¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?

Evangelio según San Marcos 4,35-41. 


Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".



Santa Teresa de Ávila (1515-1582), carmelita descalza y doctora de la Iglesia 


Carta a las carmelitas de Sevilla, 31 de enero 1579


En medio de la tempestad

Ánimo, ánimo, hijas mías; acuérdense que no da Dios a ninguno más trabajos de los que puede sufrir y que está Su Majestad con los atribulados. Pues esto es cierto, no hay que temer sino esperar en su misericordia que ha de descubrir la  verdad de todo y se han de entender algunas marañas que el demonio ha tenido encubiertas para revolver, de lo que yo he tenido más pena que tengo ahora de lo que pasa. Oración, oración, hermanas mías, y resplandezca ahora la humildad y obediencia en que no haya ninguna que más la tenga a la vicaria que han puesto que vuestras caridades, en especial la madre priora pasada. (...) 
 

¡Oh, qué buen tiempo para que se coja fruto de las determinaciones que han tenido de servir a nuestro Señor! Miren que muchas veces quiere probar si conforman las obras con ellos y con las palabras. Saquen con honra a las hijas de la Virgen y hermanas suyas en esta gran persecución, que si se ayudan el buen Jesús las ayudará, que aunque duerme en la mar, cuando crece la tormenta hace parar los vientos. Quiere que le pidamos, y quiérenos tanto que siempre busca en qué nos aprovechar. Bendito sea su nombre para siempre, amén, amén, amén. 
En todas estas casas las encomiendan mucho a Dios, y así espero en su bondad que lo ha de remediar presto todo. Por eso procuren estar alegres y considerar que, bien mirad, todo es poco lo que se padece por tan buen Dios y por quien tanto pasó por nosotras, que aun no han llegado a verter sangre por El (He 12,4). (...) Dejen hacer a su Esposo y verán cómo antes de mucho se tragará el mar a los que nos hacen la guerra, como hizo al rey Faraón.

San Muciano María Viaux


San Muciano María Viaux, religioso

En Malonne, población de Bélgica, san Muciano María (Luis) Viaux, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó toda su vida, con constancia y generosidad, a la formación de los jóvenes.

Luis Wiaux, tercero de seis hijos, nace el 20 de marzo de 1841 en Mellet, un pueblecito de Bélgica francófona en el que casi todo el mundo es católico practicante. Su padre es herrero, y su madre ayuda a llevar un café en una sala de la casa familiar. El lenguaje grosero no se tolera allí y las tardes de cerveza y de juego de cartas se terminan siempre con el rezo del rosario. Luis no tiene las capacidades físicas ni el gusto por el oficio de su padre; está convencido de que el Señor le llama a otro tipo de trabajo. Apenas ve a los Hermanos en una escuela vecina decide entrar en el Noviciado de Namur. Después de haber enseñado 2 años en clases elementales, es destinado al pensionado de Malonne, donde pasará los 58 próximos años. Al comienzo tiene dificultades para enfrentarse al mismo tiempo a las exigencias de la enseñanza y de la vigilancia. El Hermano encargado de los cursos de música y arte, que entonces eran una parte importante del programa, se presta a ayudarle. A partir de ese momento el Hermano Muciano es no solamente un enseñante eficaz en estas asignaturas, vigilante cuidadoso en los cursos escolares, catequista en la parroquia cercana, sino que tiene una extraordinaria influencia en los alumnos por su paciencia y su piedad evidente. Se sabe que pasa todo el tiempo que puede ante el tabernáculo o la gruta de Nuestra Señora. Entre los Hermanos, se comenta que no se le ha visto nunca transgredir el menor punto de la Regla de los Hermanos. Después de su muerte en Malonne, su fama se extiende por toda Bélgica y se le atribuyen numerosos milagros. Sus reliquias se veneran en Malonne, en el monumento construido en su honor después de su canonización. Falleció el 30 de enero de 1917, fue beatificado por SS Pablo VI en 1977, y canonizado por SS Juan Pablo II el 10 de diciembre de 1989.

fuente: Hermanos de las Escuelas Cristianas - La Salle

Oremos

Tú, Señor, que concediste al Beato Bronislao Markiewicz el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

Marcos 4, 35-41. Tiempo Ordinario. Cristo está cerca de nosotros en cualquier tempestad de nuestra vida.

Oración introductoria


Señor, aunque creo tener fe, necesito de tu gracia para acrecentarla porque me parezco a tus discípulos, ante los problemas y angustias me acobardo. Te suplico que esta oración me ayude a creer con fe viva en tu nombre, a actuar mi fe de manera filial, recordando que Tú eres un Padre que vela con infinita ternura sobre mí. Ayúdame a descubrir tu mano amorosa detrás de todo, porque Tú sólo buscas mi bien.


Petición


Señor, te pido me concedas caminar por la senda de una fe viva, operante y luminosa.


Meditación del Papa Francisco

El amor de Dios es estable y seguro, como los peñascos rocosos que reparan de la violencia de las olas. Jesús lo manifiesta en el milagro narrado por el Evangelio, cuando aplaca la tempestad, mandando al viento y al mar. Los discípulos tienen miedo porque se dan cuenta de que no pueden con todo ello, pero Él les abre el corazón a la valentía de la fe. Ante el hombre que grita: '¡ya no puedo más!', el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede agarrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto. […]

Podemos preguntarnos, si hoy estamos firmes en esta roca que es el amor de Dios. Cómo vivimos el amor fiel de Dios hacia nosotros. Siempre existe el riesgo de olvidar ese amor grande que el Señor nos ha mostrado. También nosotros, los cristianos, corremos el riesgo de dejarnos paralizar por los miedos del futuro y de buscar seguridades en cosas que pasan, o en un modelo de sociedad cerrada que tiende a excluir, más que a incluir. En esta tierra han crecido tantos santos y beatos que han acogido el amor de Dios y lo han difundido en el mundo, santos libres y testarudos. Sobre las huellas de estos testigos, también nosotros podemos vivir la alegría del Evangelio, practicando la misericordia, podemos compartir las dificultades de mucha gente, de las familias, en especial de las más frágiles y marcadas por la crisis económica.  (Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2015).

Reflexión


Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de dos mil años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así.
La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: ¡No temáis, tened fe! Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios.
Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.
Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo.


Propósito


Ante las dificultades, preocupaciones y angustias, decir la jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!


Diálogo con Cristo 

Señor, la tormenta más grande que debo combatir diariamente es el pecado. Necesito esforzarme constantemente para no caer en la tentación y decidirme, con entusiasmo y confianza, a conquistar la santidad mediante la caridad. Por eso te pido me ayudes a ser perseverante en mis propósitos.



María y un seminarista en Nazaret

Pide por todos los seminaristas, para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar la voz de María que los acompaña.


Durante la misa, nuestro Obispo es asistido en ella por un sacerdote, dos monaguillos y un seminarista de quien, y por casualidad, apenas sé su nombre.


Me pregunto, Madre querida, cuál habrá sido el camino que debió recorrer ese joven para llegar hasta...
- Hasta un especial sitio en mi Inmaculado Corazón.- Me respondes mientras le miras desde tu imagen del altar.
- Madre, por caridad, cuéntame lo que él y tantos como él, significan para ti.


Tu imagen de La Dolorosa, al pie de la Cruz, y junto a San Juan, parece murmurar una respuesta. Así es Madre, tu siempre eres para tus hijos, respuesta serena al alma.


- Verás, hija, desde aquellos tiempos en que veía a los Apóstoles ir recorriendo lentamente los caminos que Jesús les mostraba. Desde que aprendí a conocer sus dudas, sus preguntas, sus renuncias. Desde aquellos días mi corazón ha ansiado ser compañera de camino en quienes entregan su vida al servicio de Dios. Ese camino que empezó, para mí, el día de la Anunciación, en medio de un indescriptible gozo, pero que continuó, más tarde, en medio del silencio y la rutina de Nazaret.


- Comprendo, Madre, o casi... pero, a ellos, a nuestros seminaristas, ¿Cómo les acompañas?


- Cuando un alma escucha el llamado de Dios y responde, le invito a compartir mi alegría en el día de la Anunciación.

Luego, le acompaño fielmente en las dificultades que debe afrontar, pues les espera un viaje a Belén, no programado, y muchas puertas que han de cerrarse. Tendrá una Nochebuena con canto de ángeles y también un Simeón anunciando espadas. Deberá buscar, en medio de tantas noches oscuras, un sitio seguro para resguardarse de las tentaciones. Oh! Hija, no puedes imaginar cuán hermoso, sereno y perfumado, es el sitio que tengo reservado para ese amado hijo.


-Es ¿Tu Corazón? O sí, seguro ha de ser tu Corazón, Madre querida. Allí tienes, para el alma, una exquisita ternura, un refugio seguro en las tormentas del alma, y, sobre todo, el camino más corto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.


-Así es hija. Desde mi corazón, le llevaré a los días en que Jesús se perdió y yo le buscaba. Le contaré que muchas veces deberá hacer esta búsqueda a lo largo de su vida. Después, le traeré conmigo a los días de Nazaret, al silencio, a lo cotidiano, a las pequeñas cosas.


- Entonces, Madre, un seminario ¿Es como un pequeño Nazaret?


- Pues... sí.


- Y, si es Nazaret, entonces ¡estas tú!. Siempre, cada día, cada mañana.


- Cada mañana- y tus ojos parecen recorrer todos los seminarios del mundo-, cada mañana le pregunto, si quiere permanecer junto a mí en Nazaret. Y su "sí" me alegra el alma. Y nos vamos juntos a buscar agua al pozo. Él alivia mis cansados brazos y yo le sirvo agua fresca cuando estudia en la biblioteca. También me ayuda a cargar la leña y encender el fuego y yo le regalo gracias a su alma, para que su oración no sea una simple repetición de palabras sino un torrente de amor que, desde su corazón, llegue al Corazón de Jesús.
Miro hacia el altar y allí, en un rincón, en un Nazaret de silencio, el joven seminarista se arrodilla durante la Consagración.


- Hija mía- susurras a mi corazón- ahora soy yo la que quiere pedirte algo.


- Dime, Madre, dime, pues mi corazón halla gozo en servirte.


- Ora, hija, ora por ese joven y por todos los seminaristas. Ora para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar el canto del viento de Nazaret, el perfume de aquel hogar, que ahora habitan. Ora para que, cada mañana, su corazón elija, nuevamente, acompañarme al Corazón de Jesús, de donde brotan ríos de agua viva.. Ora para que sientan mi mano en la suya, mi abrazo en la noche oscura del alma, mi compañía en cada día, en cada alegría, en cada soledad, en cada pena.

¿Puedo, hija, contar con tus oraciones?.


-Sí, Madre, sí, y perdóname por no habértelas ofrecido antes. Perdóname por haber esperado, cómodamente, que siempre haya un sacerdote en la parroquia, sin haber pensado que, para hallarlo, primero debió existir un seminarista que, cada mañana, eligió ser tu compañero en Nazaret. Que sintió tu mano, cuando yo sólo le regalaba olvido, que sintió tu abrazo, cuando yo ni siquiera me preocupé por saber su nombre.


La misa ha terminado. Todos se han retirado. El joven seminarista atiende los pequeños detalles para la siguiente misa.

Ahora sé que está contigo en Nazaret, ordenando la casa, esperando a Jesús.


Te regalo, Madre, mi oración por él. Regálale tu, todo el perfume de Nazaret.



María Reina de Misericordia


El camino de gracias que nos abre el Año Santo de la Misericordia podemos recorrerlo de un modo especial: de la mano de María, Reina de Misericordia.




El camino de gracias que nos abre el Año Santo de la Misericordia podemos recorrerlo de un modo especial: de la mano de María, Reina de Misericordia. De esto trata el videoclip que realizó un grupo de Hermanas de María de Schoenstatt y de jóvenes de la Juventud Femenina de Schoenstatt de la Argentina. María es la Madre generosa, la Virgen peregrina; cuando nos mira, brota desde adentro nuestra dignidad. Ella es la que salva del naufragio a nuestra humanidad, la Madre Admirable que nos muestra a Dios. María, en definitiva, quiere desplegar su Misericordia por medio de sus hijos. En nosotros quiere recorrer nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús.


Francisco acaricia a un niño


"Tomemos en serio nuestro ser cristianos y el compromiso de vivir como creyentes"
Francisco reclama a los cristianos "ser portadores de la misericordia de Dios"
El Papa preside una multitudinaria audiencia a los peregrinos del Año de la Misericordia en San Pedro
Jesús Bastante, 30 de enero de 2016 a las 10:33
Mucho frío, muchos niños abrigados. También el Papa, enfundado en su gabán blanco y de pie en el papamóvil, camina sin reloj, besando y deteniéndose a charlar con cualquiera que se lo pide

(Jesús Bastante).- Todo cristiano es un "Cristóforo", un "portador de Cristo y de la misericordia de Dios". Esta fue la base de la alocución del Papa Francisco en la primera de las audiencias especiales que, con motivo del Año de la Misericordia, tendrán lugar en la plaza de San Pedro los últimos sábados de cada mes.

En la de esta mañana, el Santo Padro reclamó a los fieles la "responsabilidad de ser transmisores del Evangelio", y de compartirlo con alegría, pues "no podemos retener la alegría que nos ha sido dada, debemos ofrecerla a los demás".

Audiencia con los peregrinos del Año de la Misericordia. Mucho frío, muchos niños abrigados. También el Papa, enfundado en su gabán blanco y de pie en el papamóvil, camina sin reloj, besando y deteniéndose a charlar con cualquiera que se lo pide. Besa y se deja besar, coloca el gorro al niño al que se le cae cuando se lo acerca Domenico Giani, su eterno guardaespaldas.

Mucha gente en San Pedro para un acto esperado, aunque no usual. Durante este año, todos los últimos sábados de cada mes el Papa Francisco presidirá una audiencia jubilar. Y son casi millón y medio los peregrinos que, a lo largo de este 2016, han traspasado la Puerta Santa de San Pedro.

La catequesis del Papa giró en torno al pasaje del Evangelio de Juan en el que Simón Pedro conoce a Jesús. "Tú eres Simón, el hijo de Juan. Tú te llamarás Cefas, que quiere decir 'piedra'". El sucesor de Pedro, dos mil años después, recordó la emoción de Andrés al llevar a su hermano al encuentro con el Mesías.

"La alegría de nuestro encuentro con Jesús nos lleva a querer comunicar la misericordia del Señor", subrayó el Papa, quien incidió en que "esto no es hacer proselitismo: esto es ofrecer a los demás lo que a mí me produce alegría".

Y es que "encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor, un amor que transforma y que nos permite transmitir al otro la fuerza". Y es que "el cristiano es portador de Cristo. Vivir la misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer en la misericordia de Dios".

"Tomemos en serio nuestro ser cristianos y el compromiso de vivir como creyentes, porque solamente así el Evangelio puede tocar el corazón de los demás y abrirlo para recibir la gracia del amor", conclluyó el Papa, quien animó a todos los peregrinos a ser "portadores de Cristo y verdaderos misioneros de la misericordia de Dios en medio de las circunstancias que les toca vivir".

En su saludo en italiano, el Papa recordó a "la señora Elvira", una mujer que trabajaba en casa Santa Marta y que, "tras una larga enfermedad, el Señor la ha llamado consigo". "Hoy el Papa está un poco triste, porque en Santa Marta somos una familia", musitó el Papa, quien pidió a los fieles "hacer una obra de misericordia: orar por los difuntos y consolar a los afligidos. Y os invito a rezar un Ave maría por la paz eterna de la señora Elvira, y porque el Señor consuele a su marido y sus hijo". Y todos rezaron la oración, interrumpiéndola en dos ocasiones con un fuerte aplauso.

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas,

Entramos día tras día en lo principal del Año Santo de la Misericordia. Con su gracia, el Señor guía nuestros pasos mientras atravesamos la Puerta Santa y se nos acerca para permanecer siempre con nosotros, no obstante nuestras faltas y nuestras contradicciones. No nos cansemos jamás de sentir la necesidad de su perdón, porque cuando somos débiles su cercanía nos hace fuertes y nos permite vivir con mayor alegría nuestra fe.Quisiera indicarles hoy la estrecha relación que existe entre la misericordia y la misión. Como recordaba San Juan Pablo II: «La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia y cuando acerca a los hombres a las fuentes de misericordia» (Enc. Dives in misericordia, 13). Como cristianos tenemos la responsabilidad de ser misioneros del Evangelio. Cuando recibimos una bella noticia, o cuando vivimos una bella experiencia, es natural que sintamos la exigencia de comunicarla también a los demás. Sentimos dentro de nosotros que no podemos contener la alegría que nos ha sido donada y queremos extenderla. La alegría suscitada es tal que nos lleva a comunicarla.

Y debería ser la misma cosa cuando encontramos al Señor. La alegría de este encuentro, de la misericordia: comunicar la misericordia del Señor. Es más, el signo concreto que de verdad hemos encontrado a Jesús es la alegría que sentimos en el anunciarlo también a los demás. Y esto no es "hacer proselitismo": esto es hacer un don. Si, yo te doy aquello que me da alegría a mí. Leyendo el Evangelio vemos que esta ha sido la experiencia de los primeros discípulos: después del primer encuentro con Jesús, Andrés fue a decirlo enseguida a su hermano Pedro (Cfr. Jn 1,40-42), y la misma cosa hizo Felipe con Natanael (Cfr. Jn 1,45-46). Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este amor nos transforma y nos hace capaces de transmitir a los demás la fuerza que nos dona. De alguna manera podremos decir que desde el día del Bautismo nos es dado a cada uno de nosotros un nuevo nombre agregado a aquel que ya nos dan mamá y papá, y este nombre es "Cristóforo": todos somos "Cristóforos". ¿Qué cosa significa? "Portadores de Cristo". Es el nombre de nuestra actitud, una actitud de portadores de la alegría de Cristo, de la misericordia de Cristo. ¡Todo cristiano es un "Cristóforo", es decir un portador de Cristo!

La misericordia que recibimos del Padre no nos es dada como una consolación privada, sino nos hace instrumentos para que también los demás puedan recibir el mismo don. Existe una estupenda circularidad entre la misericordia y la misión. Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite siempre crecer más en la misericordia de Dios. Por lo tanto, tomemos en serio nuestro ser cristianos, y comprometámonos a vivir como creyentes, porque sólo así el Evangelio puede tocar el corazón de las personas y abrirlo para recibir la gracia del amor, para recibir esta grande misericordia de Dios que acoge a todos. Gracias.


 

 

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