El signo de Jonás
- 24 Febrero 2021
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publicado el 23/02/21
Una guía para orar que empieza por el desasosiego y la humildad y desemboca en la confianza de un hijo en el amor de su Padre todopoderoso
¡Qué difícil decir nada sobre cómo iniciar y perseverar en la oración! ¿Cómo recomendar pasos, dar criterios, ofrecer consejos? Es tal la intimidad de la comunicación con Dios que nadie debería poder atreverse a proponer casi nada sobre este importante asunto.
Sin embargo, se ha escrito tanto y tan oportuno y provechoso…
Leyendo a Jacques Philippe, que pertenece desde 1976 a la Comunidad de las Bienaventuranzas, creo que podríamos descubrir el camino de infancia espiritual de santa Teresa de Lisieux. Y desde allí ver que entrar en oración es un paso que exige humildad, que precisa de un abajamiento por nuestra parte y de saber quiénes somos y ante Quién estamos.
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Es bueno invocar al Espíritu Santo para que sepamos, en silencio, a la escucha, andar serenamente atentos para oír lo que el Señor nos dice. No solo hablar, a veces parlotear.
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También ir de la mano de María, intercesora de todas las gracias.
Y digo serenamente atentos porque todos hemos llegado a la oración ansiosos, preocupados, centrados en un tema, a veces incluso exigiendo con cierta desesperación que el Señor nos resuelva tal asunto. Y ese no es el modo pues la ansiedad podría ser una forma de desconfianza y quién sabe si también de orgullo.
Tranquilidad, confía…
Por tanto, hay que parar, sosegarse, respirar hondo, muy hondo y unirse a santa Teresa del Niño Jesús en aquella máxima que presidió su vida:
«Mi camino está hecho todo él de confianza y amor».
La oración para Jacques Philippe, siguiendo a santa Teresita, se inicia y discurre por un camino de confianza y abandono en el que se sabe que Dios nos conoce bien y nos ama.
OSEBNI ARHIV
Nos conoce y sabe qué necesitamos antes de expresarlo. Y a menudo nos olvidamos de este extremo.
Es como ir a ver a un buen amigo, al Amigo. Hay que entrar suavemente, saludarle, mirarle, agradarle con nuestras primeras palabras. Ser cordial, llevar el corazón en la mano. Sin temor.
Adora, acoge
Y como es Dios qué mejor manera de empezar que adorarle y mostrarle nuestra disposición de cumplir su Voluntad. Sin forzarle, sin exigirle, sin tensión ni zozobra. ¡Es Dios y todo lo puede!
Jeffrey Bruno
Y quizá también descubrir que podríamos estar ante el momento de la prueba, de la Cruz, y entonces solo cabe abrazarla con la consciencia de que es una oportunidad para ofrecer el dolor.
Llegar a la oración, por ejemplo ante el Santísimo, y no andar despacio dando los pasos oportunos es como tener prisa en que el Señor nos resuelva los problemas. No podemos ir a tiro hecho, atolondrados.
Es necesario andar con humildad y agasajarle, decirle que le amamos con todo el corazón. Y sin aspavientos, también presentarnos ante Él en una actitud de adoración, de penitencia, en actos de reparación.
Y también pedir, con delicadeza
Poco a poco, ya muy concentrados, ahí también caben las peticiones, las súplicas, la expresión de nuestros padecimientos y lágrimas. Y Él lo espera. Y Él pondrá aceite en nuestras heridas.
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Si alguien nos viniera a ver a casa y, con angustia y prisas, procediera de este modo nos dolería.
Entonces, ¿cómo no ser un buen amigo de Jesús y agradarle con nuestro trato delicado para darle gloria y hacerle la carga de nuestros pecados más llevadera, para reparar las muchas ofensas que sufre cada día?
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Abandonarse en los brazos del Padre
Y acercarse poco a poco, sabiendo que Él es un Padre bueno que nos ama y cuida. Ahí entra la oración de abandono. La santa de Lisieux nos dice explícitamente:
Jesús no pide grandes hazañas, sino abandono y gratitud.
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Entremos en oración con este tenor, gratitud, esperanza, confianza, entrega. Toda irá bien si nos sentimos sus hijos muy queridos, si amortiguamos los temores y los cambiamos por serena confianza.
«La confianza, y sólo la confianza, debe llevarnos al amor» insiste santa Teresa.
El miedo no es buena guía. El apresuramiento lleno de preguntas y peticiones que a veces parecen reproches con pensamientos del tipo de “¿por qué me sucede esto a mí?” no es el camino.
No es el tono pues Él sabe más, y lo ve todo con una perspectiva inmensamente amplia de la que nosotros carecemos. Él sabe mejor qué necesitamos y qué no nos conviene. Y puede que el dolor deba transformarse en ofrenda.
Infancia espiritual
Entonces debemos aminorar nuestras dudas y despojarnos del cinismo que a veces se nos engancha después de haber vivido muchos sinsabores.
Entonces solo cabe hacerse niños. Y los niños se acercan a sus padres, heridos, pero tranquilos pues su padre, su madre lo puede todo.
Y a veces no creemos que nuestro Padre lo pueda todo. La infancia espiritual es el camino, confiar como niños, con la inocencia de los niños que se abandonan en los brazos de su papá.
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Porque así san Pablo nos señala que nos hemos de dirigir a nuestro Padre: ¡Abba, Pater!, en términos muy tiernos, llamándole papaíto.
“Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: ‘¡Abba! ¡Padre!’ Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios” (Gálatas 4:4-6)
¡Somos hijos! Y no extraños. Hijos pequeños que ponen su confianza en Dios sin prisa, sin desapego. Sin traer nada en las manos. Niños que buscan el abrazo de su Padre porque saben que su Padre los espera con misericordia y ternura.
«En verdad os digo, que quien no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Lucas, 17: 17.)
Etelberto, Santo
Rey de Kent, 24 de febrero
Laico
Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Etelberto, rey de Kent, que fue el primero de los príncipes de los anglos convertido a la fe en Cristo por el obispo san Agustín († 616).
Breve Biografía
Eteleberto, rey de Kent, se casó con una princesa cristiana llamada Berta, que era la hija única de Chariberto, rey de París. Etelberto concedió a su esposa plena libertad para practicar su religión y Berta llevó consigo a Inglaterra a Liudardo, un obispo francés, quien ofició en la dedicación de la iglesia de San Martín de Canterbury. La tradición habla de la piedad y las amables virtudes de Berta, que indudablemente impresionaron mucho a su marido.
Sin embargo, Etelberto no se convirtió sino hasta la llegada de san Agustín de Canterbury y sus compañeros. Los misioneros, enviados por san Gregorio el Grande, desembarcaron en Thanet, desde donde se comunicaron con el rey Etelberto, anunciándole su llegada y las razones de su viaje. Etelberto les rogó que permanecieran en la isla y pocos días más tarde, fue personalmente a escucharles. Su primera conversación con ellos se llevó al cabo al aire libre, pues el rey temía que empleasen alguna magia o encanto, y en aquella época se creía que la magia no producía ningún efecto a cielo abierto. Etelberto se sentó bajo una encina y recibió amablemente a los misioneros; después de escucharles, les dio permiso de predicar al pueblo y de convertir a cuantos pudieran. Igualmente les dijo que él no podía abandonar por el momento a sus dioses, pero que velaría porque los misioneros fuesen bien tratados y no les faltase nada. Beda cuenta que les entregó la iglesia de San Martín para que pudiesen «cantar salmos, orar, ofrecer la misa, predicar y bautizar». Las conversiones empezaron a multiplicarse, y Etelberto y la corte no resistieron largo tiempo a la predicación. Fueron bautizados en Pentecostés del año 597. A la conversión del rey siguió la de millares de sus súbditos.
El rey dio permiso a San Agustín y sus compañeros de reconstruir las antiguas iglesias y de construir otras nuevas; pero, a pesar de su celo por la propagación de la fe, no obligó a sus súbditos a cambiar su religión. Como lo dice expresamente Beda, Etelberto había aprendido de sus maestros que el servicio de Cristo tenía que ser voluntario. Etelberto trataba a todos sus súbditos con la misma bondad, aunque sentía especial afecto por los que se habían convertido al cristianismo.
Su gobierno se distinguió por el empeño que puso en mejorar las condiciones de vida de sus súbditos; sus leyes le ganaron el aprecio de Inglaterra, en épocas posteriores. En Canterbury regaló tierras y edificios al arzobispo, quien construyó ahí la catedral llamada "Christ Church" y, fuera de las murallas, la abadía y la iglesia de San Pedro y San Pablo, que más tarde se llamó de San Agustín. Etelberto fundó el nuevo obispado de Rochester en sus dominios y construyó la iglesia de San Andrés. En Londres, que formaba parte del territorio del rey de los sajones del este, construyó la primera catedral de San Pablo. Por su medio abrazaron la fe cristiana Saberlo, rey de los sajones del este, y Redvaldo, rey de los anglos del este, si bien Redvaldo recayó más tarde en la idolatría.
Después de cincuenta y seis años de reinado, Etelberto murió el año 616 y fue sepultado en la iglesia de San Pedro y San Pablo, donde descansaban los restos de la reina Berta y de san Liudardo. Hasta la época de Enrique IV, había siempre una lámpara encendida frente a su sepulcro. Las diócesis de Westminster, Southwark y Northampton celebran su fiesta; la diócesis de Nottingham y el Martirologio Romano conmemoran su nombre.
San Etelberto es un modelo por la nobleza de su conversión. La acogida que dio a los misioneros y su gesto de escucharles sin prejuicios son un caso extraordinario en la historia. Con su actitud de no imponer la fe a sus súbditos, a pesar de su celo por propagarla, favoreció enormemente la obra de los misioneros. La violencia ha sido siempre enemiga de la fe, aun en los casos en que parece favorecerla momentáneamente, pues está en oposición con el espíritu del Señor y la esencia misma del cristianismo. El mundo será evangelizado por la oración, la predicación y el ejemplo, no por la violencia, la persecución y la tiranía.
Santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32. Miércoles I de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ilumina mi mente, Señor, y dispón mi alma para poder contemplar los milagros que haces en cada momento de mi vida. Enséñame, Señor, a descubrirte e infunde en mi corazón tu espíritu para poder amarte cada día más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.
Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué sucede en mi interior, Señor? ¿Por qué dudo cuando sé cuál es la verdad? Nuevamente puedo sentir ese deseo de encontrar las respuestas de mi vida. Ese mismo deseo que sintieron los habitantes de Nínive al pedir un signo a Dios. Pero ¿realmente pido a Dios lo que es correcto? ¿No será que me falta fe?
Ante los hechos que suceden en mi vida, puedo reaccionar de diversas maneras; quiero respuestas, pido señales y muchas veces sufro la impaciencia, cuando realmente me falta detenerme, esperar y ver más allá. No basta sólo con utilizar mis ojos humanos, sino que falta utilizar los ojos de la fe, esos ojos que ven y mueven mi corazón a actuar; pues puedo pasar días enteros, noches en vela, pidiendo auténticos milagros extraordinarios, cuando los auténticos milagros los estoy viviendo día a día sin darme cuenta.
Soy tan afortunado, Señor, tengo el don de la vida, la compañía de Dios, el don de tener otras personas a mi lado con las cuales puedo compartir y muchas veces no me doy cuenta de todo ello. Quizá sea que realmente lo esencial es invisible a los ojos humanos, mas no a los ojos de la fe.
Enséñame, Señor, a contemplar los auténticos milagros que suceden en mi vida. Enséñame, por favor, a descubrirte en lo ordinario y a no querer buscar siempre lo extraordinario, pues quien busca la verdad, busca a Dios aunque no lo sepa, como nos enseña santa Edith Stein.
«Hay otros como el terco Jonás, que son los justicieros. Él iba, profetizaba, pero en su corazón decía: ‘Pero se lo merecen. Se lo merecen. ¡Se la han buscado!’. Él profetizaba, ¡pero no oraba! No pedía perdón al Señor por ellos. Solo los golpeaba. Son los verdugos, ¡los que piensan que tienen razón! Y al final -continúa el libro de Jonás- se ve que era un hombre egoísta, porque cuando el Señor lo ha salvado, por la oración del pueblo, Nínive, él se ha enojado con el Señor: ‘¡Tú siempre eres así. Tú siempre perdonas!’. Por lo tanto, la oración que es solo fórmula sin corazón, así como lo es el pesimismo o la inclinación a una justicia sin perdón, son tentaciones que el cristiano siempre debe evitar para llegar a elegir "la mejor parte"».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita al Santísimo y le daré gracias por todos los dones que he recibido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Dios pone señales en nuestra vida
Reflexión del P. Cipriano Sánchez dedicada al tema de la autenticidad y el atender correctamente a los llamados de Dios.
Jesucristo califica con mucha dureza a la gente de su tiempo y dice que son una generación perversa. Perversa porque tienen una señal y no están dispuestos a aceptar la señal que Dios les da. La señal que Cristo dará, será su Resurrección. Pero Cristo mismo es consciente de que no es suficiente con que Dios dé señales a los hombres; Cristo es consciente de que es necesario que los hombres aceptemos las señales que Dios nos da, que estemos dispuestos a abrir nuestro corazón a las señales; de otra forma, nuestro corazón es un corazón perverso.
¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro corazón puede estar caminando de una forma alejada de Dios Nuestro Señor, viviendo de una forma torcida, porque no está aceptando el modo concreto en el cual Dios llega a su vida. Todo este camino que es nuestra existencia, está sembrado por señales de Dios. Está de una forma o de otra, con una constante presencia de un Dios que nos va señalando, indicando, prestando, como una luz que parpadea en todo momento de nuestra vida. Así es Dios en nuestro corazón, con todas las señales que constantemente nos va marcando.
Señales que a veces podrían parecernos extrañas, como el que “la reina del Sur vaya a ver a Salomón”. ¿Qué es lo que la reina del Sur había hecho para ir a ver a Salomón? Simplemente había oído hablar de su sabiduría. ¿Qué es lo que Jonás predica a los ciudadanos de Nínive? Simplemente el hecho de que Nínive va a ser destruida.
La reina del Sur cambia su vida y es capaz de ir hasta Israel para ver a Salomón y los ninivitas cambian su vida y se convierten. Es decir, no es problema el cómo Dios Nuestro Señor nos manda una señal particular para que cambiemos nuestra vida, el problema está en si nuestro corazón va abriendo los ojos a esas señales, si está dispuesto en todo momento a escuchar lo que Dios le quiere decir.
Y aquí donde Jesucristo nos pone en guardia: cuidado, porque a ustedes no se les van a dar otras señales más que la señal del profeta Jonás, la Resurrección de Cristo. Esta señal, se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en nuestra vida, no nos da mucha seguridad, al contrario, más bien nos pone en más riesgo.
Cristo, cuando llega a nuestra existencia, nos hace arriesgarnos más. La reina del Sur podría haber dicho: “¿Cómo voy a ir yo hasta allá para escuchar a un rey que dicen que es muy sabio?” Los habitantes de Nínive podrían haber dicho”. ¡Este señor está mal!
¿Por qué va a tener que destruir nuestra ciudad dentro de tres días si no cambiamos nuestra existencia?”. Y a la reina del Sur se hubiera quedado sin conocer la sabiduría y los habitantes de Nínive se habrían quedado sin conocer la Misericordia de Dios. No habrán sido capaces de captar la señal con la que Dios, en ese momento, estaba pasando por sus vidas.
No habrían sido capaces de captar la luz con la que Dios, en ese momento, quería iluminar su existencia.
Cuando uno mira para atrás de la propia existencia y empieza a ver la cantidad de señales que no ha captado y la cantidad de veces que la luz no brilló en nuestro corazón, podría preguntarse: ¿qué hago ahora si he dejado muchas señales, muchas luces de Dios? ¿No será un paso gigante para mi alma? ¿Tendré posibilidad de dar marcha atrás?
¿La reina del Sur tendría posibilidad de volverse a encontrar con Salomón? ¿Los habitantes de Nínive habrían tenido posibilidad de volver, otra vez a escuchar a Jonás? No lo sabemos. Sabemos una cosa como decíamos en el Salmo “Un corazón contrito. Dios no lo desprecia”. Que si en nuestro interior hay el anhelo y el deseo de volver a Dios, Él siempre va a esta listo para darnos de nuevo su luz. Dios siempre va a estar listo para presentarse de nuevo en nuestra vida.
¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.
Lo contrario de la perversión es la conversión. Si nuestra alma está constantemente convirtiéndose a Dios, así encuentre un su vida mil defectos, mil problemas, mil reticencias, mil miedos, encontrará al Señor.
Es lo mismo que les ocurrió a los habitantes de Nínive. Es la frase final, con la cual el rey de Nínive termina su mandato: “Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos”.
Aunque halla murallas, dificultades; aunque seamos nosotros mismos los primeros que nos sintamos como obstáculo al regreso de Dios N. S., no olvidemos que Él siempre está en el camino de la conversión. Él siempre está ahí, dispuesto a darnos la mano, a tendernos la posibilidad de regresar a Él.
¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de una profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios?
En esta Cuaresma tenemos que ir viendo hasta qué punto estamos aceptando las señales de Dios N. S. nos da. Viendo cómo Dios me habla, que detrás de ese cómo Dios me habla, a veces gozo, con penas, a veces con un quebranto tremendo de corazón y a veces con una grandísima alegría en el alma. Estas señales de Dios, tienen detrás un sello que es la Resurrección de Cristo y si nosotros las aceptamos, no simplemente vamos a estar aceptando a un Dios que pasa por nuestra vida, sino que vamos a estar aceptando la garantía con la cual, Dios N. S. pasa por nuestra vida.
Hagamos de nuestra existencia, de nuestro camino, de nuestro encuentro con Dios, un constante aceptar el modo en el que Dios me ha hablado, aunque yo no lo entienda. “Aunque este muy lejos Salomón”. Abramos nuestros ojos, abramos nuestro corazón, nuestra vida a las señales de Dios y permitamos que el Señor vaya señalando, indicando por dónde nos quiere llevar.
Si algún día no sabemos por dónde nos está llevando, que solamente nos preocupe el no perder de vista las señales de Dios. No importa por dónde nos lleve, eso es problema de Él. Nuestro autentico problema, es no perder de vista las señales de Dios, porque por donde Él nos lleve, tendremos siempre la certeza de que nos está llevando por el camino siempre correcto, por el que nosotros necesitamos ir.
Que ésta sea nuestra oración y el más profundo fruto de esta Cuaresma: ser tan auténticos con nosotros mismos, que seamos capaces de ver la autenticidad con la que Dios nos habla. Que nunca la autenticidad de Dios, choque con la inautenticidad de nuestra vida. Que la autenticidad con la que Él se manifiesta en nuestra existencia, a través de sus señales, encuentre siempre como eco el corazón abierto, dispuesto, auténtico, que recibe todas las señales que el Señor le da.
Las catequesis del Papa Francisco sobre la pandemia.
Aceptar la invitación del Papa a unirse a él en una "peregrinación" inspirada en el Evangelio y teniendo como "faros" las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Un viaje que nos lleve a captar esa crisis que ha puesto de manifiesto nuestra vulnerabilidad como una oportunidad para construir un mundo más justo, cuidando unos de otros.
Es en esta dirección que el Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Cardenal Peter K. Turkson desarrolla el prefacio del volumen "Sanar el mundo" que ofrece las palabras del Papa Francisco sobre la pandemia del coronavirus pronunciadas durante las audiencias generales del 5 de agosto de 2020 al 23 de septiembre de 2020.
El objetivo del texto, publicado por la Libreria Editora Vaticana, es transmitir la intención expresada por el Pontífice al concluir la audiencia general del 5 de agosto:
"Es mi deseo reflexionar y trabajar juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras".
Curación y consuelo
El pensamiento del cardenal se dirige a los días de mayor sufrimiento para Italia a causa de Covid-19: entre el 21 y el 26 de marzo, y hasta el 27 de marzo, cuando se produjo el momento especial de oración del Papa Francisco ante una Plaza de San Pedro vacía por el confinamiento.
Una imagen que, según señaló el cardenal Turkson, recordaba a la del "siervo sufriente" de Isaías, que cargaba con la desesperación y el dolor del mundo. Con sus palabras sobre la tormenta expresó la "ansiedad colectiva" del mundo, pero también recordó la imagen del "sumo sacerdote" que representaba a la familia humana ante Dios, buscando la curación y el consuelo en su desconcierto.
Las crisis como momento de rediseño
Una tarea de consolador que se traduce, por tanto, en las catequesis de los miércoles, dedicadas precisamente a la curación de un mundo sacudido por la pandemia. El cardenal también recuerda que durante los pontificados de Benedicto XVI y del Papa Francisco, el mundo ha pasado por tres crisis: la financiera de 2008-2009 y la "actual crisis gemela del cambio climático y del Covid-19". Crisis que también son retos para cambiar a mejor.
La crisis, como señaló Benedicto XVI a propósito de la crisis de 2008, se convierte en una oportunidad para una "nueva planificación", exhortando a afrontar las dificultades con confianza y no con resignación.
Los caminos propuestos por Francisco
Asimismo, el prefacio repasa los puntos más destacados de las 9 catequesis del Papa durante los miércoles de ese período, recordando que la manera de salir mejor de la crisis es "una empresa común".
Se va, por tanto, desde la catequesis introductoria que presenta a Jesús como sanador, hasta la segunda que se centra en la sanación de las relaciones en un mundo en el que, de hecho, estamos interconectados, y así sucesivamente; diseccionando las raíces de la injusticia social, la importancia de la opción preferencial por los pobres, la necesidad de sanar las pandemias sociales y de contrarrestar la cultura de la indiferencia.
También se recuerda el destino universal de los bienes y cómo la desigualdad es fruto de un crecimiento económico desigual. En este camino son fundamentales la solidaridad y la subsidiariedad, así como la llamada a ponerse al servicio de la construcción de una "civilización del amor" que promueva el bien común a todos los niveles.
También se da espacio a la relación que debe guardarse con la creación. Un nuevo camino que no puede separarse de mantener nuestra mirada fija en Jesús "nuestro sanador" que nos envía como consoladores. Al final de cada una de las catequesis del Papa, el libro nos anima a realizar este viaje, planteando preguntas a nivel personal, familiar y comunitario, tema por tema, sobre las acciones concretas a realizar.
Cuaresma: 40 días para la reconciliación
Tiempo litúrgico que recuerda los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. Es un tiempo de reconciliación
Origen y significado de la fiesta
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua.
Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días, comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo.
También cabe decir que la liturgia considera el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de resurrección, toda una celebridad junta llamada "Triduo Pascual".
Inicialmente, la Cuaresma iba desde el Primer Domingo de Cuaresma al Jueves Santo, pero a raíz de una reforma litúrgica, se descontaron los domingos por considerarlos pascuales y no penitenciales. Para "cuadrar", se añadió a la cuaresma los días que van del Miércoles de Ceniza hasta el Primer Domingo de Cuaresma. De esta manera salen los 40 días. Actualmente, y lo repito de nuevo, la Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo
A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo.
El pecado nos aleja de Dios, rompe nuestra relación con Él, por eso debemos luchar contra él pecado y ésto sólo se logra a través de la conversión interna de mente y corazón.
Un cambio en nuestra vida. Un cambio en nuestra conducta y comportamiento, buscando el arrepentimiento por nuestras faltas y volviendo a Dios que es la verdadera razón de nuestro existir.
La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.
La Cuaresma es un camino hacia la Pascua, que es la fiesta más importante de la Iglesia por ser la resurrección de Cristo, el fundamento y verdad culminante de nuestra fe. Es la buena noticia que tenemos obligación de difundir.
En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
El ayuno y la abstinencia en la Cuaresma
- El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día.
- La abstinencia consiste en no comer carne.
- Son días de abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
- La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.
- Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
- El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana.
Cómo vivir la Cuaresma
1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.
2. Luchando por cambiar yo mismo.
3. Haciendo sacrificios.
4. Haciendo oración.
1. Arrepintiéndome de mis pecados:
Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Este es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.
2. Luchando por cambiar:
Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios:
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa “hacer sagrado”. Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.
4. Haciendo oración:
Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.
Sugerencias para vivir la Cuaresma:
Rezar la Oración de Cuaresma
Padre nuestro, que estás en el Cielo, durante esta época de arrepentimiento, ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras, transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la obscuridad y el dolor
en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Contar a los niños el sentido de la Cuaresma de una forma amena para que la entiendan y se motiven a cumplir con los propósitos del calendario de Cuaresma. Educarles en el sentido espiritual, sobre todo.
Leer en los Evangelios el relato de la Pasión de Cristo.
Les invito a leer el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de 2018
Preces
Con las palabras: «Esta generación es una generación perversa», el Señor nos recuerda que continuamente estamos llamados a la conversión. Por eso le decimos:
R/MSeñor, ten piedad de nosotros.
Tú, que con tu resurrección has hecho nuevas todas las cosas,
– renueva a los que han visto marchitarse su vida espiritual por el pecado.MR/
Tú, que no dejas de ofrecer tu misericordia,
– ayúdanos a reconocer que necesitamos el don de la salvación.MR/
Tú, que eres manso de corazón,
– ten paciencia con nosotros que somos lentos para reconocer tu amor.MR/
Tú, que nos reconcilias con Dios,
– ayuda a los que han visto destrozadas sus vidas por culpa del pecado de otros.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Mira complacido, Señor, el fervor de tu pueblo que desea entregarse a ti con una vida santa; y, a los que dominan su cuerpo con la penitencia, transfórmalos interiormente mediante el fruto de las buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo.