La Sagrada Familia y nuestras familias
- 27 Diciembre 2015
- 27 Diciembre 2015
- 27 Diciembre 2015
Francisco, en el Angelus de hoy
"También nosotros nacemos del don de Dios (...), sólo cuando somos amados podemos amar"
"El verdadero testigo ama, reza, dona y sobre todo perdona, porque el perdón es la expresión más alta del don"
"Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús", asegura Bergoglio en el Angelus
Jesús Bastante, 26 de diciembre de 2015 a las 12:14
Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo
(RV).- A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la contemplación de la Solemnidad de la Navidad y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho, tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un mundo nuevo.
El Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús, rezando, amando, donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión del don.
El Obispo de Roma invitó a peguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también perdonó al joven Saulo - que perseguía a la Iglesia - y que gracias al perdón recibido llegó a ser Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio afirmó que "Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban".
Al mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. Mientras sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez y jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados aprendemos a perdonar.
Francisco admitió, como ha hecho otras veces, que perdonar es siempre muy difícil. De ahí su recomendación a aprender a disculpar las pequeñas o grandes ofensas de cada día mediante la oración, como hizo Esteban. Y debemos hacerlo - dijo - comenzando por nuestro propio corazón: sólo podremos afrontar "el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios".
Descubriremos así - dijo el Papa - que la lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. Antes de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice invitó a encomendar a María a las tantas personas que, como San Esteban, padecen persecuciones en nombre de la fe, para que la Virgen oriente nuestra oración, a fin de que recibamos y donemos el perdón.
"Ayer contemplamos el amor misericordioso de Dios, que se ha hizo carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo", expresó el Papa antes de la oración del ángelus en la plaza de san Pedro notablemente colmada de fieles y peregrinos.
Francisco subrayó un aspecto particular que une a san Esteban al Señor, antes de morir lapidado: "Jesús, clavado en la cruz, había dicho: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen; Esteban poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. "Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.
El obispo de Roma explicó que el perdón de Esteban da como resultado la conversión del gran apóstol Pablo que perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban. "También nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. ...Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez". Comencemos como Hizo Esteban "afrontando con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios" invitó.
Evangelio según San Lucas 2,41-52.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?
Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
San Juan Pablo II (1920-2005), papa Mensaje de Navidad, 25 de diciembre 1994
La Sagrada Familia y nuestras familias
Este año, mi mensaje navideño se dirige sobre todo a las familias. Al final del año que de modo especial está dedicado a las familias, nuestro pensamiento se dirige a la Sagrada Familia... Jesús pidió al Padre para que todos fueran uno. Esta oración la pronunció la vigilia de su Pasión, pero la lleva en el corazón desde su nacimiento. “Padre, que sean uno como tú y yo somos uno” (Jn 17,11) ¿No oraba en este momento también por la unidad de todas las familias humanas.
Es verdad, ante todo pidió por la unidad de la Iglesia, pero la familia sostenida por un sacramento específico es una célula vital de la Iglesia, es a la vez, según la doctrina de los Padres, una pequeña Iglesia doméstica. Jesús, pues, ha orado desde el comienzo de su venida al mundo para que todos aquellos que creen en él experimenten su comunión con él a partir de la unidad profunda de sus familias; una unidad que forma parte “desde el principio” (cf Mt 19,4) del designio de Dios sobre el amor conyugal que está en el origen de la familia... El que se entregó a si mismo desinteresadamente, viniendo a este mundo, ha rogado para que todos los seres humanos, al fundar una familia, se entreguen mutuamente uno al otro desinteresadamente; maridos y mujeres, padres e hijos y todas las generaciones que componen la familia, cada uno aportando su propio don particular.
Familia, Sagrada Familia.., Familia estrechamente unida al misterio que contemplamos el día del nacimiento del Señor ¡guía con tu ejemplo las familias de todo el mundo! ... Hijo de Dios, presente entre nosotros en el seno de una familia, concede a todas las familias poder crecer en el amor y de contribuir al bien de toda la humanidad.... Enséñales a renunciar al egoísmo, a la mentira, a la búsqueda desenfrenada del provecho personal. Ayuda-las a desarrollar, bajo tu inspiración, las energías inmensas del corazón y de la inteligencia,
Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José
En medio de una fuerte crisis en torno a la integridad de la familia, Dios Amor nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José. La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso, para darle gloria. Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús.
San José Es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe y confianza en Él. "Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa". (Mt 1, 24-25) Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla porque la quería mucho y no deseaba denunciarla públicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla. "Ella dió a luz un hijo,y él le puso el nombre de Jesús" (Mt 1, 25) Cuando nace el niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho. Luego, cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto. Por último, con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazaret. San José, Casto Esposo de Santa María, acoge a Jesús en su corazón paternal, educándolo, cuidándolo, amándolo como si fuere hijo suyo. El Niño Jesús aprende de su "santo padre adoptivo" muchas cosas, entre estas, el oficio de carpintero. La Santísima Virgen María Desde el momento de la Anunciación, María es el modelo de entrega a Dios. "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra" (Lc 1, 38) En la Anunciación, María responde con un Sí rotundo desde una libertad poseída, poniéndose en las manos de Dios.
En Santa María vemos una continua vivencia de la dinámica de la alegría-dolor: criando, educando, siguiendo de cerca a su Hijo Jesús mostrándole en todo momento un auténtico amor maternal. "Su madre conservaba estas cosas en su corazón" (Lc 2, 52) Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él. El niño Jesús Desde chico, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda. "Vivía sujeto a ellos" (Lc 2, 51) Como niño, Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos. María y José fueron sus primeros educadores. "El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él" (Lc 2, 40) Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José. "¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc 2, 49) Cuando Jesús se queda en el Templo, a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal. No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio el Plan de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado. Oración por la Familia Dios, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra: Padre, que eres amor y vida, haz que cada familia humana que habita en nuestro suelo, sea, por medio de tu Hijo Jesucristo,"nacido de mujer" y mediante el Espíritu Santo, fuente de Caridad Divina, un verdadero santuario de vida y amor para las nuevas generaciones. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los cónyuges, para bien propio y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte sostén humano, para que crezcan en la verdad y el amor. Haz que el amor, reforzado por la gracia del Sacramento del Matrimonio, se manifieste más fuerte que cualquier debilidad o crisis que puedan padecer nuestras familias. Te pedimos por intermedio de la Familia de Nazaret, que la Iglesia pueda cumplir una misión fecunda en nuestra familia, en medio de todas las naciones de la tierra. Por Cristo, nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida, por los siglos de los siglos. Amén.
S.S. Juan Pablo II La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Queridos hermanos y hermanas: En este primer domingo después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Como en el belén, la mirada de fe nos permite abrazar al mismo tiempo al Niño divino y a las personas que están con él: su Madre santísima, y José, su padre putativo. ¡Qué luz irradia este icono de grupo de la santa Navidad! Luz de misericordia y salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre para la familia humana y para cada familia. ¡Cuán hermoso es para los esposos reflejarse en la Virgen María y en su esposo José! ¡Cómo consuela a los padres especialmente si tienen un hijo pequeño! ¡Cómo ilumina a los novios que piensan en sus proyectos de vida! El hecho de reunirnos ante la cueva de Belén para contemplar en ella a la Sagrada Familia, nos permite gustar de modo especial el don de la intimidad familiar y nos impulsa a brindar calor humano y solidaridad concreta en las situaciones por desgracia numerosas en las que por varios motivos falta la paz, falta la armonía, en una palabra, falta la "familia".
El mensaje que viene de la Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe: la casa de Nazaret es una casa en la que Dios ocupa verdaderamente un lugar central. Para María y José esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios que se le confió, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad. María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, alianza que los compromete a la fidelidad recíproca, y que se apoya en la confianza común en Dios. Se trata de una alianza tan noble, profunda y definitiva, que constituye para los creyentes el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos.
Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia. Es necesario alimentar esa atmósfera de fe. En esta perspectiva se va preparando el segundo Encuentro mundial con las familias, que tendrá lugar en Río de Janeiro los días 4 y 5 de octubre de 1997. Se tratará de una gran fiesta de las familias de América Latina y de todo el mundo que renovará el mensaje del primer Encuentro, celebrado aquí, en Roma, con ocasión del Año internacional de la familia. Encomiendo a María, "Reina de la familia", a todas las familias del mundo especialmente a las que atraviesan grandes dificultades, e invoco sobre ellas su protección materna.
La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Meditación dominical de S.S. Juan Pablo II diciembre de 1997
Francisco, en la fiesta de la familia
"En el seno de la familia es donde se nos educa para el perdón, somos comprendidos, pese a los errores"
Francisco: "No perdamos la confianza en la familia"
"Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero podemos suponerlo"
Jesús Bastante, 27 de diciembre de 2015 a las 10:36
Qué importante es para nuestras familias caminar juntos, peregrinar juntos y tener una misma meta que alcanzar
Los niños, en San Pedro
(Jesús Bastante).- "No perdamos la confianza en la familia". Este fue el clamor del Papa Francisco durante la homilía pronunciada esta mañana en la basílica de San Pedro, durante la Jornada de la Sagrada Familia, el primer gran Jubileo de este año de la Misericordia. Unas palabras en las que reivindicó el valor de la familia como "peregrinación cotidiana" y el lugar "donde se nos educa para el perdón, donde somos comprendidos, pese a los errores que podamos cometer".
Francisco recordó el pasaje del Evangelio en el que Jesús regresa a Jerusalén, "causando una gran pena a María y José, que no le encontraban". El Papa se mostró convencido que "Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que podemos suponerlo".
También, que después de ese episodio, Jesús "se unió estrechamente a ellos, mostrando su afecto y obediencia. También estos momentos forman parte de la peregrinación, que se transforman en ocasión de pedir perdón y recibirlo, y mostrar amor y obediencia". Y es que la familia es una peregrinación, un camino "cotidiano", que "no termina cuando se llega a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se retorna a la vida cotidiana, poniendo en práctica la experiencia vivida".
"Qué importante es para nuestras familias caminar juntos, peregrinar juntos y tener una misma meta que alcanzar", subrayó el Papa, quien indicó que "pese a las dificultades, también con momentos de alegría y consuelo, sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer".
Así, el Papa animó a los padres a bendecir a sus hijos, "a encomendarlos al Señor, como hicieron José y María, para que sea Él su protección", y para "compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita".
En el Año de la Misericordia, "toda familia cristiana puede hacer un lugar privilegiado de esta peregrinación en la que se experimenta la alegría del perdón". Un perdón que, señaló Francisco, "es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. ¡Pobres de nosotros si Dios no nos perdonase! Y en el seno de la familia, es donde se nos educa para el perdón, porque somos comprendidos, pese a los errores que podamos cometer". "No perdamos la confianza en la familia", clamó Bergoglio. "Está bien abrir el corazón los unos a los otros sin esconder nada. Donde hay amor, allí también hay comprensión y perdón. Os confío a todos vosotras, queridas familias, esta peregrinación doméstica, de todos los días, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tiene, hoy más que nunca, necesidad".
Texto completo de la homilía del Papa en el Jubileo de las familias
Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52). Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones. Y saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor". Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2). Qué importante es para nuestras familias a caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña. Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Encomiendo a todas ustedes, queridas familias, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.
Vivió en Nazaret, y vivía sujeto a sus padres
Lucas 2, 41-52. Fiesta Sagrada Familia. Después de celebrar la Navidad, ojalá podamos ser un poco más semejantes a aquella Familia de Nazaret.
Oración introductoria
Dios mío, quiero ocuparme en tus cosas, que sepa revestirme de las actitudes de Cristo en mi corazón y en mis obras, abrazándome a la cruz y al sacrificio, si fuera necesario. Dame la gracia de conocer y de experimentar íntimamente a Cristo en el Evangelio y en el Sagrario.
Petición
Jesús Niño, hazme amarte con un amor real, personal, apasionado y fiel.
Meditación del Papa
En el Evangelio no encontramos discursos sobre la familia, sino un acontecimiento que vale más que cualquier palabra: Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De este modo, la consagró como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad.
En su vida transcurrida en Nazaret, Jesús honró a la Virgen María y al justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia y su adolescencia. Así puso de relieve el valor primario de la familia en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret.
Con ellos aprendió a hacer la peregrinación a Jerusalén, como narra el pasaje evangélico que la liturgia de hoy propone a nuestra meditación. Cuando tenía doce años, permaneció en el Templo, y sus padres emplearon tres días para encontrarlo. Con ese gesto les hizo comprender que debía "ocuparse de las cosas de su Padre", es decir, de la misión que Dios le había encomendado.
Este episodio evangélico revela la vocación más auténtica y profunda de la familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor. De ellos aprendió que en primer lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.(Benedicto XVI, 31 de diciembre de 2006)
Reflexión
Es sumamente hermoso y consolador saber que tenemos a esta maravillosa familia -a Jesús, María y José- como protectora de nuestras propias familias. Pero no sólo. Ellos son también el prototipo y el modelo más perfecto de familia que hemos de imitar en nuestra vida. ¡Cuánta delicadeza, ternura y comprensión reinaría entre esas almas tan singulares! ¡Qué trato tan dulce, cariñoso y respetuoso dispensaría José a María, y Ella a su esposo! Y, ¿cómo sería el amor y la obediencia que animara a Jesús hacia sus padres y de todos entre sí! Sin duda alguna, pasar un rato junto a ellos sería como gozar del cielo en la tierra.
Pero, desafortunadamente, no todas las familias respiran este mismo aire que reinaba en la casita de Nazaret. Ni muchos niños o personas mayores han corrido siquiera la misma suerte que la mayoría de nosotros. Por desgracia, el mundo en el que nos toca vivir padece una grave crisis familiar y, tristísimamente, se va haciendo cada vez más común en las sociedades ricas y bien acomodadas de hoy en día. ¡Cuántos hogares rotos! ¡Cuántas familias destruidas! ¡Cuántos niños que no conocen lo que es el amor y la ternura de unos padres buenos, la paz y la felicidad de una familia unida! ¡Cuántos bebés que ni siquiera han conocido el calor y los brazos de una madre porque han sido abandonados al nacer –o peor todavía— asesinados y abortados en el seno de su propia madre!
Basta echar una mirada a nuestro alrededor, sobre todo en las grandes ciudades, para contemplar esta dramática situación. Y no me refiero sólo a Europa y a Norteamérica. Desafortunadamente, también en nuestro México y en América Latina comienza a infiltrarse este cáncer mortal. No nos hace daño pensar, en un día como hoy, en todos estos hermanos nuestros que sufren estas carencias o las provocan en los demás. Y, al recordarlos, elevemos una ferviente oración a nuestro Padre Dios por cada uno de ellos.
Se podría tal vez decir que hoy no es un día para pensar en cosas tristes. Y es cierto. Sería más hermoso meditar en la belleza de la Sagrada Familia o evocar hermosos recuerdos de la nuestra. Sí. Pero, por desgracia, lo que estoy diciendo no son inventos o cuentos chinos, sino hechos que suceden a diario. En este caso, evitar esos temas "molestos" sería como taparnos los ojos para no ver la realidad y para evitar sentir en nuestra conciencia el aguijón del pecado y de tantas injusticias que se cometen hoy en el mundo. Sería un pecado gravísimo de omisión, de egoísmo y de comodidad no pensar en los demás o no tratar de hacer algo por ellos.
Recordemos, aquel elocuente testimonio de la Madre Teresa de Calcuta. Ella gritaba al mundo entero: "Si oyen que alguna mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, intenten convencerla para que me traiga ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios".
Tal vez podamos preguntarnos qué podemos hacer nosotros, desde nuestra casa, para ayudar a solucionar este grave problema. Nos parecerá que somos impotentes y que nada podemos aportar. Sin embargo, no es así. Te voy a sugerir algo brevemente.
Estamos todavía celebrando estas hermosas fiestas de la Navidad. Acaba de nacer el Niño Dios en Belén y en nuestros corazones. Pues no olvidemos que Jesús, al encarnarse y al hacerse uno de nosotros, se identifica con cada niño y con cada ser humano. Por eso nos dijo que todo lo que hagamos a los demás, lo considera como hecho a Sí mismo; que el que recibe a un niño en su Nombre, lo recibe a Él; y que los ángeles contemplan en cada niño el rostro mismo de Dios.
Por eso, no podemos no pensar, amar y ayudar a los demás. Comencemos por las cosas pequeñas, por hacer aquello que sí está al alcance de nuestra mano realizar. Comencemos por amar y ayudar al niño de la calle que nos pide limosna; enseñemos a nuestros hijos a compartir con los pobres lo que Dios sí nos ha dado a nosotros. ¿Por qué no invitar a un niño pobre o a una de estas familias a cenar un día a nuestra casa? ¿Te parece excesivo? Sugiramos a nuestros niños que le regalen uno de sus juguetes a alguno de esos pobrecitos, o que lo inviten a jugar con ellos, como hacen tantas familias buenas en las Misiones de Semana Santa.
Propósito
¿No sería hermoso, por ejemplo, que se organizaran varias de nuestras familias para ofrecer una cena de Navidad o de Año nuevo a otras familias pobres? En lugar de gastar mil pesos más en bagatelas y caprichos nuestros, ¡démosles un regalo a los pobres! Sí, a ésos que conocemos, a los que vemos todos los días en la calle, tal vez mendigando de nuestro barrio… Si esto hacemos, podremos de verdad llamarnos cristianos y comenzaremos a vivir, con nuestras obras, el auténtico mensaje de la Navidad.
Diálogo con Cristo
¡Cuántas lecciones me das Jesús con tu vida escondida en Nazaret! En ella compartiste la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida sometida a la ley de Dios, vida en familia, pero siempre sabiendo dar el lugar que le corresponde a Dios nuestro Señor. Ayúdame a santificarme, con tu gracia en las actividades ordinarias de este día.
Una familia feliz porque ahí estaba Dios
Feliz porque ahí estaba Dios. Una familia feliz porque ahí se rezaba todos los días
Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Una familia formada por José, María y el Niño Jesús. Era una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha sido la familia más feliz.
Feliz porque ahí estaba Dios. Una familia feliz porque ahí se rezaba todos los días. Feliz porque ahí se trabajaba con paz y con amor. Allí se amaba la vida, allí se amaban entre ellos con un grandísimo corazón.
¡Cuánto necesitamos nosotros que esa Sagrada Familia nos ayude a recuperar muchos valores familiares que se ha llevado el viento!
¡Oh Familia de Nazareth, qué pocos elementos te bastaron para ser una familia feliz y hermosa! ¡Cómo necesitamos que vuelvas a injertar en nuestros hogares, en nuestros corazones, esa maravillosa gama de virtudes que tiene la familia!
Todos los que quieran saber cuál es la familia más maravillosa deben visitar Nazareth, y preguntar a José a Jesús y a María cómo se puede ser feliz en familia.
Juan, Santo Apóstol y Evangelista, 27 de diciembre
El Discípulo Amado
Martirologio Romano: Fiesta de san Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio. († s.I). Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios. Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.
Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen. Pero contrariamente a cuanto pueden hacer pensar las representaciones del arte, Juan no era un hombre fantasioso y delicado, y bastaría el apodo que puso el Maestro a él y a su hermano Santiago -”hijos del trueno”- para demostrarnos un temperamento vivaz e impulsivo, ajeno a compromisos y dudas, hasta parecer intolerante.
En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Aunque no podemos indagar sobre el secreto de esta inefable amistad, podemos adivinar una cierta analogía entre el alma del “hijo del trueno” y la del “Hijo del hombre”, que vino a la tierra a traer no sólo la paz sino también el fuego. Después de la resurrección, Juan parmanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.
En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98.
Referencias Bíblicas:
[1] Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Lc. 5, 10; Mc. 10, 35
[2] Salomé, madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Mc. 15, 40; Mt. 27, 56
[3] "En el principio estaba el Verbo..." (Jn. 1, 1)
[4] Juan sentado junto al Señor en la Última Cena cf. Jn. 13, 23
[5] Juan testigo de la transfiguración cf. Mc. 9, 2
[6] Juan junto al Señor en el monte de los Olivos cf. Mc. 14, 32-34
[7] Juan, el discípulo amado por Jesús cf. Jn. 21, 20-25
[8] Juan, junto a Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia cf. Gál. 2, 9
[9] Juan, desterrado a la isla de Patmos por la Palabra cf. Ap. 1, 9
Francisco, en la ventana escuchando a los niños
"La familia está sujeta a incomprensiones y dificultades de todo tipo que la debilitan"
"El núcleo familiar de María, Jesús y José es para las familias una auténtica escuela del Evangelio"
Denuncia la situación de inmigrantes cubanos en Centroamérica, víctimas de la trata de personas
Jesús Bastante, 27 de diciembre de 2015 a las 12:14
En la familia que vive la alegría de la vida, de la fe, y la comunica espontáneamente, esta familia es santa en la Tierra, y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad
(Jesús Bastante).- Como en sus mejores días, la plaza de San Pedro se abarrotó por completo para escuchar el Angelus del Papa. Decenas de miles de familias, llegadas de todo el mundo, esperaban ver salir a Francisco, quien no quiso empezar hasta que los niños acabasen sus villancicos. "¡Qué bien cantan estos chicos ¡Bravo!", aplaudió el Papa, quien lanzó un desafío a las familias cristianas del mundo: seguir el modelo de Jesús, María y José, y hacerlo con alegría, pues una familia alegre "es santa en la Tierra, y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad".
En el Jubileo de las Familias, el Papa quiso "saludar a todas las familias del mundo, con afecto y reconocimiento", especialmente "en este tiempo en que la familia está sujeta a incomprensiones y dificultades de todo tipo que la debilitan".
Siguiendo el Evangelio de hoy, Francisco invitó a todas las familias a "acoger la luz de la esperanza proveniente de la casa de Nazaret, donde se ha desarrollado con alegría la infancia de Jesús, que crecía en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres".
"El núcleo familiar de María, Jesús y José es para las familias una auténtica escuela del Evangelio", destacó Bergoglio, quien insistió en que de ahí surge "una especial comunidad de vida y de amor".
"Aquí aprendemos que cada núcleo familiar cristiano está llamado a ser iglesia doméstica, para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y convertirse en levadura de bien en la sociedad", con unos rasgos típicos: "recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad".
"Del ejemplo y testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede encontrar indicaciones preciosas y estilos de vida, y fuerzas y sabiduría para el camino de vida", añadió el Papa, quien dijo que la Virgen y san José "enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando con la obra de Creador y donando al mundo con cada niño una nueva sonrisa".
"Es en la familia unida donde los hijos maduran, viviendo la experiencia eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, del perdón y de la alegría". Una alegría que "no es algo que se da por casualidad o suerte, sino fruto de la armonía profunda entre las personas. La belleza de estar juntos, y sostenernos en el camino de la vida".
Por eso, "si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. En la familia que vive la alegría de la vida, de la fe, y la comunica espontáneamente, esta familia es santa en la Tierra, y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad".
"Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ella brillen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo ha traído como don a la humanidad", finalizó el Papa.
En sus saludos posteriores, Francisco recordó a varios "inmigrantes cubanos que están encontrando dificultades en Centroamérica, muchos de ellos víctimas de la trata de seres humanos. Invito a renovar los esfuerzos para encontrar una urgente solución a este drama humanitario", y saludó a todas las familias. "Gracias por vuestro testimonio. El Señor nos acompañe con su gracia y os sostenga en vuestro camino cotidiano".
Y, para el final, nuevas gracias a los niños que cantaron "un canto de Navidad en honor a las familias". Y se quedó escuchando un rato, contento, tarareando, como un buen padre de familia. De la gran familia de la Iglesia de la misericordia.
Palabras del Papa después de la oración del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Mi pensamiento va en este momento a los numerosos migrantes cubanos que se encuentran en dificultad en Centroamérica, muchos de los cuales son víctimas del tráfico de seres humanos. Invito a los Países de la Región a renovar con generosidad todos los esfuerzos necesarios para encontrar una tempestiva solución a este drama humanitario. Un caluroso saludo va hoy a las familias presentes en la plaza. Gracias por su testimonio. Que el Señor los acompañe con su gracia y los sostenga en su camino cotidiano. Saludo a todos ustedes, peregrinos llegados de diversas partes del mundo. En particular a los chicos de la Diócesis de Bérgamo que han recibido la Confirmación.
A todos les deseo un buen domingo. Les agradezco una vez más por sus augurios y sus oraciones: sigan rezando por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!