“Volved a mí de todo corazón”

MIÉRCOLES DE CENIZA  Jl 2, 1218; Ps 50; 2C 5, 20-6, 2; Mt 6, 1-6.16-18 -18 de febrero de 2015

Ayunad, llorad, decía el profeta Joel en la primera lectura. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, decía Jesús en el evangelio indicando que, cuando hacemos penitencia, el rostro debe ser dichoso. Parece, hermanos y hermanas, como si la Iglesia nos diera un mensaje contradictorio en este Miércoles de Ceniza en proclamarnos estas dos lecturas. Una solución fácil sería quedarnos sólo con el evangelio y dejar como ya superada la llamada del profeta Joel hacer duelo cara a la conversión. Pero hay otra manera de verlo que da validez a las dos frases. Podemos encontrar la clave en el salmo responsorial, que es el salmo 50, el salmo penitencial por excelencia. El salmista, compungido, pide perdón de sus pecados, llora interiormente su infidelidad a Dios. Y invoca el gozo de la salvación divina. El llanto y el gozo son paradójicamente inseparables en la experiencia cristiana de la conversión. Y la cuaresma nos invita a vivirlos ambos. El llanto interior, del corazón, expresa la sinceridad del arrepentimiento por el daño que hemos obrado y el deseo de conversión. Y este arrepentimiento lleva al gozo de constatar el amor de Dios que perdona. La espiritualidad cristiana, de este llanto que lleva al gozo, dice compunción. Y es una actitud fundamental en la cuaresma. Hoy empezamos la preparación espiritual para celebrar la santa Pascua de una manera provechosa y renovadora; que haga viva en nosotros la realidad bautismal que renovaremos en la vigilia de la noche santa. Durante este tiempo, la Iglesia nos pondrá ante la Palabra de Dios que, en su amor por nosotros, nos muestra cuál es el camino que lleva a la vida y cuál es en camino -el estilo de vivir- que no lleva a la felicidad interior y aleja de Dios.

Estos días, también, particularmente durante la Semana Santa, contemplaremos la gran prueba de amor que el Padre nos da en la persona de su Hijo Jesucristo, entregado por nosotros a la pasión y a la cruz. El contraste entre lo que pide la Palabra de Dios y lo que hacemos cada día unido al contraste entre el amor que Dios nos tiene y la manera cómo correspondemos en el día a día, deberían hacer brotar en nosotros la compunción, el duelo, la enmienda, la admiración gozosa por la fidelidad de Dios para con nosotros a pesar de nuestro pecado. La compunción no es un complejo de culpabilidad, ni una angustia ante el propio pecado. Es tener conciencia de que somos pecadores, pero también que, si nos arrepentimos, somos perdonados generosamente. Es tener conciencia de que a pesar de nuestro pecado, Dios nos ama y es cariñoso y nos ofrece la posibilidad de volver a empezar cada día. Ante esta realidad deben brotar el dolor, el llanto del corazón, pero también la alegría por el perdón y por el amor del que somos objeto. El amor de Dios que se pone sobre nuestra realidad pecadora para liberar de él, hace nacer la compunción. Proviene maravillarnos ante el hecho de ser pecadores perdonados, ante la ternura con que Dios nos ama a pesar de la propia inconsistencia. Esto es el proceso que la Iglesia nos propone seguir en la cuaresma. Por ello, constatando nuestra fragilidad espiritual y nuestras faltas, debemos dejar entrar muy adentro de nuestro corazón la Palabra de Dios que nos llama a convertirnos y a no malversar la gracia que nos es dada, como decía san Pablo en la segunda lectura; hemos de dejar entrar muy adentro de nuestro corazón la Palabra de Dios que nos dice cómo somos estimados por él a pesar de nuestra realidad pecadora y nos invita a vivir de acuerdo con la nuestra condición de hijos de Dios incorporados por el bautismo en Jesucristo. Para avanzar en la compunción durante la cuaresma, la Iglesia nos propone tres prácticas, de las que hablaba el evangelio que hemos escuchado: la oración como acogida de la Palabra de Dios y como respuesta personal al que Dios nos dice, el ayuno como expresión de la sobriedad de vida y del saber renunciar a algo del comer y del beber para que el cuerpo participe de la vivencia espiritual y, finalmente, la limosna como manifestación concreta y tangible del amor a los demás y, de una manera particular como una manifestación de la solidaridad con los necesitados. Para que la compunción no es auténtica si no nos abre a los hermanos con espíritu de reconciliación, de ayuda, de servicio; no es auténtica si no nos mueve el amor solícito del bien del otro. Ahora nos acercaremos a recibir la ceniza. Es la expresión de nuestra conciencia de ser pecadores, de nuestro llanto interior por no haber correspondido al amor tan generoso de Dios; es expresión de nuestra voluntad de convertirnos. Es, por tanto, un gesto de compunción, confiar en el perdón que Dios nos quiere dar abundantemente; es también, pues, un camino de joya que tenemos que ir recorriendo hasta la solemnidad de la Santa Resurrección del Señor.

Hagámonos dóciles al Espíritu Santo para que rompa el corazón de piedra que no nos deja sentir dolor de la infidelidad y nos haga comprender la ternura de Dios hacia nosotros.

El Papa recibe la ceniza

Invita a los sacerdotes a pedir a Dios "el don de las lágrimas"
Papa en la ceremonia de la ceniza: "El Señor no se cansa de tener misericordia de nosotros"
"¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los sacerdotes lloran?"

Regresar al Señor "con todo el corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual 

El papa Francisco caminó hoy en procesión desde la Iglesia de San Anselmo a la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino, donde comenzó posteriormente la misa de Miércoles de Ceniza, actos con los que abre los ritos litúrgicos de la Cuaresma.

Los actos comenzaron con la procesión a pie, en la que participó el papa ataviado con una capa pluvial morada, color que indica preparación espiritual ante la llegada de la Semana Santa.

Durante la procesión, en la que se pronunciaron letanías, Francisco estuvo acompañado por los cardenales de la Curia romana, obispos y arzobispos, los monjes benedictinos de San Anselmo y los padres dominicos de Santa Sabina, además de algunos fieles.

Ya en la basílica de Santa Sabina, en el monte romano del Aventino, el papa comenzó la ceremonia que incluyó la imposición de las cenizas.

El Papa Francisco celebró hoy la misa del miércoles de ceniza en una basílica del centro de Roma y pidió a todos, pero especialmente a los sacerdotes, "llorar para no ser hipócritas".

Durante su sermón, pronunciado en italiano, señaló que el tiempo anterior a la Pascua -llamado Cuaresma y que inició este día- invita a emprender "un camino de conversión no superficial ni transitorio" sino un "itinerario espiritual" que involucre a toda la persona.

"Nos hará bien pedir a todos, pero especialmente a nosotros sacerdotes, al inicio de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para volver a nuestra oración y nuestro camino de conversión cada vez más auténticos y sin hipocresía", indicó.

"Nos hará bien preguntarnos, ¿yo lloro? ¿El Papa llora? ¿Los cardenales lloran? ¿Los obispos lloran? ¿Los consagrados lloran? ¿Los sacerdotes lloran? El llanto está en nuestras oraciones. Sepan hermanos, los hipócritas no saben llorar, han olvidado cómo se llora. No piden el don de las lágrimas", agregó.

Constató que cuando alguien cumple una buena acción casi instintivamente nace en él el deseo de ser estimado y admirado por ello, para conseguir satisfacción, pero Jesús invita a actuar sin alguna ostentación.

«Dios nos invita a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo», es la exhortación del Papa Francisco en la celebración Eucarística al inicio de la Cuaresma.

En su homilía el Pontífice recordó que la Cuaresma es un tiempo en el que tratamos de estar más unidos a Cristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección. Asimismo, el Sucesor de Pedro subrayó que el camino cuaresmal es un tiempo propicio para la "conversión", pero no una conversión superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona, es decir, el corazón, el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.

"El Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, dijo el Papa, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo".

Para ello afirmo es necesario dejarnos reconciliar por Dios, es decir la reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito.

Conscientes de esto, dijo El Papa Francisco, "iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección".

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA

Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección.

La liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.

El profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón» (2:12). Regresar al Señor "con todo el corazón" significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.

Aquel "vuelvan a mí de todo corazón" no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocación dirigida a todos: « ¡reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!» (v. 16).

El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.

Justamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces): «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos... cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas... Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas... a ellos les gusta orar de pie... para ser vistos... Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas» (Mt 6,1.2.5.16).

Cuando se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para obtener una satisfacción. Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto» (Mt 6,4.6.18).

Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: «les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios» (2 Cor 5:20). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. De hecho, el Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando sobre la cruz cargó con nuestros pecados, y así nos rescató y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el «momento favorable» (6,2).

Con esta conciencia, iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección.

Dentro de poco cumpliremos el gesto de la imposición de las cenizas en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: «eres polvo y al polvo volverás» (Gen 3:19), o también repite la exhortación de Jesús: « Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15). Ambas fórmulas constituyen un llamado a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de arrepentimiento y conversión. ¡Cuán importante es para escuchar y acoger este llamado en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es entonces un impulso a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios,

Padre tierno y misericordioso, a confiarnos de Él y a confiarnos a Él.

 

El Papa en Santa Marta

"Ofrecemos esta misa por nuestros hermanos coptos, degollados por el único motivo de ser cristianos"
Francisco denuncia a "los empresarios de la muerte" que venden armas a los países en guerra
"Tomad un periódico, cualquiera... más del 90% de las noticias son noticias de destrucción"

El hombre, constató con amargura, "parece ser más poderoso que Dios", es capaz de destruir las cosas buenas que Él ha hecho

(RV/RD).- "Ofrecemos esta misa por nuestros 21 hermanos coptos, degollados por el único motivo de ser cristianos". Fueron las palabras del Papa Francisco al comienzo de la misa matutina en la casa de Santa Marta. "Oremos por ellos - prosiguió el Pontífice - que el Señor como mártires los acoja, por sus familias, por mi hermano Tawadros, que sufre tanto". "Sé para mí, defensa, oh Dios, roca y fortaleza que me salva, porque Tú eres mi baluarte y mi refugio; guíame por amor de tu nombre", fue la oración de Francisco.

Todos nosotros somos capaces de hacer el bien, pero también destruir cuanto Dios ha hecho. Lo dijo el Papa Francisco en la Misa matutina en Casa Santa Marta. El Papa, deteniéndose en la primera lectura que narra el diluvio universal, observó que el hombre es incluso capaz de destruir la fraternidad y de aquí nacen las guerras y divisiones. Por tanto, condenó a los "empresarios de la muerte" que venden armas a los países en conflicto para que la guerra pueda continuar.

"El hombre es capaz de destruir todo lo que Dios ha hecho". El Papa Francisco desarrolló su homilía moviendo del pasaje dramático del Génesis que muestra la ira de Dios por la maldad del hombre y que precede al diluvio universal. El hombre, constató con amargura, "parece ser más poderoso que Dios", es capaz de destruir las cosas buenas que Él ha hecho.

En los primeros capítulos de la Biblia, prosiguió, encontramos muchos ejemplos – de Sodoma y Gomorra, a la Torre de Babel - en que el hombre muestra su maldad". Un mal que anida en lo íntimo del corazón.

"‘Pero padre, ¡no sea tan negativo!' dirá alguno. Pero es la verdad. Somos capaces de destruir también la fraternidad: Caín y Abel en las primeras páginas de la Biblia. Destruir la fraternidad. Es el inicio de las guerras. Los celos, las envidias, tanta avidez de poder, de tener más poder. Sí, esto parece negativo, pero es realista. Tomad un periódico, cualquiera - de izquierda, de centro, de derecha... cualquiera. Y veréis que más del 90% de las noticias son noticias de destrucción. Más del 90%. Y esto lo vemos todos los días". "¿Pero qué sucede en el corazón del hombre?", se preguntó Francisco. Jesús, dijo, nos recuerda que "del corazón del hombre salen todas las maldades". Nuestro "corazón débil", prosiguió, "está herido". Hay siempre, añadió, una "voluntad de autonomía": "Yo hago lo que quiero, y si quiero esto, lo hago. Y si para esto quiero hacer una guerra, ¡la hago!"

Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18. 

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 

San Juan Pablo II (1920-2005), papa 
Audiencia general 16-02-1983 (Osservatore Romano 17-2-1983

“Volved a mí de todo corazón” (Jl 2,12)

Este tiempo privilegiado del año litúrgico está caracterizado por el mensaje bíblico que se puede resumir en una palabra: ....”Convertios!” La ceremonia sugestiva de la imposición de la ceniza eleva nuestro espíritu hacia la realidad eterna, hacia Dios que es el principio y el fin, el alfa y la omega de nuestra existencia. (Ap 21,6) En efecto, la conversión no es otra cosa que un retorno a Dios, valorando las realidades terrenas a la luz indefectible de la verdad divina. Es una estimación que nos empuja a ver cada vez con más claridad de conciencia que estamos aquí de paso, en medio de las vicisitudes penosas de esta tierra y nos anima a esforzarnos por instaurar el Reino de Dios dentro de nosotros mismos y para que la justicia se establezca en el mundo.

La palabra “penitencia” es también sinónimo de “conversión”. La Cuaresma nos invita a practicar el espíritu de la penitencia, no en un sentido negativo de tristeza y frustración, sino en el sentido de elevar nuestro espíritu, liberándolo del mal, deshacernos del pecado y de todas las influencias que pueden entorpecer nuestro paso hacia la plenitud de la vida. Penitencia como remedio, como reparación, como cambio de mentalidad para disponernos a la fe y a la gracia, pero que supone voluntad, esfuerzo y perseverancia. Penitencia como expresión de un compromiso libre y generoso en el seguimiento de Cristo.

18 de febrero 2015 Miércoles de ceniza Jl 2, 12-18

Por medio del profeta Joel, Dios nos envía un mensaje claro: «Ahora, convertíos a mí con todo vuestro corazón .... Rasgad el corazón, y no los vestidos!» Hoy que comenzamos la cuaresma, es la hora de ir al fondo de nuestra vida, del corazón como nos dice la lectura, y no quedarnos en aspectos más superfluos, como pueden ser los vestidos. La llamada que se nos hace no es para aparentar, sino para transformar nuestra vida. Según tu punto de vista, en que debe consistir convertir el corazón y que sería rasgar sólo los vestidos? Señor, que estos días sepa abrir mi corazón a Tu corazón.

Miércoles de Ceniza

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón. Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

*“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
*“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"
* “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. 

ORIGEN DE LA COSTUMBRE
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios. En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse. En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión. Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior.

Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada. También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos. Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.
Miércoles de Ceniza.

LA ORACIÓN: La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

Para que nuestra Oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible.

Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.

EL SACRIFICIO:
Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.

“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6,6).

CONCLUSIÓN:
Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.

Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.

La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.

La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.

Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús. Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.

Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.

Sugerencias para vivir la fiesta: Asistir a la iglesia a ponerse ceniza con la actitud de conversión que debemos tener. Leer la parábola del hijo pródigo, San Lucas 15, 11-32 o el texto evangélico de San Mateo 6, 1-8.

Santa Bernardita Soubirous

Santa Bernardette nació el 7 de enero, de 1844 en el pequeño pueblo de Lourdes, en las hermosas montañas de los Pirineos franceses.  En su bautismo le pusieron el nombre de Marie-Bernard, pero desde pequeña la llamaban por el diminutivo "Bernardette". Su padre Francisco era un hombre honesto y recto pero no muy capaz en los negocios. Trabajó como molinero para los Casterot, una familia acomodada. Vivía con su familia en el molino de Boly.  Su madre, Luisa Casterot, se casó a los 16 años. Se pensaba que así su futuro estaría asegurado pero las cosas no resultaron de esa manera.  Cuando los clientes venían a moler su trigo, la joven pareja les servía una comida completa.   Esto podía hacerse en tiempos de abundancia, pero llegó a hacer crisis en tiempos de estrechez. Las deudas forzaron a los Soubirous a dejar el molino y albergarse en una celda, propiedad de un primo de Francisco, que había sido parte de una prisión. En un solo cuarto vivían los seis, el padre, la madre y los cuatro hijos. Los mayores eran las mujeres, Bernardette la primera, después de ella venía Toinette (dos años y medio más joven), y luego los dos varones, Jean-Marie y Justin.   Para conseguir el escaso pan para los niños, Francisco y Luisa tomaban todo tipo de trabajos que podían encontrar.

Cuando nació Bernardette la familia todavía tenía recursos. Una prueba de ello es que la niña fue confiada a una nodriza por seis meses. La nodriza, llamada Marie Avarant y de casada Lagues, vivía en Bartres, en el campo a 5 millas de Lourdes.  Marie Lagues amamantó a Bernardette por 15 meses, desde junio de 1844 a octubre de 1845. De acuerdo con la costumbre ambas familias quedaron muy unidas entre sí. Las dificultades económicas de la familia Soubirous dio oportunidad a Marie para pedir hacerse cargo de Bernardette. El pretexto fue que le ayudase con otros niños, pero en realidad la quería para el pastoreo de ovejas. Quedó así como una pastorcita contratada aunque sin paga. Al ir a Bartres le prometieron que podría prepararse con el sacerdote del lugar para hacer su Primera Comunión. Tenía casi 14 años y era la única niña de su edad en Lourdes que no la había recibido.  Pero al ver que era muy buena en su trabajo, la obligaban a pasar más tiempo cuidando las ovejas, lo que no le permitía asistir a las clases de catecismo.  Los dos niños de la familia donde vivía se marchaban todas las mañanas a las clases de catecismo, mientras a ella le exigían marcharse al campo a pastorear. Esto le dolía mucho en su corazón.

Ha surgido un interrogante sobre la inteligencia de Bernardette.  Muchos sugieren que no era inteligente. Es cierto que ella aprendía con dificultad y hasta ella misma decía que tenía "mala cabeza", queriendo decir que tenía poca memoria.   Al habérsele negado la posibilidad de estudiar, Bernardette, a los 13 años de edad, todavía no sabía ni leer ni escribir. El maestro Jean Barbet, quién en una ocasión le dio clases de catecismo, decía de ella: "Bernardette tiene dificultad en retener las palabras del catecismo porque no puede estudiarlas, ya que no sabe leer, pero ella hace un gran esfuerzo en comprender el sentido de las explicaciones. Aún mas, ella es muy atenta y, especialmente, muy piadosa y modesta". Sin duda Bernardita había sabido cultivar un gran tesoro de Dios: un corazón adornado de las mas bellas virtudes cristianas: inocencia, amabilidad, bondad, caridad y dulzura. El sacerdote de Bartres, Abbé Arder, si bien se marchó a un monasterio poco después que llegara Bernardette, en los pocos contactos que tuvo con ella pudo captar la excelencia de su corazón.

El tenía mucha fe en las apariciones de La Salette (1846), ocurridas once años atrás y así comparaba a Bernardette con los niños de La Salette. Decía:  "Ella me parece una flor toda envuelta con perfume divino. Yo le aseguro que en muchas ocasiones cuando la he visto, he pensado en los niños de La Salette. Ciertamente, si la Santísima Virgen se le apareció a Maximino y a Melania, lo hizo en orden a que ellos se convirtieran en simples y piadosos como ella." Ni la ignorancia, ni la pobreza, ni el aspecto enfermizo de Bernardette le previnieron de apreciar en ella la simplicidad y la piedad.

Decía el Sacerdote en una ocasión: "Mira a esta pequeña. Cuando la Virgen Santísima quiere aparecerse en la tierra, ella escoge niños como esta". Sus palabras fueron proféticas ya que a los pocos meses la Virgen se le comienza a aparecer en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes. Cuando Bernardette vio que su deseo de prepararse para recibir la Comunión no era posible en Bartres, le pidió a María Lagues que le permitiera ir a Lourdes donde insistió a sus padres que le concedieran regresar a casa.  Quería recibir la Primera Comunión y tendría que empezar las clases de catecismo inmediatamente quería recibirla en 1858. Sus padres accedieron y regresó a Lourdes el 28 de enero, de 1858, solo 14 días antes de la primera aparición de la Virgen. Es importante, por lo tanto, comprender la razón por la que Bernardette se encontraba en Lourdes cuando tenía 14 años y comenzaron las apariciones: ella buscaba con todo su corazón recibir la Santa Comunión. Las Virgen visita a un alma muy pura llena de amor por su Hijo, un alma dispuesta a cualquier sacrificio para llevar a cabo la obra de Dios. Bernardette, al verse impedida de recibir la comunión, recurre a la Virgen, reza diariamente el rosario y la Virgen le abre las puertas.  La Virgen sabe que puede confiar en ella el trascendente mensaje que desea comunicar al mundo.

Enséñanos a creer
como Tú has creído.
Enséñanos a amar a Dios
y a nuestros hermanos
como Tú los has amado.
Haz que nuestro amor
hacia los demás sea siempre
paciente, benigno y respetuoso.
¡Oh Virgen Santísima de Lourdes,
míranos clemente en esta hora!
-Juan Pablo II
Te pedimos Señor, que nosotros tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo;
y por la intercesión de Santa Maria, bajo su advocación de la Virgen de Lourdes, líbranos de las tristezas de este mundo, concédenos las alegrías del cielo, y la gracia especial que solicitamos
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

 

El comienzo de la Cuaresma
Cuaresma. Miércoles de ceniza. Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.

Miércoles de Ceniza
Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale. Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando. Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.
 
Ayunar es amar
No es el comer o el ayunar lo que importa: lo que hace verdadero el ayuno es el espíritu con que se come o se ayuna

Los criterios inmediatistas y eficientistas poco a poco han invadido nuestra cultura. El máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo, la inmolación del esfuerzo, del tiempo, de valores profundos y hasta de afectos vitales en vistas a un objetivo de corta duración que se presenta como plenificante en lo social o económico. De esta filosofía de vida, casi aceptada universalmente, no está exenta la vida de fe de los cristianos. Si bien la fe del discípulo se afianza y crece en el encuentro con Jesús vivo, que llega a todos los rincones de la vida y se nutre en la experiencia de ponerse de cara al evangelio para vivirlo como buena noticia que ilumina el andar cotidiano, podemos correr el riesgo de mirarlo de “reojo” y quedarnos sólo con una parte.

Hace algunos domingos, después de pronunciar el Sermón del Monte, Jesús nos dijo “para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos”. Frente a esta palabra tan determinante podemos conformarnos con hacer algunas buenas obras y darnos por satisfechos. La propuesta del Señor es más ambiciosa. Nos propone un obrar “desde la bondad” que tiene su raíz en la fuerza del Espíritu que se derrama dinámicamente como don de amor para todo nuestro vivir. No se trata solamente de hacer obras buenas, se trata de obrar con bondad. Estamos en la puerta de la cuaresma y la tentación que podemos tener es la de reducirla a ciertas buenas prácticas que finalizan en la pascua, desperdiciando el caudal de gracia que puede significar este tiempo de conversión para toda nuestra vida.

Nuestro ayuno cuaresmal puede ser rutinario y llegar a ser un gesto maniqueo más que profético consistente en «cerrar la boca», porque la materia y los alimentos son impuros: cuando el ayuno que Dios quiere es partir el propio pan con el hambriento; privarnos no sólo de lo superfluo, sino aún de lo necesario para ayudar al los que tienen menos; dar trabajo al que no lo tiene curar a los que están enfermos en su cuerpo o en su espíritu; hacernos cargo de los que sufren el azote de la droga o ayudar a prevenir la caída de tantos; el denunciar toda injusticia; el trabajar para que tantos, especialmente chicos en la calle, dejen de ser el paisaje habitual; el dar amor al que está solo y no sólo al que se nos acerca.

No creamos que es el comer o el ayunar lo que importa. Lo que hace verdadero el ayuno es el espíritu con que se come o se ayuna. Si pasar hambre fuera una bendición, serían benditos todos los hambrientos de la tierra y no tendríamos porque preocuparnos. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande».San Juan Crisóstomo

Jesús ayunó según la tradición de su pueblo pero también compartió la mesa de ricos y pobres, de los justos y pecadores. (Mt. ll,l9).

Ayunemos desde la solidaridad concreta como manifestación visible de la caridad de Cristo en nuestra vida. Así tiene sentido nuestro ayuno como gesto profético y acción eficaz. Así cobra sentido nuestro ayunar para que otros no ayunen. Ayunar es amar.

Necesitamos vivir la profundidad de no darle tanta importancia a la comida de la que nos privamos sino a la comida que posibilitamos a un hambriento con nuestras privaciones. Que nuestro ayuno voluntario sea el que impida tantos ayunos obligados de los pobres. Ayunar para que nadie tenga que ayunar a la fuerza.

Iniciando la cuaresma, benditos sean estos cuarenta días si nos entrenan el corazón en la actitud permanente de partir y repartir nuestro pan y nuestra vida con los más necesitados. Nuestro ayuno no puede ser dádiva ocasional sino una invitación a crecer en la libertad por la cual experimentamos que no es más feliz el que más tiene, sino el que más comparte porque ha entrado en la dinámica del amor gratuito de Dios.

Estamos en un tiempo marcado por la misión, no como gesto extraordinario sino como un modo de ser Iglesia en Buenos Aires. Cada gesto pastoral deseamos que no se agote en sí mismo sino que marque una brecha, genere una actitud que permanezca. En esta línea, queremos que el gesto solidario de cuaresma que realizamos desde hace ya varios años, nos permita rubricar el anuncio de la buena noticia, de que por el bautismo somos una familia que siente y vive como propias las angustias y dolores de todos, y todos los días del año.

Quiero agradecerles todo lo que se ha podido realizar a través de los gestos solidarios de los años anteriores y los animo a que la caridad viva sea el signo que acredite nuestras palabras de anuncio del Reino. Que Dios los bendiga y le regale una Santa Cuaresma vivida den el amor de Dios por su pueblo.

Cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J., 10 de marzo de 2011



Audiencia del miércoles de ceniza

Recuerda a los egipcios asesinados y pide la paz para Ucrania
Papa: "Hoy más que nunca, es necesario colocar la fraternidad en el centro de nuestra sociedad burocrática"
"La libertad y la igualdad, sin fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo"

José Manuel Vidal, 18 de febrero de 2015 a las 10:30

Les sugiero una cosa antes de terminar: en silencio pensemos en nuestros hermanos y hermanas. Pensemos en silencio y en el silencio del corazón recemos por ellos

(José M. Vidal).- El Papa Francisco centra su catequesis de la audiencia, en el miércoles de ceniza, en los hermanos y en la fraternidad. Una fraternidad que se mama en la familia. Una fraternidad sin la que la libertad y la igualdad pierden sentido. Y una fraternidad que "hoy es necesario colocarla en el centro de nuestra sociedad burocrática".

Algunas frases del Papa
"La hermandad es bella"
"No siempre somos conscientes, pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo"
"La libertad y la igualdad, sin fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo"
"La fraternidad resplandece en la ayuda a los hermanos más débiles"
"Tener un hermano una hermana que te quiere es una experiencia fuerte, impagable e insustituible"
"La fraternidad es considerar que los pobres son como de casa"
"Los cristianos van con los pobres no por obedecer un programa ideológico"
"Les sugiero una cosa antes de terminar: en silencio pensemos en nuestros hermanos y hermanas. Pensemos en silencio y en el silencio del corazón recemos por ellos"
(Y guarda un silencio orante, seguido en la plaza por la gente)
"Hoy, más que nunca es necesario colocar la fraternidad en el centro de nuestra sociedad tecnócratica y burocrática"
"Entonces, la libertad y la igualdad alcanzarán su justa tonalidad"

Texto completo del saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:

Seguimos con el tema de la familia, en concreto hoy hablamos de los hermanos. La fraternidad era un valor esencial en el pueblo de Israel, encontrando cumplidos elogios de ella en el Antiguo Testamento. Su ruptura, sin embargo, abre un abismo profundo en el hombre. La pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?» no cesa de resonar a lo largo de la historia.

Es en la familia donde aprendemos a abrirnos a los demás, a crecer en libertad y en paz, siendo esa primera convivencia fraterna la que se propone como un ideal para cualquier relación dentro de la sociedad y entre los distintos pueblos.

Con Jesús, este vínculo de hermandad se dilata hasta superar cualquier diferencia de nación, lengua, cultura o religión. Qué mayor elogio puede haber que decir: Es como un hermano para mí. Sin este valor, la libertad y la igualdad alcanzadas por muchos pueblos se convierten en individualismo y conformismo.

Cómo brilla esta virtud cuando en la familia hay un hermano más débil, con qué afecto los demás cuidan de él. También los cristianos debemos ver así a los pobres, a los pequeños, dejando que el hermano toque nuestro corazón como nos enseñó Jesús.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los numerosos jóvenes, así como a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que en esta Cuaresma, que hoy iniciamos, bendiga a las familias y su generosa entrega. Que en ellas aprendamos a ser siempre hermanos. Muchas gracias.

Saludo en polaco
"Saludo s alos obispos de la Iglesia de Ucrania en visita ad limina. Llevo en el corazón el mismo deseo de una paz duradera en Ucrania y me uno a vuestra oración, para que lo más pronto posible llegue la paz duradera a vuestra patria"

Saludo en italiano
"Invito a rezar por nuestros hermanos egipcios que hace tres días fueron asesinados en Libia por el solo hecho de ser cristianos. Que el Señor los acoja en su casa, consuele a sus familias y a sus comunidades"

"Recemos también por la paz en el Medio oriente y en el Norte de África, recordando a todos los difuntos, los heridos y los prófugos. Pueda la comunidad internacional encontrar soluciones pacíficas a la difícil situación en Libia"

 

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