“Jesús le miró y dijo:’Tú te llamarás Cefas”

Evangelio según San Juan 1,35-42. 

Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. 

Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. 

Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro. 

Santa Isabel Ana Seton

Santa Isabel Ana Seton, viuda y fundadora

En la ciudad de Emmitsburg, del estado de Maryland, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Isabel Ana Seton, quien, al quedar viuda, abrazó la fe católica y trabajó denodadamente para fundar la Congregación de Hermanas de la Caridad de San José, con el fin de educar a las jóvenes y atender a la infancia sin recursos.

Isabel Ana nació en la ciudad de Nueva York el 28 de agosto de 1774, hija de Catalina Charlton y del Dr. Richard Bayley, Episcopalianos devotos.

Fue bautizada y llegó a su madurez en la fe episcopaliana. Su padre, cirujano distinguido y médico, fue el primer funcionario de la salud del Puerto de Nueva York y después profesor de anatomía en la Universidad de King’s College (en la Universidad de Columbia). Isabel Ana creció en la Ciudad de Nueva York y Nueva Rochelle, Nueva York. El 25 de enero de 1794 se casó con Guillermo Magee Seton, de una familia naviera adinerada y la nueva pareja vivió en la Calle del Estado en Manhattan.

Su matrimonio fue bendecido con tres hijas y dos hijos. Poco tiempo después de su matrimonio, Guillermo enfermó de tuberculosis. En un esfuerzo para restaurar su salud Isabel, Guillermo y su hija mayor, Annina, embarcaron hacia Italia pero él murió el 27 de diciembre de 1803 dejándola viuda con 5 niños cuando tenía sólo 29 años.

La familia Fellicchi, de Livorno, Italia, íntimos colaboradores en los negocios y amigos de la familia -– le ofrecieron hospitalidad y consuelo. A Isabel, profundamente espiritual, le impactó su devoción y su fe católica. 

Un año después de su retorno a Nueva York se convirtió a la fe católica. Esta conversión le costó muy caro a Isabel en las relaciones con su familia y amigos.

Viuda y sin dinero, con cinco niños que alimentar, los años siguientes fueron muy duros debido a la quiebra del negocio naviero antes de la muerte de Guillermo, intentando ganar su sustento sin el apoyo de su familia y amigos.

En el verano de 1808, el P. Guillermo Luis Dubourg, sacerdote de San Sulpicio, de Maryland, cuando visitó Nueva York conoció a Isabel y la invitó a ir a Baltimore con la promesa de abrir allí una escuela.

Por la generosidad de un bienhechor, la escuela se trasladó a la zona rural de Emmitsburgo, Maryland. Este nuevo trabajo y estilo de vida empezó el 31 de julio de 1809 en Stone House en el Valle de San José. Tuvo éxito y a ella se unieron otras mujeres que establecieron la primera orden religiosa de mujeres fundada en Norte América, las Hermanas de la Caridad de San José. 

El 17 de enero de 1812 las Reglas y Constituciones de las Hermanas de Caridad de San José en los Estados Unidos recibieron la aprobación oficial. (Estas Reglas se basaban en las Reglas Comunes de las Hijas de Caridad fundadas por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac en Francia en 1633). Así nació la primera Comunidad Religiosa para mujeres americanas.

Isabel Ana vio a Cristo en el pobre, sobre todo en las mujeres y niños necesitados, incluso antes de ser recibida en la Iglesia católica. Ella es Santa por el modo en que buscó y respondió a la voluntad de Dios en su vida. 

Su santidad se desplegó de su fe Episcopaliana. Ella era feligresa de la Iglesia de la Santísima Trinidad episcopaliana y, antes y después de su conversión al Catolicismo, le gustaba pasar tiempo ante el Santísimo Sacramento en la cercana Iglesia Católica de San Pedro. Isabel murió el 4 de enero de 1821 a la edad de 46 años en Emmitsburgo, Maryland.

El 25 de marzo de 1850 las Hermanas de la Caridad de San José de Emmitsburgo se unieron a la Compañía francesa de las Hijas de Caridad de San Vicente de Paúl. Isabel Ana Seton fue beatificada por Juan XXIII el 17 de marzo de 1963 y canonizada por Pablo VI el 14 de septiembre de 1975.

Oremos
Todo lo que para mí era ganancia lo he estimado pérdida comparado con Cristo. Más, aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo. Flp.3, 7-8

Tú, Señor, que todos los años nos alegras con la fiesta de Santa Isabel Ana Seton, concede a los que estamos celebrando su memoria imitar también los ejemplos de su vida santa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre san Juan, nº 19

“Jesús le miró y dijo:’Tú te llamarás Cefas (que quiere decir: Piedra)”

“Tú eres Simón, hijo de Juan; desde ahora te llamarás Cefas, es decir Pedro”… Este fue el nombre que Cristo dio a Simón. A Santiago y a su hermano los llamará “hijos del trueno” (Mc 3,17). ¿Por qué estos cambios de nombre? Para mostrar que él, Jesús, es el mismo que había establecido la antigua alianza, que había cambiado el nombre de Abram en Abraham, el de Sarai en Sara, el de Jacob en Israel (Gn 17,5s; 32,29). Y había dado también el nombre a distintas personas ya antes de su nacimiento: Isaac, Sansón, los hijos de Isaías y de Oseas… 

Hoy día tenemos un nombre muy superior a todos los demás; es el nombre de “cristiano” –el nombre que hace de nosotros hijos de Dios, amigos de Dios, un solo cuerpo con él. ¿Hay algún otro nombre capaz de hacernos ardorosos en la virtud, llenarnos de celo, incentivarnos a  hacer el bien? Guardémonos muy mucho de hacer cualquier cosa indigna de este nombre tan grande y tan bello, unido al nombre de el mismo Jesucristo. Los que llevan el nombre de un gran jefe militar o de un personaje ilustre se consideran honrados y hacen lo que sea para seguir siendo dignos de él. ¡Cuánto más nosotros que llevamos el nombre no de un general o de un príncipe de este mundo, ni tan sólo de un ángel, sino del rey de los ángeles, cuánto más nosotros debemos estar dispuestos a perderlo todo, incluso nuestra vida, por el honor de este nombre!.

Jesús proclama la Buena Nueva del Reino 
Mateo 4, 12-17. 23-25. Navidad. Jesús nos invita a convertirnos porque... ¡El Reino de los cielos ya ha llegado!

Oración introductoria
Creo en Ti Señor porque eres la Verdad misma. Espero en Ti porque eres la Misericordia infinita. Te amo, pero ayúdame a amarte más porque Tú eres el único digno de ser amado sobre todas las cosas.

Petición
Señor, cúrame, hazme ser fiel a tu amor. Concédeme ser un apóstol esforzado y fiel de tu Reino.

Meditación del Papa Francisco
Con sus invitaciones a la conversión, este tiempo viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos de la apatía, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: “Convertíos a mí de todo corazón”. ¿Por qué debemos volver a Dios? Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más este tiempo nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.» (Cf. S.S. Francisco, 5 de marzo de 2014).

Reflexión
Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.

Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: "este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle". No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.

Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.

Propósito
Conocer, para vivir, la Palabra de Dios. Leer y meditar el evangelio de cada día.

Diálogo con Cristo
Jesús, quiero tener esa disponibilidad que tuviste siempre para con los demás. Abre mis ojos y mi corazón a las necesidades de quienes están más cerca. Quiero saber salir de mí mismo, de mi comodidad, para ser un auténtico misionero de tu amor en tu Iglesia. Que mi única ilusión sea la de poder gastar, minuto a minuto, la vida que me has ha dado, siguiendo fielmente las indicaciones de tus Pastores.

¿Qué tipo de llaves tiene la Iglesia?
Son llaves que vienen de Dios que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos, llaves de misericordia.


Las llaves sirven para cerrar y para abrir. Dejan pasar o lo impiden. Liberan o encarcelan.

También en la Iglesia hay llaves. Pedro las recibió del mismo Cristo: las llaves del Reino de los cielos.

"A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16,19).

¿Qué tipo de llaves tiene Pedro? Son llaves que vienen de Dios y sirven para los hombres. Son llaves que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos. Son llaves de misericordia.

Con esas llaves la Iglesia católica, durante siglos, ha buscado abrir el tesoro de la salvación a todos los hombres. No porque la Iglesia tenga unos privilegios especiales, sino porque simplemente quiere cumplir la misión que Cristo le ha encomendado.

Cuando el corazón siente el peso de sus pecados, cuando el cansancio de la lucha lleva al desaliento y al miedo, cuando el diablo susurra que no podremos cambiar, podemos mirar ante nosotros y ver una puerta abierta: es la puerta de la misericordia.

Cristo vino al mundo para eso: para anunciar el Reino, para predicar la conversión, para sacrificarse y abrirnos el cielo, para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre.

La Iglesia recibe de Cristo unas llaves maravillosas. Con la mirada puesta en la Cruz y en la mañana de Pascua, tenemos la certeza de la victoria del Buen Pastor, de Aquel que es la verdadera Puerta para las ovejas: "si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto" (Jn 10,9).

El banquete está preparado. Las llaves han abierto la puerta. Hay que vestirse con traje de bodas (buenas obras) y llenarnos de esperanza. "Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura - el lino son las buenas acciones de los santos" (Ap 19,7‑8; cf. Mt 22,11).

Pedro, ¿pesan las llaves? No te preocupes. Cristo ha rezado por ti. Confía y abre. Mira a tu Maestro y camina. Con tus lágrimas y tu humildad, grita y recuerda al mundo que el Señor nos ha preparado un lugar en los cielos, junto a su Padre, para siempre (cf. Jn 14,3).

Magos según Cortés

"El corazón de los Magos busca verdad"
Relato desconcertante
"Desde el poder opresor solo se puede «crucificar» a quien trae liberación"

José Manuel Vidal, 04 de enero de 2016

Dios se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida

(José A. Pagola).- Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.

Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.

En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.

Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de «los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo». Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.

Su seguridad religiosa los ciega. Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén. Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su misterio es más grande que todas las religiones, y tiene sus caminos para encontrarse con todos sus hijos e hijas. Nunca reconocerán a Jesús.

El rey Herodes, poderoso y brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo posible para eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede «crucificar» a quien trae liberación.

Mientras tanto, los magos prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen prohibido el acceso. La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.

Al llegar, lo único que ven es al «niño con María, su madre». Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno. Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para despertar en los magos la adoración.

El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.

Epifanía del Señor - C
(Mateo 2,1-12)
06 de enero 2016

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