«Todo lo ha hecho bien»

El Papa en el Angelus

"El Evangelio nos llama a dar una esperanza concreta, no solamente pedirles valor y paciencia"
Francisco pide a obispos, parroquias, monasterios y santuarios de Europa que acojan a una familia de refugiados

El Papa pide a Venezuela y Colombia a "superar las actuales dificultades" en la frontera

Jesús Bastante, 06 de septiembre de 2015 a las 12:17

Muchas veces creamos tantas islas inaccesibles e inhabitables", incapaces de apertura recíproca "en la pareja cerrada, en la familia cerrada, en el grupo cerrado, en la parroquia cerrada, en la patria cerrada, y esto no es de Dios"

(Jesús Bastante).- Porque "la misericordia es el segundo nombre del amor", el Papa Francisoc pidió "un gesto concreto" durante el rezo del Angelus de hoy. "Que cada parrroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada monasterio de Europa, acoja a una familia de prófugos, comenzando por mi diócesis de Roma", señaló el Papa, quien también pidió lo propio a "mis hermanos obispos de Europa". Decenas de miles de seres humanos huyen "de la guerra y del hambre", recordó el Papa, quien señaló que "la esperanza cristiana es combativa". "Frente a la tragedia de decenas de miles de prófugos, que huyen de la muerte por la guerra y por el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama, nos pide ser prójimos de los más pequeños y abandonados, a darles una esperanza concreta, no solamente pedirles valor y paciencia", sostuvo el pontífice, que apunta esta acción como preludio al Jubileo de la Misericordia.

La petición del Papa supondrá que la gran mayoría de los refugiados que han llegado en las últimas semanas a Europa puedan ser acogidos en instituciones de la Iglesia. En esta ocasión, la respuesta de la Iglesia ha sido rotunda: de acogida y misericordia. Las dos parroquias del Vaticano también acogerán a una familia, y no es de extrañar que el propio Francisco reciba en Santa Marta a algunos de estos hombres y mujeres. 

 Francisco también se dirigió, en español, a las autoridades de Venezuela y Colombia, que en los últimos días han visto crecer la tensión en sus fronteras. "En estos días -dijo- los obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa situación que ha creado en la frontera entre ambos países. Veo en este encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en particular a los amados pueblos venezolano y colombiano a rezar para que con un espíritu de solidaridad se puedan superar las actuales dificultades". El Pontífice también tuvo un recuerdo para el aniversario de la muerte de Madre Teresa de Calcuta y para la beatificación que tuvo lugar ayer en Gerona. Las tres religiosas "muertas por fidelidad a Cristo y a la Iglesia. No obstante las amenazas, permanecieron valientemente en su lugar para asistir a los enfermos confiando en Dios". "Que su heroico testimonio dé fuerza y esperanzas por cuantos son perseguidos hoy a causa de la fe de Cristo. Y nosotros sabemos que hay muchos", concluyó Bergoglio. Durante el Angelus, el Papa se refirió al Evangelio de Marcos en el capítulo 7, del domingo 6 de setiembre de 2015. La sordera "expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solamente las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios", explicó. Francisco afirmó que "Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre él y nosotros, y viene a nuestro encuentro... Jesús es el gran constructor de puentes. Construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre". El Sucesor en la Cátedra de Pedro dijo que "muchas veces nosotros estamos replegados en nosotros mismos y creamos tantas islas inaccesibles e inhabitables", incapaces de apertura recíproca "en la pareja cerrada, en la familia cerrada, en el grupo cerrado, en la parroquia cerrada, en la patria cerrada, y esto no es de Dios". Y el Vicario de Cristo proclamó que precisamente "en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están los gestos y esta palabra de Jesús: "¡Effatá!, ¡Abrete!". Y el milagro se realiza: Somos curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón en sí mismos, y fuimos inseridos en la gran familia de la Iglesia. Podemos ecuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado, o a quienes la han olvidado o sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo"

Onesiforo y Porfirio, Santos Mártires, 6 de septiembre

Mártires

Martirologio Romano: Conmemoración también de san Onesíforo, que sirvió muchas veces a san Pablo en Efeso y, sin sentir vergüenza por sus cadenas, llegado a Roma, se interesó solícitamente por su suerte (s. I).

Estos dos mártires, murieron en el año 80. El primero fue un fiel discípulo y colaborador de san Pablo.

Lo nombra en su carta a Timoteo: "Quiera el Señor darte la gracia al bueno de Onesíforo porque a menudo me animaba ; nunca se avergonzó de verme encadenado, pero cuando llegó a Roma, me buscó por todos sitios con gran valentía y, gracias a mí, quiso el Señor concederle la gracia de encontrar misericordia".

Y en otro versículo dice de él así: "Saluda a Prisca y Aquila y al inestimable Onesíforo".

La tradición añade que Onesíforo siguió los pasos de san Pablo a España y volvió al Este, en donde fue martirizado durante el reinado de Domiciano en Helesponto, atado a caballos salvajes.

Porfirio, un fiel amigo del primero, compartió su trabajo y el mismo martirio.

El Señor estuvo cerca de ellos para darles el valor de anunciar su Evangelio y ser colaboradores de un gran apóstol del Evangelio.

Curar nuestra sordera

Los profetas de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd».

En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser leídas como «relatos de conversión» que nos invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar esta conversión en las comunidades cristianas.

·El sordo vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a Jesús dejándose curar por él.

·La curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo nace y crece en esa relación con él.

·Jesús trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive sordo a Jesús y a su Evangelio: «Ábrete».

Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos puede curar.

23 Tiempo Ordinario – B  (Marcos 7,31-37) 06 de septiembre 2015 José Antonio Pagola



Francisco, con las comunidades parroquiales

El Papa anima a las comunidades a "acoger a todos sin juzgar a nadie"
Francisco: "La Iglesia es la casa paterna en donde hay lugar para cada uno con su vida fatigosa"

Bergoglio invita a "convivir con la gente con sencillez y recibir a todos"

Redacción, 05 de septiembre de 2015 a las 16:25

La evangelización siente fuerte la exigencia de acoger, porque es una de las primeras señales de la comunión que somos llamados a testimoniar por haber encontrado a Cristo en nuestra vida

(RV).- Acoger a todos "sin juzgar a nadie"porque la Iglesia es "casa paterna" abierta a "buenos y malos". "Hay lugar para todos". Con estas palabras el Papa Francisco se dirigió en la mañana de este sábado, en el Aula Pablo VI, a 5 mil miembros de lasCélulas Parroquiales de Evangelización, organismo internacional nacido en Italia en la segunda mitad de los años '80 gracias a la obra de don Piergiorgio Perini, sacerdote milanés.

En su discurso, el Obispo de Roma manifestó su alegría por compartir con ellos esta jornada de oración y reflexión, con la que celebran "el reconocimiento oficial que la iglesia les ha ofrecido con la aprobación definitiva de su Estatuto". "No se olviden que los estatutos ayudan a ir por el camino pero lo que hace a la obra es el carisma", recordó el Papa.

Tras dirigir palabras de agradecimiento al presidente Don Piergiorgio Perini, reconociendo el celo pastoral con el que ha trabajado, tratando de ser dócil al Espíritu Santo, Francisco recordó a los presentes que tienen la vocación de ser como "un germen mediante el cual la comunidad parroquial se interroga sobre su ser misionera".

"Este deseo misionero - aseguró - necesita sobre todo de la escucha de la voz del Espíritu Santo que continúa a hablar a su iglesia y la empuja a recorrer caminos a veces todavía desconocidos pero decisivos para el camino de la evangelización. Permanecer siempre abiertos a esta escucha y cuidar que no se agote nunca por el cansancio o las dificultades del momento es la condición para ser fieles a la palabra del Señor".

"Con su trabajo cotidiano ustedes ayudan a la comunidad parroquial a transformarse en una familia en la cual se encuentra la rica y multiforme realidad de la Iglesia", prosiguió el Santo Padre y recordó que encontrarse en las casas para compartir las alegrías y las esperas presentes en el corazón de cada persona "es una experiencia genuina de evangelización que se asemeja mucho a lo que sucedía en los primeros tiempos de la Iglesia".

"Ustedes células desean hacer propio este estilo de vida comunitaria capaz de acoger a todos sin juzgar a nadie", recalcó. "Nuestro juez es el Señor - agregó espontáneamente - y si te viene a la boca decir una palabra de juicio sobre uno u otro, cierra la boca". Y recordó el consejo del Señor: "no juzguen y no serán juzgados". "Convivir con la gente con sencillez, recibir a todos - invitó Francisco - "para ofrecer la experiencia de la presencia de Dios y del amor de los hermanos". El Pontífice los alentó luego a hacer de la Eucaristía el corazón de su misión de evangelización "para que cada Célula sea una comunidad eucarística en donde partir el pan equivale a reconocer la real presencia de Jesús en medio de nosotros". Aquí - explicó - encontrarán siempre la fuerza para proponer la belleza de la fe porque en la Eucaristía tenemos experiencia del amor que no conoce límites y damos signo concreto que la Iglesia es la casa paterna en donde hay lugar para cada uno con su vida fatigosa".

Finalmente, el Papa Francisco saludó a los presentes con el deseo de que puedan siempre dar testimonio de la ternura de Dios Padre y de su cercanía a cada uno, sobre todo, a quien es más débil y solo.

XXIII DOMINGO “B” (Isa 35, 4-7a; Sal 145; Sant 2, 1-5; Mc 31-37) LLAMADOS A LA CONFIANZA

Quizá no sea tu caso, pero es muy posible que el comienzo del mes de septiembre sea para muchos el momento de reiniciar las tareas, de comenzar el curso escolar, de retornar de los días pasados en la montaña, en el medio rural, o junto al mar. En cualquier caso, a todos, en algún momento de la vida nos puede asaltar la pereza y el bloqueo ante el trabajo que tenemos por delante. De aquí que nos venga bien la lectura del profeta Isaías: “Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará».” (Isa 34, 4)

Hace poco he practicado los Ejercicios Espirituales, y en una de las meditaciones contemplaba la opción de Jesucristo de venir a nuestro lado, de ser nuestro compañero de camino. Pocas certezas hay mayores que la que nos da la afirmación bíblica sobre la fidelidad divina. El salmista nos asegura: “El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos” (Sal 145).

Ante el mensaje optimista y esperanzado que ofrece la Liturgia de la Palabra de este domingo, cabe la reacción, aparentemente honesta, de resistirse, porque uno se siente débil, pecador, pequeño. Y ante esta posible reacción, que encubre amor propio y cierta soberbia, el Apóstol Santiago argumenta: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?” (Sant 2, 5).

Déjate acompañar, perdonar, curar. Jesús abre los ojos al ciego, devuelve la capacidad auditiva al sordo, y el habla al mundo. En una frase apodíctica del Evangelio que hoy se proclama, se resume el quehacer del Señor: “Todo lo ha hecho bien” (Mc 1, 37).

Normalmente, aplicamos la Palabra a nuestra vida, pero también cabe personalizar el texto, y asumir que también nosotros estamos llamados a pasar por nuestro mundo haciendo el bien, y siendo motivo de esperanza para muchos. ¡Cuántas veces depende de nuestra actitud y del modo como nos situemos ante los acontecimientos, que los que nos rodean sientan fuerza, ánimo, alegría e ilusión!

De ti y de mi depende que en nuestros ambientes más cercanos se experimente la certeza de la Palabra, porque somos fortaleza para los débiles, y manos alargadas en servicio de quienes lo necesitan.
Todo gesto solidario, toda sonrisa que envíes, el menor acto bondadoso que podamos tener, se convierten en semilla de esperanza y en confirmación de la fidelidad de Dios, pues Él nos hace mediación suya para los más necesitados.

- Domingo 23 B

Primera: Is 35, 4-7a; Segunda: Sant 2, 1-5; Evangelio: Mc 7, 31-37

Nexo entre las lecturas
Unos de los atributos de Dios es el de liberador. Éste es el atributo especialmente señalado en los textos litúrgicos de este domingo. Dios libera a los hombres de su triste condición de desterrados y a la naturaleza de su aridez infecunda (primera lectura). Libera a los hombres de sus enfermedades del cuerpo y del espíritu: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Evangelio). Libera al cristiano de cualquier acepción de personas, porque todos, ricos o pobres, somos iguales delante de Dios (Evangelio).

Mensaje doctrinal
1. Una naturaleza libre al servicio del hombre. Dios ha creado la naturaleza, pero no se ha desentendido luego de ella. Siendo ésta el hogar del hombre, ejercita también sobre ella su providencia, a fin de que sirva al hombre. Esa providencia divina "libera" a la tierra de sus miserias, como pueden ser la sequedad y la infecundidad. Nos dice la primera lectura que "la tierra abrasada se trocará en estanque y el país árido en manantial de aguas". Dios es el Señor de la naturaleza y ejerce con libertad su dominio absoluto sobre ella para ayudar material y espiritualmente al hombre. Materialmente, haciéndola fructificar abundantemente, de modo que el hombre pueda alimentarse con sus frutos.

Espiritualmente, haciendo al hombre sentir el poder y peso de las calamidades naturales, de modo que éste se vea necesitado a elevar sus ojos al Señor de la naturaleza y a implorar su bendición. El orgullo humano, enemigo del verdadero bien del hombre, es invitado a humillarse ante estas desgracias naturales, que son para él como una plataforma para, dejando a un lado el orgullo, remontarse hasta Dios. Dejando libres por un momento los poderes destructivos de la naturaleza, Dios busca sobre todo liberar al hombre de sí mismo, que es lo que realmente cuenta.

2. Dios liberador del hombre. El hombre es un misterio de carne y espíritu. Dios manifiesta su amor al hombre ofreciéndole una liberación integral, que debe aceptar con agradecimiento y sencillo corazón. Libera su carne de la enfermedad. Lo hace directamente, cuando así resulta necesario para el bien del hombre, como consta por tantos enfermos milagrosamente curados. Lo hace indirectamente, mediante el poder que ha dado a los hombres para estudiar el cuerpo humano, conocer sus enfermedades y curarlas. El evangelio de hoy narra la curación de un sordomudo por parte de Jesús. Pero Dios también interviene sobre el hombre para curar su espíritu. Lo cura de las enfermedades psíquicas, lo libera del poder del demonio y del pecado, lo robustece por obra del Espíritu ante las tentaciones y las inclinaciones al mal. ¿Cuándo y cómo actúa el Dios liberador del hombre? Son preguntas para las que sólo Dios tiene la respuesta; evidentemente una respuesta segura y en beneficio del hombre. Pero lo más importante es que los hombres tengamos la conciencia clara y la plena seguridad de que Dios ama y quiere el bien del hombre. Importante es también que seamos humildes y acudamos a Dios con sencillez para pedirle: "Señor, líbrame de toda enfermedad; líbrame, sobre todo, de mí mismo para que mi vida sea un canto de alabanza a tu santo nombre". Aquí encaja perfectamente la exhortación de Santiago en la segunda lectura: "No mezcléis con la acepción de personas la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado". El creyente, liberado de sí mismo por el bautismo y la eucaristía, no puede volver a la esclavitud del pasado. Sería como contravenir la liberación de Dios.

Sugerencias pastorales

1. Todo lo ha hecho bien. Con estas palabras reaccionó la multitud cuando se dio cuenta de que Jesús había curado al sordomudo. Son muchos, por lo demás, los textos evangélicos que relatan las obras buenas de Jesús en favor del hombre. De modo que san Pedro dirá de Jesús, en uno de sus discursos a los primeros cristianos, que "pasó haciendo el bien". Juan Pablo II nos dice que "la caridad de los cristianos es la prolongación de la presencia de Cristo que se da a sí mismo". Sí, Cristo desea seguir haciendo el bien entre nosotros y en nuestros días mediante los cristianos. Cristo desea seguir liberando al hombre de las necesidades materiales, de las enfermedades, de las calamidades naturales, de los males espirituales mediante los cristianos. De verdad que es hermoso constatar la generosidad de tantos millones de cristianos para socorrer en cualquier parte del mundo a los más necesitados. De verdad que Cristo debe estar contento porque puede continuar haciendo el bien en la historia de los hombres mediante los cristianos. Al mismo tiempo, como creyentes cristianos, hemos de hacernos algunas preguntas: ¿Hago yo personalmente todo el bien que puedo hacer? ¿Busco que otros, singular o comunitariamente, hagan el bien? ¿Cuál es el tipo de bien que más me gusta hacer: el material, el espiritual o ambos a la vez? ¿Estoy convencido de que a través de mí, Cristo glorioso continúa presente entre los hombres haciendo el bien? Y no olvidemos que hacer el bien desinteresadamente a los hombres es una manera estupenda de liberarlos.

2. Querer ser liberado. La liberación posee una fuerza de atracción singular. Es un claro indicio de que el hombre, consciente o inconscientemente, se ve y experimenta a sí mismo, al menos parcialmente, "esclavizado". Digamos que son no pocas las ataduras que el hombre, en las diversas épocas de la vida, va encontrando en el camino de su existencia. Por experiencia se sabe que de esas ataduras, sobre todo de las más hondas y fuertes, no se puede el hombre deshacer por sí mismo. Necesita ser liberado. Para ello se necesita querer ser liberado. Porque se da el caso de que el hombre, por razones inexplicables y muchas veces complejas, ama las "dulces" ataduras que le "esclavizan". Ataduras que, por más dulces que sean, le van poco a poco estrangulando, hasta llegar a matar su libertad. La liberación, por tanto, es posible sólo para quien quiere ser liberado. Otro aspecto diverso es a quién acudir para ser liberados. Porque en nuestro mundo y en nuestro medio ambiente hay quizá muchos que se las dan de "liberadores", pero lo que liberan no es al hombre en su grandeza y en su dignidad, sino los potros desbocados de sus pasiones, sus egoísmos, sus ambiciones, sus pesadillas, sus instintos. Digámoslo sin tapujos: el verdadero liberador del hombre es Dios. El verdadero liberador del hombre es Jesucristo que murió por nosotros y por nosotros resucitó. ¿Has aceptado, aceptas realmente y de todo corazón ser liberado por Jesucristo? Si quieres ser liberado, no lo dudes, Él te liberará. Habiendo experimentado a fondo la liberación de Cristo, sentirás el aguijón de decir a otros quién puede otorgarles la verdadera liberación que buscan.

Evangelio según San Marcos 7,31-37. 

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". 

San Lorenzo de Brindisi (1559-1619), capuchino, doctor de la Iglesia 
11avo domingo después de Pentecostés, Primera homilía 1.9.11-12; Opera omnia, 8, 124.134.136-138

«Todo lo ha hecho bien»

La Ley divina narra las obras que Dios ha hecho al crear el mundo, y añade: «Vio que todo lo que había hecho era muy bueno» (Gn 1,31)... El Evangelio narra la obra de la Redención y de la nueva creación, y dice igualmente: «Todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37)... Indudablemente que por su misma naturaleza, el fuego sólo puede dar calor y no puede producir frío; el sol sólo puede dar luz, y o puede ser causa de tinieblas. Igualmente Dios sólo puede hacer cosas buenas porque él es la bondad infinita, la luz misma. Es el sol que esparce una luz infinita y es el fuego que da un calor infinito: «Todo lo ha hecho bien»... 

La Ley dice que todo lo que Dios ha hecho es bueno, y el Evangelio dice que todo lo ha hecho bien. Ahora bien, hacer cosas buenas no significa pura y simplemente hacerlo todo bien. Es verdad que muchos hacen cosas buenas pero no las hacen bien, como es el caso de los hipócritas que hacen ciertas cosas buenas, pero con un mal espíritu, con una intención perversa y falsa. Dios hace todas las cosas buenas y las hace bien. «El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones» (Sl 144,17)... Y si Dios, sabiendo que encontramos nuestro gozo en lo que es bueno, ha hecho para nosotros buenas todas sus obras y las ha hecho bien ¿porqué no nos apresuramos a hacer de buena gana obras buenas y hacerlas bien, puesto que sabemos que Dios encuentra en ello su gozo?

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