“Delante de su puerta había un pobre acostado”

Francisco, con Maria Voce

Francisco recibe a los participantes del congreso de amigos de los Focolares
El Papa pide a los obispos de Siria, Irak y Ucrania que continúen "unidos en la fe y en la esperanza"
"Vuestra misión es ser principio de unidad en la Iglesia", proclama el Pontífice

Los aliento a llevar adelante su compromiso en favor del camino ecuménico y del diálogo interreligioso. Y les agradezco por la contribución que brindan para impulsar una mayor comunión entre los movimientos eclesiale

El Papa ha pedido a los obispos de Siria, Irak y Ucrania que continúen unidos en la fe y la esperanza al tiempo que ha destacado que sin la eucaristía, la unidad "perdería su polo de atracción divina" y se reduciría a "un sentimiento". "Doy las gracias de modo particular a vosotros, hermanos, que venís de las tierras ensangrentadas de Siria, Irak y también Ucraina. En el sufrimiento que estáis viviendo con vuestra gente, experimentáis la fuerza que viene de Jesús en la eucaristía, la fuerza de continuar unidos en la fe y en la esperanza", les ha dicho Francisco. En una audiencia de este miércoles en el Aula Pablo VI con 60 prelados, procedentes de 35 países, que participan desde este martes y hasta el próximo viernes en el 38º Convenio de Obispos y amigos del Movimientos de los Focolares que se celebra en Castelgandolfo, ha destacado que su misión es ser principio de "unidad en la Iglesia", pero ha precisado que la unidad sin eucaristía es "una dinámica solo humana, psicológica, sociológica".

Finalmente, ha subrayado que el obispo no debe agrupar "al pueblo en torno a su persona o a sus propias ideas, sino alrededor de Cristo". «El carisma de la unidad propio de la Obra de María está firmemente anclado en la Eucaristía, que le confiere su carácter cristiano y eclesial», recordó el Papa, haciendo hincapié en el servicio fundamental de los Obispos, que es el de reunir a las comunidades alrededor de Jesús Eucaristía. Conformados en Cristo, Evangelio vivo, alimentados en la fe, con Cristo Pan vivo, impulsados por su amor a dar la vida por los hermanos, a salir al encuentro de los marginados y despreciados.

Y una vez más, el corazón y las palabras de cercanía, aliento, fe y esperanza del Papa se dirigieron a los sirios, iraquíes y ucranianos, a través de sus obispos: «Les agradezco en particular a ustedes, Hermanos, que vienen de las tierras ensangrentadas de Siria, Irak, así como de Ucrania. En el sufrimiento que están viviendo con su gente, ustedes experimentan la fuerza que viene de Jesús Eucaristía, fuerza para ir adelante unidos en la fe y en la esperanza. En la celebración cotidiana de la Misa estamos unidos a ustedes, rezamos por ustedes ofreciendo el Sacrificio de Cristo. De él toman fuerza y significado también las múltiples iniciativas de solidaridad en favor de sus Iglesias». También alentó el Papa a los Focolares en el camino ecuménico y al diálogo interreligioso, para luego encomendarlos al amparo de María, con su bendición: «Queridos hermanos, los aliento a llevar adelante su compromiso en favor del camino ecuménico y del diálogo interreligioso. Y les agradezco por la contribución que brindan para impulsar una mayor comunión entre los movimientos eclesiales».

II JUEVES DE CUARESMA (Jr 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31)

BIENAVENTURANZAS
En una lectura creyente, cabe buscar los pasajes bíblicos en los que se anuncia un motivo de felicidad y de dicha. Conocemos el Discurso del Monte que refiere el evangelio de Mateo, en el que se desgranan las bienaventuranzas. Sin embargo, a lo largo de los textos sagrados, también se encuentran otros fragmentos en los se revelan motivos para alcanzar la alegría del corazón, en esta vida y en la eterna. Hoy las lecturas acumulan exclamaciones que concuerdan entre sí en el ofrecimiento de la bendición divina. El profeta, el salmista y el Evangelio coinciden en declarar algunos títulos por los que alcanzará la felicidad. Dice el profeta: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza” (Jr 17,7), y apostilla el salmo: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor” (Sal 1). Y la Iglesia recuerda, al hilo de las expresiones anteriores: “Dichosos los que con un corazón noble y generoso guardan la palabra de Dios y dan fruto perseverando” (cf Lc 8, 15). 

Podríamos interpretar, naturalmente, que la bienaventuranza va unida a la suerte, a la fama, al bienestar, al dinero o a la salud. Sin embargo, la parábola lucana señala una gran paradoja, que deberemos tener muy en cuenta. Dice San Lucas: “Se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán” (Lc 16, 22), que es el lugar de los bienaventurados.” Y más adelante describe que se murió el rico, y descendió al lugar del tormento. La confianza en Dios, el seguimiento de la voluntad divina, la fe, el abrazo a la providencia, el cumplimiento de los mandamientos, la escucha de la Palabra y ponerla por obra conceden la bendición.

SANTA TERESA DE JESÚS
La maestra espiritual tiene también sus bienaventuranzas. Por ejemplo, la de ver progresar a una persona por dentro: “Paréceme que debe ser uno de los grandísimos consuelos que hay en la tierra, ver uno almas aprovechadas por medio suyo. Dichosos a los que el Señor hace estas mercedes; bien obligados están a servirle” (Los Conceptos del Amor de Dios 7, 6). Es clásica la bienaventuranza que se desprende la humildad: “La que le pareciere es tenida entre todas en menos, se tenga por más bienaventurada; (Camino de Perfección 13, 3). Y sorprende el título de bienaventurados que concede a quienes se dedican a hospedar, como Santa Marta: “Santa era santa Marta, aunque no dicen era contemplativa. Pues ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció tener a Cristo nuestro Señor tantas veces en su casa y darle de comer y servirle y comer a su mesa? Si se estuviera como la Magdalena, embebidas, no hubiera quien diera de comer a este divino Huésped” (Camino de Perfección 17, 5).

Evangelio según San Lucas 16,19-31. 
Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'". 

05 de marzo 2015 Jueves II de cuaresma Jr 17, 5-10

Las palabras que Jeremías pone en boca del Señor impresionan: «Maldito el hombre que confía en la ayuda humano, que busca un hombre para hacer su brazo derecho, mientras su corazón se aleja del Señor». ¿Cuántas veces he manipulado mi prójimo para mi comodidad? Señor, que sea siempre consciente de que soy un instrumento a su servicio.

San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia 
Sermón 14 sobre el amor a los pobres, 38.40

“Delante de su puerta había un pobre acostado”

“Dichosos los misericordiosos, dice el Señor, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). No es, por cierto, la misericordia una de las últimas bienaventuranzas. “Dichoso el que cuida del pobre y desvalido”. Y de nuevo: “Dichoso el que se apiada y presta”. Y en otro lugar: “El justo a diario se compadece y da prestado” (Sl 71,13; 111,5; 36,26). Tratemos de alcanzar la bendición, de merecer que nos llamen dichosos: seamos benignos.

Que ni siquiera la noche interrumpa tus quehaceres de misericordia. No digas: “Vuelve, que mañana te ayudaré” (Sl 3,28). Que nada se interponga entre tu primera reacción y tu generosidad... “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo” (Is 58,7) y no dejes de hacerlo con agrado y presteza. “Quien reparte limosna, dice San Pablo, que lo haga con agrado” (Rm 12 8). Tu mérito será doble por la presteza en realizarlo. Porque lo que se lleva a cabo con ánimo triste y forzado no merece gratitud ni tiene nobleza. De manera que cuando hacemos el bien, hemos de hacerlo, no tristes, sino con alegría... “Entonces saldrá tu luz como la aurora, te abrirá camino la justicia” (Is 58,8). ¿Hay alguien que no desee la luz y la justicia?...

Es por eso, servidores de Cristo, sus hermanos y coherederos (Gal 4,7), visitemos a Cristo mientras nos sea posible, curémoslo, no dejemos de alimentarlo o de vestirlo; acojamos y honremos a Cristo (Mt, 25,31s), no sólo invitándolo a la mesa, como algunos lo han hecho, o cubriéndole de perfumes, como María Magdalena, o cooperando a su sepultura, como Nicodemo... Ni con oro, incienso y mirra, como los magos... El Señor del universo “quiere misericordia y no sacrificios “ /Mt 9,13), nuestra compasión mucho más que “millares de corderos cebados (Mi 6,7). Presentémosle nuestra misericordia mediante la solicitud para con los pobres y humillados, de modo que, cuando nos vayamos de aquí nos “reciban en las mansiones eternas” (Lc 1

Lucio I, Santo XXII Papa, 5 de marzo

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en el cementerio de Calisto, sepultura de san Lucio, papa, sucesor de Cornelio, que sufrió el exilio por la fe de Cristo y fue, en tiempos angustiosos, eximio confesor de la fe, actuando con moderación y prudencia (254).

Etimológicamente: Lucio = nacido con la primera luz, es de origen latino.

Fue Pontífice de 253-254; murió en Roma el 5 de marzo de 254. Después de la muerte del Papa San Cornelio, quien murió en el exilio en el verano del 253, Lucio fue elegido para tomar su lugar, y fue consagrado Obispo de Roma. Nada se sabe de la vida temprana de este Papa antes de su elevación. De acuerdo con el libro "Liber Pontificalis", era romano de nacimiento y su [[padre] se llamaba Porfirio. No se sabe de dónde el autor obtuvo esta información. Todavía continuaba la persecución de la Iglesia bajo el Emperador Gallo durante la cual Cornelio había sido desterrado. Lucio también fue enviado al exilio pronto después de su consagración, pero en un corto tiempo, presuntamente cuando Valeriano fue designado emperador, a él le fue permitido regresar a su rebaño. El Catálogo Feliciano, cuya información se encuentra en el "Liber Pontificalis", nos informa del exilio y del milagroso retorno de Lucio: "Hic exul fuit et postea nutu Dei incolumis ad ecclesiam reversus est." San Cipriano, quien escribió una carta (perdida) de felicitaciones a Lucio en su elevación a la Santa Sede y sobre su exilio, envió una segunda carta de felicitaciones para él y sus acompañantes en el exilio, como también a toda la Iglesia Romana (ep. LXI, ed. Hartel, II, 695 sqq.).

La carta comienza: “Querido Hermano, hace muy poco tiempo te ofrecimos nuestras felicitaciones, cuando Dios te exaltó a gobernar Su Iglesia y te concedió la doble gloria de confesor y obispo. De nuevo te felicitamos a ti, a tus acompañantes y a toda la congregación; con esto, debido a la bondadosa y poderosa protección de nuestro Dios, Él te ha guiado de regreso con alabanzas y gloria a Sí mismo, de manera que el rebaño pueda recibir de nuevo a su pastor, el barco a su piloto y la gente a un director que los gobierne y les muestre abiertamente que fue el designio de Dios que permitió tu destierro, no para que el obispo exiliado fuera privado de su Iglesia, sino más bien para que regresara a su Iglesia con mayor autoridad”.

Cipriano continúa, refiriéndose a los tres niños hebreos en el horno ardiente, que el regreso del exilio no aminoraba la gloria de la confesión, y que la persecución, la cual iba dirigida sólo contra los confesores de la Iglesia verdadera, comprobaba cuál era la Iglesia de Cristo. En conclusión, él describe la felicidad de la Roma cristiana ante la llegada de su pastor. Cuando Cipriano afirma que Dios por medio de la persecución buscó “hacer avergonzar y silenciar a los herejes” y así probar dónde estaba la Iglesia, quién era su único obispo elegido por el designio de Dios, quiénes eran sus presbíteros sujetos al obispo en la gloria del sacerdocio, quiénes eran la verdadera gente de Cristo, unidos a Su rebaño por un amor excepcional, quiénes eran los oprimidos por sus enemigos, y al mismo tiempo dónde estaban aquellos que el Diablo protege como suyos, refiriéndose obviamente a los novacianos. El Cisma de Novaciano, a través del cual se presentó como antipapa, en oposición a Cornelio, todavía continuaba en Roma bajo Lucio.

En referencia a la confesión y a la restauración de los “Lapsi" (caídos), Lucio se adhirió a los principios de San Cornelio y de San Cipriano. De acuerdo con el testimonio del último, contenido en una carta al Papa San Esteban I (ep. LXVIII, 5, ed. Hartel, II, 748), Lucio, así como Cornelio, había expuesto su opinión por escrito: "Illi enim pleni spiritu Domini et in glorioso martyrio constituti dandam esse lapsis pacem censuerunt et poenitentia acta fructum communicationis et pacis negandum non esse litteris suis signaverunt." (Para ellos, llenos del Espíritu Santo de Dios y confirmado en glorioso martirio, juzgaron que el perdón debe ser otorgado a los Lapsi, y dieron a entender en sus cartas que, que cuando éstos hayan realizado la penitencia, no se les debe negar el gozo de la comunión y de la reconciliación.) Lucio murió a principios de marzo del año 254. En el "Depositio episcoporum" el "Cronógrafo de 354" da la fecha de su muerte como el 5 de marzo, el "Martyrologium Hieronymianum" como el 4 de marzo. La primera fecha es probablemente la correcta. Quizás Lucio murió el 4 de marzo y fue enterrado el 5 de marzo. De acuerdo al "Liber Pontificalis" este Papa fue decapitado en tiempos de Valeriano, pero este testimonio no puede ser comprobado. Es verdad que Cipriano en la antedicha carta a Esteban (ep. LXVIII, 5) le da a él, como también Cornelio, el titulo honorario de mártir: "servandus est enim antecessorum nostrorum beatorum martyrum Cornelii et Lucii honor gloriosus" (pues debe ser preservada la memoria gloriosa de nuestros predecesores los santos mártires Cornelio y Lucio); pero probablemente esto fue un relato del corto destierro de Lucio. Cornelio, quien murió en el exilio, fue honrado como mártir por los romanos después de su muerte; pero no así Lucio. En el calendario romano de fiestas del "Cronógrafo de 354" él es mencionado en el "Depositio episcoporum", y no bajo el encabezado de "Depositio martyrum". Sin embargo, su memoria fue particularmente honrada, como aclara la aparición de su nombre en el "Martyrologium Hieronymianum". Es cierto que Eusebio sostiene (Hist. Eccl., VII, 10) que Valeriano favorecía a los cristianos al principio de su reinado. El primer edicto de persecución del emperador apareció sólo en el año 257.

Lucio fue enterrado en un compartimiento de la bóveda papal en las catacumbas de San Calixto. En la excavación de la bóveda, De Rossi encontró un fragmento grande del epitafio original, el cual sólo da el nombre del Papa en griego: LOUKIS. La losa está quebrada justo atrás de la palabra, así que con toda probabilidad no había nada más escrito excepto el titulo EPISKOPOS (obispo). Las reliquias del santo fueron trasladadas por el Papa San Paulo I (757-767) a la Iglesia de San Silvestre en Capita, o por el Papa San Pascual I (817-824) a la Basílica de San Práxedes [Marucchi, "Basiliques et eglises de Rome", Roma, 1902, 399 (inscripción en San Silvestre), 325 (inscripción en San Práxedes)]. El autor del "Liber Pontificalis" ha atribuido desautorizadamente a San Lucio un decreto, de acuerdo con el cual dos sacerdotes y tres diáconos deben acompañar siempre al obispo para ser testigos de su vida virtuosa: "Hic praecepit, ut duo presbyteri et tres diaconi in omni loco episcopum non desererent propter testimonium ecclesiasticum." Tal medida debió ser necesaria bajo ciertas condiciones en un periodo posterior; pero en época de Lucio esto era increíble. Este supuesto decreto indujo una falsificación posterior para inventar otro decreto apócrifo y se lo atribuyeron a Lucio. Es también fabricada la historia en el "Liber Pontificalis" que Lucio, cuando era llevado a la muerte, dio al archidiácono Esteban poder sobre la Iglesia.

El hombre rico y el pobre Lázaro
Lucas 16,19-31. Cuaresma. En este día de cuaresma, nos hará bien preguntarnos: ¿dónde está mi confianza? ¿En el Señor? 

Oración introductoria
Dios mío, Tú conoces mis sufrimientos. Tú mismo te quisiste hacer hombre para compartir cada uno de mis dolores y darme la seguridad de que estarás siempre conmigo en esta vida. Dame la fe para soportar valientemente mis carencias materiales o espirituales sabiendo que todas me las premiarás. Haz que viva desapegado interiormente de todos los bienes materiales, para salir al encuentro de los demás "Lázaros" y ser para ellos expresión de tu amor.

Petición
Señor, que desde este momento socorra en tu nombre a todas las personas que necesiten de ayuda y de consuelo, y que sea yo el primero en unir mis sufrimientos a los que padeciste por mí.

Meditación del Papa Francisco
Nos gusta confiar en nosotros mismo, confiar en ese amigo o confiar en esa situación buena que tengo o en esa ideología, y en esos casos el Señor queda un poco de lado. El hombre, actuando así, se cierra en sí mismo, sin horizontes, sin puertas abiertas, sin ventanas y entonces no tendrá salvación, no puede salvarse a sí mismo. Esto es lo que le sucede al rico del Evangelio: tenía todo: llevaba vestidos de púrpura, comía todos los días, grandes banquetes. Estaba muy contento pero, no se daba cuenta de que en la puerta de su casa, cubierto de llagas, había un pobre. El Evangelio dice el nombre del pobre: se llamaba Lázaro. Mientras que el rico no tiene nombre.

Esta es la maldición más fuerte del que confía en sí mismo o en las fuerzas, en las posibilidades de los hombres y no en Dios: perder el nombre. ¿Cómo te llamas? Cuenta número tal, en el banco tal. ¿Cómo te llamas? Tantas propiedades, tantos palacios, tantas... ¿Cómo te llamas? Las cosas que tenemos, los ídolos. Y tú confías en eso, y este hombre está maldito. Todos nosotros tenemos esta debilidad, esta fragilidad de poner nuestras esperanzas en nosotros mismos o en los amigos o en las posibilidades humanas solamente y nos olvidamos del Señor. Y esto nos lleva al camino de la infelicidad. Hoy, en este día de cuaresma, nos hará bien preguntarnos: ¿dónde está mi confianza? ¿En el Señor o soy un pagano, que confía en las cosas, en los ídolos que yo he hecho? ¿Todavía tengo un nombre o he comenzado a perder el nombre y le llamo 'Yo'? ¿Yo, me, conmigo, para mí, solamente yo? Para mí, para mí... siempre ese egoísmo: 'yo'. Esto no nos da la salvación. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de marzo de 2014, en Santa Marta).

Reflexión 
Hoy, la humanidad sigue necesitando pan y techo, como siempre ha sido; pero justamente ahora, las personas hemos tomado conciencia de lo importante que es ayudar a los demás. Sin embargo, hay que preguntarnos si la ayuda que damos no se queda sólo en una moneda o un pedazo de pan. En nuestros tiempos de consumismo, de trajín y de deseo de pasar por encima de los demás, lo que las personas más necesitan es una sonrisa amable, un gesto de piedad, una palmada de aliento. Los nuevos "Lázaros" me necesitan para que comparta su dolor y para que les muestre el amor de Dios. Cristo quiso sufrir lo que sufre un ser humano y su triunfo y resurrección son la prueba anticipada de nuestro triunfo. Basta abrir el corazón para ayudar a los demás y la valentía para perseverar en mis propias dificultades, en gratitud al amor de Dios.

Propósito
Me interesaré por las personas con las que me encuentre hoy, aunque ello signifique sacrificar mi tiempo.

Diálogo con Cristo
Jesús, yo no quiero ser como el rico Epulón, que estuvo preocupado toda la vida por tener bienes materiales, pero al final se quedó sin nada. Yo quiero vivir desapegado de lo que tengo, y es más: quiero utilizarlo para llevar consuelo a mis hermanos los hombres. Gracias por responder a mi llamada dándome esta parábola como ejemplo, para que mis cualidades no se vayan conmigo a la tumba, sino que se queden con los que sufren, con el mendigo que pide a la puerta, con el amigo que no ha encontrado el sentido a la vida... Quiero sentir la satisfacción de dar a los demás amor, el amor que tú me tienes. Por último te pido la fuerza para no dejarme caer por el peso de mis dificultades y te agradezco que hasta ahora me hayas ayudado en todos los momentos difíciles de mi vida.

"Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús". Santa Rosa de Lima.
 
Dios nos juzgará por el corazón
Jueves segunda semana Cuaresma. La auténtica Cuaresma es la purificación del corazón. 

El Evangelio nos narra la parábola de Epulón y Lázaro, donde nos damos cuenta de que al morir, Dios los juzga por su corazón. ¿Qué ha hecho Lázaro de bueno para subir al seno de Abraham? Nada. ¿Qué ha hecho Epulón de malo para no subir al seno de Abraham? Nada. Podríamos pensar que la diferencia está en que uno es muy pobre y el otro rico, pero no es el motivo por el cual Cristo los juzga. Cristo los juzga por el corazón. La diferencia está en ser una persona de corazón abierto o de corazón cerrado a Dios nuestro Señor.

Quizá a nosotros en Cuaresma se nos podría nublar un poco la vista y estemos juzgando nuestra vida por nuestro exterior y, entonces, estaremos viviendo una Cuaresma simplemente exterior, olvidándonos de que la auténtica Cuaresma es la purificación del corazón. El profeta dice: “El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar. ¿Quién lo podrá entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón, para dar a cada uno según sus acciones, según el fruto de sus obras.”

Es Dios quien sondea el corazón, a nosotros nos toca, si queremos vivir de cara a Dios nuestro Señor, vivir con un corazón listo a ser sondeado por Él. El primer gesto de purificación que en nuestra Cuaresma tenemos que buscar es la purificación de nuestro corazón, la purificación de nuestra voluntad, la purificación de nuestra libertad.

Purificar el corazón, purificar la voluntad y purificar la libertad es atreverse a tocar una fibra muy interior, porque es la fibra en la cual nosotros reposamos sobre nosotros mismos. Cada uno de nosotros, en última instancia, reposa sobre su propia voluntad: la voluntad de querer algo o la voluntad de rechazarlo. Cada uno de nosotros en la vida acepta o rechaza las cosas por su corazón, por su voluntad. El profeta es muy claro: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón”. Son palabras muy duras, sobre todo en cuanto a las consecuencias: “Será como cardo plantado en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable”.

Si nuestro corazón no aprende a purificarse, si nuestra voluntad no aprende a actuar bien, si nuestro interior no opta en una forma decidida, firme y exigente por Dios nuestro Señor, se puede ir produciendo, poco a poco, una especie como de desertificación de nuestra vida, un avanzar del desierto en nuestro corazón.

Si nuestro corazón no está apoyándose en todo momento en Dios nuestro Señor y nuestra voluntad no está purificándose para ser capaz de encontrarse con Él, sino que por el contrario, nuestra voluntad está confiando en el hombre, es decir, confiando simplemente en esa veleta de acontecimientos que constantemente nos suceden, querrá decir que nuestra vida acabará plantada en medio de una estepa, tierra salobre e inhabitable.

¿No podría ser, el verse plantadas así, el destino de muchos corazones, de muchas vidas? Y cuando empezamos a preguntarnos el por qué, en el fondo, acabamos encontrando siempre una misma respuesta: No supieron poner su libertad totalmente en Dios nuestro Señor. Y aquí no importa si les faltó poco o les faltó mucho, aquí lo que importa es que les faltó.

En el Evangelio, no importa si el rico fue poco injusto o muy injusto, lo importante es que no llegó a estar del otro lado. Su libertad no se puso del lado que tenía que ponerse, su voluntad no se orientó hacia donde tenía que orientarse. Nos puede dar miedo pensar siquiera en la posibilidad de orientar nuestra voluntad. Nos puede dar miedo el intentar tocar nuestro corazón para empezar a preguntarle:

¿Estás verdaderamente orientado a Dios? ¿En quién confías? ¿Auténticamente tu confianza está puesta en el Señor?

De nada nos servirá después, la súplica del rico: “Padre Abraham, ten piedad de mí”, porque nuestra libertad necesita ser ahora purificada. Es importantísimo que esta Cuaresma se convierta para nosotros en un momento de reflexión sobre hacia dónde está orientada nuestra voluntad, qué estamos haciendo con nuestra vida, qué ha elegido nuestra libertad, qué caminos tiene, qué opciones ha tomado. De poco nos serviría pensar que nuestra libertad y nuestra voluntad están orientada hacia Dios nuestro Señor, si en el fondo, nosotros mismos no hemos sido capaces de purificarnos, de tal manera que, auténticamente se orienten hacia Dios. “El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar ¿Quién lo puede entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón”.

Atrevámonos a ponernos en Dios nuestro Señor. Atrevámonos a ponernos en Él como el único que va a ser capaz de decirnos si auténticamente nuestra voluntad y nuestra libertad están orientadas de tal forma que, en esta vida nos abramos a Dios, y en la futura nos encontremos con Él. Atrevámonos a permitirle a Dios tocar los recursos, los resortes interiores de nuestra libertad. Cuántas veces podríamos juzgar que estamos haciendo bien, y realmente podría ser que estuviésemos viviendo engañados, traicionados por lo más interior de nosotros mismos, que es nuestro corazón, “la cosa más traicionera y difícil de curar”. ¿Me atrevo yo a permitir que ese médico del alma que es Dios, entre a mi corazón, toque y cuestione mi libertad y toque y fortalezca mi voluntad? Creo que éste sería un buen camino de Cuaresma: el ir purificando nuestra voluntad y nuestra libertad de tal manera que, en el encuentro con la Pascua de nuestro Señor, lleguemos a decir que nuestro corazón, siendo débil como es, tiene una certeza y tiene una garantía: el estar apoyado sólo y únicamente en Dios nuestro Señor. Porque así, “será árbol plantado junto al agua que hunde en las corrientes sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en el año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos”.

En nuestras manos está el hacer de nuestra libertad y de nuestra voluntad un camino de esterilidad, apoyado en nosotros; o un camino de fecundidad, apoyado en Dios.

Retiro Cuaresma 2015

Un remanso ofrece la oportunidad de apartarnos de los problemas acuciantes de la vida cotidiana, para reflexionar en actitud de oración sobre mi relación con Dios, con la gente que me rodea y con el mundo. El tiempo de Cuaresma, es el tiempo durante el cual nos preparamos para celebrar el misterio pascual: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es, por tanto, un tiempo oportuno para detenerse.

Bienvenidas al receso de Cuaresma de este año. Un remanso ofrece la oportunidad de apartarnos de los problemas acuciantes de la vida cotidiana, para reflexionar en actitud de oración sobre mi relación con Dios, con la gente que me rodea y con el mundo. El tiempo de Cuaresma, es el tiempo durante el cual nos preparamos para celebrar el misterio pascual: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es, por tanto, un tiempo oportuno para detenerse. Para ayudar y guiar la oración, el hilo será la meditación de la Pasión, tal como la transmiten y viven las mujeres que acompañan a Jesús. La vida de estas mujeres fue transformada por su encuentro con Jesús. El Evangelio de Juan menciona las mujeres que estaban al pie de la cruz velando el último aliento de Cristo. De algunas sabemos el nombre: María Magdalena, María la madre de Santiago y José, Salomé y, por supuesto, María, su madre. Otros no sabemos quiénes son: el Evangelio de Lucas menciona las hijas de Jerusalén que lloran por él en su camino hacia la cruz. Otras intervienen de una u otra en el relato: Marta y María de Betania, la sirvienta en el patio del sumo sacerdote o mujer de Pilato.

Esperamos que los textos y puntos que se encuentra aquí, tal como se presentan, le ayuden a encontrarse con Jesús de una manera nueva y profunda, y que este encuentro llegue también a tener un efecto transformador sobre su vida. También esperamos que le ayuden a llegar a una conciencia más profunda de cómo Dios trabaja.

Comenzaremos con unos consejos prácticos que pueden ayudar sobre todo si es la primera vez que se dispone a hacer un receso, pero que también pueden ser un buen recordatorio si ya tiene experiencia. Lo plantearemos a partir de las tres categorías del «cómo»,«cuando» y «por qué». Una cuestión a tener en cuenta sobre el «cómo» es determinar el tiempo que podemos dedicar a cada rato de oración. Es bueno no dejarlo a la improvisación, sino decidirlo al principio. No se rinda antes de tiempo si la oración le parece un poco aburrida, ni quiera correr demasiado si se encuentra bien. El material que le ofrecemos en cada una de las presentaciones es para un rato de 20-25 minutos, pero es posible que decida dedicar más tiempo, sea para preparar bien el tiempo, sea para quedarse un rato largo después. Lo importante es elegir un momento dentro de la rutina de cada día en que la oración no sea estorbada.

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