«Todos vosotros sois hermanos»

Francisco, el perdón y la misericordia

"Todos nosotros somos maestros, somos doctores en justificarnos a nosotros mismos"
Francisco, en Santa Marta: "¡Cómo nos gusta juzgar a los demás, hablar mal de ellos!"
"Es más fácil acusar a los demás", subraya el Papa en su misa matutina
Todos tenemos una coartada para explicar nuestras faltas, nuestros pecados, y muchas veces somos capaces de poner esa cara de ‘Yo no lo sé', cara de ‘Yo no lo he hecho, habrá sido otro': hacerse el inocente

(Radio Vaticana).- Es fácil juzgar a los demás, pero se va adelante en el camino cristiano solo si se tiene la sabiduría de acusarse a sí mismo: lo dijo el Papa retomando, después de los Ejercicios Espirituales, la Misa en Santa Marta con grupos de fieles.

Las lecturas del día se centran en el tema de la misericordia. El Papa, recordando que "somos todos pecadores" - no "en teoría" sino en la realidad - indica "una virtud cristiana, más que una virtud": "la capacidad de acusarse a sí mismo". Es el primer paso de quien quiere ser cristiano.

"Todos nosotros somos maestros, somos doctores en justificarnos a nosotros mismos: ‘Yo no he sido, no, no es culpa mía, no era para tanto, eh... Las cosas no son así ...'. Todos tenemos una coartada para explicar nuestras faltas, nuestros pecados, y muchas veces somos capaces de poner esa cara de ‘Yo no lo sé', cara de ‘Yo no lo he hecho, habrá sido otro': hacerse el inocente. Y así no se avanza en la vida cristiana".

"Es más fácil acusar a los demás" - observa el Papa - y sin embargo "sucede una cosa un poco rara" si intentamos comportarnos de forma distinta: "cuando empezamos a ver de lo que somos capaces", al principio "nos sentimos mal, sentimos asco", después esto "nos da paz y salud".

Por ejemplo - afirma el Papa Francisco - "cuando encuentro en mi corazón una envidia y sé que esta envidia es capaz de hablar mal del otro y matarlo moralmente", esta es la "sabiduría de acusarse a sí mismo". "Si nosotros no aprendemos este primer paso en la vida, nunca, nunca daremos pasos en el camino de la vida cristiana, de la vida espiritual".

"El primer paso es acusarse a uno mismo. Sin decirlo, ¿no? Yo y mi conciencia. Voy por el camino, paso ante la cárcel: ‘Eh, estos se lo merecen', ‘Pero ¿tu sabes que si no fuera por la gracia de Dios, estarías allí? ¿Has pensado que eres capaz de hacer las cosas que estos han hecho, incluso peores?'.

"Esto es acusarse uno mismo, no esconderse a uno mismo las raíces del pecado que hay en nosotros, las muchas cosas que somos capaces de hacer, aunque no se vean".

El Papa subraya otra virtud: avergonzarse ante Dios, en una especie de diálogo en que nosotros reconocemos la vergüenza de nuestro pecado y la grandeza de la misericordia de Dios.

"'A ti, Señor Dios nuestro, la misericordia y el perdón. La vergüenza para mi y a ti la misericordia y el perdón'. Este dialogo con el Señor nos hará bien hacerlo esta Cuaresma: acusarse a uno mismo. Pidamos misericordia. En el Evangelio Jesús es claro: ‘Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso'. Cuando uno aprende a acusarse a uno mismo, es misericordioso con los demás: ‘Pero, ¿quién soy yo para juzgarle, si yo soy capaz de hacer cosas peores?'".

La frase: "¿Quién soy yo para juzgar al otro?" - afirma el Papa - obedece precisamente a la exhortación de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados,". En cambio, dijo - "¡cómo nos gusta juzgar a los demás, hablar mal de ellos!".

"Que el Señor en esta Cuaresma - concluye el Pontífice - nos dé la gracia de aprender a acusarnos", con la conciencia de que somos capaces "de las cosas más malvadas", y decir: "Ten piedad de mi, Señor, ayúdame a avergonzarme y dame misericordia, así yo podré ser misericordioso con los demás".

II Martes de Cuaresma. La Corrección (Is 1, 10. 16-20; Sal 49; Mt 23, 1-12)

Hay muchas formas de corregir; por ejemplo, la de quienes agrandan los defectos del otro para camuflar los propios, y la de quien, de manera comprensiva, alienta y pone en verdad, sin juicio ni condena. El profeta, en nombre de Dios, aconseja para bien, y nos describe con benevolencia lo que quizá podemos esconder, para que nos animemos a vivir rectamente. “Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid y litigaremos -dice el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana” (Is 1,10). Lo mismo hace el salmista, quien nos asegura el modo de caminar gustando las primicias de la salvación: “El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios” (Sal 49). Un principio evangélico es el de saberse criatura y llamarse constantemente al último lugar, a la manera de Jesús, que siendo el Maestro, se puso a los pies de los discípulos; siendo Señor, se hizo servidor. “No os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo” (Mt 23, 11-12).

SANTA TERESA DE JESÚS. Algunos consejos de la santa castellana, que ella misma recibió y le hicieron bien, nos pueden ayudar. “Cuando vemos una imagen muy buena, aunque supiésemos la ha pintado un mal hombre, no dejaríamos de estimar la imagen ni haríamos caso del pintor para quitarnos la devoción. Porque el bien o el mal no está en la visión, sino en quien la ve y no se aprovecha con humildad de ellas; que si ésta hay, ningún daño podrá hacer aunque sea demonio; y si no la hay, aunque sean de Dios, no hará provecho” (Fundaciones 8, 3). “Y téngase este aviso, que si no obedeciere a lo que el confesor le dijere y se dejare guiar por él, que o es mal espíritu, o terrible melancolía. Porque, puesto que el confesor no atinase, ella atinará más en no salir de lo que le dice, aunque sea ángel de Dios el que la habla; porque Su Majestad le dará luz u ordenará cómo se cumpla, y es sin peligro hacer esto, y en hacer otra cosa puede haber muchos peligros y muchos daños” (Fundaciones 8, 5). “… loar a las que se señalan en cosas de humildad y mortificación y obediencia, que a las que Dios llevare por este camino de oración muy sobrenatural, aunque tengan todas otras virtudes. Porque si es espíritu del Señor, humildad trae consigo para gustar de ser despreciada, y a ella no hará daño y a las otras hace provecho” (Fundaciones 8, 9).

Evangelio según San Mateo 23,1-12. 

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

Atribuido a San Macario de Egipto (?-390), monje 
Homilía 30,1-3.La vida comunitaria:

«Todos vosotros sois hermanos»

Qué es lo que hacen, los hermanos deben mostrarse caritativos y alegres los unos con los otros. El que trabaja hablará así al que ora: «El tesoro que mi hermano posee, yo lo tengo también, pues todo lo nuestro es común» Por su parte, el que ora dirá al que lee: «El beneficio que saca de su lectura me enriquece, a mí también». Y el que trabaja dirá aún: «Es en interés de la comunidad que yo cumpla este servicio.»

Los muchos miembros del cuerpo no forman más que un sólo cuerpo y se sostienen mutuamente cumpliendo cada uno su labor. El ojo ve por todo el cuerpo; la mano trabaja por los otros miembros; el pie caminando, los lleva a todos; un miembro sufre cuando otro sufre. He aquí como los hermanos se deben comportar los unos con los otros(cf. Rm12, 4-5). El que ora no juzgará al que trabaja porque no ora. El que trabaja no juzgará al que ora... El que sirve no juzgará a los otros. Al contrario, cada uno, que haga,  y actué para la gloria de Dios (cf.1Co 10,31; 2Co 4, 15)...

Así  una gran concordia y una serena armonía formarán «el vínculo de la paz» (Ef 4,3), que los unirá entre ellos y los hará vivir con trasparencia y sencillez bajo la mirada benévola de Dios. Lo esencial, evidentemente es perseverar en la oración. Además una sola cosa es condición: cada uno debe poseer en su corazón el tesoro que es la presencia viva y espiritual del Señor. El que trabaja, ora, lee, debe poder decir que posee el bien imperecedero que es el Espíritu Santo.

03 de marzo 2015 Martes II de cuaresma Is 1, 10.16-20

El profeta Isaías también nos dice a nosotros: «Lávese hasta que quedéis limpios, sacadme de ante los ojos todo el mal que haga. No perjudiquen a los demás, aprende a hacer bien. Sed justos, defended los oprimidos ... ». ¿Qué debo hacer para lavar mi corazón hasta quedar limpio? Ten coraje de hacerlo. Dios te espera purificado. Señor, ayúdame a limpiar mis obras, mi mirada, mis sentimientos.

Creo que Dios, a pesar de la abundancia de la vida divina y de que no tenga en principio necesidad de nosotros, desea que existimos por una cuestión de amistad. Esta tesis puede parecer extraña, porque va en contra de determinadas enseñanzas sobre Dios. Siendo honestos, yo mismo la puse en cuestión cuando empecé a pensar en ello. Pero con los años, a medida que mi relación con Él se ha profundizado y he escuchado a otras personas hablar, me he convencido de que la mejor analogía de la relación que Dios quiere con nosotros es la amistad.

DOMINGO II DE CUARESMA. Gn 22,1-2.9a.10-13.15-18 / Rm 8,31b-34 / Mc 9,2-1

1 de marzo de 2015

¿Quién de nosotros no ha vivido un momento u otro, una experiencia de transfiguración? Después de un día cansado, pero con la sensación de que se ha hecho lo que ha podido, dando gracias simplemente por el hecho de poder vivir y amar. Conduciendo el coche y sintiendo, de manera inesperada en la radio, esa música que le recuerda tantos momentos difíciles que pasó, y que ahora ya puede contemplar, desde la distancia, con una sonrisa amorosa. O caminando por la montaña en la niebla, y de repente ver como un claro te levanta el telón de un paisaje maravilloso ... que estaba, pero que no podías ver.

En la transfiguración, se hace manifiesto lo que es pero que nosotros somos incapaces de ver. Como cuando un día recordamos limpiar las lentes, o pasar el paño por la pantalla del ordenador o del televisor, y descubrimos maravillados que todo recupera un color más vivo.

El tiempo de Cuaresma es precisamente un tiempo para la conversión, para un cambio de mentalidad, para limpiar el polvo que se ha ido acumulando en el camino, y que nos impide ver las cosas tal como somos, con todos los colores y matices. Es un tiempo para escuchar la voz de Dios. En la primera lectura hemos sentido como Abraham, ofrecerle a Dios lo que más quería, su hijo amado ... no es una lectura que nos quiera mostrar la imagen de un Dios cruel, sino que nos transmite el mensaje de que sólo si somos libres, no dependientes, en relación a lo que más queremos, este amor tiene futuro y es creador de vida. Como Dios que no se guarda celosamente a su hijo amado por sí mismo, sino que lo compartió con todos nosotros.

La Cuaresma es un buen momento para mirar y hacer luz en las partes más oscuras de nosotros mismos, reconociendo y aceptando lo que encontramos, porque sólo se pueden transfigurar las cosas que primero se han reconocido y aceptado. Es también un tiempo para indignarnos de las injusticias de la sociedad, y de nuestro mundo. Porque si nos propusiéramos esta cuaresma para llevar una vida más piadosa, pero fuéramos ciegos a las

Nuestras colaboraciones con la injusticia social, sería como colar los mosquitos y tragarnos los  camellos.

Les propongo de vivir una Cuaresma de manera creativa. Por ejemplo interesándonos por las leyes de la macroeconomía: descubrir cómo funcionan los bancos, conocer cómo las especulaciones con el dinero hace que se encarezcan los alimentos en los países pobres y por ello aumente la pobreza y la miseria, y muchos mueran de hambre. O como la conquista a todo precio del petróleo, en nombre de la democracia, ha generado todo tipo de miseria, de resentimientos y de terrorismo. Seguro que encontrará documentales, artículos, conferencias. Escuchemos lo que nos dicen grupos como Cristianismo y Justicia, lo que nos dice Cáritas en sus comunicados sobre la pobreza, u otras ONGs, para formarnos un criterio propio ... no nos conformamos con lo que nos dicen aquellos políticos que piensan más en el partido que en los problemas reales de la sociedad ... Y "sabiendo", si somos un poco creativos y tenemos un algo de corazón, algo u otra se nos ocurrirá para colaborar en hacer una sociedad más justa.

Hacernos conscientes de las partes más oscuras en nosotros y en la sociedad en un primer momento no nos dará más paz, sino más inquietud ... y seguir el camino del Reino de Dios nos puede meter en conflictos. Pero nadie nos ha dicho que seguir a Jesús sea un camino de rosas sin espinas. La paz y el bienestar que Jesús nos da en los momentos de transfiguración no es una paz que nos aleje de la realidad ... la paz que nos da Jesús es la alegría que nos viene en medio de la lucha y del conflicto, ... cuando seguimos lo que creemos que debemos hacer, guiados por nuestra conciencia, y escuchando la Palabra de Dios.

En el relato de Marcos que hemos oído hoy, la Palabra de Dios, está representada por Moisés y Elías, la Ley y los profetas. Pero sobre todo por Jesús, ya que la voz de Dios que sale de la nube dice "Este es mi Hijo, el amado, escuchadle ". Jesús transfigurado, siendo la voz de Dios que le confirma su amor, como la sintió en el Bautismo. Sus vestidos se volvieron tan blancos que ningún tintorero del mundo no habría podido blanquearlos así. Cuando sentimos profundamente el amor de Dios nos transfigure. Y Pedro se encuentra tan bien allá arriba que se quería quedar para siempre. ¿Pero, ay Pedro, aún no ha entendido, que la paz que experimentas es sólo una paz para recobrar fuerzas? ... ¡Cobra energía para seguir el camino, con Jesús hacia Jerusalén! Allí Jesús te mostrará hasta dónde nos ama; y luego de tres días, irradiará de nuevo la misma blancura de la transfiguración ... entonces sí que será por siempre.

Santa Cunegunda Emperatriz

SANTA CUNEGUNDA o CUNEGUNDIS Emperatriz, Viuda (+ 1040) 

Era hija de Sigfrido de Luxemburgo y de su santa esposa, Eduviges, quienes la educaron piadosamente. Cunegunda se casó con el duque Enrique de Baviera. Este le regaló un crucifijo oriental, idéntico, según parece, al que se halla actualmente en Munich.

Algunos autores posteriores afirman que ambos esposos hicieron voto de virginidad el día de su matrimonio, y el Martirologio Romano repite esa tradición, pero los historiadores actuales niegan que haya pruebas suficientes en su favor.

A la muerte del emperador Otón III, Enrique fue elegido rey de los romanos, San Wiligio le coronó en Mainz y Santa Cunegunda fue coronada dos meses después, en Paderborn. En 1013, fueron juntos a Roma para recibir la corona imperial de manos del Papa Benedicto VIII.

Cediendo, en parte, a los grupos de Santa Cunegunda, el emperador fundó el monasterio y la catedral de Bamberga, que fue personalmente consagrada por el Papa Benedicto VIII. 
Durante una peligrosa enfermedad, la emperatriz prometió fundar un convento en Kafungen de Hesse, cerca de Cassel. Así lo hizo en cuanto recobró la salud y cuando murió su esposo, estaba ya a punto de terminar otro convento para las religiosas de San Benito.

Según parece, la emperatriz tenía una sobrina joven, llamada Judith, a la que profesaba mucho cariño y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró a Judith superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes muchos buenos consejos.

En el año 1024, el día del aniversario de la muerte de su esposo, Santa Cunegunda invitó a numerosos prelados a la dedicación de la iglesia que había construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa depositó sobre el altar una reliquia de la cruz de Jerusalén, cambio sus vestiduras imperiales por el hábito religioso, y recibió el velo de manos del obispo de la ciudad.

Una vez en religión, pareció olvidar que había sido emperatriz, y se consideraba como la última de las monjas, convencida de que eso era a los ojos de Dios. Nada temía tanto como aquello que pudiera recordarle su antigua dignidad. Oraba y leía mucho y se dedicaba especialmente a visitar y consolar a los enfermos.

Así pasó los últimos años de su vida. Murió el 03 de Marzo de 1033. Su cuerpo fue sepultado en Bamberga junto al de su esposo.

Oremos Tú, Señor, que concediste a Santa Cunegunda el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de los Ángeles Toluse, Francia. Nuestra Señor Valois, Francia, (1131)

El Papa saluda a mujer y niño

Aboga por mayores espacios de conciliación
El papa insiste en que se reconozca la contribución eclesial de la mujer
"Ayudar a las mujeres a realizarse plenamente en su propia vocación"
Si miramos a nuestro alrededor, nunca sucede que la economía se renueve en una sociedad que envejece, en lugar de crecer

El Papa Francisco pide que "se reconozca cada vez más la contribución propia de la mujer a la vida de la Iglesia" y, fuera de ella, que se trabaje por la conciliación entre el trabajo y la familia para que las féminas puedan realizarse "plenamente".

La primera petición forma parte de sus intenciones de oración para este mes de marzo. Así lo publicó el Servicio de Información del Vaticano, que también se refiere a que Francisco dedicará rezos para que los investigadores defiendan la persona humana.

Sobre la defensa de la mujer, Bergoglio añadió el pasado fin de semana unas palabras, en referencia al papel que han de desempeñar las féminas tanto en la Iglesia y como en la sociedad.

En el marco de un encuentro con siete mil miembros de la Confederación de Cooperativas italianas subrayó: "Si miramos a nuestro alrededor, nunca sucede que la economía se renueve en una sociedad que envejece, en lugar de crecer". Por ello sugirió a los cooperativistas potenciar el papel del movimiento en la conciliación entre el trabajo y la familia.

"Hacer esto también significa ayudar a las mujeres a realizarse plenamente en su propia vocación y a aprovechar sus talentos", mediante iniciativas que salgan al encuentro de las exigencias de todos, desde las guarderías a la ayuda a domicilio, concluyó. (RD/Agencias)

Los fariseos dicen una cosa y hacen otra


Mateo 23, 1-12. Cuaresma. La Ley no aparecía ya como guía gozosa hacia Dios, sino como una exigencia que, en definitiva, no se podía cumplir.

Oración Introductoria
Jesús mío, te doy gracias por este nuevo día que me permites vivir. Por favor, dame tu gracia para que este día esté lleno de una fe que no se tambalee con nada, de una esperanza gozosa y de un amor alegre a tu santísima voluntad. Y que estas virtudes, dulce Jesús, me llenen de humildad verdadera. Te ofrezco este rato de oración por mis familiares y por la persona que más lo necesite.

Petición
Señor Jesús, Tú que eres manso y humilde de corazón, te pido que me enseñes a ser como Tú para que ante tus ojos me encuentre grato y te sea un verdadero hijo.

Meditación del Papa Francisco
A veces, alguno de estos cristianos, comente un pecado grave, pero se arrepiente, pide perdón y esto es grande: la capacidad de pedir perdón, de no confundir pecado con virtud, saber bien donde está la virtud y donde el pecado. Y estos están fundados en la roca y la roca es Cristo. Siguen el camino de Jesús, le siguen a Él.

Los soberbios, los vanidosos, los cristianos de apariencia, serán abatidos, humillados mientras que los pobres serán los que triunfarán, los pobres de espíritu, los que delante de Dios no se sienten nada, los humildes, y llevan adelante la salvación poniendo en práctica la Palabra del Señor.

Hoy estamos, mañana no estaremos. Piensa, hombre, qué será de ti: pasto de gusanos. Nos comerán los gusanos, a todos, si no tenemos esta roca, acabaremos pisoteados. Los invito a pedir al Señor, en este tiempo de preparación, estar firme en la roca que es Él, nuestra esperanza es Él. Nosotros somos todos pecadores, somos débiles, pero si ponemos la esperanza en Él, podremos ir adelante. Y esta es la alegría de un cristiano: saber que en Él hay esperanza, está el perdón, está la paz, está la alegría. Y no poner nuestra esperanza en cosas que hoy están y mañana no estarán. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 4 de diciembre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión 
El mandato de Cristo no puede perderse en el aire, diluirse o desaparecer como otros tantos consejos y peticiones que las personas nos hacen. No podemos esquivar esta invitación. Hay que fecundarla con nuestra voluntad. Luchemos verdaderamente por adquirir esta humildad que nos habla Cristo. Cuando cumplamos nuestros deberes con perfección y elegancia. No nos ensalcemos de más, porque todas nuestras cualidades nacen de Dios y es a Dios a quien hay que agradecer.

Propósito
Hoy diré "muchas gracias" a todas las alabanzas que me hagan, procurando no dar paso a mi vanidad, por amor a ti y a los demás.

Diálogo con Cristo
¡Cristo, gracias por tu invitación a la humildad, pero, sobre todo, gracias por ilustrarme con tus obras! Pero aún teniendo tu ejemplo, me faltan fuerzas para sacar adelante esta virtud. Por favor, no te olvides de mí, que sin tu ayuda nada podré hacer.

"Hay que cuidarse del orgullo, porque el orgullo envilece cualquier cosa". Madre Teresa de Calcuta.

Vivir como Cristo nos ha enseñado
Martes segunda semana Cuaresma. Ser coherentes con lo que pensamos, decimos y actuamos, por amor a Cristo.

Constantemente, Jesucristo nuestro Señor, empuja nuestras vidas y nos invita de una forma muy insistente a la coherencia entre nuestras obras y nuestros pensamientos; a la coherencia entre nuestro interior y nuestro exterior. Constantemente nos inquieta para que surja en nosotros la pregunta sobre si estamos viviendo congruentemente lo que Él nos ha enseñado.

Jesucristo sabe que las mayores insatisfacciones de nuestra vida acaban naciendo de nuestras incoherencias, de nuestras incongruencias. Por eso Jesucristo, cuando hablaba a la gente que vivía con Él, les decía que hicieran lo que los fariseos les decían, pero que no imitaran sus obras. Es decir, que no vivieran con una ruptura entre lo que era su fe, lo que eran sus pensamientos y las obras que realizaban; que hicieran siempre el esfuerzo por unificar, por integrar lo que tenían en su corazón con lo que llevaban a cabo.

Esto es una de las grandes ilusiones de las personas, porque yo creo que no hay nadie en el mundo que quisiera vivir con incongruencia interior, con fractura interior. Sin embargo, a la hora de la hora, cuando empezamos a comparar nuestra vida con lo que sentimos por dentro, acabamos por quedarnos, a lo mejor, hasta desilusionados de nosotros mismos. Entonces, el camino de Cuaresma se convierte en un camino de recomposición de fracturas, de integración de nuestra personalidad, de modo que todo lo que nosotros hagamos y vivamos esté perfectamente dentro de lo que Jesucristo nos va pidiendo, aun cuando lo que nos pida pueda parecernos contradictorio, opuesto a nuestros intereses personales.

Jesús nos dice: “El que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. ¡Qué curioso, porque esto parecería ser la contraposición a lo que nosotros generalmente tendemos, a lo que estamos acostumbrados a ver! Los hombres que quieren sobresalir ante los demás, tienen que hacerse buena propaganda, tienen que ponerse bien delante de todos para ser enaltecidos. Por el contrario, el que se esfuerza por hacerse chiquito, acaba siendo pisado por todos los demás. ¿Cómo es posible, entonces, que Jesucristo nos diga esto? Jesucristo nos dice esto porque busca dar primacía a lo que realmente vale, y no le importa dejar en segundo lugar lo que vale menos. Jesucristo busca dar primacía al hecho de que el hombre tiene que poner en primer lugar en su corazón a Dios nuestro Señor, y no alguna otra cosa. Cuando Jesús nos dice que a nadie llamemos ni guía, ni padre, ni maestro, en el fondo, a lo que se refiere es a que aprendamos a poner sólo a Cristo como primer lugar en nuestro corazón. Sólo a Cristo como el que va marcando auténticamente las prioridades de nuestra existencia.

Cristo es consciente de que si nosotros no somos capaces de hacer esto y vamos poniendo otras prioridades, sean circunstancias, sean cosas o sean personas, al final lo que nos acaba pasando es que nos contradecimos a nosotros mismos y aparece en nuestro interior la amargura.
Éste es un criterio que todos nosotros tenemos que aprender a purificar, es un criterio que todos tenemos que aprender a exigir en nuestro interior una y otra vez, porque habitualmente, cuando juzgamos las situaciones, cuando vemos lo que nos rodea, cuando juzgamos a las personas, podemos asignarles lugares que no les corresponden en nuestro corazón. El primer lugar sólo pertenece a Dios nuestro Señor. Podemos olvidar que el primer escalón de toda la vida sólo pertenece a Dios. Esto es lo que Dios nuestro Señor reclama, y lo reclama una y otra vez.

Cuando el profeta Isaías, en nombre de Dios, pide a los príncipes de la tierra que dejen de hacer el mal, podría parecer que simplemente les está llamando a que efectúen una auténtica justicia social: “Dejen de hacer el mal, aparten de mi vista sus malas acciones, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa de la viuda”. ¿Somos conscientes de que lo que verdaderamente Dios nos está pidiendo es que todos los hombres de la tierra seamos capaces de poner en primer lugar a Dios nuestro Señor y después todo lo demás, en el orden que tengan que venir según la vocación y el estado al cual hemos sido llamados?

Si cometemos esa primera injusticia, si a Dios no le damos el primer lugar de nuestra vida, estamos llenando de injusticia también los restantes estados. Estamos cometiendo una injusticia con todo lo que viene detrás. Estaremos cometiendo una injusticia con la familia, con la sociedad , con todos los que nos rodean y con nosotros mismos.

¿No nos pasará, muchas veces, que el deterioro de nuestras relaciones humanas nace de que en nosotros existe la primera injusticia, que es la injusticia con Dios nuestro Señor? ¿No nos podrá pasar que estemos buscando arreglar las cosas con los hombres y nos estemos olvidando de arreglarlas con Dios? A lo mejor, el lugar que Dios ocupa en nuestra vida, no es el lugar que le corresponde en justicia.
¿Cómo queremos ser justos con las criaturas —que son deficientes, que tienen miserias, que tienen caídas, que tienen problemas—, si no somos capaces de ser justos con el Creador, que es el único que no tiene ninguna deficiencia, que es el único capaz de llenar plenamente el corazón humano?

Claro que esto requiere que nuestra mente y nuestra inteligencia estén constantemente en purificación, para discernir con exactitud quién es el primero en nuestra vida; para que nuestra inteligencia y nuestra mente, purificadas a través del examen de conciencia, sean capaces de atreverse a llamar por su nombre lo que ocupa un espacio que no debe ocupar y colocarlo en su lugar.

Si lográramos esta purificación de nuestra inteligencia y de nuestra mente, qué distintas serían nuestras relaciones con las personas, porque entonces les daríamos su auténtico lugar, les daríamos el lugar que en justicia les corresponde y nos daríamos a nosotros también el lugar que nos corresponde en justicia.

Hagamos de la Cuaresma un camino en el cual vamos limando y purificando constantemente, en esa penitencia de la mente, nuestras vidas: lo que nosotros pensamos, nuestras intenciones, lo que nosotros buscamos. Porque entonces, como dice el profeta Isaías: “[Todo aquello] que es rojo como la sangre, podrá quedar blanco como la nieve. [Todo aquello] que es encendido como la púrpura, podrá quedar como blanca lana. Si somos dóciles y obedecemos, comeremos de los frutos de la tierra”.

Si nosotros somos capaces de discernir nuestro corazón, de purificar nuestra inteligencia, de ser justos en todos los ámbitos de nuestra existencia, tendremos fruto. “Pero si se obstinan en la rebeldía la espada los devorará”. Es decir, la enemistad, el odio, el rencor, el vivir sin justicia auténtica, nos acabará devorando a nosotros mismos, perjudicándonos a nosotros mismos. Jesucristo sigue insistiendo en que seamos capaces de ser congruentes con lo que somos; congruentes con lo que Dios es para nosotros y congruentes con lo que los demás son para con nosotros. En esa justicia, en la que tenemos que vivir, es donde está la realización perfecta de nuestra existencia, es donde se encuentra el auténtico camino de nuestra realización. Pidámosle al Señor, como una auténtica gracia de la Cuaresma, el vivir de acuerdo a la justicia: con Dios, con los demás y con nosotros mismos. 

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