“Venid, benditos de mi Padre, y recibid la herencia del reino.”

Francisco, en Ecatepec

"La tercera tentación, la peor: la del orgullo. Ponerse en un plano de superioridad"
El Papa en el 'infierno' de Ecatepec advierte que no se puede "tener el pan a base del sudor del otro o de su propia vida"
"Con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre"

José Manuel Vidal, 14 de febrero de 2016 a las 17:58

Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, es nuestra fama, es nuestro poder

(José M. Vidal).- Una vez visitada a la Virgen y saldados sus compromisos con obispos y políticos del DF, el Papa Francisco se va a las periferias de Ecatepec, para dedicarse a los suyos: los descartados. Y, ante ellos, denuncia que es "pan amargo" el de la riqueza que s eacumula "a base del suro del otro o de su propia vida". E invita a no caer en las tentaciones de la riqueza, de la vanidad y del orgullo. Y a no dialogar con el Maligno, "porque nos va a ganar siempre".

Tras un recorrido de decenas de kilómetros en papamóvil, el Papa se acerca a Ecatepec. Las calles están repletas de gente a ambos lados. A su paso le cantan: "Se ve, se siente, el Papa está presente". Y "ésta es la juventud del Papa".

En la enorme explanada de 'El Caracol', le esperan unas 400.000 personas. A la entrada el papamóvil recorre varios kilómetros sobre una alfombra de flores. Mientras, por megafonía, se suceden los 'vivas' al Papa.

Impresiona el rugir de la muchedumbre, mientras Francisco no se cansa de saludar. Es la apoteosis del líder de los pobres, del Papa de los miserables.

El escenario es como una enorme tienda semicircular, decorada con motivos indígenas. El altar sencillo, presidido por una enorme cruz en su interior. Y comienza la eucaristía con un solemne 'Pueblo de Reyes'. Mientras salen los cardenales y los obispos al altar y miran. con gesto de sorpresa a la inmensa multitud congregada. Hasta el propio Guido Marini, acostumbrado a acompañar a Benedicto y a Francisco en eucaristías multitudinarias, pone caro de cierta sorpresa. El coro, multitudinario y la orquesta, también. Y suenan magníficamente en la enorme explanada, en medio del silencio y del recogimiento de la gente que, de pronto, ha cesado sus gritos y vivas, para entrar en la oración y en la celebración de la eucaristía. La primera lectura del libro del Deuteronomio: "Mi padre feu un arameo errante..." El Evangelio del pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto. 

Algunas frases de la homilía del Papa
"No dejar dormir en un cajón de los recuerdo el regalo del bautismo"
"Tiempo para recuperar la alegría y la esperanza". "El Padre nos espera para sacarnos las ropas del cansancio"
"Para ponernos los vestidos que nacen de la ternura y del amor". "Nuestro Padre tiene un amor único"
"Es un Dios que sabe de hogar, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro, no del padre mio y padrastro vuestro". "Cuaresma, tiempo de conversión...Ese sueño se vuelve amenazado por el padre de la mentira"
"Busca una sociedad de pocos y para pocos". "El dolor de no sentir reconocida la dignidad"
"Somos ciegos e inmunes ante la falta de reconocimiento de la dingidad propia y ajena". "Tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño de Dios". "Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones". "Las tres tentaciones que sufrió Cristo"
"Buscan degradar y degradarnos". "La primera, la riqueza, adueñandonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos solo para mí". "Tener el pan a base del sudor del otro o de su propia vida"

"Es el pan con sabor a dolor, amargura". "Ése es el pan que se le da de comer a los propios hijos"
"Segunda tentación: la vanidad". "La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama, que no perdona la fama de los demás, haciendo leña del árbol caído"
"La tercera tentación, la peor: la del orgullo. Ponerse en un plano de superioridad"
"Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente"
"Buscan degradar y destruir"
"Nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado"
"Hemos optado por Jesús, no por el demonio"
"Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia, sino con las palabras de Dios"
"Con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre. Sólo la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar"
"Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, es nuestra fama, es nuestro poder"
"Tú eres mi Dios y en tí confío"

Texto completo de la homilía del Papa en Ecatepec

El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en algún «cajón de los recuerdos». Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.

Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos». Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del «padre mío» y «padrastro vuestro».

En cada uno de nosotros anida, vive ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.

Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces -y con dolor lo digo- somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.

Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

Tres tentaciones de Cristo...
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.

Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.

1. La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos.

2. La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído», deja paso a la tercera tentación.

3. El orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias Señor porque no me has hecho como ellos».

Tres tentaciones de Cristo...
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.

Vale la pena entonces preguntarnos:

¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?

Hemos optado por Jesús y no por el demonio, queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que lo degrada, degradándose o degradando. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío». Podemos repetirlo juntos: «Tú eres mi Dios y en ti confío».

Que en esta eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «el Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús... sabiendo que con Él y en Él renace siempre la alegría» (Evangelii gaudium, 1)

Evangelio según San Mateo 25,31-46. 

Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? 

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. 

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". 

San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo Sermón 26,5; SC 243, pag. 89ss

“Venid, benditos de mi Padre, y recibid la herencia del reino.” (Mt 25,34)

Cristo, la misericordia celestial, viene cada día la puerta de tu casa: no sólo espiritualmente a la puerta de tu alma, sino materialmente a la puerta de tu casa. Porque, cada vez que un pobre se acerca a tu casa, sin duda alguna se acerca Cristo en él, porque él dijo: “Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, me lo hacíais a mí.” (Mt 25,40) No endurezcas el corazón, da un poco de dinero a Cristo del que esperar heredar el reino. Da un trozo de pan a aquel de quien esperar te dé la vida. Acoge al pobre en tu casa para que él te reciba en el paraíso.  Dale alguna limosna a quien te puede dar la vida eterna.

¡Qué audacia querer reinar en el cielo con aquel a quien tú negaste tu limosna en este mundo! Si lo recibe durante el viaje terreno, él te acogerá en la felicidad eterna. Si tú lo desprecias aquí en tu patria de la tierra, él retirará su mirada sobre ti en la gloria. Un salmo dice: “cuando te alzas, desprecias su imagen.” (Sal 73,20) Si despreciamos en esta vida a aquellos que son imagen de Dios (Gn 1,26) hemos de temer ser rechazados en la eternidad. ¡Tened, pues, misericordia en esta vida!... Gracias a vuestra generosidad, escucharéis aquella palabra feliz: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino.” (Mt 25,34)

San Claudio de La Colombière

San Claudio de La Colombière, religioso presbítero

En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio La Colombière, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que, siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios.
San Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Sta. Margarita en el convento de Paray le Monial, Francia.  

Gracias a su apoyo la superiora de Margarita llegó también a creer y la devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse.  San Claudio no solo creyó sino que en adelante dedicó su vida a propagar la devoción siempre unido espiritualmente a Sta. Margarita en cuyo discernimiento confiaba plenamente.  

Sacerdote santo y sabio que supo discernir muy bien la auténtica intervención divina en el alma de Sta. Margarita a pesar que hasta entonces todos los teólogos y las religiosas la  despreciaban y hasta algunos la tenían por posesa. El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d'Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón.

Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. Al terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés.

A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes. En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje.

El santo parece haber predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios espirituales en la llamada "tercera probación". Ese retiro fue de gran provecho espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado Corazón.

El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: "Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular". El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

Oración de San Claudio de la Colombiere S.J.

JESÚS, AMIGO ÚNICO Esta oración está sacada de la 39ª de las "Reflexiones cristianas" (O.C. V, pág. 39); a propósito de S. Juan Evangelista, nos propone que recemos a Jesús, único. y verdadero.  Amigo. Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas. Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme;, jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad. La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá contigo. Ninguna de las adversidades de la edad o del azar lograrán jamás alejarme de ti; más bien, por el contrario, nunca gozaré con tanta plenitud de tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto en el momento en que todo parecerá conspirar contra mi. Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.

CALENDARIO DE FIESTAS MARIANASNuestra Señora de Paris, Francia

Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos, a mí me lo hicisteis

Mateo 25, 31-46. Cuaresma. Si amo a Dios no puedo dejar de amar a mi hermano. Y todo lo que haga, es a Dios Nuestro Señor.

Oración introductoria
Jesús mío, al contemplar este evangelio me pueden llegar diferentes sentimientos, de miedo, de confianza, de dolor, de amor; pero lo importante, mi Jesús, es que tengo la seguridad que Tú vas a ser mi juez. Gracias porque tú sólo quieres mi salvación. Ayúdame a vivir la virtud de la caridad con los demás, Tú sabes que es muy costosa pero no me dejes abandonado sino que sienta tu apoyo que me sostiene para no desfallecer.

Petición
Señor, que en esta primera semana de Cuaresma me esfuerce por vivir la caridad, que es el mejor camino para acompañarte en tu dolor. Ayúdame a amar más a los demás.

Meditación del Papa Francisco
Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: “A mí me lo hicisteis”.

Por esto, quisiera recordar una vez más “la absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el otro’ como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios”

(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve”» (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2015).

Reflexión 
Cristo, el día de hoy, nos viene a recordar lo propio de su mensaje: la caridad.

La caridad no como mera filantropía, sino como verdadero amor a Dios que vive realmente en mi prójimo. Esta caridad brota naturalmente del amor a Dios. Si amo a Dios no puedo dejar de amar a mi hermano. Y por ello todo lo que haga a mi prójimo se lo hago a Dios Nuestro Señor porque él habita en mi persona y en los demás.

No basta conformarnos con no criticar a los demás, hace falta hablar bien de mi prójimo, promover lo bueno y silenciar lo malo, hablar bien de los demás. No hace falta inventarse virtudes o cualidades donde no las hay, hay que reconocer y hablar de las que tienen los demás. Se dice fácil, pero cuesta. Haz la prueba de hablar bien de los que están a tu alrededor y verás que es fácil. Más, Dios lo quiere, y sobre todo, recuerda que Dios vive en tu prójimo.

Propósito. Hoy, por amor a Cristo, hablaré bien de la persona que no me cae muy bien. Consciente de que Jesús está presente en esa persona.

Diálogo con Cristo
Dios mío, en estos momentos que me estoy preparando para la Semana Santa, te pido que me perdones todas las veces que he ofendido a los demás y he herido tu corazón. Te pido que ahora me des las fuerzas necesarias para afrontar cualquier enemigo que me encuentre para faltar a la caridad, que aprenda a descubrirte en el pobre, en el rico, en los enfermos, en mis familiares, para que con el auxilio de tu gracia, me entregue a los demás y yo también reciba tus palabras consoladoras:"Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo...".

"Hay que hacer las cosas ordinarias, con un amor extraordinario"(Beata Madre Teresa de Calcuta)

¿Hacemos lo que queremos?

No siempre... Parece extraño, pero la voluntad 

Tenemos un día o una semana por delante. Pensamos y deseamos hacer muchas cosas. Pasa el tiempo.

Constatamos que no hemos realizado muchos proyectos planeados. ¿Por qué? El motivo es sencillo: porque no siempre hacemos lo que queremos. Parece extraño, pero la voluntad "decide" una cosa, y al final hacemos otra...

Así, habíamos planeado ir un día al mercado para comprar más barato, pero al final nos quedamos en casa para terminar un crucigrama. O decidimos levantarnos temprano el domingo para visitar a un familiar enfermo, y no lo hicimos porque nos venció el peso de las mantas.

Gracias a Dios, en otras ocasiones sí llevamos a cabo nuestros proyectos, incluso después de superar dificultades serias. Porque no es imposible que venzamos el cansancio para cumplir una promesa buena a un familiar o amigo.

¿Qué ocurre en unos casos y qué ocurre en otros? Cuando la pereza nos arrulla, cuando la ambición nos absorbe, cuando el miedo nos paraliza, cuando las presiones externas nos atan, es fácil que no hagamos lo que queremos.

Al revés, cuando el amor es fuerte y vivo, cuando la voluntad se forja con renuncias concretas y con firmezas sanas, cuando el corazón está decidido a hacer el bien cueste lo que cueste, entonces somos capaces de hacer lo que queremos.

Dicen que el infierno está tapizado de buenas intenciones, de deseos irrealizados, de voluntades débiles. Al revés, el cielo es de los esforzados y valientes (cf. Mt 11,12), de los que optan por la verdad, la justicia, el bien y la belleza.

Ante mis ojos y mi corazón empieza un nuevo día. Será un día hermoso si tengo buenos propósitos y si mi voluntad está firme. Será un día santo si me abro a Dios, si escucho su Palabra, y si dejo que ilumine y sostenga cada uno de mis proyectos y decisiones...

La gente en Ecatepec

Francisco visitó una de las ciudades más pobres de México
El Papa en Ecatepec, el 'infierno' del DF
En estos escenarios, el Papa se crece; se siente en su sitio

José Manuel Vidal, 15 de febrero de 2016 a las 10:48

El Papa no es un capitán araña: sale, se expone, predica con el ejemplo, profetiza

(José M. Vidal).- El Papa tiene claro el 'mandato' de la Guadalupana: "Ayúdame a secar las lágrimas de mi pueblo". Y desde el santuario del Tepeyac el Papa se trasladó a Ecatepec, una macro villa-miseria, un suburbio donde se hacinan casi dos millones de personas. Un infierno de drogas, asesinatos, feminicidios, corrupción e insalubridad.

En Ecatepec se esconde parte de la miseria de la capital mexicana. Pero no se puede ocultar el hambre, que camina por las calles, ni el olor a mierda (literalmente), porque todas las aguas fecales se vierten al arroyo que cruza la ciudad, una enorme cloaca a cielo abierto.

"Abandonad toda esperanza aquellos que entréis aquí", está escrito en la puerta del infierno de Dante. Francisco sabe que, en Ecatepec, ya no hay lágrimas para llorar tanta miseria entre los más de 100.000 pobres severos, es decir los que no tienen nada, pero nada de nada para sobrevivir.

Son las víctimas de le inequidad que denuncia el Papa, los descartados del sistema del desarrollo con miseria, que hace que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Millones de personas con su dignidad pisoteada y con la esperanza por los suelos.

Y allí se fue el Papa de los pobres, para estrechar sus manos, aportarles una brizna de consuelo y esperanza. Y, sobre todo, para visibilizar su miseria y dejar clara la indignidad en la que viven ante los ojos catódicos del mundo. Para vergüenza de la cultura del descarte.

En estos escenarios, el Papa se crece. Se siente en su sitio, tocando "carne de pobre, que es carne de Cristo". Entre los tirados en la cunetas de la vida, Francisco se transforma en profeta que anuncia y denuncia.

Esperanza
En un doble movimiento, anuncia a los suyos que la esperanza es posible, si luchan por cambiar su mundo y el mundo. Que sus gritos y sus llantos llegan a los oídos de Dios y de la Morenita. Que ni Dios ni su madre son sordos. Y que hay que "sembrar entre lágrimas, para recoger entre cantares".

Lágrimas ocasionadas por los que quieren acumular riquezas "a base del sudor del otro o de su propia vida". Y denuncia, de nuevo, la corrupción de una sociedad, en la que "la tentación de la riqueza es el pan amargo que se da de comer a los propios hijos".

Hay salida, siempre que se venzan las tres tentaciones: riqueza, vanidad y orgullo. Así, México conseguirá ser "una tierra de oportunidades, donde no haya que emigrar para soñar; donde no sea necesario ser explotado para trabajar; donde la necesidad y la desesperación de muchos no sea una oportunidad para unos pocos".

Y Francisco proclama, entre los suyos, que los pobres quieren un México "donde hombres y mujeres, jóvenes y niños dejen de llorar y dejen de terminar en manos de los traficantes de la muerte".

Y él se ofrece el primero para ayudarles. El Papa no es un capitán araña: sale, se expone, predica con el ejemplo, profetiza. Algunos dicen que como voz que clama en el desierto. Otros, que cumple su función. Y es que, como cuenta el incomparable místico sufí Khalil Gibran:

"El profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres. Pero, según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se detuvo a escuchar sus voces. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza. Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba.

Al fin, alguien se acercó y le preguntó: "¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?". "Sigo gritando" -dijo el profeta- "porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí".

Francisco, con los niños en el hospital

Francisco acaricia, besa, ríe y llora con los niños del Hospital Pediátrico "Federico Gómez"
La "cariñoterapia", receta del Papa: "Una caricia ayuda tanto a recuperarse..."
"Gracias por poder reunirme con ustedes en este hospital, por poder compartir un poquito de sus vidas"

Jesús Bastante, 15 de febrero de 2016 a las 00:54

Francisco se detuvo con todos y cada uno de los niños, escuchó las peticiones de los pequeños y de sus padres, como si todo México se concentrara en una mirada, una lágrima, un gesto, una caricia, un segundo de su tiempo

(Jesús Bastante).- Ha sido, sin duda, uno de los momentos más emotivos de los vividos hasta la fecha por el Papa Francisco durante su visita a México. "Papa, Francisco, amigo de los niños", le gritaban los pequeños habitantes del Hospital Pediátrico "Federico Gómez", adonde Bergoglio se dirigió en helicóptero desde Ecotepec, acompañado por la primera dama.

Niños enfermos de cáncer, corazón o diabetes, muchos de ellos en sillas de ruedas, cuyos padres no cuentan con los recursos necesarios para recibir una sanidad de calidad, viven en este centro. Y hoy hicieron de su casa la del Papa "Pancho". Con abrazos, besos, cánticos, algún que otro dibujo y cariño, mucho cariño.

Y Francisco correspondió con emoción contenida, esa que no se sabe si dejará caer una lágrima o una sonrisa, y diagnosticando una nueva medicina para la cura de las enfermedades que afligen el corazón humano:la "cariñoterapia". Y haciéndola realidad con todos los medios de que dispuso: haciéndose fotos, conversando, abrazando, riéndose, agachándose a acariciar a aquellos que no podían levantarse, dando la medicina a más de uno.

Dando gracias, bendiciendo y pidiendo la bendición de los más débiles, los más pequeños, los más queridos por Dios. Uno de ellos, casi al terminar sus palabras, le agarró del brazo, y le pidió que rezara por su abuela. Otro le entregó un dibujo de mil colores. "Papa, vuelve pronto", sonaban algunas voces. Otros dos, felices como ninguno, esperaron al Papa para "tocar la campana", señal de que serían dados de alta, al fin curados. "Adelante, si ustedes le echan ganas, van a seguir hacia adelante", les dijo mientras les abrazaba. 

Y, a juzgar por la sonrisa del Pontífice, no hubiera sido necesario recordarlo: él se hubiera quedado allí toda la vida. No se hubiera movido de los brazos de Carlitos, enfermo del corazón. Ni del lado de aquella joven, enferma de cáncer, que le cantó a capella el "Ave María" ante el emocionado escalofrío de toda la comitiva papal. Francisco se detuvo con todos y cada uno de los niños, escuchó las peticiones de los pequeños y de sus padres, como si todo México se concentrara en una mirada, una lágrima, un gesto, una caricia, un segundo de su tiempo.

En su breve discurso, sencillo y alegre, Francisco quiso dar las gracias a los niños "por la oportunidad que me regala Dios de poder venir a visitarlos, de poder reunirme con ustedes en este hospital, poder compartir un poquito de sus vidas".

El Papa recordó "un pedacito del Evangelio que nos cuenta la vida de Jesús cuando era bien chiquito". El día en que sus padres lo llevaron al templo, y ahí se encontraron "con unanciano, Simeón. Y el viejito, muy decidido, lo toma en sus brazos y comienza a bendecir a Dios". 

 "Yo me siento, y no sólo por la edad, como Simeón, el abuelo que nos enseña a agradecer y bendecir. Acá yo los bendigo a ustedes, los médicos, las enfermeras, todos los que trabajan los bendicen. Pero ustedes tienen que aprender a bendecirlos a ellos, y a pedirle a Jesús que los cuiden, porque ellos los cuidan a ustedes", pidió el Papa a los niños. "Al cruzar esas puertas, y ver algunas sonrisas, sus rostros, me generó dar gracias por tanto cariño, por ver el cariño con el que se los cuida, se les acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan recuperarse rápido", continuó Francisco, quien subrayó cómo "es tan importante sentirse acompañados y queridos por todas esas personas. Gracias".


"Y a su vez quiero bendecirlos", apuntó el Papa, quien pidió al personal médico "buscar que esas sonrisas sigan creciendo cada día". "Son esas personas que no sólo con los medicamentos, sino con la 'cariñoterapia', ayudan a que este tiempo sea vivido con mayor alegría. Tan importante la 'cariñoterapia'... Una caricia ayuda tanto a recuperarse..." Al final de sus palabras, pidió a los chicos que "cerremos los ojos y pidamos lo que nuestro corazón hoy quiera, pidan lo que quieran por dentro". Y todos los pequeños cerraron sus ojos y rezaron en silencio, esa oración tan pura que sólo puede salir del corazón de un niño. Por su salud, por sus familias, por sus médicos... y también por el Papa. "No se olviden de rezar por mí".


Texto original del Papa:
Señora Primera Dama. Señora Secretaria de Salud Señor Director.

Miembros del Patronato. Familias aquí presentes Amigas y amigos. Queridos niños Buenas tardes.

Agradezco a Dios la oportunidad que me regala de poder venir a visitarlos, de reunirme con ustedes y sus familias en este Hospital. Poder compartir un ratito de sus vidas, la de todas las personas que trabajan como médicos, enfermeras, miembros del personal y voluntarios que los atienden. Gracias.

Hay un pedacito en el Evangelio que nos cuenta la vida de Jesús cuando era niño. Era bien pequeñito, como algunos de ustedes. Un día los papás, José y María, lo llevaron al Templo para presentárselo a Dios. Así se encuentran con un anciano llamado Simeón que, cuando lo ve, muy decidido y con mucha alegría y gratitud, lo toma en brazos y comienza a bendecir a Dios. Ver al niño Jesús provocó en él dos cosas: un sentimiento de agradecimiento y las ganas de bendecir.

Simeón es el «abuelo» que nos enseña esas dos actitudes fundamentales: la de agradecer y a su vez bendecir.

Yo acá (y no sólo por la edad) me siento muy cercano a estas dos enseñanzas de Simeón. Por un lado, al cruzar esa puerta y ver sus ojos, sus sonrisas, sus rostros generó ganas de dar gracias. Gracias por el cariño que tienen en recibirme; gracias por ver el cariño con que se los cuida y acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan recuperarse rápido.

Es tan importante sentirse cuidados y acompañados, sentirse queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos, por todas esas personas digo: «¡Gracias!».

Y, a su vez, quiero bendecirlos. Quiero pedirle a Dios que los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias, a todas las personas que trabajan en esta casa y buscan que esas sonrisas sigan creciendo cada día. A todas las personas que no sólo con medicamentos sino que con «la cariñoterapia» ayudan a que este tiempo sea vivido con mayor alegría.

¿Conocen al indio Juan Diego? Cuando el tío de Juanito estaba enfermo, él estaba muy preocupado y angustiado. En ese momento, se aparece la Virgencita de Guadalupe y le dice: «No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?».

Tenemos a nuestra Madre, pidámosle para que ella nos regale a su Hijo Jesús. Cerremos los ojos y pidámosle lo que nuestro corazón hoy quiera, y digamos después juntos
Dios te salve Maria...

Que el Señor y la Virgen de Guadalupe los acompañe siempre. Muchas gracias. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.

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