Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor
- 16 Marzo 2021
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Obispo, 16 de marzo
Martirologio Romano: En Colonia, en Alemania, san Heriberto, obispo, que, siendo canciller del emperador Otón III, fue elegido a la fuerza para la sede episcopal, desde donde iluminó constantemente al clero y al pueblo con el ejemplo de sus virtudes, que también recomendaba en la predicación († 1021).
Etimológicamente: Heriberto = Aquel que es temido en la batalla, es de origen germánico.
Breve Biografía
Nació en Worms, en el año 970, murió el 16 de Marzo de 1021 en Colonia.
Fue arzobispo de Colonia, canciller del emperador Otón III y fundador de la abadía de Deutz.
Heriberto era hijo del duque Hugo de Worms. Tras estudiar en la escuela de la catedral de Worms, su ciudad natal, pasó algún tiempo en el monasterio benedictino de Gorza, situado en el ducado de Lorena.
Después de este periodo fue nombrado rector de la catedral de Worms.
En 994 fue ordenado sacerdote. Ese mismo año el rey Otón III le nombró canciller para Italia y cuatro años más tarde, también para Alemania, cargo que mantuvo hasta la muerte del emperador en 23 de enero de 1002.
Como canciller, Heriberto se convirtió en el consejero más importante de Otón III, a quien acompañó a Roma en 996 y 997. Todavía estaba en Italia cuando en 999 fue elegido arzobispo de Colonia.
Recibió la investidura eclesiástica y el palio de parte del papa Silvestre II el 9 de julio de 999 en la ciudad italiana de Benevento, siendo consagrado en la Catedral de Colonia en día de Navidad de ese mismo año.
El año 1002 estuvo presente en el lecho de muerte del emperador en Paterno.
Caundo regresaba a Alemania con los restos del emperador y la insignia imperial, fue hecho prisionero por un tiempo por el futuro rey Enrique II, a cuya candidatura Heriberto se había opuesto inicialmente.
Tan pronto como Enrique fue elegido nuevo rey, el 7 de junio de 1002, cambió de postura para pasar a reconocer al nuevo rey y servirlo fielmente, acompañándolo a Roma en 1004 y mediando entre el monarca y la Casa de Luxemburgo entre otras obras.
Sin embargo Heriberto nunca se ganó la total confianza de Enrique II hasta el año 1021, cuando el rey reconoció su error y pidió perdón al arzobispo, el mismo año de la muerte del santo.
Heriberto fundó el monasterio benedictino y la iglesia de Deutz, al que hizo generosos donativos y donde se encuentra su tumba. Heriberto fue considerado santo ya en vida.
El papa Gregorio VII lo canonizó entre 1073 y 1075. Su fiesta se celebra el mismo día de su fallecimiento, el 16 de marzo.
Un médico al revés
Santo Evangelio según san Juan 5, 1-16. Martes IV de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Señor, aumenta mi esperanza! Ayúdame a confiar que todo lo que me sucede siempre es para mi bien y a aceptar siempre tu Voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16
En un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: «¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: «No te es lícito cargar tu camilla». Pero él contestó: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: «Toma tu camilla y anda?». Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: «Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor». Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo es un médico que hace las cosas al revés. Normalmente, cuando alguien está enfermo va en busca de un médico o de una cura. Si nos duele la cabeza vamos por una aspirina; si nos caemos, vamos a que nos enyesen la mano o el pie. Pero nunca viene la medicina ni el médico hacia nosotros.
Cristo le dijo al hombre del evangelio: ¿Quieres curarte? Cristo, una vez más, sale a nuestro encuentro. Él sabe más que nosotros mismos de qué estamos enfermos, pero debemos aceptar nuestras enfermedades.
Dejarnos sumergir en el océano de la misericordia de Dios es la cura de nuestros males.
Pidámosle a María que nos siga acompañando siempre.
«Jesús tenía autoridad porque se acercaba a la gente. Él “entendía” los problemas de la gente, entendía los dolores de la gente, entendía los pecados de la gente. Por ejemplo, Jesús entendió bien que aquel paralítico en la piscina de Betsaida era un pecador y después de haberlo sanado, ¿qué le dijo? “No peques más”. Lo mismo dijo a la adúltera. El Señor podía decir estas palabras porque era cercano, entendía, acogía, curaba y enseñaba con cercanía». (Homilía del Papa Francisco, 9 de enero de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En una visita a Jesús le pediré que sea Él el único que alimente mi alma y que me ayude a curarme de aquello que me aleja de su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La curación del paralítico de la piscina de Siloé
Los milagros de Jesús.
Manifestación de Jesús
La segunda Pascua que pasa Jesús en Jerusalén va a ser el momento oportuno para dar un paso adelante en la manifestación de sí mismo y de su misión. Al subir a Jerusalén le precede la voz de ha resucitado al hijo de la viuda de Nain. Sin palabras, se ha declarado Señor de la vida. La expectación ante lo que va a decir, o a hacer, es grande. Un milagro va a ser la ocasión de avanzar en la manifestación; se trata de la curación del paralítico de la piscina de Betzata, también llamada de Siloé, lugar donde se agrupaban muchos enfermos con la esperanza de ser curados al entrar en las aguas, removidas por el ángel, una vez al año.
Veamos los hechos: "Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. En estos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos."
"Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años". Es fácil intuir la mezcla de esperanza y desaliento de este hombre. Está allí, porque queda una ligera posibilidad. Pero son tantos los años de fracaso que poco le queda esperar ya. Está solo, y los que le rodean son competidores, no amigos. El estado de su alma no parece mejor que el del cuerpo. Se intuye una amargura que quizá sea la causa de su soledad. No está a bien ni con Dios, ni con los hombres. Y la vida, pocas posibilidades le ofrece, aparte de la queja y el lamento. "Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado?" La respuesta parece obvia; para esto está allí; pero emerge poca esperanza "le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy, desciende otro antes que yo"(Jn). No sabe quién es el que habla con él, ni tiene fe en aquél profeta de Nazaret. Pero Jesús quiere que su enfermedad sea ocasión de gloria de Dios. "Le dijo Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar"(Jn).
Los fariseos protestan
"Aquel día era sábado. Entonces dijeron los judíos al que había sido curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. El les respondió: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. Le interrogaron: ¿Quién es el hombre que te dijo: Toma tu camilla y anda? El que había sido curado no sabía quién era, pues Jesús se había apartado de la turba allí reunida.
Después de esto Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: Mira, has sido curado; no peques más para que no te ocurra algo peor. Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien le había curado" (Jn).
El sábado
La fiesta del sábado se extendía de sol a sol. En ella se trata de reconocer a Dios como Señor de todo lo creado, de darle culto, y de vivir un descanso que es ocasión de fiesta y de gozo en la creación. Dios descansó en séptimo día dice el Génesis. El cumplimiento del descanso sabático era de gran importancia en la piedad judía; tanto, que su incumplimiento implicaba la exclusión de la comunidad y conllevaba el castigo divino. En los tiempos de Jesús se había acentuado el rigor de este cumplimiento con una variada casuística. El libro de los jubileos prohíbe casarse, encender fuego o cocinar. Los fariseos aumentaban las prohibiciones. Jesús no es contrario a la institución del sábado; pero coloca por delante el amor al prójimo, y, sobre todo, se declara Señor del sábado, es decir, con potestad divina muy superior a la de las prescripciones veterotestamentarias.
Jesús les responde
"Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque había hecho esto en sábado". La contestación de Jesús va mucho más lejos que la validez de los preceptos humanos que interpretan la ley del sábado, pues revela quién es Él. Y replica con claridad: "Mi Padre trabaja hasta el presente, y yo también trabajo". Se pone en el mismo nivel que el Padre celestial. Se manifiesta como Hijo, de una manera nueva y sorprendente. No se trata ya de una filiación como la de todos los hombres, sino de una filiación nueva. Lo característico de la filiación es recibir del padre el cuerpo y la vida humana, algo de su ser, pero ningún hijo recibe toda la vida de su padre en la tierra. La filiación plena de Jesús es recibir toda la vida del Padre, y así es igual a Dios. ¿Lo entendieron así los judíos? Parece que sí, pues "por esto los judíos con más ahínco buscaban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios" (Jn). Estamos en el segundo año de la vida pública de Jesús y vemos como los judíos perciben –con más claridad cada vez- que Jesús no es un reformador religioso solamente, sino que se declara igual a Dios. Ante esto sólo caben dos posibilidades: o creer y seguirle hasta el final, o no creer y condenarle por blasfemo.
Y Jesús aclara más la afirmación inicial.
"Respondió Jesús y les dijo: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que El hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que El hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiere. El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado"(Jn).
Luego como en un modo solemne declara: "en verdad, en verdad os digo que el que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que pasa de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán, pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. Y le dio poder de juzgar, ya que es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la resurrección del juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió". La salvación lleva hasta una nueva vida de resurrección. Las cosas están claramente planteadas. No hay ambigüedades, aunque vendrán aclaraciones mayores aún. Esta segunda Pascua es decisiva para el mensaje de Jesús: Él es el Hijo de Dios vivo, enviado por el Padre para salvar a los hombres que crean en Él y darles una vida nueva.
Doble testimonio
Para confirmar sus palabras, señala el doble testimonio que le avala: el de Juan Bautista y el del mismo Padre: "Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis legados a Juan y él dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo el testimonio de hombre, sino que os digo esto para que os salvéis. Aquel era la antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis alegraros por un momento con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, pues las obras que me ha dado mi Padre para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio acerca de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me ha enviado, El mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz ni habéis visto su rostro; ni permanece su palabra en vosotros, porque no creéis en éste a quien El envió. Escudriñad las Escrituras, ya que vosotros pensáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí para tener vida"(Jn). Juan hablaba en el exterior, y ha sido escuchado por los hombres de buena voluntad. El Padre habla en el interior con luces para los que no ponen obstáculos.
Acto de humildad
Luego Jesús declara que esta manifestación es un acto de humildad, no una locura de orgullo. Debe declarar la misma verdad, escandalice o no. "Yo no busco recibir gloria de los hombres; pero os conozco y sé que no hay amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?"(Jn).
Las cosas han sido clarificadas en el seno del más puro Israel. Jesús acaba de hacer la declaración de su divinidad y de su filiación divina. Nada puede seguir igual a partir de ahora.
No pueden bendecirse las uniones entre personas homosexuales
Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La Iglesia no tiene potestad para impartir bendiciones a las uniones de personas del mismo sexo, por lo tanto, no pueden "considerarse lícitas". Así lo declaró la Congregación para la Doctrina de la Fe, en respuesta a un "dubium" que había sido presentado. Y, por ende, no es lícito que los sacerdotes bendigan a las parejas del mismo sexo que pidan algún tipo de reconocimiento religioso de su unión. El Papa fue informado y "ha dado su asentimiento" a la publicación de la respuesta y de la nota explicativa que la acompaña y que ha sido firmada por el Prefecto, el cardenal Luis Ladaria, y por el Secretario, el arzobispo Giacomo Morandi.
La declaración se origina a partir de algunas afirmaciones y prácticas. El documento se inscribe en "una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe", según establece también la exhortación Amoris laetitia, que habla de la "ayuda necesaria" que se ofrece a las personas homosexuales "para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida". Por lo tanto, hay que evaluar los proyectos y propuestas pastorales en este sentido, y entre ellos los relativos a las bendiciones de las uniones.
En el texto de la Congregación resulta fundamental la distinción que se realiza entre personas y unión. La respuesta negativa a la bendición de la unión no implica de hecho un juicio sobre las personas individuales implicadas, que deben ser acogidas "con respeto, compasión y delicadeza" evitando "toda marca de discriminación injusta", como ya se afirma en los documentos magisteriales.
He aquí las razones de la respuesta negativa. La primera se refiere a la verdad y al valor de las bendiciones, que son "sacramentales", es decir, acciones litúrgicas de la Iglesia, y que requieren que lo que se bendiga esté “objetivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación”. Las relaciones, incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio" -o sea, fuera de "la unión indisoluble de un hombre y una mujer", abierta a la transmisión de la vida- no responden a esos "designios de Dios", aunque haya "elementos positivos" en tales relaciones. Esta es una consideración que no solo afecta a las parejas homosexuales, sino a todas las uniones que implican el ejercicio de la sexualidad fuera del matrimonio. Otro motivo para la negativa es el riesgo de asimilar erróneamente la bendición de las uniones del mismo sexo al sacramento del matrimonio.
Por último, la Congregación para la Doctrina de la Fe precisa que la respuesta al "dubium" no excluye "que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales, que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios", mientras que declara ilícita "toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones".
10 cosas que debemos recordar en Cuaresma
Monseñor David L. Ricken, obispo de Green Bay, nos presenta una lista de propuestas para vivir la Cuaresma
El obispo David L. Ricken de Green Bay, Wisconsin, presidente del Comité para la evangelización y la catequesis de la Conferencia de obispos católicos de los Estados Unidos (USCCB, por su sigla en inglés), sugiere "10 cosas que debemos recordar en Cuaresma", tiempo que empezó el Miércoles de Ceniza.
1. Recordemos la formula: oración, ayuno, caridad.
La Iglesia hace una buena labor captando ciertas verdades al utilizar listas y fórmulas que son fáciles de recordar: 10 Mandamientos, 7 sacramentos, 3 personas en la Trinidad. Para la Cuaresma, la Iglesia nos da algo como un eslogan—Oración, Ayuno y Caridad—que son las tres cosas que debemos poner en práctica durante este tiempo.
2. Es un tiempo de oración.
La Cuaresma es esencialmente un acto de oración extendido a lo largo de 40 días. Mientras oramos, iniciamos un caminar, uno que esperamos nos acerque más a Cristo y obre en nosotros un cambio por nuestro encuentro con Él.
3. Es un tiempo de ayuno.
Con los ayunos del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo y los viernes sin comer carne, intercalados con nuestra disciplina personal, la Cuaresma es ahora el único tiempo en el que muchos católicos ayunan realmente. Y, por eso quizás, se le da tanta importancia, "¿A qué cosa renunciarás en esta Cuaresma? ¿a los hot dogs? ¿a la cerveza? ¿a los dulces?" Para algunos de nosotros esto es casi como un juego pero el ayuno es una forma de penitencia que nos ayuda a alejarnos del pecado y a acercarnos más a Cristo.
4. Es un tiempo para disciplinarnos mejor.
Los 40 días de Cuaresma son también una buena ocasión, un tiempo fijo para ocuparnos de nuestra disciplina personal en general. En vez de renunciar a algo, quizás pudiésemos hacer algo positivo. "Voy a hacer más ejercicios. Voy a orar más. Voy a portarme mejor con mi familia, mis amigos y mis compañeros de trabajo".
5. Es dejar morir algo de nosotros.
El lado más serio de la disciplina durante la Cuaresma es que va más allá del auto-control—es encontrar esos aspectos en uno mismo que no están imitando a Cristo y dejarlos morir. El sufrimiento y la muerte de Cristo es lo que más ocupa nuestra mente durante la Cuaresma y nos unimos a este misterio sufriendo y muriendo con Cristo y siendo resucitados de una manera purificada.
6. No hay que hacer mucho.
Existe la tentación de convertir la Cuaresma en un período ambicioso de reinvención personal pero lo mejor es que sea un tiempo simple y enfocado. Hay una razón por qué la Iglesia trabaja en estos misterios año tras año. Pasamos toda nuestra vida tratando de acercarnos más a Dios. No trates de concentrar todo en una sola Cuaresma. Esa es una receta para el fracaso.
7. La Cuaresma nos hace percatarnos de nuestras debilidades.
Por supuesto, aunque nos fijemos metas sencillas para la Cuaresma, aun así, tenemos dificultad para cumplirlas. Cuando ayunamos nos damos cuenta de que una comida es lo único que nos separa de pasar hambre. En ambos casos, la Cuaresma nos hace percatarnos de nuestra debilidad. Esto puede ser doloroso pero al reconocer lo indefensos que somos, hace que busquemos la ayuda de Dios con sinceridad y con renovada urgencia.
8. Sé paciente contigo mismo.
Durante la Cuaresma, cuando nos enfrentamos a nuestras propias debilidades, la tentación es sentirnos molestos y frustrados. "¡Qué mala persona soy!" Pero esa es una lección errónea. Dios nos llama a ser pacientes y a vernos como Él nos ve, con un amor incondicional.
9. Tiende la mano caritativamente.
Durante la Cuaresma, cuando experimentamos debilidad y sufrimiento, ese es el momento de renovar nuestra compasión por aquellos que sufren, que tienen hambre o que pasan necesidades. La tercera parte de la fórmula para la Cuaresma es la caridad. No se trata de echar unos cuantos dólares más en la canasta de la colecta; se trata de tender la mano a los demás y, sin cuestionar, ayudarlos a manera de compartir la experiencia del Amor incondicional de Dios.
10. Aprende a amar como Cristo.
Dando de nosotros mismos en medio de nuestro sufrimiento y abnegación, nos acerca más a amar como Cristo, quien sufrió y se entregó incondicionalmente en la cruz por todos nosotros. La Cuaresma es un caminar por el desierto para llegar al pie de la cruz en el Viernes Santo, cuando lo buscamos, imploramos su ayuda, nos unimos a Él en sufrimiento y aprendemos a amar como Él.
El voluntariado
El voluntariado emerge como un bien necesario e imprescindible para rearmarnos moralmente como seres humanos y para seguir creyendo que nuestro mundo puede ser un hogar habitable donde quepamos todos con dignidad
En un mundo tan alocado como el que vivimos, necesitamos que alguien o algo nos aporte razones cordiales, es decir, pasadas por el corazón, que nos ayuden a vivir con dignidad y a convivir con humanidad. El voluntariado se alza modestamente como una aportación de sentido que más allá de hacer el bien nos hace mejores personas y mejora sustancialmente nuestra sociedad. Si tuviera que ofrecer algunas de las razones por las que considero al voluntariado capaz de transmitir esa buena noticia, aportaría las siguientes:
1. Porque el voluntariado asume la triple dimensión de la acción solidaria: la compasión, como el encuentro efectivo y afectivo con el otro conocido; el desarrollo local como dinamización del tejido social de un territorio concreto; el cambio estructural como pretensión explícita de incidir políticamente en la transformación de nuestra sociedad.
2. Porque sólo existe voluntariado cuando se realiza de manera organizada y colectiva. El voluntariado como aventura individual es la zanahoria que nos coloca cada día buena parte de una propaganda pseudosolidaria que mira desde muy lejos lo que realmente se cuece en el mundo del compromiso cívico. El voluntariado tiene sentido como acción colectiva en favor de otros. El acento individual conduce a que se catalogue al voluntario como ´buenas persona´; sin más; el acento comunitario invita a la posibilidad de construir otras relaciones, otras tramas colectivas, otro tipo de sociedad. La acción colectiva reclama un nosotros que se teje entre el voluntariado y las personas contratadas de cada organización, entre el voluntariado y las personas y colectivos destinatarios de esa acción solidaria.
3. Porque el voluntariado responde a una manera concreta de construir la ciudadanía activa. Ser ciudadanos y ciudadanas pasa por ocuparse de los asuntos que conforman la buena marcha de la polis; una polis que en la sociedad globalizada rebasa los límites del mi pequeño.
4. Porque el voluntariado constituye una aportación significativa como arma pacificadora de la convivencia intercultural en una sociedad diversa y plural. La acción voluntaria se teje en la realización de encuentros humanos que fortalecen la convivencia que convierte al extraño en invitado. La pregunta que nos lanza la realidad de nuestro momento es « ¿podremos vivir juntos personas y colectivos tan diversos?». El voluntariado no se lo piensa dos veces; actúa, y en la acción lleva consigo el sí como respuesta eficaz y como probación de que la posibilidad se hace una vez más realidad.
5. Porque el voluntariado expresa una de las formas, no la mejor ni la única, de vivir hoy la solidaridad en nuestro mundo. Por ello el voluntariado bebe y aprende de otras formas antiguas y actuales de ejercicio organizado de la solidaridad. El derecho a la participación social, el valor ético de la solidaridad y el ejercicio de la ciudadanía activa serán los pilares de un voluntariado cívico realmente comprometido.
6. Porque el voluntariado aporta frescura, flexibilidad y dinamismo a las organizaciones cívicas. Necesitamos preguntas indiscretas, toques de atención, cuestionamientos de cosas que nos parecen intocables. El voluntariado debe seguir profundizando en la democracia interna e interno de cada organización.
7. Porque el voluntariado promueve la construcción de identidades mestizas en el ámbito de la acción solidaria. Personas que simultanean su voluntariado en dos organizaciones diferentes, por ejemplo, benefician a ambas entidades y las dos salen reforzadas en la construcción de una identidad compartida que a la larga beneficia y refuerza cada una de las identidades particulares.
8. Porque el voluntariado ayudará a aligerar y flexibilizar a las organizaciones en el sentido de que no se vayan convirtiendo en empresas prestadoras de servicios, rehenes de sus financiadores. La calidad de las organizaciones de solidaridad no pasa necesariamente por su empresarización y por la consiguiente adopción de un voluntariado ´ayudante´ y funcional al cuerpo técnico y tecnocrático de la entidad. El voluntariado no es el brazo ejecutor de las tareas a las que no llega el técnico contratado; tiene su papel en coordinación con las personas contratadas, pero su campo de juego propio.
9. Porque trabajar desde el voluntariado significa optar por los procesos lentos y duros. Una empresa prestadora de servicios haría trabajo social o cooperación a ritmo de profesionales-técnicos, pero eso sería otra cosa, ni mejor ni peor. El horizonte de transformación personal y social tiene el precio de los ritmos lentos y de la renuncia a las prisas como método de trabajo.
10. Porque anticipa sueños de otra realidad y nos invita a todos a habitar en el espacio de la posibilidad como construcción de micro utopías con nombre y apellido en cada uno de los proyectos en los que actúa. El voluntariado, entonces, emerge como un bien necesario e imprescindible para rearmarnos moralmente como seres humanos y para seguir creyendo que nuestro mundo puede ser un hogar habitable donde quepamos todos con dignidad.
Por eso desde la UNION SAFA, apostamos por esta forma de seguir trabajando y haciendo las cosas, promoviendo este nuevo plan de voluntariado, espero y deseo que sea una herramienta adecuada y que nos ayude a hacer más habitable nuestro mundo.
Descubre dentro de tu corazón la mirada de Dios
Martes cuarta semana de Cuaresma. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón.
Es demasiado fácil dejar pasar el tiempo sin profundizar, sin volver al corazón. Pero cuando el tiempo pasa sobre nosotros sin profundizar en la propia vocación, sin descubrir y aceptar todas sus dimensiones, estamos quedándonos sin lo que realmente importa en la existencia: el corazón (entendido como nuestra facultad espiritual en la que se manejan todas las decisiones más importantes del hombre). El corazón es el encuentro del hombre consigo mismo.
“Volved a mí de todo corazón”. Son palabras de Dios en la Escritura. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón, y tampoco podemos vivir si no es desde el corazón. Dios llama en el corazón, pero, en un mundo como el nuestro, en el cual tan fácilmente nos hemos olvidado de Dios, en un mundo sin corazón, a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, nos cuesta llegar al corazón. Dios llama al corazón del hombre, a su parte más interior, a ese yo, único e irrepetible; ahí me llama Dios.
Yo puedo estar viviendo con un corazón alejado, con un corazón distraído en el más pleno sentido de la palabra. Y cuánto nos cuesta volver. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los eventos que suceden la mano de Dios. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los momentos de nuestra existencia la presencia reclamadora de Dios para que yo vuelva al corazón. El camino de vuelta es una ley de vida, es la lógica por la que todos pasamos. Y mientras no aprendamos a volver a la dimensión interior de nosotros mismos, no estaremos siendo las personas auténticas que debemos de ser.
Podría ser que estuviésemos a gusto en el torbellino que es la sociedad y que nuestro corazón se derramase en la vida de apariencia que es la vida social. Pero es bueno examinarse de vez en cuando para ver si realmente ya he aprendido a medir y a pesar las cosas según su dimensión interior, o si todavía el peso de la existencia está en las conveniencias o en las sonrisas plásticas.
¿Pertenezco yo a ese mundo sin corazón? ¿Pertenezco yo a ese mundo que no sabe encontrarse consigo mismo? Dios llama al corazón para que yo vuelva, para que yo aprenda a descubrir la importancia, la trascendencia que tiene en mi existencia esa dimensión interior. Estamos terminando la Cuaresma, se nos ha ido un año más de las manos, recordemos que es una ocasión especial para que el hombre se encuentre consigo mismo.
Curiosamente la Cuaresma no es muy reciente en la historia de la Iglesia, los apóstoles no la hacían. La Cuaresma viene del inicio de la vida monacal en la Iglesia, cuando los monjes empiezan a darse cuenta de que hay que prepararse para la llegada de Cristo. Todavía hoy día hay congregaciones que tienen dos Cuaresmas. Los carmelitas tienen una en Adviento, cuarenta días antes de Navidad, y tienen cuarenta días antes de Pascua, de alguna manera significando que a través de la Cuaresma el espíritu humano busca encontrarse con su Señor. Las dos Cuaresmas terminan en un particular encuentro con el Señor: la primera en el Nacimiento, en la Natividad, en la Epifanía, como dicen estrictamente hablando los griegos; y la segunda, en la Resurrección. Si en la primera manifestación vemos a Cristo según la carne; en la segunda manifestación vemos a Cristo resucitado, glorioso, en su divinidad.
De alguna manera, lo que nos está indicando este camino cuaresmal es que el hombre que quiera encontrarse con Dios tiene que encontrarse primero consigo mismo. No tiene que tener miedo a romper las caretas con las que hábilmente ha ido maquillando su existencia. El hombre tiene que aprender a descubrir dentro de su corazón la mirada de Dios.
Para este retorno es necesario crear una serie de condiciones. La primera de todas es ese aprender a ensanchar el espacio de nuestro espíritu para que pueda obrar en nuestro corazón el Espíritu Santo. Ensanchar nuestro espíritu a veces nos puede dar miedo. Ensanchar el corazón para que Dios entre en él con toda tranquilidad, no significa otra cosa sino aprender a romper todos los muros que en nosotros no dejan entrar a Dios.
¿Realmente nuestro espíritu está ensanchado? ¿Mi vida de oración realmente es vida y es oración? ¿Realmente en la oración soy una persona que se esfuerza? ¿Consigo yo que mi oración sea un momento en el que Dios llena mi alma con su presencia o a veces con su ausencia? Dios puede llenar el corazón con su presencia y hacernos sentir que estamos en el noveno cielo; pero también puede llenarlo con su ausencia, aplicando purificación y exigencia a nuestro corazón.
Cuando Dios llega con su ausencia a mi corazón, cuando me deja totalmente desbaratado, ¿qué pasa?, ¿Ensancho el corazón o lo cierro? Cuando la ausencia de Dios en mi corazón es una constante —no me refiero a la ausencia que viene del sueño, de la distracción, de la pereza, de la inconstancia, sino a la auténtica ausencia de Dios: cuando el hombre no encuentra, no sabe por dónde está Dios en su alma, no sabe por dónde está llegando Dios, no lo ve, no lo siente, no lo palpa—, ¿abrimos el espíritu?, ¿Seguimos ensanchando el corazón sabiendo que ahí está Dios ausente, purificando mi alma? O cuando por el contrario, en la oración me encuentro lleno de gozo espiritual, ¿me quedo en el medio, en el instrumento, o aprendo a llegar a Dios?
Cuando nuestra vida es tribulación o es alegría, cuando nuestra vida es gozo o es pena, cuando nuestra vida está llena de problemas o es de lo más sencilla, ¿sé encontrar a Dios, sé seguirle la pista a ese Dios que va abriendo espacio en el corazón y por eso me preocupo de interiorizar en mi vida? Uno podría pensar: ¿Cuál es mi problema hoy? ¿Hasta qué punto en este problema —un hijo enfermo, una dificultad con mi pareja, algún problema de mi hijo—, he visto el plan de Dios sobre mi vida?
Tenemos que experimentar la gracia de esta convicción, hay que ensanchar el corazón abriéndolo totalmente a la acción transformadora del Señor. Sin embargo, nunca tenemos que olvidar, que contra esta acción transformadora de Dios nuestro Señor hay un enemigo: el pecado. El pecado que es lo contrario a la Santidad de Dios. Y para que nos demos cuenta de esta gravedad, San Pablo nos dice: “Dios mismo, a quien no conoció el pecado, lo hizo pecado por nosotros”. Pero, mientras no entremos en nuestro corazón, no nos daremos cuenta de lo grave que es el pecado.
Cuando yo miro un crucifijo, ¿me inquieta el hecho de que Cristo en la cruz ha sido hecho pecado por mí, de que la mayor consecuencia del pecado es Cristo en la cruz? ¿Me ha dicho Dios: quieres ver qué es el pecado? Mira a mi Hijo clavado en la Cruz.
Cuando uno piensa en el hambre en el mundo; o cuando uno piensa que en cada equis tiempo muere un niño en el mundo por falta de alimento y por otro lado estamos viendo la cantidad de alimento que se tira, preguntémonos: ¿No es un pecado contra la humanidad nuestro despilfarro? No el vivir bien, no el tener comodidades, sino la inconsciencia con la que manejamos los bienes materiales. ¿Nos damos cuenta de lo grave que es y lo culpable que podemos llegar a ser por la muerte de estos hermanos?
¿Me doy cuenta de que cada persona que no vive en gracia de Dios es un muerto moral? ¿No nos apuran la cantidad de muertos que caminan por las calles de nuestras ciudades? Tengo que preguntarme: ¿Me preocupa la condición moral de la gente que está a mi cargo? No es cuestión de meterse en la vida de los demás, pero sí preguntarme: ¿Soy justo a nivel justicia social? ¿Me permito todavía el crimen tan grave que es la crítica? ¿Me doy cuenta de que una crítica mía puede ser motivo de un gravísimo pecado de caridad por parte de otra persona?
Siempre que pensemos en el pecado, no olvidemos que la auténtica imagen, el auténtico rostro donde se condensa toda la justicia, todo desamor, todo odio, todo rencor, toda despreocupación por el hombre, es la cruz de nuestro Señor.
El abandono que Cristo quiere sufrir, el grito del Gólgota: “¿Por qué me has abandonado?” pone ante nuestros ojos la verdadera medida del pecado. En Cristo esta medida es evidente por la desmesurada inmensidad de su amor. El grito: “¿Por qué me has abandonado?” es la expresión definitiva de esta medida. El amor con el que me ha amado, el amor que ama hasta el fin. ¿He descubierto esto y lo he hecho motivo de vida; o sólo motivo de lágrimas el Viernes Santo? ¿Lo he hecho motivo de compromiso, o sólo motivo de reflexión de un encuentro con Cristo? ¿Mi vida en el amor de Dios se encierra en ese grito: ¿“Por qué me has abandonado”?, que es el amor que ama hasta el último despojamiento que puede tener un alma?
En esta Cuaresma es necesario volver al interior, descubrir la llamada de Dios a la entrega y al compromiso, volver a la propia vocación cristiana en todas sus dimensiones. Y para lograrlo es necesario abrir primero nuestro espíritu a Dios y comprender la gravedad del pecado: del pecado de omisión, de indiferencia, de superficialidad, de ligereza. Es ineludible volver a la dimensión interior de nuestro espíritu, en definitiva, no ir caminando por la vida sin darnos cuenta que en nosotros hay un corazón que está esperando ensancharse con el amor de Dios
PRECES
Adoremos a Cristo, que se compadeció del paralítico que no tenía quien se apiadara de él y lo acercara a la piscina:
R/MSeñor, renuévanos con tu espíritu.
Tú, que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas,
– haz que sepamos aprovechar este tiempo de Cuaresma para renovarnos interiormente.MR/
Tú, que asumiste las debilidades de los hombres,
– dígnate ser luz para los ciegos, fuerza para los débiles, consuelo para los tristes. MR/
Tú, que has salido al encuentro del hombre que se encontraba solo,
– conduce a la Iglesia para que pueda llevar la luz de tu consuelo y compañía a los que la sociedad margina.MR/
Tú, que pasaste haciendo el bien,
– acompáñanos durante este día para que comuniquemos a los demás tu misericordia.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Señor, que el ejercicio respetable de este tiempo santo prepare el corazón de tus fieles para acoger adecuadamente el Misterio pascual y anunciar a todos los hombres el mensaje de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.