“Con sólo tocar su manto me salvaré”

El Papa, con vela en la jornada de la Vida Religiosa

Recuerda a frailes y monjas que "el signo evidente de la sabiduría es la alegría"
El Papa invita a la Vida Religiosa a "no vivir la consagración de manera light o desencarnada"
"Llevamos a Jesús, pero nos dejamos guiar. Tenemos que ser guías guiados"

Advierte contra "un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza, una caridad sin trascendencia"

(José M. Vidal/Agencias).- Misa de la Vida Consagrada, presidida por el Papa y precedida por una bella ceremonia de la luz, en la fiesta de la presentación del Señor, popularmente conocida como la fiesta de la Candelaria. Con la Basílica de San Pedro llena, sobre todo, de religiosas y religiosos. Con hábitos y colores de lo más variado.  Francisco ha exhortado a los consagrados a no llevar una vida religiosa 'light' que se caracterice por "un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza, una caridad sin trascendencia".

Francisco ha afirmado también que "para un religioso, prosperar es rebajarse haciéndose siervo" y ha subrayado la obligación de "docilidad y obediencia al fundador, docilidad y obediencia a la Iglesia" porque según ha explicado "de lo contrario, el carisma es una caricatura".

"El depósito, el carisma de una familia religiosa, queda custodiado tanto por la obediencia como por la sabiduría", ha explicado el pontífice. Solo así, "los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, cuyo signo evidente es la alegría".

Algunas frases de la homilía del Papa
"María introduce al niño en el templo, en el pueblo"
"Los brazos de la madre son como la escalera por la que el Hijo de Dios desciende hasta nosotros"
"Contemplar en el corazón este movimiento, imaginando a María que entra al templo con el niño en brazos"
"Jesús hizo nuestro mismo camino, para inidcarnos el camino nuevo: Él mismo"
"Para los consagrados, éste es el único camino que tenemos que recorrer con alegría y esperanza"
"Jesús no vino a hacer su voluntad"
"El que sigue a Jesús se coloca en la vía de la obediencia"
"Abajarse en el servicio"
"Haciéndose siervo para servir"
"Así, los consagrados pueden alcanzar la sabiduría"
"El signo evidente de la sabiduría es la alegría"
"Cuando estamos tristes, cuando nos lamentamos, tenemos que preguntarnos cómo estamos viviendo esta dimensión kenótica"

"La sabiduría está representada por dos ancianos: Simeón y Ana"
"Obediencia que humilla y custodia la esperanza"
"Los creativos no son los jóvenes, sino los ancianos"
"Los jóvenes obedecen; los ancianos son capaces de hacer fiesta; son creativos en la alegría y en la sabiduría"
"El Señor transforma la obediencia en sabiduría"
"Docilidad y obediencia a un fundador, a una regla, a un superior, a la Iglesia...docilidad y obediencia concretas"
"En la obediencia madura la sabiduría personal y comunitaria"
"El auténtico aggiornamento es obra de la sabiduría"
"La renovación de la vida consagrada viene a través del amor grande a la regla y tras escuchar a los ancianos de la congregación"
"NO vivir la consagración de manera light o desencarnada"
"Sin convertir la vida religiosa en una caricatura"
"Cojamos en brazos a Jesús"
"Tenemos que ser guías guiados"

Texto completo de la homilía del Papa

Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo.

Los brazos de su Madre son como la "escalera" por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios. Lo hemos oído en la primera Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos: Cristo «tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel» (2,17). Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, para subirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él.

Podemos contemplar en nuestro corazón este movimiento imaginando la escena del Evangelio: María que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él.
sús ha recorrido nuestro mismo camino para mostrarnos el camino nuevo, es decir el «camino nuevo y vivo» (cf. Hb 10,20) que es Él mismo. Y para nosotros, los consagrados, este es el único camino concreto y sin alternativas, debemos recorrerlo con alegría y esperanza.

Hasta en cinco ocasiones insiste el Evangelio en la obediencia de María y José a la "Ley del Señor" (cf. Lc 2,22.23.24.27.39). Jesús no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto -dijo Él- era su "alimento" (cf. Jn 4,34). Así, quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando de alguna manera la "condescendencia" del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso hasta la negación y la humillación de sí mismo (cf. Flp 2,7-8).

Para un religioso, progresar significa abajarse en el servicio, es decir hacer el mismo camino de Jesús, que «no considero un privilegio ser igual a Dios» (Fil 2,6). Abajarse haciéndose siervo para servir.

Y este camino adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible, para todos, es siempre el Evangelio. Pero el Espíritu Santo, en su infinita creatividad, lo traduce también en las diversas reglas de vida consagrada, que nacen todas de la sequela Christi (del seguimiento de Jesús), es decir de este camino de abajarse sirviendo.

Mediante esta "ley" los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta sino obra y don del Espíritu Santo, y un signo evidente de esta sabiduría es la alegría. Si, la alegría evangélica del religioso es consecuencia del camino de abajamiento con Jesús ... Y, cuando estamos tristes, cuando nos quejamos, nos hará bien preguntarnos como estamos viviendo esta dimensión kenotika.

En el relato de la Presentación de Jesús al Templo, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana: personas dóciles al Espíritu Santo (se le nombra 3 veces), guiadas por Él, animadas por Él. El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley, obediencia que, de una parte, humilla y niega a sí mismo, pero, de otra parte, la obediencia enciende y custodia la esperanza, haciéndola creativa, porque estaban llenos de Espíritu Santo. Ellos celebran incluso una especie de liturgia, hacen una liturgia en torno al Niño cuando entra en el templo: Simeón alaba al Señor y Ana "predica" la salvación (cf. Lc 2,28-32.38). Como en el caso de María, también el anciano Simeón toma al Niño entre sus brazos, pero, en realidad, es el Niño quien lo agarra y lo guía. La liturgia de las primeras Vísperas de la Fiesta de hoy lo expresa clara y concisamente: «Senex puerum portabat, puer autem senem regebat». Tanto María, joven madre, como Simeón, anciano "abuelo", llevan al Niño en brazos, pero es el mismo Niño quien los guía a ellos.

Es curioso notar que en esta escena los creativos no son los jóvenes, sino los ancianos: los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor, en el camino de la obediencia. Los ancianos como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la ley y de las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría. Todavía, el Señor transforma la obediencia en sabiduría, con la acción de su Espíritu Santo. A veces, Dios puede dar el don de la sabiduría a un joven inexperto, basta que esté dispuesto a recorrer el camino de la obediencia y de la docilidad al Espíritu. Esta obediencia y esta docilidad no es un hecho teórico, sino que están en relación a la lógica de la encarnación del Verbo: docilidad y obediencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concreta, docilidad y obediencia a un superior, docilidad y obediencia a la Iglesia. Se trata de una docilidad y obediencia concreta.

Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabiduría personal y comunitaria, y así es posible también replantear las reglas a los tiempos: de hecho, la verdadera "actualización" es obra de la sabiduría, forjada en la docilidad y la obediencia.

El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la congregación. Así, el "depósito", el carisma de una familia religiosa, queda custodiado juntos tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y, a través de este camino, somos preservados de vivir nuestra consagración de manera light, de manera desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduciría la vida religiosa a una "caricatura", una caricatura en la cual se actúa un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia.

También nosotros, como María y como Simeón, queremos llevar hoy en brazos a Jesús para que Él encuentre a su pueblo, y seguramente lo conseguiremos si nos dejamos aferrar por el misterio de Cristo. Guiemos el pueblo a Jesús, dejando a su vez guiarnos por Él. Esto es lo que tenemos que ser: guías guiados.

Que el Señor, por intercesión de María, nuestra Madre, de San José y de los santos Simeón y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Oración colecta: «ser presentados delante de ti con el alma limpia». Así sea.

Evangelio según San Marcos 5,21-43. 

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". 

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer. 

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
Comentario sobre San Lucas 6, 57-59; SC 45, pag. 248

“Con sólo tocar su manto me salvaré”

Por fe tocamos a Cristo. Por la fe le vemos. No es nuestro cuerpo que le toca, los ojos de nuestra naturaleza no lo llegan a ver.

Porque ver sin percibir no es ver, oír sin entender no es entender ni tocar si no es por la fe...

Si consideramos la grandeza de nuestra fe y si comprendemos la grandeza del Hijo de Dios vemos que en relación a él no tocamos más que la orla de su manto.

El vestido entero no lo podemos alcanzar. Así que si nosotros también queremos ser curados, toquemos por la fe la orla de Cristo. No ignora a aquellos que tocan su orla, que le tocan cuando se vuelve hacia nosotros. Dios no necesita los ojos para ver, no tiene sentidos corporales sino que posee en él el conocimiento de todas las cosas. Dichosos aquellos que tocan por lo menos la orla del Verbo: porque ¿quién puede aprehenderlo totalmente?

03 de febrero 2015 Martes La Dedicación de la Basílica de Montserrat Is 56, 1.6-7

Celebramos y recordamos en Montserrat la dedicación de la Basílica. En la Eucaristía leemos el profeta Isaías que nos dice el sentido de que deben tener los templos: «los dejaré entrar en la montaña sagrada y celebrar sus fiestas en mi casa de oración." ¿Cuando entras en un templo, hay vas con el espíritu de celebrar una fiesta, la fiesta que Dios te ama? Señor, que grande eres; su casa es un refugio para los pobres, consuelo por los pecadores, esperanza por entristece, alegría por los que lloran, júbilo por los que te adoran.

San Blás Sebaste

San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, en tiempo del emperador Licinio padeció el martirio en la ciudad de Sebaste, en la antigua Armenia.

Parece que no hay pruebas de que existiera algún culto a san Blas antes del siglo VIII; pero los relatos de fechas posteriores están de acuerdo en afirmar que fue obispo de Sebaste, en lo que era en aquel momento Armenia (actual Turquía) y recibió la corona del martirio durante la persecución de Licinio, por mandato de Agrícola, gobernador de Capadocia y Asia Menor. En las actas legendarias de san Eustracio, de quien se dice que pereció en la persecución de Diocleciano, se menciona que san Blas recibió muy solemnemente sus reliquias, las depositó con las de san Oreste y llevó al cabo, punto por punto, la última voluntad del mártir. Esto es todo lo que puede afirmarse con cierta seguridad respecto a san Blas; pero en vista de la devoción con que se le venera en Alemania, Francia e Italia, conviene relatar brevemente la historia que contienen sus actas legendarias. De acuerdo con ellas, Blas nació rico, de padres nobles; fue educado cristianamente y se le consagró obispo cuando todavía era bastante joven. Al comenzar la persecución, por inspiración divina, se retiró a una cueva en las montañas, frecuentada únicamente por las fieras. San Blas recibía con afecto a sus salvajes visitantes y cuando estaban enfermos o heridos, los atendía y los curaba. Se dice que los animales acudían en manadas para que los bendijera. Cierta vez unos cazadores que buscaban atrapar fieras para el anfiteatro, encontraron al santo rodeado por ellas. Repuestos de su asombro, los cazadores intentaron capturar a las bestias, pero san Blas las espantó y entonces le capturaron a él. Al saber que era cristiano, lo llevaron preso ante el gobernador Agrícola. Se dice que cuando le conducían a la ciudad, encontraron a una mujer que gemía desesperada, porque un lobo acababa de llevarse a uno de sus lechones; entonces san Blas llamó con voz recia a la fiera y el lobo apareció a poco, con el lechón en el hocico, y lo dejó intacto a los pies de la maravillada mujer. Pero aquel prodigio no conmovió a los cazadores, que continuaron su camino arrastrando al preso consigo. En cuanto el gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano, mandó que lo azotaran y después lo encerraran en un calabozo, privado de alimentos. San Blas soportó con paciencia el castigo y tuvo el consuelo de que la mujer, dueña del lechón que había salvado, se presentara en la oscura celda para ayudarle, llevándole provisiones y velas para alumbrarse. Pocos días más tarde, fue torturado para que renegara de su fe; sus carnes fueron desgarradas con garfios y, como el santo se mantuviera firme, se dio orden de que fuera decapitado.

Así murió san Blas en Capadocia y, años más tarde, sus supuestas reliquias se trasladaron al Occidente, donde se extendió su culto enormemente en razón de las curaciones milagrosas que, al parecer, se realizaban por su intercesión. Se le venera como el santo patrono de los cardadores de lana y los animales salvajes y, en virtud de varias célebres curas que hizo en vida a enfermos de la garganta, es el abogado para esta clase de males; una de las variantes de la leyenda recuerda especialmente que el santo, camino del suplicio, curo el mal de un niño que se había atragantado con una espina. En Alemania se le honra, además como uno de los catorce «heilige

Nothelfer» (santos auxiliadores en las necesidades). En algunas partes, el día de la fiesta de san Blas, se administra una bendición especial a los enfermos, colocando dos velas (al parecer en memoria de las que llevaron al santo en su calabozo) en posición de una cruz de san Andrés, en el cuello o sobre la cabeza del suplicante, pronunciándose estas palabras: «Per intercessionem Sancti Blasi Liberet te Deus a malo gutturis et a quovis alio malo» (por intercesión de san Blas te libere Dios de todo mal de la garganta y de todo otro mal). También leemos sobre el «agua de san Blas», que se bendice en su día y que generalmente se da a beber al ganado que está enfermo. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos
Milagroso San Blas, que lleno de júbilo, en el camino a la cárcel obrasteis prodigios y salvasteis la vida de un niño que se moría ahogado por una espina que tenía atravesada en la garganta, alcanzadnos del Señor la gracia de vernos libres de todas las enfermedades de lo garganta y emplear a ésta siempre para la gloria de Dios y bien de nuestras almas. Así sea.
Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo, que hoy te invoca apoyado en la protección de tu mártir san Blas: concédenos, por sus méritos, la paz en esta vida y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).   

patronazgo: patrono de decenas de ciudades, especialmente de Italia, de médicos, músicos, comerciantes de lana, sastres, zapateros, sombrereros, tejedores, curtidores, panaderos, molineros, albañiles y yeseros, también de los animales de compañía, los caballos y los animales salvajes; protector para pedir un buena confesión, también protector de dolores y males de garganta, tos, enfermedades urinarias, sangrado, úlceras, cólicos, dolor de muelas, peste, enfermedades de la infancia.

La Teología de Francisco

Como es bien sabido, no todos los católicos están de acuerdo con el papa Francisco. Y también se sabe que, entre quienes se oponen a este papa, abundan los que, de una forma o de otra, se lamentan de que el actual Sumo Pontífice de la Iglesia católica no es un papa “teólogo”, sino más bien un papa “pastor”. Es decir, a juicio de quienes le ponen serios reparos al papa Francisco, la Iglesia se ve gobernada, en este momento, no por la teología, sino por la pastoral. Pero, ¿a dónde va una Iglesia sin teología? En esto consiste una de las acusaciones más fuertes que no pocos opositores de este papa se plantean y nos plantean. ¿Qué decir sobre este asunto capital?

El profesor Gerhard Ludwig Müller, que escribió su enorme tratado de Dogmática en la universidad de Múnich y actualmente es el cardenal prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma que “la teología es siempre la iluminación científica de la confesión y la praxis de fe de que Dios está presente en la creación y se auto comunica en su palabra en la historia y en la persona de Jesucristo” (2ª ed., Barcelona, Herder, 2009, p. 20). Es evidente que ni la persona ni la palabra del papa Francisco se ajustan a esta definición de teología que presenta la Dogmática del cardenal Müller. Si un buen día la gente escuchase a Francisco hablar de esta manera, lo más seguro es que seríamos muchos los que nos preguntaríamos: “¿Qué le pasa?”. Es evidente que, desde el punto de vista de la “dogmática” de Müller (y de lo que esa “dogmática” representa), Francisco no es un papa-teólogo. Pero, ¿quiere esto decir que Francisco es un papa sin teología?

La pregunta, que acabo de plantear, se podría formular de otra manera preguntando: ¿fue Jesús - por lo que de él relatan los evangelios - un profeta sin teología? Parece que lo más razonable es responder que la sabia y amplia definición del cardenal Müller, se realiza en el Jesús terreno que encontramos en la teología narrativa de los evangelios.

Lo que nos lleva derechamente a una conclusión: existe una teología especulativa, que nos propone ideas, teorías, conceptos. Como existe una teología narrativa, que presenta una forma de vivir. Ambas teologías se encuentran ya en el Nuevo Testamento. La especulativa, en el apóstol Pablo; la narrativa, en los evangelios.

Por supuesto, es importante saber, aceptar y tener muy claras las verdades teológicas que fundamentan la religión de redención que nos presenta Pablo. Pero tan cierto como eso es que de poco nos servirán las profundas “enseñanzas teológicas” de Pablo, si no hacemos nuestra “la forma de vida” que nos presenta el Evangelio, la forma de vivir de Jesús, que encontramos en cada relato de los evangelios. Es evidente que el papa Francisco, tanto en sus enseñanzas como en su estilo de ejercer el papado, parece - a primera vista -más un papa-pastor que un papa-teólogo. Pero no es menos cierto que el estilo marcadamente pastoral del papa Francisco, sin cuestionar para nada la dogmática de la Iglesia, está destacando, con su vida y su palabra, la necesidad y la urgencia, que a todos nos incumbe, de asumir y poner en el primer plano de la vida de la Iglesia lo que fue la forma de vida que nos presenta cada página del Evangelio. Lo que, en definitiva, no es ni más ni menos que hacer visible y tangible la forma de vida de Jesús. ¿No es ésta la “teología implícita” que nunca puede faltar en nuestras vidas? En esto, creo yo, consiste la genial aportación que el papa Francisco está haciendo a la Iglesia y al mundo.

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO (B) Mc 1, 21-28

Hace unos años, este Evangelio que hemos oído me resultaba muy extraño. Y con el tiempo, se ha convertido en uno de mis favoritos (si es que se puede decir así). Encontramos una escena espectacular: un hombre enloquecido desafía Jesús. Tiempo atrás, un grupo de chicos lo representaron, y nos ayudó a entender la fuerza de esta escena. Un hombre que interrumpe las enseñanzas de Jesús de una manera brusca, y como fuera de sí.

Primero, me gustaría que situáramos esta escena en su contexto. Nótese que al principio de todo hemos oído dos referencias a que Jesús enseñaba. Y al final de este Evangelio se vuelve a hacer referencia a que Jesús enseña. Por lo tanto, deberíamos entender este episodio como una parte de su enseñanza. Y qué nos quiere enseñar? Vemos un hombre totalmente dominado por el Mal. Y Jesús dice: "Cállate y sal de él". ¿Qué significa esta frase? ¿Jesús le está diciendo al hombre que es malo? No, está diciendo: "Cállate y sal de este hombre ". Porque este hombre está dominado por el Mal. Es como si le dijera: "Tú eres bueno. Pero estás dominado por el Mal, que no te deja vivir feliz. Libérate de eso que te domina, que te esclaviza, y sé tú mismo. Porque en el fondo, en tu interior, tú eres bueno ".

Y esto nos lo dice a cada uno de nosotros.

Recuerdo un chico que se estaba despegando de la droga. Y decía: "es que, cuando tenía el mono, no podía parar. Necesitaba dinero para comprarla, y hacía lo que fuera por tenerla ". Y agradecía que la hubieran podido detener y ayudarle. Esto, de una manera u otra, nos puede pasar a cada uno de nosotros. Pueden haber cosas malas que nos dominen, y que no sepamos cómo liberarse de él. Sentimientos negativos que no nos dejen vivir con Paz.

Y Jesús dice: "Cállate y sal de él" ... "porque este hombre es bueno, en su yo más profundo tiene un deseo de bondad "..." no es malo ".

Hay una película sobre San Francisco de Asís que presenta un encuentro entre Francisco y el Papa de aquel momento. Este encuentro es histórica, tuvo lugar realmente entre Francisco de Asís y el Papa Inocencio III (que quedó muy impresionado con la figura de Francisco). Pues bien:

esta película muestra este encuentro entre ambos. Francisco le explica al Papa a que se ha sentido llamado, y el Papa (impresionado por su testimonio) le contesta una frase que me parece muy inspirada: "En nuestra obsesión por el pecado original, con frecuencia olvidamos la inocencia original".

Quizás sí. Quizá en la Iglesia hemos insistido demasiado con el negativo, y hemos dejado de lado esta inocencia original, la huella del Creador que todos llevamos. Todos sin excepción. Esto es muy fuerte. Porque implica que todas las personas, también aquellas que nos puede costar más de ver, tienen esta huella del Creador. Quizás eres de aquellos que te cuesta aceptar que todo el mundo tiene esa huella.

Pero quizás eres de aquellos que esto todavía lo aceptas. Pero te cuesta ver esta huella de Dios en ti mismo. Tal vez porque sientes que no estás a la altura, o que los errores que has cometido muestran lo contrario, o para que tus sentimientos negativos o tus obras son tan malas ...! Pues bien, Dios te dice: "Tú eres bueno. Eres buena. Sé que tienes dentro un deseo de bondad y de felicidad. Pero también sé que eres frágil, y que a veces no te sales. Confía en mí, en mi Amor. Déjate querer y transformar. Yo te daré la libertad auténtica, te ayudaré a ser tú mismo, tal como te imaginé en un principio. Déjate guiar. No porque el camino deba ser fácil, sino porque vale la pena ".
Antes nos preguntábamos qué nos podía enseñar Jesús en el Evangelio de hoy. Pues que tú, seas quien seas, tienes la huella del Creador dentro de ti. Que en ti hay un deseo sincero de bondad y de felicidad. Y que serás feliz en la medida que dejes que este deseo se apodere de ti y llene toda la vida, y que ahuyente de dentro de ti lo que no te hace auténticamente feliz. No son cosas de un día para otro. Por eso estamos aquí. Para poner este deseo sobre el altar, y que Él nos ayude con su fuerza curadora. Que así sea.

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