre por Dios. Él sigue suscitando vocaciones catequísticas en hombres y mujeres que, en medio de esta realidad y enviados por la Iglesia, quieren responder como discípulos-misioneros al llamado de Jesús Buen Pastor.

Los catequistas estamos esencialmente unidos a la comunicación de la Palabra. Nuestra primera actitud espiritual está relacionada con la Palabra contenida en la Revelación, predicada por la Iglesia, celebrada en la liturgia y vivida especialmente por los santos.[1] Y es siempre un encuentro con Cristo, oculto en su Palabra, en la Eucaristía, en los hermanos. Apertura a la Palabra significa, en definitiva, apertura a Dios, a la Iglesia y al mundo.

Cuando los catequistas realizamos nuestro ministerio, es decir cuando conscientes de nuestra propia fe nos ponemos al servicio de nuestros hermanos para ayudarlos a crecer en la fe, aprendemos a mirar el mundo desde una óptica: la del Magníficat. Se trata de una mirada creyente, capaz de ver los signos de esperanza. Mirar la realidad con los ojos de María significa ver el bien también ahí donde todavía no germinó.

Los ojos de María, que buscan a Jesús, saben encontrarlo y, en ocasiones, invitarlo a mostrar signos concretos para que el mundo crea, como en las bodas de Caná.[2] Con esa mirada creyente, los catequistas somos anunciadores del Reino. El mundo hoy, como ayer y como siempre, tiene derecho al anuncio. No se lo puede privar de él. Y, si bien todos los bautizados hemos sido convocados a esa tarea, a los catequistas nos compete de modo especial.

El corazón creyente sabe darse cuenta de que el mundo es amado por Dios, sostenido por su amor. Muchas veces los catequistas somos pobres de recursos, de medios, pero por la gracia de Dios representamos una fuerza de cambio extraordinaria. Donde está Jesús, ahí está su Reino, allí madura la esperanza, allí es posible tomar el amor que da vida. El encuentro con Jesús nos hace testigos creíbles de su Reino, nos asemeja a Él, hasta transformarnos en memoria viviente de su modo de existir y de obrar.

Mirar la vida con ojos de creyentes
Los catequizandos y catecúmenos llegan desde distintos caminos… Con historias de vida y con experiencias de fe diversas. Los catequistas, muchas veces preocupados por unos contenidos a transmitir, obviamos ingenuamente una mirada profunda a lo que ellos han vivido y a lo que creen realmente.

Usamos mucho la palabra “itinerario”, pero más de una vez la reducimos a la simple categoría de “programa” o de “listado de contenidos” preestablecidos. Nos atamos a un deber ser que se olvida de enraizar la vida de las personas y sus procesos anteriores en este nuevo camino que emprendemos en la Catequesis Familiar.

Tal vez este breve y antiguo relato pueda ayudarnos a expresar sencillamente lo que queremos decir.

Una vez un explorador fue enviado por los suyos a un perdido lugar en la selva amazónica. Su misión consistía en hacer un detallado relevamiento de la zona. Como el explorador era experto en su oficio, hizo su tarea con pericia y extremo cuidado. Ningún rincón quedó sin haber sido explorado.

Averiguó cuáles eran los vegetales y los animales del lugar, las características de cada época del año, los secretos del gran río que atraviesa toda la región, las lluvias, los vientos, las posibilidades para la vida del hombre en aquel remoto lugar…

Cuando, por fin, creyó saberlo todo, decidió regresar dispuesto a transmitir a los que lo habían enviado el cúmulo de conocimientos adquiridos.

Los suyos lo recibieron con expectativa… Querían saberlo todo acerca del Amazonas. Pero el avezado explorador se dio cuenta, en ese momento, de la imposibilidad de responder al deseo de su pueblo. ¿Cómo podría él transmitirles la belleza incomparable del lugar, o la armonía profunda de los sonidos nocturnos que solían elevar su corazón? ¿Cómo podría compartir con ellos la sensación de profunda soledad que lo embargaba por las noches, el temor que lo paralizaba ante las fieras salvajes del lugar o la inusitada sensación de libertad que lo embargaba cuando conducía la canoa a través de las inciertas aguas del río?

Entonces, después de pensarlo, el explorador tomó una decisión y les dijo: “_ Vayan y conozcan ustedes mismos el lugar. Nada puede sustituir el riesgo y la experiencia personales”. Pero tuvo miedo… Si algo les pasaba… Si no sabían llegar… Entonces hizo un mapa para guiarlos. Todos hicieron copias, las repartieron y se fueron al Amazonas provistos del conocimiento encerrado en el mapa recibido.

Todos los que tenían una copia se consideraron expertos. ¿Acaso no conocían, a través del mapa, cada recodo del camino, los lugares peligrosos, la anchura y la profundidad del río, los rápidos y las cascadas?

Sin embargo, el explorador lamentó durante toda su vida haberles dado el mapa… Hubiera sido mejor no dárselos.

Esta narración tiene, tal vez, mucho que decir a nuestro ministerio catequístico. No se trata de ayudar a los catequizandos a explorar la selva, introduciéndolos en los vericuetos o en los preciosismos de una detallada información doctrinal, sino de ayudarlos, fundamentalmente, a encontrar al Dios de Jesucristo.


Si bien es cierto que la catequesis incluye tareas de instrucción, iniciación y educación, también es verdad que ella es un ministerio al servicio de la fe. Se trata, sobre todo, de favorecer que nuestros interlocutores vivan su propia experiencia de fe, siempre única, personal e intransferible.

Cuando los interlocutores de la Catequesis comienzan a vivir su fe así, como auténticos exploradores, con cierto riesgo y embarcándose en una especie de “aventura personal”, podemos decir que este “nuevo nacimiento” los afecta por entero y los abre a una realidad nueva, a una manera nueva de realizar la existencia.

Tal vez ellos, en sus caminos anteriores, ya han recibido muchos mapas y están, por eso, convencidos de ser verdaderos expertos en las cuestiones de la fe… Pero no aciertan a mirar la vida con ojos de creyentes. Tal vez esos mapas los han decepcionado, no los han llevado al encuentro con Jesús y los han mantenido en cuestiones externas que critican duramente o que aceptan, con resignación o sin reflexión.

Tal vez nosotros mismos, sus catequistas, les ofrecemos ciertos mapas prefabricados, que nos sirvieron a nosotros; pero que no les sirven a ellos. Les indican caminos que nosotros mismos hemos recorrido, con más o menos acierto, pero no los dejan explorar y aventurarse para encontrarse, por fin, con el Señor.

Tampoco se trata de improvisar o de dejarlos solos. Quizás va siendo hora, de desentrañar el significado y la hondura de una pedagogía que Jesús conocía muy bien: el acompañamiento. Ese caminar junto al que busca, permitiéndole que siga buscando… Ese caminar, al principio casi imperceptible y después tan encarnado en la vida del catequizando.

Un caminar que no violenta, que no apura, que no se detiene y que, recorriendo la Palabra, va dejando llegar… Cada uno lo hace a su tiempo, con respeto a los tiempos del otro, y según sus posibilidades. Pero, por fin, arde el corazón y se produce el encuentro que se celebra con el Pan compartido. La pedagogía del acompañamiento no traza mapas, sino que recorre y acompaña los caminos personales y comunitarios de búsqueda.

Como catequistas, podemos proponernos indagar por aquí algunas de las respuestas pendientes al actual fracaso de la iniciación cristiana. Quizás así sea posible iniciarse o retornar a la fe, desechando antiguos mapas y aprendiendo a mirar la vida con ojos de creyentes.

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