"Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba"

¿No necesitamos profetas?

«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.

Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fue alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.

Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.

Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en «presencia alternativa» que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.

Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que solo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.

Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?

Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?

4 Tiempo ordinario - C
(Lucas 4,21-30)

José Antonio Pagola

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Jer 1, 4-5; Sal 70; 1Cor 12, 31-13, 13; Lc 4, 21-30)
AMADOS DESDE ANTES DE NACER

Este Año de Misericordia, de Gracia del Señor, en el que se proclama de manera especial el Evangelio de San Lucas, llama a nuestra puerta, de manera insistente, la declaración de amor de Jesucristo.

Pocas expresiones llegan al corazón y modifican la relación personal con uno mismo, a pesar de verse menesteroso como las que se encuentran hoy en el profeta Jeremías. Si se da fe a la declaración del profeta, todo cambia: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré”.

Es verdad que el texto se refiere a Jeremías, pero cada uno podemos personalizar la Palabra de Dios, y sentir con el salmista: “Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías”.

A medida que se va cruzando el desierto de la existencia, más se puede acreditar la misericordia divina, la tutela permanente de Dios tiene para sus criaturas. Si a alguien se le puede aplicar la expresión paulina “el amor no pasa nunca”, es a Dios mismo. Él no se retracta de su palabra, y si se demuestra su voluntad amorosa en la existencia de cada criatura, porque todo existe en razón de la voluntad del Creador, ¡cuánto más permanece su amor en aquellos por los que su propio Hijo ha dado su vida!

Jesús de Nazaret, en la sinagoga de su pueblo, proclamó el Año de Gracia del Señor, y desde entonces hasta hoy se puede escuchar: -«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»

Si cada uno damos crédito a la Palabra de Dios, descubriremos el realismo de su expresividad. Hoy, cada momento está abierto a la experiencia de la providencia divina, más allá de toda contingencia humana.

Intenta por un momento escuchar dentro de ti lo que te dice el Señor:

“Yo te he escogido desde antes de nacer. Yo te he puesto nombre cuando estabas en las entrañas de tu madre. Yo te he dado una vocación única, expresión de mi amor por ti”.

Hoy se cumple en ti toda la profecía. Hoy, si quieres, puedes sentir el abrazo de la gracia.

Tú podrás resistirte. Podrás hacer la pirueta mental de ponerte a reflexionar sobre el significado de mis palabras, pero mientras tanto, lo más cierto es que yo te sigo amando”.

C - Domingo 4o. del Tiempo Ordinario Jer 1, 4-5.17-19; 1Cor 12, 31 - 13, 13. Lc 4, 21-30

NEXO ENTRE LAS LECTURAS
Jesucristo, Jeremías, Pablo: Tres hombres con una única misión, cuyo vértice es Jesucristo, plenitud de la revelación y de la misión salvífica de Dios. En efecto, Jesús es el enviado del Padre para la salvación de los pobres pecadores, sin distinción alguna entre judíos y gentiles (Evangelio). La misión profética de Jesús está prefigurada en Jeremías, el gran profeta de Anatot durante el primer cuarto del siglo VI a.C, de cuya vocación y misión, en tiempos de la reforma religiosa del rey Josías y luego durante el asedio y la caída de Jerusalén, trata la primera lectura. Pablo, segregado desde el seno de su madre, prolonga en el tiempo la misión profética de Jesús, poniendo el acento en el amor cristiano, como el carisma que relativiza todos los demás y que constituye la verdadera medida

MENSAJE DOCTRINAL
Características de la misión.

Son varios los caracteres que los textos litúrgicos resaltan, al tratar de la misión profética. Subrayo aquellos, que considero de mayor relevancia e incidencia en nuestro tiempo.

1. La misión viene de Dios. Es Dios quien dice a Jeremías: "Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones" (Jer 1,5). Jesús en la sinagoga de Nazaret no se atribuye a Sí mismo la misión, sino que la lee ya profetizada en las Escrituras, es decir, ya prevista por el mismo Dios. San Pablo, por su parte, sabe muy bien que todo carisma proviene del Espíritu de Dios, máxime el carisma por excelencia que es el del ágape.

2. Una misión en doble dirección. Por un lado destruir, por otro edificar (Jer 1, 10). Por un lado, el anuncio: proclamar la Buena Nueva a los pobres, por otro, la denuncia: ningún profeta es bien acogido en su tierra (Evangelio). Por un lado, la devaluación de todo sin la caridad, por otro, la caridad como valor supremo (segunda lectura). Es la dinámica de la misión, y es la dinámica de la vida cristiana, desde sus inicios hasta nuestros días.

3. Una misión universal. Jeremías es llamado por Dios a ser "profeta de las naciones"; Jesucristo ha sido ungido por el Espíritu para ayudar a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los pecadores, y para proclamar a todos un año de gracia del Señor, es decir, un jubileo. Si Dios es creador y padre de todos, todos son por igual objeto de su amor y de su redención.

4. Una misión con riesgos. El riesgo principal de que los hombres no escuchen ni acepten el mensaje de Dios, comunicado por el profeta. El riesgo también está en ser maltratado, considerado enemigo público, tenido por aguafiestas y profeta de desventuras. La biografía de Jeremías está entretejida con episodios de este género. Jesús estuvo a punto de ser apedreado por los nazarenos, y Pablo vivió unas relaciones no poco tensas con los cristianos de Corinto, cuando les escribió su primera carta.

5. Una misión sin temor y con la fuerza de Dios. Dios dice a Jeremías: "No les tengas miedo... Yo te constituyo hoy en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país". Jesús, ante los nazarenos que quieren despeñarle, nos dice san Lucas que, "abriéndose paso entre ellos, se marchó". ¡Qué valentía sobrehumana y qué poder de Dios en la actitud de Jesús! ¿Y acaso no muestra Pablo una fuerza divina cuando antepone el ágape cristiano a la ciencia, a la pobreza total, a las llamas, y a la misma fe?

6. Una misión que exige una respuesta. Puede ser una respuesta de rechazo, como en el caso de Jeremías: "Ellos lucharán contra ti" (primera lectura). Puede ser una respuesta doble, como en el caso de Jesús: por un lado, asentimiento y admiración, por otro, indignación y deseo de despeñarlo por un precipicio (Evangelio). Y Pablo, en la segunda lectura, al proponer a los corintios el carisma de la caridad, no hace sino pedirles que respondan con generosidad a dicho carisma.

SUGERENCIAS PASTORALES
La misión cristiana, una provocación. Para el hombre, cualquiera que sea su circunstancia, toda propuesta que venga de Dios es una provocación, porque le saca de su rutina, de sus esquemas mentales, de su aurea mediocridad. Jesús provoca a los nazarenos, al herir su orgullo por no hacer en Nazaret los milagros realizados en Cafarnaún, y les provoca poniendo fin a los privilegios judíos y además dando preferencia a los gentiles, sobre los judíos, como sucede en los ejemplos que Jesús pone de Elías y Eliseo. El ágape que Pablo propone a la Iglesia de Corinto es una provocación mayúscula para aquellos griegos educados en el culto a la razón y al eros. Ser y vivir hoy como cristiano es también provocar, pero se trata de una provocación saludable. Hay que provocar inseguridad en la mentalidad, para que se realice una verdadera conversión, cambio de mentalidad, metanoia. Hay que provocar con la "debilidad" de todo hombre, para que adquiera relevancia y sentido en toda vida humana la fuerza y el poder de Dios. Hay que provocar con las baratijas de felicidad que los hombres compran en el supermercado de la sociedad o de la cultura, para que abran los ojos a la auténtica felicidad que está en Dios y que Dios nos da. Hay que provocar al hombre en sus miserias y ruindades, para que tome conciencia de su grandeza como imagen de Dios, como hijo de Dios. Si el cristianismo no provoca ni sacude al hombre en su interior, es que ha perdido fuerza revulsiva y mordiente, es que ha perdido su razón de ser en la historia.

El ágape cristiano, medida de todo. Un grave y frecuente error del hombre es confundir el contacto físico o la relación sexual, o el eros sentimental, con el amor, con el ágape. El amor cristiano no es un momento pasajero, epidérmico o sentimental, efímero como las hojas de otoño, insatisfactorio como todo "juego" egoísta y frecuentemente sensual. El amor cristiano reverbera corporal o sentimentalmente, pero su más pura esencia es interior, espiritual, divina. El amor cristiano es una actitud del alma que mide todo objeto, toda ciencia, toda relación, toda actividad, todo acontecimiento. ¿Es el amor cristiano la medida de tus relaciones con los demás, de tu vida familiar, de tu dinero, de tu trabajo o profesión, de tus diversiones? ¿Es el amor cristiano, en tu parroquia o en tu diócesis, el verdadero metro con que se miden todas las demás realidades parroquiales o diocesanas? Si el amor es la medida de todo, la medida del amor es un amor sin medida. ¡Cuánto queda todavía por hacer!

Evangelio según San Lucas 4,21-30. 

Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'.

Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. 

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia Sobre el profeta Isaías, 5,5; PG 70, 1352


"Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba"

Cristo ha querido que el mundo le siguiera y así conducir a Dios Padre todos los habitantes de la tierra... Los venidos del paganismo, enriquecidos por la fe de Cristo, se han beneficiado del tesoro divino de la proclamación que trae la salvación. Por ella han llegado a ser partícipes del Reino de los cielos y compañeros de los santos, herederos de las realidades inexpresables (Ef 2,19.3.6)... Cristo promete la curación y el perdón de los pecados a los que tiene roto el corazón, y devuelve la vista a los ciegos. ¿Cómo no van a ser ciegos los que no reconocen a aquél que es el Dios verdadero? ¿No está su corazón privado de la luz divina y espiritual?. Es a ellos a quienes el Padre envía la luz del verdadero conocimiento de Dios. Llamados por la fe, lo han conocido; más aún, han sido conocidos por él. Habiendo sido hijos de la noche y de las tinieblas, han llegado a ser hijos de la luz (Ef 5,8) porque el día les ha iluminado, el Sol de justicia ha amanecido para ellos (Ml 3,20), y la estrella de la mañana se les ha aparecido en todo su esplendor (Ap 22,16). 

Sin embargo, nada se opone a que apliquemos todo lo que acabamos de decir a los descendientes de Israel. En efecto, también ellos tenían el corazón destrozado, eran pobres y estaban como encarcelados y llenos de tinieblas... Pero Cristo ha venido a anunciar la gracia de su venida, precisamente a los hijos de Israel antes que a los otros, y proclamar juntamente el año de gracia del Señor (Lc 4,19) y el día de la recompensa. 

El año de gracia es aquel en que Cristo ha sido crucificado por nosotros. Porque es entonces cuando hemos llegado a ser agradables a Dios Padre. Y es por él que damos fruto tal como él mismo nos lo enseñó: “Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24). Y dice más todavía: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). Realmente, él volvió a la vida al tercer día después de haber triturado con sus pies el poder de la muerte. Después dijo a sus santos discípulos: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,18-19).

San Juan Bosco

San Juan Bosco, presbítero y fundador

Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez dura, fue ordenado sacerdote, y en la ciudad de Turín se dedicó esforzadamente a la formación de los adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Domènica Mazzarello, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo, en este día, en la misma ciudad de Turín, en Italia.

En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario. Tales fueron las palabras que el Papa Pío XI dijo sobre Don Bosco.

Juan Melchor había nacido en 1815, y era el menor de los hijos de un campesino piamontés. Su padre murió cuando Juan sólo tenía dos años. Su madre, santa y laboriosa mujer, que debió luchar mucho para sacar adelante u sus hijos, se hizo cargo de su educación. A los nueve años de edad, un sueño que el rapazuelo no olvidó nunca, le reveló su vocación. Más adelante, en todos los períodos críticos de su vida, una visión del cielo le indicó siempre el camino que debía seguir. En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños. Súbitamente apareció una misteriosa mujer que le dijo: «¡No, no; tienes que ganártelos por el amor! Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas». Cuando la señora pronunció estas palabras los niños se convirtieron, primero en bestias feroces y luego en ovejas. El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo. Para ganárselos, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias, en las que llegó a ser muy ducho. Un domingo por la mañana, un acróbata ambulante dio una función pública y los niños no acudieron a la iglesia; Juan Bosco desafió al acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a la misa. Durante las semanas que vivió con una tía que prestaba servicios en casa de un sacerdote, Juan Bosco aprendió a leer. Tenía un gran deseo de ser sacerdote, pero hubo de vencer numerosas dificultades antes de poder empezar sus estudios. A los dieciséis años, ingresó finalmente en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables. El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y otro, un par de zapatos. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al seminario mayor de Turín y allí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir los domingos a un grupo de chiquillos y mozuelos abandonados de la ciudad.

San José Cafasso, cura de la parroquia anexa al seminario mayor de Turín, confirmó a Juan Bosco en su vocación, explicándole que Dios no quería que fuese a las misiones extranjeras: «Desempaca tus bártulos -le dijo-, y prosigue tu trabajo con los chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti». El mismo Don Cafasso le puso en contacto con los ricos que podían ayudarle con limosnas para su obra, y le mostró las prisiones y los barrios bajos en los que encontraría suficientes clientes para aprovechar los donativos de los ricos. El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la marquesa di Barola, la rica y caritativa mujer que socorrió a Silvio Pellico cuando éste salió de la prisión. Los domingos, Don Bosco no tenía trabajo de modo que podía ocuparse de sus chicos, a los que consagraba el día entero en una especie de escuela y centro de recreo, que él llamó «Oratorio Festivo». Pero muy pronto, la marquesa le negó el permiso de reunir a los niños en sus terrenos, porque hacían ruido y destruían las flores. Durante un año, Don Bosco y sus chiquillos anduvieron «de Herodes a Pilatos», porque nadie quería aceptar ese pequeño ejército de más de un centenar de revoltosos muchachos. Cuando Don Bosco consiguió, por fin, alquilar un viejo granero, y todo empezaba a arreglarse, la marquesa, que a pesar de su generosidad tenía algo de autócrata, le exigió que escogiera entre quedarse con su tropa o con su puesto en el refugio para muchachas. El santo escogió a sus chicos.

En esos momentos críticos, le sobrevino una pulmonía, cuyas complicaciones estuvieron a punto de costarle la vida. En cuanto se repuso, fue a vivir en unos cuartuchos miserables de su nuevo oratorio, en compañía de su madre, y allí se entregó, con toda el alma, a consolidar y extender su obra. Dio forma acabada a una escuela nocturna, que había inaugurado el año precedente, y como el oratorio estaba lleno a reventar, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín. Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya treinta o cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Los chicos llamaban a la madre de Don Bosco «Mamá Margarita». Pero Don Bosco cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía a sus chicos se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros: el de los zapateros y el de los sastres, fueron inaugurados en 1853.

El siguiente paso fue construir una iglesia, consagrada a San Francisco de Sales. Después vino la construcción de una casa para la enorme familia. El dinero no faltaba, a veces, por verdadero milagro. Don Bosco distinguía dos grupos entre sus chicos: el de los aprendices, y el de los que daban señales de una posible vocación sacerdotal. Al principio iban a las escuelas del pueblo; pero con el tiempo, cuando los fondos fueron suficientes, Don Bosco instituyó los cursos técnicos y los de primeras letras en el oratorio. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. Con su extraordinario don de simpatía y de leer en los corazones, Don Bosco ejercía una influencia ilimitada sobre sus chicos, de suerte que podía gobernarles con aparente indulgencia y sin castigos, para gran escándalo de los educadores de su tiempo. Además de este trabajo, Don Bosco se veía asediado de peticiones para que predicara, la fama de su elocuencia se había extendido enormemente a causa de los milagros y curaciones obradas por la intercesión del santo. Otra forma de actividad, que ejerció durante muchos años, fue la de escribir libros para el gusto popular, pues estaba convencido de la influencia de la lectura. Unas veces se trataba de una obra de apologética, otras de un libro de historia, de educación o bien de una serie de lecturas católicas. Este trabajo le robaba gran parte de la noche y al fin, tuvo que abandonarlo, porque sus ojos empezaron a debilitarse.

El mayor problema de Don Bosco, durante largo tiempo, fue el de encontrar colaboradores. Muchos jóvenes sacerdotes entusiastas, ofrecían sus servicios, pero acababan por cansarse, ya fuese porque no lograban dominar los métodos impuestos por Don Bosco, o porque carecían de su paciencia para sobrellevar las travesuras de aquel tropel de chicos mal educados y frecuentemente viciosos, o porque perdían la cabeza al ver que el santo se lanzaba a la construcción de escuelas y talleres, sin contar con un céntimo. Aun hubo algunos que llevaron a mal que Don Bosco no convirtiera el oratorio en un club político para propagar la causa de «La Joven Italia». En 1850, no quedaba a Don Bosco más que un colaborador y esto lo decidió a preparar, por sí mismo, a sus futuros colaboradores. Así fue como santo Domingo Savio ingresó en el oratorio, en 1854.

Por otra parte, Don Bosco había acariciado siempre la idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. «En la noche del 26 de enero de 1854 -escribe uno de los testigos- nos reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban allí además, Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rúa. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda de Dios, íbamos a entrar en un período de trabajos prácticos de caridad para ayudar a nuestros prójimos.

Al fin de ese período, estaríamos en libertad de ligarnos con una promesa, que más tarde podría transformarse en voto. Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía del gran obispo de Ginebra. El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que entonces. Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes religiosas. Sin embargo, fue el ministro Rattazzi, uno de los que más parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo ante el rey.

En diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidós compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta quince años después, junto con el permiso de ordenación para los candidatos del momento. La nueva congregación creció rápidamente: en 1863 había treinta y nueve salesianos; y a la muerte del fundador, eran ya 768. Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco, los Salesianos se extendieron por toda la América del Sur. Cuando san Juan Bosco murió, la congregación tenía veintiséis casas en el Nuevo Mundo y treinta y ocho en Europa. Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas de primera y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc. sin omitir las misiones extranjeras y el trabajo pastoral.

El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los Salesianos hacían por los niños. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos. La nueva comunidad se desarrolló casi tan rápidamente como la anterior y emprendió, además de otras actividades, la creación de escuelas de primera enseñanza en Italia, Brasil, Argentina y otros países. Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden, a la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres y mujeres de todas las clases sociales, que se obligaban a ayudar en alguna forma a los educadores salesianos.

El sueño o visión que tuvo Don Bosco en su juventud marcó toda su actividad posterior con los niños. Todo el mundo sabe que para trabajar con los niños, hay que amarlos; pero lo importante es que ese amor se manifieste en forma comprensible para ellos. Ahora bien, en el caso de Don Bosco, el amor era evidente, y fue ese amor el que le ayudó a formar sus ideas sobre el castigo, en una época en que nadie ponía en tela de juicio las más burdas supersticiones acerca de ese punto. Los métodos de Don Bosco consistían en desarrollar el sentido de responsabilidad, en suprimir las ocasiones de desobediencia, en saber apreciar los esfuerzos de los chicos, y en una gran amistad. En 1877 escribía: «No recuerdo haber empleado nunca un castigo propiamente dicho. Por la gracia de Dios, siempre he podido conseguir que los niños observen no sólo las reglas, sino aun mis menores deseos». Pero a esta cualidad se unía la perfecta conciencia del daño que puede hacer a los niños un amor demasiado indulgente, y así lo repetía constantemente Don Bosco a los padres. Una de las imágenes más agradables que suscita el nombre de Don Bosco es la de sus excursiones domingueras al bosque, con una parvada de rapazuelos. El santo celebraba la misa en alguna iglesita de pueblo, comía y jugaba con los chicos en el campo, les daba una clase de catecismo, y todo terminaba al atardecer, con el canto de las vísperas, pues Don Bosco creía firmemente en los benéficos efectos de la buena música.

El relato de la vida de Don Bosco quedaría trunco, si no hiciéramos mención de su obra de constructor de iglesias. La primera que erigió era pequeña y resultó pronto insuficiente para la congregación. El santo emprendió entonces la construcción de otra mucho más grande, que quedó terminada en 1868. A ésta siguió una gran basílica en uno de los barrios pobres de Turín, consagrada a San Juan Evangelista. El esfuerzo para reunir los fondos necesarios había sido inmenso; al terminar la basílica, el santo no tenía un céntimo y estaba muy fatigado, pero su trabajo no había acabado todavía. Durante los últimos años del pontificado de Pío IX, se había creado el proyecto de construir una iglesia del Sagrado Corazón en Roma, y el Papa había dado el dinero necesario para comprar el terreno. El sucesor de Pío IX se interesaba en la obra tanto como su predecesor, pero parecía imposible reunir los fondos para la construcción. «Es una pena que no podamos avanzar -dijo el papa al terminar un consistorio-; la gloria de Dios, el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de muchos fieles están comprometidos en la empresa. Y no veo cómo podríamos llevarla adelante».

-Yo puedo sugerir una manera de hacerlo -dijo el cardenal Alimonda.
-¿Cuál? -preguntó el papa.
-Confiar el asunto a Don Bosco.
-¿Y Don Bosco estaría dispuesto a aceptar?
-Yo le conozco bien -replicó el cardenal-; la simple manifestación del deseo de Vuestra Santidad será una orden para él.

La tarea fue propuesta a Don Bosco, quien la aceptó al punto. Cuando ya no pudo obtener más fondos en Italia, se trasladó a Francia, el país en que había nacido la devoción al Sagrado Corazón. Las gentes le aclamaban en todas partes por su santidad y sus milagros y el dinero le llovía. El porvenir de la construcción de la nueva iglesia estaba ya asegurado; pero cuando se aproximaba la fecha de la consagración, Don Bosco repetía que, si se retardaba demasiado, no estaría en vida para asistir a ella. La consagración de la iglesia tuvo lugar el 14 de mayo de 1887, y san Juan Bosco celebró allí la misa poco después. Pero sus días tocaban a su fin. Dos años antes, los médicos habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que la única solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para Don Bosco. A fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente; la muerte sobrevino el 31 de enero de 1888, cuando apenas comenzaba el día, de suerte que algunos autores escriben, sin razón, que Don Bosco murió al día siguiente de la fiesta de San Francisco de Sales (que en aquel momento se celebraba el 29 de enero). Cuarenta mil personas desfilaron ante su cadáver en la iglesia, y sus funerales fueron una especie de marcha triunfal, porque toda la ciudad de Turín salió a la calle a honrar a Don Bosco por última vez. Su canonización tuvo lugar en 1934. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,

OREMOS

Señor Dios nuestro, que has dado a la Iglesia, en el prebístero San Juan Bosco, un padre y un maestro de la juventud, concédenos que, movidos por un amor semejante al suyo, nos entreguemos tu servicio, trabajando para la salvación de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianas: Apariciones de Nuestra Señora a la Beata Angela de Foligny (1285).

Ningún profeta es bien recibido en su patria
Lucas 4, 21-30. Tiempo Ordinario. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Oración introductoria
Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición
Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Papa Francisco
Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio es escuchado con admiración, pero después explota la ira, la indignación. Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte. Querían despeñarlo.

Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad. 

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
El evangelio de hoy me hace recordar una de tantas series de televisión que vi cuando era pequeño. La película se interrumpía en un momento de clímax: casi siempre cuando el héroe, después de varios "golpes" y peripecias exitosas, se llegaba a encontrar en un trance difícil, rodeado o apresado por sus enemigos, o en un peligro inminente. De esta suerte, se agudizaba el interés de los espectadores dejándolos por una semana en "suspenso".

La narración del evangelio del domingo pasado se nos quedó interrumpida, partida por la mitad, para quedar completada con la escena que nos presenta hoy la liturgia. El texto de la otra semana, en efecto, concluía con estas palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y hoy inicia con estas mismas palabras, como retomando la escena, para hacernos recordar dónde nos habíamos quedado.

"Todos en la sinagoga -nos dice Lucas- le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios". Todo iba tan bien cuando, de pronto, comienzan los problemas para Jesús. Pero lo curioso es que, leyendo el evangelio, parece que es Jesús el que "provoca" a sus paisanos y les dirige una diatriba, echándoles en cara su incredulidad: "Sin duda me recitaréis aquel refrán -les reprocha nuestro Señor-: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra los milagros que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".

Un buen político o un hábil orador se hubiera ahorrado cuidadosamente de poner en contra suya a sus oyentes. Una de las técnicas en la oratoria es tratar de ganar siempre al inicio la "benevolencia" del auditorio. Y, sin embargo, nuestro Señor se enfrenta abiertamente con ellos.

¿Por qué? Seguramente porque Él no venía a halagar a nadie y no tenía reparo en desenmascarar actitudes ficticias y falsas, como lo hizo muchas otras veces con los fariseos o con los judíos que no creían en Él.

Pero no sólo. También aquí hay que tener en cuenta otro elemento importante que aparece más claro en la narración paralela que nos ofrecen Mateo y Marcos. Nos refieren que sus paisanos, al ver llegar a Jesús a Nazaret, comenzaron a murmurar de él y a criticarlo: "No es éste –comentaban con un tono despectivo- el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos no viven aquí con nosotros?"... Y añaden los evangelistas: "Y se escandalizaban de él".

El problema entonces no estaba en Jesús, sino en la incredulidad de sus oyentes. Y cuando una persona está cerrada en sus prejuicios y actitudes, tristemente, no hay nada que hacer, a menos que cambie de postura. Y éste fue el escenario con el que se encontró nuestro Señor. Por eso Jesús no hizo allí ningún milagro: porque les faltaba fe. Y enseguida comenzó a recordarles el ejemplo de la viuda de Sarepta y de Naamán el sirio. Esa gente había recibido favores especiales de parte de Dios, y no eran del pueblo judío. Pero tenían fe.

"Está claro -diría Pedro, después de Pentecostés, hablando a los judíos convertidos de la primitiva Iglesia- que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a todo el que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hech 10, 35). Dios no hace distinciones por motivos de linaje, raza, cultura o religión. Los judíos se sentían superiores a los demás porque ellos eran el "pueblo elegido". Y a los nazaretanos les pasaba ahora algo semejante: los típicos celos y rivalidades de pueblo, las envidias, riñas y pleitos partidistas tan propios de las aldeas… y no sólo de las aldeas, pues también se dan entre ciudades y entre países vecinos. ¡Es un mal que todos llevamos metido en la médula de los huesos!

Pero éste no era un criterio válido para Jesús, por supuesto. Juan Bautista también había echado en cara este mismo defecto a los judíos que no querían convertirse porque se consideraban superiores y con derechos adquiridos: "Raza de víboras -les apostrofaba con energía- ¿quién os ha enseñado a huir de la ira de Dios? Haced dignos frutos de penitencia y no os jactéis diciéndoos: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham” (Mt 3, 8-9).

"A oír estas palabras de Jesús -continúa la narración- todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo". ¡Hasta dónde es capaz de llegar la soberbia, el odio y la cerrazón del corazón del hombre! Aquel encuentro, que comenzó como un poema o un idilio, estuvo a punto de convertirse en una tragedia. Lo que inició en aprobación y admiración, termina en rechazo y en odio. Así sucede cuando no se tiene fe.

Propósitos
Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:

Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. "Yo no necesito confesarme" –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo
Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.

La personalidad divina de Jesús
Nunca nadie imaginó que Dios se haría tan cercano, que sería tan fácil acercarse a él, que sería tan ávido para escuchar y tan amorosamente compasivo.

Cada uno de nosotros ve a Jesús de distinta manera. Para algunos era un profeta, porque necesitaban saber que el Reino estaba cerca. Pero sobretodo era el Hijo de Dios y vino a experimentar las consecuencias de la maldición que el Padre había puesto sobre la humanidad cuando Adán y Eva desobedecieron. Vino para redimirla de aquella maldición, y haciéndolo, se convirtió en todo para todos los hombres. Se hizo "varón de dolores" conocedor de la debilidad, pero nunca sucumbió a ella.

Quiso decirnos que sabía lo que significaba sufrir, sangrar, ser rechazado, incomprendido y odiado. Quiso hacer todas las cosas que nos mandó hacer para que encontráramos más fácil perdonar, sobrellevar, obedecer y ser humildes.

Porque era Dios y experimentó lo que era ser humano, obtuvo para nosotros la gracia de poseer lo Divino. A través de la Gracia, revestidos por el poder de su Espíritu, somos hijos de Dios y herederos del Reino.

Él nos reconcilió con el Padre, nos mostró como ser niños de Dios durante nuestro terreno peregrinar, nos abrió las puertas del Cielo y envió Su Espíritu para quedarse con nosotros como Guía y Maestro.

Su vida está llena de cualidades y virtudes por imitar. No vino de manera arrogante a mostrarnos nuestros errores. Vino como un humilde y obediente siervo para enseñarnos a vivir. Nos dijo que siguiéramos sus pasos con coraje desde su espíritu y nos prometió que algún día compartiríamos con él su Gloria así como compartimos con él su Cruz.

Debemos observar la personalidad de Jesús y verla bajo distintas circunstancias -circunstancias similares a las nuestras- y luego alabarlo asemejándonos a Él según el máximo de nuestra capacidad. 

Su Carisma
La habilidad de atraer a la gente es conocida como un "carisma". Cada vez que Jesús aparecía en público, estaba en medio de una multitud. Es algo que una persona común y corriente no puede explicar -solo sabían que este Hombre era diferente. Tan diferente que parecía dividir a la masa en dos facciones -a favor y en contra. Nadie que conoció a Jesús se fue sin haber cambiado. Muy pocos entendieron que delante de ellos estaba Dios hecho hombre. Esta cualidad divina lo distanció de los demás pero a la vez lo hizo ser cercano y entendible.

Como cristianos, muchas veces nos excusamos y echamos la culpa de nuestra falta de carisma a la gente y al mundo. Parece que hemos olvidado que Jesús nos ha obtenido ese carisma -el Carisma hace brillar el Amor Divino a través de la naturaleza humana.

Nos ha dado el Espíritu Santo a cada uno de nosotros para que podamos ser por la Gracia lo que Él es por naturaleza -un Hijo de Dios- Luz Divina brillando en un alma humana, Amor Divino irradiándose a través de un frágil recipiente y dando luz a los demás.

Al ponerse de pie frente a unos pescadores que arrojaban sus redes y decirles: "Síganme y haré que sean pescadores de hombres", el sonido de su voz y la mirada de sus ojos hizo que soltaran las redes y lo siguieran. (Mc 1, 17)

Estos hombres estaban fascinados por la amorosa autoridad de un Maestro que pedía y no ordenaba, que amaba primero y esperaba ser correspondido con amor. Este hombre era un Maestro digno de ser seguido, un hombre singular que llamaba y escogía pero les daba la libertad de responder.

Su habilidad de pedir y esperar era muy atractiva. Estos hombres sabían que podían decir "no", pero su amoroso y fuerte llamado los hacía seguirlo. Tenían que saber más de alguien que podía mandar de una forma tan humilde. En sus corazones sabían que la elección que harían sería definitiva y que desde aquel momento sus vidas serían diferentes por haberlo seguido.

Él nunca les prometió grandezas. Simplemente les dijo que harían grandes cosas. De alguna manera había una diferencia y ellos lo sabían. Su grandeza provendría de haberlo seguido y estaban contentos por ello. Su carisma estaba reforzado de Verdad porque lo que decía venía del Padre y no había sombra de duda en Sus palabras. Nunca dejó a ninguno especular sobre el sentido de lo que decía, aún cuando las cosas que decía eran casi siempre misteriosas y difíciles de aceptar.

Su humilde autoridad era como un imán que atraía a los pobres y rechazaba a los ricos. La gente de la calle podía sentarse horas mientras Él les enseñaba en términos que ellos podían comprender y esto también era algo raro. Trajo verdades misteriosas a su nivel sin el más mínimo signo de desdén. Se sentían identificados con Él. Aunque Él estaba por encima de todos, su humilde dignidad hizo que se levantaran del fango de su corrupción y les permitió mirarlo, no como a un igual, pero sí como a un Amigo.

Nunca perdió su dignidad, pero nunca hizo sentir a nadie menos por eso. Cada gesto suyo les daba esperanza y les hablaba de su amor y preocupación por ellos.

Fue un hombre entre los hombres. Su dignidad le dio poder para atraer multitudes porque vino a servir e inspiraba a los demás a servir también.

Mientras iba de lugar en lugar, multitudes de todas las clases corrían a escucharlo. Nunca perdió de vista su misión, aunque muchos lo aclamaban como a un profeta. Él era Hijo, no profeta, y su carisma brilló con esplendor mientras le decía a crédulos e incrédulos que había sido enviado por el Padre.

Su carisma nunca fue puesto en peligro por los aplausos ni tampoco lesionado por las críticas. Se afianzó en lo que Él era para el Padre y le importó poco la aceptación de los "aceptados" de sus días. Nunca dudó de quien era o del propósito de su misión y esto también asombraba la gente. Cuando alguna vez cogieron piedras para tirárselas, Él no dio marcha atrás -desapareció entre la gente y se fue a otra ciudad. 

Leal
Jesús era leal con sus apóstoles, incluso sabiendo plenamente de su cobardía. Era leal con los pobres, aceptando las críticas de los fariseos, de tal forma que el necesitado nunca se sintiera abandonado. Era leal a su Padre, cumpliendo su Voluntad, incluso hasta la muerte.

Un día tomó un paseo por entre los campos de maíz y sus discípulos empezaron a tomar espigas y a comérselas (Mt 12, 1-8). Los fariseos aprovecharon la oportunidad para criticar a estos hombres sencillos, pero Jesús se alzó para defenderlos.

Vio en los fariseos hipocresía y les recordó que Él era Señor del Sábado. Si sus propios sacerdotes no violaron el Día Santo mientras trabajaban en el templo, tampoco sus apóstoles rompieron la ley por comer maíz, ellos estaban con uno que era más grande que el Templo, el Hijo de Dios.

Pero los fariseos nunca entenderían lo que era ser leal porque usaban la ley y a la gente para satisfacer sus propios propósitos. Sacaron provecho de cada oportunidad para criticar a los pobres y necesitados, porque de alguna manera éstos les hacían sentirse importantes y mejores que el resto de los hombres.

A ellos, Jesús les dijo: "Si hubieran entendido el significado de las palabras: "misericordia quiero, mas no ofrendas", no habrían condenado al justo".

La perfección exterior es más fácil de conseguir que la interior. Dar de sus bienes y guardar la Ley puede hacer a algunos orgullosos y criticones. Todos tenemos una tendencia a juzgar a los demás por nuestra propia cuenta y cuando los demás no se ajustan a nuestras expectativas o a nuestra idea de santidad, somos por lo general duros e inmisericordiosos.

Jesús nos estaba diciendo que la compasión y la misericordia le son más agradables que los bienes materiales que le ofrecemos. 

Cercano y accesible
Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos para preguntar al Maestro si Él era Aquél que había de venir, Jesús les respondió: "Díganle a Juan -los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados y los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva es proclamada a los pobres" (Mt 11, 4-5)

Jesús se hizo a sí mismo accesible a cualquiera. A diferencia de los anteriores profetas y los hombres religiosos de su época, que generalmente se mantenían aislados, era fácil aproximarse a Jesús y Él estaba siempre listo para dar su ayuda. Nunca estuvo muy ocupado o muy cansado como para no bendecir niños, tocar leprosos, o predicar a aquellos que anhelaban la Palabra de Dios.

Estaba siempre en el lugar correcto en el momento indicado. Los leprosos clamaban por Él y nunca temieron alcanzarlo. Por alguna extraña e inexplicable razón siempre sintieron que podían acercarse a Él y que nunca les daría la espalda.

Los niños pequeños corrían hacia Él y se apiñaban sobre sus rodillas para pedirle su bendición y esperar de Él alguna tierna caricia.

La mayoría de los pecadores se sintieron atraídos por Él. Era un fenómeno que no podían explicar. Su Santidad lo hacía accesible y cercano a las criaturas en pecado, cuyas almas era grotesco mirar.

De alguna forma, en la profundidad de su degradación, sabían que debían acercarse lo más posible a Él. Como una flor que se vuelve hacia el sol buscando calor, estos pecadores vieron a Aquél que podía restaurar su inocencia y pureza. Nunca fueron decepcionados. El los miraría con inmenso amor y todas las cosas que les parecían ser tan importantes repentinamente se convertirían solo en paja. Ellos sabían que debían cambiar y seguirlo.

Nunca nadie imaginó que Dios se haría tan cercano, que sería tan fácil acercarse a él, que sería tan ávido para escuchar y tan amorosamente compasivo. La gente había leído acerca de un hombre santo y habían visto a Juan el Bautista, profeta de Dios, pero ni éste ni ninguno de ellos era como este Hombre - el Hijo de Dios.

Sus ojos parecían decirle a cada uno "vengan conmigo, y encontrarán paz para sus almas". El toque de su mano transmitía poderes curativos a través de sus cuerpos, excitaba sus almas y les hacía buscar sólo el Reino.

Era sencillo al hablar y escuchaba a cada uno como si no tuviera nada más que hacer. Nunca nadie se sintió apurado en su presencia. Existía esta extraña sensación de que el tiempo no tenía fin cuando le hablaban. La eternidad que había dejado parecía extenderse ella misma y les hacía olvidar el tiempo, el lugar, sus ocupaciones e incluso olvidarse de sí mismos.
Deseaban beber de cada palabra que decía porque éstas hacían arder sus corazones y permanecían, manteniendo así Su presencia en ellos.

Su palabra era distinta a cualquier otra que habían escuchado. Sin importar a dónde fueran después de verlo, Su amor y su deseo de perdonar hizo que miraran sus debilidades como cosas que tenían que cambiar.

Noble y generoso
Somos generosos cuando damos, pero somos nobles cuando compartimos y nos abnegamos para que otros reciban la gloria. Jesús era generoso en dar sus dones y su poder a los hombres finitos. Le dio a sus apóstoles el poder de sanar, de echar a los demonios y de resucitar a los muertos, y se alegró cuando regresaron y le contaron de sus logros -logros que Su poder realizó en ellos.

Le dio gracias al Padre por permitirle compartir sus dones con los hombres. Los alentó a salir y a usar dichos talentos sabiendo que si a él le habían hecho caso, a ellos también los atenderían.

Gratis lo recibieron y gratuitamente debían de entregarlos. Debían de dar todo el crédito de sus poderes milagrosos a Dios e invocar el nombre de Jesús para mostrarle a los demás la fuente de su poder. El poder en ellos probaría que Jesús había sido enviado por el Padre -El Padre que tanto los amaba.

Sentido del humor. Es muy razonable pensar que Dios que había creado al hombre para reír, tendría que haber reído Él mismo. Aunque no hay ningún pasaje específico en las Escrituras que indique que Jesús haya reído, existen numerosos pasajes en los que se indica que Él si hizo reír a los demás. Por lo menos, muchos mostraron aquella complacida sonrisa que uno ve cuando se dice una palabra o se hace un gesto que expresan algo que no había sido dicho desde hacia mucho tiempo. También podemos imaginar a los hombres regresando en la noche a sus casas y contándole a sus esposas: "¡Hubieras visto lo que les dijo hoy día a los fariseos!, El Maestro tiene mucha picardía porque confunde a sus enemigos con sus propias palabras". Una ocasión fue un día que los fariseos habían elegido para hacer quedar a Jesús como culpable de una trasgresión. "¿Es correcto -le preguntaron - pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos de pagar sí o no? (Mc 12, 15) "Denme un denario y déjenme verlo", replicó Jesús. Mirando la moneda y luego a los fariseos, dijo:

"¿De quién es este rostro? ¿Cuál es su nombre?" "César", le respondieron. "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Cuando leemos este relato, nos sentimos animados a aplaudir y decir "Bravo" y mirando esta escena, nos viene a la mente otra ocasión en la que, después de haber realizado varios milagros y expulsado a los comerciantes del templo, fue preguntado por algunos ancianos "¿Qué autoridad tienes para actuar así?" (Mt 21, 23) "Y yo", Jesús respondió, "le haré una pregunta, solo una; y si me dan la respuesta, entonces, yo les diré con qué autoridad actúo de esta forma; Juan el Bautista, ¿De dónde vino, del cielo de los hombres?" Las sonrisas en las caras de la muchedumbre deben haber ido apareciendo mientras todos esperaban la respuesta. Si los sacerdotes y ancianos respondían "del cielo", entonces Jesús les preguntaría porque se negaron a creer en él, y si respondían "de los hombres" la gente se alzaría en cólera contra ellos, porque reconocían a Juan como un profeta de Dios.

Al darse cuenta de que habían caído en su propia trampa, le respondieron "no lo sabemos". Y el les replicó "tampoco yo les voy a responder de dónde viene mi autoridad para actuar así".

No es difícil imaginarnos la alegría de la multitud al ver a Jesús, una vez más, confundir a sus enemigos con sus propias palabras y darles esa sensación de seguridad, al ver que el Maestro que seguían sabía de lo que era capaz.

Estas preguntas maliciosas relacionadas con temas políticos pronto fueron reemplazadas por preguntas de corte teológico. Si no podían poner al gobierno en su contra, entonces le presentarían cuestiones problemáticas de la Ley y la Moral para así cambiar la opinión de la gente.

Jesús nuestro modelo. La principal meta en la vida de todo cristiano es la de ser una imagen perfecta de Jesús, así como Él es una imagen perfecta del Padre. El amado semblante del Maestro está impreso en la mente del cristiano. Las palabras del Maestro arden en su corazón. Él mira la fortaleza de Jesús y trata de ser fuerte, mira a Jesús amable con la muchedumbre y controla su ira, admira la misericordia de Jesús y perdona setenta veces siete, siente la compasión de Jesús y conquista su propio orgullo, mira a Jesús heroico, audaz y valiente y se siente seguro, observa a Jesús respondiendo a sus enemigos con voz serena -con sinceridad, sin respetos humanos, con perfecto señorío de sí- y trata de ser como Él. El cristiano imita el sentido de lealtad del Maestro, su celo, su sencillez, su nobleza y sus amorosas virtudes según el máximo de sus capacidades. Y esto se convierte en un estilo de vida para el cristiano, porque no se queda satisfecho con dar las gracias sino que quiere darle perfecta gloria conformándose con Él. Sobretodo, busca amar a la manera del Maestro -sin tener en cuenta el costo- incluso hasta la muerte.

"Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu." (2 Cor 3, 18).

Celebrando la santidad de Don Bosco

Comprometidos en la educación y la evangelización de los jóvenes
La Familia Salesiana celebra San Juan Bosco y clausura el Bicentenario de su nacimiento
Cerca de 200.000 chicos y chicas acuden a las distintas obras salesianas

Salesianos, 31 de enero de 2016 a las 08:02

El Nuncio presidirá la eucaristía de los Salesianos de Atocha este domingo

(Salesianos).- La Familia Salesiana en España celebra, en estas semanas, la fiesta de su fundador, el sacerdote italiano San Juan Bosco (1815-1888). La memoria litúrgica es el 31 de enero pero, durante estos días, se suceden actividades de todo tipo en los centros de salesianos y salesianas de nuestro país para recordar al "padre y maestro de la juventud", como fue definido por San Juan Pablo II.

Momentos de oración -los tradicionalesbuenos días de los centros salesianos-, celebraciones de la eucaristía, actividades culturales, formativas y deportivas, en las que participan miles de jóvenes, educadores y miembros de los diferentes grupos de la Familia Salesiana, se desarrollan en estas semanas y, especialmente, la próxima. Así, cerca ya de la fiesta de Don Bosco, en un centenar de parroquias se celebrará el triduo en honor del Santo. También se está llevando a cabo la "semana vocacional", una campaña especial, dentro de las iniciativas de pastoral de los centros, que presenta a los jóvenes la importancia de dar sentido a la vida también desde una opción cristiana. Pero este año, la festividad de San Juan Bosco tiene un acento especial, y es que seclausura el Bicentenario de su Nacimiento, que se ha venido celebrando a lo largo del curso pasado. Por este motivo, se prepararon los siguientes actos: • Viernes 29: Presentación del libro "Fuentes salesianas" en Madrid.

Ve la luz el libro Fuentes Salesianas. Más de 1200 páginas de escritos de Don Bosco, unarecopilación antológica básica, para entender la historia, la pedagogía, la espiritualidad del santo y los orígenes de la obra salesiana. Se presentará este libro el viernes 29, a las 18'00, en la Casa Provincial de los salesianos en Madrid (C/ Marqués de la Valdavia, 2). José Manuel Prellezo, uno de los autores, y Arcadio Cuadrado, traductor, explicarán la importancia del libro y el porqué de los contenidos elegidos. • Domingo 31: Misa en la 2 de TVE desde Salesianos Burriana (Castellón). A las 10'30, el programa El Día del Señor de la 2 de TVE retransmitirá la eucaristía desde la Parroquia María Auxiliadora de la obra salesiana de Burriana, en Castellón. Esta presencia salesiana celebra los 75 años de su fundación. La eucaristía será presidida por Cristóbal López, provincial de la Inspectoría salesiana María Auxiliadora.

         

• Domingo 31: Misa clausura del Bicentenario en Madrid.

En Madrid, en la parroquia María Auxiliadora (C/ Ronda de Atocha, 25), Mons. Renzo Fratini, Nuncio Apostólico en España, presidirá la eucaristía de la solemnidad de San Juan Bosco, a las 19'00 horas, con la que se clausuran los actos del Bicentenario del Nacimiento del fundador de la Familia Salesiana.

Don Bosco, como familiarmente es conocido, puso en marcha un proyecto de evangelización y educación de los jóvenes, especialmente los más necesitados, tomando como modelo a San Francisco de Sales, de ahí el nombre de "Salesianos" con el que Don Bosco bautizó a su congregación.

Hoy son 30 grupos los que componen la Familia Salesiana. En España están presentes, de estos grupos, los Salesianos, las Salesianas, las Voluntarias de Don Bosco, las Hijas de los Sagrados Corazones, los Salesianos Cooperadores, la Asociación de María Auxiliadora, los Antiguos Alumnos y las Damas Salesianas. Los centros educativos de salesianos y salesianas constituyen una de las redes educativas, no universitarias, más numerosa de nuestro país.

Las presencias salesianas ofrecen diferentes propuestas educativo-pastorales para los jóvenes: colegios y centros de formación profesional, centros juveniles, proyectos de intervención social para jóvenes en riesgo de exclusión e inmigrantes, parroquias, casas de acogida... Iniciativas de todo tipo para ayudar a los jóvenes a ser "buenos cristianos y honrados ciudadanos", como repetía el mismo Don Bosco, a insertarse en la sociedad y a desarrollar todas sus potencialidades.

Además de celebrar sus grandes amores (los jóvenes, la Eucaristía, la Virgen bajo la advocación de Auxiliadora de los cristianos y la Iglesia), la Familia Salesiana se prepara para recibir una visita especial. Don Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos, X sucesor de Don Bosco, visitará las obras salesianas de nuestro país del 29 de abril al 14 de mayo.

Salesianos y Salesianas en España

                     

Cerca de 200.000 jóvenes acuden a las distintas obras salesianas, que son posibles gracias al trabajo de los 1.728 salesianos y salesianas y 15.820 educadores y animadores.

En nuestro país hay 995 salesianos (SDB) y 733 salesianas (FMA). Ambas congregaciones dirigen y animan 138 colegios, con 6.562 profesores y 97.000 alumnos. A estos hay que sumar los 61 centros de Formación Profesional, donde se forman 25.800 alumnos atendidos por 2.000 profesores.

Una obra característica es el centro juvenil (136 en España), que es oferta de educación en el tiempo libre y de formación humana y cristiana . A ellos acuden cerca de 41.000 jóvenes, a los que acompañan 5.000 animadores.
Junto a estas obras, salesianos y salesianas desarrollan 351 proyectos sociales, para jóvenes en riesgo de exclusión social, que se concretan en casas de acogida, proyectos educativos con itinerarios propios, programas de inserción laboral, etc., que han atendido a cerca de 37.900 destinatarios atendidos por 2.200 educadores.

A todas estas obras, hay que añadir 99 parroquias, 8 internados, 8 escuelas de Tiempo Libre, el Centro de Enseñanza Superior Don Bosco, las editoriales CCS y Edebé, y 5 ONGD. 

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