«Entonces ¿quién puede salvarse?»
- 25 Mayo 2015
- 25 Mayo 2015
- 25 Mayo 2015
¡Venga tu Espíritu Santo!
Pentecostés, amor hecho justicia
Así lo supo el "beato" Óscar Romero, mártir/testigo del Espíritu de Dios
Xabier Pikaza, 24 de mayo de 2015 a las 09:25
Amor de Dios en nosotros, eso es su Espíritu. Dejar que nos "invada" y transforme, en libertad y gozo para os demás: eso es Pentecostés
Espíritu Santo es el don (el regalo) más grande de Jesús, que ha muerto para así darnos a Dios, de manera que hoy, Pentecostés, Cincuenta Días de Pascua, podemos decir que Dios es nuestro.
Lógicamente, allí donde el texto oficial del Padrenuestro dice: Venga tu Reino, muchos manuscritos antiguos interpretan y leen: ¡Venga tu Espíritu!, el mismo Dios-Amor que se expresa en el pan nuestro de cada día, el perdón de las deudas y a la vida perdurable.
-- Amor de Dios en nosotros, eso es su Espíritu. Dejar que nos "invada" y transforme, en libertad y gozo para os demás: eso es Pentecostés.
Así lo supo el "beato" Óscar Romero, mártir/testigo del Espíritu de Dios,que levanta su mano derecho en signo de presencia, mientras una niña de la iglesia/humanidad lleva en su mano la Paloma del Espíritu, como la Virgen María (Imagen de Maximino Cerezo).
Evangelio según San Marcos 10,17-27.
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía sobre el deudor de diez mil talentos, 3; PG 51, 21
«Entonces ¿quién puede salvarse?»
Jesús, contestando a la pregunta que le había hecho un hombre rico, reveló como se puede llegar a la vida eterna. Pero es la idea de tener que abandonar sus riquezas lo que hizo que este hombre se quedara triste y se marchara. Entonces Jesús dijo: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios». A su vez, Pedro, que se había despojado de todo renunciando a su oficio y a su barca, que no poseía ni tan solo un anzuelo, se acerca a Jesús y le pregunta: «Entonces ¿quién puede salvarse?»
Fíjate al mismo tiempo en la reserva y en el celo de este discípulo. No ha dicho: «Mandas lo imposible, este mandamiento es demasiado difícil, esta ley es demasiado exigente». Tampoco se queda callado. Sino que, sin faltar al respeto y mostrando cuán atento estaba hacia los demás, dijo: «Entonces ¿quién puede salvarse?» Es porque incluso antes ya de ser pastor tenía alma de éste; ya antes de estar investido de autoridad..., se preocupaba del mundo entero. Un hombre rico, probablemente habría preguntado lo mismo pero por interés, preocupado por su situación personal y sin pensar en los otros. Pero Pedro, que era pobre, no puede ser sospechoso de haber hecho esta pregunta por semejantes motivos. Ello es señal de que se preocupaba por la salvación de los demás, y que deseaba aprender de su Maestro tal como se debe.
De aquí la respuesta alentadora de Cristo: «Es imposible para los hombres, no para Dios».
Lo cual quiere decir: «No penséis que yo os abandono. Yo mismo os asistiré en las cuestiones importantes, y haré que sea fácil y sencillo lo que es difícil».
25 de mayo 2015 Lunes VIII Sir 17, 20-28
No te olvides de eso que te dice: "Dios no encuentra gusto en ninguno de los que se pierden en este mundo, sino en los que viven y le dan gracias." Señor, quiero ser de tu gusto, que sepa vivir con autenticidad y así aprenda a darte gracias.
San Gregorio VII
Papa ( 1020-1085 ) Nació Hildebrando en Soana, provincia de Siena, hacia el 1020, de una familia pobre. Creció en la ciencia y en la virtud en el monasterio de Santa María, en el Aventino (Roma). Legado de los papas durante cinco pontificados, dedicó buena parte de su vida en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica. Era solo diácono cuando fue elegido Papa. Ordenado sacerdote y consagrado obispo de Roma en el 1073, se llamó Gregorio VII. Empleó el resto de su existencia luchando principalmente contra las investiduras y la simonía para lograr la independencia de la Iglesia frente al poder civil. Tuvo su mayor obstáculo en las relaciones con el emperador Enrique IV. Murió desterrado en Salerno en el 1085, habiendo dado un impulso decisivo a la reforma de la Iglesia que lleva su nombre.
Oremos: Concede, Señor, a tu Iglesia el espíritu de fortaleza y el celo por la justicia con que hiciste brillar la vida del Papa San Gregorio séptimo, para que, rechazando siempre todo compromiso con el mal, trabajemos, con libertad plena, por el bien y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
"El apego nos da tristeza y nos hace estériles"
Francisco: "La riqueza que no se comparte genera corrupción"
El Papa pide que la posesión "sirva al bien común"
Redacción, 25 de mayo de 2015 a las 12:05
Corrupción
El apego a las riquezas es el comienzo de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, incluso la pequeña corrupción comercial de aquellos que trucan la balanza quitándole 500 gr al peso justo...
(RV).- Si se tienen riquezas hay que encontrar la forma de que sirvan al "bien común". Una abundancia de bienes vivida de forma egoísta es "triste", quita "la esperanza" y es el comienzo de "todo tipo de corrupción", grande o pequeña. Así lo ha dicho Papa Francisco en la homilía de la misa de la mañana de este lunes 25 de mayo, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta del Vaticano.
El camello y el ojo de la aguja, o cómo "el entusiasmo" por Cristo se puede transformar en pocos instantes en "tristeza y encerrarse en sí mismo": la escena que Papa Francisco ha comentado en la homilía es una de las más famosas del Evangelio.
El joven rico que se encuentra con Jesús, y quiere seguirlo, le asegura que cumple los mandamientos siempre, pero después se entristece y cambia de actitud cuando el Maestro le comunica el último paso que tiene que dar antes de unirse a Él, lo último que le falta: vender los bienes y darlos a los pobres y después seguirle. De repente, "la alegría y la esperanza" desaparecen en el joven rico, porque él no quiere renunciar a sus riquezas.
"El apego a las riquezas es el comienzo de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, incluso la pequeña corrupción comercial de aquellos que trucan la balanza quitándole 500 gr al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación... ¿por qué? Porque aquellos que viven aferrados al propio poder, a las propias riquezas, se creen en el Paraíso. Están encerrados, se les ha cerrado el horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejarlo todo".
"Hay un misterio en la posesión de riquezas", observó Papa Francisco. "Las riquezas tienen la capacidad de seducir , de llevarnos a una seducción, de hacernos creer que vivimos en un paraíso terrenal". Sin embargo, afirmó el Papa, ese paraíso es un lugar sin "horizonte", parecido al barrio que Francisco recuerda haber visitado en los años '70, habitado por gente adinerada que había construido un muro que lo rodeaba para defenderse de los ladrones.
"Y vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos da tristeza y nos hace estériles. Digo "apego", no digo "administrar bien las riquezas", porque las riquezas son para el bien común, para todos. Si el Señor a una persona le da riquezas es para que las ponga al servicio de los demás, no para sí mismo, no para que las encierre en su corazón, porque con esto se vuelve triste y un corrupto". Abrir la mano y el horizonte. Las riquezas sin generosidad, insistió el Papa Francisco, "nos hacen creer que somos poderosos, como Dios. Y al final, nos quitan lo mejor, la esperanza". Pero Jesús, concluyó, indica en el Evangelio cuál es la forma justa de vivir en abundancia de bienes:
"La primera Bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu", es decir, despojarse de este apego y hacer que las riquezas que el Señor le ha dado a uno sean para el bien común, es la única manera: abrir la mano, abrir el corazón, abrir el horizonte... pero si tienes la mano cerrada, tienes el corazón cerrado como ese hombre que celebraba banquetes y que vestía prendas lujosas, no tienes horizonte, no ves a los demás que pasan necesidades y terminarás como ese hombre, lejos de Dios".
El joven rico se marchó entristecido
Marcos 10, 17-27. Tiempo Ordinario. El joven se fue triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo.
Oración introductoria
Dios mío, hoy como a lo largo de toda la historia de la humanidad, sigues llamando hombres a servirte. Tú quieres acercarnos a la verdadera riqueza, capaz de dar la plena felicidad. Guíame y dame tu gracia para ser generoso. Te pido en esta meditación por todas las vocaciones, especialmente por aquellos que están en discernimiento. Ábreles el corazón para que no se apeguen a los bienes terrenales y dales la gracia especial de sentir la mirada amorosa de tu Hijo, para que respondan con generosidad al "¡Ven y sígueme!".
Petición
¡Señor, que la única riqueza de mi vida entera seas tú!
Meditación del Papa Francisco
Una vez les pregunté: ¿Dónde está su tesoro? ¿En qué descansa su corazón? (cf. Entrevista con algunos jóvenes de Bélgica, 31 marzo 2014). Sí, nuestros corazones pueden apegarse a tesoros verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles.
El bien más precioso que podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Lo creen así de verdad? ¿Son conscientes del valor inestimable que tienen a los ojos de Dios? ¿Saben que Él los valora y los ama incondicionalmente? Cuando esta convicción desaparece, el ser humano se convierte en un enigma incomprensible, porque precisamente lo que da sentido a nuestra vida es sabernos amados incondicionalmente por Dios. ¿Recuerdan el diálogo de Jesús con el joven rico? El evangelista Marcos dice que Jesús lo miró con cariño, y después lo invitó a seguirle para encontrar el verdadero tesoro. Les deseo, queridos jóvenes, que esta mirada de Cristo, llena de amor, les acompañe durante toda su vida.» (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).
Reflexión
Hoy, como a lo largo de la historia de la humanidad, el hombre tiene deseos de felicidad, de encontrar la vida verdadera. En lo profundo del corazón, nos damos cuenta de que no basta con realizar lo que todos hacen sino que es necesario corresponder a la grandeza de lo que hemos recibido. Pensemos en cuántas veces Cristo ha salido al paso de nuestras vidas para poder corresponderle con generosidad.
El Maestro, en este pasaje, mira con amor al joven. No es difícil sentir la mirada amorosa de Cristo. Es necesario dejar que sus ojos penetren hasta lo más profundo del alma. Sólo de esa manera se le puede corresponder. Por el contrario, se le daría una respuesta incapaz de durar en el tiempo, sin profundizar en las consecuencias positivas que trae el responderle a Dios con generosidad.
El joven se fue triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo. Pensaba que tenía que elegir: Cristo o sus cosas. Pero ya antes Cristo lo había elegido con su mirada amorosa. Imaginemos lo que Cristo proyectó para su vida. Quizás, habría sido uno de los discípulos, pero prefirió sus planes y hoy no sabemos ni siquiera el nombre de aquel joven. Cristo respeta nuestra libertad, escucha nuestros planes, nos mira con amor, nos invita finalmente a seguirlo, pero nos fuerza en absoluto. Él espera nuestra respuesta.
El Señor sigue pasando a lo largo del camino y no se cansa de invitar. Quiere nuestra felicidad. Le entristecen nuestras preferencias por las riquezas y apegos a los bienes materiales.
Ayudemos a los demás a centrarse en Cristo, no en lo material y caduco que nos ofrece el mundo.
Propósito
Analizar mi vida para ver si hay algo que vale más que Dios. En mi oración personal le pediré a Cristo la gracia de aceptar si voluntad en mi vida y de darle el primer lugar.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, gracias porque te has dignado mirarme con amor. Hay muchas personas que no te conocen y tú has querido que yo naciera en el seno de una familia cristiana. Gracias porque me has mirado con amor a lo largo de toda mi vida. Guíame y enséñame a mantenerme fiel hasta la muerte para no alejarme de ti jamás con la mirada triste, sino que permanezca a tu lado hasta poseerte completamente en el cielo.
"Las renuncias son posibles y, al final, son incluso bellas si tienen un porqué y si este porqué justifica también la dificultad de la renuncia"
Benedicto XVI, Discurso en la Plaza de San Pedro, 25 de marzo de 2010)
Volver a lo esencial: Cristo
Necesitamos urgentemente volver a lo esencial. Y lo esencial está en el sentido auténtico de la vida humana, en su destino eterno
Un escritor francés del siglo XX, Jean Guitton, publicó un libro titulado, en su traducción castellano, “Silencio sobre lo esencial”. El título ya dice mucho y sirve para pensar. ¿No ocurre que a veces olvidamos lo esencial?
Porque si nos preocupamos más del fútbol, o de cómo aderezar la comida, o de los caprichos que llegan y pasan, o de las últimas fotos a subir a Internet, o de un juego electrónico, o de lo que dicen los chismes... es que hemos perdido el norte y dejamos de lado lo esencial.
Necesitamos urgentemente volver a lo esencial. Y lo esencial está en el sentido auténtico de la vida humana, en su destino eterno, en el mensaje que trajo Jesús el Cristo, en la verdad que ilumina el presente y nos lleva a lo eterno.
Lo esencial no coincide, por lo tanto, ni con las modas, ni con los caprichos, ni con las presiones de familiares y amigos. Lo esencial está en el mensaje cristiano, que arranca de un hecho extraordinario: Cristo se encarnó, nació, predicó, hizo milagros, padeció, murió y resucitó por nosotros.
Al volver a lo esencial, reordenamos la propia existencia. Damos su importancia a los sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Penitencia. Decidimos orar en algún momento durante el día. Leemos la Biblia, especialmente el Evangelio.
También ordenamos la vida cotidiana. Esa vida que implica arrepentimiento, romper con el pecado en todas sus formas, y cambiar (convertirnos). Esa vida que reconoce el primer mandamiento y el que le es semejante: “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. (...) Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,30‑31).
El mundo moderno, y todos los que creemos ser católicos, necesitamos romper el silencio sobre lo esencial. Sólo así nuestra vida tendrá su sentido completo y bueno.
Entonces dejaremos de vivir “a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error” (Ef 4,14); y diremos, con los labios y el corazón, lo único realmente importante, lo esencial: “Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,11).