«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»
- 08 Mayo 2015
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Oración para el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Fiesta del Descubrimiento de la Cruz
Cada 7 de mayo se celebra la solemnidad del Inventio Crucis una de las fiestas más sentidas por los cristianos de Tierra Santa
A comienzos del siglo IV, en el año 327, la madre del emperador romano Constantino llegó como peregrina Palestina, según cuenta Eusebio de Cesarea, A ella, Elena, la tradición cristiana atribuye el redescubrimiento de la Vera Cruz, el madero sobre el que fue crucificado y murió Jesús.
El lugar del descubrimiento era una antigua cisterna abandonada y es hoy el lugar más profundo en el interior de la Basílica del Santo Sepulcro. Se accede a él atravesando la capilla dedicada precisamente a Santa Elena, perteneciente a los armenios. Sin embargo es propiedad de los cristianos latinos la capilla dedicada a la Inventio Crucis, el descubrimiento de la cruz, que en sus paredes luce frescos del siglo XI y —junto al altar— detrás de una pequeña reja se custodia el lugar tradición donde fue encontrada la cruz.
Cada 7 de mayo, aquí se celebra la solemnidad del Inventio Crucis, recuerdo de aquel acontecimiento y una de las fiestas más sentidas por los cristianos de Tierra Santa, en la que participan los frailes de la Custodia, peregrinos y cristianos locales, y donde el padre Custodio franciscano lleva en procesión la reliquia de madera de la Cruz de Cristo al punto en el que tradicionalmente se encontró: la Capella del Encuentro.
Una balaustrada señala el punto tradicional del hallazgo de las reliquias.
Las paredes conservan débiles trazos de frescos del siglo XII, mientras que en el techo se reconocen las secciones y los bloques de la antigua cantera de piedra. El enlucido de las paredes, hecho con material hidráulico rico en ceniza, típico de los tiempos de Cristo, demuestra que este subterráneo se utilizaba, en aquel tiempo, como cisterna.
Símbolo cristiano por excelencia, la cruz es señal de un amor sin medida, “la profunda condescendencia de la divinidad hacia el hombre” de la que habla san Juan Pablo II en una de sus encíclicas.
El seguimiento de Cristo nos llama a cargar su propia cruz, de este madero que estamos invitados a contemplar en el recuerdo de su descubrimiento, a pocos pasos del lugar en el que se alzó sobre el Calvario y de la Tumba Vacía.
Evangelio según San Juan 15,12-17.
Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Benedicto XVI, papa 2005-2013 Encíclica « Spe salvi », § 38-39
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»
La grandeza de la humanidad viene determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y el que sufre. Esto es válido tanto para cada uno como para el que sufre. Una sociedad que no consigue aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir, mediante la compasión, a hacer que el sufrimiento sea compartido y soportado interiormente, es una sociedad cruel e inhumana... La palabra latina «con-solatio», consolación, lo expresa de manera muy bella, sugiriendo un «ser-con» en la soledad, que entonces ya no es soledad. La capacidad de aceptar el sufrimiento por amor al bien, a la verdad y a la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva, si mi bienestar personal, mi integridad son más importantes que la verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reina la violencia y la mentira...
Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor a la verdad y a la justicia; sufrir a causa del amor para llegar a ser una persona que ama de veras, son elementos fundamentales de humanidad; su abandono destruiría al mismo hombre. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello?... En la historia de la humanidad, la fe cristiana tiene, precisamente, el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera nueva y más profunda, la capacidad de sufrir de esta manera que es decisiva para su humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que la verdad, la justicia y el amor no son simplemente ideales, sino realidades de una enorme densidad. En efecto, nos ha enseñado que Dios –la Verdad y el Amor en persona- ha querido sufrir por nosotros y con nosotros.
Santa Magdalena de Canossa
Mujer que creyó en el Amor del Señor Jesús, fue enviada por el Espíritu entre los hermanos más menesterosos a los que sirvió con corazón de madre y ardor de apóstol. Nace en Verona el 1 de marzo de 1774 de noble y rica familia, tercer nacida de seis hermanos. A través de etapas muy dolorosas, como la muerte de su padre, las segundas nupcias de su madre, la enfermedad y la incomprensión, el Señor la guía hacia caminos imprevisibles que Magdalena intenta recorrer con muchos esfuerzos.
UNA LLAMADA
Atraída por el Amor de Dios, a los 17 años desea consagrar su vida a El y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo. Pero su Espíritu la solicita interiormente a recorrer un nuevo camino: dejarse amar por Jesús, el Crucificado, pertenecer a Él sólo para dedicarse completamente a sus hermanos afligidos por distintas pobrezas.
Vuelve a su familia y, obligada por eventos dolorosos y trágicas situaciones históricas de fines del siglo XVIII, encierra en el secreto de su corazón la vocación y participa en la vida del Palacio Canossa aceptando la gestión del cuantioso patrimonio familiar.
UN DON
Con empeño y dedicación, Magdalena cumple con sus deberes diarios y amplía su círculo de amigos, quedando disponible a la misteriosa acción del Espíritu que, poco a poco, plasma su corazón y la hace partícipe de la pasión del Padre para el hombre, demostrada en el don completo y supremo de Jesús Crucificado, en el ejemplo de María, la Virgen Madre Dolorosa. Prendida por esta caridad, Magdalena oye el grito de los pobres hambrientos de pan, instrucción, comprensión y de la Palabra de Dios. Ella los descubre en los barrios periféricos de Verona, donde los reflejos de la Revolución francesa, las subsiguientes dominaciones de Emperadores extranjeros y las Pascuas de Verona, habían dejado signos de patente devastación y de sufrimiento humano.
Magdalena busca y encuentra a las primeras compañeras llamadas a seguir Cristo pobre, casto, obediente y enviadas a testimoniar su incondicionada Caridad entre los hermanos. En 1808, superadas las últimas oposiciones de su familia, Magdalena deja definitivamente el Palacio Canossa para empezar, en el barrio más pobre de Verona, aquella que interiormente reconoce como la voluntad del Señor: servir a los más necesitados con el corazón totalmente plasmado en Cristo.
¡La Caridad es un fuego que inflama! Magdalena está dispuesta al Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades: Venecia, Milán, Bérgamo, Trento ... En pocos decenios, las fundaciones de la Canossa se multiplican, la familia religiosa crece al servicio del Reino. El amor por Cristo Muerto y Resucitado arde en el corazón de Magdalena que, con sus compañeras, se vuelve testimonio del mismo Amor en cinco sectores específicos: la escuela de caridad por el crecimiento integral de la persona; la catequesis a todas las clases, privilegiando a los más lejanos; la asistencia sobre todo hacia las enfermas en los hospitales; seminarios residenciales para formar maestras, que obrasen en el campo, y preciosas colaboradoras de los párrocos en las actividades pastorales; cursos de ejercicios espirituales anuales para las damas de la alta nobleza, con el fin de animarlas espiritualmente y envolverlas en los distintos ámbitos caritativos. Más tarde, esta actividad es dirigida a cualquier clase de personas.
Alrededor de la figura y de la obra de Magdalena nacen constantemente otros testimonios de la Caridad: la Naudet, el Rosmini, el Provolo, el Steeb, el Bertoni, la Campostrini, la Verzeri, la Renzi, los Cavanis, el Leonardi, todos fundadores de otras Familias religiosas.
UNA FAMILIA
La Institución de las Hijas de la Caridad obtiene, entre 1819 y 1820, la aprobación eclesiástica en las distintas diócesis donde las Comunidades ya están presentes. El 23 de diciembre de 1828, Su Santidad león XII aprueba la Constitución del Instituto con el Breve Si Nobis. Después de repetidos intentos negativos con Don Antonio Rosmini y con Don Antonio Provolo, hacia el fin de su vida, Magdalena consigue empezar también el Instituto masculino que proyectó ya desde 1799. En Venecia, el 23 de mayo de 1831, abre el primer oratorio de los Hijos de la Caridad para la formación cristiana de los jóvenes y de los adultos, entregándolo al Sacerdote veneciano Don Francesco Luzzo, coadyuvado por dos laicos de Bérgamo: Giuseppe Carsana y Benedetto Belloni. Magdalena acaba su intensa y fecunda existencia terrena a la edad de 61 años. Muere en Verona el 10 de abril de 1835 asistida por sus Hijas. Era Viernes Santo.
UNA MISIÓN
¡Hagan conocer sobre todo a Jesucristo! la grande pasión del corazón de Magdalena, es la grande herencia que las Hijas y los Hijos de la Caridad están llamados a vivir, una disponibilidad radical, "dispuestos por el divino servicio a ir a cualquier pueblo, aun al más lejano" (Magdalena, Ep. II / I, p. 266). Las Hijas de la Caridad cruzan el Océano hacia el Extremo Oriente en 1860. Hoy son cerca de 4000, presentes en los cinco continentes, divididas en 24 Organismos. Los Hijos de la Caridad son cerca de 200 y obran en distintas ciudades de Italia y de ultramar. Hermanas y Hermanos Canosianos llamados "ad Gentes" tratan de entender y acogen "las semillas del verbo", presentes en cada cultura y, con sus testimonios, anuncian "lo que han visto, oído y contemplado...": el Amor del Padre que en Jesucristo alcanza a todos los hombres para que haya vida y, en este dar y recibir, el carisma se enriquece y se vuelve fecundo para el Reino. El carisma que es el Espíritu Santo en Magdalena seguramente no agota su vitalidad en la realización de los dos Institutos. Como consecuencia, distintos grupos laicos encuentran en Magdalena y en su don, su especial manera de vivir la fe, de testimoniar la caridad en los distintos ámbitos apostólicos de las distintas comunidades cristianas.
UN CANTO DE GRATITUD
La Iglesia nos propone a todos a Magdalena, y en especial, a sus Hijos e Hijas, como un testigo del Amor gratuito y fiel de nuestro Dios. A Él damos gracias por el don de esta Madre y Hermana y por su intercesión pedimos de poderlo amar como Ella, por encima de cualquier otra cosa y hacerlo conocer a los hombres de nuestro tiempo, viviendo nuestra específica vocación.
Dios Omnipotente y Eterno que das a tus Santos una gran luz y un fuerte sostén para la debilidad humana, dígnate escuchar nuestra oración por intercesión de Santa Magdalena de Canossa. Danos la gracia de seguir a Cristo humilde y pobre y de caminar, como María, en la fidelidad a tu Palabra, para llegar hasta Ti y participar un día de tu gloria con todos los santos. Por Cristo Nuestro Señor.
Francisco, con la Conferencia de obispos europeos
Lamenta "la dramática migración" de los que "huyen de las guerras y de la miseria"
El Papa denuncia las legislaciones de la UE que "impiden a los ciudadanos expresar libremente su fe"
"Las Iglesias y las Comunidades eclesiales tienen el deber de colaborar para promover la acogida"
Redacción, 07 de mayo de 2015 a las 19:25
La división entre los cristianos daña la santísima causa de la predicación del Evangelio a cada criatura
El Papa Francisco ha pedido a las Iglesias cristianas de Europa que se levanten con"una sola voz" frente a las leyes que impiden a los ciudadanos expresar libremente su fe y frente a la situación de miles de personas que huyen de las guerras y persecuciones, durante una audiencia en el Vaticano con el Comité Conjunto del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y de laConferencia de las Iglesias Europeas(CCE), que reúne a las otras Iglesias cristianas del continente.
"En la actualidad, las Iglesias y las comunidades eclesiales en Europa deben afrontar desafíos nuevos y decisivos a los cuales se pueden dar respuestas eficaces sólo hablando con una sola voz. Pienso en el desafío que presentan legislaciones que, en nombre de un principio de tolerancia mal interpretado, impiden a los ciudadanos expresar libremente las propias convicciones religiosas", ha subrayado.
También ha hecho hincapié en la actitud con la que Europa se enfrenta a la "dramática y trágica migración de miles de personas que huyen de las guerras, persecuciones y de la miseria" y ha recordado que "las Iglesias y las Comunidades eclesiales de este continente tienen el deber de colaborar para promover la solidaridad y la acogida". Asimismo, ha indicado que los cristianos de Europa están llamados a "interceder con la oración y a obrar activamente para traer diálogo y paz en los conflictos".
En su discurso, el Pontífice ha recordado que el Comité Conjunto del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y de la Conferencia de las Iglesias Europeas (CCE) tiene como objetivo acompañar el camino ecuménico en Europa "donde comenzaron muchas de las divisiones que todavía existen entre los cristianos".
En todo caso, Francisco ha destacado cómo las recientes Asambleas Ecuménicas Europeas y la Charta Oecumenica redactada en Estrasburgo en el año 2001, son "motivo de gran esperanza para la superación de las divisiones" aun cuando "es todavía largo el camino hacia la plena comunión entre todos los creyentes en Cristo".
Según ha apuntado, citando el Decreto conciliar sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, "la división entre los cristianos daña la santísima causa de la predicación del Evangelio a cada criatura" y ha apuntado que esto es evidente cuando las Iglesias y las comunidades eclesiales en Europa presentan visiones diversas sobre importantes cuestiones antropológicas y éticas. Por ello, ha deseado que no falten ocasiones de reflexión común.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos
Juan 15, 12-17. Pascua. Al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Oración introductoria
Gracias, Jesús, por darme tu amor y amistad. Me pongo hoy ante tu presencia suplicándote humildemente que abras mi mente, mi voluntad y mi corazón, para dejar que la luz de tu Espíritu Santo ilumine mi oración.
Petición
Señor, hazme capaz de salir de mí mismo para crecer en el amor a Ti y a los demás.
Meditación del Papa Francisco
En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con su fuerza los envió a renovar la faz de la tierra. Salir, marchar, no quiere decir olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí; el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su sentido.
El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros significa acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir al pobre, al enfermo, al excluido, a aquel que me resulta antipático, al que me molesta.
El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas…, ofrecer todo en sacrificio espiritual.
Y el Cenáculo nos recuerda también la amistad. “Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce–… a ustedes les llamo amigos”. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús, y descubrir en su corazón que Él es su amigo.» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).
Reflexión
De este Evangelio se pueden sacar muchas enseñanzas. Una es el verdadero amor. Otra, lo que es el verdadero amigo. Pero nos centraremos en lo que es la tarjeta de presentación de todo seguidor de Jesucristo, que somos todos los que creemos en él, y es el mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los otros.
¿Qué implica esto? No es solamente una simple frase piadosa que se escucha cada domingo desde los púlpitos de las iglesias. Es el compromiso de todo cristiano. Implica salir de nuestro pequeño mundo, llámese trabajo, estudios, cosas personales, placeres, gustos, para fijarnos en las necesidades de nuestro prójimo. ¿Y quién es nuestro prójimo? Es el trabajador enfermo de nuestra compañía, es la humilde muchacha que hace la limpieza de la casa todos los días, es el cocinero que prepara nuestra comida, es la viejecita sentada fuera de la Iglesia que lo único que tiene para taparse del frío de la noche es su roído chal, son nuestros familiares y demás personas con quien tratamos. Y Cristo nos llama a amarlos desinteresadamente, no para ser vistos por las personas que nos rodean y que digan "Ah, qué bueno es fulano o fulana..." sino para cumplir con nuestro deber aquí en la tierra. ¿Y qué es amarlos? Es ayudarles en sus necesidades básicas, darles educación, casa, alimento, vestido, paciencia, cariño, comprensión.
Recordemos que al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
Propósito
Dar prioridad a mi amistad con Cristo para, con su gracia, poder vivir para los demás.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a estar cada vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi vida, no para mí mismo, sino junto a Ti, para los otros. Ayúdame a ser cada vez más tu amigo, al pensar como Tú, al hablar como Tú y, sobre todo, al amar como Tú.
Un hijo, es siempre un niño para su madre
Pedir mucho a Dios por las mamás de todo el mundo, para que siga habiendo madres buenas, fieles, heroicas en su labor de educar al hombre
Se celebran muchas cosas y acontecimientos en el mundo, pero el día de la madre es el que más se merece una celebración, porque se celebra el amor más tierno, más desinteresado y más hermoso que pueda existir sobre la tierra. Habría que celebrarlo con versos y canciones. Hasta Dios quiso tener una madre, la Santísima Virgen. Quiso sentir las caricias y el amor de una madre humana como tú.
A la hora de dirigirles una felicitación se me ocurre ponerme en el caso de un niño que habla a su mamá. Hacerme también niño, porque resulta que un hijo, es siempre un niño para su madre. Lo primero que un niño dice a su madre es un ¡gracias! muy grande y muy tierno.
¡Gracias! mamá, por haberme traído a este mundo: tu primer regalo para mi fue el regalo de la vida, te debo la vida. Pude no haber nacido y ahora no correría a tu brazos a decirte que te quiero y no podrías mirarte en mis ojos de angelito travieso. Pero dijiste sí.
¡Gracias! ¡mamá!, me quisiste mucho antes de nacer; cuántas veces soñaste conmigo. ¡Gracias! por haberme cuidado de pequeñito con tantos sacrificios, desvelos, cansancios. No puedo saber cuánto has hecho por mi, porque en esos años no me daba cuenta; te he costado mucho, mamá, eso lo sé. Nunca te sabré agradecer lo suficiente, no podré hacerlo porque es demasiado lo que te debo. Cuántas noches en vela junto a mi, cuando estaba enfermo.
¡Gracias! porque me has enseñado a conocer y a querer a Dios. Cuando sea mayor quizá me vuelva un poco frío, quizá salga de hijo pródigo, pero volveré, sí, volveré a ese Dios que tú me enseñaste amar. Perdóname todas mis travesuras de niño y mis travesuras ya no tan inocentes de mayor. En el fondo no iban con mala intención, no pretendía molestarte. Aunque si te han hecho sufrir, yo sé que tú tienes siempre corazón para perdonarme y para comprender mis debilidades.
Pero no tengo derecho a entristecerte. Perdóname si alguna vez has tenido que llorar por mi y te he hecho enojar; no tenia derecho a hacerlo, perdóname. Te prometo desde hoy portarme mejor, no puedo seguir haciéndote sufrir con mi mal comportamiento. Ayúdame a cumplir este propósito.
Voy a pedir por ti tantas cosas. Hay que pedir mucho a Dios por las mamás de todo el mundo, para que siga habiendo madres buenas, fieles, heroicas en su labor de educar al hombre, porque los grandes hombres se forman en las rodillas de su madre.
Pedir para que no tomen como dogma de fe, aquello de que la familia pequeña vive mejor. En algunos ambientes algunas familias han reducido su fecundidad, su amor y su generosidad a una criatura, a un hijo. No tienen amor más que para un ser. La familia que vive mejor, no es la pequeña o la grande, sino la que vive unida en el amor.
Pidamos por todas nuestras familias para que reine de verdad el amor y así vivan mejor cada día. Ojalá que todas las madres se sientan orgullosas, felices de su maternidad pues eso es lo más grande que han recibido. Que se sientan felices con sus hijos, orgullosas de sus hijos, realizadas en su misión de madres por encima de cualquier otra cosa en su vida. Otras tareas y oficios pueden añadir algo a su persona, pero ninguna como la gloria y la alegría de ser madre.
Tus hijos te perdonarán fácilmente no ser una extraordinaria profesionista, si eres una estupenda mamá. El mundo está más necesitado de mamás verdaderas que de profesionistas excelentes.
Sta. Marta: Donde se traicionan los hermanos no está el Espíritu Santo
Fecha: 08 de Mayo de 2015
Francisco ha dedicado la misa celebrada esta mañana en Santa Marta a su “patria”, en el día en que se celebra Nuestra Señora de Luján. Durante la homilía, el Papa ha recordado que el Espíritu Santo crea “movimiento” en la Iglesia, que aparentemente puede parecer “confusión” y sin embargo, si es acogido en oración y con espíritu de diálogo, genera siempre unidad entre los cristianos.
Así, ha recordado que es el Dios desconocido quien mueve las aguas de la Iglesia y todas las veces que los cristianos, desde los apóstoles, se han enfrentado con franqueza y en el diálogo, no fomentando traiciones y “acuerdos” internos, siempre han entendido qué es lo más adecuado para hacer, gracias a la inspiración del Espíritu Santo.
El Pontífice ha explicado esto con la situación de debate y enfrentamiento que le tocó vivir a la primera comunidad cristiana.
El pasaje del día narra la conclusión del primer Concilio de Jerusalén, que estableció, después de no pocas fricciones, las pocas y sencillas reglas que los nuevos convertidos al Evangelio debían cumplir. El problema, ha señalado el Papa, es que antes se había encendido una lucha entre los “cerrados” --grupo de cristianos “muy apegados a la ley” que querían "imponer las condiciones del judaísmo a los nuevos cristianos”-- y Pablo de Tarso, el apóstol de los paganos, era decididamente contrario a esta constricción.
A este punto, el Santo Padre se ha preguntado cómo resuelve el problema. Y responde: “Se reúnen y cada uno da su parecer, da su opinión. Discuten pero como hermanos y no como enemigos. No hacen acuerdos fuera para ganar, no van a los poderes públicos para ganar, no matan para ganar. Buscan el camino de la oración y del diálogo.
Estos que estaban precisamente en posiciones opuestas, dialogan y se ponen de acuerdo. Esto es obra del Espíritu Santo”.
Asimismo, el Pontífice ha asegurado que la decisión final se tomó en la concordia. Y es en esta base que se escribe al final del Concilio la carta para enviarla a los “hermanos” que “provienen de los paganos”, en la cual lo que se comunica es fruto de un compartir muy diferente de las maniobras y escaramuzas desplegadas por los que siembran "cizaña".
De este modo, el Santo Padre ha afirmado que “en una Iglesia donde nunca hay problemas de este tipo, nos hace pensar que el Espíritu no está muy presente. Y en una Iglesia donde siempre se discute y hay acuerdos y se traicionan los hermanos los unos a los otros, ¡allí no está el Espíritu!”. "El Espíritu --ha proseguido-- es el que hace la novedad, que mueve la situación para ir adelantes, que crea nuevos espacios, que crea la sabiduría que Jesús ha prometido: ‘Él enseñará’. Esto mueve, pero está también lo que al final crea la unidad armoniosa entre todos”.
Para concluir la homilía, el Obispo de Roma ha realizado una última observación sobre la frase elegida para concluir la carta. Palabras que revelan el alma de la concordia cristiana, no un sencillo acto de buena voluntad sino un fruto del Espíritu Santo.
De este modo, ha finalizado Francisco su homilía: “Esto es lo que nos enseña hoy esta Carta, lo que nos enseña el primer Concilio ecuménico. ‘Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros’: esta es la fórmula, cuando el Espíritu nos pone a todos de acuerdo”. Y así ha invitado a pedir al Señor Jesús que “se haga presente entre nosotros, que nos envíe siempre el Espíritu Santo, a nosotros, a cada uno. Que lo envíe a la Iglesia y que la Iglesia sepa siempre ser fiel al movimiento que hace el Espíritu Santo”.
Nuestra Señora de Luján
Advocación Mariana, 8 de mayo
Patrona de la Argentina
A 60 kilómetros al oeste de Buenos Aires se halla la villa de Luján. En 1630 no había en aquel paraje ningún rastro de población y sólo era frecuentado por las caravanas de carretas y las rescuas de mulas tucumanas que bajaban o subían del puerto de Buenos Aires.
Sucedió que un portugués dueño de una estancia, a cuarenta leguas de la ciudad, trató de erigir en ella una modesta capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Para esto le pidió a un amigo de Brasil que le envíe una imagen pequeña de la Virgen en aquel misterio. Su amigo le envió dos imágenes en bulto: una que representaba a María en su Inmaculada Concepción y que hoy se venera en el santuario de Luján y otra que tenía en sus brazos al Niño Jesús y ahora es venerada en Sumampa.
Partió entonces de Buenos Aires el encargado de conducir las imágenes. En la tarde del tercer día se detuvo la caravana para pasar la noche y al día siguiente el conductor de las imágenes preparó los bueyes para proseguir el viaje pero éstos no se movían. Vinieron en su ayuda troperos y peones pero no tuvieron suerte. Finalmente juzgaron que era necesario aliviar el peso de la carreta. Descargaron las imágenes y en ese momento los bueyes pudieron moverse con facilidad. Queriendo cerciorarse si el obstáculo provenía de las imágenes las pusieron nuevamente en la carreta y no se pudo mover. Entonces viendo que las imágenes se querían quedar en aquel lugar decidieron que una de ellas permaneciera en la Cañada y la entregaron al dueño de esas tierras. La fama del prodigio corrió hasta Buenos Aires y no faltaron quienes emprendieron un viaje a Luján para contemplar la imagen.
En 1887 la imagen fue coronada canónicamente por el Papa León XIII