Invita a los pobres

Carlos Borromeo, Santo

Obispo de Milán, 4 de noviembre

Cardenal Obispo de Milán

Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)

Fecha de beatificación: en el año 1602 por el Papa Clemente VIII
Fecha de canonización: 1 de noviembre de 1610 por el Papa Pablo V

Etimologicamente:: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico

Breve Biografía

La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.

Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.

Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.

En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.

Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.

Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.

Invita a Jesús a comer en tu casa

Santo Evangelio según san Lucas 14, 12-14. Lunes XXXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, me invitaste a venir y aquí me tienes. Gracias por quererme tanto que hasta te inventaste este momento para estar juntos. Tú me conoces, dame lo que mi corazón desea y necesita. Haz que hoy muchos puedan sentir tu cariño en mi cariño. María, ven conmigo, hazme compañía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 12-14

En aquel tiempo, Jesús dijo al jefe de los fariseos que lo había invitado a comer:

“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.

Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Vienen tus amigos, parientes, familia. Comienza la fiesta. El ambiente no puede ser mejor, y la comida, eso ni se diga. Éxito rotundo. De pronto Jesús pide hablar para todos. Se forma un silencio, todos lo miramos. Él te llama por nombre. ¿Qué sientes cuando lo oyes? Jesús continúa: Cuando des una comida o una cena, no invites a amigos, ni a tus hermanos. Escucha lo que dice, si quieres interrúmpelo. ¿Cómo reaccionas cuando Jesús habla? ¿Qué sientes? Le puedes mostrar a Jesús qué te pasa. No temas, Él no te condena - te escucha. - Tampoco te quiere infeliz. ¡Al contrario! Si bajó del cielo fue para sanarte. Dile lo que quieras sin pena ninguna, que Él ya te conoce y Él así te ama. Por ti está en la cruz, confesión, Comunión… Cuéntale a Jesús qué deseos surgen de tu corazón. ¿Qué quieres? ¿Qué buscas?

«La primera parábola se dirige al invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en primer lugar, “no sea —dice— que haya sido convidado otro más distinguido que tú y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “deja el sitio a este” y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto”. En cambio, Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta: “Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba”. Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los demás, sino más bien dejar que otros nos la presten. Jesús siempre nos muestra el camino de la humildad —¡debemos aprender el camino de la humildad! — porque es el más auténtico, lo que también nos permite tener relaciones auténticas. Verdadera humildad, no falsa humildad».

(Angelus de S.S. Francisco, 1 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor Jesús, tú conoces mi corazón mejor que yo mismo. Hoy se han movido algunas cosas en mi corazón, otras han salido a flote. ¿Cómo me miras en este momento? Haz que sienta tu mirada y que escuche lo que me quieres decir hoy. Sana mis heridas y dame la nueva vida que viniste a traer. Da hoy en mí esa vida nueva a muchos de mis hermanos y hermanas.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía y agradecerle por las personas que me han amado como soy. Si lo necesito voy a buscar una oportunidad de confesarme.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Dios te llama por tu nombre

Para Dios eres único, tiene para ti un nombre particular, con el mayor cariño y misericordia.

En la noche, gritas para que Dios te llame por tu nombre

Seguramente que te ha sucedido el abandonar el mundo en el que eras conocido para vivir en un país extraño en el que no existes para nadie. Y si entre la multitud desierta surge uno que te "reconoce" y te llama por tu nombre, experimentas de pronto como un nuevo nacimiento. Desde el momento en que una verdadera amistad nace entre dos personas, existe siempre un "antes" y un "después" entre los cuales se puede decir: "Desde que te conozco, ya no soy el mismo." Jacques de Bourbon Busset hace decir a uno de sus personajes: "Era, antes de conocerte, una nada que se creía algo. Hoy soy alguien que se sabe una nada ."

Cuando abres la Biblia, ves también a hombres satisfechos insatisfechos, santos o pecadores, a quienes el encuentro Dios hace felices porque su vida ha encontrado de pronto un sentido nuevo. Todos aquellos a quienes Dios ha salido a su encuentro podrían cantar con Jean Ferrat: "¿Qué sería yo sin ti que viniste a mi encuentro?"

Quienquiera que seas, eres el hermano de estos hombres en su aventura. Aunque fueras el mayor de los pecadores, el más desequilibrado y el más pobre, todas estas situaciones son una oportunidad que se ofrece a Dios para salir a tu encuentro.

En la oración, grita este deseo de ser seducido por Dios: "Todo hombre grita para que se le llame por su nombre." (S. Weil). Sufres sin saber por qué y a menudo deseas como Elías morir, hasta tal punto estás harto de todo. Sé sincero en tu oración, no te comportes como si todo fuera bien y levanta ante Dios esas montañas de sufrimiento, de rencor, de orgullo y de impureza. Si oras con fe y en verdad, Dios transportara esas montañas al mar. Ora el tiempo suficiente y lo suficientemente fuerte para que él transforme esta amargura en dulzura.

En el seno de esta paz austera te descubrirás amado de Dios. Nada se le escapa, te ve en lo secreto y te ama. Deja que resuenen en ti estas palabras de Isaías:
No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas yo estoy contigo, si por los ríos no te anegarán. Si andas por el fuego no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yavé tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar, dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida. No temas, que yo estoy contigo. (Is 43, 1-5).

Ante Dios, tú cuentas, eres precioso como la niña de sus ojos y te ama. Tómate tiempo para deletrear cada una de estas palabras, escríbelas para colocarlas delante de ti como un memorial. Te gusta conservar junto a ti las fotos y las cartas de aquellos a quienes amas, contempla también así las palabras de Dios. Dios te da un nombre nuevo como a Abraham. ¡Es algo muy importante un nombre! Cuando puedes llamar a alguien por su nombre, ya se establece entre él y tú relaciones personales.

Cuando tienes para alguien un nombre personal, es señal de que has llegado a ser para él un ser único, que has escapado de esa muchedumbre anónima y gregaria en la cual nos ahogamos. Entre tus amigos, empleas diminutivos o nombres cuyo secreto tú sólo conoces y que eres el único que puedes darlos de veras.

Dios tiene para ti un nombre particular, un nombre que es el único que conoce contigo y que te revela un poco cada vez a medida que se precisa tu vocación. Un carmelita me escribía hace poco cómo el contacto con un hombre auténtico de oración le había revelado su propio nombre: "Hace diez años, escribe, que estoy en contacto con Dom L. S., y le debo el haber "liberado" en mí una palabra secreta del Señor." Y esta palabra te compromete pues expresa tu actividad o tu destino. Cuando Dios te llama por tu nombre, hace mella sobre lo más profundo de tu ser.

Pues tu nombre es una llamada. Cuando un niño llama a una mujer: "¡Mamá!" es una llamada para que sea para él de verdad su madre. Cuando Dios llama a su amigo "Abraham", es para que sea de verdad "padre de pueblos". El nombre que Dios te da es único y es para ti una llamada a una misión única. ¿Has descubierto tu nombre propio? Eres el único que puedes amar a Dios de esa manera.

Orar, es tal vez ante todo esto: saber, creer que tú tienes para Dios un nombre, que esto es una llamada a una amistad única en la cual conviene que te abandones y que da sentido a tu vida. Pero -y esto es extraordinario porque tú aceptas esta amistad con Dios, el mismo Dios recibe ahora un nombre nuevo. Su nombre estará en adelante en la Biblia: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jesucristo. En la oración, le reconoces y le llamas como el Dios de tu nombre propio. Es de verdad tu Dios. El no te puede expresar mejor que es un Dios a quien se conoce en el encuentro: "Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo." (Heb 11, 16). A través de tu manera de encuentro con Dios los otros, alrededor de ti, tendrán la posibilidad de descubrir o no descubrirán el verdadero rostro de Dios. Cuando has sido "cogido" por Dios y, a tu vez, llamas a tus hermanos por su nombre, es Dios, el que a través tuyo, les encuentra a ellos.

Jesús nos enseña el amor gratuito

Antes de la oración del Ángelus, Papa Francisco reflexiona sobre el Evangelio de Lucas que tiene como protagonista a Zaqueo

“Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador, va a buscarlo para traerlo de vuelta al camino correcto”: lo afirmó el Santo Padre Francisco a la hora del Ángelus dominical de este XXXI domingo del tiempo ordinario.

Deteniéndose en el pasaje del Evangelio de Lucas que relata el encuentro de Jesús con Zaqueo, Francisco evidencia que el Señor nos busca siempre con su mirada, como lo hizo con este publicano, para salvarnos.

En efecto, Zaqueo era un hombre rico que recaudaba impuestos por cuenta del Imperio Romano y lo hacía no de manera honesta sino pidiendo “soborno” y “esto aumentaba el desprecio por él”. Francisco relata que al saber de la llegada de Jesús, que en su camino a Jerusalén hace una parada en Jericó, el “jefe de los publicanos” trata de ver a Jesús entre la multitud presente para acogerlo “porque era curioso” pero siendo de baja estatura, se sube a un árbol para poder verlo. Pero cuando Jesús llega cerca de él, levanta su mirada y lo ve. Y “esto – señala el Obispo de Roma – es importante” porque “la primera mirada no es la de Zaqueo, sino la de Jesús” que busca entre tanta gente el rostro del pecador:

“ La mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de que nosotros mismos nos demos cuenta de que necesitamos que ser salvados ”

Y es a partir de esa mirada del divino Maestro que  “comienza el milagro de la conversión del pecador de Jericó”. Jesús - continúa el Papa - llama a Zaqueo por su nombre, invitándolo a bajar del árbol porque tiene “que parar en su casa”. Y sin reproches le dice que debe ir a su casa porque ésta  “es la voluntad del Padre”.

“ A pesar de los murmullos de la gente, Jesús eligió quedarse en la casa de ese pecador público ”

También nosotros nos hubiéramos escandalizado por el comportamiento de Jesús – señala el Papa. Pero, al contrario, Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador para llevarlo nuevamente al recto camino.

“ Quien jamás se ha sentido buscado por la misericordia de Dios tiene dificultades para comprender la extraordinaria grandeza de los gestos y de las palabras con las que Jesús se acerca a Zaqueo ”

Esta atención de Jesús llevan a Zaqueo a cambiar de manera neta su mentalidad  - continúa explicando el Pontífice  - y a darse cuenta “de lo mezquina que es una vida totalmente apegada al dinero, a costa de robarle a los demás y de recibir su desprecio”.  Y el hecho de tener a Jesús en su casa le hace ver todo con “un poco de la ternura con la que Jesús lo ha mirado” y  “el gesto de agarrar es reemplazado por el de dar”.

Gracias a Jesús, asegura el Santo Padre,  Zaqueo descubre “que es posible amar gratuitamente: hasta ese momento era avaro, ahora se vuelve generoso”:

 “ Al encontrar el Amor, descubriendo que es amado a pesar de sus pecados, se vuelve capaz de amar a los demás, haciendo del dinero un signo de solidaridad y de comunión. ”

En la conclusión, el Obispo de Roma invoca a la Virgen María para que ella “nos obtenga la gracia de sentir siempre sobre nosotros la mirada misericordiosa de Jesús”,  y de “salir al encuentro con misericordia de los que se han equivocado”.

¿Cómo hacer un buen examen de conciencia?

Examinar la conciencia para pedirle a Dios perdón por los pecados cometidos es ponerse delante de Él para que su misericordia nos alcance

Mucha gente se acerca a la confesión sin antes haber examinado a fondo su conciencia. Y así se pierde del perdón total y de la gracia que renueva hasta las raíces de la existencia. Esto es un servicio para ustedes.

Examinar la conciencia para pedirle a Dios perdón por los pecados cometidos es, en primer lugar, ponerse delante de Él para que su misericordia nos alcance y, tocados por el amor de Dios que perdona, nos abramos al arrepentimiento y al perdón. Por eso, las sugerencias que a continuación se escriben, son sólo una ayuda para que quien quiera confesarse lo haga mejor pero siempre desde la gracia de Dios que es la que nos lleva a la contrición. Este examen de conciencia lo tengo almacenado en mi computadora hace mucho tiempo. No sé con certeza de dónde lo saqué, pero está bastante completo, por eso se los comparto.

El primer paso que debemos dar es ponernos en presencia de Dios para rezar con confianza al Señor, pidiéndole que nos ilumine para reconocer que Dios es misericordioso, que nos ha librado de la esclavitud del pecado por su muerte en Cruz, y así reconozcamos nuestros pecados.

Luego de esto, nos interrogamos acerca de nuestra vida y nuestros actos concretos de cada día.

Primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

Este mandamiento nos pide que, ante todo y en todas las cosas, elevemos nuestra mirada a Dios, al Padre  que nos conduce con amor providente, al Hijo que ha dado su vida por nosotros para que nosotros adquiramos vida en Él, y al Espíritu Santo, que nos conduce en la vida cristiana.

¿He pecado contra la fe poniendo en duda algunas de sus verdades? ¿He negado a Dios, a la Iglesia, a los santos o alguna otra verdad de nuestro Credo? ¿Rechacé a Dios o a la Iglesia delante de los demás? ¿Desesperé de mi salvación, o abuse de la confianza en Dios, pensando que no me abandonará o que me salvaré aún cuando lleve una vida de pecado o no me esfuerce en convertirme para alcanzar la santidad? ¿Murmure interiormente o manifesté mi rebeldía contra Dios cuando me sucedió algo malo o no recibí lo que esperaba? ¿Descuido la oración o rezo con descuido y pereza, olvidándome fácilmente de las cosas de Dios? ¿Trato de formarme cristianamente para conocerlo y amarlo más a Dios? ¿Practico la superstición a través de los horóscopos, el espiritismo, o distintos gestos que no son de la Iglesia? ¿Guardo el debido respeto y uso con devoción y fe de los objetos que manifiestan a Dios y a los santos como las estampitas, el santo Rosario, los Crucifijos y el agua bendita? ¿Participo de las reuniones que hacen las sectas?

Segundo mandamiento: “No tomar su nombre santo en vano”

Este mandamiento me pide sumo respeto por el nombre de Dios y todo aquello que es de Dios.

¿He blasfemado? ¿Lo hice delante de otros? ¿Hice algún voto, juramento o promesa a Dios que después no cumplí? ¿He jurado sin que fuese verdad el contenido del juramento? ¿Juré sin necesidad, sin prudencia o por cosas sin importancia? ¿Tomé a broma o utilicé para hacer chistes objetos sagrados o lo que se refiere a la religión?

Tercer mandamiento: “Santificar las fiestas”.

¿Asisto a la santa Misa los días domingos y las fiestas de precepto? ¿Llegué tarde o participé distraídamente? ¿Le impedí a los que dependen de mi, como por ejemplo a mis hijos, asistir a Misa porque no los acompañé o no los ayudé a poner los medios para que concurran a la celebración? ¿Trabajé sin necesidad o hice trabajar a otros un día domingo, impidiéndoles la concurrencia a la santa Misa o descansar, estar en familia y poder dedicarse a la oración? ¿Dedico el día domingo a mi familia, a Dios y al crecimiento espiritual por la ración y la lectura? ¿Guardo abstinencia o realizo alguna penitencia los días viernes? ¿Se mortificarme o hacer penitencia por el bien de los demás y para el propio crecimiento espiritual de acuerdo a las indicaciones del confesor o del padre espiritual? ¿Me confieso con la frecuencia debida? ¿Participo en la Semana Santa de las celebraciones de la Muerte y Resurrección de Jesucristo?

Cuarto Mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”

Este mandamiento reclama de nosotros la obediencia debida a la autoridad, expresando en ella respeto y gratitud hacia mis padres, docentes y gobernantes en general

¿He desobedecido a mis padres? Tengo un criterio desordenado de independencia personal que me lleva a rechazar las indicaciones de mis padres sólo porque ellos me lo dicen? ¿Los entristezco con mis rebeldías y caprichos? ¿Los he insultado o les he deseado el mal? ¿He sido responsable ante mis padres o quienes me ayudan por el esfuerzo que hacen por mi educación o he perdido el tiempo y malgastado los recursos económicos que ponen a mi disposición? ¿He dejado de ayudar a mis padres, abuelos o familiares en sus situaciones de necesidad o ancianidad? ¿Soy egoísta en mi familia, peleándome con mis hermanos y familiares? ¿Estoy atento a los demás para ayudarlos? ¿Colaboro para que mi familia sea una buena familia, donde todos crecemos en la ayuda mutua y corrección fraterna? ¿He dado mal ejemplo? ¿Exasperé a mis hijos con mis palabras, ejemplos o reclamos arbitrarios e infundados? ¿Amenacé a mis hijos, los golpeé o amenacé de alguna manera? ¿Me ocupo de la educación de mis hijos? ¿Los educo en la fe con mi palabra y mi ejemplo? ¿Estoy atento a las necesidades de mis hijos, sé donde están y cuido de sus compañías, salidas y diversiones?

Quinto mandamiento: “No matarás”

¿Procuro evitar la enemistad, el odio o el rencor hacia los demás? ¿Dejé de hablar o saludar a alguien y me niego a la reconciliación o no hago nada para lograrla? ¿Me alegro del mal del otro o me entristezco de su bien? ¿Me dejo llevar por la ira, el fastidio o la rabia hacia los demás? ¿Me burlé, critiqué, murmuré de los otros? ¿Soy imprudente cuando conduzco, o no respeto las normas de tránsito? ¿He maltratado de palabra, o de obra a los demás? ¿Soy maleducado o grosero para tratar a ciertas personas? ¿He llegado a herir o a quitar la vida del prójimo? ¿He practicado o colaborado en un acto de aborto? ¿Recomendé a abortar sabiendo que es un pecado muy grave y que lleva consigo la pena de excomunión? ¿Cuido de mi salud y la de aquellos que están a mi cargo?

¿Cómo o bebo de modo excesivo poniendo en peligro cierto a mi salud? ¿He consumido drogas? ¿Escandalicé a otras personas con mis actitudes, con mis palabras o bromas, o por falta de pudor o invitándolos a espectáculos o lecturas que hacen daño?  ¿He sido negligente al hacer mi trabajo o dejé de hacer aquello que debía, y que de alguna manera puede ocasionar un daño a la persona o a su misma muerte?

Sexto mandamiento: “No realizarás actos impuros”

¿Utilicé el don de Dios para comunicar el amor que constituye la sexualidad para la búsqueda egoísta del propio placer? ¿Me entretuve en pensamientos impuros, los deseé o entretuve la imaginación o mirada en ellos? ¿Es mi noviazgo serio y responsable como búsqueda de la maduración en el amor para formar una familia, o hay en ello una búsqueda egoísta de placer? ¿Soy fiel? ¿He tenido relaciones prematrimoniales o extramatrimoniales? ¿Busco conocer y crecer en las virtudes que me ayudan a vivir la castidad, la fidelidad y a respetar a las personas en su dimensión sexual? ¿He utilizado contraceptivos para evitar el embarazo? ¿He permitido una esterilización para no tener más hijos?

Séptimo mandamiento: “No robarás”

¿Robé dinero o algún objeto?¿Ayudé para que otros roben? ¿Han sido objetos de valor o una suma importante de dinero? ¿Me han prestado algo que no he devuelto? ¿Perjudiqué a otros con engaños o trampas en los contratos? ¿He cobrado más de lo debido? ¿Gasté más de lo que me es posible hacerlo? ¿He cumplido responsablemente con mi trabajo, ganando con justicia lo que se me pagó? ¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldo? ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás? ¿Cumplo con las leyes sociales? ¿Pago mis impuestos? Teniendo a cargo tareas de gestión y servicios públicos, ¿acepté dinero para favorecer un trámite? ¿Hice favoritismos en la elección de personas? ¿He prestado mi apoyo o guardé silencio frente a delitos, inmoralidades, coimas y otros abusos en la función pública o en la acción política? ¿Gasté el dinero en cosas superfluas, como el juego, la bebida, o gustos personales, desatendiendo a mi familia y mis otras responsabilidades? ¿Dejo una limosna para sostener el culto de la Iglesia en la medida de mis posibilidades?

Octavo mandamiento: “No levantarás falso testimonio ni mentirás”.

Este mandamiento nos exige ser sinceros con los demás, conmigo mismo y que mi palabra siempre exprese la verdad.

¿Mentí? ¿Miento habitualmente en cosas sin importancia, para quedar bien o para solucionar situaciones? ¿Descubrí indebidamente defectos de otras personas? ¿Mentí acerca de defectos o presuntas acciones malas de otro para desacreditarlo? ¿He dejado de defender al prójimo cuando correspondía? ¿Hice juicios temerarios, murmuré o hablé mal de los demás? ¿He revelado secretos? ¿Dije aquello que me fue confiado en el ejercicio de mi profesión o trabajo? ¿Desvirtué la información para provecho personal o por otros intereses? ¿Reparé el daño que se siguió a mis revelaciones? ¿Escuché conversaciones ajenas? ¿Puse en práctica la corrección fraterna aún cuando me era difícil?

Noveno mandamiento: “No desearás la mujer de tu prójimo”

¿Puse mi mirada o deseo en otra persona? ¿No fui fiel aún interiormente a la alianza celebrada con mi mujer o mi esposo? ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿No pongo remedio a situaciones o compañías que son causa de pecado? ¿Busco provocar con falta de pudor a otras personas? ¿Tengo actitudes de seducción?

Décimo mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”

¿Busco enriquecerme indebidamente? ¿Me da envidia lo que otros poseen? ¿Trato de perjudicar a los demás en sus cosas? ¿Quisiera tener lo que el otro tiene, sin aceptar lo que poseo para mi bien y el de mi familia? ¿Tengo un espíritu de lucro desordenado? ¿Pretendo adquirir bienes o dinero inmediatamente, aún recurriendo a medios ilícitos o inmorales?

7 consejos bíblicos para ser feliz

La felicidad es uno de los grandes tesoros que todo ser humano anhela y desea para su vida

¿Quién no quiere ser feliz? ¿Quién quiere vivir en desgracia? He aquí una serie de consejos la mar de útiles para que se nos conceda esa dicha:

Guarda sus leyes y sus mandamientos que hoy yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y permanezcas largos años en la tierra que te da Yavé, tu Dios.
(Deut 4,40)

No tengan ustedes la menor duda de que el camino seguro hacia la felicidad es vivir conforme a la voluntad de Dios. Y eso implica cumplir sus mandamientos. Algo posible de hacer si por gracia amamos a Dios. Como dice San Juan:

Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1 Jn 5,2)

Hemos de saber todos que cuanto más amamos a Dios, más fácil nos resulta cumplir sus mandamientos, porque ese mismo amor es gracia que nos ayuda a no pecar. El que ama al Señor acaba odiando el pecado que le aleja de Él. Mas no debemos desesperar si vemos que todavía pecamos, pues Él es fiel para perdonarnos cada vez que caemos si en verdad nos acercamos con un corazón contrito y humillado. Imploremos de su misericordia el perdón y de su gracia la capacidad para vencer toda tentación.

Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé, tu Dios, te lo ha mandado, para que vivas largos años y seas feliz en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará.
(Deut 5,16)

Honrar a los padres es propio de personas decentes. Les debemos obediencia mientras estamos sujetos a ellos. Y respeto siempre, mientras vivan. Independientemente de cómo se comporten con nosotros. Por supuesto, dentro de ese respeto no entra el permitirles que interfieran en asuntos que son de nuestra absoluta incumbencia. Si Dios mismo dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, es claro que no debemos permitir que los padres pongan en peligro un matrimonio. Pero hágase tal cosa sin faltarles al respeto y la honra debida.

Ni que decir tiene que en su vejez los padres han de ser objeto del mayor de nuestros cariños. Tanto más si están enfermos. Y permitidme añadir también a nuestros padres espirituales, los sacerdotes. Que no tienen hijos en la carne pero muchos de ellos nos han engendrado y criado en Cristo. Seamos especialmente atentos con ellos.

Porque, siguiendo la verdad, serás feliz en todas tus obras, como todos los que practican la justicia. Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti.
(Tobías 4,6-7)

Verdad y caridad, caridad y verdad, binomio inseparable para alcanzar la fidelidad. Goza más el que da que el que recibe. Y pocas cosas hay tan satisfactorias para el alma como ayudar al necesitado.

Les cuento una anécdota personal. Siendo bastante niño -no más allá de 6 ó 7 años- iba con mi madre por el metro (suburbano) de Madrid, cuando al salir a la calle en la estación de Embajadores, nos encontramos a una mujer muy anciana pidiendo limosna. Por alguna razón que se me escapa, me quedé impresionado al ver su rostro. Pasamos de largo pero según empezamos a subir las escaleras, le dije a mi madre: “dame cinco duros para entregárselos a esa mujer". Mi madre se sorprendió, pues era la primera vez que le pedía algo así. Me los dio, bajé, se los entregué a esa anciana, que me miró fíjamente a los ojos y musitó: “gracias, hijo mío. Dios te lo pague". Créame si les digo que no había muchos niños en el mundo tan felices como yo en esos momentos. Fue, probablemente, la primera vez que ayudé a un pobre. Y no se me olvidará en la vida la alegría que Dios me dio.

Pero tú guarda la Ley y los preceptos, sé misericordioso y justo, y serás feliz.
(Tobías 14,9)

Nuevamente ley, misericordia y justicia. Cuando hoy se prostituye tanto la misericordia de Dios, pretendiendo hacerla cómplice de nuestras transgresiones, es necesario recuperar su verdadero sentido. Grande es la misericordia de Dios que nos perdona nuestros pecados, pero hay tanta o más misericordia divina en librarnos de pecar.

Porque sol y escudo es Yavé, Dios, y da Yavé la gracia y la gloria y no niega los bienes a los que caminan en integridad.
(Salm 84,12)

A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo.
(Efe 4,7)

Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia.
(Jn 1,16)

No lo olvidemos. Todo es gracia. Hasta nuestra colaboración con la gracia nos es dada por gracia. No la desperdiciemos. No caigamos en la tentación de confiar solo en nuestras fuerzas, ni en la desesperación de creer que no nos es concedido vencer el pecado. Dios nos ama tanto que envía a su Hijo a pagar el precio por nuestros pecados y a su Espíritu para recrearnos a imagen del Hijo, de forma que podamos vencer toda tentación. Si somos hijos de Dios, obremos como el Hijo de Dios nos concede obrar en el Espíritu Santo. Y solo así seremos verdaderamente felices.

Que de nosotros se pueda decir:

No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
(3 Jn, 4)

Y que con Santa Teresa de Jesús podamos al fin de nuestros días decir: “al fin muero hija de la Iglesia. Al fin y al cabo, como decían los Padres, “no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia como Madre“.

¿Qué hacer con imágenes religiosas guebradas o rotas?

Un desastre natural o un accidente doméstico puede dejarnos con un objeto religioso roto o deteriorado ¿Qué hacemos con él?

En muchos templos y santuarios se crea una seria dificultad con las imágenes de yeso, en mal estado, que los peregrinos dejan por diversos lugares.

Eso habla de un respeto por lo que la imagen representa y por lo sagrado que la imagen recuerda. Es como las fotos antiguas de los padres, las madres, los abuelos, los hijos ya fallecidos. Se guardan con respeto y cariño aunque estén dañadas o borrosas.

El paso del tiempo, los temblores y otras causas hacen que en nuestras casas se nos destruyan las imágenes del Señor, de la Virgen y de los santos. Actualmente el yeso no es trabajado con materiales que lo refuercen (alambres, estopa, etc.), por lo tanto, al menor golpe tenemos en casa una imagen destrozada.

Pareciera que lo primero que surge en la mente es llevarlas a un templo. Sin embargo, en los templos hay que eliminarlas con respeto y cuidado. Es tarea a veces complicada, por la cantidad de yeso que se acumula.

Tampoco es bueno llevarla a los cementerios.

La Iglesia nos enseña:

“La veneración de las imágenes, sean pinturas, esculturas, bajorrelieves u otras representaciones, además de ser un hecho litúrgico significativo, constituyen un elemento relevante de la piedad popular: los fieles rezan ante ellas, tanto en las iglesias como en sus hogares. Las adornan con flores, luces, piedras preciosas; las saludan con formas diversas de religiosa veneración; las llevan en procesión; cuelgan de ellas exvotos como signo de agradecimiento; las ponen en nichos y templetes en el campo o en las calles”.

”Sin embargo, la veneración de las imágenes si no se apoya en una concepción teológica adecuada, puede dar lugar a desviaciones. Es necesario, por tanto, que se explique a los fieles la doctrina de la Iglesia, sancionada en los concilios ecuménicos y en el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre el culto a las imágenes sagradas”. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Es conveniente que desterremos de nosotros la idea, muy generalizada, de que una imagen dañada es algo mágico, que tenerla en casa trae mala suerte, que es malo tenerlas. No es malo ni ueno.

“Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa. Por eso a las imágenes se les debe tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan”. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Así como nos enseña la doctrina de la Iglesia Católica, nos vamos acercando a la forma cómo debemos actuar con una imagen destruida. Nunca con miedo, nunca pensando o actuando como si nos fuera a pasar algo malo. Nada de eso. La imagen se destruyó, se rompió y nada nos va a pasar, fuera de la pena que a veces sentimos porque era imagen que teníamos desde niños.

¿Qué son las imágenes sagradas?

Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes sagradas son:

- Traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que la imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico.

- Signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, representan a Cristo, que es glorificado en ellos.

- Memoria de los hermanos Santos que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos sobretodo en la celebración sacramental.

- Ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos.

- Estímulo para su imitación, porque cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla en sus ojos: una “imagen verdadera del hombre nuevo, transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación”.

- Una forma de catequesis, puesto que a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las inturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe.

No podemos olvidar que actualmente hay en el mercado muchas imágenes feas, decadentes, deformes. Hay que evitar esas imágenes para nuestras casas y comunidades. Las representaciones del Señor, de la Virgen y de los santos deben ser de materiales nobles y deben transmitir belleza.

¿Qué hacer con las imágenes en mal estado?

- No llevarlas a los templos, santuarios ni cementerios.

- Si se trata de telas (pinturas), hay que buscar una persona entendida que nos oriente en la forma de devolverle la belleza a esas pinturas. Algunas pueden ser muy valiosa.

- Cuando se trata de imágenes de madera, bronce, mármol o piedra, hay que conservarlas en casa y buscar algún buen restaurador. Si no se tiene los medios para hacerla restaurar, hay que entregarlas a algún museo, de preferencia religioso (católico). O bien, a un convento o parroquia.

- Si son imágenes de yeso, hay que ver si es posible restaurarlas, porque se puede hacer, especialmente cuando se trata de imágenes con alambres o estopa al interior. Esas imágenes son valiosas. Hay que conservar con cuidado todos los trozos, de manera particular los rostros. Un buen artesano en yeso hace maravillas con esos pequeños trocitos. En el Santuario de Lourdes tenemos las direcciones de algunos artesanos que trabajan muy bien porque conocen las antiguas técnicas.

Cuando la imagen está totalmente destruida...

- Si es yeso, se coloca en un tiesto hasta que se deshaga, y con cuidado se vierte en algún lugar del jardín de la casa donde no haya cultivos de hortalizas, arboles frutales ni de flores ornamentales. Con el paso del tiempo se mezcla solo con la tierra. Tarda un poco el proceso.

- Si se da el caso de alguien que viva en departamento o en casa sin patio, pues se muele completamente la imagen, se reduce a polvo y se elimina en un lugar adecuado, conforme cada persona lo estime. Se ha sabido que algunas personas hacen artesanías con el yeso molido. Lo mezclan con arena de diversos colores y hacen hermosos adornos en botellas blancas.

Consultado un fabricante de imágenes, nos ha señalado que el yeso ya procesado no sirve. No se puede reutilizar, no sirve para estucos, es material inútil que daña bastante la tierra. Por eso es bueno tratar de cuidar las imágenes, y las que pueden ser restauradas hay que repararlas para que duren mucho.

Rosarios, Libros y otros artículos bendecidos: Lo mejor es reparar o restaurar lo que se pueda reparar. Muchos Rosarios pueden ser desarmados de tal manera que sus cuentas terminen formando las de uno nuevo y listo;  sus cruces, también, son susceptibles de ser separadas para usarlas con una cadena. Con relación a los libros una nueva encuadernación puede ser la solución.

Cuando se reciclan Rosarios, puede que sobren partes, también puede que la restauración  de los libros sea mas costosa que comprar uno nuevo, algo similar puede ocurrir con las imágenes. Para estos casos, lo mejor es conseguir un recipiente de plástico lo suficientemente grande para contenerlos y colocar en él estos objetos o restos de los mismos. 

Siempre hay alguna Capilla, Templo, Colegio Católico, Centro de Atención Católico, etc. que esté en construcción. Pues habla con el sacerdote responsable de esta obra y ofrecele tu caja con los objetos para que sean colocados en los cimientos de la edificación. 

Recordemos que, aunque rotos o desgastados, siguen siendo benditos, por lo que seguirán bendiciendo esa construcción.

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