Tú, perdónalo

Martín de Tours, Santo

Memoria Litúrgica, 11 de noviembre

Obispo

Martirologio Romano: Memoria de san Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nació de padres paganos en Panonia, en el territorio de la actual Hungría, y llamado al servicio militar en Francia, cuando todavía era catecúmeno cubrió con su capa al mismo Cristo transformado en el semblante de un pobre. Recibido el bautismo, dejó las armas y llevó en Ligugé vida monástica en un cenobio por él fundado, bajo la dirección de san Hilario de Poitiers. Ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, manifestó en sí el modelo del buen pastor, fundando otros monasterios y parroquias en los pueblos, instruyendo y reconciliando al clero y evangelizando a los campesinos, hasta que en Candes regresó al Señor († c. 397). 

Breve Biografía

Martín de Tours es uno de aquellos hombres que han hecho hablar de sí a muchas generaciones por haber sido protagonista de episodios aptos para despertar la fantasía popular. Es frecuente la narración del episodio de San Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido.

Martín, hijo de un tribuno romano, nació en Sabaria, en Panonia, hacia el 315. A los quince años ya vestía el uniforme militar. El episodio del manto hay que colocarlo en este periodo, porque a los 18 años recibió el bautismo y abandonó la milicia para seguir a San Hilario de Poitiers, su maestro. Después de un breve noviciado de vida eremítica en la Isle Galinaria, Martín fundo dos monasterios: Ligugé, el más antiguo de Europa, y Marmoutier, que se convertiría en un gran centro de vida religiosa.

Después del paréntesis contemplativo, siguió el activo: Martín, elegido obispo de Tours, se convirtió en el grande evangelizador de Francia. Había sido, como se dice, soldado sin quererlo, monje por elección y obispo por deber. En los 27 años de vida episcopal se ganó el amor entusiasta de los pobres, de los necesitados y de cuantos sufrían injusticias, pero no era bien visto por los de su clero que querían vivir tranquilamente. De hecho fue acusado por un sacerdote llamado Bricio. Su respuesta fue proverbial: “¿Si Cristo soportó a Judas, por qué no debería yo soportar a Bricio?”

Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una visita pastoral. Sus funerales, que tuvieron lugar tres días después, fueron una verdadera apoteosis; en ese día, el 11, se conmemora su memoria. Se puede considerar como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Esa fecha quedó también como punto de referencia en los contratos de arrendamientos, de terrenos, de compraventas, en el mundo agrícola: “el nuevo vino se bebe en San Martín”, se dice todavía hoy en muchas regiones de Italia y de Francia.

La mitad del manto que – según la leyenda – San Martín compartió con el pobre de Amiens, se conserva celosamente en una capilla. Al custodio de la capilla se llama “capellán”, sin ser lo, porque es el protector de la “capa” del Obispo de Tours.

Señor, auméntanos la fe

Santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6. Lunes XXXII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido la gracia de renovar y aumentar en mí el don de la fe, y que mi vida sea guiada por ella.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.

Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”.

Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es la petición que dirigen los apóstoles a Jesús después de escuchar su palabra. En su enseñanza, Él nos invita a tener cuidado de no ser ocasión o escándalo de pecado y a ser pacientes con el prójimo. Es una invitación a ser testimonios y custodios del don que hemos recibido, desde su corazón, en nuestro bautismo: el don de ser hijos Dios, el don de la fe y la caridad.

El bautismo nos ha liberado de la esclavitud y de la mancha del pecado y nos ha unido al amor de Dios. Este don, que debemos custodiar y testimoniar, puede ser despreciado y abandonado, porque existe en nosotros la debilidad. Por ello, los apóstoles dirigen esa petición al Señor, pues saben que las palabras que acaban de escuchar no siempre serán fáciles de vivir. Seguramente muchas veces hemos caído en el pecado, no hemos sido capaces de perdonar en un primer momento a nuestro hermano, a nuestro prójimo, lo que nos ha llevado al olvido del don recibido, de la vivencia y conciencia de lo que somos: hijos de Dios.

Rezar esa petición, que hoy leemos en el Evangelio, es una petición que debemos tener siempre en el corazón pues expresa toda nuestra realidad; en ella reconocemos que sin Él nada podemos, aceptamos nuestra debilidad y dejamos que el Señor la sostenga y la sane con su amor. Rezarla es reconocer en Él a nuestro Padre, abrirnos a su amor y gracia; es reconocer que poseemos un don maravilloso que no queremos perder, sino que queremos custodiar, vivir y testimoniar. No importa la situación en la que nos encontremos, siempre llenos de confianza y paz, dirigiendo nuestra mirada y corazón a Dios, podemos decir: Señor aumenta mi fe.

«La fe requiere un camino, una salida, hace milagros si salimos de nuestras certezas acomodadas, si dejamos nuestros puertos seguros, nuestros nidos confortables. La fe aumenta con el don y crece con el riesgo. La fe avanza cuando vamos equipados de la confianza en Dios. La fe se abre camino a través de pasos humildes y concretos, como humildes y concretos fueron el camino de los leprosos y el baño en el río Jordán de Naamán. También es así para nosotros: avanzamos en la fe con el amor humilde y concreto, con la paciencia cotidiana, invocando a Jesús y siguiendo hacia adelante».

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

A lo largo del día intentar repetir con conciencia y fervor, la petición de los apóstoles: «Señor aumenta mi fe».

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Los escándalos de la Iglesia

¿Cuál debe ser nuestra respuesta ante los escándalos en la Iglesia?

Es un escándalo mayúsculo. Uno que muchas personas, que durante largo tiempo han tenido aversión a la Iglesia a causa de alguna de sus enseñanzas morales o doctrinales, están usando como pretexto para atacar a la Iglesia como un todo, tratando de afirmar que después de todo ellos tenían razón.

Lo primero que necesitamos hacer es entenderlo a la luz de nuestra fe en el Señor. Antes de elegir a Sus primeros discípulos, Jesús subió a la montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a Su Padre en oración acerca de a quiénes elegiría para que fueran Sus doce apóstoles, los doce que El formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en Su nombre. El les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron cómo Jesús obró incontables milagros. Ellos mismos obraron en Su nombre numerosos milagros.

Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavó los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traicionó al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas, simulando un acto de amor para entregarlo. “¡Judas,” le dijo Jesús en el huerto de Getsemaní, “con un beso entregas al Hijo del Hombre!” Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. El lo eligió para que fuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y usó su libertad para permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.

Así que desde los primeros doce que Jesús mismo eligió, uno fue un espantoso traidor. A veces los elegidos de Dios lo traicionan. Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría acabado antes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no se juzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes sí lo viven.

En vez de centrarse en aquel que traicionó a Jesús, se centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo, nosotros estamos aquí hoy. Es gracias a los otros once, todos los cuales, excepto San Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamarlo que nosotros llegamos a escuchar la palabra salvífica de Dios, que recibimos los sacramentos de la vida eterna.

Hoy somos confrontados a esa misma realidad. Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención en los buenos “once”, aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia, debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo una perspectiva auténtica y completa.

El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia.

San Francisco de Sales fue un santo a quien Dios hizo surgir justo después de la Reforma Protestante. La Reforma Protestante no brotó fundamentalmente por aspectos teológicos, por asuntos de fe – aunque las diferencias teológicas aparecieron después – sino por aspectos morales.

Este santo dijo: “Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato,” destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo. Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo – los que permiten que los escándalos destruyan su fe – son culpables de suicidio espiritual.

“Son culpables“, dijo él, “de cortar de cuajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía“. San Francisco de Sales anduvo entre los suizos tratando de prevenir que cometieran un suicidio espiritual a causa de los escándalos.

Sin importar cuán pecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia – en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importar cuán pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente – Cristo mismo actúa a través de ese ministro.

¿Cuál debe ser la respuesta de la Iglesia a estos actos? Se ha hablado mucho al respecto en los medios.

¿Tiene la Iglesia que trabajar mejor, asegurándose que nadie con predisposición a la pedofilia sea ordenado? Absolutamente. Pero esto no sería suficiente. ¿Tiene la Iglesia que actuar mejor para tratar estos casos cuando sean reportados? La Iglesia ha cambiado su manera de abordar estos casos y hoy la situación es mucho mejor de lo que fue en los años ochenta, pero siempre puede ser perfeccionada. Pero aun esto no sería suficiente. ¿Tenemos que hacer más para apoyar a las víctimas de tales abusos? ¡Sí, tenemos que hacerlo, tanto por justicia como por amor! Pero ni siquiera esto es lo adecuado.

¡La única respuesta adecuada a este terrible escándalo, la única respuesta auténticamente católica a este escándalo – como San Francisco de Asís reconoció en 1200, como San Francisco de Sales reconoció en 1600 e incontables otros santos han reconocido en cada siglo – es la santidad! ¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia, toda crisis que el mundo enfrenta, es una crisis de santidad! La santidad es crucial, porque es el rostro auténtico de la Iglesia.

Indudablemente habrá muchas personas estos días – y ustedes probablemente se encontrarán con ellas – que dirán: “¿Para qué practicar la fe, para qué ir a la Iglesia, si la Iglesia no puede ser verdadera, cuando los así llamados elegidos son capaces de hacer el tipo de cosas que hemos estado leyendo?” Este escándalo es como un perchero enorme donde algunos tratarán de colgar su justificación para no practicar la fe. Por eso es que la santidad es tan importante.

¿Tienen que ser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¿Tienen que ser más santos los religiosos y religiosas y dar un testimonio aún mayor de Dios y del Cielo? Absolutamente. Pero todas las personas en la Iglesia tienen que hacerlo, ¡incluyendo a los laicos! Todos tenemos la vocación de ser santos y esta crisis es un llamado para que despertemos.

Estos son tiempos difíciles para ser un sacerdote hoy. Son tiempos difíciles para ser un católico hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdote hoy y tiempos magníficos para ser un católico hoy.

Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve en oposición a la Iglesia. Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para reconocer que cuando se nada contra la corriente de las críticas, estamos más seguros porque permanecemos adheridos a la Roca sobre la que Cristo fundó su Iglesia. Este es uno de esos tiempos.

La Iglesia sobrevivirá, porque el Señor se asegurará de que sobreviva. Una de las más grandes réplicas en la historia sucedió justamente hace unos 200 años. El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final de dominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al Cardenal Consalvi: “Voy a destruir su Iglesia” “Je détruirai votre eglise!” El Cardenal le contestó: “No, no podrá“. Napoleón, con sus 1.50 de altura, dijo otra vez: “Je détruirai votre eglise!” El Cardenal dijo confiado: “No, no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!” Si los malos papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior – le estaba diciendo implícitamente al general – ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo?

El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase. El prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre Su Iglesia; que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcará, no porque aquellos que van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que esto suceda. Cristo sigue en la barca y El nunca la abandonará. La magnitud de este escándalo podría ser tal, que de ahora en adelante ustedes encuentren difícil confiar en los sacerdotes de la misma manera como lo hicieron en el pasado. Esto puede suceder y podría no ser tan malo. ¡Pero nunca pierdan la confianza en el Señor! ¡Es Su Iglesia!

Este escándalo puede ser algo que los conduzca por el camino del suicidio espiritual o algo que los inspire a decir, finalmente, “Quiero ser santo, para que yo y la Iglesia podamos glorificar Tu nombre como Tú lo mereces, para que otros puedan encontrarte en el amor y la salvación que yo he encontrado.” Jesús está con nosotros, como lo prometió, hasta el final de los tiempos. El sigue en la barca.

Ahora es el tiempo para que los verdaderos hombres y mujeres de la Iglesia se pongan de pie. Ahora es el tiempo de los santos. ¿Cómo vas a responder tú?

El Papa: las cárceles sintetizan la cultura del descarte

Es más fácil reprimir que educar”, “negar la injusticia presente en la sociedad” y crear “espacios para encerrar en el olvido a los infractores”

La situación de las cárceles sintetiza “la cultura del descarte” presente en nuestras sociedades, siendo “reflejo de nuestra realidad social y consecuencia de nuestro egoísmo e indiferencia”: fueron palabras del Papa dirigiéndose a los responsables de la pastoral carcelaria este mediodía, en el marco de su encuentro internacional.

Promover desarrollo que reduzca circunstancias de acciones ilícitas

Concluyendo en que “es más fácil reprimir que educar”, “negar la injusticia presente en la sociedad” y “crear estos espacios para encerrar en el olvido a los infractores”, que “ofrecer igualdad de oportunidades de desarrollo a todos los ciudadanos”, el Papa tocó una vena saliente en la sociedad, al señalar nuestra propia deuda con los descartados.

Francisco señaló que en lugar de buscar “la promoción de un desarrollo integral de las personas que reduzca las circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas”, bajo una perspectiva de “búsqueda del bien y la seguridad” se procura “con el aislamiento y el encarcelamiento”, lo que es la “solución última” a los problemas de vida de la comunidad.

La solución que delinea el Papa, en cambio, está en el procurar verdaderamente la promoción de un desarrollo integral de las personas, "que reduzca las circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas”.

La verdadera reinserción debe garantizar oportunidades

El Papa también constató que los lugares de detención “no pocas veces fracasan en el objetivo de promover los procesos de reinserción”. Esto porque “carecen de recursos suficientes que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares" que experimentan las personas detenidas.

El tema de la “frecuente superpoblación en las cárceles”, también fue subrayado por el Pontífice, quien indicó que la misma convierte a estos centros “en verdaderos lugares de despersonalización”.

La verdadera reinserción social, aseguró, “comienza garantizando oportunidades de desarrollo, educación, trabajos dignos, acceso a la salud, así como generando espacios públicos de participación ciudadana”.

Superar la estigmatización de quien ha cometido un error

La situación en que se encuentra la persona al salir de la prisión también fue abordada en el discurso: muchas veces al salir de la prisión, – dijo - la persona se enfrenta a un mundo que le es ajeno, y que además no lo reconoce digno de confianza, llegando incluso a excluirlo de la posibilidad de trabajar para obtener un digno sustento.

Se trata de una situación que suscita, según el Papa, que queden “nuevamente expuestas a los peligros que acompañan la falta de oportunidad de desarrollo, en medio de la violencia y la inseguridad”.  Por eso llamó a que como “comunidades cristianas” nos planteemos una pregunta: 

“Si estos hermanos y hermanas han pagado ya la pena por el mal cometido, ¿por qué se pone sobre sus hombros un nuevo castigo social con el rechazo y la indiferencia?”

En muchas ocasiones, advirtió, "esta aversión social es un motivo más para exponerlos a reincidir en las propias faltas”.

Gratitud del Papa a quienes sirven a estos hermanos

En los últimos párrafos de su discurso el Santo Padre elevó una plegaria a Dios por cada persona que "desde el silencio generoso sirve a estos hermanos, reconociendo en ellos al Señor". Y se congratuló "por todas las iniciativas con las que, no sin dificultades, también se asiste pastoralmente a las familias de los detenidos y las acompañan en ese período de gran prueba, para que el Señor bendiga a todos".

Una lección de maternalidad para la Iglesia

El Romano Pontífice quiso concluir su discurso dejando dos imágenes para los participantes: una, la de las ventanas de una cárcel:"no se puede hablar de un ajuste de deuda con la sociedad en una cárcel sin ventanas", dijo, puesto que "no hay una pena 'humana', sin horizonte". "Incluso una pena perpetua - que para mí es discutible - tendría que tener un horizonte", añadió. 

La segunda imagen fue la de la fila de la gente que va a visitar a los detenidos, en particular, la de las madres. El Papa recordó, a partir de su experiencia en Buenos Aires, a esas "mujeres a las que todo el mundo veía", porque hacían una "cola de una hora antes de entrar", para ser luego sometidas a las revisiones de seguridad, "muchas veces humillantes": "esas mujeres no tenían vergüenza de que las viera todo el mundo. 'Mi hijo está allí'... Y daban la cara por el hijo", resaltó. 

"Que la Iglesia aprenda maternalidad de estas mujeres, y aprenda los gestos de maternalidad que tenemos que tener para con estos hermanos y hermanas que están detenidos". 

"La ventana, y la madre haciendo cola: son las dos imágenes que les dejo", finalizó.

¿Cómo rezar el Padre Nuestro en Misa?

Algunas posturas y gestos corresponden UNICAMENTE al sacerdote quien preside la asamblea en nombre y persona de Jesucristo a quien representa.

Durante la Misa cuando se reza el Padre Nuestro el sacerdote invita al pueblo reunido a rezar la oración de Señor. El Misal únicamente dice que el sacerdote y los concelebrantes extienden las manos. En ninguna parte indica que lo hagan los fieles. Ni en ese lugar, ni al hablar de los gestos y posturas del pueblo.

Tampoco prevé que se tomen de las manos los fieles. Eso se ha realizado a título personal por algunos sacerdotes que se apegan a un supuesto recurso pastoral para acercar más a los fieles a la liturgia. Lo cierto es que al caer en este tipo de actos nada les garantiza que la gente vaya más a Misa.

La Instrucción General del Misal Romano en su número 152 dice: “Terminada Plegaria Eucarística, el sacerdote con las manos juntas, dice la monición antes de la Oración del Señor; luego, con las manos extendidas, dice la Oración del Señor juntamente con el pueblo”.

Algunos han expuesto que si dice que solamente el sacerdote que preside puede levantar las manos al rezar la oración de Jesús los sacerdotes concelebrantes no pueden, pero la Instrucción General también indica que los sacerdotes concelebrantes pueden levantarlas también, no así los diáconos, aunque sean clérigos.

La Instrucción General del Misal Romano en su número 237 dice: “Después, con las manos juntas, el celebrante principal dice la monición antes de la Oración del Señor, y en seguida, con las manos extendidas, juntamente con los demás concelebrantes, quienes también extienden las manos, y con el pueblo, dice la Oración del Señor”.

Si una Conferencia Episcopal considera que deben de extender las manos, puede solicitarlo a la Santa Sede. Mientras eso no se haga ni se autorice, como no ha sido, no hay norma que establezca esa postura de los fieles. La Instrucción General del Misal Romano dice en su número 390: “Corresponde a las Conferencias de Obispos definir las adaptaciones que se indicarán en esta

Institución General y en el Ordinario de la Misa, y una vez aprobadas las actas por la Sede Apostólica, introducirlas en el Misa, como son:

* Los gestos de los fieles y las posturascorporales (cfr. antes n. 43)
* Los gestos de veneración referentes al altar y al Evangeliario (cfr. antes n. 273).
* Los textos de los cantos de entrada, de preparación de los dones y de la Comunión (cfr. antes núms. 48; 74; 87).
* Las lecturas que deben ser tomadas de la Sagrada Escritura para circunstancias especiales (cfr. antes n.362).
* La forma de dar la paz(cfr. antes n.82).
* El modo de recibir la sagrada Comunión(cfr. antes núms. 160; 283).
* El material del altar y de los utensilios sagrados, especialmente de los vasos sagrados y, además, el material, la forma y el color de las vestiduras litúrgicas (cfr. antes núms. 301; 326; 329; 339; 342-346).

Más aun, podrán ser incluidos en el Misal Romano, en un lugar adecuado, con previa aprobación de la Sede Apostólica, los Directorios o Instrucciones Pastorales que las Conferencias de Obispos juzguen útiles.[150]”

En la liturgia se prevé la participación corporal con gestos y posturas: en pie, de rodillas, sentados e incluso postrados al suelo, como los viernes santos o cuando son las ordenaciones sacerdotales. Algunas posturas y gestos corresponden al sacerdote quien preside la asamblea en nombre y persona de Jesucristo a quien representa y otras posturas corresponden propiamente al pueblo de Dios que participa de la celebración. Lo correcto es que cada uno haga lo que le corresponde y sólo lo que le corresponde y que nadie escoja lo que quiera hacer como por mero gusto personal.

Algunos han señalado que se puede juntar las manos y llevarlas al pecho al momento de rezar el Padre Nuestro, pero eso tampoco se refleja en la Instrucción General del Misal Romano. Ante la cuestionante de como rezarlo simplemente reza sin ningún gesto corporal así como cuando rezas el Credo. Y otra cosa que también se cuestiona mucho, esta instrucción para el Padre Nuestro es solamente para cuando se reza en Misa, fuera de la Misa levanta las manos o toma las manos de los que están cerca o júntalas y llévalas al pecho siempre y cuando con esa acción se genere piedad y nada de excentricismos.

Hasta la próxima.

Exorcista ofrece 3 consejos para afrontar las asechanzas del demonio

El P. Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis, nos da tres consejos para protegerse de las asechanzas del demonio

El demonio siempre tienta a la gente para que peque, por ello el Apóstol San Pablo afirma en su carta a los Efesios que la batalla no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra “los soberanos del mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.

Ante esta situación y en entrevista concedida al National Catholic Register, el P. Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis, dio tres consejos para protegerse de las asechanzas del demonio.

1.- Hacer las “cosas básicas”

El P. Lampert indicó que cuando la gente le pide ayuda contra los ataques del demonio, él les sugiere hacer las “cosas básicas”. “Si son católicos, les digo que oren, se confiesen y vayan a Misa”, resalta.

El exorcista comentó que la gente suele considerar estas cosas como actos rutinarios y alegan que no son efectivos.

“Me miran como si estuviera loco, pero si les digo que agarren un gato por la cola y que le den vueltas alrededor de sus cabezas a medianoche lo harían. La gente cree que deben hacer algo extraordinario, pero en realidad las cosas más ordinarias son las que construyen gracias y dan protección”.

“Si un católico reza, va a Misa y recibe los sacramentos, el diablo da la vuelta y se va”, enfatizó.

2.- Saber que el poder está en la fe y no en los objetos

El exorcista explicó que el crucifijo, las medallas, el agua bendita y otros sacramentales católicos tienen un poder de protección, pero lo que realmente los hace poderosos es la fe, no el objeto en sí mismo. “Sin ella no pueden hacer mucho”, dijo.

Asimismo, el sacerdote advirtió sobre usar estos sacramentales como amuletos para la “buena suerte”. En una ocasión, recordó, un conductor le dijo que la imagen que tenía de un ángel guardián los iba a proteger. Él respondió: “no, ese pedazo de metal no te va a proteger. Solo si te recuerda que Dios envía ángeles para protegerte”.

El P. Lampert recordó el relato del Evangelio sobre la vez que Jesús fue a Nazaret, su ciudad natal, y no pudo realizar allí ningún milagro porque la gente no tenía fe. Sin embargo, otras personas se curaron porque tenían fe. Un ejemplo es la hemorroísa que pensó que con solo tocar el manto de Cristo se sanaría. Y así fue.

3.- Estar en una comunidad de fe

El P. Vincent Lampert comentó que muchas personas pertenecientes a diferentes confesiones no católicas se acercan a pedirle ayuda. “Yo los ayudo si vienen con alguien de su misma Iglesia. Necesito saber si están conectados a una comunidad de fe y si alguien continuará con ellos”, indicó.

El exorcista explicó que el ministerio de exorcismo y liberación implica un cuidado pastoral especial y es necesario que la persona crea y tenga fe.

“La mitad de la gente que viene a verme no tiene fe. Ellos quieren los beneficios de estas prácticas pero no quieren comprometerse con Cristo (...) Si ellos no invitan al Espíritu Santo a sus vidas y desarrollan una relación con Cristo, la situación empeorará. En caridad les digo que se vayan”, explicó.

PAXTV.ORG