“Os digo todo esto para que mi gozo esté en vosotros”

Francisco, con los Globettrotters

Durante la audiencia de hoy
El Papa hace malabares con los Harlem Globettrotters
Bergoglio, futbolero, también ama el baloncesto

Redacción, 06 de mayo de 2015 a las 17:45

El Papa Francisco ha mostrado cómo dar vueltas a un balón de baloncesto sobre un solo dedo con unos especialistas en baloncesto que durante su visita le han entregado un camiseta con el nombre de "Pope Francis"

El Papa Francisco ha vuelto a sorprender a la gente mostrando sus dotes malabares con un balón de baloncesto. El Sumo Pontífice se ha reunido este miércoles con el famoso grupo de baloncesto, los Harlem Globetrotters,especialista en realizar exhibiciones de baloncesto.

El Papa Francisco ha mostrado cómo dar vueltas a un balón de baloncesto sobre un solo dedo con unos especialistas en baloncesto que durante su visita le han entregado un camiseta con el nombre de "Pope Francis".

Reconocido amante del fútbol, como buen argentino, el Papa Francisco también ha demostrado que le gusta el baloncesto. Así en la audiencia general semanal que realiza en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha visto como los Harlem Globetrotters le pedían que jugará durante unos instantes con ellos.
Fue cuando el jugador de este equipo Flight Time agarró el balón rojo, blanco y azul y la hizo girar sobre un dedo, y luego tomó el índice derecho del papa y dejó que el pontífice intentara el truco. El Papa Francisco aceptó de buen grado este gesto de un grupo como los Globetrotters que se encuentran de gira por Italia. (RD/Agencias)

Evangelio según San Juan 15,9-11. 

Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.

Permanezcan en mi amor. 

Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.» 

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad 
El gozo del don

“Os digo todo esto para que mi gozo esté en vosotros”

El gozo es la oración, el gozo es la fuerza, el gozo es el amor. Es como una red de amor que coge a las almas. “Dios ama a los que dan con gozo” (2C 9,7). Aquellos que dan con gozo, dan más. No hay mejor manera de demostrar nuestra gratitud a Dios y a los hombres que aceptarlo todo con gozo.

Un  corazón ardiendo de amor es, necesariamente, un corazón lleno de gozo. No permitáis jamás que la tristeza os invada hasta el punto de haceros olvidar el gozo de Cristo resucitado. Todos experimentamos el ardiente deseo del cielo, allí donde se encuentra Dios. Pues bien, desde ahora está en poder de todos nosotros estar en el cielo con él, ser, con él, felices desde este mismo instante. Esta felicidad inmediata con él quiere decir: amar como él ama, ayudar como él ayuda, dar como él da, servir como él sirve, socorrer como él socorre, permanecer con él todas las horas del día, y tocar su mismo ser presente detrás del rostro de la aflicción humana.

07 de mayo 2015 Jueves V Pascua Hch 15, 7-21

Reunidos en asamblea, nos cuenta el libro de los Hechos que discutían sobre la conveniencia de admitir como hermanos los procedentes del paganismo. Tanto Pedro como Santiago, Pablo y Bernabé, expusieron sus pareceres.

Quizás el resumen de lo que dijeron son estas palabras de Pedro: «Nuestra fe nos dice que unos y otros nos hemos de salvar sólo por la gracia de Jesús, el Señor."

Gracias Señor porque me has escogido y así me has salvado.

Santa Flavia Domitila

El emperador es Vespasiano. Flavio Clemente es su sobrino, está casado con Flavia Domitila, se han hecho cristianos y es cónsul en el año 95.

Tiene dos primos carnales que son Tito y Domiciano que, al no tener descendencia directa masculina, deberían dejar su puesto a uno de los hijos de Flavio Clemente según el derecho romano; poco faltó para que la Iglesia tuviera en el primer siglo un emperador cristiano, pero no sólo no fue así, sino que el emperador Domiciano desató una violenta persecución.   Domiciano advierte por el monto de la recaudación el gran número de paganos que hay en el Imperio y ve que están presentes en todos los estamentos.

Piensa que la depuración étnica se impone y Flavio Clemente, entre muchos, es denunciado  y martirizado junto con su mujer o quizá ésta fuera mandada al destierro a la isla de Pandataria, como era costumbre entre los romanos para la gente noble. Flavia Domilitila y sus dos sirvientas neoconversas por su ejemplo y palabras -también vírgenes cristianas- acaban quemadas vivas en su propia casa de Terracina por denuncia de paganos.

Oremos
Padre todopoderoso, por gracia tuya la fuerza se realiza en la debilidad; por eso te pedimos que a cuantos celebramos el triunfo de tus mártires Santa Flavia y compañeras nos concedas el don de fortaleza con el que ellas salieron vencedoras en el martirio. Por nuestro Señor Jesucristo.

Calendario  de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Haut (1267). Los Siete Gozos  de Nuestra Señora (Siglo II).

ALEGRIA

Me preguntas que te cuente qué es esta ALEGRIA. No creas que resulte fácil explicarla, pero lo intentaré hacer lo mejor posible.

Imagínate por unos momentos que vas caminando lentamente por un bosque de robles y encinas una mañana transparente y claro de primavera. Tienes el corazón en quietud y buena armonía. Ninguna inquietud. Acabas de pasar un arroyo que baja saltando entre piedras. El agua es limpia, virgen, nada contaminada. El canto de mil pájaros te acompaña, y te das cuenta que no hay ningún ruido artificial. Pura naturaleza, y tu.

Santa Rosa Venerini

«Educar para salvar: convicción de esta fundadora de las Maestras Pías, cuyo origen burgués no le impidió ayudar a las niñas pobres, en medio de numerosas críticas. Durante un tiempo siguió caminos casi parejos a los de Lucía Filippini»

Nació en Viterbo el 9 de febrero de 1656. Era hija de un médico que ejercía la profesión en el Hospital Grande de la ciudad y tenía tres hermanos más. Destacó enseguida por su brillante inteligencia tanto como por su gran corazón enriquecido por la formación espiritual que recibía. Con 7 años profesó voto de consagración, aunque la juventud le trajo los aires de la seducción del mundo y contra ella luchó remontando la contrariedad con oraciones y sacrificios. Los dos caminos que se ofrecían a la mujer: matrimonio o convento, le interrogaban a sus 20 años. Sin desestimar ninguno, percibía una llamada a servir a la Iglesia y a su entorno. El camino se allanó al percibir interiormente la respuesta de Dios. En 1676 ingresó en el monasterio de Santa Catalina de Viterbo. En visitas anteriores a su tía materna Anna Cecilia Zampichetti, religiosa del convento, le había impresionado el ambiente austero, lleno de bondad. Pero siete años después de vincularse a la comunidad, la inesperada muerte de su padre le obligó a dejarla para acompañar a su madre. A esta tragedia se sucedieron: el fallecimiento de su hermano Domenico cuando tenía 27 años, y la de su madre, que partió de este mundo transida de dolor por su pérdida. No se cruzó de brazos contemplando el dolor. Éste fue para ella una fecunda vía purgativa que le condujo a buscar único consuelo en Dios. Situó en el centro de su vida a Cristo crucificado y abrió las puertas de su casa para que las niñas y las vecinas pudieran rezar el Rosario con ella. Comenzaba y terminaba con una lección catequética. Cada día constataba la escasa formación religiosa de las niñas, cuando no la nula preparación, en todos los sentidos, de las personas que apenas tenían recursos. Y atisbó en ello la luz que le llevó a poner en marcha otra nueva misión, estable, dirigida a paliar dichas necesidades: una escuela para educación de las niñas.

Tenía claro su objetivo: «Mi deseo es liberar a los jóvenes de la ignorancia y el mal para que el proyecto de Dios, que cada persona posee, se vuelva visible». Sus dos excelsas pasiones, la que experimentaba por Dios sosteniendo su existencia y la salvación de todo ser humano, infundían en su ánimo celestes afanes que cincelaban su quehacer. Oración constante y una mirada en derredor suyo desde la cruz suscitaban en su corazón el anhelo de hacerse ella misma pura oblación. Unía todas las fatigas al sacrificio eucarístico incesantemente renovado en toda la Iglesia. De todo ello extrajo la fortaleza que derramó en sus innumerables actos de virtud. Esta caritativa y humilde mujer, que no se detuvo ante nada, el 30 de agosto de 1685, con la venia del obispo de Viterbo, cardenal Sacchetti, y la colaboración de dos compañeras, abandonó el domicilio familiar. Entonces, sin dejar de portar esa llama del amor que le abrasaba, creó la Escuela Pública femenina. Era la primera de sus fundaciones, pionera para Italia. No fue una decisión espontánea, sino el fruto de su oración y de su incesante búsqueda de la voluntad divina. En una ocasión manifestó: «me siento tan apegada a la voluntad de Dios, que no me importa ni la muerte ni la vida: quiero lo que Él quiere, quiero servirle por cuanto Él quiere ser servido por mí y nada más!». El objetivo de esta iniciativa era dar una formación humana y cristiana. Pero la tarea no era fácil; halló muchos contratiempos. Dentro del clero algunos juzgaron como «injerencia» su enseñanza del catecismo. Desde el estamento intelectual le reprocharon que enseñase a niñas pobres siendo que procedía de una familia burguesa, prejuicios que ni le rozaron. Rosa siguió su camino. Justamente la contradicción le aseguraba que estaba cumpliendo la voluntad de Dios. Al final, obtuvo los parabienes de párrocos testigos del gozo de las madres al ver crecer humana y espiritualmente a sus hijas llamadas a las aulas de la escuela con el sencillo toque de una campanilla agitada por las calles por una de las alumnas. Oración, catequesis, aprendizaje de lectura y escritura, así como trabajos manuales, eran las fórmulas de esta fecunda labor que llegó a oídos del obispo de Montefiascone, cardenal Barbarigo.

Viendo su bondad, demandó la presencia de esta institución en su diócesis. Entre 1692 y 1694, Rosa impulsó allí y en los alrededores diez escuelas. A ellas le seguirían otras en la región de Lazio. Entonces conoció a Lucía Filippini y ambas siguieron durante un tiempo caminos casi parejos, bajo el amparo del cardenal. Cuando tuvo que partir, dejó a sus escuelas en manos de Lucía. Y al ser demandada su presencia en el centro que ésta regía en Roma mediando en una difícil situación, Rosa acudió con premura. Hasta que Lucía acudió al pontífice para solventarla. A partir de entonces cada una siguió su propia vía, aunque en el fondo la acción educativa de las Maestras Pías que ambas llevaron a cabo tenían similares objetivos.

La fundación de Roma a Rosa se le resistió seis años. El primer intento fue fallido y ello le supuso algunos disgustos y contrariedades. Las autoridades dieron el visto bueno a finales de 1713. Con la ayuda del abad Degli Atti, amigo de su familia, abrió su primera escuela en las cercanías del Capitolio. Clemente XI quedó impresionado cuando la visitó. Él y los ocho cardenales que le acompañaron constataron la excelente formación integral que recibían las alumnas. Sin ocultar su satisfacción, el Papa dijo: «¡Señora Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer! Le agradecemos mucho porque, estas escuelas, ¡santificarán Roma! […]. Deseo que estas escuelas se difundan en todas nuestras ciudades».Fue el espaldarazo definitivo para su fundación, y también otro momento lleno de preocupaciones y de incesantes viajes para ella. Pero tuvo el gozo de ver en marcha más de cuarenta escuelas. Murió en la casa de San Marcos de Roma el 7 de mayo de 1728. Pío XII la beatificó el 4 de mayo de 1952. Y Benedicto XVI la canonizó el 15 de octubre de 2006.

Admito que antes tenía tendencia a ser un poco estirado ante la profusión de celebraciones de cumpleaños, de años de boda o de nacimientos. No es que no me importa, pero me resistía a quedar atrapado por tanta celebración. Es que no son estos hechos parte normal de la vida? Los bebés nacen cada día. La gente vive hoy en día tiempo suficiente para celebrar cumpleaños de 50 años de casados o de 90 años de vida. Con el tiempo pero me he dado cuenta de que estos momentos que tan fácilmente despreciaba expresan el milagro de la vida cotidiana.

Nacer y cumplir años son hechos cotidianos, pero es que Dios se manifiesta en lo cotidiano. Debemos celebrar la capacidad impresionante de un ser humano que ha vivido casi un siglo! Debemos alabar a Dios por el milagro que es la formación de un organismo consciente y extremadamente complejo en sólo nueve meses! Aunque estas cosas se dan continuamente tienen en su seno un carácter de milagro que nos cautiva, o debería hacerlo.

Permaneced siempre en mi amor
Juan 15, 9-11. Pascua. En todo momento Jesús quiere estar conmigo, la realidad más grande de la fe.

Del santo Evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. 

Oración introductoria
Señor, ¿cómo corresponder a tanto amor? ¿Cómo conservar en el corazón la alegría con la que colmas mi vida? ¡Ven, Espíritu Santo, lléname de tu amor para que pueda cumplir en todo tu voluntad, viviendo el mandamiento supremo de la caridad.

Petición
Señor, ayúdame a seguir el camino de mi felicidad, que es el de vivir la caridad.

Meditación del Papa Benedicto XVI
En cualquier necesidad y aridez, Él es la fuente de agua viva, que nos nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado, el miedo y el sufrimiento y, en definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en vino bueno. En esos momentos de necesidad nos sentimos a veces aplastados bajo una prensa, como los racimos de uvas que son exprimidos completamente. Pero sabemos que, unidos a Cristo, nos convertimos en vino de solera. Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que "permanezcamos" en la vid, en Cristo. En esta breve perícopa, el evangelista usa la palabra "permanecer" una docena de veces. Este "permanecer-en-Cristo" caracteriza todo el discurso. En nuestro tiempo de inquietudes e indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que la fidelidad del amor en el matrimonio y en la amistad es frágil y efímera; en el que desearíamos gritar, en medio de nuestras necesidades, como los discípulos de Emaús: "Señor, quédate con nosotros, porque anochece, porque las tinieblas nos rodean"; el Señor resucitado nos ofrece aquí un refugio, un lugar de luz, de esperanza y confianza, de paz y seguridad. Benedicto XVI, 22 de septiembre de 2011.

Reflexión
Permaneced en mí y yo en vosotros

Jesucristo en este pasaje nos hace viva una realidad que posiblemente nos es difícil recordar.

Puede ser porque parece a simple vista algo complicado. "Permaneced en mí y yo en vosotros".

¿Qué significa esta frase de Cristo en nuestras vidas? Quiere decir la realidad más grande de nuestra Fe. ¡Dios está con nosotros! Es una presencia que se hace real no sólo en el Sacramento de la Eucaristía, donde Dios mismo, bajo las apariencias de pan y vino, se queda junto a nosotros. Es también real en la vida diaria, en mis dificultades y en mis alegrías, en mis altas y en mis bajas. En todo momento Jesús quiere estar conmigo. Mas Cristo quiere que yo también me una a Él. Quiere que junto a Él yo viva los afanes del día. Que mis estudios, mi trabajo, los asuntos de la familia y demás ocupaciones las viva junto a Él. Que mi día no corra sin ningún sentido. ¿Cuántas veces no he llegado al final del día y al mirar atrás no me he sentido vacío, como si sólo hubiese ido y venido sin ningún fruto? Pues si eso ha sucedido es la prueba más contundente de que esa jornada Dios no ha estado presente en lo más mínimo. Jesús ya nos lo había dicho. "Como el sarmiento no puede dar fruto sin estar unido a la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis unidos a mí... Yo soy la vid, vosotros los sarmientos." El cristiano no debería pasar por la vida como quien sólo busca "matar el tiempo", "divertirme lo más posible para no aburrirme". El cristiano debe ir por esta vida sufriendo, disfrutando; mas no como un animal sino como un hombre que vive unido a la vid. Hagamos la prueba. Vivamos un día, tan sólo un día unido a la vid, ofreciendo a Dios nuestras alegrías, nuestras penas, nuestras venturas y desventuras. Y al final, cuando llegue la noche, preguntémonos: ¿He tenido frutos hoy? ¿Ha valido la pena que yo haya vivido hoy? Si la respuesta es un sí, no tengas miedo a darle sentido a tu vida y a las de tus semejantes. "Quien permanece en mí y yo en Él tendrá mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada."

Propósito. Con esperanza y confianza rezar hoy un rosario, fuente de paz y alegría.

Diálogo con Cristo
Gracias, Dios mío, por tanto amor. No puedo dejar de agradecerte por darme a tu santísima Madre. Por su intercesión quiero pedirte que sepa cambiar o eliminar todo aquello que me impida vivir el mandamiento de la caridad.

Eucaristía, Pan partido para tu salvación
¡Qué grande es nuestra alegría sabiendo que en el altar cada día se ofrece el sacrificio de Cristo. Por: SS Benedicto XVI


¡Queridos hermanos y hermanas!
Qué grande debe ser nuestra alegría sabiendo que en el altar,(...) cada día se ofrecerá el sacrificio de Cristo; sobre este altar Él seguirá inmolándose, en el sacramento de la Eucaristía, para nuestra salvación y la del mundo entero. En el Misterio eucarístico, que se renueva en cada altar, Jesús se hace realmente presente. La suya es una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a él; nos atrae con la fuerza de su amor haciéndonos salir de nosotros mismos para unirnos a Él, haciendo de nosotros una sola cosa con Él. La presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su "casa", y todos juntos formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también san Pedro. "Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios -escribe el apóstol-, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe 2, 4-5).

Casi desarrollando esta bella metáfora, san Agustín observa que mediante la fe los hombres son como maderos y piedras cogidos de los bosques y de los montes para la construcción; mediante el bautismo, la catequesis y la predicación se van desbastando, escuadrando y puliendo; pero se convierten en casa del Señor sólo cuando se acompañan por la caridad. Cuando los creyentes se ponen en contacto en un orden determinado, se yuxtaponen y cohesionan mutua y estrechamente, cuando todos están unidos con la caridad se convierten verdaderamente en casa de Dios que no teme derrumbarse (cfr Serm., 336).

Es por tanto el amor de Cristo, la caridad que "no tendrá fin" (1 Cor 13,8), la energía espiritual que une a cuantos participan del mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación del mundo. De hecho ¿es posible estar en comunión con el Señor si no estamos en comunión entre nosotros? ¿Cómo podemos presentarnos ante el altar de Dios divididos, lejanos unos de otros? Este altar, sobre el cual dentro de poco se renueva el sacrificio del Señor, sea para vosotros, queridos hermanos y hermanas, una constante invitación al amor; a él os debéis acercar siempre con el corazón dispuesto a acoger el amor de Cristo y a difundirlo, a recibir y a conceder el perdón.

(...) Cada vez que os acerquéis al altar para la celebración eucarística, vuestra alma debe abrirse al perdón y a la reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de cuantos os hayan herido y dispuestos, por vuestra parte, a perdonar.

En la liturgia romana el sacerdote, tras presentar la ofrenda del pan y del vino, inclinado hacia el altar, reza en sumisamente: "Humildes y arrepentidos acógenos, Señor: acepta nuestro sacrificio que hoy te presentamos".

Se prepara así a entrar, con toda la asamblea de los fieles, en el corazón del misterio eucarístico, en el corazón de esa liturgia celeste a la que se refiere la segunda lectura, tomada del Apocalipsis. San Juan presenta a un ángel que ofrece "muchos perfumes para que, con las oraciones de los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono" (cfr Ap 8, 3). El altar del sacrificio se convierte, de cierta forma, en punto de encuentro entre el Cielo y la tierra; el centro, podríamos decir, de la única Iglesia que es celeste y al mismo tiempo peregrina en la tierra, donde, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios, los discípulos del Señor anuncian su pasión y muerte hasta que vuelva en la gloria (cfr Lumen gentium, 8). Es más, cada celebración eucarística anticipa el triunfo de Cristo sobre el pecado y sobre el mundo, y muestra en el misterio el fulgor de la Iglesia, "esposa inmaculada del Cordero sin mancha, Esposa que Cristo a amado y por la que se ha entregado, a fin de hacerla santa" (ibid., 6).

Es necesario que toda la comunidad crezca en la caridad y en la dedicación apostólica y misionera. Concretamente se trata de dar testimonio con la vida de vuestra fe en Cristo y la confianza total que ponéis en él. Se trata también de cultivar la comunión eclesial que es ante todo un don, fruto del amor libre y gratuito de Dios, y que por tanto es divinamente eficaz, y está siempre presente y operante en la historia, más allá de cualquier apariencia contraria.

La comunión eclesial es también una tarea confiada a la responsabilidad de cada uno. Que el Señor os conceda una comunión cada vez más convencida y operante, en la colaboración y en la corresponsabilidad en todos los niveles: entre presbíteros, consagrados y laicos, entre las distintas comunidades cristianas de vuestro territorio, entre las distintas agrupaciones de laicos. (...)

Homilía del Papa en la dedicación del altar de la catedral de Albano, el lunes 22 de septiembre de 2008.

Santa Marta: el verdadero amor no es el de la telenovela

Fecha: 07 de Mayo de 2015

El verdadero amor debe ser concreto y comunicarse, incluso los monjes y monjas de clausura en realidad no se aislan, sino que comunican y mucho. Así lo ha indicado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.

En el Evangelio de hoy Jesús “nos pide permanecer en su amor”. Al respecto, el Santo Padre ha explicado que hay dos criterios que ayudan a distinguir el verdadero amor del que no lo es. El primer criterio es: el amor está “más en los hechos que en las palabras”, “no es un amor de telenovela”, “una fantasía”, historia que “nos hacen latir el corazón pero nada más”, “está en los hechos concretos”. Así, el Papa ha recordado que Jesús avisaba a los suyos: “No los que dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que han hecho la voluntad de mi Padre, que cumplen mis mandamientos”.

A continuación, el Pontífice ha especificado: “El verdadero amor es concreto, está en las obras, es un amor constante. No es un sencillo entusiasmo. También, muchas veces es un amor doloroso: pensemos en el amor de Jesús llevando la cruz. Pero las obras de amor son las que Jesús nos enseña en el pasaje del capítulo 25 de san Mateo”. Y así, ha añadido que “quien ama hace esto: el protocolo del juicio. Estaba hambriento y me han dado de comer, etc. Concreción. También las bienaventuranzas, que son el ‘programa pastoral’ de Jesús, son concretas”.

El segundo criterio del amor del que ha hablado el Papa es que “se comunica, no permanece aislado. El amor da de sí mismo y recibe, se da esa comunicación que existe entre el Padre y el Hijo, una comunicación que la hace el Espíritu Santo”.

Al respecto, el Obispo de Roma ha recordado que “no hay amor sin comunicarse, no hay amor aislado. Pero alguien puede preguntarme: ‘Pero padre, los monjes y las monjas de clausura están aislados...’ Pero comunican … y mucho: con el Señor, también con esos que van a buscar una Palabra de Dios… El verdadero amor no puede aislarse. Si está aislado, no es amor. Es una forma espiritualista de egoísmo, de permanecer cerrado en sí mismo, buscando el propio beneficio… Es egoísmo”.

Algo sencillo pero que no es fácil, ha advertido Francisco. Porque “el egoísmo, el propio interés nos atrae, y nos atrae para no hacer y nos atrae para que no comuniquemos”. Además el Pontífice ha preguntado: “¿Qué dice el Señor a los que permanecerán en su amor? ‘He dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena”.

Al concluir la homilía, el Papa ha invitado a pedir la gracia de la alegría, esa alegría que el mundo no puede dar.

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