Convertirse en respuesta a las llamadas de Dios que llega

Francisco, la doctrina y la misericordia

El Papa pide "que la misericordia de Dios nos haga más misericordiosos con los demás"
Francisco: "Dios se enamora de nuestra pequeñez"
"No tengas miedo de tus pecados, Yo te quiero tanto; Yo estoy aquí para perdonarte"

Redacción, 10 de diciembre de 2015 a las 15:58

El Señor quiere tomar sobre sí nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestros cansancios

(RV).- Dios está enamorado de nuestra pequeñez, su misericordia no tiene fin. Lo afirmó el Papa durante la Misa de la mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en la que también participaron loscardenales del Consejo de los Nueve, que comenzaron, precisamente hoy, su 12ª Reunión de trabajo con el Santo Padre.

En su homilía, el Pontífice subrayó que la misericordia es como una caricia, como el abrazo de un padre que da consuelo y seguridad a su hijo.

"El Señor es misericordioso y grande en el amor". El Papa Francisco desarrolló su homilía matutina partiendo de la primera Lectura - tomada del libro de Isaías - donde en un monólogo del Señor se comprende que Dios ha elegido a su pueblo "no porque fuera grande o poderoso", sino "porque era el más pequeño de todos, el más miserable de todos".

Dios - prosiguió diciendo el Papa - "se ha enamorado de esta miseria, se ha enamorado precisamente de esta pequeñez". Y en este monólogo de Dios con su pueblo - reafirmó - "se ve este amor", un "amor tierno, un amor como el del papá o la mamá", cuando habla con el niño que "se despierta de noche asustado por un sueño". Y lo tranquiliza: "Yo te tomo la mano derecha, quédate tranquilo, no temas":

"Todos nosotros conocemos las caricias de los papá y de las mamás, cuando los niños están inquietos por el susto: ‘No temas, yo estoy aquí; Yo estoy enamorado de tu pequeñez; me he enamorado de tu pequeñez, de tu nada'. E incluso: ‘No tengas miedo de tus pecados, Yo te quiero tanto; Yo estoy aquí para perdonarte'. Esta es la misericordia de Dios".

Francisco recordó también a un santo que hacía muchas penitencias, al que el Señor le pedía cada vez más hasta que éste le dijo que ya no tenía nada más para darle y a quien Dios le respondió: "Dame tus pecados":

"El Señor quiere tomar sobre sí nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestros cansancios. Jesús cuántas veces hacía sentir esto y después: ‘Vengan a mí, todos ustedes que están fatigados, agobiados, y yo les daré descanso. Yo soy el Señor tu Dios, que te tengo por la derecha, no temas pequeño, no temas. Yo te daré fuerza. Dame todo y yo te perdonaré, te daré paz".

Estas son "las caricias de Dios" - dijo también el Papa Bergoglio -, son las caricias de nuestro Padre, cuando se expresa con su misericordia":

"Nosotros que estamos tan nerviosos, cuando una cosa no va bien, nos agitamos, estamos impacientes... En cambio Él: ‘Quédate tranquilo, hiciste algo gordo, sí, pero quédate tranquilo; no temas, Yo te perdono. Dámela'. Esto es lo que significa lo que hemos repetido en el Salmo: ‘El Señor es misericordioso y grande en el amor'. Nosotros somos pequeños. Él nos ha dado todo. Nos pide sólo nuestras miserias, nuestras pequeñeces, nuestros pecados, para abrazarnos, para acariciarnos"."Pidamos al Señor - concluyó diciendo Francisco en su homilía - que despierte en cada uno de nosotros, y en todo el pueblo, la fe en esta paternidad, en esta misericordia, en su corazón. Y que esta fe en su paternidad y su misericordia nos haga un poco más misericordiosos con los demás".

Evangelio según San Mateo 11,16-19. 

¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'. 

Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras". 

Liturgia latina Paráfrasis del  himno “Conditor alme siderum”

Convertirse en respuesta a las llamadas de Dios que llega.

Creador de los astros, 

eterna Luz del alma,
Cristo, Redentor nuestro,
acoge al que a Ti clama.

Para salvar al mundo,
a muerte condenado,
tu Amor buscó a los reos
remedio a sus pecados.

Al declinar los siglos,
humilde apareciste
-como Esposo del tálamo-
del seno de la Virgen.

Al poder de tu Nombre
y al invocar tu gloria,
el Cielo y la tierra
se rinden y Te adoran.

Juez del fin de los tiempos,

pedimos con confianza
Que en la vida nos guarde de la maldad satánica. Gloria demos al Padre, y a Cristo, Rey santísimo, y al Espíritu Santo, por siglos de los siglos.


La tilma de Juan Diego
La conservación de casi 500 años de la tilma original es un verdadero fenómeno inexplicable

Investigaciones científicas realizadas en la tilma de Juan Diego

En 1929 el fotógrafo Alfonso Marcué González descubre una figura humana microscópica en el ojo derecho de la Virgen. Desde entonces, el misterio de esas pupilas interroga a la ciencia.

En el año 1936 el Obispo de México hace analizar tres fibras del manto por el que posteriormente sería premio Nobel de Química del año 1938 y 1949, el Dr. Richard Khun (de origen judío).

Este descubrió que la pintura no tenía ningún origen vegetal, ni mineral, ni animal, ni ningún otro elemento de los 111 conocidos, por lo que dedujo que la pintura no es de origen conocido.

Muchos oftalmólogos han analizado los ojos de María desde entonces, y también fotógrafos y científicos. Uno de los hombres que más energías ha dedicado a tratar de dilucidar el misterio que encierran esas imágenes es el científico peruano José Aste Tonsmann, experto de IBM en procesamiento digital de imágenes. Hace 22 años decidió investigar la posible existencia de más figuras, y halló otras doce, en adición a la figura que se había descubierto originalmente.

Los ojos de Guadalupe constituyen uno de los grandes enigmas para la ciencia en estos momentos, como han constatado los estudios que el ingeniero José Aste Tönsmann realizó para el Centro de Estudios Guadalupanos de México. Este graduado en ingeniería en sistemas ambientales por la Universidad de Cornell, ha estudiado durante más de veinte años la imagen impresa de la Virgen en ese tosco tejido hecho con fibras de maguey de Juan Diego, el indígena que recibió las apariciones que cambiarían decisivamente la historia de México.

En febrero de 1979 el Dr. José Aste culminó con dos años de trabajo intensivo y descubrió lo que hasta ahora ha sido uno de los fenómenos inexplicables más grandes de todos los tiempos (¡los que tenemos fe lo llamamos simplemente un milagro!). Por computadora el Dr. Aste agranda la imagen de la pupila del ojo derecho e izquierdo en forma digitalizada, y descubre doce personas que están siendo observadas por los ojos de la Imagen de la Virgen de Guadalupe. Pero allí no termina la sorpresa, ya que al agrandar la pupila del Obispo Juan de Zumarraga otras mil veces más, o sea 1 milímetro de la imagen se agranda primero 2500 veces y luego la pupila del obispo 1000 veces más y allí aparece nuevamente la imagen del indio Juan Diego mostrando la Tilma con la Imagen de la Virgen de Guadalupe, retratada en los ojos del obispo. Dos veces se retrata la imagen: una vez en los ojos de María, y luego en los ojos del obispo retratados en los ojos de María. O sea que esta imagen se observa en el tamaño de un cuarto de micrón, que es la 1/4 parte de un millonésimo de milímetro.

¡Esto hizo que el Doctor Aste Tonsmann no durmiera por varios días maravillado de algo tan increíble! No es para menos, los milagros deben maravillarnos. En caso contrario, ¿qué sentido tiene que Dios los realice?

Trece personajes en los ojos de la Virgen

Si bien sus dimensiones son microscópicas, el iris y las pupilas de los ojos de la imagen tienen impresa al menos la imagen sumamente detallada de trece personajes. Las mismas personas están presentes tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, con diferentes proporciones, al igual que sucede en los ojos de un ser humano que refleja los objetos que tiene en frente. El reflejo transmitido por los ojos de la Virgen de Guadalupe es la escena en la que Juan Diego mostraba al obispo fray Juan de Zumárraga y a los presentes en la estancia el manto con la misteriosa imagen. Era el 9 de diciembre de 1931.

La técnica que ha utilizado para su estudio el ingeniero Aste Tönsmann es la del proceso digital de imágenes usado por los satélites y por las sondas espaciales para transmitir informaciones visivas. El científico, de hecho, ha trabajado durante años en IBM en procesamiento digital de imágenes. Según las conclusiones del estudio, nos encontramos ante una imagen «que no ha sido pintada con mano de hombre». Ya en el siglo XVIII varios científicos realizaron pruebas científicas que mostraban cómo era imposible pintar una imagen así en un tejido de esa textura. De hecho, con el pasar del tiempo, las fibras del «ayate» (o tilma) que utilizaban los indios se degradan. Normalmente no deberían durar más de veinte años. Sin embargo, la imagen está impresa desde hace 470 años.

Richard Kuhn, premio Nobel de Química (recordó Aste Tönsmann), hizo análisis químicos en los que se pudo constatar que la imagen no tiene colorantes naturales, ni animales ni mucho menos minerales. Dado que en aquella época no existían los colorantes sintéticos, la imagen, desde este punto de vista, es inexplicable. En 1979 los estadounidenses Philip Callahan y Jody Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron con sorpresa que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con ningún tipo de técnica. Aste Tönsmann se pregunta, «¿Cómo es posible explicar esta imagen y su consistencia en el tiempo sin colores y con un tejido que no ha sido tratado?. Es más, ¿cómo es posible que, a pesar de que no haya pintura, los colores mantengan su luminosidad y brillantez?».

El ingeniero peruano explica que «Cahallan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridiscencia, una técnica que no se puede reproducir con manos humanas». El investigador comenzó a desarrollar su estudio en 1979. Agrandó los iris de los ojos de la Virgen hasta alcanzar una escala 2.500 veces superior al tamaño real y, a través de procedimientos matemáticos y ópticos, logró identificar todos los personajes impresos en los ojos de María. En los ojos de la Reina del Cielo –revela– se encuentran reflejados los testigos del milagro guadalupano, el momento en que Juan Diego mostraba la tilma al obispo. Los ojos de la Virgen tienen así el reflejo que hubiera quedado impreso en los ojos de cualquier persona en esa posición, quinientos años atrás.

Se puede individualizar a un indio sentado, que mira hacia lo alto mientras parece tener entre sus manos un instrumento musical indígena; el perfil de un hombre anciano, con la barba blanca y la cabeza con calvicie avanzada, como el retrato del obispo Juan de Zumárraga realizado por Miguel Cabrera para representar el milagro; un hombre más joven, con toda probabilidad el intérprete Juan González; un indio de rasgos marcados, con barba y bigote y un gorro típicamente indígena, que abre su propio manto ante el obispo: ¡sin dudas se trata de Juan Diego!. Una mujer de rostro oscuro, una sierva negra que estaba al servicio del obispo; un hombre de rasgos españoles que mira pensativo acariciándose la barba con la mano.

En el centro de las pupilas, además, a escala mucho más reducida se puede ver otra «escena», totalmente independiente de la primera. Se trata de una familia indígena compuesta por una mujer, un hombre, y algunos niños. En el ojo derecho, aparecen otras personas de pie detrás de la mujer.

Hasta aquí llega la ciencia, fue la conclusión de Aste Tönsmann. Cómo se ha realizado algo así no es posible descifrarlo con métodos científicos. En definitiva, en los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe está impresa una especie de instantánea de lo que sucedió en el momento en que tuvo lugar el milagro.

Frente a toda esta evidencia, la ciencia puede mostrar la realidad indiscutible presente en la Imagen, no su origen. ¡Para esto hace falta la fe!

Milagros alrededor de la tilma, desde siempre

El día 26 de Diciembre de 1531 (pocos días después del milagro) iba un grupo transportando la tilma al cerro del Tepeyac. En la misma iban muchos indios festejando, como era la costumbre de los chichimecas, jugando con los arcos y las flechas y danzando. A uno de ellos se le disparó accidentalmente una flecha, con tan mala suerte que atravesó la garganta de un indio que iba caminado acompañando el manto. El mismo murió en el acto en que la flecha le atravesó la yugular.

Luego de haberle extraído la flecha delante mismo del manto, el indio revivió y sólo le quedo la cicatriz hasta el día en que murió. A raíz de este impresionante hecho 9.000.000 de indios se convirtieron al cristianismo.

En el año 1751 el retrato fue analizado por Miguel Cabrera junto con José Ibarra, y comprobaron que en la Imagen no hay rastros de pintura mirando por detrás, y por delante era visible la pintura pero no había rastros de pinceladas de ningún tipo. En el año 1791 en el lado derecho superior cae ácido muriático haciendo un agujero de cerca de 10 centímetros de diámetro. En 30 días el sector dañado se reconstituyó sólo sin que nadie hubiera hecho algo para remendarlo, cocerlo o entretejerlo. Hoy en día queda la aureola de la mancha y sólo con instrumental preciso se pueden rastrear aún restos de ácido muriático en la Tilma.

En el siglo XVIII se hizo una réplica lo más parecida al original y se pudo comprobar que el poncho confeccionado con las mismas fibras de maguey se hizo polvo en sólo 15 años. La conservación de casi 500 años de la tilma original es un verdadero fenómeno inexplicable.

El día 14 de noviembre de 1921 el pedrero Luciano Pérez, un español anarquista, depositó un arreglo de flores al lado de la Tilma de Juan Diego.

En ellas había colocado una carga de dinamita que destruyó todo alrededor, mas la Tilma no sufrió absolutamente ningún daño.

En el año 1956 el oftalmólogo Dr. Torruela Bueno descubre que al acercarse al ojo para realizarle un fondo de ojo, la pupila se cierra y al apartar la luz se dilata nuevamente, como si fuera el ojo humano de una persona viva. En julio de 1956 el Dr. Lavoignet después de 8 meses de trabajos, descubre el fenómeno óptico de la "triple imagen de Purkinge-Samson", que es el fenómeno óptico que hace que en el ojo humano se formen las tres refracciones del objeto visto.

Al acercar el lente para hacer un fondo de ojo, observaron una vez más que con la luz la pupila se contraía y al retirarla se dilataba nuevamente.

El 7 de mayo de 1979 los científicos Jody Brand Smith, profesor de estética y de filosofía en el Pensacola College, y Phillip Serna Callahan, biofísico de la Universidad de Florida y especialista en pintura y miembros de la NASA, analizan la tilma sin encontrar pintura en el original de la imagen. Prueban que no es fotografía pues no ha se ha impresionado al tejido. También descubren que la tilma conserva sin ninguna explicación la temperatura del cuerpo humano, de alrededor de 36,6 a 37º. Al acercarse a ver la tela a menos de 10 centímetros, no se ve nada más que las fibras del manto, los colores ya no son visibles, desaparecen. Es imprescindible alejarse para ver la imagen de María. Los científicos de la NASA descubren también que al pasar un rayo láser por la tela, colocándola de costado, el mismo pasa sin tocar la pintura ni la tela. De este modo comprueban que la pintura está suspendida en el aire, por tres décimas de milímetros, o sea que la misma no está pegada en el manto, sino tan solo suspendida en el aire.

¡Suspendida en el aire, sobre la tela de fibra de maguey, pero sin tocarla!

El 22 de diciembre de 1981 el padre Mario Rojas descubre en el Observatorio Laplace de la ciudad de México, que las estrellas del manto corresponden al Solsticio de invierno del día 12 de diciembre de 1531, que pasó por México a las 10.26 de la mañana. O sea que a esa hora Juan Diego desplegó el poncho y en esa hora de ese día los astrónomos han comprobado tal acontecimiento al analizar la disposición estelar de las estrellas que aparecen en el Manto de María.

También un ginecólogo, al colocar el estetoscopio debajo de la cinta de armiño donde se ve que la Virgen se encuentra encinta, se da cuenta que siente ruidos de latidos rítmicos. Los cuenta y se lleva la sorpresa de que son de 115 a 120 pulsos en un minuto, que vienen a ser los latidos del corazón del Niño Jesús, y corresponden en dicha cantidad a los de un niño real.

¿Qué más debe hacer Dios para convencernos de la Presencia tangible del mundo sobrenatural frente a nosotros?. Estos llamados a la fe son tan rotundos, tan contundentes, que sorprende que el mundo siga su curso como si nada ocurriese. ¡Despertemos, despertemos!. ¿Qué acto de Dios falta para que nos decidamos a poner nuestros ojos EL?

Entrevista al Doctor José Aste Tonsmann

Cuando el ojo humano observa, los objetos que está mirando se reflejan en su retina. «Yo estoy reflejado ahora mismo en su ojo», explica el doctor Aste en esta entrevista. «Dependiendo de que el objeto esté más cerca o más lejos del ojo, se reflejará a mayor o menor tamaño en el globo ocular», explica. «Y eso es lo que ocurre con los ojos de la Guadalupana: la imagen que aparece recogida en sus dos retinas es la del momento en que la Virgen se impresionó en la tilma de Juan Diego».

-Esas figuras, ¿no pueden ser obra humana?

-José Aste Tonsmann: No, por tres motivos. En primer lugar, no son visibles al ojo humano, salvo una: la del español, que es la más grande. Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas. En segundo lugar, los pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen tienen. Ocurre lo mismo con la imagen de la Virgen: no está pintada, y nadie sabe aún cómo se estampó sobre la tilma de Juan Diego.

-¿Y el tercero? 

-José Aste Tonsmann: Las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué artista haría eso?. Además, su tamaño varía de un ojo al otro, dependiendo de lo cerca que estuviera el personaje del ojo izquierdo o derecho de la Virgen.


-¿Qué proceso siguió en su experimento? 

-José Aste Tonsmann: Primero se toman unas fotografías de los ojos. Después se digitalizan. Son leídas por el ordenador, y se realizan ampliaciones y filtrado de las imágenes.

-¿Quiénes aparecen en los ojos? 

-José Aste Tonsmann: Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Fray Juan de Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego); una mujer negra (una esclava); un español con barba; y por último, una familia indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más, que pueden ser abuelos o tíos.

-¿Cómo sabe que el resto de figuras corresponde a la esclava, al traductor, etc.? 

-José Aste Tonsmann: Hay constancia histórica. El anciano que aparece en los ojos de la Virgen guarda gran parecido con los cuadros del obispo Zumárraga que hay de la época. Sobre la esclava negra, Zumárraga dice en su testamento que le da la libertad, e incluso sabemos que se llamaba María. En el Archivo de Indias se conserva el acta de embarque del obispo cuando marchó al Nuevo Mundo.

Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado

Mateo 11, 16-19. Adviento. Quien lucha desde la fe, triunfa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios.

Por: Carlos Henrique Farias, L.C. | Fuente: Catholic.net 

Oración Introductoria
Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, aprietan mi vida. Por eso, actúo como un niño que no se satisface con nada. Jesús, ¡cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte! Ayúdame a madurar mi fe, mi amor y mi entrega, para lanzarme con entusiasmo en tus manos, para cantar cuando Tú me tocas flauta, y también llorar, cuando me entonas los cantos fúnebres.

Petición
Jesús, quiero asemejarme a ti, unir mi voluntad a la tuya. Quiero seguir amándote en el estado de vida que he elegido. Quiero caminar desde tus manos, mirar desde tus ojos, ser feliz desde tu corazón. Por eso, mi dulce Jesús, pido que vivas en mí para que tu fe sea la mía; tus amores, los míos; tus alegrías, las mías. En fin, que sea uno contigo.

Meditación del Papa Francisco
Pero yo no les entiendo, son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado ¿Pero qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta! Es siempre este el cierre al mundo de Dios […]

No confundamos 'libertad' con 'autonomía', elegir la salvación que consideramos sea aquella 'justa'. ¿Creo que Jesús sea el Maestro que nos enseña la salvación? ¿O por el contrario voy por todas partes para alquilar a un gurú que me enseñe otra?

¿Un camino más seguro o me refugio bajo el techo de las prescripciones y de tantos mandamientos confeccionados por los hombres? Y así me siento seguro y con esta 'seguridad' -es un poco duro decirlo- seguridad con la que compro mi salvación, y que Jesús da gratuitamente con la gratitud de Dios? Hoy nos hará bien ponernos estas preguntas. Y la última: ¿yo me resisto a la salvación de Jesús? 

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión 
La vida desde la fe es sencilla. Implica confiar y aceptar, pero, sobre todo, buscar hacer la voluntad de Dios. Quien lucha desde la fe, sabe que su lucha es victoriosa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios. Acepta con gusto lo venido de Dios, porque sabe que Él es su Padre y quiere lo mejor para él. Sabe ver la mano amorosa de su Providencia en cada una de las diversas circunstancias de la vida, porque se siente amado y cuidado por Dios. No se queja, sino que vive el momento presente confiando siempre en quien es Todopoderoso.

Jesús no nos pide mucho. Sólo nos enseña e invita a tener los pies en la tierra y el corazón en el cielo.

Propósito
En el día de hoy, voy a buscar vivir los contratiempos con visión sobrenatural y amor, aceptando con agrado los planes de Dios sobre los míos.

Diálogo con Cristo
Señor, quiero agradecerte por todos los beneficios que tu inefable bondad me hace alcanzar cada día y en cada momento. Te pido fortaleza y constancia para seguir tus inspiraciones, pues sabes que soy muy débil. Sabes que muchas veces no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Tú conoces lo que llevo en mi corazón, Jesús. Por eso, concédeme la gracia de potenciar lo que es bueno y rectificar lo malo. Jesús, confío en ti. Ayúdame a asemejarme en criterios, acciones y deseos contigo.

"Si no le dejas, Él no te dejará"  (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 730)

 

Dámaso I, Santo Pontífice, 11 de diciembre

XXXVII Pontífice

San Dámaso, de origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año 366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma durante el pontificado del Papa Liberio.

Su elevación a la cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes debido a los enfrentamientos de los dos partidos contrapuestos. Pero los frutos de su pontificado no se dejaron esperar. Ignorando las amenazas imperiales, depuso a los obispos que se habían adherido al arrianismo y condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció el principio de que la comunión con el obispo de Roma es signo de reconocimiento de un católico y de un obispo legítimo.

Durante su pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado.

En estos años la Iglesia había logrado una nueva dimensión religioso-social, convirtiéndose en un componente de la vida pública. Los obispos escribían, catequizaban, amonestaban y condenaban pública y libremente.

En el año 380, con ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó su agradecimiento a los jefes del imperio que habían devuelto a la Iglesia la libertad de administrarse por sí misma. Con esta libertad conquistada, los antiguos lugares de oración como las catacumbas se habrían arruinado si este extraordinario hombre de gobierno no hubiera sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos recuerdos y a las gloriosas huellas dejadas por los mártires. Efectivamente, no sólo exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró dedicándose personalmente a la identificación de sus tumbas y a la consolidación de las criptas en donde se guardaban sus reliquias.

En la cripta de los Papas de las catacumbas de San Calixto, él añadió: “Aqui, yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos, pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”. San Jerónimo sostiene que el Papa Dámaso murió casi a los ochenta años. Fue enterrado en la tumba que él mismo se había preparado, humildemente alejada de las gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía Ardeatina. Más tarde sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo.


La Madre del Verbo Encarnado es la que posibilita el ícono de Su Hijo
El ícono, esplendor de lo sagrado

El instrumento por el cual el invisible se hace visible, el Inmenso se estrecha, no es otro que María
 
LA VIRGEN DEL SIGNO

“El Señor mismo os dará un signo: Mirad, una virgen concebirá y parirá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel” (Is. 7,14) 

El Kontakion del Triunfo de la Ortodoxia canta: “El Verbo ilimitable del Padre se ha hecho limitable encarnándose en ti, Madre de Dios”.

El instrumento por el cual el invisible se hace visible, el Inmenso se estrecha, no es otro que María. Es ella quien le dio la “abreviación” al Verbo. Lo dice admirablemente San Teodoro: “Si es ilimitado quien procede del Padre ilimitado, será por cierto limitado quien procede de una madre limitada… Cristo tiene las propiedades de uno y otro nacimiento, y así es ilimitado y limitado”. (1)

Nuestra Señora se coloca así en el nudo del gran misterio cristológico, constituyendo la respuesta viva a todo género de docetistas (2) iconómacos (3). Si el Verbo tomó carne de la Santísima virgen, afirma San Teodoro, entonces nadie podrá negar el derecho de representarlo en imagen de manera semejante a nosotros. Porque un hijo es siempre imagen de quien lo engendra, ni le falta nada de lo que está en la naturaleza de su madre. Pues bien, la madre de Cristo no fue una mujer etérea sino de carne y hueso. Por tanto si se le niega a Cristo la posibilidad de ser representado en un icono, se está afirmando implícitamente que su cuerpo no viene de María, sino de algún otro. ¿Será de algún ser celestial, como dice Valentino; o angélico, y por ende carente de cantidad? En ese caso Cristo no habría sido visto, ni tocado, ni hubiera podido morir, con lo que se viene  abajo la entera economía de la salvación. (4) 

Ese enamorado de la Virgen que es San Teodoro se lo dice a ella en forma de poema:

“Das a luz divinamente, sin semen humano.
De ti como de nuevo cielo brota la luz,
gloria de los Querubines…
disipando la noche de los vetustos errores.
Abarcas en tus brazos, y llevas al icono
que con divina forma resplandece en tu imagen,
como Señor de todos e hijo tuyo verdadero…” 
Y dirigiéndose a los iconómacos:
Cristo ha de ser pintado; no os equivoquéis, falaces;
no por cierto según la divinidad,
sino según apareció en carne mortal;
ya que debe ser conocido según una y otra naturaleza;
lo que tiene del padre no puede ser pintado,
lo que procede  de la madre puede serlo…
Algo le faltaría si no pudiese ser pintado”. (5)

Por algo María es llamada la Madre del amor hermoso, porque es la madre de las imágenes, la que “estrechando” en sus entrañas al Hijo eterno nos lo entregó en icono (imagen). La liturgia canta la gloria de Aquel que no cabiendo en todo el orbe se encerró en el seno de María, de “Aquel que, ilimitable en el seno del Padre, está ahora sentado, limitado, en tu seno, oh Purísisma, revestido de tu aspecto. (6)
Del seno del Padre al seno de María. Nada de extraño pues que los iconos de la Virgen que llevan en su seno a su divino Hijo (y son poquísimos los iconos marianos en que no está Jesús), sean a veces llamados “iconos de la Encarnación”.

[1] Cf. Antirrheticus III, I, 54: PG 99, 413.
[2] Los “docetistas” pretendían que Cristo no había asumido una carne verdadera, semejante a la nuestra, y por tanto sostenían que no había derecho a representar su imagen.
[3] RAE: Del lat. iconomăchus, y este del gr. εἰκονομάχος, combatidor de imágenes).
[4] Cf. Refutatio poem. Iconomach. 4: PG 99, 445.
[5] Ibid.: PG 99, 437-440.
[6]  Himno de la 7ª oda del canon tono 6, miércoles.

Un año para crecer en la convicción de la misericordia
Tres hechos con una fuerza simbólica e interpeladora: día mil de Francisco, cincuentenario del Vaticano II e inicio del Año Jubilar 

No cabe duda de que esta vez la coincidencia ha sido casual y, sobre todo, providencial y llena de significación e interpelación. Francisco pudo elegir la tarde del 13 de marzo pasado para el anuncio del Año de la Misericordia por coincidir con el segundo aniversario de su elección papal. Pero que la apertura de este jubileo extraordinario, el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción y quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, fuera a ser también el día 1.000 desde que calza las sandalias del Pescador se escapaba a cualquier cábala humana.

Más allá de lo anecdótico y a la vez paradigmático de esta triple coincidencia, lo cierto es que estos tres hechos –día mil de Francisco, cincuentenario del Vaticano II y apertura del Año Jubilar de la Misericordia, y todo ello bajo la mirada y el amparo de María Inmaculada- están revestidos de una indudable fuerza simbólica e interpeladora y que son en sí mismos, por separado y más aún juntos, una señal de lo Alto,  una gracia del Espíritu, un aldabonazo para la Iglesia todavía del alba del tercer milenio. ¿Cuáles son sus significados y retos?

En primer lugar, emplazarnos a recuperar y potenciar el más auténtico de los legados del Concilio. ¿Cuál es?: “No descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano… Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”, como señaló Francisco en el final de la homilía del 8 de diciembre (páginas 34 y 35). El ministerio apostólico del Papa Francisco y sus proverbiales y tan admirables hechos y dichos de misericordia son un aval incuestionable: el Vaticano II no tiene marcha atrás (página 18), nada hemos de temer del último Concilio. Se ha acabado el tiempo de los cuestionamientos, de las “hermenéuticas”, de ir más lejos o quedarse a la zaga de lo que la última gran asamblea conciliar, movida por el Paráclito, pidió para nuestra Iglesia: “Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”.

En segundo lugar, toda la Iglesia –pastores y fieles, fieles y pastores, unidos, en comunión, cada cual en su lugar- ha de renovar su conciencia de que el camino de la misericordia es el camino de Dios, es el camino de la creación, de la providencia, de la encarnación, de la redención, de la obra del Espíritu y de la misión de la Iglesia. La misericordia no es un “plus”, una moda, una respuesta “suave” y acomodaticia a tiempos recios y de inclemencias varias. Es la respuesta de Dios. “No se puede entender un cristiano verdadero –señaló Francisco en el ángelus del 8 de diciembre (página 35)-  que no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia”. Necesitamos redescubrir ahora y siempre que Dios es Misericordia. “Que el Jubileo de la Misericordia –escribió el Papa en su cuenta en Twitter el 8 de diciembre- traiga a todos la bondad y la ternura de Dios”. “Entrar por la puerta  (la puerta santa de la misericordia) significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.

En tercer lugar, todos estamos urgimos asimismo de la necesidad de ser testigos de la misericordia mediante la experiencia y el ejercicio de la misericordia. Lo comentaba nuestro Editorial de hace dos semanas (ecclesia, número 3.807, página 5): la misericordia fue la respuesta que san Juan Pablo II –entonces “solo” Karol Wojtyla- encontró de parte Dios en los años de plomo y de horror de la II Guerra Mundial y de la postguerra-; y la misericordia sigue siendo la respuesta que de Dios escucha ahora Francisco, en medio también de tantos y tan graves problemas y vicisitudes  adversos, fuera y dentro de la Iglesia. La misericordia no es debilidad o blandenguería. La misericordia no se contrapone con la justicia, sino que se complementa. Y misericordia son hechos, no palabras.

En suma, ¿cómo vivir y recorrer este año santo?: siendo misericordiosos con todos y entre todos como el Padre lo es con todos y con cada uno de nosotros.

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