"El que quiera venir detrás de mí (...) que cargue con su cruz cada día y me siga."
- 19 Febrero 2015
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MIÉRCOLES DE CENIZA Jl 2, 1218; Ps 50; 2C 5, 20-6, 2; Mt 6, 1-6.16-18 -18 de febrero de 2015
Ayunad, llorad, decía el profeta Joel en la primera lectura. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, decía Jesús en el evangelio indicando que, cuando hacemos penitencia, el rostro debe ser dichoso. Parece, hermanos y hermanas, como si la Iglesia nos diera un mensaje contradictorio en este Miércoles de Ceniza en proclamarnos estas dos lecturas. Una solución fácil sería quedarnos sólo con el evangelio y dejar como ya superada la llamada del profeta Joel hacer duelo cara a la conversión. Pero hay otra manera de verlo que da validez a las dos frases. Podemos encontrar la clave en el salmo responsorial, que es el salmo 50, el salmo penitencial por excelencia. El salmista, compungido, pide perdón de sus pecados, llora interiormente su infidelidad a Dios. Y invoca el gozo de la salvación divina. El llanto y el gozo son paradójicamente inseparables en la experiencia cristiana de la conversión. Y la cuaresma nos invita a vivirlos ambos. El llanto interior, del corazón, expresa la sinceridad del arrepentimiento por el daño que hemos obrado y el deseo de conversión. Y este arrepentimiento lleva al gozo de constatar el amor de Dios que perdona.
La espiritualidad cristiana, de este llanto que lleva al gozo, dice compunción. Y es una actitud fundamental en la cuaresma. Hoy empezamos la preparación espiritual para celebrar la santa Pascua de una manera provechosa y renovadora; que haga viva en nosotros la realidad bautismal que renovaremos en la vigilia de la noche santa.
Durante este tiempo, la Iglesia nos pondrá ante la Palabra de Dios que, en su amor por nosotros, nos muestra cuál es el camino que lleva a la vida y cuál es en camino -el estilo de vivir- que no lleva a la felicidad interior y aleja de Dios. Estos días, también, particularmente durante la Semana Santa, contemplaremos la gran prueba de amor que el Padre nos da en la persona de su Hijo Jesucristo, entregado por nosotros a la pasión y a la cruz.
El contraste entre lo que pide la Palabra de Dios y lo que hacemos cada día unido al contraste entre el amor que Dios nos tiene y la manera cómo correspondemos en el día a día, deberían hacer brotar en nosotros la compunción, el duelo, la enmienda, la admiración gozosa por la fidelidad de Dios para con nosotros a pesar de nuestro pecado. La compunción no es un complejo de culpabilidad, ni una angustia ante el propio pecado. Es tener conciencia de que somos pecadores, pero también que, si nos arrepentimos, somos perdonados generosamente. Es tener conciencia de que a pesar de nuestro pecado, Dios nos ama y es cariñoso y nos ofrece la posibilidad de volver a empezar cada día. Ante esta realidad deben brotar el dolor, el llanto del corazón, pero también la alegría por el perdón y por el amor del que somos objeto. El amor de Dios que se pone sobre nuestra realidad pecadora para liberar de él, hace nacer la compunción. Proviene maravillarnos ante el hecho de ser pecadores perdonados, ante la ternura con que Dios nos ama a pesar de la propia inconsistencia. Esto es el proceso que la Iglesia nos propone seguir en la cuaresma. Por ello, constatando nuestra fragilidad espiritual y nuestras faltas, debemos dejar entrar muy adentro de nuestro corazón la Palabra de Dios que nos llama a convertirnos y a no malversar la gracia que nos es dada, como decía san Pablo en la segunda lectura; hemos de dejar entrar muy adentro de nuestro corazón la Palabra de Dios que nos dice cómo somos estimados por él a pesar de nuestra realidad pecadora y nos invita a vivir de acuerdo con la nuestra condición de hijos de Dios incorporados por el bautismo en Jesucristo. Para avanzar en la compunción durante la cuaresma, la Iglesia nos propone tres prácticas, de las que hablaba el evangelio que hemos escuchado: la oración como acogida de la Palabra de Dios y como respuesta personal al que Dios nos dice, el ayuno como expresión de la sobriedad de vida y del saber renunciar a algo del comer y del beber para que el cuerpo participe de la vivencia espiritual y, finalmente, la limosna como manifestación concreta y tangible del amor a los demás y, de una manera particular como una manifestación de la solidaridad con los necesitados. Para que la compunción no es auténtica si no nos abre a los hermanos con espíritu de reconciliación, de ayuda, de servicio; no es auténtica si no nos mueve el amor solícito del bien del otro. Ahora nos acercaremos a recibir la ceniza. Es la expresión de nuestra conciencia de ser pecadores, de nuestro llanto interior por no haber correspondido al amor tan generoso de Dios; es expresión de nuestra voluntad de convertirnos. Es, por tanto, un gesto de compunción, confiar en el perdón que Dios nos quiere dar abundantemente; es también, pues, un camino de joya que tenemos que ir recorriendo hasta la solemnidad de la Santa Resurrección del Señor.
Hagámonos dóciles al Espíritu Santo para que rompa el corazón de piedra que no nos deja sentir dolor de la infidelidad y nos haga comprender la ternura de Dios hacia nosotros.
El Papa recibe la ceniza
Invita a los sacerdotes a pedir a Dios "el don de las lágrimas"
Papa en la ceremonia de la ceniza: "El Señor no se cansa de tener misericordia de nosotros"
"¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los sacerdotes lloran?"
Regresar al Señor "con todo el corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual
El papa Francisco caminó hoy en procesión desde la Iglesia de San Anselmo a la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino, donde comenzó posteriormente la misa de Miércoles de Ceniza, actos con los que abre los ritos litúrgicos de la Cuaresma.
Los actos comenzaron con la procesión a pie, en la que participó el papa ataviado con una capa pluvial morada, color que indica preparación espiritual ante la llegada de la Semana Santa.
Durante la procesión, en la que se pronunciaron letanías, Francisco estuvo acompañado por los cardenales de la Curia romana, obispos y arzobispos, los monjes benedictinos de San Anselmo y los padres dominicos de Santa Sabina, además de algunos fieles.
Ya en la basílica de Santa Sabina, en el monte romano del Aventino, el papa comenzó la ceremonia que incluyó la imposición de las cenizas.
El Papa Francisco celebró hoy la misa del miércoles de ceniza en una basílica del centro de Roma y pidió a todos, pero especialmente a los sacerdotes, "llorar para no ser hipócritas".
Durante su sermón, pronunciado en italiano, señaló que el tiempo anterior a la Pascua -llamado Cuaresma y que inició este día- invita a emprender "un camino de conversión no superficial ni transitorio" sino un "itinerario espiritual" que involucre a toda la persona.
"Nos hará bien pedir a todos, pero especialmente a nosotros sacerdotes, al inicio de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para volver a nuestra oración y nuestro camino de conversión cada vez más auténticos y sin hipocresía", indicó.
"Nos hará bien preguntarnos, ¿yo lloro? ¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los consagrados lloran? ¿Los sacerdotes lloran? El llanto está en nuestras oraciones. Sepan hermanos, los hipócritas no saben llorar, han olvidado cómo se llora. No piden el don de las lágrimas", agregó.
Constató que cuando alguien cumple una buena acción casi instintivamente nace en él el deseo de ser estimado y admirado por ello, para conseguir satisfacción, pero Jesús invita a actuar sin alguna ostentación.
«Dios nos invita a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo», es la exhortación del Papa Francisco en la celebración Eucarística al inicio de la Cuaresma.
En su homilía el Pontífice recordó que la Cuaresma es un tiempo en el que tratamos de estar más unidos a Cristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección. Asimismo, el Sucesor de Pedro subrayó que el camino cuaresmal es un tiempo propicio para la "conversión", pero no una conversión superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona, es decir, el corazón, el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
"El Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, dijo el Papa, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo". Para ello afirmo es necesario dejarnos reconciliar por Dios, es decir la reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito.
Conscientes de esto, dijo El Papa Francisco, "iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección".
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección.
La liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.
El profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón» (2:12). Regresar al Señor "con todo el corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
Aquel "vuelvan a mí de todo corazón" no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocación dirigida a todos: « ¡reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!» (v. 16).
El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.
Justamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces): «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos... cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas... Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas... a ellos les gusta orar de pie... para ser vistos... Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas» (Mt 6,1.2.5.16).
Cuando se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para obtener una satisfacción. Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto» (Mt 6,4.6.18).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: «les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios» (2 Cor 5:20). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. De hecho, el Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando sobre la cruz cargó con nuestros pecados, y así nos rescató y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el «momento favorable» (6,2). Con esta conciencia, iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección.
Dentro de poco cumpliremos el gesto de la imposición de las cenizas en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: «eres polvo y al polvo volverás» (Gen 3:19), o también repite la exhortación de Jesús: « Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15). Ambas fórmulas constituyen un llamado a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de arrepentimiento y conversión. ¡Cuán importante es para escuchar y acoger este llamado en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es entonces un impulso a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a confiarnos de Él y a confiarnos a Él.
Sugerencias para la homilía del Miércoles de Ceniza
Primera: Joel 2, 12-18; Salmo 51; Segunda: 2Cor 5,20 B 6, 2; Evangelio: Mt 6,1-6.16-18
Sagrada Escritura
Primera: Joel 2, 12-18;
Salmo 51
Segunda: 2Cor 5,20 - 6, 2;
Evangelio: Mt 6,1-6.16-18
Nexo entre las lecturas
El miércoles de ceniza a todos nos trae al recuerdo la conversión y la penitencia, pero creo que la liturgia no subraya tanto este aspecto, cuanto la interiorización de los actos de penitencia y de conversión. Así en la primera lectura Dios nos dice mediante el profeta Joel: "Rasgad vuestro corazón, no vuestras vestiduras". En el evangelio Jesucristo, al enseñar sobre las tres prácticas de piedad del judaísmo: ayuno, oración y limosna, en las tres insiste: "No hagáis el bien para que os vean lo hombres, y así os recompensen". Finalmente, san Pablo exhorta a los corintios a que se dejen reconciliar con Dios para sentir su fuerza salvadora, y a que no dejen pasar el tiempo favorable, el día de la salvación (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
1. Una religión interior. Religión quiere decir relación justa y debida entre el hombre y Dios. El hombre es un ser "religado", dependiente de Dios, y en este sentido es "religioso". Todas las religiones, de uno u otro modo, son instituciones en que el hombre es ayudado en su dimensión "religiosa", tanto para tomar conciencia de ella como para expresarla en el culto y en la vida. La religión cristiana es la religión fundada por Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, en la que la relación hombre - Dios logra su máxima interiorización en la vida y en el corazón de un hombre. Una interiorización que es a la vez suprema familiaridad con Dios, hasta el grado de llamarle: Papá. Todos los cristianos somos invitados a reproducir en nosotros, en cuanto es posible humanamente, la interiorización y la familiaridad de Jesucristo en sus relaciones con Dios, su Padre. Sólo cuando hay una verdadera interiorización, las manifestaciones externas de la religión y las diversas prácticas del culto y de la piedad dejan de ser objeto de manipulación por parte de los hombres, dejan de ser pura obligación "religiosa", para convertirse en una necesidad del corazón y de la vida. Es propio de la experiencia humana que, cuando algo ha calado profundamente en el alma, se sienta la necesidad de manifestarlo y externarlo. Sólo desde la religión interior el paso a las manifestaciones religiosas, a la piedad popular, es verdaderamente auténtico. En efecto, del corazón rasgado nace el impulso interior a la penitencia, el ayuno, la plegaria.
2. Dios mira la intención. Las prácticas religiosas son necesarias, pero si no surgen del corazón, del recinto interior del hombre, son fácilmente manipulables e instrumentalizadas por los hombres al servicio de objetivos egoístas. Jesucristo en el evangelio pone el dedo sobre este punto tan delicado. Ayunar, dar limosna, orar son prácticas buenas en sí, pero se instrumentalizan cuando se llevan a cabo sólo para ser vistos y alabados por los hombres. A los ojos de los hombres, esos que dan limosna haciendo sonar una trompeta para que todos se enteren, o que oran en las esquinas de las plazas para que todos se den cuenta de que oran y de que saben de memoria largas oraciones, o que ponen cara triste para dar a entender que han ayunado, pueden pasar por hombres sumamente piadosos y santos, pero a Dios ni le engañan ni le pueden engañar. Dios mira el corazón, y ve que su corazón es egoísta, que su ayuno, limosna y oración no surge de un corazón lleno de Dios o al menos de arrepentimiento y deseo de converssión, sino que está lleno de egoísmo.
3. Dejaos reconciliar con Dios. Todo hombre, aunque sea muy religioso, siente que su actuar y su vida no siempre están en paz y reconciliación con Dios. Se da cuenta de que a veces no está religado a Dios, sino que ha roto su relación con Él. Dejarse reconciliar es volver a aceptar nuestra condición "religiosa", y establecer con Dios las relaciones auténticas: no de enemistad o de odio, sino de amor y de amistad, no de separación o apartamiento sino de cercanía e intimidad. No somos nosotros quienes nos reconciliamos con Dios, más bien tenemos que dejarnos reconciliar; somos libres para aceptar la reconciliación, pero no para crearla o iniciarla. A nosotros, cristianos, quien nos reconcilia con Dios es nuestro Señor Jesucristo por medio de su cruz y de su gloriosa resurrección. Por eso, el domingo, en que conmemoramos tales realidades y misterios, es el tiempo propicio para que Jesucristo haga eficaz en nosotros la obra de su reconciliación con el Padre y, derivamente, con nuestros hermanos los hombres
Sugerencias pastorales
1. Sentido de la penitencia cristiana. Ya en la "Didaché", de finales del siglo I d. C, se habla de las prácticas penitenciales cristianas. Esas prácticas penitenciales y "religiosas" han estado siempre presente en la vida de la Iglesia, y lo continúan estando. Según las épocas y las costumbres de los pueblos, esas prácticas eran más rigurosas o menos, más numerosas o más reducidas. Cuando, hoy en día, leemos sobre las penitencias de los monjes irlandeses o los gestos penitenciales de los hombres medievales, nos causan sorpresa y pensamos que eran exageradas; pero no parece ser que en esas épocas y lugares pensasen de la misma manera que nosotros. En nuestro tiempo la Iglesia ha atenuado las prácticas penitenciales prescritas, como el ayuno y la abstinencia, o la penitencia impuesta por el sacerdote en el sacramento de la reconciliación. Pero a la vez no ha dejado de indicar otras prácticas de penitencia más acordes con nuestro tiempo y sobre todo la penitencia interior, es decir, de nuestras pasiones de orgullo, de vanidad, de deseo de tener y dominar, de la concupiscencia de la mente y del corazón, del afán de aparecer...Esta es la penitencia que sin duda alguna más agrada a Dios y además la que más nos beneficia espiritualmente a nosotros, pues nos conduce a desprendernos de nuestro yo y de todo aquello en que el yo ocupa el lugar primero, incluso respecto al mismo Dios. Porque, ¿qué sentido tiene macerar el cuerpo, cuando el corazón está podrido de egoísmo? ¿Es la penitencia de nuestro egoísmo y de nuestro orgullo la que más practicamos los cristianos? En la parroquia, en la familia, en la escuela, hay que ir enseñando poco a poco a los niños y adolescentes este tipo de penitencia, en la que reside el verdadero sentido de la penitencia cristiana.
2. Una intención pura para Dios. En la parroquia hay muchas celebraciones y actividades. En el centro, está la celebración de la eucaristía, de los sacramentos. Están además las actividades de catequesis y de ayuda y beneficencia a diversas categorías de personas: enfermos, ancianos, emigrantes, desocupados; están las actividades culturales, deportivas, sociales... No está mal preguntarse alguna que otra vez con qué intención las personas que dirigen las diversas actividades las llevan a cabo. Ojalá fuese siempre una intención pura para Dios, pero no pocas veces se mezclarán otras intenciones muy humanas, y en caso las intenciones humanas quizá sean las predominantes, si no las exclusivas. Tal vez Jesucristo se vea obligado a repetir de nuevo: "Os aseguro que ya recibisteis vuestra recompensa". El periodo de cuaresma que iniciamos, debe propiciar un examen de nuestra conciencia para ver más a fondo y con sinceridad cuáles son las intenciones de nuestros comportamientos, actitudes, actividades, proyectos y realizaciones.
Evangelio según San Lucas 9,22-25.
Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
Libro II, capitulo 12
"El que quiera venir detrás de mí (...) que cargue con su cruz cada día y me siga."
Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús. Pues que así es, ¿por qué teméis tomar la cruz, por la cual se va al reino? En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad. No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino primero y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El.
Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.
Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre hallarás la cruz. Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo: lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El, y te hagas más humilde con la tribulación. Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo. Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.
19 de febrero 2015 Jueves cuaresma Dt 30, 15-20
En Deuteronomio leemos: «Amarás al Señor, tu Dios, obedece-lo, sé fiel, y en Él encontrarás la vida». Efectivamente en el amor siempre encontraremos estos dos rasgos que lo acompañan: la obediencia y la fidelidad. Soy capaz de estimar obedeciendo? Jesús lo hizo hasta la cruz, y una vez lo hizo nos abrió, para todos, la vida en la resurrección.
Hacer y dejarse hacer
Cuarenta días pueden parecer mucho tiempo, pero el tiempo, y más en nuestro mundo acelerado, pasa con una rapidez pasmosa. Por eso es bueno disponer y tomar pequeñas decisiones que ayuden a vivir un tiempo que aparece cada año como una oportunidad nueva. Te ofrecemos algunos recursos para ayudar a esta preparación. También en la agenda encontrarás actos, celebraciones y retiros que harán más viva esta Cuaresma.
Además de "hacer" es bueno pero dejarse hacer. Por lo tanto más que la cantidad de cosas, lo importante es que las emprendamos con corazón abierto y actitud acogedora. Nosotros ponemos los medios pero al final es siempre de Él la iniciativa.
Si alguno quiere venir en pos de mí
Lucas 9, 22-25. Cuaresma. Es la Cruz, siempre la Cruz con Cristo, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión.
Oración introductoria
Jesús, se nota que lo que tú querías no era -ni ha sido nunca- ganarte un buen número de seguidores que quisieran ir en pos de ti para hacer milagros, o para adquirir mucha fama entre la gente, o incluso para vivir un evangelio diseñado a su comodidad. Por eso, desde que predicaste tu mensaje, dejaste bien claro que implicaba necesariamente la cruz, renunciar a sí mismo, perder la vida por ti. Ese es el camino para seguirte, para acercarnos al misterio tan gigante de tu persona y para encontrar en ti la verdadera vida.
Petición
Jesús mío, dame mucha fe y amor para llevar la cruz que tú me has dado, pues es el camino por donde has querido que te encuentre y llegue hasta ti.
Meditación del Papa Francisco
El segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Y habla de las “marcas”, es decir, de las llagas de Cristo Crucificado, como el cuño, la señal distintiva de su existencia de Apóstol del Evangelio. En su ministerio, Pablo ha experimentado el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y la consolación. He aquí el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección. Y precisamente haberse dejado conformar con la muerte de Jesús ha hecho a San Pablo participar en su resurrección, en su victoria. En la hora de la oscuridad, en la hora de la prueba está ya presente y activa el alba de la luz y de la salvación. ¡El misterio pascual es el corazón palpitante de la misión de la Iglesia! Y si permanecemos dentro de este misterio, estamos a salvo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión, como del desánimo que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz con Cristo, porque a veces nos ofrecen la cruz sin Cristo: ésa no sirve–. Es la Cruz, siempre la Cruz con Cristo, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión. Y desde la Cruz, acto supremo de misericordia y de amor, renacemos como “criatura nueva”» (Cf Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2013).
Reflexión
El camino que Cristo propone es difícil. Pero ¿qué es aquello que ha movido a tantos hombres y mujeres a seguir a alguien que predica todo lo contrario que el mundo de hoy ofrece? Es cierto, que hay algo de locura en esto. Una locura que experimentan sólo quienes han conocido a Cristo y, por consiguiente, le han experimentado vivo y enérgicamente atractivo. Por algo el Papa Juan Pablo II gritaba con ardor en sus labios: "¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! ¿Qué teméis? Tened confianza en él. Arriesgaos a seguirlo. Esto exige, evidentemente, que salgáis de vosotros mismos, de vuestros razonamientos, de vuestra «prudencia», de vuestra indiferencia, de vuestra suficiencia, de vuestras costumbres no cristianas que quizá habéis adquirido. Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad."
Propósito
Sobrellevaré con gozo las contrariedades y dificultades que forman mi cruz de este día.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, estoy dispuesto a seguirte por este camino hermosísimo de ser cristiano. Ante todo lo que tú has hecho por mí, no encuentro otro camino para corresponderte que rendirme a tus pies para aprender de ti, para vivir lo que tú viviste. Sé que este camino entraña abnegación y sacrificio, y será fecundo sin comparaciones si busco encontrarte.
"Pon amor donde no hay amor, y sacarás amor" (San Juan de la Cruz).
La conversión del corazón
Jueves después de Ceniza. ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo?
Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?
En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida.
La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: "aquí estoy, cuenta conmigo".
Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo." Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón.
Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios.
Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma.
Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: "Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo": ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten?
Gabino de Roma, Santo
Presbítero y Mártir, 19 de febrero
NOTA: Su nombre no está incluido en el actual Martirologio Romano
Martirologio Romano (de 1956): En Roma, el triunfo de san Gabino, Presbítero y Mártir, que fue hermano del Papa san Cayo, el cual, aherrojado largo tiempo en la cárcel por Diocleciano, con una preciosa muerte se granjeó los gozos celestiales. († c.295)
Fue San Gatuno originario de Dalmacia, pariente del emperador Diocleciano, hermano del papa San Cayo, y padre de Santa Susana; nació de padres cristianos, hacia la mitad del tercer siglo. En poco tiempo adelantó mucho en las letras humanas; pero se dedicó con mucha mayor aplicación al estudio de la Sagrada Escritura y de las ciencias divinas.
Apenas se vio nuestro Santo desembarazado de los lazos del matrimonio por la muerte de su virtuosa mujer, cuando se aplicó enteramente á estudiar la ciencia de la religión. Libre de los empeños del siglo, quiso ser admitido en el clero; elevado á la dignidad del sacerdocio, no cedía su celo al más generoso, al más infatigable, al más industrioso ni al más eficaz. Veiase con admiración á este santo presbítero pasar las noches enteras en las lóbregas concavidades de las rocas para celebrar el santo sacrificio de la Misa, y para alimentar con el divino Pan a los que estaban en vísperas de ser sacrificados, hostias inocentes, al Dios vivo en las aras del martirio.
Apenas triunfó su hija, Santa Susana, de los tormentos, coronando su virginidad con el generoso sacrificio de su vida, cuando fue arrestado San Gabino. Encerráronle en un obscuro espantoso calabozo, que fue para él lugar apacible de sus delicias. Resuelto el tirano á vencer la constancia de su fe, ó por el tedio, ó por las incomodidades de la prisión, ó dejándole morir en ella de hambre y de miseria, le hicieron padecer cuantos tormentos puede inventar la más cruel barbarie. Sufrió el Santo todos estos suplicios, no sólo con una constancia inalterable, sino con tanta alegría como si pasara la vida más divertida y más regalada del mundo. Seis meses pasó San Gabino en estos tormentos después de la preciosa muerte de su hija Santa Susana, hasta que, queriendo el Señor coronar su paciencia premiando sus trabajos, permitió que le cortasen la cabeza. Terminó nuestro Santo la carrera de su vida por un glorioso martirio el día 19 de Febrero del año de 296, dos meses antes que lograse la misma suerte su hermano el santo pontífice Cayo; y fue enterrado por los cristianos el cuerpo de San Gabino en el cementerio llamado de San Sebastián.
El Papa impone la ceniza a Ganswein
El Papa critica en Santa Marta a los que acaban convirtiéndose en "fracasados de éxito"
Francisco: "Cada cristiano debe elegir cada día como lo hizo Moisés"
"El Señor está con nosotros, está junto a nosotros, para ayudarnos. Nunca nos deja solos, nunca.”
Un camino erróneo es el de buscar siempre el propio éxito, los propios bienes, sin pensar en el Señor, sin pensar en la familia
(RV).- En cada circunstancia de la vida, el cristiano debe elegir a Dios y no dejarse engañar por costumbres y situaciones que llevan lejos de Él. Esta ha sido la recomendación del papa Francisco al comentar las lecturas del día durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Elegir a Dios, elegir el bien, para no ser un ‘fracasado de éxito'. Aclamado, sí, por la masa pero al final nada más que un adorador de "pequeñas cositas que pasan". Así, el Santo Padre ha hecho referencia al pasaje de la Biblia en el que Dios dice a Moisés: "Ves, yo pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Hoy, por tanto, yo te ordeno amar el Señor, tu Dios, caminar por sus vías".
De este modo, Francisco ha afirmado que cada cristiano debe elegir cada día como lo hizo Moisés. Una elección difícil. "Es más facil vivir dejándose llevar por la inercia de la vida, de la situación, de las costumbres", ha advertido. Y ha añadido que es más fácil, en el fondo, convertirse en servidor de otros dioses. Elegir --ha proseguido el Santo Padre-- entre Dios y los otros dioses, esos que no tienen el poder de darnos nada, solamente pequeñas cosas que pasan. Y no es fácil elegir, nosotros tenemos siempre esta costumbre de ir un poco donde la gente va, un poco como todos. Como todos. Todos y ninguno. Francisco ha señalado que hoy la Iglesia nos dice: ‘Pero, ¡párate! ¡Párate y elige!' "Es un buen consejo. Y hoy nos hará bien pararnos y durante el día pensar un poco cómo es mi estilo de vida, por donde camino. Y profundizando un poco más, Francisco ha propuesto otra pregunta, cuál es mi relación con Dios, con Jesús; la relación con los padres, hermanos, mujer o marido, hijos...
A continuación, el Santo Padre ha explicado que "un camino erróneo es el de buscar siempre el propio éxito, los propios bienes, sin pensar en el Señor, sin pensar en la familia". Uno puede ganar todo --ha advertido el Pontífice-- pero al final convertirse en un fracasado. Un fracasado. Ese camino es un fracaso. Y así ha comentado: "‘pero le han hecho un monumento, le han pintado un cuadro...' Pero has fracasado: no has sabido elegir bien entre la vida y la muerte"
Asimismo ha invitado a preguntarse cuál es la velocidad de la vida, y si alumbro sobre las cosas que hago. Además, ha invitado a pedir la gracia de tener ese "pequeño valor" necesario para elegirlo cada vez.
Para finalizar la homilía, el Papa ha propuesto el "consejo tan bonito" del Salmo 1: Beato el hombre que se fía del Señor. "Cuando el Señor nos da este consejo --‘¡párate!, elige hoy, elige'-- porque no nos deja solos. Está con nosotros y quiere ayudarnos. Nosotros solamente debemos confiar, tener confianza en Él. ‘Bienaventurado el hombre que confía en el Señor'. Hoy, cuando nosotros nos detendremos a pensar en estas cosas, para tomar decisiones, sepamos que el Señor está con nosotros, está junto a nosotros, para ayudarnos. Nunca nos deja solos, nunca. Está siempre con nosotros. También en el momento de la decisión está con nosotros"