“Ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso.”

Evangelio según San Lucas 1,46-56. 

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz". 
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 

Adán de Perseigne (¿-1221), abad cisterciense Carta a Andrés, canónigo de Tours, 13-15; SC 66, 62

“Ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso.”

“Mi alma engrandece al Señor.” ¿Cómo lo engrandeces tú? ¿Añadirías grandeza al que es infinitamente grande? “El Señor es grande” dice el salmista, y “digno de toda alabanza” (cf Sal 144,3) El Señor es grande, tan grande que su grandeza no soporta ni comparación ni medida. ¿Cómo lo engrandeces tú si no le puedes hacer más grande?

Lo engrandeces porque lo alabas. Lo engrandeces porque, en medio de las tinieblas de este mundo, tú eres más luminosa que el sol, más bella que la luna, más fragante que el perfume de la rosa, más blanca que la nieve, tú das a conocer el esplendor de Dios. Tú lo engrandeces no añadiendo grandeza a su grandeza sin medida, sino aportando, en medio de las tinieblas del mundo, la luz de la verdadera divinidad... Tú lo engrandeces al ser elevada a una dignidad tan alta como para recibir la gracia en plenitud (Lc 1,28) acogiendo al Espíritu Santo y, siendo Madre de Dios permaneciendo Virgen inviolada, das a luz al Salvador del mundo perdido.

¿De dónde viene esto? Porque el Señor está contigo. (Lc 1,28) el Señor que ha hecho de sus dones tus méritos. He aquí porque se dice que engrandeces al Señor, porque tú misma eres engrandecida en él y por él. Tu alma engrandece al Señor ya que tú misma eres engrandecida por él... porque eres el receptáculo del Verbo, la bodega del vino nuevo que embriaga la sobriedad de los creyentes. Tú eres la Madre de Dios.

Santa Francisca Javiera Cabrini

Santa Francisca Javiera Cabrini, virgen y fundadora

En Chicago, del estado de Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Francisca Javiera Cabrini, virgen, que fundó el Instituto de Misioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús, y con eximia caridad se dedicó al cuidado de los emigrantes.

Agustin Cabrini era un cultivador muy acomodado, cuyas tierras estaban situadas cerca de Sant' Angelo Lodigiano, entre Pavía y Lodi. Su esposa, Estela Oldini, era milanesa. Tuvieron trece hijos, de los que la menor, nacida el 15 de julio de 1850, recibió en el bautismo los nombres de María Francisca, a los que más tarde habría de añadir el de Javier. La familia Cabrini era sólidamente piadosa, pues todo en la familia era sólido. Rosa, una de las hermanas de Francisca, que había sido maestra de escuela y no había escapado a todos los defectos de su profesión, se encargó especialmente de la educación de su hermanita, en forma muy estricta. Hay que reconocer que Francisca aprendió mucho de Rosa y que el rigor con que la trataba su hermana no le hizo ningún daño. Ln piedad de Francisca fue un tanto precoz, pero no por ello menos real. Oyendo en su casa la lectura de los «Anales de la Propagación de la Fe», Francisca determinó desde niña ir a trabajar en las misiones extranjeras. Los padres de Francisca, que deseaban que fuese maestra de escuela, la enviaron a estudiar en la escuela de las religiosas de Arluno. La joven pasó con éxito los exámenes a los dieciocho años. En 1870, tuvo la pena enorme de perder a sus padres.

Durante los dos años siguientes, Francisca vivió apaciblemente con su hermana Rosa. Su bondad sin pretensiones impresionaba a cuantos la conocían. Francisca quiso ingresar en la congregación en la que había hecho sus estudios; pero no fue admitida a causa de su mala salud. También otra congregación le negó la admisión por la misma razón. Pero Don Serrati, el sacerdote en cuya escuela enseñaba Francisca, no olvidó las cualidades de la joven maestra. En 1874, Don Serrati fue nombrado preboste de la colegiata de Codogno. En su nueva parroquia había un pequeño orfanato, llamado la Casa de la Providencia, cuyo estado dejaba mucho que desear. La fundadora, que se llamaba Antonia Tondini, y otras dos mujeres, se encargaban de la administración, pero lo hacían muy mal. El obispo de Lodi y Mons. Serrati invitaron a Francisca a ir a ayudar en esa institución y a fundar allí una congregación religiosa. La joven aceptó, no sin gran repugnancia.

Así comenzó Francisca lo que una religiosa benedictina califica de «noviciado muy especial, en comparación del cual un noviciado de convento habría sido un juego de niños». Aunque Antonia Tondini había aceptado que Francisca trabajase en el orfanato, se dedicó a obstaculizar su trabajo, en vez de ayudarla. Pero Francisca no se desalentó, consiguió algunas compañeras y, en 1877, hizo los primeros votos con siete de ellas. Al mismo tiempo, el obispo la nombró superiora. Ello no hizo sino empeorar las cosas. La conducta de la hermana Tondini, quien probablemente estaba un tanto enferma de la cabeza, se convirtió en un escándalo público. Francisca Cabrini y sus fieles colaboradoras lucharon tres años más por sostener la obra de la Casa de la Providencia, en espera de tiempos mejores; pero finalmente, el obispo renunció al proyecto y cerró el orfanato, después de decir a Francisca: «Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma». Francisca salió decidida a seguir sencillamente ese consejo.

En Codogno había un antiguo convento franciscano, vacío y olvidado. A él se trasladó la madre Cabrini con sus siete fieles compañeras. En cuanto la comunidad quedó establecida, la santa se dedicó a redactar las reglas. El fin principal de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón era la educación de las jóvenes. Ese mismo año el obispo de Lodi aprobó las constituciones. Dos años más tarde, se inauguró la primera filial en Gruello, a la que siguió pronto la casa de Milán. Todo esto se escribe pronto. Pero la realidad fue muy distinta, ya que los obstáculos no escasearon: en efecto, algunos alegaron que el título de misioneras no convenía a las mujeres, y una madre se quejó de que su hija había sido engañada para que entrase en la congregación. A pesar de ello, la congregación empezó a crecer, y la madre Cabrini demostró ampliamente su capacidad. En 1887, fue a Roma a pedir a la Santa Sede que aprobase su pequeña congregación y le diese permiso de abrir una casa en la Ciudad Eterna. Algunas personas influyentes trataron de disuadir a la santa del proyecto, pues juzgaban que siete años de prueba no bastaban para la aprobación de la congregación. El cardenal Parocchi, vicario de Roma, repitió el mismo argumento en su primera entrevista con la madre Francisca; pero sólo en la primera entrevista, porque la santa se lo ganó muy pronto. Al poco tiempo, se pidió a la madre Cabrini que abriese no una sino dos casas en Roma: una escuela gratuita y un orfanato. Algunos meses más tarde se publicó el decreto de la primera aprobación de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón.

La madre Cabrini había soñado en China desde la niñez. Pero no faltaban quienes querían convencerla de que volviese los ojos hacia otro continente. Mons. Scalabrini, obispo de Piacenza, había fundado la Sociedad de San Carlos para trabajar entre los italianos que partían a los Estados Unidos, y rogó a la madre Cabrini que enviase a algunas de sus religiosas a colaborar con los sacerdotes de la sociedad. La santa no se dejó convencer. Entonces, el arzobispo de Nueva York, Mons. Corrigan, insistió personalmente. La santa estaba indecisa, porque todos, excepto Mons. Serrati, apuntaban en la misma dirección. La madre Francisca tuvo por entonces un sueño que la impresionó mucho y determinó consultar al Sumo Pontífice. León XIII le dijo: «No al oriente sino al occidente». Siendo niña, Francisca Cabrini se había caído al río, y desde entonces tenía horror al agua. A pesar de ello, cruzó el Atlántico por primera vez, con seis de sus religiosas, y desembarcó en Nueva York el 31 de marzo de 1889.

Todo el mundo sabe que una multitud de italianos, polacos, ucranios, checos, croatas, eslovacos, etc., han emigrado a los Estados Unidos en los siglos XIX y XX. La historia religiosa de los inmigrantes está todavía por escribirse. Baste con decir que, cuando llegó la madre Cabrini, había unos 50.000 italianos en Nueva York y sus alrededores. La mayoría de ellos no sabían siquiera los rudimentos de la doctrina cristiana; apenas unos 1.200 habían asistido alguna vez en su vida a la misa; de cada doce sacerdotes italianos, diez habían tenido que salir de su patria por mala conducta. La situación era semejante en el noroeste de Pennsylvania. Y las condiciones económicas y sociales de la mayoría de los inmigrantes estaban a la altura de las condiciones religiosas. Nada tiene, pues, de extraño que en el tercer concilio plenario de Baltimore, Mons. Corrigan y León XIII hayan estado muy inquietos.

La acogida que se dio a las religiosas en Nueva York no fue precisamente entusiasta. Se les había pedido que organizaran un orfanato para niños italianos y que tomaran a su cargo una escuela primaria; pero, al llegar a Nueva York, donde se les dio cordialmente la bienvenida, se encontraron con que no tenían casa, de suerte que por lo menos la primera noche tuvieron que pasarla en una posada sucia y repugnante. Cuando la madre Cabrini fue a ver a Mons. Corrigan, se enteró de que, debido a ciertas dificultades entre el arzobispo y las bienhechoras, se había renunciado al proyecto del orfanato. Por otra parte, aunque abundaban los alumnos, no había edificio para la escuela. El arzobispo terminó diciendo que, en vista de las circunstancias, lo mejor era que la madre Cabrini y sus religiosas regresasen a Italia. Santa Francisca replicó con su firmeza y decisión habituales: «No, monseñor. El Papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar». El arzobispo quedó impresionado al ver la firmeza de aquella pequeña lombarda y el apoyo que le prestaban en Roma. Por lo demás, hay que confesar que Corrigan era un hombre que cambiaba fácilmente de idea. Así pues, no se opuso a que las religiosas se quedasen en Nueva York y consiguió que por el momento se alojasen con las hermanas de la Caridad. A las pocas semanas, santa Francisca había ya hecho buenas migas con la condesa Cesnola, bienhechora del orfanato proyectado, la había reconciliado con Mons. Corrigan, había conseguido una casa para sus religiosas y había inaugurado un pequeño orfanato. En julio de 1889, fue a hacer una visita a Italia, y llevó consigo a las dos primeras religiosas italo-americanas de su congregación. Nueve meses después, regresó a los Estados Unidos con más religiosas para tomar posesión de la casa de West Park, sobre el río Hudson, que hasta entonces había pertenecido a los jesuitas. La santa trasladó allí el orfanato, que ya había crecido mucho, y estableció allí mismo la casa madre y el noviciado de los Estados Unidos. La congregación prosperaba, tanto entre los inmigrantes de los Estados Unidos como en Italia. Al poco tiempo, la madre Cabrini hizo un penoso viaje a Managua, de Nicaragua; a pesar de que las circunstancias eran muy difíciles y aun peligrosas, aceptó la dirección de un orfanato y abrió un internado. En el viaje de vuelta, pasó por Nueva Orleáns, como se lo había pedido el santo arzobispo de la ciudad, Francisco Janssens. Los italianos de Nueva Orleáns, que procedían en gran parte del sur de Italia y de Sicilia, vivían en condiciones especialmente amargas. Había entre ellos algunos criminales indeseables, y poco antes una chusma enfurecida de americanos, no menos criminal, había linchado a once de ellos. El resultado de la visita de santa Francisca fue que fundó una casa en Nueva Orleáns.

No hace falta demostrar que Francisca Cabrini fué una mujer extraordinaria, pues sus obras hablan por ella. Como había sucedido a la beata Filipina Duchesne, santa Francisca aprendió el inglés con dificultad y conservó siempre el acento extranjero muy marcado. Pero ello no le impidió tener gran éxito en el trato con gentes de todas clases. En particular, aquellos con quienes tuvo que tratar asuntos financieros, que fueron muchos y de mucha importancia, la admiraban enormemente. El único punto en el que falló el tacto de la madre Cabrini fue en las relaciones con los cristianos no católicos. Ello se debió a que entró por primera vez en contacto con ellos en los Estados Unidos, de suerte que pasó largo tiempo antes de que reconociese su buena fe y apreciase su vida ejemplar. Los comentarios desagradables que hizo la santa sobre este punto, se explican por su ignorancia, que era la raíz de su incomprensión. En efecto, como lo demuestran sus ideas sobre la educación de los niños, era una mujer de visión amplia y capaz de aprender, que no se cerraba a una idea simplemente porque era nueva. La madre Cabrini había nacido para gobernar. Era muy estricta, pero poseía al mismo tiempo un gran sentido de justicia. En ciertas ocasiones era tal vez demasiado estricta y no caía en la cuenta de las consecuencias de su inflexibilidad. Por ejemplo, no parece que haya favorecido a la causa de la moral cristiana negándose a recibir a los hijos ilegítimos en su escuela gratuita; tal actitud no hacía más que castigar a los inocentes. Pero el amor gobernaba todos los actos de la santa, de suerte que su inflexibilidad no le impedía amar y ser muy amada. A este propósito, solía decir a sus religiosas: «Amaos unas a otras. Sacrificáos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas».

En 1892, año del cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, la santa fundó en Nueva York una de sus obras más conocidas: el «Columbus Hospital». En realidad, dicha obra había sido emprendida poco antes por la Sociedad de San Carlos. Desgraciadamente, la cesión del hospital a las Misioneras del Sagrado Corazón, que no fue fácil, creó ciertos resentimientos contra la madre Francisca. La santa hizo poco después un viaje a Italia, donde asistió a la inauguración de una casa de vacaciones cerca de Roma y de una casa de estudiantes en Génova. En seguida, fue a Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil y Buenos Aires. Naturalmente, en 1895, ese viaje era mucho más difícil que en la actualidad; pero la madre Cabrini gozaba enormemente con los paisajes, y ello le aligeró un tanto las molestias del viaje. En Buenos Aires inauguró una escuela secundaria para jovencitas. Como algunas personas le advirtiesen que la empresa era muy difícil y pesada, la santa respondió: «¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?» Después de otro viaje a Italia, donde tuvo que encargarse de un largo proceso en los tribunales eclesiásticos y hacer frente a la turba en Milán, fue a Francia, e hizo allí su primera fundación europea fuera de Italia. En el verano de 1898, estuvo en Inglaterra. El obispo de Southwark, Mons. Bourne, que fue más tarde cardenal y había conocido en Codogno a la madre Francisca, le pidió que fundase en su diócesis una casa de su congregación; pero el proyecto no se llevó a cabo por entonces.

La santa desplegó la misma actividad en los doce años siguientes. Si hubiese que nombrar a un santo patrono de los viajeros, más reciente y menos nebuloso que san Cristóbal, la madre Cabrini encabezaría ciertamente la lista de candidatos. Su amor por todos los hijos de Dios la llevó de un sitio a otro del hemisferio occidental: de Río de Janeiro a Roma, de Sydenham a Seattle. Las constituciones de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón fueron finalmente aprobadas en 1907. Para entonces, la congregación, que había comenzado en 1880 con ocho religiosas, tenía ya más de 1000 y se hallaba establecida en ocho países. Santa Francisca había hecho más de cincuenta fundaciones, entre las que se contaban escuelas gratuitas, escuelas secundarias, hospitales y otras instituciones. Las religiosas no se limitaban en los Estados Unidos a trabajar entre los inmigrantes italianos. En efecto, el día del jubileo de la congregación, los presos de Sing-Sing enviaron a la santa una conmovedora carta de gratitud. Entre las grandes fundaciones, nos limitaremos a mencionar dos: el «Columbus Hospital» de Chicago, y la escuela de Brockley (1902), que actualmente se halla en Honor Oak. Es imposible hablar aquí de todas las pruebas y dificultades, tales como la oposición del obispo de Vitoria (la reina María Cristina había llamado a España a santa Francisca), y la oposición de ciertos partidos en Chicago, Seattle y Nueva Orleáns. En esta última ciudad las hijas de santa Francisca pagaron el mal con bien, ya que se condujeron en forma heroica en la epidemia de fiebre amarilla de 1905. En 1911, la salud de la fundadora comenzó a decaer. Tenía entonces sesenta y un años, y estaba físicamente agotada. Pero todavía pudo trabajar seis años más. El fin llegó súbitamente. La madre Francisca Javier Cabrini murió absolutamente sola en el convento de Chicago, el 22 de diciembre de 1917. Fue canonizada en 1946. Su cuerpo se halla en la capilla de la «Cabrini Memorial School» de Fort Washington, en el estado de Nueva York. Sin duda que antes de santa Francisca hubo otros santos en los Estados Unidos y los seguirá habiéndo en el futuro; pero ella fue la primera ciudadana americana cuya santidad fue públicamente reconocida por la Iglesia mediante la canonización. Francisca Javier Cabrini es una gloria de los Estados Unidos, de Italia, de la Iglesia y de toda la humanidad. Nadie que no fuese un santo como ella hubiese podido hacer lo que ella hizo y en la forma en que lo hizo. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

La humildad de su esclava
Lucas 1, 46-56. Adviento. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas.

Catholic.net te invita a prepararte en este Adviento a través de este “Retiro virtual” donde podrás hacer un alto en tu camino, y a la hora que tú puedas, tener un tiempo  de silencio y meditación.

Retiro Virtual de Adviento para preparación de Navidad"PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD "

Oración introductoria
Jesús, tú conoces mi corazón mejor que nadie. Sabes cuan débil es mi fe, pero también conoces mis anhelos de creer y confiar más. Tú dijiste: «Todo es posible para el que cree» (Mc 9, 23), y por eso te pido como aquel padre cuando curaste a su hijo: «Creo, pero ayúdame porque tengo poca fe» (Mc 9, 24). Fe, Señor, eso te pido para iniciar esta oración. Pongo en tus manos mis más íntimas intenciones, tú las conoces y sabes qué es lo que necesito. María, ayúdame a creer confiadamente en Él para poder alegrarme en Dios mi Salvador como tú lo hacías.

Petición
Señor, que en este día sienta mayor necesidad de Ti.

Meditación del Papa Francisco
Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras.

Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un “sí” pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo.

“Visitar” comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias. La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. 

(Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 23 de enero de 2015).

Reflexión 
¡Qué difícil es tener hambre de Dios cuando estamos rodeados de tanto materialismo y satisfacciones inmediatas; cuando todo nos invita a ser más egoístas! Nos vamos cerrando a la gracia divina y nos volvemos orgullosos. Parece ridículo hoy en día tener que depender de un Ser Supremo. Sin embargo, el cristiano se da cuenta que esta mentalidad del mundo contemporáneo no tiene fundamentos y se derrumba con las dificultades de la vida. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas. Siempre supo mantener esa sencillez de corazón y reconocerse pobre, necesitada de Dios. Cómo resalta ver gente que vive así, como María, alegres, sencillos y puros de corazón. Ojalá que nuestros corazones no se ensoberbezcan ni se vuelvan unas murallas de egoísmo a la acción amorosa de Dios.

Propósito
Agradecerle durante el día a Dios que tenga necesidad de Él: "Gracias, Señor, porque me haces sentir necesidad de Ti"
Diálogo con Cristo. Jesús, es más fácil vivir con la mentalidad del mundo materialista, olvidado de ti, soberbio, y Tú sabes cuánto me atrae y me dejo llevar por él. Pero, Señor, no soy feliz así. Mi mayor dicha es estar contigo, es tener tu paz y tu amor en mi corazón. Ayúdame a ser humilde y necesitado de Ti, a reconocerme pobre y volverme rico con tu presencia. No me dejes solo, te necesito.

"Mi dicha es estar cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones" (Salmo 73, 28)

El buey y el asno, junto al pesebre
Los rostros del buey y el asno nos miran esta Navidad y nos hacen una pregunta: ¿Comprendes tú la voz del Señor? ¿Volverás a casa llenos de alegría?


Benedicto XVI, cuando aún no era Papa, escribió varios textos dedicados a la Navidad en el libro Imágenes de la esperanza.  En la cueva de Greccio (Es una pequeña localidad situada en el valle de Rieti, en Umbría, no muy lejos de Roma ) se encontraban aquella Nochebuena, conforme a la indicación de san Francisco de Asis, el buey y el asno: «Quisiera evocar con todo realismo el recuerdo del niño, tal y como nació en Belén, y todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez. Quisiera ver con mis ojos corporales cómo yació en un pesebre y durmió sobre el heno, entre un buey y un asno». Desde entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre. Pero, ¿de dónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del Nuevo Testamento no cuentan nada de ellos. Si tratamos de aclarar esta pregunta, tropezamos con uno hechos importantes para los usos y tradiciones navideños, y también, incluso, para la piedad navideña y pascual de la Iglesia en la liturgia y las costumbres populares.

El buey y el asno no son simplemente productos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe de la Iglesia en la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, se han convertido en acompañantes del acontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3 se dice: Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.

Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que ahora reconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo. En las representaciones navideñas medievales, sorprende continuamente cómo a ambos animales se les dan rostros casi humanos; cómo, de forma consciente y reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Esto era lógico, pues ambos animales eran considerados la cifra profética tras la que se esconde el misterio de la Iglesia –nuestro misterio, el de que, ante el Eterno, somos bueyes y asnos–, bueyes y asnos a los que en la Nochebuena se les abren los ojos, para que en el pesebre reconozcan a su Señor. Pero, ¿lo reconocemos realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe venirnos a la mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva –promesa de conocimiento venidero–, sino también juicio sobre la presente ceguedad. El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no discierne».

¿Quién es hoy el buey y el asno, quién es mi pueblo que no discierne? ¿En qué se conoce al buey y al asno, en qué a mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la irracionalidad conoce y la razón está ciega?

Para encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con los Padres de la Iglesia, a la primera Navidad.
¿Quién no conoció? ¿Por qué fue así?

Quien no conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando le hablaron del Niño, sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por su ambición de poder y la manía persecutoria que le acompañaba.

Quien no conoció fue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron fueron los hombres elegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no conocieron fueron los señores instruidos, los expertos bíblicos, los especialistas de la exégesis escriturística, que desde luego conocían perfectamente el pasaje bíblico correcto, pero, pese a todo, no comprendieron nada.

Quienes conocieron fueron –comparados a estas personas de renombre– bueyes y asnos: los pastores, los magos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno.

Ahora bien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque somos demasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en eruditas exégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y no nos enteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en el palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en nuestro miedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del ángel, e ir a adorar?

De esta manera, los rostros del buey y el asno nos miran esta noche y nos hacen una pregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor? Cuando ponemos las familiares figuras en el nacimiento, debiéramos pedir a Dios que dé a nuestro corazón la sencillez que en el Niño descubre al Señor –como una vez San Francisco en Greccio–. Entonces podría sucedernos también –de forma muy semejante a san Lucas cuando habla sobre los pastores de la primera Nochebuena–: todos volvieron a casa llenos de alegría.

José Alegre, exabad de Poblet

El ex abad de Poblet aboga por resolver la cuestión catalana "sin ruptura"
José Alegre: "El servicio-poder es una contradicción. En la Iglesia, y también lo debería ser en la sociedad"
"Omella es un hombre de equipo, puede ser apuesta arriesgada e importante del Papa Francisco"

José Manuel Vidal, 22 de diciembre de 2015 a las 09:37

No entiendo una independencia donde estamos, prácticamente al 50%. ¿Cómo se puede imponer una mitad sobre otra, cuando no se nos dice cuánto va a suponer esa independencia? ¿Esta generación está dispuesta a pagar el precio?

(José Manuel Vidal).- A sus 75 años, el abad de Poblet, José Alegre, ha presentado su renuncia al cargo, y pasará a ser un "monje raso" en "el monumento más interesante del mundo". "El servicio-poder es una contradicción. En la Iglesia, y también debería lo debería ser en la sociedad", afirma en esta entrevista con RD, en la que se manifiesta su preocupación ante la posible ruptura entre Cataluña y España y cree que "Omella es un hombre de equipo, puede ser apuesta arriesgada e importante del Papa Francisco".

La presentación de la renuncia como abad es preceptiva según la regla o fue una decisión tomada por usted.
Es preceptiva según las Constituciones de nuestra Congregación de la Corona de Aragón, que en su art. 87 dice que al cumplir los 75 años pedirá espontáneamente y de buen grado al Abad General ser liberado de su cargo, y éste, una vez escuchada la Comunidad decidirá sobre el asunto. Luego, si yo he pedido en la Congregación, durante 17 años, cumplir con esta normativa, lo más pertinente es que yo también sea un buen testimonio de su cumplimiento

¿Vuelve a ser monje raso o sigue conservando su rango de abad emérito?
Yo no entiendo eso de "abad emérito". En el camino de esta vida es necesario caminar con sencillez. Y si se trata del mundo monástico, razón de más. La responsabilidad de abad, es la de un servicio a la comunidad monástica. ¿Se ha acabado el "servicio"?, pues evitemos coletillas, que además en ocasiones crean confusión con el servicio del nuevo abad. Venimos a la vida monástica para vivir la vida de monje, una búsqueda de Dios, y esto lo hacemos con el "ora et labora". El ora es siempre y para todos, mientras dura nuestra vida. El labora está diversificado en los diversos servicios del monasterio. Se acabó este servicio, este servicio de abad, pues ahora a desempeñar otro, el que indique el nuevo abad, y hacerlo lo mejor posible, mientras el Señor dé fuerzas. La vida monástica es bella, precisamente por su sencillez. ¡Como la vida misma!

¿El servicio-poder es una tentación o, en su caso, pasar a la "reserva activa" es una liberación?
El servicio-poder es una contradicción. En la Iglesia, y también lo debería ser en la sociedad. El servicio es entrega a los demás.  En el aspecto religioso es amor, y se vive, con frecuencia, en el conflicto y en la contradicción; es morir para dar vida al otro, a la comunidad... Cuando se incorpora mediante el "guión" el poder, la autoridad queda adulterada. Y cuando vivimos la vida como servicio, no hay paso a la "reserva activa" en la vida cristiana. Cuando estaba en la Parroquia y algún seglar se quería "jubilar", yo les decía que uno se jubila para ir a la casa del Padre. En la vida monástica con más razón. Dejamos un servicio en donde se procura hacer la "obra bien hecha", para hacer otro servicio con otros matices, donde seguimos buscando la obra bien hecha. Este es el camino de la verdadera liberación. En la vida monástica no hay "reserva activa", a no ser los que viven en excedencia voluntaria, por no tener otro espacio mejor en que refugiarse.

Poblet es sin duda un monumento singular, pero de ahí a decir que es "el monumento más interesante del mundo"...
Me ratifico en lo dicho. Como monumento monástico, pues en otros aspectos habrá monumentos más excelentes, no cabe duda. Pero un monumento monástico como Poblet, plenamente restaurado, con una comunidad que utiliza todo el recinto como en los primeros siglos de su fundación, con la belleza de sus espacios románicos, góticos... con la condición de palacio residencia de los reyes, inmerso en un bello paisaje de viñas y bosques, con unos recursos de un ambiente silencioso, tan urgente para la vida del hombre de hoy... Añadiría: dime otro monumento más interesante.

¿Cuándo echas la vista atrás a todos tus años de abad, ¿hay algo de lo que te arrepientes y de lo que pides perdón?
Sí. De no haber tenido de manera sistemática una relación personal con cada uno de los monjes. Yo empecé como abad teniendo esta relación personal con cada uno, pero por algunas circunstancias lo fui dejando, y perdía esta posibilidad de un contacto asiduo personal con cada uno de los monjes. Es verdad que cuando un monje me requería yo siempre he estado dispuesto a escuchar, o a gestionar aquello que era necesario para el monje o para la comunidad. Pero ya no es igual que cuando vives de manera periódica y sistemática, buscando esa relación personal, que viene a ser como un "perder unos minutos gratuitamente" con un monje. Y considero que ésta es una relación hoy día muy necesaria en la vida de un abad, o, en general, diría, de todo aquel que tiene una responsabilidad de autoridad.


Si tuvieras que dar gracias a Dios por una sola cosa en tu vida, ¿cuál sería?
Hay varias, pues elegir una, ciertamente es difícil. Normalmente nuestra vida es un tejido de experiencias muy diversas que van configurando nuestra personalidad, nuestra vida de fe... Así que permite que te diga que me he sentido siempre muy agradecido por mis estudios de Magisterio, y orgulloso del extraordinario claustro de profesores que nos inculcaron un gran amor a la enseñanza. Pero también no puedo olvidar los años en el Seminario de Zaragoza, que fue un principio de vida comunitaria y de profundización de mi fe. Y por último, mucho de lo que yo soy en estos momentos se acabó de fraguar, de madurar, en 25 años de vida pastoral en parroquias rurales con mis compañeros sacerdotes Edilio Mosteo, y el recientemente nombrado arzobispo de Barcelona Juan José Omella. Hoy día, en una sociedad difícil, donde va dominando el individualismo, el poder vivir una vida de equipo profunda, a nivel material y espiritual es una verdadera gracia de Dios

¿Tiene futuro la vida monástica en Poblet?
La vida monástica tiene futuro. En Poblet o en otros espacios que no son Poblet. La esencial no es Poblet. Lo es la vida monástica, tal como la vivimos hoy, o bien con matices nuevos que pueden traer nuevos tiempos. La vida monástica sobre todo es vida creativa, que gira en torno a la búsqueda del Creador, nuestro Dios. Es creación, es novedad, es aventura apasionante... No cabe decir en plan defensivo: "Siempre se ha hecho así". La vida trae nuevas inquietudes, nuevos problemas... Lo importante es estar atento a una serie de valores que son necesarios más allá del tiempo y del espacio, valores que necesita la vida humana para darle sentido. En esta línea, hay en la vida monástica unos valores de los que no se puede prescindir hoy día: vida de silencio, fuerza de la palabra, sabiduría de la vida comunitaria, escucha, sentido de la plegaria, dimensión de un trabajo bien hecho... Todos estos valores vividos nos abren a una aventura apasionante, a lo sorprendente de la vida... Y esto es algo muy peculiar de la vida monástica. No lo dudes, tiene futuro

¿Orgulloso de ser un monasterio "ecológico" antes de la "Laudato si" del papa Francisco?
Yo no me siento con "orgullo de monasterio ecológico". Sí, que doy gracias a Dios que haya llamado a vivir la vida monástica al Prior, el P. Lucas Torcal, más sensible a toda esta problemática de la ecología; que él intente poner en la comunidad y con la comunidad, este sentido de respeto ambiental, que ya no es algo exclusivo de hoy; y que tengamos nuevos motivos para ir haciendo este camino, contando con la enseñanza y el impulso que supone el pensamiento y la acción del Papa Francisco. Pero creo que no llegamos a tener un monasterio ecológico, sino que estamos llamados en esta sociedad "inconsciente" de usar y tirar, a ir haciendo un camino de respeto al medio ambiente, para dejar a las generaciones que vengan detrás un mundo con alicientes más vivos y esperanzadores. Cada día tenemos que despertar esta conciencia de respeto por el medio ambiente. Las etiquetas no sirven, o a lo sumo para un titular bonito de prensa.

¿Es posible resolver la cuestión catalana sin ruptura?
Yo creo que sí, que debería ser así. Todos sabemos que en la vida de la sociedad ha habido problemas más dramáticos y que el sentido diplomático, el diálogo, el tiempo... ha llevado a una solución. Ahora bien hemos de partir siempre de un profundo respeto a los demás en esta sociedad tan conflictiva.

Yo no entiendo esta profunda pobreza de sentido diplomático de Madrid. Con una autonomía de Cataluña que es una verdadera potencia económica en la vida de España. Hoy la vida es dura, muy dura para mucha gente, por esto creo que hemos de medir la dureza que manifestamos en nuestras relaciones. Hemos de crecer mucho en sensibilidad hacia los demás, bien sea en la relación personal como en la institucional.

Por otra parte, yo no entiendo una independencia donde estamos prácticamente al 50%. ¿Cómo se puede imponer una mitad sobre otra, cuando no se nos dice cuánto va a suponer esa independencia? ¿Esta generación está dispuesta a pagar el precio? ¿Cuál es el precio a pagar por el pueblo sencillo, por la familia...? Porque los dirigentes parece que no tienen problema en cuanto al precio a pagar. Y estamos al 50% después de varios años de "lavado de cerebro" donde solamente se oye una "canción". 

¿Acaso no es bueno, no es humano, cambiar a veces de registro, escuchar "canciones" diversas, voces diferentes y encontradas sobre un tema? Incluso, en ocasiones, para valorar más lo escuchado. 
Y cuando esto no es así uno se pregunta si nos están acechando otras formas de dictadura. O en el fondo hay otros problemas que no se nos cuentan. 

No sé, ésta es una cuestión muy compleja que afecta a la vida de muchas gentes, familias divididas también... Y cuando el hombre hace las cosas sin serenidad y paz interior, pierde una cuota importante, muy importante de sentido de la vida.


¿Qué indicación cree que ha querido enviar el Papa Francisco con el nombramiento de monseñor Omella para Barcelona?
No lo sé, pero me atrevería a decir que ciertamente no en una línea política; monseñor Omella es una persona profundamente religiosa, y tiene por su natural una gran simpatía personal que le posibilita una buena relación personal; es un hombre de equipo... Todo esto, yo no me lo invento, lo afirmo desde mi experiencia. Por otro lado, conociendo algo de la realidad de Barcelona, considero que hay unos criterios que validan su nombramiento. Si hay una colaboración pastoral de un servicio generoso de clero y de los laicos comprometidos. Puede ser apuesta arriesgada e importante del Papa Francisco.

Su felicitación de Navidad ¿qué dice?
Navidad es la venida de Dios hecho hombre... Dios se siente seducido por la humanidad. Nuestro Dios es un Dios humano, muy humano. Que te alumbre cada día este Sol profundamente humano. Dios amanecerá en tu vida.

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