“Si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré”

El mandato de ir a todo el mundo y la Ascención 

Resurrección y Ascensión. Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Los once apóstoles se reunieron en Galilea donde había tantos discípulos del Señor. Se reúnen en un monte que pudo ser el Tabor o quizá el de las bienaventuranzas, no lo sabemos con certeza. Allí Jesús les da una misión importantísima. "Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"(Mt).

La misión de Jesús
Jesús poseía una misión del Padre que era realizar la redención para la salvación de los hombres. El Hijo, junto al Padre, envía al Espíritu Santo para que de vida divina a los hombres. Ahora va a hacer partícipes de esa misión a los discípulos, y les da el mandato apostólico de difundir la palabra y la vida que Él mismo ha conquistado.

Esta misión no tiene límites en el espacio: abarca a todos los pueblos de todos los tiempos. Los discípulos quedan consternados por la grandeza de la vocación. Deben abrirse a todas las culturas de todos los hombres. El mundo se hace pequeño. La salvación ya no se refiere sólo al privilegiado pueblo de Israel, sino a todos los pueblos con tantas tradiciones religiosas tan distintas. Esta misión es un mandato imperativo, no sólo un consejo. Tienen la obligación de realizarlo.

Y no sólo se refiere a los apóstoles sino que se dirige a todos los creyentes. Sus vidas no pueden reducirse a vivir una vida interior intensa, pero aislada.

Deben abrirse al mundo y difundir la verdad de Jesucristo.

El mandato
Pero no sólo predicarán la verdad, sino también deben bautizar a los que crean, y en el nombre de Dios en sus tres divinas personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Bautismo será la puerta de entrada en la Iglesia, después vendrá el despliegue de toda la vida divina de la gracia en el alma. Pero, de momento, a los bautizados se les perdonan los pecados, y se les da la vida conquistada por Cristo en la Cruz, la vida resucitada de Jesús, una vida para no morir. El nuevo Pueblo de Dios se constituirá a partir de ese Bautismo que conduce a los demás misterios de vida, cuyo culmen es la Eucaristía.

Esta misión tiene límites en el tiempo, pues concluirá en el fin del mundo, cuando Jesucristo venga en toda su gloria y sus ángeles con Él entonces la muerte será definitivamente vencida y se constituirá el Reino en toda su perfección.

Acompañados por Jesús
No deben tener miedo ante la grandeza de la misión, pues se dará siempre un presencia de Cristo entre los cristianos. Nunca estarán solos, ni abandonados, aunque, en ocasiones tengan que experimentar la Cruz como Jesús. Es más, vencerán enemigos poderosos. "El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, se condenará. A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados"(Mc). La salvación llegará por el diálogo con Dios, que es la fe, y por el bautismo; el rechazo consciente de Cristo es la condenación. La urgencia de la difusión apostólica es grande, y los enemigos, simbolizados en serpiente y venenos, serán superados; es más, vencerán a los demonios y hablarán lenguas nuevas. Los horizontes de aquellos primeros, que eran pocos, como el fermento de la masa del mundo, se amplían al máximo. Es una verdadera aventura interior y exterior.

La Ascención
"Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos"(Act). Se elevó alzando las manos y bendiciéndoles (Lc). Es el punto final de la vida de Jesús en la tierra. Se completa el ciclo del plan divino. Primero desciende, se hace hombre, y se abaja hasta el extremo en la cruz. Así toma al hombre en su miseria, se hace uno de nosotros en nuestra condición caída, y vence esta situación, pues paga el precio del rescate por el pecado. Vence a la muerte. Al tercer día recibe una vida nueva, una vida para no morir, una vida más divinizada, aunque plenamente humana. Y comienza una nueva humanidad. Ahora se eleva al cielo. Jesús vive junto al Padre también como hombre. La humanidad ha alcanzado en él el máximo progreso, la máxima perfección. Ya no se puede aspirar a más. Y como hombre está a la derecha del Padre, es decir rey y juez de toda la creación, cabeza de la nueva humanidad. Cabeza de la Iglesia que es el Cuerpo místico de Cristo, el Nuevo Pueblo de Dios peregrinante en la historia hasta la consumación. Se va, pero no abandona a los hombres, pues está presente de muchas maneras. Está en los sacramentos, está en la gracia que vivifica a los hombres.

"Cuando estaban mirando atentamente al cielo mientras Él se iba, se presentaron junto a ellos dos hombres con vestiduras blancas que dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera que le habéis visto subir al cielo"(Act). Y les recuerdan que la plenitud de los tiempos que acaban de comenzar será superada por la segunda venida en gloria de Jesús al final de los tiempos.

Sta. Marta: Jesus nos ha enseñado el camino del martirio cotidiano 
Fecha: 11 de Mayo de 2015

Sucede todavía hoy que se matan cristianos en nombre de Dios, pero el Espíritu Santo da la fuerza para testimoniar hasta el martirio. Lo ha recordado este lunes el santo padre Francisco, durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.

Haciendo referencia al Evangelio del día, el Papa ha recordado que Jesús habla del futuro, de la cruz que nos espera y nos habla del Espíritu, que nos prepara para dar el testimonio cristiano”. Por tanto, ha señalado el Papa, Jesús habla “del escándalo de la persecución”, de “el escándalo de la Cruz”.

Así, el Pontífice ha afirmado que “la vida de la Iglesia es un camino guiado por el Espíritu que nos recuerda las palabras de Jesús y nos enseña las cosas que Jesús aún no ha podido decirnos: es compañero de camino y nos defiende también del escándalo de la Cruz”. La Cruz, de hecho, es escándalo para los judíos que piden signos y un absurdo para los griegos, es decir los paganos, que piden sabiduría, ideas nuevas. Pero, ha recordado el Papa, los cristianos predican a Cristo crucificado. Así, Jesús prepara a los discípulos para que no se escandalicen de la cruz de Cristo.

“Hoy somos testimonio de esos que matan a cristianos en nombre de Dios, porque no son creyentes, según ellos. Esta es la cruz de Cristo: ‘Harán eso, porque no han conocido ni al Padre ni a mí’. ‘Esto que me ha sucedido a mí os sucederá también a vosotros, las persecuciones, las tribulaciones; pero por favor no os escandalicéis; será el Espíritu quien os guiará y os hará entender'”.

En este contexto, el Papa ha recordado la llamada telefónica que ayer ha tenido con el patriarca copto Tawadros porque era el día de la amistad copto-católica. “Yo recordaba a sus fieles, que fueron degollados en la playa por ser cristianos. Estos fieles, por la fuerza que les ha dado el Espíritu Santo, no se escandalizaron. Murieron con el nombre de Jesús en los labios. Es la fuerza del Espíritu. El testimonio. Es verdadero martirio este, el testimonio supremo”.

El Santo Padre también ha indicado que está el testimonio de cada día, el testimonio de hacer presente la fecundidad de la Pascua que “nos da el Espíritu Santo, que nos guía hacia la verdad plena, la verdad entera, y nos hace recordar lo que Jesús nos dice”.

De este modo, ha afirmado que “un cristiano que no se toma en serio esta dimensión de ‘martirio’ de la vida todavía no ha entendido el camino que Jesús nos ha enseñado: camino de ‘martirio’  de cada día; camino de ‘martirio’ en el defender los derechos de las personas; camino de ‘martirio’ en el defender a los hijos: papá, mamá que defienden su familia; camino de ‘martirio’ de tantos, tantos enfermos que sufren por amor de Jesús. Todos nosotros tenemos la posibilidad de llevar adelante esta fecundidad pascual sobre este camino de ‘martirio’, sin escandalizarnos”.

Para finalizar, el Pontífice ha invitado a pedir al Señor la gracia de recibir el Espíritu Santo “que nos hará recordar las cosas de Jesús, que nos guiará a toda la verdad y nos preparará cada día para dar testimonio, para dar este pequeño martirio de cada día o un gran martirio, según la voluntad del Señor”.

Evangelio según San Juan 16,5-11. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. 

Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. 

Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia 
Sermones para el domingo y las fiestas de los santos

“Si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré”

El Espíritu Santo es el trigo que nos reconforta en el camino hacia la patria, es el vino que nos alegra en la tribulación, el aceite que suaviza las amarguras de la vida. Era necesario a los apóstoles este triple auxilio porque debían ir a predicar al mundo entero. Es por eso que Jesús les envía el Espíritu Santo. Ellos quedan llenos de él –llenos a fin de que los espíritus impuros no tengan ningún poder sobre ellos: cuando un vaso está colmado, nada se le puede añadir.      El Espíritu Santo “os enseñará” (Jn 16,13), para que sepáis; os sugerirá, para que queráis. Es él el que da el saber y el querer; añadamos nuestro “poder” según la medida de nuestras fuerzas, y seremos templos del Espíritu Santo (1C 6,19)

DOMINGO VI DE PASCUA (B) Jn 15, 9-17. 10 de mayo de 2015

Diríais que es igual el amor de unos padres por los hijos, que el de los hijos por sus padres? Diríais que es igual el amor de una pareja y el que se pueden tener unos amigos? ¿O el amor de alguien por sus enemigos? O el amor de dos que se acaban de enamorar y el amor de dos personas que han compartido toda una vida?

De todo lo llamamos amor. Pero, ¿qué queremos decir las personas cuando decimos "te quiero"? ¿Que nos sentimos bien con esa persona? ¿Que nos gusta como es? ¿Que la admiramos? ¿Qué la amamos mientras se lleve como nosotros queremos? ¿Que daríamos la vida por aquella persona en cualquier circunstancia?

A veces, de todo esto se le llama amor. Pero todos sabemos que hay clases diferentes de amor. Los griegos antiguos, esto, lo tenían bastante bien solucionado: porque tenían diferentes palabras para definir las diferentes clases de amor. στοργή (storgue), φιλία (filia), ἔρως (eros) y ἀγάπη (ágape). 4 palabras para definir el amor.

στοργή hace referencia al amor que hay, por ejemplo, entre los miembros de una familia. Es decir, el afecto que de manera natural pueden sentir los padres por sus hijos. O entre hermanos.

φιλία se refiere al amor que hay entre los amigos. Habla de los vínculos que aparecen como un milagro entre personas que se llevan bien. Sería el amor entre iguales. ἔρως hace referencia al aspecto más romántico y sexual del amor. Y ἀγάπη se refiere a un amor incondicional. Es decir, un amor que perdura cualquiera sea ​​la respuesta del otro.

¿Por qué he dicho esto? Pues porque el Evangelio de hoy derrama de amor por todas partes. Jesús habla continuamente en el fragmento que hemos escuchado.

Sin embargo, ¿de qué clase de amor nos habla?

Como que el Evangelio fue escrito en griego, será fácil de saberlo. Jesús, cuando habla de el amor que nos tiene Dios, y nos dice que debemos amarnos unos a otros, usa palabra "ἀγάπη". Es decir, un amor que se da generosamente, con independencia de que sea la respuesta del otro. Por tanto, cuando Jesús dice "amaos los unos a los otros", no está diciendo: "caéis en cuenta bien unos a otros ", o" sentíos a gusto los unos con los otros ". Nos está hablando de un amor que es una opción para otro. Y es la misma palabra (ἀγάπη) que utiliza para hablar de el amor a los enemigos.

Dicho esto, hacemos algunas consideraciones para tener los pies en el suelo. Todos sabéis que una de las misiones de los monjes o de las SISTERS es escuchar a la gente que viene al monasterio,  o a PAX y que muchos vienen a compartir lo que están viviendo. Cuando escuchas, te das cuenta que muy a menudo no es fácil discernir entre las diferentes clases de amor. A menudo están muy mezcladas. Y uno se puede dar  cuenta de que, lo que pensaba que era un amor muy generoso por otra persona, tal vez en realidad era un amor posesivo.

El Evangelio de hoy puede ser una invitación a preguntarnos cómo queremos los demás. Con qué calidad. Y tal llegaremos a la conclusión de que hacemos lo que podemos! Pero por lo menos, puede ser bueno darnos cuenta que nos queda camino por hacer, para llegar a ese amor generoso del que nos habla Jesús. Y caminar. Jesús no dice que los otros amores sean malos o incompatibles con el ἀγάπη. Simplemente apunta como meta llegar a amar de manera incondicional. Pienso que amar nos hace vulnerables. Porque no somos robots. Y cuando amamos a alguien, si estimamos de verdad, nos afecta todo lo que pueda pasarle a esa persona. No nos es indiferente. Quizás este "ser vulnerables" es el precio que tenemos que pagar para amar,  una herida inevitable. O quizás es la prueba de que el amor es verdadero, porque no nos es indiferente lo que le pase al otro. Sea como sea, amar vale la pena. Y aprender a amar como Jesús vale mucho la pena. Llena la vida de sentido. Él mismo, en el Evangelio de hoy, nos dice que nos invita a vivir en el Amor porque tengamos una alegría bien llena. No una alegría superficial, sino de verdad. Los primeros cristianos, cuando se reunían para compartir la comida en comunión, decían justamente el ἀγάπη. De alguna manera, eso que haremos nosotros ahora también es un ἀγάπη. Nos une que somos seguidores de Jesús, y que queremos aprender a vivir como Él. Que Él nos ayude.

Santo Domingo de la Calzada - 12 de mayo

Pertenece a una de las épocas que han contribuido a realzar la Ruta Jacobea. Él mismo forma parte de ella con su persona y quehacer. Dejó su impronta en una de las etapas de este Camino, incansablemente recorrido durante siglos por numerosos peregrinos que acuden a orar ante la tumba del Apóstol Santiago. Fue contemporáneo de los santos Domingo de Silos y Juan de Ortega, testigos de su virtud. Sus padres, Ximeno García y Orodulce lo acogieron con gozo cuando vino al mundo en Vitoria de Rioja, Burgos, España, hacia el año 1019. No podían ni imaginar la trascendencia que su retoño iba a tener, pero el impacto de su existencia bendecida con numerosos milagros se ha mantenido viva hasta el día de hoy. Eran dueños de distintas posesiones que pusieron a merced de los demás. Y seguramente la relevancia de lo que vivió en un hogar marcado por el desprendimiento debió insuflar en Domingo una pronta aspiración por la vida religiosa. Desde luego, su etapa de formación durante cuatro años junto a los monjes benedictinos de Nuestra Señora de Valvanera en Logroño, donde llegó hacia 1031, suscitó claro anhelo de formar parte de la comunidad. Allí se había impregnado de la riqueza amasada por estos humildes seguidores de Cristo, curtidos en la oración, en el trabajo y el estudio, conocedores de la ciencia, expertos miniaturistas, artífices de joyas únicas, incunables que continúan poniendo de relieve la fecundidad de la vida monástica y el esplendor de una época que aún perdura.

Con ese gran acervo patrimonial tuvo que partir Domingo sin lograr el propósito de convivir junto a los monjes el resto de sus días. Quizá el abad no quiso ensombrecer el futuro de sus padres que habían depositado sus esperanzas en el heredero y menos, siendo que su padre ya había fallecido, incrementar el pesar de Orodulce. Pero Domingo lo intentó de nuevo acudiendo al monasterio de San Millán de la Cogolla, otro de los bastiones espirituales y culturales colindantes. Tampoco allí tuvieron éxito sus pesquisas. Se ve que Dios había elegido para él la vida eremítica, la soledad, y la fecunda vía purgante del silencio, al menos durante un tiempo, ya que sus planes iban más allá. Y se retiró a la Ayuela o Fayuela, un pequeño monte rodeado de encinas cercano al enclave de lo que hoy se conoce como Domingo de la Calzada, para dar gloria al Altísimo.

Su morada fue una ermita derruida en torno a la cual cultivó la fértil tierra para abastecerse de lo preciso sin depender de la limosna. Era digno heredero de la genuina tradición eremítica y vivió como tal hasta el año 1039. Se sitúa esa fecha como la del inicio de su colaboración con el obispo de Ostia, Gregorio, que se había traslado a la localidad de Calahorra con un legado papal a efecto de ayudar a la gente a deshacerse de una insidiosa plaga de langosta que invadía sus campos. Fue él quién le ordenó sacerdote. Ambos construyeron un puente de madera para atravesar el río Oja pensando, sobre todo, en paliar las dificultades de acceso que hallaban los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela.

El prelado falleció en 1044 y Domingo siguió trabajando de manera incansable en solitario. Cuando el río varió su cauce y el puente primitivo dejó de ser viable, inició la compleja tarea de sustituirlo por uno de piedra. Destinó sus bienes a esta importante construcción amén de practicar la limosna para contribuir a los cuantiosos gastos que conllevaban materiales y mano de obra. A finales de 1046 culminó esta obra de ingeniería, un espléndido puente con 24 ojos sobre el río Oja, que facilitaba el constante trasiego de romeros. Aún existe en la actualidad. Pero su aportación a la Ruta Jacobea no había hecho más que comenzar. Después la incrementó con nuevas infraestructuras: albergues, una ermita que puso bajo la advocación de Santa María, un hospital para auxilio de los peregrinos... Y la creación de calzadas. Junto a Juan de Ortega varió el primitivo acceso romano desplazándolo hacia el sur en bien de los caminantes, y así consolidó el tránsito por Nájera y Redecilla del Camino. Por esta acción, la localidad se conoce como Santo Domingo «de la Calzada».

Contó con el apoyo de nobles y del monarca Alfonso VI de Castilla. Éste supo valorar la importancia del Camino de Santiago (Itinerario Cultural Europeo desde 1998), a todos los niveles. Contribuía al progreso y, además, fue decisivo para implantar el castellano en ese privilegiado entorno. Domingo atrajo allí el patrimonio cultural que acompaña a esta vía, porque la huella de la Ruta se aprecia en el esplendoroso románico que la circunda y en otras artes que florecieron a su paso junto a la arquitectura: música, pintura, escultura, etc. así como otros bienes inmateriales, costumbres, lenguas, pensamiento...

Se le atribuyen incontables milagros. Uno de los más populares puede que sea el acaecido en el siglo XIV en un mesón. Habría sido protagonizado por un matrimonio que transitaba hacia Santiago de Compostela junto a su hijo. Prendada de él la hija del posadero, y viendo que no era correspondida, fraguó su venganza introduciendo en el zurrón del muchacho un objeto de plata. Luego lo denunció, un delito por el que fue condenado a morir ahorcado. Pero no perdió la vida, como constataron sus padres al día siguiente. El joven explicó que la debía a Domingo que le libró del asfixiante cordel. El corregidor fue informado del suceso por los felices progenitores del muchacho. En ese momento tenía frente a sí un plato con un gallo y una gallina asados y se disponía a dar cuenta de las viandas. Así que no se le ocurrió otra comparación que la de las aves, respondiendo escéptico al matrimonio que su hijo estaba tan vivo como ellas. Y al momento cacarearon testificando así la autenticidad del milagro. De ahí el dicho:«Santo Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de asada»Domingo murió el 12 de mayo de 1109. Aunque no existe constancia de su fecha de canonización, en el Martirologio de 1584 ya aparecía inscrito como santo. Es patrón de los ingenieros civiles.

La promesa de la venida del Espíritu Santo
Juan 16, 5-11. Pascua. Él está con nosotros siempre, aunque no lo veamos físicamente.


Oración introductoria
¡Ven, Espíritu Santo! Ayúdame a estar abierto a tus inspiraciones, a conservar en mi corazón la alegría de saberme amado por Ti para que, con gran confianza, siga con prontitud y docilidad lo que hoy quieras pedirme.

Petición
¡Ven Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y enciende en ellas el fuego de tu amor!

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio hemos escuchado la promesa de Jesús a sus discípulos: “Yo le pediré al Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes”. El primer Paráclito es el mismo Jesús; el “otro” es el Espíritu Santo.

Aquí nos encontramos no muy lejos del lugar en el que el Espíritu Santo descendió con su fuerza sobre Jesús de Nazaret, después del bautismo de Juan en el Jordán, donde hoy me acercaré. Así pues, el Evangelio de este domingo, y también este lugar, al que, gracias a Dios, he venido en peregrinación, nos invitan a meditar sobre el Espíritu Santo, sobre su obra en Cristo y en nosotros, y que podemos resumir de esta forma: el Espíritu realiza tres acciones: prepara, unge y envía. […]

Las diversas intervenciones del Espíritu Santo forman parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor. La misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía –Él mismo es armonía– y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza. Por tanto, hoy invocamos con corazón ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad. (Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2014).

Reflexión
Siempre las horas más tristes tienen que ser las de la despedida, no de aquellas en las que se dice sencillamente "hasta luego", sino las que comprenden en su totalidad el significado del "adiós". En esos momentos nos asaltan las lágrimas de los ojos y no sabemos qué decir. La tristeza nos invade, y todo queda cubierto por la niebla.

Así era como se sentían los discípulos en las horas del adiós al Maestro. Para ellos parecía el adiós definitivo, mientras que para Él sólo era un hasta pronto. Además sabe que la tristeza de los discípulos se volverá en alegría, cuando Él regrese. También nos promete un Consolador, aquél que nos ayudará a entender lo que nuestra pobre inteligencia no alcanza en esta vida. Por eso no desesperemos en la tristeza de ver que Cristo no está entre nosotros. Él está, aunque no físicamente, pero sí espiritualmente. Él vendrá en el tiempo señalado, y quiere encontrarnos en vela para entrar con Él en su Reino.

Pidamos a Dios que nos dé la gracia de vivir siempre esperando a Cristo, no con cara llena de tristeza, sino con rostros de resucitados.

Propósito
Programar mi siguiente confesión para celebrar plenamente la fiesta de Pentecostés.

Diálogo con Cristo
Espíritu Santo, Tú eres el guía y el artífice de la santidad, por eso te ofrezco en esta oración todo mi ser, ven hacer en mí tu morada, dame la gracia para acoger tus inspiraciones, sin límite ni reserva alguna, con humildad y celo por hacerlas fructificar, por el bien de los demás.

Jesús y su Padre...¡nuestro Padre!
Dios es Padre y está siempre presente, camina con nosotros y está muy dentro de nosotros. Él da sentido a nuestra existencia.

Se cuenta que el hijo de un rey de Francia, en edad joven, fue reprendido por su educador con palabras severas. El pequeño era consciente de su dignidad y protestó: “No te atreverías a hablarme así si te dieras cuenta que soy el hijo de tu rey”. Pero el educador no se inmutó: “Y tú no tendrías el valor de protestar si te dieras cuenta de que yo soy hijo de tu Dios y de que lo llamo cada día “Padre Nuestro”.

Jesús nos reveló cómo es el corazón de Dios, él es nuestro Padre. Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán (Mt 4,23-25). Jesús es hijo de un tiempo y de un pueblo y así hereda toda la rica tradición de la fe de Israel quien considera a Dios, sobre todo, como el Señor, el Todopoderoso. Jesús nos presenta una imagen de Dios mucho más cercano, es, sobre todo, Padre y así lo invoca. Dios es un padre bueno y amoroso para con todos los seres humanos, especialmente para con los ingratos y malos, los desorientados, los abatidos y deprimidos. Él hace salir el sol para todos, el que sabe amar y perdonar, el que corre detrás de la oveja descarriada, espera ansioso la vuelta del hijo que se fue de casa y encuentra gran alegría al encontrar lo que se había perdido. Dios se alegra más con la conversión de un pecador que con noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.

El Dios de Jesús es el Dios que ama y perdona. Que es paciente y quiere la salvación de todos; es el que le interesa la vida de cada uno; el que no oprime, sino que libera; que no condena, sino que salva; que no castiga, sino que perdona; el que ama la vida. Es el Dios de vivos, de la esperanza y del futuro.

¿Cómo es el corazón de Dios? Jesús lo describe en la parábola del Hijo Pródigo. Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna… “porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron la fiesta… (Lc 15,11-32).

El protagonista de esta parábola no es el hijo, es el corazón del Padre, con un amor incondicional, incluso, parece demasiado bueno, que respeta la decisión alocada del hijo, que huye en busca de placeres sin saber qué rumbo tomar. Calla y les deja hacer. “Y el Padre les repartió la hacienda” (Lc 15,12). Podemos olvidarnos de Dios, pero él jamás se olvida de nosotros. Dios nunca nos abandona, por mucho que corramos. Él va siguiendo nuestros pasos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero la madre no se olvidará nunca de su hijo; pues aunque ésta se olvidará, Dios no se olvidará (Is 49,15-16). El padre sufría y amaba en silencio.

El padre no abandonó a su hijo, aunque se quedó en casa, su corazón seguía palpitando con él, pues el amor no se puede encerrar en unas paredes y no sabe de distancias. El padre ve al hijo desde lejos y siempre está dispuesto al encuentro. El padre esperaba con amor la vuelta del hijo.

“Dios lo perdona todo, porque lo comprende todo”, dice un viejo adagio, por eso también lo olvida todo. Oseas y los profetas posteriores a él nos hablan de Dios como de un esposo lleno de paciencia y de ternura, siempre dispuesto a acoger y a perdonar la infidelidad y a amar gratuitamente (Os 14,5). En la historia de la salvación se nos ha manifestado el amor, la paciencia, la fidelidad de un Dios que nos ama sin medida. Dios es padre y madre y nos ama con ternura, es como un padre tierno para los fieles (Sal 103,13). Dios perdona y le gusta perdonar. “¿Qué Dios hay como tú, que perdone el pecado y absuelva el resto de tu heredad?” (Mi 7,18-20).

En el Antiguo Testamento aparece, algunas veces, la palabra "Padre" referida a Dios. Y cuando los judíos la usaron, fue siempre en un clima de sumo respeto y majestad, añadiéndole títulos divinos ostentosos. Abbá era la palabra familiar que los niños judíos empleaban para dirigirse a sus padres.

Jesús siente en su vida la presencia amorosa de Dios y su alimento es hacer su voluntad; a Dios le llama Padre, y, según parece, lo hacía usando la palabra aramea "abbá"; 170 veces ponen los evangelios esta expresión en labios de Jesús. A todos invita a creer en este Dios, para el que "todo es posible" (Mc 10,27). El Nuevo Testamento conserva la palabra aramea (abbá) para subrayar el hecho insólito del atrevimiento de Jesús (Rm 8,15; Ga 4,6-7). La invocación "Abbá" tiene, pues, un valor primordial, que ilumina toda la vida de Jesús. Todo en él es consecuencia de esta actitud de fe. Jesús deposita en su Padre toda la confianza posible. Digna es de destacar la escena en la que Jesús "con la alegría del Espíritu Santo", bendice al Padre porque se ha “revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien” (Lc 10,21). Gracias da al Padre en la resurrección de Lázaro, por haberle escuchado (Jn 11,42). Llenos de confianza están los ruegos de la oración sacerdotal, la noche de su prisión. Pide al Padre protección para los que les ha confiado, para que sean todos uno y que el amor del Padre esté con ellos (Jn 17,1-5).

La oración del huerto es narrada por todos los evangelistas (Mt 26,39.42; Lc 22,42; Jn 12,27-29). Marcos se siente obligado a mantener en su escrito la misma palabra aramea usada por Jesús: "¡Abbá! ¡Padre!: todo es posible para ti, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (14,36). Jesús se atreve a pedirle verse libre del trance de la pasión (Mt 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22; 17,25). Afirma su sumisión a la voluntad del Padre, pero dando muestras de que él desearía verse libre del dolor. Momentos antes de su muerte también se dirige al Padre pidiendo el perdón de sus verdugos. Y encomienda su espíritu en manos de su Abbá (Lc 23,46), pero no deja deja de preguntarle las causas de su aparente abandono (Mc 15,34).

Jesús no sólo hablaba del Padre, sino que vivía enteramente como hijo: con confianza plena, obediencia total, agradecimiento y piedad. “Te doy gracias, Padre”, rezaba lleno de emoción y alegría. En la casa de mi Padre, Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Lo que Tú quieras. Si es posible, Padre… Jesús hablaba siempre con emoción del Padre (Jn 20,17):

• De las manos del Padre, fuertes y acogedoras, que crean y sacan del abismo ( Jn 10,29; Lc 23,46)
• De la mirada del Padre, que ve en lo secreto ( Mt 6,4.6)
• De Las palabras del Padre, que son explicaciones de la Palabra ( Jn 8,35; 12,49-50; 14,24…)
• Del trabajo y las obras del Padre, que siempre son de amor ( Jn 5,17. 19-20)
• De la voluntad del Padre, que es su alimento ( Jn 4,34; Mt 6,9; 26,42…)
• Del amor del Padre, que es inmenso y misericordioso (Lc 15,11-32)
• De la gloria del Padre, que es el Espíritu (Jn 17,5).
Dios es amor, Padre y está siempre presente, camina con nosotros y está muy dentro de nosotros. Él da sentido a nuestra existencia. Esto lo explica muy bien la siguiente anécdota.
Preguntaba una profesora a sus alumnos que cómo sabían que Dios existe, si nunca lo habían visto.
Un niño muy tímido, levantó la mano y dijo:
- Mi madre me dijo que Dios es como el azúcar en mi leche que ella
prepara todas las mañanas. Yo no veo el azúcar que está dentro de la taza en medio de la leche, pero si ella me lo saca, queda sin sabor. Dios existe, y está siempre en el medio de nosotros, solo que no lo vemos. Pero si él no está, nuestra vida queda sin sabor.

12 de mayo 2015 Martes VI Pascua Hch 16, 22-34

Pablo y Silas son maltratados y encarcelados, pero lejos de desanimarse, dentro mismo de la prisión «Pablo y Silas oraban y cantaban himnos y los presos se les escuchaban". Un evento muy fuerte, el libro de los Hechos de los Apóstoles habla «de un gran terremoto» abrió las puertas de la prisión y el carcelero pensando que habían escapado se quería quitar la vida. La intervención de Paz le abre las puertas de la práctica de la fe cuando le dice: «Creed en Jesús el Señor, tú y toda tu familia, y serás salvo». A lo largo de los Hechos de los Apóstoles son constantes los testimonios de conversión, gracias a la intervención decidida de Paz y de sus acompañantes. Hoy en día que debería tener nuestro testimonio para tener una eficacia similar a la predicación de Pablo? Señor, que mi cara transmita serenidad; mi gesto, joya; mi palabra convencimiento; mi cuerpo, humildad; mi vida, felicidad.

Las gracias siempre a Dios
Acordémonos en cada momento de dar gracias a nuestro Padre, siempre hay cosas por las cuales debemos agradecer

Analizando la carta Apostólica de Juan Pablo II “Mane Domiscum Domine” en el año de la Eucaristía expresa algo muy trascendental en el mundo de hoy día, dice “En nuestra cultura secularizada se respira el olvido de Dios y se cultiva la vana autosuficiencia del hombre”.Que palabras tan llenas de profundidad y realidad, y es así mayormente , hoy día  el hombre o se olvida de Dios o se acuerda de Él solamente en los momentos de angustia. Las  gracias se las damos casi siempre  a otras personas, incluso a nosotros mismos. ¡Que mal agradecido somos! Debemos estar agradecido por todo, Dios nos ama tanto que desde la Creación del mundo nos adorno el Cielo de estrellas y aves, de mares y peces y le dio al hombre todo lo que se mueve y tiene vida (Gen 9,3). Por eso acordémonos en cada momento de darle las gracias a nuestro Padre, porque tenemos los brazos abiertos cuando hay muchos que los tienen mutilados, cuando nuestros ojos pueden ver y hay quienes no pueden ver luz, cuando nuestra vos canta cuando hay tantos que enmudecen, cuando nuestras manos trabajan cuando hay quienes mendigan, cuando sonreímos cuando hay quienes odian, cuando vivimos cuando hay quienes agonizan, es decir hay infinidad de cosas por la cual debemos dar las gracias.

Les quiero contar una parábola del encuentro de Pedro el Apóstol de Jesús y un alma que recién llegaba al cielo. “Un alma  recién llegada al cielo se encontró con San Pedro, el Santo lo llevo en un recorrido por cielo, ambos caminaron paso a paso hasta llegar a talleres grandes, llenos con ángeles, San Pedro se detuvo en una sección y le dijo al alma “Este es la sección de recibo, aquí todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. Él alma miró  la sección y vio que estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas que llegan de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección  y San Pedro le dijo que  era la sección de empaque y entrega  en donde las gracias y bendiciones que la gente pide son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron. El alma vio cuan ocupado estaban los ángeles en esta sección. Finalmente en la esquina mas lejana se detuvieron en la ultima sección, para sorpresa del alma, solo un ángel permanecía en ella, ocioso haciendo poca cosa, era la sección de agradecimiento, sin embargo el alma le Pregunto a San Pedro  ¿como es que hay tan poco trabajo aquí? San Pedro le respondió “Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”.

¿Cómo uno le agradece las bendiciones a Dios? Pregunto el alma y San Pedro le dijo “Es simple solo tienes que decir, gracias Señor”.

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