"El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene"

III DOMINGO DE ADVIENTO LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO (Sof 3, 14-18; Filp 4,4-7;Lc 3, 10-18)

El papa Francisco nos sorprende constantemente con su testimonio y enseñanzas, como sucedió con la exhortación “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), referencia oportuna para este tiempo de Adviento, y de manera especial para este Domingo de la Alegría.

Aún tengo en mis oídos la memoria del eco de los cánticos que entonamos por las calles de Jerusalén, al alba, durante el Via Crucis. Como parábola y deseo, los peregrinos cantábamos: “¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!”

Hoy es el profeta quien invita a la ciudad santa a alegrarse: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. “El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

La razón de la alegría a la que nos invita la Liturgia no es otra que la certeza de la proximidad del Señor. Pero no como si hiciéramos representación, poniéndonos en el supuesto de que va a llegar el Señor a visitarnos, sino porque está en medio de nosotros. “Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.».”

La razón de la alegría es la proximidad de la Navidad -“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”-, pero sobre todo el sabernos habitados por la presencia divina. Él nos habita.

Esta verdad nos debería hacer a todos los humanos mucho más respetuosos. Juan Bautista nos aconseja: -«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.» Y el papa Francisco, al inicio de su exhortación, nos invita: “En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría”, que no es otra que Jesucristo: “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).Hoy, en las Iglesias particulares, se abre la puerta de la misericordia, motivo de alegría, de reconciliación, de paz, de convivencia, de novedad de vida, de agradecimiento, de encuentro más vivo con la persona de Jesucristo, pues Él es la Puerta, y de reconciliación con los hermanos y con toda la creación.

El motivo de la alegría es la celebración del amor de Dios, quien “en la « plenitud del tiempo» (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, envió a su Hijo, nacido de la Virgen María, para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él, ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret, con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.

Buenafuente es “Templo Jubilar”. ¡Feliz Año de la Misericordia!

Repartir al que no tiene

La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana?¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?

Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.
José Antonio Pagola .3 Adviento – C (Lucas 3,10-18) 13 de diciembre 2015

Adviento, la espera de la alegría
Lucas 3, 10-18. Adviento. La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona en esta Navidad.

Oración introductoria
A medida que se aproxima la Navidad deseo seguir más profundamente tu ejemplo de humildad haciéndome pequeño ante los demás. Por eso, como los discípulos de Juan, yo te pregunto en esta oración, Señor y Dios mío, ¿qué debo hacer?

Petición
Señor, dame la gracia para crecer en la virtud que más necesito cultivar.

Meditación del Papa Francisco
Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los padres, rompe esta relación, o entra en crisis, fenómeno más común. Las primeras reacciones, que a veces suelen ser anteriores a la autoconciencia de la madre, cuando la madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras, empieza a querer romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo: Cuidado que hay competencia, cuidado que ya no eres el único. Curioso. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con (el que viene y con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro.

Me gusta preguntarle a los chicos: 'Si tienen dos caramelos y viene un amigo, ¿qué hacen?' Generalmente me dicen: 'Le doy uno'. 'Y si tienen un caramelo y viene tu amigo, ¿qué haces?' Hay duda y van desde 'se lo doy', 'lo partimos' al 'me lo meto en el bolsillo'. Ese chico que aprende a abrirse al otro, en el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento, no es complemento sino requisito necesario para la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damos-  nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social.  (Homilía de S.S. Francisco, 8 de julio de 2015).

Reflexión
Seguramente ya sabes que la palabra "Evangelio" viene directamente del griego (eu-angelíon) y que significa, al pie de la letra, "Buena Nueva". Y es "Buena noticia" porque nos trae la alegría, nos anuncia la salvación; más aún, la llegada de nuestro Redentor en persona, de Jesús, nuestro Salvador. El mismo nombre de Jesús (en hebreo Yeshúa), significa "Yahvé salva".

Y es esto lo que nos dice Lucas de Juan Bautista: que anunciaba al pueblo la Buena Nueva de la salvación. Y los exhortaba a prepararse para la venida del Mesías con obras de caridad y de conversión interior.

Hemos llegado ya al tercer domingo de Adviento. Y todo él está dominado por el tema de la alegría. Antiguamente se llamaba a este día "Domenica laetare"; o sea, "el domingo de la alegría". Y si escuchamos las lecturas de la Misa con atención, nos daremos cuenta del porqué de este nombre. "Estad siempre alegres en el Señor" -exhorta san Pablo a los filipenses-; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca.

"Que nada os preocupe ni os turbe". A pesar de cualquier dificultad o problema que nos pueda sobrevenir, hemos de conservar la alegría en lo más profundo de nuestro corazón. Si estamos esperando con gran anhelo el nacimiento de nuestro Redentor -¡y está ya a las puertas!-, no podemos estar tristes.

La primera lectura, tomada del profeta Sofonías, es también muy hermosa y elocuente: "Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás... Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta". ¡Qué palabras tan consoladoras! Nuestra alegría es el Señor, que viene a redimirnos, a liberarnos para siempre de todo aquello que nos esclaviza.

La alegría es esencial en toda fiesta, y con Jesús estamos de fiesta. Además, es una característica de todo buen cristiano. Porque Dios nos ama infinitamente y nos protege siempre con su providencia de Padre. Porque ya hemos sido redimidos de nuestros pecados y gozamos de la compañía de nuestro Salvador. Porque albergamos en nuestro corazón las más seguras y ciertas esperanzas de una vida feliz y eternamente bienaventurada que nos aguarda en la otra vida, pero de la que ya gozamos, de alguna manera, aquí abajo. ¡Esperamos a nuestro Redentor! Y con Dios tenemos mil motivos para estar alegres y para ser optimistas. "Si Dios está con nosotros -exclamaba san Pablo-, ¿quién contra nosotros?".

Santa Teresa de Jesús -que era una mística de altos vuelos, pero también una castellana de "pura cepa" y de un realismo impresionante- decía que "un santo triste es un triste santo". O sea, un falso santo o que, al menos, no merece el nombre de tal. Nietzsche, filósofo ateo alemán de fines del siglo XIX e inicios del XX, tristemente conocido por su teoría del "superhombre" y de la "muerte de Dios", acusaba a los cristianos de haber perdido ya su rostro de resucitados. Y decía: "¿Qué habéis hecho, cristianos, del gozo que os dieron hace dos mil años?".

El periodista español José Luis Martín Descalzo, en una de sus obras llamada "Razones para la alegría", escribe: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas... La gente que ama mucho, sonríe fácilmente. Un amargado jamás sabrá sonreír. Y menos un orgulloso".

La sonrisa y la alegría van siempre de la mano. Es más, la sonrisa es como la más bella y dulce emanación de un alma alegre y serena. Es un regalo maravilloso que se ofrece gratuita y generosamente a los demás, y que brota, precisamente, del amor y de la paz. En una ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se encontraba en Calcuta visitando las obras de la Madre Teresa. Y, después de recorrer la "Casa del moribundo abandonado" en Kalighat, uno de ellos le pidió que les dijese algo que se pudiesen llevar como recuerdo de aquella visita y, al mismo tiempo, que les pudiese servir para la vida. Y la Madre Teresa les dijo simplemente esto: "¡Sonríanse unos a otros!".

Y es que la sonrisa -como dice Federico Faber- "no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca".

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón! Yo he tenido esta experiencia en muchísimas ocasiones. Y, además, abre y conquista a las almas.

Propósito
Si queremos hacer algo por los demás, comencemos por aquí. Regalemos a nuestro prójimo una hermosa y sincera sonrisa siempre que podamos, a todos sin excepción y en todas las circunstancias. También a aquellos que no nos simpatizan o tal vez nos han herido o hecho algún mal. También cuando estemos cansados o totalmente agotados. Este gesto tan sencillo, de verdadera alegría y de amor, puede ser también un hermoso regalo de Navidad. ¡Sonríe, descubre a los demás cuánto los ama Dios! Y ten la seguridad de que el Niño Jesús te lo pagará.

Lucía, Santa Mártir
Mártir

13 de diciembre

Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el "loculus" o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa. Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa.

La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda, entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente.

Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote. El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada,

Lucía le dio una sabia respuesta al El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.

El Papa empuja la puerta de San Juan de Letrán

"A Dios no le gustan las rigideces, es un Padre lleno de ternura"
El Papa en San Juan de Letrán: "Comienza el tiempo de la gran perdonanza, el Jubileo de la misericordia"

Francisco invita a los católicos del mundo a "testimoniar un amor que va más allá de la justicia"

José Manuel Vidal, 13 de diciembre de 2015 a las 10:12

Se nos pide que seamos instrumentos de misericordia, conscientes de que por eso seremos juzgados

(José M. Vidal).- El Papa Francisco abre la puerta santa de su catedral de San Juan de Letrán. Y, en la homilía de la solemne eucaristía, Bergoglio anuncia que "comienza el tiempo de la gran perdonanza" y que la Iglesia tiene que derramar ternura, porque "a Dios no le gustan las rigideces", y "testimoniar un amor que va más allá de la justicia".
"Abridme la puerta de la misericordia", dice el Papa y empuja la puerta que se abre. Se detiene en el umbral, para rezar y, tras un rato de oración, entra en San Juan de Letrán.
Lectura de la carta de Pablo a los Filipenses: "Estad alegres, siempre alegres en el Señor". Lectura del pasaje del Bautista del Evangelio de Lucas: "¿Qué debemos hacer?"

Algunas frases del Papa

"Alégrate, exulta"

"Para mirar al futuro con serenidad"

"No podemos dejarnos seducir por el cansancio ni por la tristeza"

"Llenar nuestro corazón de alegría con la venida del Señor"

"Dios protege a su pueblo"

"Dios nos hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo"

"No nos quedemos de brazos cruzados por la duda, la impaciencia o el sufrimiento"

"El Señor está cerca, por eso tenemos que alegrarnos siempre"

"Hemos abierto la puerta santa aquí y en todas las catedrales del mundo"

"Es una invitación a la alegría"

"Comienza el tiempo de la gran perdonanza, el Jubileo de la misericordia"

"MOmento de redescubrir la presencia de Dios y la ternura del Padre"

"A Dios no le gustan las rigideces, es un Padre lleno de ternura"

"¿Qué debemos hacer? Reaccionar con justicia"

"Se nos pide a nosotros algo más radical. Se nos pide que seamos insturmentos de misericordia, conscientes de que por eso seremos juzgados"
"La fe provoca un camino que dura toda la vida: el de ser misericordiosos como el Padre"

"Testimoniar un amor que va más allá de la justicia"


Texto completo de la homilía del Papa Francisco

Hermanos y hermanas,

La invitación del profeta dirigida a la antigua ciudad de Jerusalén, hoy también está dirigida a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros: «¡Alégrate... exulta!» (Sof 3,14). El motivo de la alegría se expresa con palabras que infunden esperanza, y permiten mirar el futuro con serenidad. El Señor ha abolido toda condena y ha decidido vivir en medio a nosotros.

Este tercer domingo de Adviento dirige nuestra mirada hacia la Navidad ya próxima. No podemos dejarnos llevar por el cansancio; no está permitida ninguna forma de tristeza, a pesar de tener motivos por tantas preocupaciones y por las múltiples formas de violencia que hieren nuestra humanidad. La venida del Señor, debe llenar nuestro corazón de alegría. El profeta, que lleva escrito en su mismo nombre - Sofonías - el contenido de su anuncio, abre nuestro corazón a la confianza: "Dios protege" su pueblo. En un contexto histórico de grandes injusticias y violencias, por obra sobre todo de hombres de poder, Dios hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo, que no lo dejará más a merced de la arrogancia de sus gobernantes, y que lo liberará de toda angustia. Hoy nos piden que "no desfallezcan tus manos" (Cfr. Sof 3,16) a causa de la duda, de la impaciencia o del sufrimiento.

El apóstol Pablo retoma con fuerza la enseñanza del profeta Sofonías y lo repite: «El Señor está cerca» (Fil 4,5). Por esto debemos alegrarnos siempre, y con nuestra amabilidad debemos dar a todos testimonio de la cercanía y de la atención que Dios tiene por cada persona.

Hemos abierto la Puerta Santa, aquí y en todas las catedrales del mundo. También este simple signo es una invitación a la alegría. Inicia el tiempo del gran perdón. Es el Jubileo de la Misericordia. Es el momento de descubrir la presencia de Dios y su ternura de Padre. Seamos también nosotros como la gente que interrogaba a Juan: «¿Qué cosa debemos hacer?» (Lc 3,10). La respuesta del bautista no se hace esperar. Él invita a actuar con justicia y a mirar a las necesidades de cuantos se encuentran en dificultad. Lo que Juan exige de sus interlocutores, es cuanto se puede confrontar con la ley. A nosotros, en cambio, nos piden un compromiso más radical. Delante a la Puerta Santa que estamos llamados a atravesar, nos piden ser instrumentos de misericordia, conscientes que seremos juzgados sobre esto. Quien ha sido bautizado sabe que tiene un compromiso más grande. La fe en Cristo lleva a un camino que dura toda la vida: aquel de ser misericordiosos como el Padre. La alegría de atravesar la Puerta de la Misericordia se une al compromiso de acoger y testimoniar un amor que va más allá de la justicia, un amor que no conoce confines. Es de este infinito amor que somos responsables, no obstante nuestras contradicciones.

Oremos por nosotros y por todos aquellos que atravesaran la Puerta de la Misericordia, para que podamos comprender y acoger el infinito amor de nuestro Padre celestial, que transforma y renueva la vida. 

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