“El hablaba del templo de su cuerpo.”
- 08 Marzo 2015
- 08 Marzo 2015
- 08 Marzo 2015
Un templo nuevo
Los cuatro evangelistas se hacen eco del gesto provocativo de Jesús expulsando del templo a «vendedores» de animales y «cambistas» de dinero. No puede soportar ver la casa de su Padre llena de gentes que viven del culto. A Dios no se le compra con «sacrificios».
Pero Juan, el último evangelista, añade un diálogo con los judíos en el que Jesús afirma de manera solemne que, tras la destrucción del templo, él «lo levantará en tres días». Nadie puede entender lo que dice. Por eso, el evangelista añade: «Jesús hablaba del templo de su cuerpo».
No olvidemos que Juan está escribiendo su evangelio cuando el templo de Jerusalén lleva veinte o treinta años destruido. Muchos judíos se sienten huérfanos. El templo era el corazón de su religión. ¿Cómo podrán sobrevivir sin la presencia de Dios en medio del pueblo?
El evangelista recuerda a los seguidores de Jesús que ellos no han de sentir nostalgia del viejo templo. Jesús, «destruido» por las autoridades religiosas, pero «resucitado» por el Padre, es el «nuevo templo». No es una metáfora atrevida. Es una realidad que ha de marcar para siempre la relación de los cristianos con Dios.
Para quienes ven en Jesús el nuevo templo donde habita Dios, todo es diferente. Para encontrarse con Dios, no basta entrar en una iglesia. Es necesario acercarse a Jesús, entrar en su proyecto, seguir sus pasos, vivir con su espíritu.
En este nuevo templo que es Jesús, para adorar a Dios no bastan el incienso, las aclamaciones ni las liturgias solemnes. Los verdaderos adoradores son aquellos que viven ante Dios «en espíritu y en verdad». La verdadera adoración consiste en vivir con el «Espíritu» de Jesús en la «Verdad» del Evangelio. Sin esto, el culto es «adoración vacía».
Las puertas de este nuevo templo que es Jesús están abiertas a todos. Nadie está excluido. Pueden entrar en él los pecadores, los impuros e, incluso, los paganos. El Dios que habita en Jesús es de todos y para todos. En este templo no se hace discriminación alguna. No hay espacios diferentes para hombres y para mujeres. En Cristo ya «no hay varón y mujer». No hay razas elegidas ni pueblos excluidos. Los únicos preferidos son los necesitados de amor y de vida. Necesitamos iglesias y templos para celebrar a Jesús como Señor, pero él es nuestro verdadero templo.
José Antonio Pagola. 3 Cuaresma – B. (Juan 2,13-25). 08 de marzo 2015
III DOMINGO DE CUARESMA (Ex 20, 1-17; Sal 18; 1Co 1, 22-25; Jn 2, 13-25) SOLO DIOS ES DIOS
A medida que avanzamos en el camino cuaresmal, la Palabra nos conduce hacia la opción creyente, por la que cada uno decide dar a Dios el culto que merece, y superar toda idolatría y dependencia de cosas y de personas. La referencia a la esclavitud de Egipto no señala solo un estado físico de falta de libertad, sino también nuestras posibles ataduras y atavismos que nos impiden sabernos y sentirnos verdaderos adoradores del único Dios. De aquí la importancia de recordar lo que significa nuestro bautismo, que estaba representado en la salida de la esclavitud, por gracia de Dios. “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí” (Ex 20, 1). La pertenencia a la familia de los hijos de Dios que nos da el bautismo, nos debe confirmar en la certeza del salmista: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna” (Sal 18). Y la dignidad que recibimos al ser hijos adoptivos de Dios, no la ganamos con nuestros méritos, sino por opción divina. De tal manera que, como dice san Pablo, cabe experimentar que “lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Co 1, 25).
Los creyentes debemos hacer creíble nuestra fe, y una de las tareas que tenemos actualmente es la de manifestarnos sin dependencias e hipotecas materiales, que puedan hacer creer que la Iglesia y los cristianos somos como una multinacional, o gran empresa, porque nos vean afanados en las cosas materiales. Jesús es contundente: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre” (Jn 2, 16).
SANTA TERESA DE JESÚS: La intuición teresiana de acometer la reforma del Carmelo pasa por testimoniar de manera real y hasta literal que solo Dios es Dios, y que solo Dios basta, viviendo de la providencia en descalcez. Es indiscutible lo que afirma Santa Teresa en uno de sus poemas más conocidos: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta” (Poesías 9). Las monjas descalzas y muchos cristianos que se ven sometidos al mayor despojo por razón de su fe y a los que solo les queda la confianza en Dios, profesan la radicalidad de fiarse de Dios, de hacerlo el centro de la vida, de no tener otro Señor. La razón que tuvo Teresa de Jesús para acometer la reforma es un poco semejante al escándalo que sufrió Jesús al ver convertido el templo en un mercado. De aquí la “determinada determinación” de no tener rentas en los monasterios y de fiarse de la Providencia. “¡Oh hermanas mías en Cristo!, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones; no, hermanas mías, por negocios del mundo” (Camino de Perfección 1, 5).
Tercer domingo - Cuaresma Ez 20,1-17; 1 Co 1,22-25; Jn 2,13-25
1. Jesús Indignado. Jesús indignado ante la profanación del Templo. Nosotros indignados ante la profanación de la persona humana, el más preciado Templo de Dios. "Profanación" de mil modos, entre los que la "crisis" que, no sabes demasiado como, pero que siempre pagan los "pequeños".
Quedamos muy sorprendidos que el buen Jesús nos enseñe la "indignación" como virtud. El Señor "salta" cuando alguien tritura la Utopía de Dios, la Utopía del Reino, ni que sean los beneméritos sacerdotes del Templo del Padre. A nosotros nos gustaría ver un Jesús de paz, no un Jesús con el látigo en las manos con fuerza y tirando al suelo las tablas de los comerciantes y de los agentes de banca que cambian la moneda. "El celo del Templo me consume", un Jesús consumido, quemado, hasta coger el látigo. La contemplación de este "misterio de la Indignación del Señor" nos obliga a no acaramelado Jesús ni su mensaje del Reino. Convendría entrar en lo íntimo del Corazón de Jesús y ver sus palpitaciones. Convendría entrar en la historia de la espiritualidad y ver los acentos.
Pero antes debemos constatar que la contemplación de Jesús del "contemplativo" Juan pone este episodio, no al inicio de la semana Santa, tal como hacen los evangelios sinópticos, sino al principio del Evangelio, haciendo un texto programático . En efecto, después de las bellas escenas de Jesús en el Jordán y de la llamada a los discípulos, el evangelista contempla Jesús en Caná donde su madre María la impele a realizar, antes de tiempo su "primer" signo. Tras este gesto previo, lleno de amabilidad para con unos jóvenes esposos, llega el que el lector entiende que debería haber sido el "primer" signo: los hechos del Templo. Juan hace contemplar un primer rostro de Jesús amable, festivo, que crea la alegría en un banquete de boda a punto de desembocar en el fracaso. Pero enseguida nos obliga a poner "seriedad" ante un mundo (a la vez eclesiástico, económico, civil) que ha sido manipulador. Juan pone como programático un relato que habla de la "seriedad de la vida".
El Jesús amable de Cana y Jesús indignado del Templo serán (inseparables ambos) el texto programático que nos haga entender la vida de Jesús.
2. Los derechos de Dios y los derechos del Hombre.
A lo largo de la historia de Israel corren dos talantes religiosos. Por un lado, el de los preocupados por los "derechos" de Dios (de su Templo, del culto e imágenes, los sacrificios, las normas y tradiciones religiosas ...). Por otro, el talante de aquellos que preocupados por los derechos de la persona humana, la más auténtica imagen de Dios. Es un largo diálogo en el Antiguo Testamento entre las espiritualidades que extraen del Levítico y las que se inspiran en los Profetas. San Ireneo de Lyon, muy pronto en el cristianismo, entra también en este diálogo espiritual con su conocida frase: "La gloria de Dios es que el hombre viva. Y la vida del hombre es la gloria de Dios".
Los sacerdotes del Templo están preocupados por el esplendor del culto, por la "gloria de Dios", para que los fieles puedan procurarse las ofrendas puras para el sacrificio ...; incluso los Sacerdotes deben procurar tablas que cambien la moneda impura romana, extranjera ... por una moneda pura, no sea que, al comprar el animal para la ofrenda, quede impuro a causa del dinero impuros del intercambio .Todo ello ha ido haciendo que el Templo se convierta en una empresa económica con sus múltiples puestos de venta, con grandes beneficios ..., y controlado por los responsables del Santuario. El Evangelio de Juan nos muestra un Jesús no sólo contrariado porque la manipulación de Dios ha ido entrando lentamente y colándose en medio de rituales inicialmente buenos, sino profundamente indignado, hasta recoger cuerdas para construir un flagelo con el que derribar las paradas de venta y cambio. El místico evangelista Juan, el que contempla las esencias más altas de la divinidad del Señor, pretende que hoy lo contemplamos enfurecido, aunque nuestra sensibilidad se vea herida. Los garantes del Templo de Dios, amparados en los "derechos de Dios", están montando estructuras económicas (el Templo es la mayor estructura económica de Jerusalén) para las que la auténtica imagen de Dios, "el hombre viviente", es secundaria, queda de lado. Todo el evangelio nos mostrará que para Jesús "la gloria de Dios es que el hombre viva", que pueda vivir su humanidad en plenitud. Y todo el evangelio nos mostrará que este estilo le traerá la muerte.
3. ¿Dónde está Dios?
Con "los derechos de Dios en mano" han maltratado el Dios del Templo, y el "celo" del Señor se ha manifestado públicamente en su indignación. ¿Dónde está Dios? Ya no en el Templo ...!
Cuando los discípulos del Señor, nos dice Juan, recuerden más tarde esta escena, confesarán que el auténtico Templo es el mismo Señor Jesús crucificado, en quien se recapitulan todos los crucificados de nuestros mundos. La contemplación del evangelio de hoy nos impulsa a reflexionar que una fe que no tiene en sus bases la justicia, es una fe que provoca la ira del Señor. Y que la justicia que no está empapada de gratuidad, amabilidad, de profundidad ... puede convertirse en estéril. Este Templo nuevo, proclama un mundo nuevo de paz, creatividad, solidaridad, del que Jesús es el Buen Pastor, el camino, la verdad y la vida ... Es lo que dice la segunda parte de la frase de S. Ireneo: "la vida del hombre es la gloria de Dios". Lo que plenifica y fundamenta la persona humana es la sintonía con Dios, fuente de agua viva, como comprendió la Samaritana en su diálogo con Jesús.
Evangelio según San Juan 2,13-25.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo Comentario sobre San Juan 10,20
“El hablaba del templo de su cuerpo.”
“Destruid este templo y en tres días lo levantaré.” (...) Tanto el templo como el cuerpo de Jesús son, para mí, símbolos de la Iglesia.... El templo será levantado y el cuerpo resucitará al tercer día...Porque al tercer día surgirá en el cielo nuevo y en la tierra nueva (2Pe 3,13) cuando los huesos, es decir, toda la casa de Israel (Ez 37,11) se levantará en el gran día del Señor, y la muerte será vencida...
Al igual que el cuerpo de Jesús, sujeto a la condición humana vulnerable, fue clavado a la cruz y sepultado, luego resucitado, así el cuerpo total de los fieles a Cristo ha sido clavado en la cruz con él y “ya no vive” (Gal 2,19) En efecto, como Pablo, cada uno de ellos no se glorificará de nada si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, que hizo de Pablo un crucificado para el mundo y el mundo para él. (cf Gal 6,14)...”Porque hemos sido sepultados con Cristo”, dice Pablo y añade, como si hubiera recibido una prenda de la resurrección: “Y con él somos resucitados.” (cf Rm 6,4-9) Cada uno camino por una vida nueva, que todavía no es la resurrección gloriosa y definitiva...Si alguien es puesto en el sepulcro en este tiempo, vendrá el día en que resucitará.
San Juan de Dios
Fundador (1495-1550) Juan Ciudad Duarte nació de padres humildes en Montemayor el Nuevo (Portugal), el año 1495. Eran años de efervescencia, al reclamo de los nuevos descubrimientos. Juan partió de su pueblo cuando sólo tenía ocho años. Entró en España y se quedó en Oropesa. Más tarde seguiría su aventura.
Entra a servir en casa de un rico propietario. El dueño le propone un ventajoso matrimonio con su hija. Juan no quiere atarse y desaparece. Se alista en el ejército. Lucha como San Ignacio en Fuenterrabía. Sufre muchas peripecias. Por un descuido es expulsado y regresa a Oropesa. Vuelve al ejército contra los turcos y llega hasta Viena. A la vuelta pasa por su pueblo. Luego reside en Sevilla, Ceuta, Gibraltar y Algeciras, siempre con ocupaciones diversas.
Su vida es una perpetua aventura. A los 42 años llega a Granada. Allí se realizó su conversión. «Granada será tu cruz», le dice el Señor. Desde ahora se llamará Juan de Dios. Predicaba en Granada San Juan de Ávila, y con tales colores y tonos predicó sobre la belleza de la virtud y sobre la fealdad del pecado, con tantos ardores habló sobre el amor de Dios, que Juan se sintió como herido por un rayo. Se tiraba por el suelo, mientras repetía: «Misericordia, Señor, misericordia». Quemó los libros que vendía de caballería, repartió los piadosos, lo dio todo, y corrió por las calles de la ciudad descalzo y gritando sus pecados y su arrepentimiento como uno que ha perdido el juicio.
Sólo Juan de Ávila que le animó a encauzar aquellos arrebatos en alguna obra permanente de caridad. Y Juan concentró ahora todo su entusiasmo en una nueva Orden: La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. «Haceos el bien, hermanos», repetía sin cesar. Sus primeros compañeros los reclutó el fundador entre la gente más desarrapada: un alcahuete, un asesino, un espía y un usurero. Esa es la fuerza del amor. Un converso que saca del fango a cuatro truhanes y los hace héroes cristianos. Sobre estas cuatro columnas apoyará su obra. Peregrina a Guadalupe. Vuelve a Granada y recoge los primeros enfermos.
Es el precursor de la beneficencia moderna. Acoge a los enfermos, los cura, los limpia, los consuela, les da de comer. Todo es limpieza, orden y paz en la casa. Por la noche mendiga por la ciudad para los enfermos. Todos se le abren. Todos le ayudan. Es muy expresivo el cuadro de Murillo: va el Santo con el cesto lleno por la ciudad, carga con un enfermo ulceroso que representa a Jesucristo y un ángel le sostiene y le guía. Un día se declaró un incendio en el Hospital.
Había peligro de que todos los enfermos quedaran abrasados. Juan de Dios, desoyendo a los prudentes, se metió en el fuego, dispuesto a dar la vida, cogió uno a uno sobre sus espaldas y los salvó a todos. A él únicamente se le chamuscaron los vestidos. Las llamas de su amor fueron más fuertes que el fuego. Murió en Granada el año 1550.
Oremos
Padre de misericordia, que concediste a San Juan de Dios un gran amor y compasión hacia los pobres y los enfermos, haz que también nosotros sirvamos a nuestros hermanos con espíritu de caridad y merezcamos, por ello, ser colocados a tu derecha en el día del retorno de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de las Virtudes, Lisboa, Portugal. Las 10 principales virtudes por las que ella es conocida: Pureza, Prudencia. Humildad, Fe, Piedad, Obediencia, Pobreza, Paciencia, Caridad y Compasión.
08 de marzo 2015 Domingo III de cuaresma Ex 20, 1-17
El texto que la Iglesia nos propone leer es fundamentalmente los diez mandamientos pero enriquecidos con aspectos que no estamos acostumbrados a conocer. Detrás de las palabras nos describe el fondo de la actitud que Dios quiere de los hombres: el respeto profundo por quién es tu prójimo, no inventarse un dios diferente al único Dios verdadero a quien rendir culto. Dios da estas prescripciones porque: «te sacó ... de un lugar de esclavitud». Dios quiere que conservemos la verdadera libertad y que no seamos de nuevo esclavos de nada, ni de nadie. Los mandamientos de la ley de Dios son para ti el camino de la libertad? ¿Hay encuentras dificultades para que sea verdad en ti? Señor, ilumina mi inteligencia para que descubra que tu ley es perfecta
El viento se lleva el solideo del Papa
El papa Francisco, dos años después: "Alivio, gratitud y un miedo"
Jose Arregi: "Con Francisco, el aire del Espíritu no ha cesado de soplar sobre nosotros"
"Me inquieta que todas las reformas no basten, que todo quede a merced del próximo Papa"
José Arregi, 08 de marzo de 2015 a las 10:35
El tono áspero y el proyecto ultraconservador religioso-político, nacional-católico, del episcopado español, dirigido por Monseñor Rouco y sus obispos afines, habían hecho el ambiente irrespirable
(Jose Arregi, teólogo).- Seré sincero. A los dos años de la elección del buen papa Francisco, siento alivio y gratitud, una profunda gratitud. Y al mismo tiempo sigo sin despejar importantes interrogantes sobre el alcance y el futuro de su reforma, de su primavera bienvenida. Primero lo más importante. Desde aquella primera tarde de su elección, cuando se inclinó ante la multitud de la plaza de San Pedro para pedirles su bendición antes de ofrecérsela, el papa Francisco nos ha traído un profundo alivio. Era uno de nosotros, despojado de la pompa y de la máscara papal. Era como si se sintiera de pronto liberado del peso de mil años de papado. Y nos sentimos liberados. Respiramos. Desde entonces, la franca sonrisa, la presencia bondadosa, la palabra improvisada, el estilo natural, la ruptura del protocolo, la frescura del mensaje, el aire de humanidad, el aire del Espíritu no han cesado de soplar sobre nosotros con suavidad y energía. El sentimiento de alivio tiene que ver también con que los guardianes de la doctrina parecen haber pasado a retaguardia o haberse retirado a sus cuarteles de invierno. No les oímos tanto, no sé muy bien si por consignas recibidas o por oportunidad y estrategia. Ya se verá. Pero llevamos dos años sin condenas ni censuras estridentes, y lo disfrutamos. El sistema vaticano sigue siendo opaco, y uno no acaba de creerse del todo lo que ve (¿es lo que aparece, o aparece solo lo que nos quieren mostrar?). Bien, pero uno vuelve a soñar que podamos recuperar la libertad de la teología, la libertad de arriesgarnos, la libertad de errar y de seguir buscando no verdades, ni siquiera la "Verdad", sino el misterio que nos salva. Al mirar al papa Francisco y los dos años transcurridos, casi -solo casi, pero casi- tan importante como lo que ha dicho y hecho es lo que ha dejado de decir y hacer. No ha condenado la cultura actual "increyente, relativista y hedonista", como han hecho sin tregua los dos últimos papas y la gran mayoría de nuestros obispos más próximos, de intervención en intervención, de documento en documento, hasta revolvernos a menudo la fe y la paciencia, o hasta habituarnos estoicamente, o hasta volvernos indiferentes por puro cansancio o por higiene espiritual.
El tono áspero y el proyecto ultraconservador religioso-político, nacional-católico, del episcopado español, dirigido por Monseñor Rouco y sus obispos afines, obsesionado por el aborto, la religión en la escuela y el matrimonio homosexual, habían hecho el ambiente irrespirable.
El mensaje del papa Francisco, por el contrario, es eminentemente positivo. Vuelve a resonar el evangelio de la gracia y de la libertad. La sanación de los heridos y la liberación de todos los oprimidos han recuperado el centro y la primacía. Y todo ello se plasmó en un texto excepcional lleno de aliento y frescura, el mejor texto emanado de Roma desde el inicio del papado hace 1000 años: Evangelii Gaudium. El Evangelio es gracia y liberación. ¡Qué sencillo! ¡Qué alivio! El Espíritu sopla. Podemos respirar otra vez.
Por eso, dos años después, con todas mis dudas, siento una inmensa gratitud, y me complace decirlo, y lo diré citando en los párrafos que siguen expresiones literales del papa, tomadas casi todas de la Evangelii Gaudium.
¡Gracias, papa Francisco, por exhortarnos sin rodeos al corazón del Evangelio, el gozo de la bondad, la revolución de la ternura! Gracias por disentir de los profetas eclesiásticos de calamidades, y por recordarnos que el gran peligro del mundo y de los cristianos es la tristeza, no la increencia, y que los cristianos no podemos anunciar nuestra esperanza como enemigos que señalan y condenan; por insistir en que Jesús también hoy rompe los esquemas aburridos en los que pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina, y en que la Iglesia debe aceptar la libertad inaferrable de la Palabra.
Gracias por advertirnos contra la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo, e invitarnos a ser facilitadores y no controladores, a ser audaces y creativos, sin prohibiciones ni miedos, a llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas. A ser Iglesia en salida. Y por exhortarnos a no quedarnos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual, y a no soñar con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, ni pensar en un cristianismo monocultural y monocorde; por afirmar que no se nos ha entregado la vida como un guion en el que ya todo estuviera escrito, sino que consiste en caminar y buscar, dando espacio a la duda.
Gracias por sostener que la Iglesia no es una aduana, sino un puesto de socorro, y que prefiere una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma, encerrada, aferrada a las propias seguridades, preocupada por ser el centro, clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos; por precavernos contra la mundanidad eclesiástica, contra el peligro de sentirse superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Y contra la tentación de llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, relacionadas con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico.
Gracias por denunciar los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante, una economía de la exclusión y la inequidad, una economía que mata. Gracias por haber gritado en la playa de Lampedusa ante los gobiernos europeos: ¡Vergogna. Vergüenza"! Y por su voluntad de construir una Iglesia pobre para los pobres, inspirada por el primado de la misericordia, y no obsesionada por aspectos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas.
Todo eso constituye un balance sobresaliente, y es mucho más de lo que yo esperaba hace dos años. Lo reconozco con mucho gusto. Y esa conversión evangélica -el primado de la praxis misericordiosa- me parece mucho más importante que todas las reformas curiales hechas hasta ahora o que pueda hacer en el futuro. Pero creo que hay una reforma estructural que afecta al modelo mismo de papado, o mejor dicho de Iglesia, que deseaba y sigo deseando, y que considero indispensable para que esta primavera no se vuelva invierno. Y esa reforma la sigo sin ver.
Pero ¿quién soy yo para pedirle más al papa Francisco, un hombre de 78 años, absolutamente entregado cada día desde la mañana hasta la noche, cargado con una tarea tan sobrehumana, y constantemente expuesto, observado, contradicho y asediado por tantos poderes e intereses oscuros? Tendría todo el derecho de irse de Roma a su tierra argentina y a su comunidad jesuita, y vivir en paz sus últimos años, rezar, escuchar música y pasear y disfrutar con su familia y sus amigos/as. Sería inhumano pedirle más.Lejos de mí hacerlo.
Pero quizá el quid del problema sea justamente que la figura misma del papa es inhumana. ¿Es humano que un hombre sea investido de poder infalible y absoluto, de poder divino, si no es una blasfemia llamar "divino" a un poder así? ¿Es humano que unos hombres -unos cardenales varones sin otro título que el haber sido elegidos por el papa anterior- confieran tanto poder a otro hombre como ellos, como nosotros? ¿No es demasiado arriesgado, aparte de anacrónico, para una Iglesia seguir funcionando con tales patrones monárquicos? ¿No dará pábulo a toda clase de abusos, arbitrariedades y redes opacas en nombre de Dios? El problema fundamental es el papado, no el papa.
La figura del papa como monarca absoluto, investido de la plenitud de la potestad y además "infalible" cuando se pronuncia como tal, ¿no es una figura inhumana, antievangélica y antiespiritual? El papado es la imagen y la cúspide de una Iglesia piramidal que responde a tiempos pasados, cuando una monarquía absoluta era aceptable. Hoy no lo es. Por consiguiente, no bastará con que un papa sea bueno, como lo es el papa Francisco, mientras no se derogue la figura del papado, es decir, mientras no se adopte un modelo auténticamente "eclesial", comunitario, democrático de Iglesia. Un modelo humano, vaya. O un modelo evangélico.
He ahí mi interrogante fundamental: ¿Bastarán las reformas emprendidas por el papa Francisco u otras que pueda emprender mientras perdure la figura de un papa plenipotenciario? Otro papa, investido del mismo poder absoluto, podría desandar el camino de reformas recorrido por éste. Hace 53 años nos felicitábamos -el plural es retórico, pues yo era un niño todavía- de la primavera de Juan XXIII. Hoy volvemos a celebrar la primavera, la celebro de verdad. Pero no quisiera que dentro de 50 años o los que fueren, los católicos -si aún quedan católicos por estos lares- vuelvan a celebrar la primavera después de otro largo invierno.
Y no habrá forma de evitarlo mientras no se invierta la pirámide, se reconozca al Espíritu en la comunidad, todas las iglesias se democraticen y el papa sea de verdad un representante de la Iglesia, elegido por un tiempo por las diversas iglesias y comunidades. No digo que con la democratización se resolverían los males de la Iglesia; basta mirar a nuestros regímenes supuestamente democráticos. Pero no debiera la Iglesia ser espejo de humanidad y, por lo tanto, de una democracia mucho más libre y verdadera?
Ahora bien, ¿no es ilusorio pensar que un papa pueda llevar a cabo una reforma tan radical en solo dos años y por decreto? Seguramente. Y, en cualquier caso, yo no reprocho en absoluto a este papa que no lo haya hecho todavía. Ni pretendo que lo haga después, aunque me gustaría. Es una tarea sobrehumana. Además, no sé muy bien cómo se podría desmontar la pirámide eclesiástica y desmantelar el papado.
Quizá el papa Francisco ni siquiera desea llegar hasta ese punto, y tampoco esto se lo podría reprochar. En la Evangelii Gaudium habla de la "conversión del papado", perosupongo que no está pensando en la derogación de los dogmas del primado y de la infalibilidad. Es humano, y tiene derecho a tener, si la tiene, una idea tradicional de Iglesia y de papado. Es probable, además, que aun cuando él deseara consumar la reforma radical, no se lo permitieran desde fuera.
Es la contradicción del papado: un hombre atrapado en las mallas férreas de una institución inhumana. Digo inhumana porque descansa sobre la sacralización o divinización del poder absoluto, y porque dicha sacralización le impide -en nombre de "Dios"- a un buen papa como Francisco derogar su propio poder absoluto. Esa es la contradicción: posee el poder absoluto, pero no puede derogarlo. Y de ahí se sigue otra contradicción que salta a la vista y que padecemos, el papa el primero: posee el poder absoluto, pero ningún hombre es capaz de ejercer un poder absoluto, y no tiene más remedio que delegarlo, y acaba sometido a sus propios delegados. No hay más que mirar al Vaticano: nadie sabía hace dos años si era el papa el que mandaba o eran las curias supuestamente nombradas por él. No sé cómo estarán hoy las cosas.
Puede pensarse que las reformas iniciadas son el comienzo y que todo llegará a su tiempo. ¡Ojalá! Hace falta recorrer el camino para llegar a la meta. Hace falta tiempo. Peo el tiempo corre justamente contra el papa Francisco. Y no puedo evitar mirar a nuestro clero joven y a nuestros seminarios, pues -como las cosas no cambien mucho y rápido- de ellos saldrán los futuros obispos, los futuros cardenales y el futuro papa, y a mí no me auguran primaveras.
Tampoco puedo dejar de preguntarme a menudo por qué será que tantos obispos que se sentían tan cómodos e identificados con Juan Pablo II y Benedicto XVI o, en el caso español, con el Cardenal Rouco parecen haberse adaptado sin problema al clima primaveral: ¿será fidelidad sincera, o camuflaje autodefensivo o táctica a la espera de tiempos mejores (que no deberían tardar...)?
Por ahí van mis interrogantes. Otros interrogantes menores se refieren a determinadas ideas teológicas y morales del papa Francisco: la idea de Dios, la interpretación de la vida y de la muerte de Jesús, el esquema de la expiación, el lugar de la mujer, el amor homosexual, el divorcio y las nuevas nupcias... Presumo que, en el fondo, su teología es tradicional, y que está muy lejos del cambio de lenguaje y de paradigmas que nuestra cultura está pidiendo a gritos. Pero ¿cómo podría yo censurarle por pensar como piensa? Es humano, y tiene derecho, como todos, a opinar como opina. Y tiene incluso derecho a errar.
Como todos. Y vuelvo al punto central de mis interrogantes. Lo malo no es que un papa piense como piensa, sino que imponga -por supuesta autoridad divina- lo que piensa como única verdad. Ciertamente, el papa Francisco no ha mostrado hasta ahora un talante impositor de verdades únicas. Pero ¿qué reforma sería necesaria para que el siguiente papa, y el siguiente y el siguiente, tampoco lo pudieran hacer ni aunque lo quisieran? Esta cuestión es crucial, y sigue pendiente.
Pero mientras no se revise la teología, el cristianismo seguirá siendo una religión del pasado. Los mismos que celebran el estilo y el mensaje del papa haga eso. Los ateos que lo celebran desertan la Iglesia, se sienten totalmente ajenos a ella. Y mucha gente que busca y vive caminos de espiritualidad...
No ocultaré que no todo me gusta en él, como cuando afirma que "Jesús dio su sangre por nosotros" -para expiar nuestros pecados, se entiende- (n. 178; cf. 128, 229, 274) (la verdad es que no se entiende, y ¿a quién le puede resultar hoy buena noticia, motivo de alegría?); o cuando reivindica una mayor presencia de la mujer en la Iglesia, pero afirmando a la vez que "el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión" (n. 104) (es decir, mantiene el modelo clerical de Iglesia, el "sacerdocio", y ¿puede una Iglesia clerical alegrar a las mujeres y a los hombres de hoy?); o cuando habla de la defensa de los "niños por nacer", sin hacer distinción alguna entre el cigoto de un día y el feto de cuatro meses (nn. 213-214) (lo cual contradice los datos de la ciencia, y ¿puede así la Iglesia aliviar la angustia de muchas madres o padres?). Perdura, pues, una teología tradicional. No me inquietan supuestos complots para atentar contra el papa, tampoco los poderosos grupos eclesiales, presididos por obispos y cardenales, que se organizan para resistir a las reformas del papa. Sigo pensando que las amenazas más reales y poderosas no vienen de la Curia vaticana ni de los movimientos eclesiales ni de complots político-religiosos.
Me inquieta que todas las reformas no basten, que todo quede en el fondo como estaba, a merced del próximo papa. Me inquieta que crezca el abismo. No faltará quien me reproche... pero estoy seguro de que el papa Francisco no me lo reprocha. Serán muchos los que entiendan mis dudas e interrogantes como expresión de amargura y escepticismo. Yo quisiera, con todas mis ambigüedades, que fueran expresión de un miedo: el de que se acabe pronto la primavera. Yo quisiera que mi miedo, además de manifestación - indicador de inseguridad psicológica, fuera sobre todo la expresión de mi mejor deseo: Esta es mi esperanza en el Espíritu, que veo aletear en el papa Francisco y en toda la Iglesia, pero también, no menos, en toda una sociedad que se aleja de la Iglesia y de todas las religiones, porque desean respirar, es más, porque respiran.
Francisco saluda desde la ventana
"El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia. ¿Le permito hacer limpieza?"
El Papa en el ángelus: "Un mundo que margina a las mujeres es un mundo estéril"
"Las mujeres tienen la capacidad de ver más allá, con corazón creativo, paciente y tierno"
José Manuel Vidal, 08 de marzo de 2015 a las 11:44
Los auténticos adoradores de Dios no son los detentadores del poder o del saber religioso
(José M. Vidal).- Marea humana ante la ventana del Papa Francisco, que aprovechó la fiesta de la Mujer trabajadora, para reivindicar el genio femenino. "Las mujeres tienen la capacidad de ver más allá, con corazón creativo, paciente y tierno", dijo el Papa. Por eso, aseguró que el "mundo se torna estéril", cuando margina a la mujer".
Algunas frases del Papa
"El Evangelio nos presenta a Jesús echando a los mercaderes del templo"
"Tal gesto suscitó fuerte impresión en la gente y en los discípulos"
"Un gesto profético"
"Cristo resucitado es el lugar del encuentro universal entre Dios y los hombres"
"Su humanidad es el auténtico templo, donde Dios habla"
"Los auténticos adoradores de Dios no son los detentadores del poder o del saber religioso"
"Construyamos un templo a Dios en nuestra vida"
"Si somos testigos, la gente encontrará a Jesús en nosotros"
"¿El Señor se siente realmente en casa en mi vida? ¿Le permito hacer lmpieza en mi corazón?"
"Que cada cual se responda a si mismo, en el silencio de su corazón"
"¿Permito a Cristo que haga limpieza en mi corazón?"
"Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia y con amor"
"La misericordia es su forma de hacer limpieza"
"Dejemos que entre con su misericordia, no con el látigo, a hacer limpieza en nuestro corazón"
"El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia"
"Ábrámosle la puerta para que nos limpie"
"Dejémolo entrar en nuestra vida, en nuestra familia y en nuestros corazones"
Saludos tras el ángelus
"Intentemos estar más cercanos a las personas en dificultad con el afecto, la oración y la solidaridad"
"Un saludo, hoy, 8 de marzo, a todas las mujeres"
"Todas las mujeres que día a día intentan construir una sociedad más humana y acogedora"
"A todas las que testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia"
"Ocasión para recalcar la importancia de las mujeres y de la necesidad de su presencia en la vida"
"Un mundo con mujeres marginadas es un mundo estéril"
"Las mujeres tienen la capacidad de ver más allá y ver el mundo con ojos diferentes y con corazón más creativo, paciente y tierno"
"Oración y bendición especial a todas las mujeres"
Construyamos a Dios un templo con nuestra vida
Angelus del Papa en el 3er. domingo de Cuaresma: El látigo de Jesús es su misericordia. 8 de marzo de 2015
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús «hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes » (Jn 2,15). El dinero, todo. Este gesto suscitó una fuerte impresión, en la gente y los discipulos. Aparece claramente como un gesto profético, tan es así que algunos de los presentes preguntaron a Jesús: «¿Qué signo nos das para obrar así?» (v. 18) ¿Quién eres tú para actuar así? – o sea una señal divina, prodigiosa que muestre a Jesús como enviado de Dios. Y Él respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar» (v. 19). Le replicaron: «han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» (v. 20). No habían entendido que el Señor se refería altemplo vivo de su cuerpo, que habría sido destruído con la muerte en la cruz, pero que habría resucitado al tercer día. Por esto, en tres días. «Cuando Jesús resucitó – escribe el Evangelista- sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado» (v. 22).
En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje profético se entienden completamente a la luz de su Pascua. Aquí tenemos, según el Evangelista Juan, el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruído en la cruz por la violencia del pecado, en la Resurrección se convertirá en el lugar del encuentro universal entre Dios y los hombres. Y Cristo Resucitado es precisamente el lugar del encuentro universal - ¡de todos ! - entre Dios y los hombres. Por esto su humanidad es el verdadero templo, donde Dios se revela, habla, se deja encontrar; y los verdaderos adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los detentores del poder y del saber religioso, sino aquellos que adoran a Dios «en espíritu y verdad» (Jn 4,23).
En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, donde renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Caminemos por el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor por nuestros hermanos, especialmente los más débiles y los más pobres, nosotros construimos a Dios un templo en nuestra vida. Y de esta manera lo hacemos “encontrable” para tantas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testimonios de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero – nos preguntamos y cada uno de nosotros se puede preguntar – ¿en mi vida el Señor se siente verdaderamente a casa?. ¿Lo dejamos hacer “limpieza” en nuestro corazón y expulsar a los ídolos, o sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella costumbre de hablar mal de los otros? ¿Lo dejo hacer limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hoy hemos escuchado en la primera Lectura? Cada uno se puede responder, en silencio en su corazón: “¿Dejo que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?”. “ ¡Padre, tengo miedo que me apalee!”. Jesús jamás apalea. Jesús limpiará con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su manera de limpiar. Dejemos, cada uno de nosotros, dejemos que el Señor entre con su misericordia - no con el látigo, no, con su misericordia - a hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús es su misericordia. Abrámosle la puerta para que limpie un poco.
Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce aquello que hay en cada uno de nosotros, y conoce también nuestro más ardiente anhelo: ser habitado por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros corazones. Que María Santísima, morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que podamos redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, que nos libra y nos salva.