La mies es mucha, pero los trabajadores pocos

El Papa, en la misa de Quito

"Los más pobres no pierden su dignidad a pesar de que se la golpean todos los días"
El Papa proclama en Quito: "Nuestra fe siempre es revolucionaria"
Dice que la independencia de América fue un grito por "estar siendo exprimidos y saqueados"

José Manuel Vidal, 07 de julio de 2015 a las 18:25

(José M. Vidal).- Segunda celebración multitudinaria del Papa en Ecuador. Tras Guayaquil, la bella Quito. El parque de Bicentenario se llenó con más de un millón de personas. El Papa Francisco recordó el "grito de la independencia" latinoamericana que resuena en este lugar y aseguró que la fe "siempre es revolucionaria". Con la revolución del amor hacia los más pobres que, no por serlo, pierden su dignidad.

En la espera, suena el himno de la visita:"Bienvenido, Santo Padre,mensajero del Señor...". Y las recomendaciones, para hidratarse adecuadamente y protegerse del sol. Vivas al Papa, mientras la speaker asegura que "este Papa vino a revolucionar la Iglesia y el mundo".

En buena forma, a pesar de los rumores que sus "enemigos" lanzaron ayer sobre su estado de salud, Francisco, antes de la misa, se sube al papamóvil y recorre los pasillos de esta enorme esplanada. Saludando, bendiciendo.

Sonriente, como siempre, Francisco se sube al papamóvil y comienza su recorrido, entre gritos de "te queremos". A su paso, echan al Papa pétalos de rosas.

El altar más sobrio y sencillo que el de Guayaquil. Aquí, el arzobispo de Quito es franciscano, aunque tiene un palacio digno de un príncipe. Más de 2.500 curas concelebran con el Papa.

El escenario del altar adornado con miles de rosas ecuatorianas, orgullo de este país del medio del mundo. Con los colores, amarillo y blanco, del Vaticano.

El altar lo preside una gran cruz.

Entre los presentes, el presidente Correa, acompañado de su familia.

El Papa celebra con una casulla original, con motivos indígenas. UN guiño a los pueblos originarios del país. Y con su báculo de madera, hecho con los olivos de Tierra Santa. Un báculo-signo, de simple madera, sin apenas labrar. El báculo del buen pastor.

Los motivos florales del altar son espectaculares. A derecha e izquierda, los escudos de Ecuador y de la Santa Sede lucen en todo su esplendor floral. A un lado del altar, el cuadro de la Virgen de la iglesia de la Compañía de Quito.
Hay indígenas presdentes en la misa y la segunda lectura la lee uno de ellos.

Algunas frases de la homilía papal

"La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad, para que el mundo crea"
"El Bicentenario de la independencia de América fue un grito de libertad ante los poderosos de turno"
"En un contexto de envío"
"Jesús no se lamenta"
"Vivimos en un mundo lacerado por guerras y violencias"
"Difuso individualismo que nos separa"
"Grito de libertad con convicción y fuerza"
"La evangelización puede ser vehículo de unidad y de ciertas utopías"
"Mientras reaparecen diversas formas de guerras, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas y de constuir puentes y estrechar lazos y ayudarnos mutuamente"
"El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar"
"Necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles"
"Confiarse al otro es algo artesanal"
"Los más pobres no pierden su dignidad a pesar de que se la golpean todos los días"
"Evangelizar no es hacer proselitismo, caricatura de la evangelización"
"Evangelizar es atraer con nuestro testimonio a los alejados"
"Acercarse a los que sie sienten juzgados y condenados por los que se creen perfectos y puros"
"Nuestro Dios nos respeta hasta en nuestro pecado"
"Poner a la Iglesia en estado de misión"
"Nos misionamos también hacia adentro"
"La unión que pide Jesús no es uniformidad, sino la multiforme armonía que atrae"
"No a una religiosidad de elite"
"Somos hermanos"
"Este lugar recuerda un grito de libertad"
"Darse significa dejar actuar en uno mismo toda la potencia del amor"
"Nuestra fe siempre es revolucionaria"

Texto íntegro de la homilía del Papa
La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.

Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque del Bicentenario». El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, «sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium, 213).

Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii gaudium 1). Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Evangelii gaudium 14).

«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor experimenta en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad.

A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le falto convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.

Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y eso gritamos. Ya dije: «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos "mutuamente a llevar las cargas"» (Evangelii gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica.

Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113).

La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera... nos misionamos hacia adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida 370).

Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19). La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; Jesús nos consagra para suscitar un encuentro personal con Él, que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora (Cf. Evangelii gaudium 78).

La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii gaudium 117).

La inmensa riqueza de lo variado, lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel jueves santo, nos aleja de la tentación de propuestas más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos. Tampoco es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos «coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte del «nosotros» divino.

Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, el mismo fuego que atrae. ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!
Que lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose uno mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución -porque nuestra fe siempre es revolucionaria-, ése es nuestro más profundo y constante grito.

Fermín, Santo
Obispo y Mártir, 7 de julio

Fuente: Catholic.net 

Siglo IV

Martirologio Romano: San Fermín, obispo de Pamplona. El obispo de Tolosa San Saturnino le envió a predicar el Evangelio a Pamplona, le consagró por su primer obispo y, vuelto después de algunos años a las Galias, predicó el Evangelio en el norte de Francia, muriendo en Amiéns, s. II.

Etimológicamente: Fermín = Aquel que es constante, firme, recio, valeroso y sólido, es de origen latino.

Breve Biografía

Este Santo es el famoso patrono de las "Corridas de San Fermín" en España.

San Fermín de Amiens, nacio en Pamplona alrededor del año 272, murió en Amiens el 25 de septiembre de 303 fue un misionero cristiano, primer obispo de Amiens, cuya iglesia construyó. Fue decapitado cuando tenía unos 31 años. Es patrón de Amiens, Lesaca, y co-patrón de Navarra junto con San Francisco Javier.

Según la leyenda, nació en Pompaelo (la actual Pamplona), hijo de un senador pagano de nombre Firmo, un alto funcionario de la administración romana que gobernó Pamplona en el siglo III. La predicación de san Honesto, quien había marchado a la península tras ser milagrosamente liberado de su prisión en Carcassonne, conmovió a sus padres, quienes sin embargo no se convirtieron hasta oír a san Saturnino de Toulose. El santo habría bautizado a Fermín y a sus padres en el lugar que hoy se llama popularmente pocico de San Cernin.

Bajo la tutela de Honesto el joven Fermín aprendió la religión y el arte de la prédica. A los 18 años fue enviado a Tolosa, donde sería ordenado. Tras predicar en Navarra, marchó a Francia, donde se asentó en Amiens. Habiendo organizado la construcción de la iglesia local, fue nombrado obispo a los 24 años. La oposición oficial a la doctrina cristiana le granjeó la cárcel, donde, tras negarse a cesar su prédica, fue decapitado.

En 1186 el obispo Pedro de París llevó de Amiens a Pamplona una reliquia de la cabeza de Fermín.

Actualmente su santoral se celebra el 7 de julio. En Pamplona se conmemora con unas fiestas de fama internacional, los Sanfermines, en las que destacan los encierros de toros.

Es además patrono de las cofradías de boteros, vinateros y panaderos.

La mies es mucha, pero los trabajadores pocos

Tiempo Ordinario

Mateo 9, 32-38. Tiempo Ordinario. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí.


Por: H. Luis Fernando Hernández | Fuente: Catholic.net 

Reflexiones del Evangelio. 14a. Semana del Tiempo Ordinario
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38

En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies».

Oración introductoria 
Tú sabes, Jesús, lo que tengo en mi corazón. Te pido que me ayudes a acudir con un corazón abierto a ti. Soy también yo una de tus ovejas, ten compasión de mí. Dispón mi corazón para hacer esta meditación contigo.

Petición
Jesús, sé mi pastor y danos sacerdotes según tu corazón.

Meditación del Papa Francisco
Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra - ¡una palabra que daba esperanza! Las palabras de Jesús dan siempre esperanza. Y también para tocar incluso sólo un borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes cansadas y agobiadas como ovejas sin pastor y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para curar a muchos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: “Venid a mí”, y les promete alivio y consuelo.

Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia. La indiferencia: ¡cuánto mal hace a los necesitados la indiferencia humana! Y peor, ¡la indiferencia de los cristianos!  (Homilía de S.S. Francisco, 13de julio de 2014).

Reflexión
Jesús, visto sin prejuicios, se nos presenta bondadoso y amable. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas. Las ovejas son blancas, dóciles y mansas. Por algo decimos "manso como un cordero...". Jesús ve en nosotros ovejas, no por considerarnos inferiores, sino porque Él se considera nuestro pastor. El Señor es mi pastor, nada me falta (salmo 22).

La relación entre un pastor y sus ovejas es muy singular: no deja de vigilarlas, sabe cuántas tiene, las conoce a todas. Jesús recorría todas las ciudades en su tiempo. Ahora lo sigue haciendo: recorre todos los lugares de nuestra vida y nuestra alma. Nos enseña en nuestro interior. Proclama en nuestros corazones la Buena Nueva y cura nuestras enfermedades.

A la oveja, a mí, corresponde dejar entrar a Jesús; he de ser dócil, si quiero aprender de sus palabras. Cuando leo el Evangelio, lo escucho a Él. Cuando me confieso, Él sana mis males.
Tenemos que pedir por los trabajadores, pues son pocos. Es algo que nos pide Jesús en este evangelio: que no dejemos de rogar por las vocaciones.

Jesús es el Buen Pastor. ¿Cuántas veces tengo necesidad del Buen Pastor? Los sacerdotes son los pastores que ayudan a Cristo a cuidar su rebaño. ¿Cuántas personas tenemos necesidad de los pastores que ayudan al Buen Pastor?

Dado que Cristo nos dice que pidamos al dueño de la mies por las vocaciones, hemos de tomar muy en serio esta petición.

Propósito 
Invitaré a una persona o amigo a rezar un padrenuestro y avemaría por las vocaciones.

Dialogo con Cristo 
Jesús, mi Buen Pastor, te agradezco todos los cuidados que tienes para conmigo. No soy digno de ser tu oveja, pero, dado que lo soy, nunca te apartes de mí. Soy débil y sé que lo soy, por eso, nunca permitas que me aleje de ti, que nunca me aleje de tu rebaño.
Además, Jesús, te pido aquello que tú me pides: danos sacerdotes santos según tu corazón.


«Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.»

De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios

(Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)

Papa Francisco: Lo mejor para la familia está por venir, aunque todo parezca derrumbarse

5 “susurros esperanzadores” de Francisco para los desesperados y desamorados de las familias

“El mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir”, dijo el Papa Francisco en su segundo día en Ecuador. 
 
Después de su visita al Santuario del Divino Amor, el Papa Francisco presidió una misa especial sobre la familia en el Parque de Los Samanes de Guayaquil (Ecuador) este lunes 6 de julio en el marco de su noveno viaje apostólico en América Latina y su primera etapa en tierras ecuatorianas. 
 
1. La familia no descarta a nadie y allí nadie se siente inútil 
 
“Hay un detalle que nos debe hacer pensar. El vino nuevo de las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado... «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). En la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil”, enunció el Papa. 
 
El Pontífice recalcó así su preocupación por la familia.  De hecho el primer gran anuncio de su pontificado ha sido la convocación de un Sínodo dedicado a las familias, que este año tendrá lugar en octubre, poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia. 
 
2. Dios purifica y hace milagros inesperados en la familia 
 
“La Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia debe afrontar en nuestros días”. 
 
De esta manera, invitó a los fieles a “intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, como el agua de las tinajas, nos escandalice o espanta, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro”.
 
3. El gozo de vivir en familia es el milagro 
 
“La familia es el milagro necesita de este milagro” . Una homilía llena de anhelo porque – sostuvo-  “todo comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje”, en referencia a la Virgen María.
 
En este sentido, subió aún más el aire esperanzador de las palabras del Pontífice indicando que aún “está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse en el amor, hay que arriesgarse a amar”, dijo.
 
4. No hay crisis económica, estadísticas o catastrofistas que valgan… amor 
 
Así continuó: “Y está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Murmúrenlo hasta creérseloel mejor vino está por venir, y susúrrenselo cada uno en su corazón y  susúrrenselo a los desesperados o los desamorados. Tened paciencia, haced como María reza, actúa y abrí tu corazón porque el mejor de los vinos va a venir…”. 

5. Dios regala su mejor vino a los que sienten que lo han perdido todo 
 
“Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas”
 
Por último, el Papa invitó a seguir a María para que “hagamos «lo que él nos diga» y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser familia. El gozo de vivir en familia. ¡Que así sea!”. 

“Rezo por las familias de cada uno de ustedes y hagan como María. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Hasta la vuelta”, dijo al final de la misa. 

- Aeteia

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