“He aquí que vamos a subir a Jerusalén.”
- 04 Marzo 2015
- 04 Marzo 2015
- 04 Marzo 2015
Francisco, a Nápoles
Programa de la visita del Papa a Nápoles
Francisco se reunirá con presos jóvenes y con enfermos
También se reunirá con religiosos y con los diáconos
El Pontífice saldrá del Vaticano a las 7,00 horas en helicóptero y aterrizará en el Santuario de Pompeya
El Papa Francisco se reunirá el próximo 21 de marzo durante su viaje a Pompeya y Nápoles con jóvenes, enfermos y algunos presos de la cárcel de Poggioreale, según ha informado el Vaticano.
El Pontífice saldrá del Vaticano a las 7,00 horas en helicóptero y aterrizará en el Santuario de Pompeya donde dedicará unos minutos a la oración.
Desde allí, se trasladará también en helicóptero a Nápoles donde se encontrará a las 9,30 horas con grupos de personas vulnerables en la Plaza Juan Pablo II.
Durante su viaje también se reunirá con religiosos y con los diáconos que se encargan del mantenimiento de la Basílica de Nápoles. Está previsto que el Papa regrese al Vaticano a las 19,00 horas.
Evangelio según San Mateo 20,17-28.
Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?" ."Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Comentario al salmo 126
“He aquí que vamos a subir a Jerusalén.”
“Es en vano que madruguéis...” (cf sal 126,2) ¿Qué quiere decir?... Cristo, nuestro Día, ha amanecido. Es bueno levantarse después de Cristo y no antes. ¿Quiénes son los que se levantan antes de Cristo?... Aquellos que quieren ser ensalzados en este mundo donde él fue humilde. Que sean humildes en este mundo si quieren ser ensalzados donde Cristo fue ensalzado. En efecto, Cristo dijo de los que se adherían a la fe en él: “Padre, quiero que los que me has dado estén donde yo estoy.” (cf Jn 17,25) Un don magnífico, una gracia grande, una promesa gloriosa... ¿Queréis estar donde está él? Sed humildes donde él fue humilde.
“El discípulo no es más que el maestro.” (Mt 10,24) ... Y no obstante, los hijos de Zebedeo, antes de haber sufrido la humillación, en conformidad con la pasión del Señor, ya se habían escogido sus puestos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Querían levantarse “antes de la aurora”. Por esto caminaban en vano. El Señor les recordó la humildad preguntándoles: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Seguidme, dijo, por el camino que voy yo. Porque si queréis llegar por un camino diferente, caminaréis en vano.
04 de marzo 2015 Miércoles II de cuaresma Jr 18, 18-20
La experiencia de Jeremías es negativa cuando él se había presentado al Señor para interceder a su favor (el pueblo) para que no fuera tan severo con ellos. Ahora se encuentra que le quieren mal. A Jesús le pasó similar. ¿También yo he de devolver mal por bien alguna vez? Señor en la cruz dijiste: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen; hoy yo me atrevo a decirte lo mismo.
Nació en el año 1458 y fue hijo del rey de Polonia y Gran Duque de Lituania. Supo practicar de manera eminente las virtudes cristianas, destacando sobre todo en la castidad y en la caridad con los más pobres y necesitados.- Fue un gran defensor de la fe y mostró especialísima devoción a la Eucaristía y a la virgen María. Murió joven y tuberculoso el año 1484 en Grodno (antigua Polonia) y está enterrado en Vilna (Lituania).
Oremos
Señor Dios todopoderoso, a quien conocer es vivir y a quién servir es reinar, concédenos, por intercesión de San Casimiro, servirte con santidad y justicia todos los días de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Guardia, Marsella, Francia (1221).
II MIÉRCOLES DE CUARESMA (Jr 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28)
ANTE LOS AGRAVIOS Y CELOS
Es evidente el clima de tensión que se vive en el pasaje profético de Jeremías -“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan” (Jr 18, 20)-, al igual que en el Evangelio - , -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.» (Mt 20,19).
Ante esas escenas de acoso y de peligro de muerte, el salmista suplica la intervención del cielo, e invoca a Dios. “Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo” (Sal 30).
Y en esas circunstancias dramáticas, “…se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: -«¿Qué deseas?» Ella contestó: -«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».” (Mt 20, 20-21).
Parece impropio el comportamiento de la madre, siendo ella mujer, si ha oído lo que acaba de decir el Maestro. Algunos explican que el autor sagrado puso en boca de la madre lo que pidieron directamente los discípulos. En cualquier caso, por el contraste resulta muy violenta la escena. Sin embargo, si somos sinceros, ¡cuántas veces estamos sordos y ciegos ante el dolor del prójimo y seguimos deseando de manera egoísta e insolidaria aquello que nos interesa, aunque tengamos ante nosotros el sufrimiento de los que nos rodean!
Es una fuerte llamada de atención la insensibilidad de los discípulos, cuando llegan incluso a enfadarse por celos. “Los otros diez, que lo hablan oído, se indignaron contra los dos hermanos” (Mt 20, 24).
SANTA TERESA
¡Cuántas veces perdemos el norte porque, en vez de mirar a Jesucristo, desviamos nuestra mirada a los lados, y nos asaltan los agravios comparativos y perdemos el paso del seguimiento! La Santa es muy clara: “Dejémonos de celos indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí” (Moradas I, 2, 17).
El consejo mejor es el de determinarnos a seguir a Cristo. “Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo, y no a regalaros por Cristo” (Camino de Perfección 10, 5).
En definitiva, el camino mejor es el de seguir detrás de Jesús por amor. “Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere (Camino de Perfección 32, 7).
La cuaresma: una parábola de la Iglesia en salida
No es fácil reconocer que envejecemos. La historia colectiva de los pueblos y la individual de cada persona está llena de fracasos por no haber sabido reconocer que “algo viejo hay que superar” y, por supuesto, que “algo nuevo está pasando”. Si trasladamos eso a la vida de la Iglesia y, en ella, a la vida espiritual de cada cristiano, es evidente que, en ocasiones, esa falta de lucidez para pasar de lo viejo a lo nuevo está impidiendo la posibilidad de dar pasos definitivos para el cambio. Y no será por oportunidades y por los signos que recibimos del Señor. “El que hace nuevas todas las cosas” no deja de poner su impronta para llamar al cambio, a la renovación, naturalmente interior de las personas y, si es preciso, a la renovación de las formas de vida de la misma Iglesia. Seríamos muy “torpes y necios” si no estuviéramos atentos a lo que decae, para abrir espacios a lo que se renueva; naturalmente a tiempo y sin esperar a tener que dar por necesidad saltos en el vacío que quizás no nos lleven a ninguna parte. La cuaresma en la que estamos inmersos, quizás sin ruido, pero sí con mucha hondura interior y con muchas expresiones de culto cristiano, es una oportunidad de la gracia para ese paso inexorable que siempre hemos de saber dar de lo viejo a lo nuevo. Guiados por la Palabra de Dios - la que nos propone la pedagogía de la Iglesia -, cuando establecemos con ella un diálogo sincero, necesariamente descubriremos las expresiones de “decadencia” que se dan en nuestra fe para, enseguida, desde la misma Palabra, descubrir los “renuevos” de una existencia cristiana pasada por la Pascua de Jesucristo, que es el horizonte cierto y seguro de nuestro caminar. No dejemos de entrar en esta experiencia espiritual y pastoral de la Iglesia, porque, si lo hacemos, encontraremos el camino para la renovación. Los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, junto a la oración, la meditación de la palabra, la mortificación o el silencio serán los vehículos que nos conduzcan por el camino que va de la “purificación” a la “iluminación”, el que hacen los catecúmenos y, con ellos, todos los que ya participamos en Cristo desde que recibimos los sacramentos de iniciación cristiana. Al calor de la comunidad cristiana en la que vivamos nuestra experiencia de fe, se irá purificando nuestra vida de nuestros viejos hábitos y tendencias y se irá renovando el seguimiento de Cristo, para ser cada día más discípulos que se sienten en misión para llevar el anuncio alegre de esa vida nueva que siempre recibimos en el encuentro personal con el Señor. En esta cuaresma misionera que “todos y entre todos” estamos haciendo en toda la Comunidad de Jesús, este clima de renovación espiritual y pastoral será la clave necesaria para todas las actividades programadas. Ese camino interior, que lleva de lo viejo a lo nuevo, será el itinerario que nos guíe por esta senda misionera que está viviendo nuestra Iglesia. Sin olvidar nunca, por supuesto, que el conductor del camino es el Espíritu Santo. No hay iniciativa ni tarea en la Iglesia que no pase por la novedad del Espíritu, que siempre está al servicio de la novedad de la vida en Cristo. Sólo renovados en Cristo por el Espíritu estamos en condiciones de entrar en la realidad de nuestro mundo con el único criterio que es válido a los ojos de Dios: el de su amor salvador. Mirar al mundo, en sus heridas, y hacerlo con el Amor, será el gran reto de nuestra cuaresma misionera. No habrá pobreza espiritual o material que no nos ocupe y preocupe; ninguna, por muy incómoda y compleja que sea, la hemos de dejar a atrás. Al contrario, se necesitan voluntarios con espíritu misionero que digan: “ahí, donde el dolor es más profundo, donde la dificultad presenta más riesgos, tengo que estar yo”.
Para esa actitud es necesario salir, desinstalarse, fijar la mirada en esas personas, en esas situaciones, en esos ambientes que me están esperando, interpelando. Quizás la cuaresma sea la gran parábola anual de la Iglesia en salida: desde una mirada a nosotros mismos necesitados de conversión y de renovación, se nos va presentando un camino de salida al mundo como testigos de lo que el Señor hace en mí y puede hacer, a través de mí, por mis hermanos.
Será un camino que recorreremos en Cristo, en quien todo se renueva, en quien todo revive, en quien se encuentra la alegría del Evangelio. “En Jesucristo nace y renace la alegría”. Es Jesucristo el origen, el lugar y la meta de nuestra misión. “Por Cristo, con él y en él” queremos recorrer los caminos de nuestra Comunidad con un espíritu nuevo para una Iglesia renovada y misionera. No nos faltará la esperanza de María, la que canta con gozo las maravillas que hace el Señor en nosotros y las proezas con las que puede colmar de bienes a los hambrientos del mundo.
Una Cuaresma abierta a la Pascua
Con su extraordinaria capacidad de expresar gráficamente y de manera muy clara su pensamiento, el papa Francisco ha escrito que "hay cristianos cuya opción parece la de una Cuaresma sin Pascua". Recuerdo ahora esta frase suya, que encontramos en La alegría del Evangelio, su documento programático, porque con el Miércoles de Ceniza iniciamos precisamente el camino de Cuaresma que nos debe llevar a la celebración de la Pascua, la principal fiesta del año cristiano y el centro de todas las otras fiestas.
Cuando ya eran evidentes los aires de confrontación entre Jesús y algunos de los fariseos y maestros de la Ley judía, éstos -según nos cuenta el Evangelio- le hicieron una pregunta acusatoria a Jesús: "¿Cómo es que tus discípulos no siguen la tradición de los mayores, sino que comen con las manos impuras?"
Jesús, a partir de una cita del profeta Isaías, los acusa de hipócritas porque honran a Dios con los labios pero mantienen alejado su corazón, que para la Biblia es el núcleo fundamental y el centro de la persona. El fariseísmo es una tentación constante de toda práctica religiosa si ésta se apoya sólo en el cumplimiento de la letra, en la formalidad, en la apariencia e ignora el fondo, la esencia, el valor profundo y pedagógico de las prácticas. De este modo, es fácil caer en la hipocresía y en un sentimiento de falsa superioridad moral sobre los demás, tan magistralmente ilustradas por Jesús en la parábola del fariseo y el publicano con en estas palabras: "Te doy gracias, oh Dios, porque no soy como los demás hombres, ni como ese publicano..."
La liturgia del Miércoles de Ceniza es una muy buena terapia contra la tentación del fariseísmo. Y lo es precisamente con unas palabras que nos hablan de la actitud interior y la discreción espiritual con la que tenemos que vivir las tres prácticas propias de los tiempos de Cuaresma: la oración, el ayuno y la limosna.
En el Sermón de la Montaña, la carta magna del cristiano, Jesús nos dice: "Cuando oréis -oración- no lo hagáis como los hipócritas"; "Cuando ayunéis -ayuno- no pongáis cara triste"; "Cuando des a los que lo necesitan-limosna-, no lo vayas pregonando…"
Y añade: "Os aseguro que ya tienen la recompensa. Tú, cuando ayunes, lávate la cara y ponte perfume para que la gente no sepa que ayunas, sino sólo tu Padre, y él, para quien no hay secretos, te recompensará."
El Señor dice por medio del profeta Isaías que el ayuno que le complace es el que libera a los que están encarcelados, desata las correas del yugo, deja libres a los oprimidos y trocea yugos de todo tipo. "Comparte tu pan con el hambriento, viste a quien va desnudo. No los rehúyas, que son hermanos tuyos. Entonces brillará como el amanecer tu luz, y tus heridas se cerrarán al momento”. Amor y solidaridad frente a formulismos vacíos; realidad frente a apariencias. Sin hipocresías ni engaños. Lo expresa de una manera contundente el profeta Joel, a quien escucharemos el próximo miércoles: "¡Rasgad los corazones, no las vestiduras!"
La Cuaresma pide un receso. La Cuaresma nos llama a retornar a la verdad, a reconectarnos y centrar nuestra vida en Jesús, que sufre, muere y resucita. Meditando su vida, no vemos sólo nuestra vida aisladamente sino todas las conexiones con la vida de los demás de nuestros hermanos y hermanas y de toda la creación. La Cuaresma nos ayuda a detenernos ya pedir: donde perdí la última meta o señal? Donde la relación conmigo mismo, los demás la creación y con Jesús ha sido dañada? Qué decisiones han provocado este alejamiento? Cuando sentí de nuevo el deseo de volver al Señor? La Cuaresma nos trae una nueva invitación de Jesús a poner mis pies en sus huellas y dejarme guiar por él.
El Papa saluda a una anciana
"Los ancianos son la reserva sapiencial de nuestros pueblos"
El Papa clama: "Descartar a los ancianos es pecado mortal. ¿Entendido?"
"Donde no se honra a los ancianos, no hay futuro para los jóvenes"
La Iglesia no puede ni quiere conformarse a la mentalidad de indiferencia y de desprecio a la vejez
(José M. Vidal).- El día 13 de este mes hará dos años que el Papa Francisco llegó al solio pontificio. Desde entonces, sin fallar, la gente sigue llenando todos los miércoles y todos los domingos la Plaza de San Pedro. Con el mismo fervor y la misma ilusión. El pueblo de Dios es su coraza, en un referendum que gana dos veces por semana.
La gente le quiere y se lo dice. Y Francisco interactua con todos y con cada uno. Besa a los niños, recoge flores, saluda, bendice, intercambia el solideo, se baja del papamóvil a hablar con una anciana...Quiere y se deja querer.
Lectura Del Eclesiástico: "No te burles de los ancianos, también nosotros envejeceremos..."
Algunas frases del Papa
"La catequesis de hoy está dedicada a los ancianos, a los abuelos"
"Problemática condición actual de los ancianos. El próximo miércoles, en positivo, sobre la vocación de esta etapa de la vida"
"La vida se ha ampliado, pero la sociedad no se ha ampliado a la vida"
"El número de ancianos se ha multiplicado, pero en nuestras sociedades no se les respeta"
"La vejez como si fuese una enfermedad"
"Los ancianos, pobres, enfermos y solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficiencia y que, consiguientemente, ignora a los ancianos"
"Los ancianos son una riqueza, que no se puede ignorar"
"Palabras claras y proféticas de Benedicto XVI: 'La calidad de una sociedad se juzga por cómo son tratados los ancianos'"
"¿En una civilización hay atención al anciano? Esa civilización irá adelante, porque sabe respetar la sabiduría de los ancianos"
"Cuando son descartados, esa sociedad lleva consigo el virus de la muerte. Así de claro"
"El siglo actual es el siglo del envejecimiento: disminuyen los hijos y aumentan los ancianos"
"Este es un desafío para la cultura contemporánea"
"Se muestra al anciano como un peso y como una carga". "Y, como resultado, son descartados"
"Es algo feo, es pecado descartar a los ancianos"
"Nos hemos acostumbrado a descartar a la gente"
"Los ancianos son abandonados, no sólo en la precariedad material y en la incapacidad de aceptar sus límites, que reflejan nuestros límites"
"La cultura actual no les permite participar, en un modelo en el que sólo los jóvenes pueden ser útiles"
"Los ancianos son la reserva sapiencial de nuestro pueblo"
"Recuerdo cuando visitaba las residencias de ancianos, hablaba con algunos...Ocho meses sin ser visitada por el hijo. Esto se llama pecado mortal, ¿entendido?"
"La abuela nos contaba la historia de un anciano, que al comer, se manchaba. El hijo había decidido de apartarlo de la mesa común y le hizo una mesita en al cocina, para que comiese solo. Pocos días después llegó a casa y encontró a su propio hijo haciendo una mesa: Para cuando tú seas anciano puedas comer allí"
"La Iglesia no puede ni quiere conformarse a la mentalidad de indiferencia y de desprecio a la vejez"
"Despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio y de hospitalidad"
"El anciano somos nosotros, dentro de poco o de mucho, inevitablemente".
"Si no tratamos bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros"
"Todos los viejos somos frágiles. Algunos más que otros..."
"Una sociedad sin proximidad, sin afecto es una sociedad perversa"
"La Iglesia no puede tolerar esta degeneración"
"Donde no se honra a los ancianos , no hay futuro para los jóvenes"
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La catequesis de hoy y la del miércoles próximo están dedicadas a los ancianos que, en el ámbito de la familia, son los abuelos, tíos abuelos. Hoy reflexionamos sobre la problemática condición actual de los ancianos y la próxima vez, es decir el próximo miércoles, más en positivo, sobre la vocación contenida en esta edad de la vida.
Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha "prolongado" a la vida! El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad. Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que en consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar.
Benedicto XVI, visitando una casa para ancianos, usó palabras claras y proféticas, decía así: "La calidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida en común" (12 de noviembre 2012). Es verdad, la atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. ¿En una civilización hay atención al anciano? ¿Hay lugar para el anciano? Esta civilización seguirá adelante porque sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos. En una civilización en donde no hay lugar para los ancianos, en la que son descartados porque crean problemas... es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte.
En occidente, los estudiosos presentan el siglo actual como el siglo del envejecimiento: los hijos disminuyen, los viejos aumentan. Este desequilibrio nos interpela, es más, es un gran desafío para la sociedad contemporánea. Sin embargo una cierta cultura del provecho insiste en hacer ver a los viejos como un peso, una "lastre". No sólo no producen sino que son una carga: en fin, ¿cuál es el resultado de pensar así? Hay que descartarlos. ¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado! ¡No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace! Hay algo vil en este acostumbrarse a la cultura del descarte. Pero nosotros estamos acostumbrados a descartar a la gente.
Queremos remover nuestro acrecentado miedo a la debilidad y a la vulnerabilidad; pero de este modo aumentamos en los ancianos la angustia de ser mal soportados y abandonados.
Ya en mi ministerio en Buenos Aires toqué con la mano esta realidad con sus problemas: «Los ancianos son abandonados, y no sólo en la precariedad material. Son abandonados en la egoísta incapacidad de aceptar sus limitaciones que reflejan las nuestras, en los numerosos escollos que hoy deben superar para sobrevivir en una civilización que no los deja participar, opinar ni ser referentes según el modelo consumista de "sólo la juventud es aprovechable y puede gozar". Esos ancianos que deberían ser, para la sociedad toda, la reserva sapiencial de nuestro pueblo. ¡Los ancianos son la reserva sapiencial de nuestro pueblo! ¡Con qué facilidad, cuando no hay amor, se adormece la conciencia!» (Sólo el amor nos puede salvar, Ciudad del Vaticano 2013, p. 83). Y esto sucede. Recuerdo cuando visitaba las casas de ancianos, hablaba con cada uno de ellos y muchas veces escuché esto: "Ah, ¿cómo está usted? ¿Y sus hijos? - Bien, bien - ¿Cuántos tiene? - Muchos.- ¿Y vienen a visitarla? - Sí, sí, siempre. Vienen, vienen.- ¿Y cuándo fue la última vez que vinieron?" Y así la anciana, recuerdo especialmente una que dijo: "Para Navidad". ¡Y estábamos en agosto! Ocho meses sin ser visitada por sus hijos, ¡ocho meses abandonada! Esto se llama pecado mortal, ¿se entiende?
Una vez, siendo niño, la abuela nos contaba una historia de un abuelo anciano que cuando comía se ensuciaba porque no podía llevarse bien la cuchara a la boca, con la sopa. Y el hijo, es decir, el papá de la familia, había tomado la decisión de pasarlo de la mesa común a una pequeña mesita de la cocina, donde no se veía, para que comiera solo. Pocos días después, llegó a casa y encontró a su hijo más pequeño que jugaba con la madera, el martillo y clavos, y hacía algo ahí, y le pregunta: Pero, ¿qué cosa haces?- "Hago una mesa, papá". ¿Una mesa para qué? "Para cuando tú te vuelvas anciano, así puedes comer ahí". ¡Los niños tienen más conciencia que nosotros!
En la tradición de la Iglesia hay un bagaje de sabiduría que siempre ha sostenido una cultura de cercanía a los ancianos, una disposición al acompañamiento afectuoso y solidario en esta parte final de la vida. Tal tradición está arraigada en la Sagrada Escritura, como lo demuestran, por ejemplo, estas expresiones del libro del Eclesiástico: «No te apartes de la conversación de los ancianos, porque ellos mismos aprendieron de sus padres: de ellos aprenderás a ser inteligente y a dar una respuesta en el momento justo» (Ecl 8,9).
La Iglesia no puede y no quiere adecuarse a una mentalidad de intolerancia, y menos aún de indiferencia y desprecio a los mayores. Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de acogida, que haga sentir al anciano parte viva de su comunidad.
Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que nos han precedido en nuestras mismas calles, en nuestra misma casa, en nuestra batalla cotidiana por una vida digna. Son hombres y mujeres de quienes hemos recibido mucho. El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente de todos modos, aunque no lo pensemos. Y si nosotros no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros.
Frágiles, somos un poco todos los viejos. Algunos, sin embargo, son particularmente débiles, muchos están solos, y marcados por la enfermedad. Algunos dependen de cuidados indispensables y de la atención de los demás. ¿Haremos por ello un paso atrás? ¿Los abandonaremos a su suerte? Una sociedad sin proximidad, en donde la gratuidad y el afecto sin compensación - incluso entre extraños - van desapareciendo, es una sociedad perversa. La Iglesia, fiel a la Palabra de Dios, no puede tolerar estas degeneraciones. Una comunidad cristiana en la cual la proximidad y gratuidad dejaran de ser consideradas indispensables, perdería con ellas su alma. Donde no hay honor para los ancianos, no hay futuro para los jóvenes.
Resumen de la catequesis del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está dedicada a la situación de los ancianos en la sociedad actual.
Gracias a los avances de la medicina, la vida del hombre se ha prolongado, pero nuestras sociedades, a menudo basadas en el criterio de la eficacia, no se han alargado el corazón a esta realidad.
La cultura del descarte considera a los mayores un lastre, un peso, pues no sólo no producen, sino que además constituyen una carga y, aunque no se diga abiertamente, se los desecha. Y muchas personas mayores viven con angustia esta situación de desvalimiento y abandono. Una sociedad sin proximidad, donde la gratuidad y el afecto sin contrapartidas van desapareciendo, es una sociedad perversa.
Fiel a la Palabra de Dios, la tradición de la Iglesia siempre ha valorado a los ancianos y ha dedicado un cuidado especial a esa etapa final de la vida. Por eso mismo, no puede tolerar una mentalidad distante, indiferente y, menos aún, de desprecio a los mayores, y pretende despertar el sentido colectivo de gratitud y acogida, para que los ancianos lleguen a ser parte viva de la sociedad.
Los jóvenes de hoy serán los ancianos de mañana. También ellos lucharon por una vida digna, recorriendo nuestras mismas calles y viviendo en nuestras casas. Tengamos bien presente: donde los ancianos no son respetados, los jóvenes no tienen futuro.
***
Saludo a los peregrinos de lengua española venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Queridos hermanos, recordemos hoy a los ancianos especialmente necesitados, que viven solos, enfermos, dependientes de los demás. Que puedan sentir la ternura del Padre a través de la amabilidad y delicadeza de todos. Muchas gracias.
No he venido a ser servido, sino a servir
Mateo 20, 17-28. Cuaresma. Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Oración introductoria
Dios mío, Tú has amado a los hombres hasta el punto de mandarnos a tu único Hijo, Jesús. Tus caminos y tus designios a veces son incomprensibles, pero sabemos que todo lo haces por amor. Padre bueno, bendice a nuestras familias y nuestros amigos. Danos la oportunidad de saber perdonar, de hacernos pequeños en este mundo siendo servidores de los demás. Que valore tu entrega, tu sufrimiento, tus dolores y tu cruz que llevaste por amor a mí.
Petición
Señor, que valore tu entrega por mí y me prepare de la mejor manera para esta semana santa.
Meditación del Papa Francisco
La otra cosa que Jesús reprocha a aquellos que lo siguen es el poder. Algunos siguen a Jesús, pero un poco, no del todo conscientemente, un poco inconscientemente. Porque buscan el poder. El caso más claro es Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo, que pedían a Jesús la gracia de ser primer ministro y viceprimer ministro, cuando viniera el Reino. ¡Y en la Iglesia hay trepadores! Hay muchos que usan a la Iglesia para… ¡Pero si te gusta, vas al Norte y haces alpinismo: es más sano! ¡Pero no vengas a la Iglesia a trepar! Y Jesús reprocha a estos trepadores que buscan el poder.
Sólo cuando viene el Espíritu Santo los discípulos cambiaron. Pero el pecado en nuestra vida cristiana permanece y nos hará bien hacernos la pregunta: ¿Cómo sigo yo a Jesús? ¿Sólo por Él, incluso hasta la Cruz, o busco el poder y uso a la Iglesia un poco, a la comunidad cristiana, a la parroquia, a la diócesis para tener un poco de poder? (Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
La entrega de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Esforcémonos particularmente por no condenar ni traicionar a nuestros amigos y conocidos con palabras y obras, sino que sepamos buscar lo bueno en ellos. Que nos hagamos pequeños servidores para los demás y lleguemos a tu reino por el servicio a los más necesitados.
Propósito
En este día hablaré bien de algún amigo y defenderé a alguien que critiquen.
Diálogo con Cristo
Jesús, me alegra tanto saber que Tú me amas, "que das tu vida por mi". No te importó el sacrificio y el dolor, ni siquiera la humillación de la cruz, con tal de salvarme y yo no tengo como pagártelo. Pero recibe mi corazón que quiere amar y perdonar como Tú. Que mi vida sea un testimonio de caridad, perdón y de sacrificio para los que me rodean. ¡Tú me amas, Señor! Gracias por este amor tan grande y bello que me tienes.
"Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido". Madre Teresa de Calcuta
Abrir nuestro corazón al don de Dios
Miércoles segunda semana Cuaresma. Pidámosle a Cristo nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, y nos permita abrir el nuestro para ser don de Dios para los demás.
Nuestra vida no es simplemente una serie de circunstancias, una serie de días que van pasando uno detrás de otro, sino que todos los días de nuestra vida son un don de Dios, no sólo para nosotros, sino sobre todo un don de Dios para los demás, para aquellos que viven con nosotros. Un don de Dios que requiere, por parte nuestra, reconocerlo y hacernos conscientes de que efectivamente es un regalo de Dios. Y permitir, como consecuencia, que en nuestro corazón haya un espíritu agradecido por el hecho de ser un don de Dios.
En la historia de la Iglesia, Dios nuestro Señor ha ido dando dones constantemente, y a veces Él se prodiga de una forma particular en algunas circunstancias, por lo demás muy normales, muy corrientes, pero que se convierten de modo muy especial en don de Dios para sus hermanos. Es Él quien decide dar hombres y mujeres a su Iglesia que ayuden a los demás a caminar, que ayuden a los demás a encontrarse más profundamente con Cristo; es Él quien decide hacer de nuestras vidas un don para los demás.
Ciertamente que esto requiere, por parte de quien toma conciencia de ser un don de Dios para los demás, una correspondencia. No basta con decir “yo me entrego a los demás”, “yo soy un don de Dios para los demás”, es necesario, también, estar conscientes de lo que por nuestra parte esto va a suponer. A veces podemos convivir con el don de Dios y no ser conscientes de que lo tenemos a nuestro lado y no ser conscientes de que Dios está junto a nosotros. Podemos estar conviviendo con el don de Dios y no reconocerlo.
Algo así les había pasado a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo. A pesar de llevar ya tiempo con nuestro Señor, no habían captado el don de Dios. Tanto es así que, justamente después que Cristo les habla de pasión, de muerte y de resurrección, acompañados de su madre, llegan y le dicen a Jesús: “Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Cuando Jesús está hablando de renuncia, de entrega, de sacrificio, de redención, ellos le hablan a Cristo de dignidades, de cargos y de honores.
¡Qué misterio es el hecho de que se puede convivir con el don de Dios y, sin embargo, no reconocerlo! Nuestra vida puede ser una vida semejante a la de los hijos de Zebedeo, que tenían el don de Dios más grande —Cristo nuestro Señor—, y no lo habían reconocido.
El don de Dios, el Hijo de Dios caminaba con ellos, comía con ellos, dormía con ellos, les hablaba, les enseñaba, y ¡no lo habían reconocido! Es necesario tener los ojos abiertos y el corazón dispuesto a acoger el don de Dios, porque nos damos cuenta de que, no solamente Juan y Santiago no habían captado nada del don de Dios que era Cristo para sus vidas, tampoco nosotros mismos, muchas veces, lo hemos captado.
En este Evangelio encontramos una serie de características que tiene que tener nuestro corazón para ser capaz de reconocer el don de Dios: En primer lugar, estar dispuestos a servir a los demás; en segundo lugar, estar dispuestos a beber el cáliz del Señor, y en tercer lugar, estar dispuestos a ir con Cristo, como corredentores, por el bien de los demás.
Corredentor, compañero y servidor son las características del corazón que está dispuesto a reconocer el don de Dios y del corazón que está dispuesto a ser don de Dios para nuestros hermanos. A nosotros, entonces, nos correspondería preguntarnos: ¿Soy yo también corredentor? ¿Tomo yo como mía la misión de la Iglesia, la misión de Cristo, que es salvar a los hombres? ¿Soy compañero de Cristo, es decir, lo tengo frecuentemente en mi corazón, bebo su cáliz, comparto con Él todo? ¿Su vida es mi vida, sus intereses los míos, sus inquietudes las mías? ¿Soy servidor de los demás? ¿Estoy dispuesto a ser de los que sirven, de los que ayudan, de los que colaboran, de los que cooperan, de los que se entregan, de los que dan sin esperar necesariamente una recompensa?
Así como el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos, ¿tenemos nosotros la conciencia de que éste debe ser el retrato de nuestra vida: corredentores, compañeros y servidores de Cristo? Esta conciencia, que nos convierte en don de Dios para los demás, es la que nos convierte en colaboradores, en ayuda y en camino de Dios para nuestros hermanos los hombres.
No soñemos pensando que simplemente porque los criterios del Evangelio más o menos se nos emparejen y estemos de acuerdo con ellos, ya por eso tenemos claro el don de Dios. Si no eres con Cristo corredentor, si no eres capaz de beber su cáliz y si no eres con Cristo servidor de tus hermanos, serás lo que seas, pero no me digas que has encontrado el don de Dios, porque te estás engañando.
Cuando el Señor nos llama a la fe cristiana, es para llenarnos de cosas cotidianas y normales, como es cada una de nuestras vidas. En lo cotidiano está el don, no tenemos que buscar cosas extraordinarias ni milagros ni cosas raras.
Pidámosle a Cristo que nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, pero también pidámosle que nos permita abrir nuestro corazón para que también nosotros, corredentores, compañeros y servidores, sepamos ser don de Dios para los demás.
Diez ideas y criterios básicos para la Cuaresma – De lo qué es la Cuaresma y de cómo vivirla
La cuaresma es un tiempo para vivir de ella. Es un tiempo para practicarla, para ejercitarla no como un fin en sí mismo sino como un medio, un camino hacia la pascua.
Diez ideas y criterios básicos para la Cuaresma – De lo qué es la Cuaresma y de cómo vivirla
1.- La cuaresma nació como desarrollo pedagógico de un aspecto central del misterio cristiano celebrado en el triduo pascual. Destaca la perspectiva de su referencia a Jesucristo.
2.- La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo. Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la deimitar el ayuno previo del Señor al comienzo de su ministerio apostólico.
3.- La cuaresma es privilegio aptísimo para vivir en y de la Palabra de Dios. Vivir en y de la Palabra significa leerla, rezarla, meditarla, abrirse a ella, confrontarse con ella, poner a su tamiz y a su luz nuestra propia existencia. Llenarse de ella para sea la música y la letra de la pletina de nuestra alma y de la partitura de nuestro corazón.
4.- Toda la liturgia de la cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la misma liturgia de la palabra, está transida de hermosísimos símbolos que ayuden y hagan visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son el desierto, la luz, la salud, el agua, el perdón, la liberación, la cruz y la resurrección.
5.- Los personajes bíblicos que iluminan el camino cuaresmal son José hijo de Jacob, Ester, la casta Susana, Jeremías, el ciego de nacimiento, el hijo pródigo, el padre del hijo pródigo, la samaritana, la mujer adúltera y arrepentida, Zaqueo, el buen ladrón… y, sobre todo, Jesús de Nazaret.
6.- La cuaresma encuentra en la oración la más apropiada de sus atmósferas y de sus escuelas. La oración cuaresmal debe más frecuente y habitual. Su tonalidad propia es la humildad, la insistencia, la confianza. Es oración de súplica y de petición. La oración cristiana de la cuaresma debe intensificar sus dimensiones bíblica y litúrgica, de gran riqueza, variedad, matices y contenidos durante los cuarenta días de este tiempo. En este sentido, la oración litúrgica ha de ser más pausada, sencilla, cordial, humilde, pobre, seria y profunda.
7.- El ayuno es el segundo camino cuaresmal, según el Papa San León Magno. Se trata del ayuno del hombre viejo, del ayuno del pecado, de la renuncia a los propios caminos para abrazar los caminos de Jesucristo. Se trata de privarnos de algo en favor de alguien necesitado, que podemos nosotros mismos o nuestro prójimo. El ayuno no es, pues, una ejercitación meramente voluntarista o hasta masoquista. Es una opción de purificación y de intercesión.
8.- La vigente normativa eclesiástica de la abstinencia de carne durante todos los viernes de cuaresma y del ayuno y de la abstinencia el miércoles de ceniza y el viernes santo pueden ayudarnos a recorrer esta segunda vía cuaresmal y penitencial, antes citada.
9.- La limosna, la caridad, la solidaridad es el tercero de los caminos tradicionales y permanentes de la cuaresma. ¡Tenemos tantas demandas de justicia para vivir la limosna, la caridad cuaresmal!
10.- La cuaresma es un tiempo para vivir de ella. Es un tiempo para practicarla, para ejercitarla no como un fin en sí mismo sino como un medio, un camino hacia la pascua. Por ello, para recorrer adecuada y cristianamente la cuaresma debemos buscar y desarrollar nuevos espacios oracionales y devocionales. El rezo, antes tan habitual del Vía Crucis, durante, al menos, los viernes de cuaresma, es una praxis que, lejos de haber perdido su vigencia y sentido, debe ser potenciada y recuperada en nuestra Iglesia en medio de una sociedad donde la realidad y el misterio de la cruz siguen presentes y desafiantes. Otras maneras espléndidas y siempre fecundas para recorrer este camino cuaresmal de la oración será practicar algún día de retiro o de ejercicios espirituales, que nos llenarán de fuerza, de gracia y de vida, siempre necesarias para todos y participar en conferencias, charlas y escuelas cuaresmales.
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3 Maneras de vivir profundamente la Oración en Cuaresma
Estas sencillas ideas te servirán para vivir mejor la oración en Cuaresma, y ¿por qué no? en toda tu vida
San Pablo nos motiva a que “oremos sin cesar”. Toda nuestra vida puede ser una oración si elevamos nuestra mente y corazón a Dios en cada momento y acción de nuestra vida. Lo central de la Cuaresma (y de nuestra vida entera) es que oremos lo más frecuente y profundamente que podamos. He aquí algunas maneras en que podrá incorporar la oración a lo largo de su día. Por favor, elija las que le ayuden a alcanzar esa meta.
1. Repita una pequeña oración a lo largo del día. Puede ser: “Señor, ten misericordia de mí”, o “Jesús, ayúdame a conocerte y a hacer tu voluntad”. También puede usar sus propias palabras.
2. Haga una lista de las cosas por las cuales está agradecido(a). Escriba diariamente diez cosas por las que está agradecido(a): familia, talentos, amigos, éxitos, etcétera.
3. Ore por la gente que le hace pasar un mal rato. Hay días en los que estas personas sobreabundan.
4. Repita continuamente las palabras de San Ignacio de Loyola: “Toma Señor y recibe toda mi libertad”.
5. Utilice su imaginación al hacer oración. Imagínese usted mismo(a) como una de las personas que están frente a Jesús en una escena de los Evangelios. Imagine su respuesta y reacción al mensaje que ha escuchado de Jesús.
6. Haga una lectura pausada de alguno de los cuatro relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Por ejemplo, puede leer Lucas 22,39 a 24,12.
7. Convierta en oración alguna actividad amorosa que haga por los demás. Por ejemplo, cuando saca la basura de la casa, cambia el rollo de papel higiénico o le ayuda a su hijo a hacer la tarea. Hágalo de todo corazón y esa acción será una oración.
8. Haga oración mientras realiza una caminata.
9. Concédase tiempo para la meditación, para estar en calma por un momento, para vaciarse de las distracciones y para abrir su corazón a Dios.
10. Participe en uno de los servicios litúrgicos que su parroquia ha organizado.
11. Ore junto con su familia a la hora de los alimentos. Oren siempre por las personas necesitadas.
12. Ore mientras realiza sus mandados. Pídale a Dios que le ayude a reconocer su presencia en cada uno de los lugares a los que se dirige.
13. Cuando escuche o vea noticias respecto a alguien que está en problemas, ore por esa persona. Invite a sus hijos a que oren también por ella.
14. Cuando esté en el mercado, ore por los campesinos y todas aquellas personas que hacen posible que los alimentos lleguen hasta su mesa.
15. Al momento de acostarse, concédase un momento para orar por aquellas personas que no tienen hogar y que esa noche dormirán en la calle.
16. Deje que una de sus canciones católicas favoritas se repita en su mente como una forma de oración. Seleccione una frase o palabras que tengan un significado especial para usted.
17. Rece diariamente el rosario y otras oraciones que son parte de la tradición católica. Dese cuenta de que está uniendo su voz a millones de personas que han orado estas plegarias a lo largo de los siglos.
18. Bendiga a sus hijos y a otros miembros de la familia cuando se retiran o regresan a casa. Trace sobre su frente la señal de la cruz.
19. Ore en los momentos de mayor tráfico, especialmente cuando se encuentra con un mal conductor. Ore por él o ella y pídale a Dios que le ayude a mantener la calma a lo largo del día.
20. Haga oración mientras está haciendo fila o cuando alguien lo ha puesto en llamada de espera. Ore por los servidores públicos que atienden a la gente todo el día.
21. Ore mientas trabaja en el jardín; deje que esa actividad sea su oración.
22. Si en su barrio puede escuchar las campanas de alguna iglesia, ore al escucharlas. Si no le es posible, ore al momento de escuchar otro sonido, por ejemplo, al timbrar el teléfono, cuando ladra algún perro o cuando suena el toque de salida en una fábrica cercana.
23. Ore al escuchar el ruido de una sirena. Ore por las personas que posiblemente estén en un problema serio.
24. Haga oración por las personas que necesita perdonar y que le cuesta mucho perdonar. Pida que disfruten las bendiciones que usted mismo espera recibir de Dios.
25. Eleve una oración a Dios que le ayude a pedir perdón a las personas que ha herido de alguna manera.
26. Ore por la persona que lo ha dirigido espiritualmente, sea que esté viva o muerta.
27. Ore mientras lleva a pasear a su mascota.
28. Si toca un instrumento musical, deje que ese momento sea su oración.
29. Ore mientras crea una pieza de arte. Haga algo creativo cada día de la Cuaresma y hágalo para dar gloria a Dios.
30. Ore por la persona desconocida quien, en este preciso momento está al borde del suicidio. Pídale a Dios que tranquilice a esa alma desolada.
31. Escoja a un miembro de su familia nuclear o extendida y ore por él o ella a lo largo del día. Elija uno diariamente.
32. Asista a misa siempre que pueda hacerlo. La Eucaristía es la oración más grande que tenemos los católicos y es un lugar seguro para encontrarse con Jesús.
33. Al final del día, concédase un momento para agradecerle a Dios las gracias y bendiciones que recibió a lo largo del día.